Esta semana se cumplen siete años de la moción de censura que llevó a la Moncloa a Pedro Sánchez y a su vez desalojó a Mariano Rajoy del poder en junio de 2018. En mayo de 2019, cuando se cumplió un año de aquel cambio de gobierno, escribí una entrada en este blog donde expuse mi teoría sobre lo que, en mi opinión, hubo detrás de aquella moción de censura. Hoy, cuando se cumplen seis años y casi un mes de aquella entrada titulada "Un año de la moción pactada" (por si alguien la quiere volver a leer), creo que mi tesis sobre aquellos acontecimientos estaban bastante lejanas de lo que realmente ocurrió en junio de 2018.
Quien haya leído aquella entrada leerá que en mi opinión, la moción de censura fue fruto de un pacto entre PP y PSOE, ya que al haberse rebajado el PSOE al abstenerse en la investidura de Rajoy en octubre de 2016, era la hora de devolver el favor y dejar que la segunda parte de aquella legislatura fuese el PSOE quien dirigiese el gobierno de España tras haberlo hecho el PP durante la primera parte de la misma. Cuando estamos en junio de 2025 y viendo todo lo que ha ocurrido desde mayo de 2019 hasta la fecha, incluida la maldita pandemia que lo cambió todo en 2020, creo que los hechos ocurridos en todos estos años nos dan algo de pista sobre lo ocurrido hace siete años, los cuales voy a desglosar a continuación.
En 2018, antes del cambio de gobierno, las encuestas daban como claro ganador en caso de convocarse elecciones generales al partido liderado por Albert Rivera: Ciudadanos. En diciembre de 2017, tras la victoria de Inés Arrimadas en Cataluña, muchos veían que el ciclo de Rajoy y del PP había llegado a su fin, unido a su catastrófica e irresponsable gestión del asunto catalán y a los escándalos de corrupción que por aquel entonces acechaban al PP día sí, día también. Las encuestas auguraban un buen resultado para Albert Rivera, que aunque no conseguiría la mayoría absoluta, sí tendría un resultado más que aceptable para que pudiese llegar a algún tipo de pacto o bien con el PP o bien con el PSOE, los cuales le permitiesen gobernar de forma más o menos estable.
¿Qué ocurre entonces? Que esas encuestas auguraban la victoria de C's, pero también una debacle sin precedentes para el PP y la hecatombre definitiva del PSOE, el cual podía quedar tercero de convocarse las elecciones en aquel momento. En definitiva, esas encuestas auguraban el fin definitivo del bipartidismo en España. Hablamos pues de palabras mayores, ya que una cosa era que hiciese su aparición los partidos bisagra (El propio C's, Podemos y posteriormente VOX) y otra muy diferente es que aquellas elecciones las ganase uno de esos partidos, poniendo fin a la hegemonía bipartidista en España, protagonizada en la mayor parte del periodo constitucional por el PSOE y en menor medida por el PP.
Es entonces cuando se activan las alarmas en los dos principales partidos y donde, en mi opinión, tanto el PP como el PSOE ven que la supervivencia del bipartidismo estaba más en riesgo que nunca. Por otro lado hay un factor determinante que explica lo que yo no pude descifrar en mayo de 2019 porque todavía no había ocurrido: la pandemia del COVID. En junio de 2018, cuando se produce la moción de censura, la pandemia era un fenómeno inminente y más que preparado por determinados intereses y lobbys a nivel mundial.
Mucho iban a cambiar las cosas a partir de 2020 y para eso era necesario que quien tomase las medidas en aquel contexto fuese el partido que más simpatías genera en España y al cual se le perdona todo: el PSOE. ¿Acaso alguien cree que la izquierda española se hubiese quedado en sus casas si el confinamiento, el estado de excepción disfrazado de estado de alarma, el cierre del Congreso y del Senado, así como la gestión sanitaria y los decretazos hubiesen sido gestionados en aquel momento por el PP y no por el PSOE? Habrían ardido las calles literalmente y figuradamente. Había que tener un gobierno que mantuviese la "paz social" en medio de aquel caos y nadie mejor para hacerlo que el PSOE, liderado a su vez por el chico de Soros en España: Pedro Sánchez.
Con estos dos factores determinantes llegamos a mayo de 2018, cuando se publica la sentencia de la Gürtel y al día siguiente se registra la moción de censura. En mi opinión, tanto Rajoy como Sánchez tenían más que pactado en aquel momento el cambio de gobierno. Es demasiada casualidad que pocas días antes, el 15 de mayo de 2018 y tras el anuncio de disolución de ETA, Rajoy y Sánchez se reuniesen en Moncloa. ¿De qué hablaron? ¿De ETA, o de algo más? Nada más registrarse la moción, Rajoy ordena a Ana Pastor, por entonces presidenta del Congreso, que la moción se debatiese a la mayor brevedad posible, es decir, entre el 31 de mayo y el 1 de junio. Pastor, siguiendo las instrucciones de su jefe, así lo hace.
Cuando llegamos al 31 de mayo, Sánchez insta de forma hipócrita y teatral a Rajoy a dimitir, ya que su dimisión paralizaría la moción de censura y abriría el escenario de la ronda de consultas del rey con los candidatos de los partidos. Obviamente, de haberse producido ese escenario, Rajoy no habría sido candidato de nuevo, ya que habría designado probablemente a Soraya Sáenz de Santamaría (o quizás a otra persona) como su sucesor.
Sea como fuese, Rajoy se niega a dimitir y se va del Congreso mientras la moción sigue su curso. En aquel entonces, toda la derecha se une en una sola voz rogando de rodillas a Rajoy que dimita para bloquear la llegada de Sánchez y compañía (Bildu, ERC, Junts, PNV, Podemos, etc) a la Moncloa. Rajoy, el cual pasó toda la tarde-noche en un restaurante con su nucleo duro, hace caso omiso y alega que su dimisión no cambiaría nada el panorama, pero ¿Era eso cierto?
Si Rajoy hubiese dimitido habría habido dos posibilidades. La primera, que hubiese seguido como presidente en funciones hasta la toma de posesión del nuevo presidente, con independencia de quien fuese y cuando fuese. La segunda, que hubiese dimitido automáticamente y dejado la presidencia en funciones a Soraya (Recuerden la bochornosa escena de su bolso en el escaño de Rajoy) hasta que el Congreso hubiese investido a un nuevo presidente, que bien podría haber sido ella misma, otro candidato del PP o de otro partido.
La cosa no estaba para experimentos. Si Rajoy dimitía, la moción caía automáticamente, lo cual nos habría llevado a uno de estos dos escenarios: el primero, que el rey hubiese abierto una ronda de consultas, designando bien a Soraya o a cualquier otro miembro del PP como candidato a la investidura, o bien designando a Sánchez como candidato a la presidencia por parte del PSOE. ¿Dónde está el problema? Que Ciudadanos, los cuales habían apoyado a Rajoy hasta la publicación de la sentencia de la Gürtel, ya habían retirado su apoyo a los populares y exigían sí o sí la convocatoria de unas elecciones generales (algo obvio si tenemos en cuenta que de haberse convocado, ellos las habrían ganado).
El candidato del PP, que obviamente ya no habría sido Rajoy con independencia de que hubiese seguido o no como presidente en funciones, no tenía ya los apoyos suficientes, ya que el PNV comunicó días antes a Rajoy su decisión de apoyar a Sánchez en la moción, pero que estaban abiertos a apoyar a otro miembro del PP como presidente del gobierno si él dimitía. ¿Respuesta de Rajoy? "Ni de coña". Rajoy se negaba pues a dimitir, aunque eso supusiera la continuidad del PP en el gobierno.
Por otro lado, y volviendo al hipotético escenario de esas rondas de consultas que nunca se celebraron, si Felipe VI hubiese propuesto a Pedro Sánchez como candidato, éste tendría garantizado el apoyo de Podemos y quizás el del PNV, Bildu y CC, pero ¿Cómo hubiesen vendido ante su electorado y ante la sociedad tanto ERC como Junts su apoyo a Sánchez, no por medio de una moción de censura, sino de una investidura a un candidato del PSOE?
Recordemos que en junio de 2018 había pasado algo más de medio año del golpe de Estado ocurrido en Cataluña y de la aplicación del 155 light, el cual fue aprobado por el gobierno de Rajoy y por el PSOE de Sánchez, aún en la oposición. Nadie en Cataluña habría perdonado ese voto a favor, y menos en aquellas circunstancias. El cambio de gobierno debía hacerse sí o sí por la vía de la moción de censura y no por una investidura posterior a una ronda de consultas.
Este era el primer escenario hipotético, el segundo hubiese sido que ningún candidato propuesto para la investidura hubiese tenido los apoyos suficientes, lo cual nos habría llevado automáticamente a una disolución de las Cortes y a unas elecciones generales para otoño de 2018. Unas elecciones en las que Ciudadanos se habría llevado el gato al agua y hubiesen cosechado los votos descontentos tanto por parte del PP como por parte del PSOE. Rivera hubiese sido presidente del gobierno y el bipartidismo habría muerto definitivamente en España, abriéndose un nuevo e incierto panorama en el régimen del 78.
El pastel estaba diseñado desde 1978 para repartírselo entre dos, no para que se apuntase al reparto un tercero. Unas elecciones con esos resultados hubiesen sido la ruina para muchos. Primero, para un PP que si en abril de 2019 cosechó unos penosos resultados con solo 66 diputados tras casi un año de gobierno de Pedro Sánchez, en esas hipotéticas elecciones apenas habrían llegado a los 50 escaños. Y segundo para un PSOE que perfectamente podría haber llegado a los 45 diputados de haberse celebrado esas elecciones, quedando relegados a un tercer puesto que les habría situado definitivamente fuera del juego.
Ni Rajoy ni Sánchez podían permitir aquello, y menos siendo conscientes, que estoy plenamente convencido de que lo eran, del escenario tan dimensional que se avecinaba en poco más de un año: la pandemia. Tanto Rajoy como Sánchez no podían permitir que el bipartidismo muriese en favor de un tercero en discordia ni que el bloqueo político que se hubiese podido producir si Rajoy hubiese optado por dimitir se hubiese prolongado sine die, extendiéndose incluso hasta el año 2019. Una cosa era que Ciudadanos y Albert Rivera pudiesen haber ganado esas elecciones y otra muy diferente que el bloqueo político no hubiese continuado, pillando al Estado con un gobierno en funciones si el bloqueo se hubiese extendido más de un año, cuando el COVID comenzó a hacer su aparición a finales de 2019.
Había pues dos cuestiones fundamentales en juego, la supervivencia del bipartidismo y la estabilidad política y social para cuando estallase la pandemia, algo que probablemente Rivera no hubiese podido controlar bien de haber sido él el presidente durante el estallido de la misma. El cambio de gobierno debía hacerse pues de forma rápida y sin dilaciones. Es por ello por lo que Rajoy, como buen defensor del bipartidismo y de la estabilidad, se niega con toda rotundidad a dimitir y acepta que la moción de censura se consume votando los diputados tanto su destitución como a la misma vez la investidura de Pedro Sánchez. Finalmente, el 1 de junio de 2018, la moción de censura sale adelante y Sánchez es investido presidente. Al día siguiente, 2 de junio, se consume el traspaso de poderes al tomar posesión Sánchez como presidente en Zarzuela en presencia del rey, Felipe VI, y del presidente del gobierno saliente, Mariano Rajoy.
Estos creo que fueron los verdaderos motivos que propiciaron la salida de Rajoy y la llegada de Sánchez. Es bastante probable que hubiesen más motivos de por medio, pero estoy completamente seguro de que esos dos factores fueron cruciales para aquel cambio de gobierno. Basta comprobar cómo solo un año después de aquella moción de censura, el PP se hundió hasta los 66 diputados y C's estuvo a punto de darles el sorpasso. ¿Qué ocurrió posteriormente? Que Sánchez apostó por ir de nuevo a elecciones en noviembre, supuestamente porque quería mejorar los resultados, y acabó perdiendo dos diputados de los obtenidos en las primeras elecciones generales de 2019, las del 28 de abril.
El 10 de noviembre de ese mismo año, C's pasó de 57 diputados a 10, provocando la dimisión aquella misma noche de Albert Rivera, lo cual fue la antesala de la desaparición de Ciudadanos en 2023. El PP en cambio pasó de 66 a 90. ¿Unas elecciones que Sánchez repitió para mejorar sus resultados o para mejorar los del PP y de esa forma mantener con vida el bipartidismo? Puede que ambas cosas a la vez, aunque nunca lo sabremos.
Lo cierto y verdad es que siete años después, Ciudadanos no existe, Podemos es un partido que lucha por su supervivencia y VOX, el cual comenzó a despegar tras la moción de censura, es en estos momentos el partido bisagra del PP, igual que Podemos en su día y hoy Sumar lo es del PSOE. Cuando estamos en junio de 2025, es el PSOE quien está actualmente en su peor momento con un sinfín de casos de corrupción que acechan al partido y a Sánchez y que son mucho peores que los que supusieron el desalojo de Rajoy.
El PSOE de Sánchez, el cual llegó en junio de 2018 para combatir la corrupción que en aquel entonces protagonizaba el PP de Rajoy, es ahora el partido sobre los que pesan los mayores escándalos de corrupción conocidos desde 1977 hasta la fecha. Pero si el PSOE se encuentra débil en estos momentos, el PP por su parte está en su mejor momento para tomar de nuevo el relevo si las circunstancias empeoran y el sistema necesita la alternancia entre los dos grandes partidos. El bipartidismo pues salió ganando de aquella difícil coyuntura de hace siete años y, para desgracia de España y de los españoles, continúa hoy más vivo y más fuerte que nunca.
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