lunes, 8 de abril de 2024

Los presidentes y las primeras damas


La inestable situación en la que se encuentra en estos momentos el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, y su mujer, Begoña Gómez, empeora por momentos como consecuencia de las continuas noticias que están apareciendo sobre el tráfico de influencias de la propia Begoña Gómez a la hora de intermediar entre el gobierno y varias empresas privadas para que el ejecutivo que preside su marido concediese adjudicaciones a estas entidades. Esta semana se han publicados cartas firmadas por la propia mujer del presidente del gobierno a la hora de hacer de intermediaria en estas operaciones en plena pandemia. 

Unas operaciones en las que uno de los beneficiados por las adjudicaciones del gobierno fue un sujeto llamado Carlos Barrabés, que "casualmente" fue quien elaboró un máster en la Universidad Complutense de Madrid de la que la esposa del jefe del gobierno es la directora, sin tener siquiera la titulación para ello. Pero aquí no queda la cosa, ya que ayer se ha publicado una información en la que se hace mención a una subvención por parte del gobierno a una tal Begoña Gómez. Una subvención cuyos detalles el gobierno ha bloqueado sin dar más explicaciones. Llegados a este punto, y siguiendo la ironía que la izquierda hacía cuando se preguntaba quién era M. Rajoy en los papeles de Bárcenas, la pregunta que la oposición debería de hacerle al gobierno incesantemente es ¿Quién es Begoña Gómez?

Parece ser que la situación se le va complicando cada vez más a Sánchez y señora; y todo ello cuando parece que lo más gordo está aún por estallar. Eso sí, Feijóo no ve motivos para obligar a comparecer a Begoña Gómez en la comisión que el PP ha creado en el Senado, ya que según el líder de los populares "Ese no es su estilo de hacer política". Mientras tanto, el propio Sánchez ha acudido esta semana pasada al Valle de los Caídos para tirar nuevamente del comodín de Franco. Los vídeos y fotos del jefe del ejecutivo en el osario de la Basílica con los huesos y cráneos de los caídos allí enterrados es el culmen del surrealismo y de la desvergüenza y canallada más absoluta, unida a la falta de ética y moral de un sujeto que no duda en ningún momento en exponerse junto a restos humanos para hacerse fotos y reportajes con ellos, con el fin de sacar rédito electoral al volver a sacar el tema de la Guerra Civil, y de paso tapar el escándalo de corrupción que afecta a su mujer y a él mismo.

Está confirmado que Sánchez es un individuo que carece completamente de cualquier atisbo de moralidad y ética, y si para él es rentable electoralmente hacerse fotos y reportajes con huesos y cráneos humanos, ¿Qué no hará cuando se vea más acorralado? A estas alturas estoy completamente convencido de que, a unas malas y si la situación así lo aconsejase, Sánchez estaría dispuesto a follarse en vivo y en directo a un cerdo, como ocurre en el famoso episodio de la serie Black Mirror, donde el primer ministro británico se ve obligado a mantener relaciones sexuales con un cerdo, emitiéndose el abominable acto en directo por la televisión. Seguramente, y a diferencia del primer ministro de la serie, el propio Sánchez haría este acto por voluntad propia y con disposición plena, si viese que tal aberración le supondría quedarse un tiempo más en la Moncloa y/o le resultase beneficioso en términos electorales.

Basta recordar que sólo de la secretaría general del PSOE, Sánchez fue expulsado hace ocho años tras ser sorprendido metiendo votos con su nombre en una urna oculta y tras casi ser agredido por un miembro del sector de Susana Díaz. Si esto ocurrió siendo solamente Sánchez líder de la oposición, ¿Hasta qué punto llegaremos cuando se vea completamente acorralado y todo Dios le exija la dimisión? Cuidado con esto porque la cosa se va a poner más fea de lo que ya está. Y todo ello mientras tenemos la amnistía pendiente de aprobarse definitivamente el mes que viene, coincidiendo con las elecciones catalanas y el regreso de Puigdemont. La cosa va a reventar más pronto que tarde, y lo irónico de todo esto es que quizás sea lo que España necesita realmente para acabar cuanto antes con todo este caos. Ya he dicho en otras ocasiones que todos los presidentes se han ido por "la puerta grande", y Sánchez estoy convencido que será el que saldrá no ya por la puerta grande, sino por el Arco de Tito.

Por otra parte, y viendo lo que está ocurriendo y lo que está por ocurrir con respecto a Begoña Gómez, me he parado a pensar en otros casos ocurridos en las últimas décadas en España, donde la figura de "la primera dama" ha tenido también su repercusión con otros presidentes del gobierno. De los siete presidentes del gobierno que ha tenido España desde 1977, sólo tres presidentes han estado salpicados por el papel de sus respectivas mujeres en la política activa. Fueron los casos de Felipe González con Carmen Romero, José María Aznar con Ana Botella, y finalmente Pedro Sánchez con Begoña Gómez. Y es que aunque ninguna de las otras dos llegaron al límite que estamos presenciando con los actuales inquilinos de la Moncloa, creo que no está de más hacer un pequeño recordatorio de lo ocurrido en su día con los anteriores inquilinos del palacio presidencial.

En el caso de Felipe González con Carmen Romero podemos dividir su periodo en la Moncloa en dos fases: la primera de 1982 a 1988, años en los que el matrimonio no causó ningún escándalo ni polémica, ya que parece ser que Carmen Romero quería mantener una vida alejada de los focos y sin intervenir en política. La segunda fase ya es completamente distinta. Me refiero al periodo entre 1989 y 1996. Parece ser que a finales de la década de los ochenta, el propio Felipe González le fue infiel a su mujer con una de sus ministras, concretamente con la portavoz Rosa Conde. Y es que aunque los medios y el personal no airease en aquellos años de forma pública este escándalo, parece ser que en aquellos años fue vox populi la relación entre el presidente y su ministra. Una relación que parece ser que tenía su "nido de amor" en la propia Moncloa.

Sí, parece ser que una década antes de que estallase el Caso Lewinsky en Estados Unidos, aquí tuvimos también nuestro particular escándalo sexual en la presidencia del gobierno. Aunque nunca se habló de esto en los medios (Recordemos que estábamos en el cenit de la presidencia de González y en una España fervientemente felipista), los rumores corrieron como la polvora. Parece ser que fue entonces cuando Carmen Romero, tras verse humillada públicamente, exigió a su marido que le diese a cambio un cargo público (Quizás esta exigencia fuese la opción menos traumática, ya que lo contrario podría haber sido el divorcio).
 
Y aquí es donde viene el escándalo. Felipe González, tras siete años en el gobierno, convoca elecciones generales en octubre de 1989, colocando a su mujer como candidata a diputada por la provincia de Cádiz. Claro, uno ve este caso y se echa las manos a la cabeza. ¿En qué país de nuestro entorno se vería como algo natural que el presidente del gobierno coloque como diputada a su propia mujer? Aparte de ser un grave atentado contra la separación de poderes (En este caso el Poder Ejecutivo frente al Poder Legislativo), el caso suponía un escándalo mayúsculo, por mucho que algunos lo tapasen en aquellos años. Un presidente colocando a su señora de diputada para que le vote en el Parlamento los Proyectos de Ley, los Decretos-Ley, etc, a cambio de mantenerla contenta y callada tras serle infiel con una ministra de su gobierno. ¿Acaso alguien se imagina, por ejemplo, al entonces primer ministro británico, John Major, colocando a su esposa en la Cámara de los Comunes? Impensable. El caso más cercano lo encontramos en Bill Clinton y Hillary Clinton cuando, tras el escándalo Lewinsky, la primera dama estadounidenses decidió comenzar su propia carrera política como senadora tras dejar el matrimonio la Casa Blanca en 2001.

Pero a diferencia de los Clinton, los González-Romero estuvieron implicados activamente en política durante los últimos siete años de gobierno del líder socialista. Este caso es una clara muestra de cómo en España existen las dobles varas de medir. ¿Acaso alguien se imagina que Aznar hubiese colocado a Ana Botella como diputada siendo él aún jefe del gobierno? En cualquier país sensato lo ocurrido con el matriminio González-Romero hubiese supuesto casi con toda seguridad la dimisión del propio González como presidente del gobierno. Pero como ya he comentado anteriormente, España vivía en la etapa del felipismo y nadie osaba toser siquiera al entonces presidente. Buena prueba de ello es que, tras colocarla como candidata a diputada en 1989, González volvió a designar a su mujer como diputada en las elecciones generales de 1993 y 1996 (Las que finalmente perdió González contra Aznar). Desde 1989 hasta 1996 la presencia de Carmen Romero en política fue absolutamente activa; todo lo contrario de lo que había sido desde 1982 hasta 1988. Y es que sin duda alguna, unos cuernos lo cambian todo en un matrimonio, y en este caso también en la política española. Finalmente, y tras estar hasta el 2004 como diputada en el Congreso, Carmen Romero se convirtió en 2009 en eurodiputada por el PSOE, dando con ello el salto internacional a su carrera política y manteniéndose en el cargo hasta 2014.

Tras el paso de Felipe González y Carmen Romero por la Moncloa llegó el turno de José María Aznar y Ana Botella. Cuentan Juan Fernández Miranda y Javier Chicote en el polémico libro que salió hace unos tres años, "El jefe de los espías", que días antes de dejar el gobierno, González recibió a Aznar y Botella en Moncloa para enseñarles el palacio presidencial. La visita transcurrió con normalidad hasta que en un momento dado Ana Botella le preguntó a Felipe González dónde estaba la oficina y el personal de la esposa del presidente del gobierno, y si ésta tenía damas de honor. Parece ser que los Aznar-Botella creían que la Moncloa era el Palacio de Versalles y que ambos eran Luis XVI y María Antonieta. Surrealista. Sin embargo la cosa no hizo más que empezar, ya que Ana Botella ejerció durante toda la presidencia de su marido como si de la primera dama de España se tratase. Quizás en el caso de Ana Botella el término de primera dama se queda corto a la hora de referirse a ella, ya que la mujer de Aznar no ejerció sólo como tal, sino incluso como presidenta consorte. Un papel de presidentas consortes que en aquellos años ejercieron también Hillary Clinton en la Casa Blanca y Cherie Blair en Downing Street.

Buena prueba de ello fue un polémico viaje oficial que la propia Botella realizó sola a México en el año 2000 y en calidad de esposa del presidente del gobierno de España. Claro, estamos hablando de hace ya casi veinticinco años y las tornas eran las contrarias a las actuales. En aquel tiempo el PSOE, que se encontraba en la oposición, exigió al gobierno explicaciones sobre la polémica visita oficial de la mujer de Aznar, explicaciones que el gobierno del PP no ofreció. ¿Quién era la mujer de Aznar para hacer una visita oficial en nombre del gobierno español? Absolutamente nadie, ya que la esposa del presidente del gobierno de España no tiene ninguna autoridad para hacer ningún tipo de viaje nacional ni internacional en representación del Estado. Pero claro, era el año en el que comenzó la segunda legislatura de Aznar, donde el ex presidente, con su nueva mayoría absoluta, se creía el rey de España, y la propia Botella, a su vez, la reina consorte. Por aquel entonces las relaciones entre Zarzuela y Moncloa eran muy tensas y la actitud de Aznar y señora con los entonces reyes Juan Carlos y Sofía no eran precisamente las mejores. De hecho no fueron pocas las veces que hubo fallos de protocolo cuando la entonces pareja presidencial acudía a un acto acompañado de los actuales reyes eméritos.

Cabe decir también que en la visita a Cuba por la cumbre Iberoamericana de 1999 hubo ciertas tensiones, ya que Ana Botella quiso tener su propia agenda como "primera dama" junto al resto de las esposas de los mandatarios. Una agenda que no tenía cabida ya que oficialmente, y aunque no es reconocida oficialmente como tal, la figura de la primera dama en España corresponde en todo caso a la reina consorte, no a la esposa del presidente del gobierno. Un suceso muy similar tuvo lugar hace un par de años en plena cumbre de la OTAN en Madrid, cuando Begoña Gómez quiso ejercer de primera dama, desplazando a Letizia. Una intención que no acabó en buen puerto, ya que parece ser que la mujer de Sánchez recibió un aviso por parte de Zarzuela para dejar claro quién debía ejercer las funciones de primera dama en aquella Cumbre celebrada en 2022.

El paso de Aznar y Botella fue la antesala de lo que ocurriría a partir de 2018 con Pedro Sánchez y Begoña Gómez. El culmen del desprecio de los Aznar-Botella hacia Juan Carlos y Sofía tuvo lugar en la polémica boda de su hija en El Escorial en el año 2002, cuando la pareja presidencial invitó a los por entonces reyes a una boda en la que los padres de la novia quisieron otorgar al enlace matrimonial de su hija el carácter de una boda real. En el 2003, justo un año antes de abandonar su marido la Moncloa, Ana Botella fue fichada por Alberto Ruiz Gallardón para ir en las listas al Ayuntamiento de Madrid. De esta forma, y siguiendo los pasos de su predecesora, Carmen Romero, Ana Botella daba inicio a su propia carrera política. Durante ocho años ejerció de teniente de alcalde del Ayuntamiento madrileño, hasta que en 2011 se acabó convirtiendo en alcaldesa de Madrid, iniciando un mandato que fue todo un fracaso y que finalizó con su renuncia a competir para un segundo mandato en 2015.

Como se puede ver, tanto el paso por la Moncloa de Carmen Romero como de Ana Botella no se caracterizaron precisamente por su discrecionalidad. Ambas ejercieron un papel activo en política durante los mandatos de sus respectivos maridos y quisieron despegar por libre tras la retirada política de sus conyugues. De momento no se tiene constancia de que Begoña Gómez quiera dar su propio salto a la política tras su periodo como primera dama de la Moncloa. Eso sí, todo parece indicar que va a tener el mérito de ser la causa de la salida de su marido del gobierno, que no es poco y que sin duda marcará todo un precedente en la política española. Quizás por ahora sólo quiera seguir dedicándose al tráfico de influencias junto a su marido, pero quién sabe si el día de mañana Begoña Gómez no decide seguir los pasos de sus predecesoras e iniciar por su cuenta su propia carrera política. Lo que está claro es que tanto Carmen Romero hace treinta años, como Ana Botella hace veinticinco y Begoña Gómez en la actualidad han sido "primeras damas" que sin lugar a dudas han marcado las presidencias de sus respectivos maridos a través de la polémica, los escándalos y la presencia activa de las tres en la política. 

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