Hoy ha sido la inauguración de los Juegos Olímpicos de Francia de este año 2024. Una inauguración que no se ha celebrado, como es tradicional, en un estadio deportivo concreto donde se realiza el consecuente acto de celebración que da lugar al inicio de estos eventos deportivos, sino en el mismo río Sena. Siempre lo he dicho, y lo mantengo, que el deporte no es lo mío, pero siempre me llama la atención ver este peculiar acto de apertura, así como el de clausura.
Pues bien, tras estar poco más de media hora viendo semejante bodrio, decidí quitarlo para ponerme con otra cosa. ¿El motivo? No había visto nada tan degradante y decadente en mucho tiempo. Un espectáculo donde se hacía gala desde Francia al resto del mundo de la ideología woke y multicultural, así como de todo lo que ella representa (Incluyendo un espectáculo macabro de la toma de la Bastilla con la cabeza decapitada de María Antonieta) y culminando posteriormente (Aunque esto afortunadamente ya no lo he visto) con una representación por drag queens de la Última Cena de Leonardo da Vinci. Todo un insulto y una ofensa, no solo a los valores cristianos (Algo que a mí a estas alturas me importa ya entre cero y nada cuando hablamos de religión), sino a los propios valores culturales de occidente, los cuales desaparecieron definitivamente hace años.
No sé en concreto cuándo se inició este proceso ni en qué momento llegamos a este nivel de decadencia, pero la verdad es que mientras la parte oriental del mundo (Con sus problemas y conflictos, como ocurre siempre) ha logrado mantener intacto sus valores, culturas y leyes, en Occidente ha ocurrido todo lo contrario. ¿Desde cuándo la parte occidental de la que formamos parte se ha ido a la mierda definitivamente? ¿Cuándo fue realmente el comienzo de la decadencia de Occidente y por qué? ¿Y cuándo hemos traspasado definitivamente el Rubicón de esta locura?
No tengo ninguna de las respuestas a estas preguntas, aunque ojalá las tuviese; solo tengo teorías. Pero creo firmemente que este plan orquestado desde hace, no ya años, sino décadas, ha dado ya sus frutos de forma notable; concretamente desde hace poco más de quince años. La desaparición pues de nuestros valores, de nuestra religión, de nuestra cultura, de nuestra raza, de nuestro modo de vida y de nuestra forma de ver el mundo hace varios años que comenzaron a eliminarse hasta llegar a este punto de no retorno.
Y es que lo sucedido esta tarde en París corrobora la idea de que Francia demuestra al mundo cómo tanto la nación gala, como Europa y Occidente en general han logrado su objetivo de hacer de la cuna de la civilización humana (En este caso Europa) una versión contemporanea y actualizada de Sodoma y Gomorra. Aquellas ciudades que según el Génesis, Dios ordenó a sus ángeles destruir como consecuencia de la perversión, decadencia y corrupción en la que estaban sumidas. Europa y en general la parte occidental del mundo se han convertido pues en ese mismo escenario que el Antiguo Testamento narró a la hora de describir a esas dos ciudades malditas y posteriormente calcinadas junto con sus perversos habitantes.
¿Cuándo comenzó este proceso que venimos padeciendo en Occidente? Pues como he dicho en muchas ocasiones, el mundo cambió para siempre a raiz del 11-S; y las consecuencias que tan devastador y criminal atentado terrorista trajeron al mundo en todos los sentidos se han reflejado sobre todo en Europa, Norteamerica y Oceanía (Por no hablar, obviamente de las consecuencias a nivel bélico en Oriente Medio). Unos continentes que alcanzaron la cima de su prosperidad como civilización desde la segunda mitad del siglo XX hasta los primeros años del siglo XXI.
Como ya he dicho, el 11-S de 2001 cambió a nivel mundial aquella prosperidad, mientras que en España se produjo en 2004 como consecuencia de los atentados terroristas del 11-M, lo cual tuvo como consecuencia inmediata la llegada de un gobierno de izquierdas que comenzó a implantar en nuestro país, como si de un experimento de laboratorio se tratase, un conjunto de normas que serían la base para la creación de una nueva sociedad en España basada en el wokismo, y que posteriormente y de forma progresiva, se ha ido implantando en el resto de países europeos hasta llegar a esta situación de decandencia absoluta tanto en nuestro país como en todo nuestro continente. Unas bases que también se han implantado, como no podía ser menos, en Estados Unidos. También Canadá o los países de Oceanía, como Australia y Nueva Zelanda han desarrollado este perverso modelo que, a excepción de los países asiáticos, se ha implantado en la mayor parte del mundo.
¿Por qué este plan para destruir nuestra sociedad? Pues quizás habría que preguntarle al grupo elitista formado, entre otros, por los Soros o los Rothschild, cuyo chico de los recados, Emmanuel Macron (Un tipejo criminal sobre el que tengo que escribir una entrada), ha conseguido los objetivos que sus jefes le encomendaron cuando accedió a la presidencia de la República Francesa (No olvidemos que Macron había sido banquero de los Rothschild antes de entrar en la política francesa).
Pues bien, con el espectáculo tan vomitivo como deplorable, indigno de una inauguración de unos Juegos Olímpicos, Macron se ha coronado y ha demostrado al mundo cómo la ideología woke y multicultural que él lidera desde Europa junto con la repugnante Ursula von der Leyen ha triunfado, para regocijo de ellos y desgracia de los europeos de bien, que se lamentan mientras ven cómo desaparece a pasos acelerados los últimos escombros de lo que un día fue la civilización que creó Imperios prósperos como el Romano, el Romano-Germánico, el Español, el Británico o el Francés, entre otros.
Y es que actualmente, todas aquellas civilizaciones ajenas a la europea que en su día fueron enemigas, hostiles o incluso dominadas por la nuestra en el pasado son aquellas que hoy suman una mayoría de habitantes cada vez más potente dentro de nuestro continente mientras afirman pública y rotundamente que su intención es destruir los cimientos de Occidente, de Europa y de nuestra civilización. Y todo ello con el apoyo y colaboración de los líderes políticos europeos, cuyo plan para acabar no ya con las raíces culturales y religiosas de Europa sino incluso de su propia raza van progresando a marchas forzadas. Y es que mientras las agresiones y la violencia cada vez se hacen más latentes tanto en España como en el resto de países de nuestro entorno, los gobiernos sonríen mientras esto ocurre y disculpan e incluso justifican a los extranjeros violentos.
Y todo ello mientras desde esos mismos gobiernos se promociona incesantemente, al igual que la invasión masiva extranjera, las ideologías de género, los movimientos LGTBI, feministas, ecologistas y en general las políticas woke que de forma exitosa se están cargando nuestro hábitat, con el apoyo entusiasta de gran parte de la población, los cuales apoyan este modelo de sociedad y estas políticas mientras votan ciegamente a partidos que siguen al pie de la letra este plan elitista cuyo objetivo es no dejar ni las cenizas de esta civilización.
Un escenario que me recuerda al de la película, ya citada otras veces por mí en muchas ocasiones, "La Caída del Imperio Romano", concretamente a la escena en la que una magistral Sophia Loren recorre llorando y exclamando entre gritos por las calles el fin de la civilización romana mientras los romanos bailaban, reían y disfrutaban en medio de la decadencia sin inmutarse siquiera de sus proféticas palabras. Ese mismo escenario es el que dos mil años después ocurre no solo en Europa, sino también en Norteamerica e incluso Oceanía.
Este es pues el estado agónico y decadente en el que se encuentra Occidente, la cual baila, ríe y disfruta mientras nuestro futuro como civilización se desmorona por momentos, al igual que en la película de nuestra querida Sophia Loren. Una civilización que espera sin saberlo, al igual que en el Génesis, la llegada del detonante que haga implosionar esta situación satánica de perversión, decadencia, corrupción y degradación.
Una situación en la que incluso los niños sirven como instrumento de adoctrinamiento de género mientras el sexo, la degeneración y la violencia son los protagonistas en nuestras calles con el férreo apoyo de todas las instituciones políticas, educativas, sanitarias, sociales, culturales, deportivas, etc. Este es desgraciadamente el devastador escenario que tenemos encima nuestra; este es pues el fin de nuestra civilización. Y lo peor de todo es que no podemos hacer absolutamente nada para evitarlo.
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