Si hace un mes escribí en este blog sobre uno de los asesinatos más relevantes de la Historia, como fue el asesinato de Julio César en los idus de marzo, hoy escribo sobre los asesinatos de dos personajes relevantes cuyas vidas y muertes cambiaron respectivamente la Historia del siglo XIX y del siglo XX. El 22 de noviembre del año pasado se cumplieron sesenta años del asesinato de John F. Kennedy, presidente de Estados Unidos entre 1961 y 1963. Un acontecimiento trascendental de la Historia del siglo XX que cambió por completo los acontecimientos que tuvieron lugar tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo desde entonces. Por otro lado, en este mes de abril se cumplen ciento cincuenta y nueve años del asesinato de otro presidente de Estados Unidos: Abraham Lincoln, el cual fue asesinado el 14 de abril de 1865 y ejerció como presidente desde 1861 hasta su asesinato en 1865. Un siglo justo separan la vida de estos dos hombres, cuyos gobiernos y asesinatos cambiaron el curso de la Historia.
De sobra son conocidas las similitudes que siempre han circulado en torno a Lincoln y Kennedy: ambos fueron elegidos presidentes de EEUU justo con un siglo de diferencia: Lincoln en 1860 y Kennedy en 1960; ambos fueron asesinados un viernes, con un siglo de diferencia mientras ejercian de presidentes y con un tiro en la cabeza estando en presencia de sus respectivas esposas; sus presuntos asesinos fueron asesinados poco después de los respectivos magnicidios sin llegar a ser siquiera juzgados; ambos presidentes perdieron un hijo durante sus respectivos mandatos; ambos presidentes fueron sucedidos por sus respectivos vicepresidentes, los cuales se apellidaban Johnson, nacidos ambos con un siglo de diferencia: Andrew Johnson en 1808 y Lyndon B. Johnson en 1908. Y como estos hay un sinfín de extrañas coincidencias entre ambos mandatarios.
No hay duda de que tanto la sombra de Lincoln como la de Kennedy es alargada, pero también es cierto, en mi opinión, que la leyenda de ambos en la Historia se ha sobrevalorado en cierta forma por el hecho de haber sido asesinados los dos mandatarios mientras estaban en la Casa Blanca. No se puede negar, por supuesto, que ambos presidentes vivieron momentos históricos, sobre todo Lincoln, que fue presidente de EEUU en plena Guerra Civil Estadounidense. Pero quizás si no hubiesen sido asesinados, sus respectivas leyendas habrían sido quizás algo menos profundas.
En el caso de Lincoln considero que quizás su ferviente interés en aprobar la decimotercera enmienda fue más por cuestiones económico-industriales que por cuestiones morales. No digo yo con esto que no hubiese algún interés moral en ello, que probablemente lo habría también, pero tampoco se puede excluir de esta decisión las transformaciones tanto económicas como industriales que tanto EEUU como el resto de países avanzados habían experimentado a lo largo del siglo XIX y el peso que este factor tuvo en Lincoln a la hora de abolir la esclavitud. De hecho la Proclamación de Emancipación provocó la liberación inmediata de los esclavos negros solo en las zonas del sur, que por aquel entonces, y de la mano del demócrata Jefferson Davis, ya se habían independizado de EEUU, formando los Estados Confederados de América.
De este modo hay quienes consideran que no solo había ya intereses morales, económicos e industriales de por medio a la hora de abolir la esclavitud en 1862, sino intereses militares y políticos, ya que con la Proclamación de Emancipación que solo se hizo efectiva en un primer momento hacia los esclavos del sur, el debilitamiento militar y político que esta medida provocaría en el sur en mitad de la Guerra de Secesión desencadenaría como resultado la posterior derrota de los Estados Confederados, como así ocurrío en abril de 1865, apenas unos días antes del asesinato de Lincoln. Solo tras la ratificación de la decimotercera enmienda en diciembre de 1865, ocho meses después de la muerte de Lincoln y ya con Andrew Johnson como presidente y una vez efectuada la reunifiación entre los Estados del norte y del sur, fue cuando la esclavitud se prohibió definitivamente en todo el país, incluído los Estados industrializados del norte.
Aun así los efectos de la guerra, la fragmentación de EEUU durante el conflicto y la liberación de los esclavos tuvieron sus consecuencias incluso después del asesinato de Abraham Lincoln. La reconstrucción y reunificación del país tardó años en dar sus frutos, y la liberación de esclavos tuvo como resultado inmediato la creación de grupos como el Ku Klux Klan por parte de los demócratas del sur. Sí, aunque Biden, Obama, Carter, los Clinton y todos los progres de hoy en día no quieran aceptarlo e intentan tapar este hecho, lo cierto es que la creación de uno de los grupos racistas más relevantes de la Historia tuvo lugar dentro del Partido Demócrata.
Seguramente si hubiese sido creado dentro del Partido Republicano, éste habría sido ya ilegalizado hace décadas. Pero por ironías de la vida el partido que hoy en día es considerado como racista y ultraconservador fue el que abolió la esclavitud, mientras que el denominado hoy en día partido progresista y defensor de las minorías fue el que más se opuso a esta medida, hasta el punto de que fueron los propios demócratas los que proclamaron la independencia de los Estados del sur antes que aceptar la abolición propuesta por Lincoln, creando con ello los Estados Confederados, que existieron desde su independencia en 1861 hasta su reintegración en la Unión en 1865.
Debo añadir que gran parte de este periodo es descrito perfectamente por Margaret Mitchell en la obra que posteriormente sería llevada al cine y que es para mí sin duda alguna la mejor película que ha dado la historia cinematográfica: "Lo que el viento se llevó". Obviamente, y como es sabido por todos, tanto la novela como la película protagonizada por los personajes carismáticos y magníficos de Scarlett O'Hara y Rhett Buttler narran los sucesos históricos de la Guerra Civil Estadounidense, la esclavitud y posterior liberación de los negros, los Estados Confederados, la creación de los Ku Klux Klan, la reunificación y el escenario posterior a la guerra desde el punto de vista de las clases altas del sur.
Volviendo al asesinato de Lincoln debo decir que, a pesar de que siempre han circulado teorías de la conspiración en torno a su magnicidio, todo el mundo coincide en que hubo un solo asesino: John Wilkes Booth, el cual disparó a Lincoln en la cabeza mientras éste se encontraba con su esposa, Mary Todd Lincoln, en el teatro. Tras dispararle, el asesino saltó hacia el escenario del teatro y gritó una frase que se atribuye a Marco Junio Bruto tras dar muerte a Julio César en los idus de marzo: "Así siempre con los tiranos". Otras versiones indican que el asesino gritó "El sur ha sido vengado". Aunque el magnicidio contra Lincoln se produjo en la noche del 14 de abril, no fue hasta la madrugada del 15 de abril cuando el presidente falleció a causa de las heridas del disparo. Finalmente Wilkes fue abatido el 26 de abril tras fugarse y permanecer oculto durante casi dos semanas tras el asesinato contra Lincoln.
El mismo día 15 de abril, el vicepresidente Andrew Johnson juró como nuevo presidente de EEUU e inició con ello una presidencia que no estuvo exenta de polémicas. Cabe añadir que Johnson se convirtió en presidente solo un mes después de tomar posesión como vicepresidente, ya que su antecesor en la vicepresidencia durante el primer mandato de Lincoln, Hannibal Hamlin, fue reemplazado en favor de Johnson por el propio Abraham Lincoln cuando el presidente se presentó a la reelección en 1864. Una situación la de Johnson que también la vivieron posteriormente vicepresidentes como Harry S. Truman o Gerald Ford, que de forma inesperada tomaron posesión de la presidencia poco tiempo después de reemplazar a sus antecesores en la vicepresidencia.
A pesar de ser republicano, el propio Johnson no era tan excesivamente partidario de la abolición de la esclavitud y de la concesión de derechos a los negros como sí lo era Lincoln y el que posteriormente sería su sucesor en la presidencia: el general Ulysses S. Grant. Su veto a las leyes que le concedían derechos a los negros (lo cual le enfrentó en varias ocasiones con el Congreso), sumado a otros escándalos producidos durante su mandato, acabaron por llevarle a un impeachment del cual salió airoso por los pelos en febrero de 1868, un año antes de dejar la presidencia.
Fue el primer presidente en ser sometido a un impeachment y en el que durante su mandato se le compró a Rusia el Estado de Alaska por algo más de 7 millones de dólares en el año 1867, poco antes de que su partido le diera la espalda y no lo nominase de nuevo a la presidencia en favor del general Grant (el cual fue el gran aliado militar y la mano derecha de Lincoln durante la guerra). Tras las elecciones de 1868 en las que Grant resultó elegido presidente, el militar culminó el proceso de reconstrucción iniciado tras la guerra, pero en 1877 y tras ocho años en la Casa Blanca, acabó dejando la presidencia en medio de escándalos y casos de corrupción en su propio gobierno.
Justo un siglo después llegaría contra todo pronóstico a la Casa Blanca un tipo de clase alta y con fama de mujeriego llamado John Fitzgerald Kennedy. La presidencia de Kennedy, al igual que la de Lincoln, se produjo en un periodo verdaderamente tenso. Al llegar a la Casa Blanca en enero de 1961, EEUU y la Unión Soviética se encontraban en el punto más álgido de la Guerra Fría. Su fracaso a la hora de invadir Cuba a través de la Operación Bahía de Cochinos y su posterior renuncia a intervenir en la isla le llevó a crearse un número considerable de enemigos poderosos, los cuales no le perdonaron nunca que dejase tirada a Cuba en favor de Fidel Castro. Pero si hubo algo por lo que Kennedy ha pasado a la Historia es por la gestión prudente que hizo durante la crisis de los misiles en octubre de 1962. Su negativa a iniciar un conflicto bélico contra los rusos provocó que los altos mandos del Pentágono (los cuales estaban deseosos de enfrentarse a la Unión Soviética) se sumasen también a la ya amplia lista de enemigos de Kennedy.
A menudo me he preguntado qué habría ocurrido de haber sido Richard Nixon o el propio Lyndon B. Johnson los que hubiesen estado en la presidencia en el momento de la Operación de Bahía de Cochinos y la crisis de los misiles. Es difícil predecir qué habría ocurrido, pero probablemente con Johnson la tensión hubiese ido a más tanto en Bahía de Cochinos como en la crisis de los misiles de Cuba. Solo hay que ver la forma tan cruda con la que gestionó el sucesor de Kennedy la guerra de Vietnam para hacernos una idea de cómo habría gestionado los escenarios a los que se enfrentó su predecesor.
En otros tiempos he pensado, y de hecho por aquí lo he escrito en otras ocasiones, que quizás con Nixon la respuesta por parte de EEUU tanto en Bahía de Cochinos como en la crisis de los misiles habría sido más dura que la de Kennedy. Pero analizando detenidamente su presidencia y el modo en el que llevó a cabo sus relaciones con la Rusia de Brezhnev y la China de Mao, y la pasividad con la que trató la cuestión de Cuba durante su periodo en la Casa Blanca me hace creer que probablemente su respuesta nos habría sorprendido. No hay que olvidar que la figura de Nixon ha sido dilapidada constantemente en estos cincuenta años, con lo cual es posible que su gestión hubiese probablamente diferente a la que algunos creen que habría llevado a cabo de estar en el pellejo de Kennedy.
Ni tampoco hay que olvidar que los presidentes que más guerras han ocasionado a lo largo de sus mandatos han sido precisamente presidentes demócratas (Wilson en la Primera Guerra Mundial, Roosevelt en la II Guerra Mundial, Truman en los bombardeos nucleares de Iroshima y Anasaki y en la guerra de Corea, el propio Kennedy y especialmente Johnson en la guerra de Vietnam, Carter en la guerra de Afganistán, Clinton en Irak y Yugoslavia, Obama en Libia y/o Biden en Ucrania). Con esto no quiero decir que los presidentes republicanos hayan sido pacíficos, ni mucho menos (solo hay que recordar la prolongación de la guerra de Vietnam con Nixon, los bombardeos de Reagan sobre Libia y las respectivas guerras en Irak con Bush padre y Bush hijo), pero sí está bien recordar que los presidentes demócratas (esos mismos que han quedado en la prensa y en la Historia como seres de paz) han sido sin embargo los mandatarios estadounidenses que más atrocidades han llevado a cabo a lo largo y ancho del mundo durante las respectivas estancias de todos ellos en la Casa Blanca.
Volviendo a Kennedy debo decir que, a pesar de sus luces, también tuvo sus sombras. Ya en mayo de 2017 hablé sobre lo sobrevalorada que está su figura en la Historia. A pesar de ser conocido por su firme determinación a la hora de llevar a cabo la reforma de los derechos civiles (la cual acabó aprobando finalmente Johnson en 1964), no hay que olvidar que fue con John F. Kennedy cuando EEUU intervino plenamente en la Guerra de Vietnam. De hecho, Kennedy y la CIA planearon llevar a cabo un golpe de Estado en Vietnam del Sur contra su presidente, Ngo Dinh Diem, el cual fue asesinado "casualmente" días antes del asesinato del propio Kennedy. Por otro lado hay que añadir que aunque hay documentos que demuestran que Kennedy planeaba retirar para el año 1964 de Vietnam los soldados que él mismo había enviado previamente, su asesinato en Dallas cambió por completo esos planes, prolongándose primero con Johnson y luego con Nixon la permanencia de EEUU en la guerra hasta los años setenta.
Otra cuestión que hay que destacar del propio Kennedy y que nunca suele debatirse es el papel que tuvo junto con su hermano Robert (el cual también sería brutalmente asesinado cuando se postulaba para la presidencia en 1968) en la extraña e inesperada muerte de Marilyn Monroe, la cual había sido amante de los dos hermanos. La intervención de ambos siempre ha estado sobrevolando la misteriosa muerte de la actriz, quien teóricamente había amenazado a los Kennedy con airear sus trapos sucios en 1962. Esa amenaza obviamente nunca se cumplió, ya que la actriz fue encontrada muerta en su domicilio de Los Ángeles el 4 de agosto de 1962 como consecuencia de una sobredosis, según la auptosia oficial. Su muerte se produjo poco después de la amenaza que la actriz había realizado a los hermanos Kennedy. Otras teorías apuntan a la intervención de la mafia. Sea como fuere, la sombra de los Kennedy en esta muerte es algo que después de sesenta años sigue siendo una teoría bastante extendida y creíble por parte de la gente.
Y ya centrándome en lo que respecta al asesinato de Kennedy debo decir que, a diferencia del asesinato de Lincoln, su magnicidio sí ha estado marcado durante estos sesenta años por las teorías de la conspiración, y no es para menos. Aunque el único y oficial asesino fue Lee Harvey Oswald, lo cierto es que las múltiples tesis sobre su asesinato apuntan a diversos frentes: desde el régimen comunista de Fidel Castro hasta la propia CIA, pasando por el FBI de John Edgar Hoover (enemigo acérrimo de los Kennedy); el propio Lyndon Johnson, que fue el gran beneficiario del magnicidio al convertirse en presidente cuando algunas voces apuntaban a que Kennedy iba a prescindir de él para un segundo mandato como vicepresidente; La Reserva Federal; los altos mandos del Pentágono; o incluso el propio Richard Nixon habría sido uno de los implicados en una trama que abarcaría a un gran cúmulo de personas que deseaban eliminar a Kennedy cuanto antes. Sea quien fuese estoy seguro que nunca se sabrá la verdad.
Después de sesenta años, el asesinato del presidente demócrata sigue siendo un enigma, y todo parece indicar que seguirá siéndolo por muchos años más, a falta de que algún día se desclasifiquen los documentos oficiales. No sé si Oswald pudo estar en cierta forma relacionado con el magnicidio, pero lo que es obvio es que él no fue quien acabó con la vida del presidente estadounidense. Oswald sería asesinado solo dos días después del asesinato de Kennedy sin ser siquiera juzgado por el magnicidio. Poco antes de su asesinato alegó ser un chivo expiatorio en todo aquello. Su misterioso asesinato delante de todas las cámaras evitó que el único acusado pudiese hablar en juicio y explicar quiénes estaban detrás del asesinato. De esta forma y con el carpetazo dado por la Comisión Warren (la cual respaldó la versión oficial de que solo Oswald fue quien fraguó y ejecutó el atentado) se cerró definitivamente la investigación sobre la muerte del presidente.
Después del asesinato de Kennedy, Johnson juraría el cargo como nuevo presidente de EEUU el mismo día del magnicidio, el 22 de noviembre de 1963, en presencia de la viuda del presidente, Jacqueline Kennedy, y a bordo del Air Force One. Tras su juramento, Johnson incrementó aún más el envío de soldados y con ello la intervención de EEUU en la Guerra de Vietnam. A pesar de ser él quien firmó en 1964 la ley primordial de Kennedy, la Ley de Derechos Civiles, y posteriormente la Ley del Derecho al Voto en 1965, Vietnam y la división racial en EEUU acabó con él y con su presidencia.
A pesar de ser reelegido presidente en 1964 tras comenzar su mandato un año antes como consecuencia del asesinato de Kennedy, en 1968 decidió retirarse de la política y rechazó presentarse a las elecciones de 1968. Unas elecciones que acabó ganándolas con ocho años de retraso Richard Nixon, el cual perdió contra todo pronóstico frente a Kennedy en 1960. Nixon hereda entonces una situación al límite, la cual empeoraría durante su mandato. A pesar de sus promesas electorales de sacar a EEUU de la guerra que habían iniciado los demócratas, el republicano optó, una vez en el poder, por prolongar la Guerra de Vietnam, lo cual provocó un empeoramiento de la tensión social que ya existía en EEUU desde la presidencia de Johnson.
Finalmente, y con cuatro años de retraso y miles de soldados muertos por el camino, Nixon saca las tropas americanas de Vietnam en enero de 1973, tras comenzar su segundo mandato. Pero a pesar de mejorar las relaciones con la Unión Soviética de Brezneh y la China de Mao, los papeles del Pentágono primero y posteriormente el estallido del caso Watergate acaban con su presidencia, lo que le obliga a dimitir en agosto de 1974, siendo el primer presidente de EEUU en hacerlo. Tras su salida forzosa de la Casa Blanca le sustituyó su vicepresidente Gerald Ford, el cual perdonó a su antecesor por su implicación en el Watergate. Ese perdón le costaría la presidencia a Ford en las elecciones de 1976 en favor de Jimmy Carter, con el cual EEUU empezó a dejar atrás la etapa convulsa que se originó tras el asesinato de Kennedy. Una etapa turbulenta que quedaría cerrada definitivamente con la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca en 1981, veinte años después de la llegada de Kennedy al Despacho Oval.
Como se puede ver, las presidencias y asesinatos de Abraham Lincoln y John F. Kennedy son historias paralelas en las que se encierran dos de los muchos periodos tensos y controvertidos que ha vivido EEUU a lo largo de su historia. Aunque algunos quieren hacerlo creer, ninguno de los dos fueron realmente unos angelitos ni mucho menos sujetos que supusieron un grave peligro para el sistema. Fueron líderes que gobernaron en épocas difíciles y que de forma trágica pagaron su precio por gestionar los complicados momentos que les tocaron lidiar.
Aunque la historia y legado de ambos ya están escritos, es casi seguro que aun no sabemos toda la verdad sobre las vidas de estos dos relevantes presidentes, ni seguramente la sabremos nunca. Sobre Lincoln se han hablado muchas cosas, incluso de su pertenencia a la masonería, algo que nunca se ha confirmado oficialmente, ya que seguramente este hecho dañaría de forma póstuma la imagen y prestigio del presidente que gobernó durante la fragmentación de EEUU y la Guerra de Secesión, y quizás sacaría a la luz su lado más oscuro y el verdadero motivo de algunas de sus decisiones durante su mandato.
De Kennedy tampoco lo sabemos todo de su controvertida y lujosa vida (no hay que olvidar que pertenecía a una familia de la alta élite política estadounidense), ni sobre todo de su polémica muerte. Seguramente, si algún día se desclasificasen documentos tanto de la presidencia de Kennedy como de su asesinato, quizás el mito que rodea al presidente demócrata podría engrandecerse aún más o caerse de lleno directamente. Por eso probablemente esos documentos nunca lleguen a ver la luz, y si así fuese será cuando haya pasado el tiempo suficiente como para que las generaciones que vivieron aquellos convulsos años de los sesenta y setenta no varíen su opinión sobre un presidente elitista y mujeriego que, como consecuencia de su impactante asesinato, acabó convirtiéndose, al igual que Lincoln, en un mártir. Lo que es un hecho es que tanto el presidente Abraham Lincoln como el presidente John F. Kennedy son un mito y un referente para muchos, y eso es algo que, sin lugar a dudas, forma ya parte de la historia de EEUU y del mundo.
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