jueves, 25 de abril de 2024

Cincuenta años de la Revolución de los Claveles


No soy un gran seguidor de la historia de Portugal, pero creo que la ocasión que estos días se conmemora bien merece hacer una pequeña mención a nuestro país vecino y a su historia más reciente. Me refiero, como no podía ser menos, a la conmemoración de los cincuenta años del estallido de la Revolución de los Claveles, un golpe de Estado militar perpetrado por miembros de las Fuerzas Armadas portuguesas cercanos a la izquierda que puso fin a los cuarenta años de dictadura de Salazar (Fallecido cuatro años antes) y de su sucesor y por entonces primer ministro portugués, Marcelo Caetano, el cual fue destituido tras el estallido de la revolución de la que esta semana se cumple medio siglo.

Para empezar debo decir que, por mucho que algunos progres y rojos lo nieguen, la Revolución de los Claveles no fue sino un golpe de Estado orquestado por los militares portugueses del ala izquierdista y socialista de las Fuerzas Armadas de nuestro país vecino. Sí, por mucho que algunos se empecinen en llamarlo "revolución", lo ocurrido en abril de 1974 fue con todas sus letras un golpe de Estado perpetrado por la izquierda para acabar con un sistema totalitario, en este caso el representado desde 1932 hasta 1968 por António de Oliveira Salazar, y desde 1968 hasta 1974 por Marcelo Caetano.

Dicho esto debo decir que la Revolución de los Claveles fue un suceso que dejó atrás cuarenta años de dictadura en Portugal para dar inicio en primer lugar a un gobierno militar de caracter provisional, el cual se mantuvo al frente del país luso hasta 1976, fecha en la que se convocaron las primeras elecciones presidenciales de la nueva República Portuguesa tras la aprobación de la Constitución ese mismo año. Unas elecciones que dieron la victoria al independiente Antonio Ramalho Eanes, mientras el socialista Mário Soares asumió a su vez la Jefatura del Gobierno luso en el nuevo periodo constitucional portugués. Una Constitución de marcado carácter izquierdista, algo que no debe sorprender ya que la propia Revolución nació desde el seno del sector izquierdista del ejército.

Una Revolución que de hecho causó pánico dentro de España en abril de 1974, ya que tras el asesinato de Carrero Blanco a manos de ETA en diciembre de 1973 y con Franco vivo todavía pero ya muy enfermo, muchos creyeron que el escenario de cambio brusco de régimen en nuestro país vecino se extendería de la misma forma hacia el nuestro, algo que finalmente no llegó a ocurrir, ya que el ejército español era, a diferencia del ejército portugués, conservador y leal al régimen y a Franco. De esta forma, y aunque esto les jode a muchos, Francisco Franco no acabó destituido y exiliado como Caetano, sino que murió en la cama como Jefe del Estado sin ningún golpe/revolución que lo destituyese en vida.

En mi opinión, y volviendo a la Constitución portuguesa, debo añadir que aunque no comparto el marcado carácter progresista de la Carta Magna de nuestros vecinos, debo decir que en términos generales es una Constitución aceptable. Cuestiones como la Jefatura del Estado y sus funciones están bien definidas, así como el papel del primer ministro y el gobierno, además del papel del Parlamento portugués (El cual es, a diferencia de España, unicameral, lo cual es todo un acierto) y las funciones del Poder Legislativo, así como las funciones del Poder Judicial.

Una cuestión bastante interesante en la Constitución portuguesa es el hecho de que ésta reconoce el derecho de autodeterminación de los distritos (Regiones) que componen el Estado luso, por lo que una situación como la que atraviesa España de permanente humillación, amenaza y chantaje al Estado, así como la tensión incesante que vivimos a causa de la cuestión del independentismo catalán no tendría cabida en nuestro país vecino, ya que la Constitución portuguesa reconoce directamente ese derecho y con ello los partidos independentistas de los distritos en cuestión no tendrían margen para chantajear al gobierno ni al Estado en su conjunto. De haber sido primer ministro de Portugal, el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, seguramente estaría algo más relajado al no tener que depender su permanencia en la Moncloa a costa de las consecutivas exigencias por parte de Junts, ERC, Bildu, PNV, BNG, etc. Aunque seguramente a nuestro presidente le vaya la marcha de ser extorsionado, aunque eso ya es otro tema.

Otra cuestión que en mi opinión es fundamental es el hecho de que Portugal es, a diferencia de España, una República Parlamentaria, donde el Presidente de la República ejerce ciertos poderes ejecutivos de los cuales carece el Rey de España. Basta comprobar cómo la situación originada tras las elecciones generales portuguesas del pasado 10 de marzo han tenido como desenlace la constitución de un nuevo gobierno nombrado por el Jefe del Estado e investido posteriormente por el Parlamento. Justo el escenario jurídico contrario que se da en España (Primero la investidura y luego el nombramiento). De haber sido rechazado el primer ministro designado por el Jefe del Estado (Que en este caso es el conservador Luis Montenegro), éste tenía en sus manos llevar a cabo otras opciones que la Constitución le otorga dentro de sus funciones, por lo que no hay duda de que el actual presidente portugués, Marcelo Rebelo de Sousa, no está atado de pies y manos como aquí lo está Felipe VI en escenarios de crisis constitucionales.

Con este pequeño repaso se puede confirmar que, en mi opinión, el sistema nacido tras la Revolución de los Claveles (Es decir, la República Portuguesa) goza de buena salud, y que su sistema, aun siendo lejos de ser perfecto, es infinitamente mejor que el nuestro. No hay duda de que a pesar del carácter socialista de la Revolución de los Claveles, este golpe de Estado acabo dando a Portugal un régimen constitucional en 1976 mucho más aceptable que el que tenemos en España desde 1978. A pesar del origen izquierdista del golpe, está claro que la ruptura con el régimen de Salazar fue una solución a tiempo que supuso a Portugal empezar desde cero con un nuevo sistema constitucional. Todo lo contrario de lo que ocurrió aquí en España, donde todo el personal acabó creando un sistema que tenía como único fin el "Café para todos" (Adolfo Suárez dixit). Y es que a diferencia de lo ocurrido en Portugal, en España el sistema pasó, como diría le diría Torcuato Fernández-Miranda a Juan Carlos I, "De la ley a la ley", con el objetivo de que, a través de la reforma y no de la ruptura, todo el personal pudiese chupar del bote tras cuarenta años sin poder hacerlo en el nuevo régimen constitucional. 

Ese fue el origen de los males que nos acarrea a día de hoy como Estado-Nación en España: el pacto de la Transición, cuyo único fin era el de comenzar a crear reinos de taifas y chiringuitos por todo el país. Eso sí, en aras de la estabilidad y de la reconciliación según la clase política española. Los portugueses, a diferencia de nosotros, nos cogieron la vuelta y fueron mucho más inteligentes que nosotros, poniendo en marcha un régimen político que cincuenta años después ha quedado demostrado ser un éxito, mientras que el nuestro se descompone por momentos. Y es que si algo queda demostrado con todo esto es que los portugueses no se parecen en nada a nosotros, afortunadamente, y que el hecho de que seamos vecinos no nos hace similares en absoluto. Con lo cual tras medio siglo del estallido de la Revolución de los Claveles y el éxito cosechado a nivel político, quizás sea el momento de empezar a mirar a nuestros vecinos para aprender de ellos y tomar ejemplo. 

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