jueves, 9 de mayo de 2019

Cinco años con Felipe VI

Dentro de un mes se cumplirán cinco años de la llegada al trono de Felipe VI. Una llegada que estuvo marcada por la inesperada abdicación del rey Juan Carlos I, cuya retirada continúa siendo después de un lustro todo un misterio del que algún día supongo que se desvelarán los verdaderos motivos que llevaron al actual rey emérito a renunciar a la corona de España. En estos cinco años se han producido en nuestro país los más sorprendentes episodios políticos de nuestra historia reciente, los cuales se estudiarán y muy profundamente en el futuro.

Durante este periodo turbulento, Felipe VI ha actuado más como testigo que como actor determinante en cuestiones tan sensibles a nivel constitucional como la independencia de Cataluña, los meses de inestabilidad política en 2016, la moción de censura, o los primeros meses de gobierno de Pedro Sánchez. Comprendo que no se le puede pedir peras al olmo, ya que como todos sabemos, nuestra carta magna restringe severamente las funciones constitucionales del rey. También es sabido por todos que supuestamente Felipe, a diferencia de su padre, no "Borbonea". Es decir, no se inmiscuye en política como sí hacía, por lo menos durante la primera parte de su reinado el rey Juan Carlos, así como otros antepasados suyos como Alfonso XIII, Alfonso XII, Isabel II, etc.

Pero aunque nuestro actual jefe de estado respete escrupulosamente el límite de sus funciones, ello no excusa que en los turbulentos años que le ha tocado reinar haya torcido la mirada durante los episodios tan relevantes e históricos que España ha vivido durante estos cinco años. La primera prueba de fuego se produjo el 9 de noviembre de 2014, cuando el nuevo rey no se hizo ver para detener el golpe a la constitución que el entonces presidente de la generalitat, Artur Mas, decidió llevar a cabo. Todos recordamos que aquél día, el referéndum que Mas realizó se pudo llevar a efecto sin intervención alguna por parte del estado español, ni por su rey, ni por el gobierno de entonces, ni por las fuerzas y cuerpos de seguridad. Millones de catalanes salieron a la calle y depositaron su voto para hacer ver a España y al mundo, que la mitad de Cataluña deseaba largarse cuanto antes de ese país que ellos mismos tildaban de "Fascista" y "Autoritario". El nuevo rey, el cual llevaba apenas cinco meses en el trono, no hizo absolutamente nada para detener un referéndum que supuso toda una humillación a España y en la que el independentismo ganó por goleada.

La segunda prueba de fuego fue durante el inestable año 2016, en el que tras las elecciones generales celebradas el 20 de diciembre de 2015, el gobierno de Mariano Rajoy permaneció en funciones durante diez meses, abocando al país a unos nuevos comicios en junio debido a la falta de acuerdos para o bien mantener al PP de Rajoy en el gobierno, o bien sustituirlo por el PSOE de Pedro Sánchez. El papel del rey en este periodo fue nefasto, ya que no fue capaz de marcar un claro liderazgo institucional para sacar al país de la inestabilidad política en la que la habían sumido los líderes de los por entonces cuatro principales partidos. Se habló de la posibilidad de que el rey llamase a consultas a un independiente para formar gobierno (Se habló incluso de Felipe González), pero determinados sectores creían que una acción de este tipo no le era beneficiosa para el rey ni para la institución monárquica. Es decir, el rey no puede hacer uso de sus facultades constitucionales por miedo a que su posición y el futuro de la institución que él representa se pudiesen tambalear. Llegados a este punto cabe preguntarse ¿Para qué coño queremos entonces a un rey que no puede desarrollar de forma clara y concisa sus funciones?. Se decía entonces "Es que el rey no puede designar por su cuenta a un candidato a la presidencia, ya que su persona no ha sido elegida y puede dar lugar a un serio problema". Vaya, pues que se lo pregunten a Alberto II de Bélgica, el cual tuvo un papel bastante activo (Designó por su propia responsabilidad al candidato a primer ministro) durante la crisis política que vivió Bruselas entre 2010 y 2011.

Sólo el golpe de estado en Cataluña en octubre de 2017 salva en cierta forma estos primeros cinco años de reinado de Felipe VI. Su discurso del 3 de octubre en el que pidió aunque de una forma sutil, la actuación del estado ante la situación de sublevación por parte de las autoridades y del pueblo de Cataluña, supone su momento más activo en la política española, y su oportunidad más clara a la hora de demostrar un liderazgo sólido para el país en aquellos momentos de tensión máxima. Debo decir por otro lado que su mensaje no fue más que una obligación a la que Felipe VI, como rey constitucional de España, estaba obligado a pronunciar, ya que en aquellas horas decisivas estaba en riesgo la unidad territorial de la nación, por lo que era responsabilidad suya la de dar la cara ante el pueblo español de asegurar en aquel entonces el mantenimiento de la ley, el orden y el estado de Derecho. Algunos felipistas tardaron muy poco en comparar aquel mensaje con el que el rey Juan Carlos I ofreció a la nación durante el 23-F. Creo que esta comparación, aparte de ser absurda supone en realidad un intento por parte de aquellos que se definen "Republicanos pero comprometidos con la monarquía" para maquillar y prolongar la permanencia de la institución monárquica en España, la cual está ya bastante desgastada por los casos de corrupción que les lleva persiguiendo durante los últimos años.

Del golpe de estado en Cataluña pasamos a la moción de censura en junio de 2018 al gobierno de Mariano Rajoy. Como ya escribí en una entrada que publiqué hace unos días, estoy convencido de que el cambio de gobierno surgido tras la moción de censura fue como consecuencia de un pacto entre el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español en octubre de 2016. Pero independientemente del motivo por el que la alternancia política se produjo, el papel del rey vuelve a ser penoso ante un episodio de estas características. Se habló en su momento, que la jornada del 31 de mayo en la que se produjo la primera jornada del debate sobre la moción de censura, Felipe VI vació su agenda y se mantuvo todo el día en su despacho de Zarzuela para esperar la llegada de Rajoy anunciándole su dimisión. Como todos sabemos, dicha dimisión no se produjo, consumiéndose finalmente la moción de censura. La cuestión aquí es ¿Por qué el rey no tuvo un papel activo en este proceso? Todo el mundo, incluidos el rey y Rajoy, sabían con antelación que la llegada inminente de Sánchez a la Moncloa iba acompañada del apoyo de los independentistas catalanes y los etarras de Bildu. El rey, en estas circunstancias en las que estaba en juego dejar o no en manos de los enemigos de España su gobernabilidad, debió llamar y presionar a Mariano Rajoy para que éste presentase su dimisión como presidente del gobierno, evitando así la llegada de Sánchez y sus aliados al gobierno de España. De nuevo, el jefe del estado no estuvo en su sitio y prefirió que se consumase el cambio de gobierno sin intervención alguna, aunque eso supusiese que aquellos que el año anterior habían dado un golpe de estado contra la nación, formasen parte, aunque de forma indirecta, de la gobernabilidad del estado con el nuevo ejecutivo. Quizás la intención del propio Felipe fue siempre la de perder de vista a Rajoy, que como trascendió a los medios en 2016, durante la ronda de consultas con Rajoy en enero de 2016, el monarca discutió con el entonces presidente del gobierno en funciones, ya que el jefe del estado era más partidario de un cambio de gobierno con Sánchez a la cabeza que el mantenimiento de Rajoy en el ejecutivo.

Para terminar tenemos estos once meses desde la moción de censura hasta el día de hoy, periodo en el que ya con Pedro Sánchez en el gobierno se han producido una consecución de humillaciones y cesiones por parte del ejecutivo socialista hacia los independentistas catalanes y hacia los presos de la banda terrorista ETA. Una serie de concesiones en las que el rey no ha intervenido o ha hecho una sóla mención para condenar siquiera la actitud miserable del nuevo gobierno. Curiosamente, los únicos que han puesto el grito en el cielo en los últimos meses han sido Felipe González, Alfonso Guerra y otros miembros de la vieja guardia del PSOE. Gritos en el cielo que se produjeron cuando el gobierno de España anunció que se comprometía a "Estudiar" los 21 puntos de negociaciones que el gobierno catalán de Quim Torra le había propuesto a Sánchez, así como la decisión del gobierno de crear la figura del "Relator/mediador" entre los gobiernos de España y Cataluña cuan conflicto entre dos naciones independientes se tratase. En todos estos meses la figura del rey ha desaparecido por completo y no ha dado muestras de la más mínima desaprobación con respecto a las suicidas políticas del gobierno del PSOE. Y es que en España ya se sabe que "Quien calla, otorga", y en este caso el silencio de Felipe VI supone un silencio cómplice con aquellos que creen que la única solución para España es la reforma constitucional para conducir a nuestro país a un estado federal o confederal. Ya sabemos que los Borbones, con tal de reinar hacen lo que sea, la historia ya nos lo ha demostrado, y esta vez no va a ser una excepción.

Durante estos cinco años resulta curioso cómo la prensa ha ido aflojando sus ataques hacia la monarquía, los cuales comenzaron a recrudecerse tras la crisis de Botswana en abril de 2012. Desde aquel instante, los medios comenzaron a propagar la idea de que la monarquía de Juan Carlos era sinónimo de la corrupción que afectaba a la monarquía española. La prensa ya había dictado sentencia; El juancarlismo había terminado. El entonces monarca era la X del caso Noos. Juan Carlos I era quien había hecho posible los negocios fraudulentos de Iñaki Urdangarín y su hija, la infanta Cristina. Había que acabar con él y pasar página cuanto antes, o en caso contrario la monarquía se iba a la mierda. Casualmente, todo cambia a raíz de la abdicación y la llegada al trono de Felipe VI. Con el nuevo rey, la corrupción era algo del pasado, completamente ajeno al nuevo jefe del estado. Las encuestas que hasta hacía bien poco eran desfavorables a la monarquía, comenzaron a despegar de nuevo en su favor. Cuando en 2016 la infanta Cristina se sienta en el banquillo junto a su marido, Iñaki Urdangarín, toda la prensa intenta apartar a Felipe VI de la imagen bochornosa de una infanta de España acusada de corrupción. ¿Que Felipe recibía a su hermana en Zarzuela durante el juicio? "Son cosas de hermanos, es normal que tengan cosas que hablar y ganas de verse". ¿Que Felipe y Letizia aparecían en los documentos del caso Noos? "Cosas sin importancia, nada que afecte a Felipe, el cual es un tipo límpio, a diferencia de su padre". Ya nada interesaba de la corrupción en la monarquía tras la llegada al trono de Felipe VI. En 2017, con la absolución de la infanta Cristina y la condena de seis años a Urdangarín la prensa es unánime: "Todos somos iguales ante la ley". De nada importa ya que la infanta haya sido descaradamente absuelta y su marido condenado a una pena menor de la que le corresponde. La igualdad ante la ley ha ganado... y con ella la monarquía.

En resumen, considero que estos cinco primeros años de Felipe VI al frente del trono han sido pésimos. No ha sabido estar a la altura de las circunstancias, a excepción del discurso del 3 de octubre y porque era su obligación, ni ha tenido la ocasión de ser aquel monarca que según la prensa nacional era "El mejor preparado de la historia". ¿De qué ha servido tanta preparación durante su periodo como príncipe de Asturias si no tiene ocasión de demostrarlo como rey de España? Una preparación que ni siquiera ha sabido demostrar a la hora de casarse, ya que en estos días vuelve a coger fuerza el rumor de que el divorcio entre Felipe y Letizia Ortiz es inminente. Un divorcio que no pillaría por sorpresa a nadie, ya que todo el mundo sabe del deterioro de la relación entre ambos. Lo que llama la atención es lo que podría ocurrir el día después de ese supuesto anuncio de divorcio. Todo el mundo sabe que Letizia, en el supuesto de divorciarse, no se iba a quedar callada. Alguna que otra declaración suelta de Letizia tras ese supuesto divorcio serían letales para su todavía marido y para la corona, lo cual no creo que sea lo que más le convenga a Felipe en estos momentos. De todas formas, estoy seguro de que si finalmente se produjese ese divorcio, Letizia no hablará jamás. Sabe que el futuro de su hija como futura reina está en juego, y no se pegaría un tiro en su propio pie como hace unos años hizo su sobrino Froilán. De todas formas, habrá que ver si la crisis matrimonial continúa en qué forma afecta al reinado de Felipe VI esta cuestión.

Para terminar diré que aunque este lustro ha sido todo un fracaso a la hora de demostrar la valía y la eficacia de Felipe de Borbón, me atrevería a decir que no me equivoco nada si digo que su hija Leonor será finalmente reina de España dentro de unos años. La prensa ya ensalza la figura de alguien que sólo tiene 14 años pero que ya es para algunos la representación perfecta de todos los dones, al igual que llevan haciendo los últimos cinco años con su padre cuando las noticias del caso Noos ponían en entredicho a la monarquía nuevamente. Creo que con este apoyo entusiasta y vomitivo de la prensa, así como de otros poderes fácticos, la continuidad de la monarquía está asegurada por lo menos durante un par de generaciones más. La idea de una República en España sigue asociada por desgracia con la izquierda, los progres y la persecución de los socialistas contra la otra media España. Nuestro país está condenado a sufrir a los Borbones permanentemente, a pesar de que esta familia haya sido la que más ha luchado junto con la izquierda por hundir a esta gran nación a lo largo de estos siglos. No, puede respirar tranquilo Felipe VI. No va a tener que salir huyendo del país por Cartagena como su bisabuelo, Alfonso XIII, aunque algunos ya lo llevan tiempo apostando. Su continuidad está asegurada para nuestra desgracia, y con ello la descomposición de España, la cual ha entrado ya en su fase final tras las elecciones generales del pasado 28 de abril. Cuando tome posesión nuevamente Pedro Sánchez como presidente del gobierno y comience su segundo mandato, España entrará en una fase de reforma constitucional en la que se pondrá encima de la mesa la cuestión territorial y la apuesta por una España federal o confederal, lo cual llevará a una mayor desigualdad entre las distintas regiones de nuestro país y a su posterior desintegración. España desaparecerá pues, ¿Y los Borbones? Ya se las apañarán para seguir reinando aunque sean sobre las cenizas de lo que quede después. 

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