miércoles, 10 de abril de 2024

El fracaso de la Democracia


A principios de la semana pasada, concretamente el Lunes de Pascua, emitieron una de las mejores películas religiosas que existen. Me refiero a la película protagonizada magistralmente por el gran Anthony Quinn: "Barrabás". Como todos sabemos, Barrabás fue un peligroso sujeto el cual, según el Nuevo Testamento, fue presentado al pueblo de Jerusalén junto a Jesucristo para que los judíos decidiesen quién de los dos era liberado por Poncio Pilatos con motivo de la celebración de la Pascua judía en la que era costumbre liberar por esas fechas a un preso. Como todos sabemos, el pueblo acabó eligiendo por aclamación popular a Barrabás para que éste fuese liberado, lo cual condujo a que Jesucristo fuese ejecutado a través de la cruxifición. 

En esta episodio religioso se produce uno de los acontecimientos más curiosos de Democracia y de elección directa en donde la población ejerce el poder directo a la hora de liberar o bien a un líder religioso (En este caso Jesús) o bien a un personaje acusado de ser un asesino, un ladrón, un criminal, etc (En algunos casos se ha hablado incluso de que el propio Barrabás era un zelote activo que luchaba contra la ocupación romana en Judea). Pues bien, seguramente más de uno habrá visto en muchas ocasiones esa famosa publicación en las redes sociales donde se dice "Después de 2.000 años, el pueblo sigue eligiendo a los ladrones" cuando se habla de la elección en favor de Barrabás que describe los Evangelios. Esa publicación, aunque ya está muy vista en las redes sociales, no deja de ser una verdad como un templo. 

Con independencia de que creamos o no, la historia que se nos presenta es la de un pueblo que decide en elección directa liberar a un criminal (Barrabás) frente a un líder religioso que en este caso era Cristo. El pueblo judío sabía perfectamente el historial de Barrabás cuando éstos optaron abiertamente por liberarlo en detrimento de Cristo. Con esto quiero hacer hincapié en una cuestión de la que muchas veces he hablado y defendido en este blog pero que ahora, analizando la situación actual, conviene recordar sus pros y sus contras. Me estoy refiriendo a la Democracia como sistema de gobierno, y en este caso, a la Democracia directa y representativa concretamente. 

Como todos sabemos, en este mes de abril hay elecciones en el País Vasco, el mes que viene en Cataluña y en junio serán las del Parlamento Europeo, la cual es una votación no solo a nivel nacional sino continental, ya que votan todos los países miembros de la Unión Europea. Pues bien, yo adelanto desde ya que mis mendas no van a ir a votar a las elecciones del 9 de junio ni a ninguna otra. ¿El motivo? Básicamente que paso de perder mi tiempo en desplazarme a un colegio electoral para introducir una papeleta y con ello resolverle la vida a cuatro miserables cuyo único interés es el de ser elegidos para un cargo público y tener desde entonces la vida resulta. ¿O acaso alguien cree que los sujetos que se presentan a unos comicios lo hacen para defender tus derechos y tu bienestar? Si alguien lo cree es que es bastante ingenuo o ignorante, o quizás las dos cosas a la vez. 

Basta con ver cómo algunos partidos y sujetos que, aprovechando la situación agónica que está atravesando el país, se quieren subir al carro justo ahora, en las elecciones europeas de junio. ¿Por qué? Básicamente porque en España la circunscripción en las elecciones europeas es la única que tiene carácter nacional, lo cual le otorga a los individuos que se presentan mayor facilidad a la hora de ser elegidos que, por ejemplo en unas elecciones generales o autonómicas, donde en este caso la circunscripción es provincial, con lo que la jugada le puede salir más complicada al candidato. Es por eso que, como ya hizo Pablo Iglesias hace diez años, primero hay que ir a las europeas y coger plaza en Bruselas para darse a conocer; luego ya se irá a las generales para dar el salto en suelo patrio.

Y es que si algo ha quedado demostrado con el sistema de Democracia representativa es que aquellos que se hacen llamar representantes del pueblo no son más que unos ciudadanos que, tras ver las enormes ventajas que supone tener un cargo público, deciden presentarse a unas elecciones para subirse a un nivel de vida del que no se van a bajar para los restos al no existir en muchos países, incluído España, una Ley que regule la limitación de mandatos a la hora de ejercer cualquier cargo público. Con la excusa de presentar soluciones a los problemas que tiene la sociedad, estos sujetos son elegidos para comenzar a vivir a costa del contribuyente mientras se olvida de las promesas que había hecho a sus votantes antes de las elecciones. 

Un claro ejemplo lo tenemos en los políticos catalanes, que gracias al chiringuito independentista han montado una extensa red clientelar en la que todo Dios está chupando del erario público. Eso sí, todo sea por lograr la tan ansiada independencia que ellos tanto pregonan pero que ni los propios independentistas quieren ver en pintura ante el temor de perder la mamela que reciben por parte del Estado si esa hipotética independencia se llegase a efectuar algun día. En definitiva, vivir por siempre de promesas para seguir viviendo a costa de poder llegar a implantar algún día esas promesas. 

Claro, uno cuando ya está escarmentado de ver cómo la historia se repite con un billón de partidos diferentes se acaba preguntando ¿Acaso tiene sentido la Democracia representativa? ¿Por qué tengo yo que perder mi tiempo en solucionarle la vida a un sujeto que dice que va a luchar por mis derechos y por mejorar mi bienestar de vida cuando eso lo puedo hacer yo mismo sin necesidad de intermediarios ni representantes? ¿Acaso nos toman por gilipollas que creen que debemos ser dirigidos con una correa como si fuésemos perros? La respuesta cruda es un sí rotundo. Si viviésemos en un sistema de Democracia directa, las decisiones que afectan al conjunto de los ciudadanos y al Estado al que pertenecemos las tomaríamos de forma individual cada sujeto, sin necesidad de tener a una banda de criminales que se aprovechan de las características representativas del sistema, de la ignorancia y/o ingenuidad del personal y de las circunstancias difíciles que nos han tocado vivir para presentarse ellos como salvadores de la situación y poder dar el salto a una vida de privilegios y disfrutes continuos. 

¿O acaso no son privilegios, y con ello desigualdad ante el Ordenamiento Jurídico la Ley de Amnistía (La cual previsiblemente se aprobará el mes que viene y que permitirá a unos políticos perdonar a otros por el mero hecho de devolver los favores prestados con el fin de mantenerse en el poder unos y volver a éste otros), o los aforamientos judiciales de los políticos frente al sometimiento a la Justicia ordinaria del resto de los ciudadanos de a pie? ¿O acaso no son privilegios que unos sujetos que en teoría deberían de ser empleados de los ciudadanos decidan subirse el sueldo las veces que le vengan en gana mientras regalan al populacho (Que en teoría seríamos realmente sus jefes), como si de migajas se tratasen, subidas en el Salario Mínimo Interprofesional? Como estos podría poner mil ejemplos más que demuestran la incongruencia y la desigualdad entre la clase política (los representantes) y los ciudadanos (los representados) en un sistema donde teóricamente debe primar, por encima de todo, la igualdad ante la Ley. 

Nos encontramos pues en un sistema de aristocracia político-popular, en la que una serie interminable de sujetos han logrado hacerse un hueco en las administraciones públicas, creando con ello una clase política repleta de lujos y alejada por completo de los problemas de la población a la que ellos mismos pertenecen y de la que salieron elegidos como representantes de éstos. Un sistema, el de la Democracia representativa, en el que los sujetos que tienen un alto cargo en la administración pública y el resto de los ciudadanos no son iguales ante la Ley, sino que se produce una relación de administradores y administrados en el que los políticos se erigen en líderes de una población cuyos ciudadanos son meros súbidtos que deben simplemente callar y pagar sus impuestos. Una catastrófica situación que se resume perfectamente en la frase que pronunció en su día Federico II de Prusia: "Todo por el pueblo, pero sin el pueblo". 

Hay, no obstante, casos en los que los representantes sí consultan a los representados algunas cuestiones de menor importancia, como si de un acto de caridad cristiana se tratase. Es el ejemplo que se va a dar a finales de este mes de abril aquí en Sevilla, donde el Ayuntamiento llamará a consulta popular a los ciudadanos para decidir sobre si mantener el formato actual de la Feria de abril o volver al formato tradicional, el cual fue derogado en otra consulta popular celebrada en el año 2016. Como se puede comprobar, son cuestiones de vital importancia para los sevillanos en nuestro día a día.
 
Para qué celebrar una consulta popular para decidir sobre la idoneidad de seguir construyendo los malditos tranvías (Los cuales tienen toda Sevilla levantada en obras), o sobre los puñeteros carriles bicis si tenemos la oportunidad de votar sobre el calendario de la Feria, que nos afecta mucho más. Obviamente las cuestiones relacionadas sobre infraestructuras son mejor no consultarlas, ya que de salir adelante la paralización de las obras del tranvía, esto llevaría consigo que más de uno no pudiese llevarse su correspondiente comisión. Desde aquí ya aviso al Ayuntamiento que me esperen sentados a la hora de responder a semejante consulta absurda, ya que me es completamente indiferente si prorrogan aún más el calendario ferial, si lo reducen, si lo mantienen como está o si directamente prefieren derogar la Feria misma. No seré yo quien me preste a participar en este bochornoso espectáculo, propio de súbditos borregos.

Pero aparte de las consultas populares, la Constitución española establece un procedimiento en el que permite a los ciudadanos, como si de una concesión se tratase, llevar a cabo Iniciativas Legislativas Populares. Eso sí, según la Constitución, estas iniciativas no pueden afectar ni a cuestiones tributarias, ni internacionales, ni de prerrogativas de gracia, ni muchísimo menos, a cuestiones cuya regulación se establece en Leyes Orgánicas (Con esto se confirma una vez más que quien hace la ley, hace la trampa). En definitiva, una concesión de iniciativa donde sólo puedes presentar Proposiciones de Leyes para cuatro cuestiones básicas y que, para más inri, deben de haber sido respaldadas por las firmas acreditadas de 500.000 ciudadanos, según establece la Constitución. Pues bien, ayer el Congreso ha aprobado con el voto favorable de casi todos los partidos una Iniciativa Legislativa Popular que permitirá regular la situación de medio millón de inmigrantes en España.
 
Una iniciativa que demuestra por otra parte el peligro que entraña darle la capacidad a la ciudadanía para que ésta presente sus propias Proposiciones de Leyes, aún estando éstas muy limitadas por la Constitución. ¿Acaso no hay suficientes problemas en España como para llevar a cabo una Iniciativa Legislativa Popular sobre la inmigración? Y lo irónico es que no se tramita, como sería lo lógico, para expulsar a los cientos de miles de inmigrantes irregulares que cometen graves delitos en nuestro país (Esta es la puñetera verdad, por mucho que el gobierno oculte estos datos), sino para legalizar a gran parte de éstos. Con esto queda confirmado que si ya es peligroso darle el poder a un número determinado de sujetos (Los políticos), más peligroso es aún un pequeño margen de poder a los ciudadanos en sí. 

¿Por qué no se decide la ciudadanía por impulsar Iniciativas Legislativas Populares sobre cuestiones que sí nos afectan a gran parte de los ciudadanos y que son más trascendentales en nuestro día a día como es la reforma de la Ley de Propiedad Horizontal. Una Ley que afectaría a cerca del 70% de la población, que no es orgánica, que lleva sin ser reformada desde hace veinticinco años y que regula cuestiones tan cotidianas y relevantes en nuestro día a día como son las Comunidades de Propietarios. Pero claro, no hay que olvidar que vivimos en España, y que aquí lo verdaderamente importante y lo que nos afecta a nosotros es irrelevante a la hora de la verdad. En fin, con este panorama tanto por parte de los ciudadanos como de los propios políticos no se debe uno de extrañar de la situación decadente y agónica que atraviesa nuestro país. 

Y es que, si analizamos la situación actual y a sus protagonistas, cabe preguntarse ¿Por qué tenemos que aguantar y mantener los ciudadanos a sujetos narcisistas y ególatras como Pedro Sánchez, que desde su posición de gobernante se ríe incesantemente de la población mientras la mira por encima del hombro como si de Luis XIV con el Tercer Estado se tratase? Si viviésemos en una Democracia directa, como por ejemplo la que se vive en Suiza, la persona que está al frente de una administración pública (En este caso el gobierno) sería un individuo cuyo único cometido sería el de ejecutar sin rechistar las decisiones que los ciudadanos adoptan en las sucesivas consultas que se realizarían para cuestiones trascendentales. En vez de eso, el político que vive en un sistema representativo como el actual sólo acude a las urnas para que sus súbditos y mansos ciudadanos le otorguen una mayoría que le permita seguir gobernando (Con independencia de que ese político haya ganado o no las elecciones), a sus anchas y en contra de los intereses de éstos. Y es que mientras exista mayoría para formar gobierno, el resultado electoral es lo de menos. 

Hace unas semanas, mientras veía la sesión de control al gobierno, recuerdo cómo la actual presidenta del Congreso, Francina Armengol, llamaba al orden a los diputados alegando que "Debemos estar a la altura ante los ciudadanos que servimos". Cuando escuché aquello pensé que esta sujeta había cometido un fallo a la hora de emplear aquella frase, ya que lo más sensato hubiese sido acabarla con un "Ante los ciudadanos de los que nos servimos". Ese era el término que esta miserable debía de haber pronunciado, ya que los políticos no sirven a nadie, se sirven a ellos mismos. ¿O acaso alguien cree que Sánchez permanece en la Moncloa a toda costa por ser un mero servidor público que quiere dar lo mejor de sí mismo para con los demás? ¿Acaso el ansia infinita de poder, de dinero, así como el alto nivel de vida y privilegios al que accedes una vez que alcanzas un cargo público no son los verdaderos factores a la hora de querer dar el paso a la política y mantenerse en ella? 

Esta última pregunta la podrían responder perfectamente "Servidores públicos" que no han conocido otra cosa en sus miserables vidas que el hecho de presentarse continuamente a unas elecciones en las que, para desgracia de todos y fortuna de ellos, salen elegidos una y otra vez hasta que deciden jubilarse tras una "intensa vida en la actividad pública". Y lo más irónico de todo es que hay muchos políticos que consideran que después de haber estado viviendo toda su miserable vida del erario público por voluntad propia (Y porque seguramente, y como consecuencia de su inutilidad, en la empresa privada no valdrían ni para atender al público), los ciudadanos deberían de estarles agradecidos por los, en la mayoría de los casos, nefastos servicios que ellos han aportado a lo largo de su dilatada trayectoria pública. 

Y ya por último, y siguiendo con el escenario nacional, debo hacer hincapié en una anécdota que ocurrió la otra noche aquí en Sevilla mientras se estaba disputando la final de la copa del rey y que demuestra el verdadero sentido de lo que es la Democracia representativa. Parece ser que Sánchez decidió no venir a presenciar anoche la final de este campeonato, por lo que designó a la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero (La Chiqui, para los amigos), como representante del gobierno en este acto. Lo gracioso viene cuando el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, puso el grito en el cielo aludiendo a que, debido a la ausencia del presidente del gobierno, él era la única autoridad inmediata después del rey en el palco presidencial con derecho a sentarse al lado del monarca, y que incluso la presencia de un miembro del gobierno de España le seguía otorgando a él preferencia para este privilegio. Finalmente, y parece ser que tras mucha tensión de por medio, se finiquitó el asunto situando a la propia Montero a la derecha del rey y a Moreno a la izquierda del monarca. 

Por cierto, un monarca cuya figura es incompatible plenamente en un sistema democrático, ya que el origen divino y no racional de la Monarquía va completamente en contra de los principios de elección de los representantes públicos por parte de los ciudadanos en una Democracia. Y eso es algo absolutamente indiscutible, por mucho que existan firmes defensores de la existencia de las Monarquías en sistemas de Democracia representativa, lo que demuestra nuevamente las incongruencias y desigualdades existentes en Estados-Nación que tienen como sistema político un régimen democrático. 

Pero volviendo a lo de antes, ¿A cuento de qué viene esta anécdota que acabo de contar? Pues a cuento de que, como he dicho anteriormente, un sujeto (o sujeta) que aspira a vivir, o ya vive del erario público y de la política dentro de un sistema representativo, una de sus principales ambiciones a la hora de acceder a un cargo es la de llevar una vida repleta de privilegios y concesiones, y por ende, la de satisfacer sus respectivos egos. En el caso de Moreno se excusa alegando que debe estar al lado del Jefe del Estado, ya que él es el representante ordinario estatal en la Comunidad Autónoma, como así establece la Constitución, y que un escenario adverso sería una humillación, no para él, sino para la institución que preside (La Junta de Andalucía) y para todo el pueblo andaluz. 

Este sujeto, que al igual que Sánchez, es otro ególatra de bastante cuidado, pone como excusa la dignidad de la población que gobierna y representa con el objetivo de satisfacer sus caprichos personales. En este caso el tipo hacía mención a que incluso con la presencia de un vicepresidente o ministro del gobierno en el palco, su autoridad estaba por encima de la de éstos. Con declaraciones como las de este tipo, flaco favor le hace al constitucionalismo español, al declarar que la autoridad de un mero presidente autonómico está justo por debajo del rey y por encima de la de cualquier miembro del gobierno español, aunque sea en términos protocolarios en un palco de fútbol. Sujetos como éste son los que predominan en el escenario político nacional e internacional. 

Excusándose en su posición de representate del pueblo exige un trato privilegiado con el fin de calmar su egolatría. Algo propio de Moreno, el cual cuando juró su cargo por segunda vez hace un par de años lo hice con un gran despliegue de cámaras en el Palacio de San Telmo (Hasta entonces se hacía en el Parlamento Andaluz), acompañado en todo momento por su mujer y trasladando el acto en la vía pública (concretamente a las puertas de la sede de la presidencia de la Junta de Andalucia), como si de la toma de posesión de un presidente de Estados Unidos en el Capitolio se tratase. Muchos otros ejemplos los tenemos en otros políticos, que aprovechan su posición de gobernantes para presumir de su poder. Lo vemos a diario con Pedro Sánchez cuando utiliza el Falcon o las residencias oficiales del Estado para disfrutar de los enormes privilegios del poder, o en su momento con Aznar, cuando casó a su hija en el Escorial, como si de una infanta se tratase. Ejemplos como estos demuestran el perfil de los sujetos que se hacen llamar "Representantes del pueblo". 

Por cierto, en lo que respecta a Sánchez hay que considerar que las prácticas despóticas y tiránicas que suele emplear el actual jefe del gobierno a la hora de hacer uso y disfrute del patrimonio del Estado y de hacerse con el control de la mayor parte de las instituciones públicas hace crear un peligroso precedente del que no hay que descartar en absoluto que sus sucesores en el futuro utilicen las mismas técnicas que ahora emplea el actual presidente del gobierno, lo cual provocaría un debilitamiento aún mayor del ya frágil y desgastado sistema político que predomina en España tras la aprobación de la Constitución de 1978, agrandaría aún más de lo que ya está la brecha entre los políticos y los ciudadanos y ahondaría más si cabe la desconfianza de los ciudadanos en el sistema democrático, en sus instituciones, en sus leyes y en las garantías y eficacia de éstas. 

Un sistema democrático, el español, que se basa teóricamente en una Democracía representativa y en un sistema parlamentario, pero en el que los diputados y senadores no tienen capacidad para votar libremente a la hora de aprobar una Ley Orgánica, una Ley Ordinaria, un Decreto-Ley, una Proposición de Ley, etc. Y todo ello porque en España son los jefes de los partidos políticos los que deciden de forma unilateral quiénes van a ir en las listas electorales y quiénes no, lo cual empeora la situación cuando hablamos de la pésima calidad democrática en España, ya que aquellos que son elegidos verdaderamente por los jefes de los partidos políticos y no por los electores (Que lo único que hacen con sus votos es ratificar la decisión que ya han tomado los líderes políticos sobre las listas electorales) se deben a sus jefes de partido y no a los ciudadanos. 

Todo lo contrario de lo que debería de ocurrir teóricamente en un verdadero sistema representativo y democrático, como sí ocurre en cambio en Reino Unido o Estados Unidos, donde los diputados británicos y congresistas norteamericanos sí tienen libertad de voto, y se deben única y exclusivamente a los votantes de su circunscripción y no a sus respectivos partidos ni a los líderes de éstos, aunque ello suponga votar en contra de las propuestas de su propia organización política. 

De esta forma en Reino Unido o Estados Unidos un político no se ve limitado, como sí ocurre en España, por la disciplina de voto, ni por la amenaza de sanción económica o la expulsión del partido si no respalda las propuestas de su respectivo grupo parlamentario, ni por el hecho de obedecer las órdenes del jefe político que lo colocó a dedo en su día y al cual es a quién verdaderamente le debe el puesto. De esta forma se puede llegar a la conclusión de que en España no hay siquiera una Democracia representativa, ya que los diputados y senadores son elegidos en los despachos por los jefes de los partidos políticos y no en las urnas, donde únicamente el pueblo español, tan lacayo, borrego y sumiso como él solo, se dedica a respaldar con su voto la elección de diputados y senadores que ya han tomado por ellos previamente todos los líderes de los partidos políticos. 

Volviendo ya a la cuestión sobre el sistema de Democracia directa, recuerdo que hace unos años se publicó una noticia bastante interesante y no exenta de polémica en la que se mencionaba que los ciudadanos de Suiza habían rechazado la subida del SMI en una consulta a nivel nacional, ya que los contras de esa subida pesaban más que las ventajas que iba a acarrear. También hace unos años escuché que los suizos habían votado en referéndum el tipo de alumbrado público que querían para sus carreteras. Como se puede ver, la comparativa entre una Democracia directa y una Democracia representativa es insultante. Mientras que la Democracia representativa es la excusa perfecta para crear una clase política que dice servir a la población mientras se enriquece a su costa, la Democracia directa suprime esa clase política en favor de los ciudadanos, verdaderos dueños a la hora de decidir sobre su propio futuro y el de su nación. 

Pero claro, había comenzado esta entrada hablando del juicio a Jesús y la decisión del pueblo a la hora de elegir a Barrabás y no a Cristo para ser liberado. Este hecho es, como ya he dicho al principio de la entrada, un claro ejemplo de Democracia directa (Algo inusual en un sistema político como el del Imperio Romano). Pero claro, la decisión de los judíos a la hora de liberar a Barrabás y no a Jesucristo demuestra cómo la Democracia directa tampoco es el paraiso terrenal que creemos. ¿Es el sistema directo mejor que el sistema representativo? Indudablemente sí, pero eso no exime que este sistema sea también un problema no menor cuando nos referimos del sistema político que mejor conviene a las sociedades humanas. 

Teniendo en cuenta el alto nivel de ignorancia, ingenuidad y semianalfabetismo de la población, ¿Quién nos dice que la Democracia directa es la solución a todos nuestros problemas? Imaginemos por un momento que España vive en un sistema de Democracia directa y vota sobre la subida del SMI, al igual que ocurrió en Suiza. ¿Acaso alguien cree que la decisión de nosotros iba a ser la misma que la de los suizos? Ni de coña. 

Un pueblo sumido en la ignorancia y en el anafabetismo/semianalfabetismo como el español votaría a favor de todo aquello que le beneficiase, sin mirar la letra pequeña de las consecuencias adversas que traería votar a favor de esas decisiones. Buena prueba de ello la tenemos en lugares de dimensiones más reducidas en los que sí existe la Democracia directa como son los pequeños Municipios que son gestionados a través del sistema de concejo abierto o las propias Comunidades de Propietarios, donde los vecinos votan a favor de una propuesta determinada sin ser conscientes de las consecuencias negativas que puede acarrear que esa propuesta salga adelante con sus votos. 

En una población generalmente progresista como es la española, ¿Quién nos dice que la sociedad no votaría a favor de la apertura de fronteras ante toda la inmigración ilegal o de la legalización del consumo de las drogas? ¿Quién nos dice que la sociedad española, tan progre por excelencia, no votaría a favor del adelanto de edad para que las jóvenes pudiesen abortar sin permiso paterno con catorce años? ¿Quién nos dice que la sociedad española no votaría a favor para que los niños obtuviesen el derecho de hormonarse por voluntad propia con solo ocho años? ¿Quién nos dice que una sociedad tan izquierdista como la española no votaría a favor de abolir las Fuerzas Armadas o los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, a los que ellos llaman opresores?

Está claro que en una sociedad donde se estableciese la Democracia directa como forma de gobierno habría más de un problema si se dejase a la población tomar de forma individual sus propias decisiones. Primero porque, a pesar de ser la sociedad la que tomaría sus propias decisiones, éstas seguirían estando influenciadas por el poder político. La sociedad no tiene experiencia ni conocimientos profundos sobre temas, no ya políticos, sino geopolíticos, económicos, militares, etc. Los políticos tampoco los tienen, pero para eso tienen tras ellos a un millón de asesores que paga aquí todo el personal. En segundo lugar porque, de tomar los ciudadanos sus propias decisiones sin tener en cuenta siquiera la influencia del poder político, mediático, económico, etc, esto supondría un problema bastante grave para los intereses de todos estos, que podrían ir en dirección opuesta a lo que decida la mayoría en las urnas. 

Felipe González lo tuvo claro después de convocar y ganar el referéndum de la OTAN en marzo de 1986. Cada vez que le han preguntado al ex presidente del gobierno, éste ha respondido que, a pesar de ganar por los pelos el referéndum, fue un grave error por su parte el darle la palabra a la población para que ésta decidiese sobre una cuestión tan compleja como era, en este caso, una decisión militar (La permanencia o no en la OTAN). Algo parecido le ocurrió a Mario Conde, el cual explica en su libro "Los días de gloria" que antes de la entrada de España en la zona Euro, él creía que este paso de gran envergadura a nivel económico debería ser consultado a los españoles en un referéndum. 

Es entonces cuando el ex presidente de Banesto afirma en su libro que fue el por entonces presidente del grupo Prisa, Jesús de Polanco, el que le dijo que España no estaba preparada ni formada para ser consultada por una cuestión de tal calibre, lo cual demuestra el desprecio y el concepto que desde las altas esferas del poder se tiene de la propia ciudadanía. Si todo esto ha ocurrido y se ha dicho desde los círculos del poder en un sistema meramente representativo ¿Qué no ocurriría en un sistema directo? Cualquier suposición se quedaría corta. Lo que sí está claro es que el poder prefiere un sistema representativo donde ellos sigan tomando las decisiones en detrimento de un sistema directo, donde las cuestiones que se planteasen continuamente podrían salirle a éstos bien o mal, en función de la capacidad de la ciudadanía para elaborar su propio criterio, así como el nivel de su formación educativa y cultural, lo cual sería decisivo a la hora de que la balanza se inclinase en favor o en contra de los poderes establecidos a la hora de someter las cuestiones relevantes a votación popular. 

Queda claro que, al igual que ocurrió con Barrabás, la Democracia directa demuestra que por el mero hecho de darle el poder a la población, ésta no va a tomar siempre las mejores decisiones. Quizás la Democracia directa sea el sistema perfecto en sociedades con un alto nivel de cultura y conocimiento de los problemas que les rodean, pero en una sociedad ignorante y borrega como la nuestra y la de muchos otros países, este sistema supone un peligro a la hora de otorgarle la capacidad de decisión absoluta a una población con un nivel bastante bajo de formación educativa y cultural. ¿Ante esto qué tenemos? Pues de nuevo al maldito, corrupto y peligroso sistema representativo, en el que la clase política toma las mismas decisiones (O peores incluso) que las que podría tomar la población de forma directa. Con el añadido de que en el sistema representativo son los políticos los que deciden en nombre de todos, sin posibilidad alguna por parte de la población de tumbar las decisiones que los "Representantes del pueblo" toman por nosotros. 

Ante esta situación cabe preguntarse: ¿Es mejor dejar tu futuro en manos de unos sinvergüenzas que se hacen llamar tus representantes/servidores y cuyos únicos objetivos son el poder, los privilegios y el dinero? ¿O por el contrario es mejor dejar directamente en manos de una población inculta e irresponsable el destino de sus habitantes y de su país? Una respuesta difícil, y más si tenemos en cuenta de que el ser humano es corrupto por naturaleza (Lo cual conlleva a que todo aquel que llega a la política lo hace con ese propósito), y que al político, por el mero hecho de ser corrupto, le conviene tener siempre a una población inculta y borrega para que ésta no pueda tener su propio criterio ni tomar sus propias decisiones. Con este escenario se puede llegar a la conclusión de que la Democracia no es el mejor sistema de gobierno; ni en términos directos, ni muchísimo menos en términos representativos.
 
La Democracia es un sistema de gobierno basado en dos mentiras convertidas en principios por el ser humano y por las que éste ha luchado a lo largo de la Historia: la libertad y la igualdad. Conceptos y principios bonitos teóricamente pero falsos, ya que ninguna de las dos son posibles de implantarse completamente, ya que ni somos libres ni iguales a la hora de la verdad, por mucho que esto les joda al personal. Y mucho menos después de revisar todos los ejemplos que he expuesto en esta entrada. Pero que la Democracia haya sido un fracaso tampoco puede llevar a uno a la conclusión errónea de que los sistemas de gobierno alternativos, como son la Monarquía, la República, la Plutocracia, la Autocracia, la Anarquía, la Aristocracia, la Oligarquía, la Timocracia, etc, sean en modo alguno la solución. Por ello creo que quizás la mejor forma de gobierno no ha sido aún descubierta por el ser humano. Y lo peor aún es que creo que, a este paso, dudo mucho que algún día lo llegue a descubrir.

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