No soy una persona fácil de expresar mis sentimientos, y eso es algo que
quizás me lleve a aparentar ser frío a veces. Sin embargo esta noche es de esas
en las que uno, en el silencio de la noche comienza a pensar y a reflexionar
sobre cosas y se vuelve un poco sensible sobre esas ciertas cosas. Sobre cosas
y especialmente sobre personas. Personas que en su momento fueron importantes o
que te transmitieron algún sentimiento potente y fuerte como nunca antes te
había transmitido otra persona. Esa importancia no era recíproca para esa otra
persona, así como el sentimiento, pero eso no excusa que los sentimientos
propios desaparezcan por sí solos. Esta noche, después de cinco años de blog
voy a abrirme un poco y a exponer un poco esos sentimientos guardados y difíciles
de sacar a la luz. No lo hago para que se me conozca ni para nada en especial,
lo hago sólo por el hecho de desahogar las penas que aunque invisibles por
fuera están latentes por dentro.
Y es que, ¿Qué es la vida sino sentimientos?, ¿Qué es la vida sino
ilusionarte por algo o por alguien?, ¿Y qué es la vida sino del mismo modo que
te ilusionas te desilusionas con la misma rapidez? La vida es eso; Sentimientos
e ilusiones, desilusiones y reveses del destino. Todos hemos pasado por eso alguna
vez. A todos se nos ha podido cruzar alguien que te enciende el chip, que te
activa tu curiosidad, que te resulta interesante. Una sensación que se va
acrecentando con el tiempo y que tiene un momento de culmen cuando por fin
hablas con ella. Cuando empiezas a conocerla aunque sea un poco y te resulta
agradable estar con esa persona. Es en ese momento cuando descubres que esa
curiosidad es algo más. Que esa sensación por ese alguien va "In
crescendo" y no sabes explicar cómo, ni cuándo, ni por qué ha sucedido,
pero descubres que te atrae esa persona.
Es en ese momento cuando uno comienza a ilusionarse y a la vez a pensar
desde su óptica pesimista que todo transcurre demasiado deprisa, demasiado
bonito, demasiado creíble para que aunque todavía no exista una sensación
recíproca por parte de esa otra persona, sí hay aprecio. Un aprecio que quién
sabe, podría ser algo más. Un algo más que deseas fervientemente pero que te
asusta de que no pueda ocurrir. Es aquí donde te topas con el destino, el cual
te dice "Chaval, va a ser que no". Comienza pues el desánimo, la
tristeza, el desencanto, no con esa persona, sino con la vida misma e incluso
con uno mismo por el hecho de no comprender por qué el destino te niega la
posibilidad, no de ser feliz, porque la felicidad es algo que en la opinión de
uno no existe, sino de vivir tranquilamente en compañía de alguien con quien
compartes opinión, formas de ser, etc.
No, la vida te dice que te equivocas, que no hay más vueltas que dar.
Que todo en ella es así de duro tanto para la bueno como para lo malo en todos
los aspectos de la vida: En el amor, en la familia, en la amistad, en los
estudios, en el trabajo, en la salud, en el dinero... como diría un célebre
emperador romano: "Lo que la vida te da con una mano, lo quita con la
otra". Puedes llorar, puedes entristecerte, puedes mirar al cielo y rogar
a Dios que la vida te sonría y te conceda aquello que anhelas, aquello que sin
quererlo lo has encontrado, aquello que tanto querías. Pero la vida ha dictado
sentencia. Una sentencia que ya podría estar predestinada. Una sentencia que
duele y que te hace sufrir, pero que no hay más remedio que acatar. Llega el
momento de asimilar con gran pesar que la persona que puede estar conectada
contigo a través del famoso hilo rojo del destino no es aquella que tú deseas.
Finalmente y tras un periodo, el distanciamiento se produce. Como diría
mi gran cantautor favorito, Alejandro Sánz "No han vuelto a verse en la
vida. La margarita dijo no", el mismo autor que tiempo atrás uno escuchaba
sin cesar y cantaba repetidas veces la letra "Y si fuera ella". Por
ironías de la vida tuvo que ser un cantante llamado Alejandro quien respondiese
con sus grandes canciones a esa misma pregunta que él formulaba en otra de
ellas. Pero aunque la margarita dijo no y ninguno de ellos, a pesar de la
cercanía geográfica que les unía, volvieron a verse en la vida, el sentimiento
seguía latente. Y pasaba un año, pasaban dos, pasaban tres... y el recuerdo
persistía, y en la inconsciencia de los sueños de la noche se reflejaba y se
producía aquel desenlace que uno nunca pudo disfrutar despierto en el sueño de
la vida. Un sueño en el que dentro de la propia inconsciencia uno repite
"Sé que no estamos viviéndolo en verdad, pero no quiero despertar jamás ni
acabar con este momento".
Así, tras algunos años en los que la vida puso pared de por medio, uno
descubre que aquella persona que llamó tu atención hace unos años no era
simplemente un ser cuya atracción física te cautivó, sino que descubres que fue
el primer amor de tu vida. Que ese sentimiento era un sentimiento auténtico y
puro. Estabas enamorado y no lo sabías. Has sido tan imbécil de tardar unos
años en percatarte de ello, aun sabiendo tú que esa persona había despertado
sentimientos como nadie atrás lo había hecho, ni nadie posteriormente lo ha
conseguido tampoco. El amor de tu vida se cruzó sin que tú lo supieses, y sin
que esa persona supiese lo que para ti ella verdaderamente significaba. Ironías
de la vida...
Tres años después, uno se pregunta ¿Por qué sucedió?, ¿Qué fin tuvo
aquello aparte de derramar muchas lágrimas mientras veías impotente cómo la
vida os iba separando tal y como ella misma te estaba vaticinando? Se dice que
nada pasa por casualidad, y que todo en nuestra existencia tiene un sentido,
hasta lo más insignificante. Por más vueltas que uno da, sigue sin encontrar la
respuesta. Quizás la respuesta era la misma que te dio la vida; Que hay cosas
que por mucho que las desees en cualquier aspecto, jamás podrás obtenerlas.
Porque podrás tener la ilusión, las fuerzas y las ganas, pero te falta el
beneplácito de la vida. Puede ser en cambio que las cosas sucedan sin
explicación alguna, y que las cosas suceden sin motivo alguno. Pero
independientemente de la explicación que pueda existir o no, los sentimientos
perduran aunque el paso del tiempo transcurra ante nuestros ojos, los recuerdos
permanecen imborrables, y el dolor va menguando. Sólo los sueños son los que
dentro del mundo donde no hay imposibles, como diría Luis Miguel, nos conecta
con la otra persona, juntándose las dos almas que en vida nunca pudieron ni
podrán encontrarse para siempre. Y no olvidando jamás en la vida real, como
diría Amaia Montero, que aunque otra me acompañe, en silencio te querré tan
sólo a ti.
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