lunes, 22 de julio de 2024

Biden se retira


En el año 41 d.C, el recientemente nombrado emperador Claudio era considerado por todos los romanos como un auténtico idiota e incompetente, además de un hombre débil y enfermizo que no estaba capacitado para ejercer la alta responsabilidad de gobernar que le había otorgado la Guardia Pretoriana tras descubrirlo asustadizo detrás de una cortina. Pero contra todo pronóstico, y a medida que se iba desarrollando su gobierno, Claudio demostró ser uno de los emperadores más cultos y capacitados para liderar el Imperio Romano, hasta el punto de que bajo su reinado se produjo la conquista de Britania. El reinado de Claudio es pues uno de esos casos peculiares que existen en la Historia donde un hombre considerado imbécil por todos llegó a ser reconocido posteriormente a través de sus actos como gobernante como uno de los hombres más competentes a la hora de dirigir un Imperio.

Dos mil años después, en el mayor Imperio actual que existe sobre el mundo se ha producido justamente el caso contrario. Un caso donde un hombre que era considerado por muchos hasta hace cuatro años como una persona altamente preparada, capacitada y con los cinco sentidos en su sitio ha acabado convirtiéndose a medida que entró como líder de esa nación y se ha ido desarrollando su gobierno en una persona claramente incapacitada y débil para ejercer su alto cargo, con manifiestos problemas cognitivos y una deteriorada salud que se resquebraja por momentos. Me estoy refiriendo, obviamente, al presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, el cual ha anunciado hoy su intención de no presentarse a la reelección en las elecciones presidenciales estadounidenses que se celebrarán el 5 de noviembre de este año.

Una decisión que se veía venir desde hacía un mes practicamente, pero que aún así está dando la vuelta al mundo en estos momentos. Y es que desde que el pasado 27 de junio se celebrase el polémico debate electoral entre Donald Trump y Joe Biden, en el que el todavía presidente estadounidense corroboró públicamente sus graves problemas de salud, las peticiones de los demócratas para que su líder se retirase han ido in crescendo conforme han pasado los días y las semanas. 

Un debate, el del pasado 27 de junio, el cual yo vi en directo y en el que aseguré aquella misma noche que estábamos presenciando un cara a cara que traería las mismas consecuencias electorales que el realizado en septiembre de 1960 entre Kennedy y Nixon, donde la pésima imagen del republicano en aquel enfrentamiento televisado provocó la victoria contra todo pronóstico del demócrata dos meses después. Con el anuncio de hoy, aquella predicción que dije hace unas semanas se ha acabado cumpliendo finalmente hoy. 

Y es que de nada le ha servido a Joe Biden reafirmar una y otra vez que nada ni nadie, salvo el Altísimo, según dijo él hace unos días, le haría abandonar la carrera por la reelección presidencial. Finalmente, y a pesar de aferrarse con el apoyo acérrimo de su familia en la contienda electoral, Biden no ha tenido más remedio que tirar la toalla tras haber recibido presiones por todos los frentes por parte de los congresistas, senadores, donantes, votantes demócratas y hasta del propio Barack Obama y de Nancy Pelosi para que pusiese fin a su apuesta por la reelección. 

Esta decisión, la de un presidente estadounidense con posibilidad de ser reelegido que decide renunciar, es algo que se vio por última vez en EEUU hace cincuenta y seis años. Precisamente cuando el presidente Lyndon B. Johnson decidió en 1968 renunciar a la reelección en favor de su vicepresidente, Hubert Humprey (El cual perdió finalmente contra Nixon aquel mismo año), tras quedar calcinado políticamente e incluso personalmente tras un mandato convulso y polarizado donde la Guerra de Vietnam y las permanentes revueltas sociales en EEUU fueron las protagonistas de su polémico mandato como presidente. 

En el caso de Johnson, su decisión fue debido a su desgaste político y a los problemas cardíacos que sufría. Un problema, este último, que Johnson creía que podría costarle la vida más pronto que tarde si finalmente decidía presentarse a la reelección y finalmente obtenía otra victoria que le permitiese permanecer otros cuatro años más en la Casa Blanca. Pero a diferencia de Biden, Johnson tenía en 1968 solo sesenta años y ejercía un liderazgo fuerte, duro y hasta controvertido durante su periodo de gobierno. 

Biden por el contrario es un tipo que jamás debió presentarse a la presidencia. Su victoria electoral en noviembre de 2020 siempre ha estado marcada por los incesantes rumores de pucherazo en aquellos comicios en los que muchos afirman que quien verdaderamente ganó aquellos comicios sin pucherazo de por medio fue el ex presidente y ahora candidato nuevamente por los republicanos, Donald Trump. Ya en 2020 la salud de Biden estaba a la orden del día, afirmando muchos de sus contrincantes que padecía problemas de salud relacionados con la demencia senil. Finalmente, y como todos sabemos ya, Biden ganó aquellos comicios y se convirtió en enero de 2021 en el presidente más viejo de la historia de EEUU. 

Yo personalmente creo en los rumores que han ido circulando a lo largo de estos cuatro años sobre el pucherazo electoral contra Trump y la victoria de Biden. Estaba claro que los demócratas no aceptaron jamás que en 2016 un tipo como Trump les robase unas elecciones en las que sí o sí Hillary Clinton estaba llamada a ser la primera mujer presidenta de EEUU. En 2020 y con la pandemia en su máximo apogeo, los demócratas vieron el cielo abierto para desalojar a Trump de la Casa Blanca y poner en su lugar a un hombre que no sabía ni por dónde le daba el viento. 

Pero ese era quizás el mejor de los escenarios para algunos, ya que de esta forma quienes manejarían los hilos en Washington no sería el propio Biden, sino un grupo de sujetos cuya hoja estaba perfectamente trazada por ellos y que tenía entre sus objetivos la escalada de la tensión diplomática e incluso bélica contra Rusia con la guerra de Ucrania de por medio, hacerle la cama a Europa para prepararla ante una guerra contra Rusia que cada vez se hace más inminente e inevitable, y desestabilizar por completo la situación en Oriente Medio. Todo ello mientras la situación interna en EEUU cada vez se hace más insostenible debido a múltiples factores, tanto políticos, sociales y raciales. 

Esta ha sido la hoja de ruta de los demócratas en estos cuatro años, la cual Biden ha seguido al pie de la letra mientras otros se la dictaban y que supone de hecho el nefasto y deplorable legado que Biden dejará dentro de medio año cuando abandone definitivamente el poder. De hecho no son pocos los rumores que aseguran que quienes verdaderamente ejercen el gobierno en Washington son los Obama y los Clinton, frente a un Biden cuyo único objetivo es el de permanecer en el poder para mantener su inmunidad ante los innumerables casos de corrupción que le afectan tanto a él como a su familia, principalmente a su hijo Hunter Biden. 

Dos guerras (Rusia-Ucrania e Israel-Palestina) que amenazan con extenderse tanto en el resto de Europa como en el conjunto de Oriente Medio y una polarización extrema en EEUU, unida a unas relaciones cada vez más tensas con Rusia y China. Ese y no otro es el pésimo legado de Joe Biden (El cual creo que quedará para la Historia como uno de los peores presidentes de EEUU) y de los demócratas en estos catastróficos años. Un legado que amenaza con continuar, aunque ya con otro candidato, si éstos obtienen finalmente la victoria de nuevo en las elecciones de noviembre.

Un candidato que estoy plenamente convencido que será la actual vicepresidenta, Kamala Harris. Una sujeta con un nivel de popularidad por los suelos y con cero carisma ni dote alguno de liderazgo. Sin embargo en la carta que Biden ha publicado hoy donde anunciaba su retirada de la contienda electoral, el todavía presidente (El cual ha asegurado que se mantendrá en el cargo hasta que finalice su mandato el próximo 20 de enero) ya ha anunciado explicitamente su apoyo a la que ha sido su mano derecha en estos cuatro años en la Casa Blanca. 

Y es que aunque muchos aseguran que la decisión forzada de Biden de retirarse a un mes justo de celebrarse la Convención Nacional Demócrata va a provocar una guerra abierta entre varios candidatos para competir por la presidencia, la verdad es que todo está ya más que pactado y que realmente la candidata demócrata será Harris, la cual estará a partir de ahora hasta en la sopa, vendiéndola en todos los medios progres a nivel mundial como la versión femenina de Barack Obama. 

Un blanqueamiento que no se creen ni ellos mismos, ya que saben, por mucho que lo intenten maquillar, que su imagen es pésima entre los estadounidenses. Algo parecido a lo que le ocurrió al vicepresidente de George H. W. Bush, Dan Quayle, el cual tenía una imagen bastante negativa entre los americanos durante los años en que Bush padre fue presidente de EEUU. Un Bush padre el cual parece ser que en un momento dado también pensó seriamente en no presentarse a la reelección en 1992, según narró su hijo, el también ex presidente George W. Bush, debido al cansancio que sentía al llevar doce años gobernando (Ocho como vicepresidente de Ronald Reagan y cuatro como presidente). 

Finalmente y tras reflexionarlo bastante, Bush padre decidió presentarse a aquellas elecciones, perdiendo frente a Bill Clinton, como todos sabemos ya. Dicho esto ¿Alguien se imagina que Bush padre hubiese renunciado finalmente como candidato en favor del impopular Quayle en 1992? De haber sido así, la derrota de los republicanos hace treinta y dos años hubiese sido aún más demoleradora de lo que ya fue. 

Pues ese escenario es por el que parece decantarse los demócratas ahora mismo, los cuales parece que han desechado por el momento la candidatura de Michelle Obama en favor de la candidatura de la vicepresidenta Harris. Veremos a ver cómo les sale la jugada, aunque ya hay algunos que están vaticinando que la retirada de Biden y la llegada de última hora de un nuevo candidato provocará un revés electoral que puede provocar una sorpresa en favor de los demócratas en noviembre. 

Yo personalmente ya no descarto nada, y mucho menos que haya alguna sorpresa de aquí a noviembre que impida el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. En la entrada que escribí hace unos días sobre el atentado contra Trump dije que éste tenía ya practicamente la victoria al alcance de la mano, a menos que ocurriese de aquí a noviembre algo que le perjudicase seriamente. Creo que algunos (Yo incluido) hablamos quizás demasiado pronto de la escasas posibilidades que los demócratas tienen de obtener la victoria en noviembre, y conviene recordar que aún quedan cuatro meses de aquí a las elecciones. Hasta entonces todo puede ocurrir, tanto en favor de unos como de otros. El pescado pues no está del todo vendido aún.

En definitiva, con la renuncia de Biden a presentarse a la reelección se cierra una página de una de las peores presidencias de Estados Unidos, el cual todavía tiene medio año de mandato por delante. Veremos a ver qué nos depara la presidencia de Biden en estos seis meses que le restan de gobierno. Lo que está claro es que Harris será, salvo sorpresa de última hora, la candidata demócrata, y que a pesar de su pésima valoración en las encuestas, todo indica que veremos a nivel mundial una de las operaciones de marketing más descaradas de la Historia. 

El partido no ha llegado a su final aún y yo si fuese Trump no cantaría victoria tan pronto, a pesar de tener de inminente rival a una de las vicepresidentas peores valoradas de la historia americana. Con la retirada de Biden se abre pues un nuevo e incierto periodo en estas elecciones, las cuales son ya sin duda alguna las más controvertidas de las últimas décadas en Estados Unidos. En noviembre pues saldremos de dudas. 

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