Dentro de un mes se cumplirán cinco años de la llegada al trono de
Felipe VI. Una llegada que estuvo marcada por la inesperada abdicación del rey
Juan Carlos I, cuya retirada continúa siendo después de un lustro todo un
misterio del que algún día supongo que se desvelarán los verdaderos motivos que
llevaron al actual rey emérito a renunciar a la corona de España. En estos
cinco años se han producido en nuestro país los más sorprendentes episodios
políticos de nuestra historia reciente, los cuales se estudiarán y muy
profundamente en el futuro.
Durante este periodo turbulento, Felipe VI ha actuado más como testigo
que como actor determinante en cuestiones tan sensibles a nivel constitucional
como la independencia de Cataluña, los meses de inestabilidad política en 2016,
la moción de censura, o los primeros meses de gobierno de Pedro Sánchez.
Comprendo que no se le puede pedir peras al olmo, ya que como todos sabemos,
nuestra carta magna restringe severamente las funciones constitucionales del
rey. También es sabido por todos que supuestamente Felipe, a diferencia de su
padre, no "Borbonea". Es decir, no se inmiscuye en política como sí
hacía, por lo menos durante la primera parte de su reinado el rey Juan Carlos,
así como otros antepasados suyos como Alfonso XIII, Alfonso XII, Isabel II,
etc.
Pero aunque nuestro actual jefe de estado respete escrupulosamente el
límite de sus funciones, ello no excusa que en los turbulentos años que le ha
tocado reinar haya torcido la mirada durante los episodios tan relevantes e
históricos que España ha vivido durante estos cinco años. La primera prueba de
fuego se produjo el 9 de noviembre de 2014, cuando el nuevo rey no se hizo ver
para detener el golpe a la constitución que el entonces presidente de la
generalitat, Artur Mas, decidió llevar a cabo. Todos recordamos que aquél día,
el referéndum que Mas realizó se pudo llevar a efecto sin intervención alguna
por parte del estado español, ni por su rey, ni por el gobierno de entonces, ni
por las fuerzas y cuerpos de seguridad. Millones de catalanes salieron a la
calle y depositaron su voto para hacer ver a España y al mundo, que la mitad de
Cataluña deseaba largarse cuanto antes de ese país que ellos mismos tildaban de
"Fascista" y "Autoritario". El nuevo rey, el cual llevaba
apenas cinco meses en el trono, no hizo absolutamente nada para detener un
referéndum que supuso toda una humillación a España y en la que el
independentismo ganó por goleada.
La segunda prueba de fuego fue durante el inestable año 2016, en el que
tras las elecciones generales celebradas el 20 de diciembre de 2015, el
gobierno de Mariano Rajoy permaneció en funciones durante diez meses, abocando
al país a unos nuevos comicios en junio debido a la falta de acuerdos para o
bien mantener al PP de Rajoy en el gobierno, o bien sustituirlo por el PSOE de
Pedro Sánchez. El papel del rey en este periodo fue nefasto, ya que no fue
capaz de marcar un claro liderazgo institucional para sacar al país de la
inestabilidad política en la que la habían sumido los líderes de los por
entonces cuatro principales partidos. Se habló de la posibilidad de que el rey
llamase a consultas a un independiente para formar gobierno (Se habló incluso
de Felipe González), pero determinados sectores creían que una acción de este
tipo no le era beneficiosa para el rey ni para la institución monárquica. Es
decir, el rey no puede hacer uso de sus facultades constitucionales por miedo a
que su posición y el futuro de la institución que él representa se pudiesen
tambalear. Llegados a este punto cabe preguntarse ¿Para qué coño queremos
entonces a un rey que no puede desarrollar de forma clara y concisa sus
funciones?. Se decía entonces "Es que el rey no puede designar por su
cuenta a un candidato a la presidencia, ya que su persona no ha sido elegida y
puede dar lugar a un serio problema". Vaya, pues que se lo pregunten a
Alberto II de Bélgica, el cual tuvo un papel bastante activo (Designó por su
propia responsabilidad al candidato a primer ministro) durante la crisis
política que vivió Bruselas entre 2010 y 2011.
Sólo el golpe de estado en Cataluña en octubre de 2017 salva en cierta
forma estos primeros cinco años de reinado de Felipe VI. Su discurso del 3 de
octubre en el que pidió aunque de una forma sutil, la actuación del estado ante
la situación de sublevación por parte de las autoridades y del pueblo de
Cataluña, supone su momento más activo en la política española, y su
oportunidad más clara a la hora de demostrar un liderazgo sólido para el país
en aquellos momentos de tensión máxima. Debo decir por otro lado que su mensaje
no fue más que una obligación a la que Felipe VI, como rey constitucional de
España, estaba obligado a pronunciar, ya que en aquellas horas decisivas estaba
en riesgo la unidad territorial de la nación, por lo que era responsabilidad
suya la de dar la cara ante el pueblo español de asegurar en aquel entonces el
mantenimiento de la ley, el orden y el estado de Derecho. Algunos felipistas
tardaron muy poco en comparar aquel mensaje con el que el rey Juan Carlos I
ofreció a la nación durante el 23-F. Creo que esta comparación, aparte de ser
absurda supone en realidad un intento por parte de aquellos que se definen
"Republicanos pero comprometidos con la monarquía" para maquillar y
prolongar la permanencia de la institución monárquica en España, la cual está
ya bastante desgastada por los casos de corrupción que les lleva persiguiendo
durante los últimos años.
Del golpe de estado en Cataluña pasamos a la moción de censura en junio
de 2018 al gobierno de Mariano Rajoy. Como ya escribí en una entrada que
publiqué hace unos días, estoy convencido de que el cambio de gobierno surgido
tras la moción de censura fue como consecuencia de un pacto entre el Partido
Popular y el Partido Socialista Obrero Español en octubre de 2016. Pero independientemente
del motivo por el que la alternancia política se produjo, el papel del rey
vuelve a ser penoso ante un episodio de estas características. Se habló en su
momento, que la jornada del 31 de mayo en la que se produjo la primera jornada
del debate sobre la moción de censura, Felipe VI vació su agenda y se mantuvo
todo el día en su despacho de Zarzuela para esperar la llegada de Rajoy
anunciándole su dimisión. Como todos sabemos, dicha dimisión no se produjo,
consumiéndose finalmente la moción de censura. La cuestión aquí es ¿Por qué el
rey no tuvo un papel activo en este proceso? Todo el mundo, incluidos el rey y
Rajoy, sabían con antelación que la llegada inminente de Sánchez a la Moncloa
iba acompañada del apoyo de los independentistas catalanes y los etarras de
Bildu. El rey, en estas circunstancias en las que estaba en juego dejar o no en
manos de los enemigos de España su gobernabilidad, debió llamar y presionar a
Mariano Rajoy para que éste presentase su dimisión como presidente del
gobierno, evitando así la llegada de Sánchez y sus aliados al gobierno de
España. De nuevo, el jefe del estado no estuvo en su sitio y prefirió que se
consumase el cambio de gobierno sin intervención alguna, aunque eso supusiese
que aquellos que el año anterior habían dado un golpe de estado contra la
nación, formasen parte, aunque de forma indirecta, de la gobernabilidad del
estado con el nuevo ejecutivo. Quizás la intención del propio Felipe fue
siempre la de perder de vista a Rajoy, que como trascendió a los medios en
2016, durante la ronda de consultas con Rajoy en enero de 2016, el monarca
discutió con el entonces presidente del gobierno en funciones, ya que el jefe
del estado era más partidario de un cambio de gobierno con Sánchez a la cabeza
que el mantenimiento de Rajoy en el ejecutivo.
Para terminar tenemos estos once meses desde la moción de censura hasta
el día de hoy, periodo en el que ya con Pedro Sánchez en el gobierno se han
producido una consecución de humillaciones y cesiones por parte del ejecutivo
socialista hacia los independentistas catalanes y hacia los presos de la banda
terrorista ETA. Una serie de concesiones en las que el rey no ha intervenido o
ha hecho una sóla mención para condenar siquiera la actitud miserable del nuevo
gobierno. Curiosamente, los únicos que han puesto el grito en el cielo en los
últimos meses han sido Felipe González, Alfonso Guerra y otros miembros de la
vieja guardia del PSOE. Gritos en el cielo que se produjeron cuando el gobierno
de España anunció que se comprometía a "Estudiar" los 21 puntos de
negociaciones que el gobierno catalán de Quim Torra le había propuesto a
Sánchez, así como la decisión del gobierno de crear la figura del
"Relator/mediador" entre los gobiernos de España y Cataluña cuan
conflicto entre dos naciones independientes se tratase. En todos estos meses la
figura del rey ha desaparecido por completo y no ha dado muestras de la más
mínima desaprobación con respecto a las suicidas políticas del gobierno del
PSOE. Y es que en España ya se sabe que "Quien calla, otorga", y en
este caso el silencio de Felipe VI supone un silencio cómplice con aquellos que
creen que la única solución para España es la reforma constitucional para
conducir a nuestro país a un estado federal o confederal. Ya sabemos que los
Borbones, con tal de reinar hacen lo que sea, la historia ya nos lo ha
demostrado, y esta vez no va a ser una excepción.
Durante estos cinco años resulta curioso cómo la prensa ha ido aflojando
sus ataques hacia la monarquía, los cuales comenzaron a recrudecerse tras la
crisis de Botswana en abril de 2012. Desde aquel instante, los medios
comenzaron a propagar la idea de que la monarquía de Juan Carlos era sinónimo
de la corrupción que afectaba a la monarquía española. La prensa ya había
dictado sentencia; El juancarlismo había terminado. El entonces monarca era la
X del caso Noos. Juan Carlos I era quien había hecho posible los negocios
fraudulentos de Iñaki Urdangarín y su hija, la infanta Cristina. Había que
acabar con él y pasar página cuanto antes, o en caso contrario la monarquía se
iba a la mierda. Casualmente, todo cambia a raíz de la abdicación y la llegada
al trono de Felipe VI. Con el nuevo rey, la corrupción era algo del pasado,
completamente ajeno al nuevo jefe del estado. Las encuestas que hasta hacía
bien poco eran desfavorables a la monarquía, comenzaron a despegar de nuevo en
su favor. Cuando en 2016 la infanta Cristina se sienta en el banquillo junto a
su marido, Iñaki Urdangarín, toda la prensa intenta apartar a Felipe VI de la
imagen bochornosa de una infanta de España acusada de corrupción. ¿Que Felipe
recibía a su hermana en Zarzuela durante el juicio? "Son cosas de
hermanos, es normal que tengan cosas que hablar y ganas de verse". ¿Que
Felipe y Letizia aparecían en los documentos del caso Noos? "Cosas sin
importancia, nada que afecte a Felipe, el cual es un tipo límpio, a diferencia
de su padre". Ya nada interesaba de la corrupción en la monarquía tras la
llegada al trono de Felipe VI. En 2017, con la absolución de la infanta Cristina
y la condena de seis años a Urdangarín la prensa es unánime: "Todos somos
iguales ante la ley". De nada importa ya que la infanta haya sido
descaradamente absuelta y su marido condenado a una pena menor de la que le
corresponde. La igualdad ante la ley ha ganado... y con ella la monarquía.
En resumen, considero que estos cinco primeros años de Felipe VI al
frente del trono han sido pésimos. No ha sabido estar a la altura de las
circunstancias, a excepción del discurso del 3 de octubre y porque era su
obligación, ni ha tenido la ocasión de ser aquel monarca que según la prensa
nacional era "El mejor preparado de la historia". ¿De qué ha servido
tanta preparación durante su periodo como príncipe de Asturias si no tiene
ocasión de demostrarlo como rey de España? Una preparación que ni siquiera ha
sabido demostrar a la hora de casarse, ya que en estos días vuelve a coger
fuerza el rumor de que el divorcio entre Felipe y Letizia Ortiz es inminente.
Un divorcio que no pillaría por sorpresa a nadie, ya que todo el mundo sabe del
deterioro de la relación entre ambos. Lo que llama la atención es lo que podría
ocurrir el día después de ese supuesto anuncio de divorcio. Todo el mundo sabe
que Letizia, en el supuesto de divorciarse, no se iba a quedar callada. Alguna
que otra declaración suelta de Letizia tras ese supuesto divorcio serían
letales para su todavía marido y para la corona, lo cual no creo que sea lo que
más le convenga a Felipe en estos momentos. De todas formas, estoy seguro de
que si finalmente se produjese ese divorcio, Letizia no hablará jamás. Sabe que
el futuro de su hija como futura reina está en juego, y no se pegaría un tiro
en su propio pie como hace unos años hizo su sobrino Froilán. De todas formas,
habrá que ver si la crisis matrimonial continúa en qué forma afecta al reinado
de Felipe VI esta cuestión.
Para terminar diré que aunque este lustro ha sido todo un fracaso a la
hora de demostrar la valía y la eficacia de Felipe de Borbón, me atrevería a
decir que no me equivoco nada si digo que su hija Leonor será finalmente reina
de España dentro de unos años. La prensa ya ensalza la figura de alguien que
sólo tiene 14 años pero que ya es para algunos la representación perfecta de
todos los dones, al igual que llevan haciendo los últimos cinco años con su
padre cuando las noticias del caso Noos ponían en entredicho a la monarquía
nuevamente. Creo que con este apoyo entusiasta y vomitivo de la prensa, así
como de otros poderes fácticos, la continuidad de la monarquía está asegurada
por lo menos durante un par de generaciones más. La idea de una República en
España sigue asociada por desgracia con la izquierda, los progres y la
persecución de los socialistas contra la otra media España. Nuestro país está
condenado a sufrir a los Borbones permanentemente, a pesar de que esta familia
haya sido la que más ha luchado junto con la izquierda por hundir a esta gran
nación a lo largo de estos siglos. No, puede respirar tranquilo Felipe VI. No
va a tener que salir huyendo del país por Cartagena como su bisabuelo, Alfonso
XIII, aunque algunos ya lo llevan tiempo apostando. Su continuidad está
asegurada para nuestra desgracia, y con ello la descomposición de España, la
cual ha entrado ya en su fase final tras las elecciones generales del pasado 28
de abril. Cuando tome posesión nuevamente Pedro Sánchez como presidente del
gobierno y comience su segundo mandato, España entrará en una fase de reforma
constitucional en la que se pondrá encima de la mesa la cuestión territorial y
la apuesta por una España federal o confederal, lo cual llevará a una mayor
desigualdad entre las distintas regiones de nuestro país y a su posterior
desintegración. España desaparecerá pues, ¿Y los Borbones? Ya se las apañarán
para seguir reinando aunque sean sobre las cenizas de lo que quede después.
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