lunes, 12 de marzo de 2018

Un lustro con el Papa progre

Una de las cosas que más lamento de no haber podido escribir en este blog es sobre uno de los acontecimientos que más ha dado que hablar en nuestros tiempos. Me refiero a la abdicación del Papa Benedicto XVI y a la designación del actual Papa Francisco como su sucesor en marzo de 2013. Este blog lo abrí en noviembre de 2013, por lo que el actual Papa ya llevaba ocho meses en el cargo. Sin embargo, ahora que se acercan los cinco años de su elección como jefe de la Iglesia Católica, quiero hablar un poco acerca de este personaje tan peculiar como es "El Santo Padre".

Aunque mis creencias religiosas son muy profundas, éstas se concentran únicamente en Dios, por lo que la Iglesia Católica y sus líderes no merecen para mí ningún respeto, ya que éstos se ha alejado de la palabra de Cristo y han convertido el Catolicismo en la "Gran Ramera" que San Juan visionaba en el Apocalipsis. Aun así, y visto que todavía no he escrito ninguna entrada acerca del "Sumo Pontífice", creo que ha llegado la hora de hablar de aquél a quien San Malaquías catalogó como "El último Papa", mientras que otros muchos lo denominan "El Papa revolucionario".

Pues bien, cinco años después de la llegada de Bergoglio a la Basílica de San Pedro cabe preguntarse; ¿Qué revolución ha llevado a cabo Francisco? Por lo que a mí respecta, llevo un lustro esperando esa "Revolución" que los progres (Poco creyentes ellos pero muy fans de este Papa, al que consideran un referente) llevan pregonando durante todo este tiempo. ¿Qué reformas profundas se han llevado a cabo dentro de la Iglesia Católica?, ¿Qué cambios relevantes se han llevado a efecto en el Vaticano desde la llegada de este argentino a Roma?. Podemos llegar a la conclusión de que en estos cinco años no ha cambiado absolutamente nada en la plaza de San Pedro. 

Bergoglio fue escogido después de que Ratzinger abdicase tras verse acorralado por el escándalo de los abusos sexuales a niños por parte de personajes muy relevantes en el Vaticano (Cabe añadir que entre ellos estaba el propio hermano de Ratzinger). Se puede decir pues que la Iglesia necesitaba un lavado de imagen muy importante, ¿Quién mejor para liderar ese lavado de imagen que un argentino progresista enlazado con la dictadura de Perón? (Este no es el primer caso en el que un Papa se ve enlazado con una dictadura, ya que Ratzinger lo estuvo con el régimen nazi cuando era un adolescente).

A partir de la elección de Bergoglio como Papa, todo cambió en la imagen que se tenía del Vaticano. Con Benedicto XVI, la institución católica era considerada como una institución tan fría y distante como su Sumo Pontífice, mientras que con Francisco la cosa ha mejorado notablemente gracias a esa "Revolución inexistente" que los medios de comunicación han promocionado falsamente. Una revolución que el Papa dijo que llevaría a cabo pero que sólo han quedado en palabras y gestos. Unos gestos hipócritas que demuestran la falsedad de este Papa (Y de los otros también), el cual está más preocupado en quedar bien de cara a esos medios de comunicación que le apoyan, que en llevar a cabo esa reforma profunda que la Iglesia Católica necesita. 

Las palabras y los gestos son insuficientes para un líder mundial que debe dar ejemplo, y que debe darlo con hechos, no con palabras. Digamos que la única acción que ha llevado a cabo este Papa es la de nombrar en los altos cargos de la Iglesia a personajes que como él, son cercanos al ala progresista (Como no podía ser menos), y eso es lo que ha llevado a ser considerado como un personaje clave e histórico a la hora de modernizar la Iglesia. Pero las cuestiones que afectan a las mujeres (Cuestiones que sí merecen la lucha por la igualdad y no lo que hacen algunas por ahí) y a la transparencia del Vaticano han quedado ancladas en meras promesas que nunca llegarán.

En resumen, tenemos como marketing puro y duro a un Papa-actor, el cual interpreta muy bien su papel de un "Vicario de Roma progre" para dar a la humanidad una falsa imagen renovada del catolicismo. Un Papa que independientemente del destino final que tenga como Obispo de Roma (Fallecimiento o abdicación), su objetivo ya lo ha cumplido y con creces; Cambiarlo todo para que todo siga igual.

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