martes, 30 de julio de 2024

La historia vuelve a repetirse


Hace diez días comenté acerca de la no-declaración de Begoña Gómez al acogerse a su derecho a no declarar delante del Juez Peinado. Comenté también sobre la posibilidad de que a partir de entonces, el Juez pudiese citar al propio Pedro Sánchez para que declarase como testigo. Pues dicho y hecho. Pocos días después de escribir mi entrada, el Juez notificó a Sánchez que le tomaría declaración como testigo desde el Palacio de la Moncloa para el día 30 de julio, es decir, hoy. ¿Qué ha pasado? Pues lo previsible. Al igual que Begoña, Sánchez se ha acogido a su derecho a no declarar cuando el Juez iba a comenzar su interrogatorio desde Moncloa. 

Un hecho que empeora aún más la situación, ya que nunca se había visto a un presidente del gobierno en ejercicio negarse a declarar, en virtud del derecho que le otorga la Constitución a todos los ciudadanos. Un derecho que, como ya dije en la entrada anterior, no comparto personalmente. Pero insisto, el problema es aún más grave de lo que ya era (Que no era poco), ya que estamos ante un presidente del gobierno que, con independencia de que la Ley le permita no declarar, se niega a colaborar con la Justicia en un caso de corrupción y tráfico de influencias que afecta de momento a su mujer como imputada, y puede que dentro de poco a él mismo también, a tenor de las declaraciones que el socio de Begoña, Carlos Barrabés hizo acerca de sus reuniones en Moncloa tanto con Begoña Gómez como con Sánchez para tratar los asuntos que ahora el Juez investiga. 

Con esta insólita situación de ver a un presidente del gobierno siendo interrogado por un Juez desde la Moncloa, negándose de hecho a declarar, la pelota vuelve a estar pues en el tejado del Juez Peinado, el cual deberá decidir ahora si decide llamar a otros testigos o decide imputar directamente a Sánchez, elevando con ello el caso al Tribunal Supremo para que el presidente del gobierno testifique ante la Sala Segunda de lo Penal. Un escenario que, de producirse, sería insólito en España, ya que hasta la fecha nunca se ha producido la imputación de un presidente del gobierno mientras éste gobierna desde la Moncloa. 

Pero insisto, estamos hablando de suposiciones, ya que una cosa es la imputación de Begoña o incluso la no-declaración de hoy ante el Juez del propio Sánchez (Escenarios que de hecho ya han intentado frenar los abogados y la Fiscalía por todos los medios), y otra muy diferente es la imputación de un presidente del gobierno. Este escenario provocaría que desde norte, sur, este y oeste se hiciese un llamamiento permanente a unas elecciones generales anticipadas, algo que Sánchez no haría ni aunque le ofreciesen la Secretaría General de la ONU. 

Por otro lado, es curiosa aunque no sorpresiva la hipocresía absoluta de este miserable, el cual lleva meses afirmando rotundamente su disposición a colaborar con la Justicia. Y resulta que el día que es citado a testificar se acoge a su derecho a no declarar, lo cual demuestra hasta qué punto la pareja presidencial está metida de fango (Término que a Sánchez le gusta mucho emplear cuando le preguntan por este asunto) hasta el cuello en todo esto. Veremos a ver en qué acaba esta abominable situación, aunque ya advierto que tanto Sánchez como Begoña saldrán impunes de este escándalo, al igual que Chaves, Griñán, etc, hace unos días. Es lo que tiene la politización de la Justicia y la decadencia absoluta de un sistema político corrompido hasta las cejas.

Por último debo hacer una reflexión, y es que hace siete años y cuatro días exactamente, el entonces presidente del gobierno, Mariano Rajoy, declaró como testigo ante la Audiencia Nacional por el Caso Gurtel. Un caso que al año siguiente, y como todos sabemos, acabó llevándose por delante a Rajoy y a todo el PP tras la publicación de la Sentencia no exenta de polémica sobre el caso y la posterior moción de censura que llevó a Sánchez a la Moncloa. Pues bien, el 26 de julio de 2017 (El mismo día de la declaración de Rajoy ante el Juez), Sánchez, entonces líder de la oposición, salió de forma impoluta ante los medios para exigir la dimisión inmediata del entonces jefe del gobierno, ya que a su juicio, su comparecencia ante la Justicia suponía un enorme daño a la democracia española. 

Pues bien, siete años y cuatro días después de aquello ¿Qué debe hacer Pedro Sánchez con su propia comparecencia? Conviene recordar que en aquella ocasión Rajoy sí llegó a declarar. En este caso, en donde el presidente del gobierno es citado a declarar y encima se acoge a su derecho a no hacerlo, ¿Qué debería ocurrir pues? Si el 26 de julio de 2017 fue un día negro para la democracia española, donde un presidente en ejercicio declaraba ante un Juez, ¿Lo ocurrido hoy en unas circunstancias aún peores es menos importante? Y digo peores porque en 2017, Rajoy compareció en la Audiencia Nacional y testificó, mientras que Sánchez lo ha hecho desde la sede de la presidencia del gobierno, negándose de hecho a testificar. ¿No es esto motivo suficiente para una dimisión inmediata o una moción de censura? Quizás en una hipotética moción de censura liderada por el despreciable Feijóo, Puigdemont podría apuntarse al carro y cobrarse su venganza, ahora que el PSC y ERC han llegado a un acuerdo que permitirá a Salvador Illa ser presidente de la generalitat catalana, desplazando con ello al ex presidente catalán y disipando sus sueños de volver a Barcelona en un baño de masas. 

Pero como ocurre siempre, Sánchez volverá a salirse con la suya, por muy mal que parezca que le vayan las cosas actualmente. Ni Feijóo está por la labor de presentar una moción de censura (Y aunque la registrase y la llegase a ganar, todo seguiría exactamente igual con él de presidente), ni Puigdemont tiene ninguna intención de hacer caer a Sánchez, ahora que el presidente del gobierno ha accedido (Aunque haya sido a través de un pacto con ERC y no con Junts) otorgar a Cataluña un concierto económico propio similar al del País Vasco, saltándose con ello la Constitución una vez más y solo unos días después de que el gobierno afirmase rotundamente su rechazo a otorgar ese privilegio fiscal a Cataluña. Pero como se puede ver, estamos ante un nuevo "cambio de opinión" de Sánchez. Nada nuevo bajo el sol.

En definitiva, la situación judicial y política de Sánchez es en estos momentos comparable, e incluso peor después de su negativa a testificar, a la de Mariano Rajoy en 2017. Obviamente, y tras su negativa a colaborar con la Justicia, lo lógico sería que este ser repugnante dimitiese. Pero como eso es un escenario completamente descartado, lo lógico sería que la iniciativa la tomase el deleznable Feijóo a través de la moción de censura. De hecho ya está tardando siquiera a emitir una declaración como la que Sánchez realizó justo tras testificar Rajoy en 2017. Como se puede ver, Feijóo no tiene huevos no ya para presentar una moción de censura de la cual puede salir nuevamente humillado, sino de exigir públicamente en estos momentos la dimisión del presidente del gobierno. La oposición pues, ni está ni se le espera. 

Y ya para terminar me encuentro, antes de terminar esta entrada, con una noticia de última hora en la que Sánchez acaba de querellarse contra el propio Juez Peinado por prevaricación tras negarse a declarar ante él hace solo un par de horas. Un Juez que debe decidir ahora sobre la imputación o no de Sánchez y cuyo acoso político y mediático se va a ver incrementado por mil y ampliado en la esfera judicial tras esta querella de Sánchez contra él. La situación pues parece empeorar por momentos y nada hace presagiar que acabará bien... para el Juez, desgraciadamente. Sánchez por su parte está tranquilo, sonriente y vacilante, ya que sabe que nada le repercutirá a él o a su mujer, ni a nivel político ni judicial. De esta forma, el presidente transmite una vez más quién lleva los pantalones aquí, demostrando con ello que él es el dueño y señor del cortijo. 

sábado, 27 de julio de 2024

¿Cómo hemos llegado a esto?


Hoy ha sido la inauguración de los Juegos Olímpicos de Francia de este año 2024. Una inauguración que no se ha celebrado, como es tradicional, en un estadio deportivo concreto donde se realiza el consecuente acto de celebración que da lugar al inicio de estos eventos deportivos, sino en el mismo río Sena. Siempre lo he dicho, y lo mantengo, que el deporte no es lo mío, pero siempre me llama la atención ver este peculiar acto de apertura, así como el de clausura. 

Pues bien, tras estar poco más de media hora viendo semejante bodrio, decidí quitarlo para ponerme con otra cosa. ¿El motivo? No había visto nada tan degradante y decadente en mucho tiempo. Un espectáculo donde se hacía gala desde Francia al resto del mundo de la ideología woke y multicultural, así como de todo lo que ella representa (Incluyendo un espectáculo macabro de la toma de la Bastilla con la cabeza decapitada de María Antonieta) y culminando posteriormente (Aunque esto afortunadamente ya no lo he visto) con una representación por drag queens de la Última Cena de Leonardo da Vinci. Todo un insulto y una ofensa, no solo a los valores cristianos (Algo que a mí a estas alturas me importa ya entre cero y nada cuando hablamos de religión), sino a los propios valores culturales de occidente, los cuales desaparecieron definitivamente hace años. 

No sé en concreto cuándo se inició este proceso ni en qué momento llegamos a este nivel de decadencia, pero la verdad es que mientras la parte oriental del mundo (Con sus problemas y conflictos, como ocurre siempre) ha logrado mantener intacto sus valores, culturas y leyes, en Occidente ha ocurrido todo lo contrario. ¿Desde cuándo la parte occidental de la que formamos parte se ha ido a la mierda definitivamente? ¿Cuándo fue realmente el comienzo de la decadencia de Occidente y por qué? ¿Y cuándo hemos traspasado definitivamente el Rubicón de esta locura? 

No tengo ninguna de las respuestas a estas preguntas, aunque ojalá las tuviese; solo tengo teorías. Pero creo firmemente que este plan orquestado desde hace, no ya años, sino décadas, ha dado ya sus frutos de forma notable; concretamente desde hace poco más de quince años. La desaparición pues de nuestros valores, de nuestra religión, de nuestra cultura, de nuestra raza, de nuestro modo de vida y de nuestra forma de ver el mundo hace varios años que comenzaron a eliminarse hasta llegar a este punto de no retorno.

Y es que lo sucedido esta tarde en París corrobora la idea de que Francia demuestra al mundo cómo tanto la nación gala, como Europa y Occidente en general han logrado su objetivo de hacer de la cuna de la civilización humana (En este caso Europa) una versión contemporanea y actualizada de Sodoma y Gomorra. Aquellas ciudades que según el Génesis, Dios ordenó a sus ángeles destruir como consecuencia de la perversión, decadencia y corrupción en la que estaban sumidas. Europa y en general la parte occidental del mundo se han convertido pues en ese mismo escenario que el Antiguo Testamento narró a la hora de describir a esas dos ciudades malditas y posteriormente calcinadas junto con sus perversos habitantes.

¿Cuándo comenzó este proceso que venimos padeciendo en Occidente? Pues como he dicho en muchas ocasiones, el mundo cambió para siempre a raiz del 11-S; y las consecuencias que tan devastador y criminal atentado terrorista trajeron al mundo en todos los sentidos se han reflejado sobre todo en Europa, Norteamerica y Oceanía (Por no hablar, obviamente de las consecuencias a nivel bélico en Oriente Medio). Unos continentes que alcanzaron la cima de su prosperidad como civilización desde la segunda mitad del siglo XX hasta los primeros años del siglo XXI. 

Como ya he dicho, el 11-S de 2001 cambió a nivel mundial aquella prosperidad, mientras que en España se produjo en 2004 como consecuencia de los atentados terroristas del 11-M, lo cual tuvo como consecuencia inmediata la llegada de un gobierno de izquierdas que comenzó a implantar en nuestro país, como si de un experimento de laboratorio se tratase, un conjunto de normas que serían la base para la creación de una nueva sociedad en España basada en el wokismo, y que posteriormente y de forma progresiva, se ha ido implantando en el resto de países europeos hasta llegar a esta situación de decandencia absoluta tanto en nuestro país como en todo nuestro continente. Unas bases que también se han implantado, como no podía ser menos, en Estados Unidos. También Canadá o los países de Oceanía, como Australia y Nueva Zelanda han desarrollado este perverso modelo que, a excepción de los países asiáticos, se ha implantado en la mayor parte del mundo. 

¿Por qué este plan para destruir nuestra sociedad? Pues quizás habría que preguntarle al grupo elitista formado, entre otros, por los Soros o los Rothschild, cuyo chico de los recados, Emmanuel Macron (Un tipejo criminal sobre el que tengo que escribir una entrada), ha conseguido los objetivos que sus jefes le encomendaron cuando accedió a la presidencia de la República Francesa (No olvidemos que Macron había sido banquero de los Rothschild antes de entrar en la política francesa).

Pues bien, con el espectáculo tan vomitivo como deplorable, indigno de una inauguración de unos Juegos Olímpicos, Macron se ha coronado y ha demostrado al mundo cómo la ideología woke y multicultural que él lidera desde Europa junto con la repugnante Ursula von der Leyen ha triunfado, para regocijo de ellos y desgracia de los europeos de bien, que se lamentan mientras ven cómo desaparece a pasos acelerados los últimos escombros de lo que un día fue la civilización que creó Imperios prósperos como el Romano, el Romano-Germánico, el Español, el Británico o el Francés, entre otros. 

Y es que actualmente, todas aquellas civilizaciones ajenas a la europea que en su día fueron enemigas, hostiles o incluso dominadas por la nuestra en el pasado son aquellas que hoy suman una mayoría de habitantes cada vez más potente dentro de nuestro continente mientras afirman pública y rotundamente que su intención es destruir los cimientos de Occidente, de Europa y de nuestra civilización. Y todo ello con el apoyo y colaboración de los líderes políticos europeos, cuyo plan para acabar no ya con las raíces culturales y religiosas de Europa sino incluso de su propia raza van progresando a marchas forzadas. Y es que mientras las agresiones y la violencia cada vez se hacen más latentes tanto en España como en el resto de países de nuestro entorno, los gobiernos sonríen mientras esto ocurre y disculpan e incluso justifican a los extranjeros violentos. 

Y todo ello mientras desde esos mismos gobiernos se promociona incesantemente, al igual que la invasión masiva extranjera, las ideologías de género, los movimientos LGTBI, feministas, ecologistas y en general las políticas woke que de forma exitosa se están cargando nuestro hábitat, con el apoyo entusiasta de gran parte de la población, los cuales apoyan este modelo de sociedad y estas políticas mientras votan ciegamente a partidos que siguen al pie de la letra este plan elitista cuyo objetivo es no dejar ni las cenizas de esta civilización. 

Un escenario que me recuerda al de la película, ya citada otras veces por mí en muchas ocasiones, "La Caída del Imperio Romano", concretamente a la escena en la que una magistral Sophia Loren recorre llorando y exclamando entre gritos por las calles el fin de la civilización romana mientras los romanos bailaban, reían y disfrutaban en medio de la decadencia sin inmutarse siquiera de sus proféticas palabras. Ese mismo escenario es el que dos mil años después ocurre no solo en Europa, sino también en Norteamerica e incluso Oceanía. 

Este es pues el estado agónico y decadente en el que se encuentra Occidente, la cual baila, ríe y disfruta mientras nuestro futuro como civilización se desmorona por momentos, al igual que en la película de nuestra querida Sophia Loren. Una civilización que espera sin saberlo, al igual que en el Génesis, la llegada del detonante que haga implosionar esta situación satánica de perversión, decadencia, corrupción y degradación. 

Una situación en la que incluso los niños sirven como instrumento de adoctrinamiento de género mientras el sexo, la degeneración y la violencia son los protagonistas en nuestras calles con el férreo apoyo de todas las instituciones políticas, educativas, sanitarias, sociales, culturales, deportivas, etc. Este es desgraciadamente el devastador escenario que tenemos encima nuestra; este es pues el fin de nuestra civilización. Y lo peor de todo es que no podemos hacer absolutamente nada para evitarlo. 

lunes, 22 de julio de 2024

Biden se retira


En el año 41 d.C, el recientemente nombrado emperador Claudio era considerado por todos los romanos como un auténtico idiota e incompetente, además de un hombre débil y enfermizo que no estaba capacitado para ejercer la alta responsabilidad de gobernar que le había otorgado la Guardia Pretoriana tras descubrirlo asustadizo detrás de una cortina. Pero contra todo pronóstico, y a medida que se iba desarrollando su gobierno, Claudio demostró ser uno de los emperadores más cultos y capacitados para liderar el Imperio Romano, hasta el punto de que bajo su reinado se produjo la conquista de Britania. El reinado de Claudio es pues uno de esos casos peculiares que existen en la Historia donde un hombre considerado imbécil por todos llegó a ser reconocido posteriormente a través de sus actos como gobernante como uno de los hombres más competentes a la hora de dirigir un Imperio.

Dos mil años después, en el mayor Imperio actual que existe sobre el mundo se ha producido justamente el caso contrario. Un caso donde un hombre que era considerado por muchos hasta hace cuatro años como una persona altamente preparada, capacitada y con los cinco sentidos en su sitio ha acabado convirtiéndose a medida que entró como líder de esa nación y se ha ido desarrollando su gobierno en una persona claramente incapacitada y débil para ejercer su alto cargo, con manifiestos problemas cognitivos y una deteriorada salud que se resquebraja por momentos. Me estoy refiriendo, obviamente, al presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, el cual ha anunciado hoy su intención de no presentarse a la reelección en las elecciones presidenciales estadounidenses que se celebrarán el 5 de noviembre de este año.

Una decisión que se veía venir desde hacía un mes practicamente, pero que aún así está dando la vuelta al mundo en estos momentos. Y es que desde que el pasado 27 de junio se celebrase el polémico debate electoral entre Donald Trump y Joe Biden, en el que el todavía presidente estadounidense corroboró públicamente sus graves problemas de salud, las peticiones de los demócratas para que su líder se retirase han ido in crescendo conforme han pasado los días y las semanas. 

Un debate, el del pasado 27 de junio, el cual yo vi en directo y en el que aseguré aquella misma noche que estábamos presenciando un cara a cara que traería las mismas consecuencias electorales que el realizado en septiembre de 1960 entre Kennedy y Nixon, donde la pésima imagen del republicano en aquel enfrentamiento televisado provocó la victoria contra todo pronóstico del demócrata dos meses después. Con el anuncio de hoy, aquella predicción que dije hace unas semanas se ha acabado cumpliendo finalmente hoy. 

Y es que de nada le ha servido a Joe Biden reafirmar una y otra vez que nada ni nadie, salvo el Altísimo, según dijo él hace unos días, le haría abandonar la carrera por la reelección presidencial. Finalmente, y a pesar de aferrarse con el apoyo acérrimo de su familia en la contienda electoral, Biden no ha tenido más remedio que tirar la toalla tras haber recibido presiones por todos los frentes por parte de los congresistas, senadores, donantes, votantes demócratas y hasta del propio Barack Obama y de Nancy Pelosi para que pusiese fin a su apuesta por la reelección. 

Esta decisión, la de un presidente estadounidense con posibilidad de ser reelegido que decide renunciar, es algo que se vio por última vez en EEUU hace cincuenta y seis años. Precisamente cuando el presidente Lyndon B. Johnson decidió en 1968 renunciar a la reelección en favor de su vicepresidente, Hubert Humprey (El cual perdió finalmente contra Nixon aquel mismo año), tras quedar calcinado políticamente e incluso personalmente tras un mandato convulso y polarizado donde la Guerra de Vietnam y las permanentes revueltas sociales en EEUU fueron las protagonistas de su polémico mandato como presidente. 

En el caso de Johnson, su decisión fue debido a su desgaste político y a los problemas cardíacos que sufría. Un problema, este último, que Johnson creía que podría costarle la vida más pronto que tarde si finalmente decidía presentarse a la reelección y finalmente obtenía otra victoria que le permitiese permanecer otros cuatro años más en la Casa Blanca. Pero a diferencia de Biden, Johnson tenía en 1968 solo sesenta años y ejercía un liderazgo fuerte, duro y hasta controvertido durante su periodo de gobierno. 

Biden por el contrario es un tipo que jamás debió presentarse a la presidencia. Su victoria electoral en noviembre de 2020 siempre ha estado marcada por los incesantes rumores de pucherazo en aquellos comicios en los que muchos afirman que quien verdaderamente ganó aquellos comicios sin pucherazo de por medio fue el ex presidente y ahora candidato nuevamente por los republicanos, Donald Trump. Ya en 2020 la salud de Biden estaba a la orden del día, afirmando muchos de sus contrincantes que padecía problemas de salud relacionados con la demencia senil. Finalmente, y como todos sabemos ya, Biden ganó aquellos comicios y se convirtió en enero de 2021 en el presidente más viejo de la historia de EEUU. 

Yo personalmente creo en los rumores que han ido circulando a lo largo de estos cuatro años sobre el pucherazo electoral contra Trump y la victoria de Biden. Estaba claro que los demócratas no aceptaron jamás que en 2016 un tipo como Trump les robase unas elecciones en las que sí o sí Hillary Clinton estaba llamada a ser la primera mujer presidenta de EEUU. En 2020 y con la pandemia en su máximo apogeo, los demócratas vieron el cielo abierto para desalojar a Trump de la Casa Blanca y poner en su lugar a un hombre que no sabía ni por dónde le daba el viento. 

Pero ese era quizás el mejor de los escenarios para algunos, ya que de esta forma quienes manejarían los hilos en Washington no sería el propio Biden, sino un grupo de sujetos cuya hoja estaba perfectamente trazada por ellos y que tenía entre sus objetivos la escalada de la tensión diplomática e incluso bélica contra Rusia con la guerra de Ucrania de por medio, hacerle la cama a Europa para prepararla ante una guerra contra Rusia que cada vez se hace más inminente e inevitable, y desestabilizar por completo la situación en Oriente Medio. Todo ello mientras la situación interna en EEUU cada vez se hace más insostenible debido a múltiples factores, tanto políticos, sociales y raciales. 

Esta ha sido la hoja de ruta de los demócratas en estos cuatro años, la cual Biden ha seguido al pie de la letra mientras otros se la dictaban y que supone de hecho el nefasto y deplorable legado que Biden dejará dentro de medio año cuando abandone definitivamente el poder. De hecho no son pocos los rumores que aseguran que quienes verdaderamente ejercen el gobierno en Washington son los Obama y los Clinton, frente a un Biden cuyo único objetivo es el de permanecer en el poder para mantener su inmunidad ante los innumerables casos de corrupción que le afectan tanto a él como a su familia, principalmente a su hijo Hunter Biden. 

Dos guerras (Rusia-Ucrania e Israel-Palestina) que amenazan con extenderse tanto en el resto de Europa como en el conjunto de Oriente Medio y una polarización extrema en EEUU, unida a unas relaciones cada vez más tensas con Rusia y China. Ese y no otro es el pésimo legado de Joe Biden (El cual creo que quedará para la Historia como uno de los peores presidentes de EEUU) y de los demócratas en estos catastróficos años. Un legado que amenaza con continuar, aunque ya con otro candidato, si éstos obtienen finalmente la victoria de nuevo en las elecciones de noviembre.

Un candidato que estoy plenamente convencido que será la actual vicepresidenta, Kamala Harris. Una sujeta con un nivel de popularidad por los suelos y con cero carisma ni dote alguno de liderazgo. Sin embargo en la carta que Biden ha publicado hoy donde anunciaba su retirada de la contienda electoral, el todavía presidente (El cual ha asegurado que se mantendrá en el cargo hasta que finalice su mandato el próximo 20 de enero) ya ha anunciado explicitamente su apoyo a la que ha sido su mano derecha en estos cuatro años en la Casa Blanca. 

Y es que aunque muchos aseguran que la decisión forzada de Biden de retirarse a un mes justo de celebrarse la Convención Nacional Demócrata va a provocar una guerra abierta entre varios candidatos para competir por la presidencia, la verdad es que todo está ya más que pactado y que realmente la candidata demócrata será Harris, la cual estará a partir de ahora hasta en la sopa, vendiéndola en todos los medios progres a nivel mundial como la versión femenina de Barack Obama. 

Un blanqueamiento que no se creen ni ellos mismos, ya que saben, por mucho que lo intenten maquillar, que su imagen es pésima entre los estadounidenses. Algo parecido a lo que le ocurrió al vicepresidente de George H. W. Bush, Dan Quayle, el cual tenía una imagen bastante negativa entre los americanos durante los años en que Bush padre fue presidente de EEUU. Un Bush padre el cual parece ser que en un momento dado también pensó seriamente en no presentarse a la reelección en 1992, según narró su hijo, el también ex presidente George W. Bush, debido al cansancio que sentía al llevar doce años gobernando (Ocho como vicepresidente de Ronald Reagan y cuatro como presidente). 

Finalmente y tras reflexionarlo bastante, Bush padre decidió presentarse a aquellas elecciones, perdiendo frente a Bill Clinton, como todos sabemos ya. Dicho esto ¿Alguien se imagina que Bush padre hubiese renunciado finalmente como candidato en favor del impopular Quayle en 1992? De haber sido así, la derrota de los republicanos hace treinta y dos años hubiese sido aún más demoleradora de lo que ya fue. 

Pues ese escenario es por el que parece decantarse los demócratas ahora mismo, los cuales parece que han desechado por el momento la candidatura de Michelle Obama en favor de la candidatura de la vicepresidenta Harris. Veremos a ver cómo les sale la jugada, aunque ya hay algunos que están vaticinando que la retirada de Biden y la llegada de última hora de un nuevo candidato provocará un revés electoral que puede provocar una sorpresa en favor de los demócratas en noviembre. 

Yo personalmente ya no descarto nada, y mucho menos que haya alguna sorpresa de aquí a noviembre que impida el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. En la entrada que escribí hace unos días sobre el atentado contra Trump dije que éste tenía ya practicamente la victoria al alcance de la mano, a menos que ocurriese de aquí a noviembre algo que le perjudicase seriamente. Creo que algunos (Yo incluido) hablamos quizás demasiado pronto de la escasas posibilidades que los demócratas tienen de obtener la victoria en noviembre, y conviene recordar que aún quedan cuatro meses de aquí a las elecciones. Hasta entonces todo puede ocurrir, tanto en favor de unos como de otros. El pescado pues no está del todo vendido aún.

En definitiva, con la renuncia de Biden a presentarse a la reelección se cierra una página de una de las peores presidencias de Estados Unidos, el cual todavía tiene medio año de mandato por delante. Veremos a ver qué nos depara la presidencia de Biden en estos seis meses que le restan de gobierno. Lo que está claro es que Harris será, salvo sorpresa de última hora, la candidata demócrata, y que a pesar de su pésima valoración en las encuestas, todo indica que veremos a nivel mundial una de las operaciones de marketing más descaradas de la Historia. 

El partido no ha llegado a su final aún y yo si fuese Trump no cantaría victoria tan pronto, a pesar de tener de inminente rival a una de las vicepresidentas peores valoradas de la historia americana. Con la retirada de Biden se abre pues un nuevo e incierto periodo en estas elecciones, las cuales son ya sin duda alguna las más controvertidas de las últimas décadas en Estados Unidos. En noviembre pues saldremos de dudas. 

sábado, 20 de julio de 2024

Un panorama vomitivo


Tengo que reconocer que de un tiempo a esta parte cada vez me da más asco y pereza escribir sobre la política española. Sinceramente, me aburre, me cansa y me deprime lo que ocurre aquí. La situación de decadencia absoluta en la que se encuentra nuestro país a todos los niveles es tan deplorable y vomitiva que prefiero escribir sobre cuestiones de política internacional o de cualquier otra índole antes que escribir sobre lo que pasa aquí, cuyo panorama no deja de caer cada día más a un peldaño más bajo. 

Pero como hoy se ha producido la no-declaración de Begoña Gómez y hace solo unos días se ha producido uno de los momentos más deplorables de la historia reciente de España (El fallo del TC sobre los ERE), aprovecho para hablar en una sola entrada de ambas cuestiones en vez de perder mi tiempo hablando sobre tan bochornosa situación en dos entradas diferentes. Para empezar hoy hemos tenido, como acabo de mencionar, la no-declaración de Begoña Gómez en el Juzgado de Instrucción de Madrid, donde la esposa del presidente del gobierno se ha acogido a su derecho a no declarar cuando el Juez iba a proceder a interrogarla. Un derecho constitucional con el que yo personalmente no estoy de acuerdo pero al que puede acogerse cualquier ciudadano. 

La cuestión es que en este caso estamos ante un caso de corrupción que salpica no ya a la propia Begoña, sino a su marido, Pedro Sánchez. Y es que hace tan solo unos días, el socio de Begoña en sus negocios lucrativos, Carlos Barrabés, afirmó ante el Juez hace pocos días que se reunió en Moncloa varias veces con la mujer del presidente, e incluso un par de veces con ella y el propio Sánchez. Una declaración que sin duda pone en el centro de las miradas al propio Sánchez, el cual queda corroborado que era conocedor y partícipe de las actividades lucrativas de su mujer. Una red de corrupción elaborada y dirigida por la pareja presidencial en la que sin duda hay más nombres que aún no han salido a la luz.

Obviamente no hay que ser muy inteligente para llegar a la conclusión de que los tres no se reunieron en Moncloa para hablar del tiempo ni de los sofistas griegos. Los motivos de estas citas están obviamente relacionados con la red de tráfico de influencias en las que tanto Begoña como Barrabés eran socios en la trama de captación de fondos que tenían organizada. Ante esta revelación, el Juez ha imputado hoy oficialmente a Barrabés tras negarse Begoña a declarar por segunda vez consecutiva. La primera fue el día 5 de este mes, cuando la mujer de Sánchez fue a testificar en medio de un dispositivo policial nunca antes visto en España. 

Una citación en la que Begoña Gómez y sus abogados, en una triquiñuela nunca antes vista por ningún personaje público en España, ignoraban los cargos de los que se le acusaba a ésta, con lo que el Juez tuvo que suspender la comparecencia hasta el día de hoy, fecha en la que Gómez se ha personado en el Juzgado pero se ha acogido directamente a su derecho a no declarar. Tras lo ocurrido hoy, el proceso judicial sigue su curso mientras desde VOX (Los cuales están personados como acusación en el procedimiento) avisan ya que van a llamar a testificar al propio Sánchez ante el Juzgado para que sea él quien dé las explicaciones ante el Juez, a falta de la voluntad de su mujer de dar esas explicaciones en el día de hoy. 

Personalmente debo añadir que lo ocurrido en este procedimiento es lo más deplorable y vomitivo que se ha visto en España en muchos años (Y mira que el historial es largo). La forma en la que desde Moncloa han tratado este grave asunto de corrupción que afecta de lleno a la presidencia del gobierno ha sido a través de la frivolidad y respondiendo desde el ejecutivo que todo era un bulo de la extrema derecha. Cuando no decían esto la respuesta era que todo se trataba de fake news de los diario de la derecha reaccionaria porque querían hacer caer al gobierno. 

Y mientras desde el gobierno y el PSOE salían en tromba a defender la honorabilidad de Begoña (Esa persona anónima ajena a la actividad política, según ella) y a desacreditar al Juez que está llevando la instrucción del caso y a todos aquellos medios que están arrojando a la luz pruebas de los negocios lucrativos de los implicados, desde Moncloa se ha llevado a cabo una operación de acoso y derribo e intimidación contra el Juez mientras la propia Begoña Gómez le exigía explicaciones sobre los motivos por los que estaba imputada a la vez que daba instrucciones a éste sobre el procedimiento que debía seguir en el procedimiento (Ayer de hecho la propia Begoña exigió sin éxito al Juez que suspendiese las declaraciones de dos miembros de la UCM). Es lo que tiene creerse, al igual que su marido, los reyes del mambo y seres superiores que están por encima de las leyes. 

Todo ello mientras el ministro de Justicia, Felix Bolaños, ha salido tanto hoy como el pasado día 5 a defender públicamente en declaraciones a los medios a la esposa de su jefe y reiteraba que todo era una operación para acabar con el presidente Sánchez. Como se puede ver, todo un respeto máximo el que tiene este gobierno con la Justicia, sobre todo el ministro encargado del sector. Por no hablar del hecho de que el gobierno emita juicios de valor sobre el procedimiento judicial a "una ciudadana anónima", como la propia Begoña se define... cuando le conviene, claro está.

Seamos claros. La situación que atraviesa España no puede ser más desoladora y miserable. Tenemos un gobierno que persigue y acusa a los jueces por hacer su trabajo, a la vez que amenaza a los medios que están sacando a la luz pruebas concernientes sobre el caso que afecta a Begoña Gómez, y que tras la declaración de Barrabés hace unos días se puede decir abiertamente que afecta de lleno al propio Pedro Sánchez. Y mientras esto ocurre, el gobierno ya está elaborando lo que ellos denominan "Plan de regeneración democrática", con el fin de cerrar y censurar los medios que están publicando información sobre las actividades irregulares de "la presidenta", que es según han indicado algunas fuentes, el término con el que se dirigen en Moncloa y en el PSOE a la mujer de Sánchez. 

En definitiva, vivimos en una situación insostenible en la que cada día que pasa el escenario que se vive en España se vuelve cada vez más irrespirable y deprimente. Tan irrespirable y deprimente que tanto el pasado día 5 como hoy hemos visto cómo Begoña llegaba a los Juzgados en un dispositivo policial nunca antes visto en la historia de España. Cualquiera diría que era la primera dama de los Estados Unidos y no una sujeta que se autodefine como "ciudadana anónima". 

Se les ha olvidado explicar pues desde Moncloa el por qué de este dispositivo policial tan descomunal sufragado con dinero público hacia una persona anónima. Por no hablar de la orden de que ningún periodista pudiese estar presente ni tomar fotos en el Juzgado a la imputada, lo cual demuestra hasta qué punto Sánchez tiene cogido por los huevos a la prensa, así como a todos los sectores públicos y privados de España. Y es que vivimos en un país cuyo presidente del gobierno cree sinceramente que el país es su propio cortijo privado o su empresa particular, donde todas las instituciones están a su servicio y él es "el puto amo" (Óscar Puente dixit) y "el jefe" que decide por encima de todo y de todos, encontrándose tanto él como su familia, así como todos sus correligionarios por encima del bien y del mal. 

Y esto también incluye, como es obvio, al hermano de Pedro Sánchez, el cual se encuentra también bajo investigación judicial por malversación y tráfico de influencias después de que se descubriese su evasión de impuestos a Hacienda mientras constaba como residente en Portugal y cobrase oficialmente como funcionario en la Diputación de Badajoz desde que su hermano llegase a la Moncloa. Sin embargo, ni el sujeto ha aparecido en estos seis años por la Diputación para trabajar ni ha residido realmente en Portugal nunca. 

Y a no perder de vista las bajas laborales por paternidad que el sujeto se cogió hace un par de años sin que exista constancia oficial de que haya sido padre. Como se puede ver, todo parece indicar que no es solo Begoña quien ha realizado actividades delictivas, sino que practicamente toda la familia del presidente del gobierno se ha creído inmune ante la Ley y ha usado su privilegiada posición para hacer negocios irregulares desde que Sánchez llegase al gobierno. 

Está claro que Sánchez comprende el poder como el mecanismo perfecto para ejercer de gángster supremo del Estado mientras utiliza todos los resortes posibles, legales e ilegales, para mantenerse en el mismo, creyendo que por derecho propio le corresponde ejercer su papel de gobernante de forma vitalicia. Estamos pues ante una situación muy extrema y ante un tipejo altamente peligroso, el cual está dispuesto a todo con tal de sobrevivir políticamente a todo lo que se le enfrente y a actuar con todos los medios a su alcance para lograr esa supervivencia política.

Por otro lado debo añadir que me resulta curiosa la forma de actuar de Begoña tanto el pasado día 5 como en el día de hoy. Primero lleva a cabo una triquiñuela bastante maquiavélica para evitar declarar, amparándose en que ella no había sido informada por la Administración de Justicia sobre los cargos de los que se le acusa; algo que es incierto. Otra cosa es que la Administración de Justicia haya enviado la documentación judicial correspondiente a Moncloa pero el encargado de entregarle dicha documentación a Begoña Gómez "casualmente" no se la haya entregado, según ella. Y lo del día de hoy ya es directamente una forma de escupir en la cara al Juez y a todo el personal. 

Y es que Begoña Gómez tiene derecho a no declarar, pero si todo de lo que se le acusa es, según ella y según su marido, el gobierno, el PSOE y los medios afines al ejecutivo "fango, bulos y fake news" ¿Por qué no responde ante el Juez de esas "falsas acusaciones" y que éste determine lo que estime conveniente? ¿Por qué no responde a todas las preguntas que se le formula y deja de una vez clara su supuesta inocencia? ¿Por qué se esconde en la estrategia que le han aconsejado sus abogados y omite responder en sede judicial mientras a su vez exige de forma chulesca al Juez la forma en la que éste debe dirigir el procedimiento judicial que instruye?

Se habla de que desde Moncloa le han aconsejado a Begoña que no abra la boca por miedo a que suelte algo que eche por tierra toda la estrategia de sus abogados. ¿Acaso no puede decir siquiera que no sabe de lo que se le está preguntando, o que directamente no realizó la actividad lucrativa que el Juez le mencione durante el interrogatorio? Hay que recordar que cuando los Borbones, en concreto Cristina de Borbón e Iñaki Urdangarín, fueron a testificar ante el Juez, éstos respondieron a las preguntas formuladas en sede judicial. Otra cosa es obviamente que respondiesen negando cualquier hecho de los que se les acusaban, pero al menos respondieron. 

Sin embargo, la estrategia de los abogados de Begoña de que ésta no abra el pico ni siquiera para decir "Buenos días" me llevan a las siguientes hipótesis: O Begoña es anormal y cualquier respuesta, por muy breve, concisa y negativa que sea le va acarrear echar por tierra toda la estrategia elaborada por sus abogados, o tiene al bufete de letrados más incompetentes de España, o fueron otros y no ella quienes elaboraron toda la trama de la que se le acusa (Incluido los másters de la UCM), o prefiere no abrir la boca por miedo de que cualquier respuesta, por mínima que sea, arroje a la luz más implicados, incluyendo a su marido y más personas que hasta ahora desconocemos. Personalmente, me inclino por esta última hipótesis. Pero sea cual sea el motivo, lo cierto es que Sánchez junto a su mujer y todo el gobierno, con el aparato del PSOE están sirviéndose de todos los mecanismos posibles para que esto no vaya a más. 

Y es que aquí no acaba la cosa, ya que hace tan solo unos días, el Tribunal Constitucional ha tumbado la sentencia dictada en primer lugar por la Audencia Provincial de Sevilla y ratificada posteriormente por el Tribunal Supremo sobre el caso de los ERE en Andalucía, donde el PSOE andaluz malversó casi 700 millones de euros de dinero público y en cuya trama estaban involucrados los ex presidentes de la Junta de Andalucía y del PSOE, Manuel Chaves y José Antonio Griñán, el ex vicepresidente de la Junta, Gaspar Zarrías, o la ex consejera de Economía y Hacienda de la Junta, Magdalena Álvarez, entre otros altos cargos del PSOE andaluz. Pues bien, todos ellos han sido exonerados de sus condenas de malversación y prevaricación (Griñan estaba condenado a seis años de cárcel, Chaves a nueve años de inhabilitación y Zarrías y Álvarez a otros nueve de inhabilitación igualmente). 

De esta forma, en un ejercicio claro de prevaricación y extralimitación de sus funciones, el TC ha borrado de un plumazo las condenas a toda la plana mayor del PSOE de Andalucía. Un fallo que ha sido aprobado con el voto favorable de la mayoría progresista del Tribunal (Afines al PSOE) y que supone todo un indulto al mayor caso de corrupción conocido, no ya en España, sino en toda Europa. De este modo, los condenados se han visto salvados por el Tribunal Constitucional que preside Cándido Conde-Pumpido y que dirige en la sombra Pedro Sánchez. Unos condenados que no han tardado en salir públicamente y afirmar que "por fin, la Justicia les ha dado la razón". 

Por un lado, Griñan ya puede respirar tranquilo, ya que definitivamente no va a pisar la cárcel en su puñetera vida. Por otra parte, Chaves, ha tardado poco menos de 24 horas en aparecer por la sede del PSOE andaluz después de quince años para anunciar su disposición a volver a la política y echar al PP de la Junta de Andalucía. Todo ello tras afirmar, al igual que el resto de condenados, que las condenas fueron injustas y que todo fue una operación político-judicial para hundir al PSOE. En definitiva, que todo fue un invento y que los ERE y los 700 millones malversados nunca existieron.

Obviamente, todos los condenados han salido impunes sin que hayan devuelto un solo euro de los 680 millones que robaron, y del cual una parte de ese dinero fue a parar en drogas y prostíbulos. Ahora, tras este indulto descarado por parte del TC del PSOE hacia miembros del PSOE cabe preguntarse: ¿Cómo puede tener alguien confianza en un sistema político y en unas instituciones que están orquestadas perfectamente para que la clase política se salva a sí misma? Lo ocurrido es tan grave que demuestra que el sistema de 1978 no es una democracia parlamentaria, sino una mafia perfectamente orquestada en la que todas las instituciones estan entrelazadas para tapar sus irregularidades de forma mutua.

¿Quién cojones se cree que es Cándido Conde-Pumpido y qué legitimidad tiene el TC para extralimitarse claramente en sus funciones y revocar dos fallos judiciales perfectamente legales y acordes a Derecho? Conviene recordar que el TC está solo para interpretar la Constitución y no para revocar sentencias dictadas por el Poder Judicial. Un Poder Judicial al que el TC no pertenece, ya que es un Tribunal ajeno al resto de los Tribunales ordinarios que componen la jerarquía judicial en España. 

Pero claro, en esta España que se descompone por momentos, el TC ha pasado de ser teóricamente el Tribunal competente para interpretar la Constitución a ser el Tribunal al que a partir de ahora recurrirá toda la clase política con el fin de que revoquen los fallos que los Tribunales ordinarios han dictaminado contra ellos. Una demostración más del fracaso de este sistema político y del éxito de Sánchez a la hora de asaltar todas las instituciones del Estado. Y es que como ya he mencionado anteriormente, Sánchez no es más que un gángster cuyo objetivo es el de controlar todos los poderes públicos mientras se afianza en la Moncloa de por vida. 

Y todo ello con el beneplácito del resto de las formaciones políticas, siendo el PP el partido que más contribuye en ayudar al PSOE en esta toma de las instituciones. Lo vimos hace unas semanas cuando después de cinco años de bloqueo, el PSOE y el PP llegaron a un acuerdo con el fin de repartirse nuevamente el Consejo General del Poder Judicial. Un CGPJ que está nuevamente controlado por el PSOE y el PP. Ese mismo PP que critica de día el totalitarismo de Pedro Sánchez mientras por la noche pacta con él repartirse las instituciones. 

Pues bien, volviendo a la absolución de los condenados cabe ahora preguntarse: ¿Y ahora qué? Pues ahora tocará lavar de arriba a abajo la imagen de los condenados por parte de las televisiones y medios afines al PSOE mientras aquí en Andalucía quizás haya que pedir perdón a los ex condenados por el hecho de habernos robado a manos llenas. ¿Surrealista, verdad? Pues todo puede ir a peor. No habría que descartar incluso que los condenados, ahora absueltos, exijan una indemnización e incluso, en los casos en los que así proceda, su restitución en los cargos públicos de los que fueron obligados a salir en su momento. Por ahora ya tenemos a Chaves, que ya ha anunciado que volverá a darse de alta en el PSOE tras darse de baja cuando fue imputado en 2016, así como su intención de volver a la política para desalojar al PP de la Junta. Supongo que este tipejo no tendrá suficiente con los casi veinte años en los que fue presidente de la Junta de Andalucía, donde el sur de España fue practicamente su cortijo particular durante dos décadas. 

Ahora parece que quiere volver para cobrarse su venganza y descabalgar a ese mismo PP que llora por las esquinas rogando que vuelva "el PSOE bueno". Un PP que seguramente creerá de forma ignorante que con este peligroso precedente, el TC indultará también a los políticos del PP cuando los populares llamen a las puertas del Constitucional pidiendo la anulación de sus correspondientes condenas. Pero que se vayan despidiendo de ello estos miserables. Los indultos son solo para el PSOE y para la izquierda en general. ¿Acaso alguien se imagina a Mariano Rajoy haciendo uso del TC para que éste anulase la sentencia del caso Gurtel de 2018 si no hubiese tenido lugar posteriormente la moción de censura? Si esto lo llega a hacer Rajoy, el país hubiese ardido en llamas y el PSOE hubiese presentado de forma permanente mociones de censura contra él hasta que lo hubiesen desalojado de la presidencia del gobierno para llevar a cabo, según los socialistas, "la regeneración democrática". 

Y es que esta situación que vivimos actualmente de corrupción generalizada e indultada era la verdadera regeneración democrática que tanto pregonó y prometió Sánchez durante sus años en la oposición y que abanderó como pretexto para llegar al gobierno tras quedar el PP herido de muerte por la corrupción en su partido tras la sentencia de la Gurtel. Obviamente la regeneración democrática consistía en desalojar al PP de Rajoy para tomar el relevo el PSOE e institucionalizar ellos mismos la corrupción que tanto denunciaban. Todo era una excusa para aprovechar la corrupción del partido contrario para asaltar el poder y establecer su propia red clientelar a todos los niveles, que es lo que el PSOE de Sánchez ha venido haciendo desde que llegó a la Moncloa hace seis años. 
  
Ese mismo PSOE que sujetos tan despreciables como el popular Juanma Moreno añoran y desean que vuelvan a ser útiles en Andalucía y en el resto de España. Que no se preocupe pues Moreno, que a este paso, y tal y como están de crecidos los socialistas tras ver cómo una malversación de casi 700 millones les ha salido completamente gratis, el regreso del PSOE andaluz a la Junta puede que se produzca más pronto que tarde, para desgracia nuestra y regocijo de los socialistas. De momento en el Ayuntamiento de Sevilla, dirigido por el PP, le van a dar el título de Hija Predilecta de Triana a la ex presidenta de la Junta, Susana Díaz, lo cual es todo un primer paso para blanquear a todos los implicados en los ERE (Aunque Susana Díaz nunca fue imputada por este caso) con la colaboración activa de los populares. Sigamos pues así, que todo puede ir a peor.

En definitiva, España está practicamente desbordada por la corrupción y por los mecanismos propios de la mafia por parte del PSOE de Sánchez. Unos mecanismos tan inmorales que ni la saga de El Padrino habría podido reflejar mejor. El proceso judicial contra Begoña Gómez sigue adelante tras implicar Barrabés al propio presidente del gobierno mientras la propia Begoña chulea al Juez y se niega a declarar, negándose a su vez a cooperar con la Justicia; todo lo contrario de lo que ella y su propio marido afirmaron que haría si era citada a declarar. Y a no perder de vista la solicitud que supuestamente hará dentro de poco VOX, solicitando al Juez que llame a Sánchez a declarar como testigo. Algo que obviamente no ocurrirá, y que si ocurre, ya se encargará Sánchez de recusar al Juez, que para eso él es el amo y señor de España. 

Y por otro lado la absolución de los condenados por los ERE corrobora nuevamente que en España delinquir sale gratis, sobre todo si eres del PSOE. De esta forma se demuestra una vez más que no todos somos iguales ante la Ley, y que la izquierda tiene inmunidad absoluta para hacer y deshacer a su antojo en este sistema hecho a su medida. Todo ello mientras el PP, siguiendo su política habitual, se dedica a blanquear y a cooperar con el PSOE en el asalto de Sánchez a las instituciones del Estado. 

Este es el cruel y devastador panorama que vive España a día de hoy. Un panorama que amenaza con empeorar conforme vayan pasando los días, las semanas, los meses y los años. Esta es la España del PSOE de Pedro Sánchez; esta es la España del bipartidismo; esta es la España partitocrática y caciquil del Régimen del 78: una España donde la corrupción acecha por todos los rincones y posteriormente queda impune gracias a los mismos que la cometen.

lunes, 15 de julio de 2024

Estados Unidos en el abismo


Mientras en España estamos de celebración al haber conseguido esta noche nuestro país su cuarta copa de la Eurocopa, en Estados Unidos apenas han pasado veinticuatro horas desde el intento de asesinato de Donald Trump. Un intento de magnicidio que sin duda alguna traerá muchas y graves consecuencias tanto a nivel interno en Estados Unidos como en el resto del mundo. Y es que ya se sabe el dicho: "Cuando Estados Unidos estornuda, el mundo se contagia". Y la gravedad de lo ocurrido parece que va a tener graves repercusiones tanto a nivel interno como externo, aunque desde Washington están intentando minimizar las consecuencias de este grave suceso.

Todos hemos visto ya las imágenes que han dado la vuelta al mundo y que sin duda alguna forman ya parte de la Historia. No voy a recordar lo ocurrido, ya que todos hemos visto a lo largo del día de hoy las imágenes. Donald Trump ha salido vivo de milagro cuando un sujeto de veinte años ha traspasado sospechosamente todas las medidas de seguridad cuando el candidato republicano estaba dando un mitin y ha comenzado a disparar contra el ex presidente estadounidense, llegando una de las balas a impactar en su oreja derecha, la cual ha quedado levemente herida, aunque no ha sufrido afortunadamente heridas mayores. Por desgracia no ha tenido la misma suerte uno de sus simpatizantes en el mitin, el cual ha fallecido al rebotarle una de las balas que iban dirigidas hacia Trump. También otras personas han resultado heridas de gravedad, mientras que el asesino, obviamente, ha sido abatido en el acto.

Aún así, hay muchas preguntas y dudas sobre este atentado. Para empezar ¿Cómo cojones puede un tipo penetrar en un acto electoral con un fusil sin ser descubierto en el momento por el servicio secreto allí presente? ¿Cómo es posible que de hecho hubiese simpatizantes republicanos que alertaron a los servicios secretos de la presencia extraña del sujeto y que éstos hiciesen oídos sordos a sus advertencias? ¿Cómo es posible que mientras Trump estaba dando su mitin los servicios secretos estuviesen apuntando hacia el edificio donde estaba el sujeto apuntando visiblemente desde el tejado pero no fue hasta el comienzo de los disparos por parte del asesino cuando éstos lo abatieron? 

Conviene recordar que los servicios secretos están a las órdenes del gobierno estadounidense. Un gobierno que ahora está en manos del Partido Demócrata, cuyos representantes y simpatizantes han afirmado una y otra vez en los últimos tiempos que Trump es un peligro para la democracia. Algunos han llegado a sugerir que Trump "Debía ser eliminado". Unas sugerencias muy graves, y más si tenemos en cuenta que provienen de dentro de la que sigue siendo, al menos de momento, la primera potencia mundial. Pero sigamos con las preguntas.

¿Acaso sabía el servicio secreto lo que este tipo iba a realizar pero tenían órdenes de esperar a que actuase para proceder a abatirlo posteriormente y no antes? Y por último comentar la bochornosa actuación de los guardaespaldas del propio Donald Trump, los cuales lo mantienen durante medio minuto boca abajo en el lugar del impacto para posteriormente llevárselo mientras ponían nuevamente en riesgo su vida al cubrir levemente al ex presidente mientras éste hace gestos de victoria hacia el público allí presente con la prensa haciendo las fotografías ya históricas que todos hemos visto ya. 

¿Desde cuándo un político que es tiroteado sale de la escena del impacto sin que sus guardaespaldas hagan nada por cubrirlo cuando tan solo un minuto antes ha sido víctima de un intento de magnicidio? Y por último, ¿Cómo es posible que un impacto en la oreja apenas te deje unos rasguños y no provoque heridas mayores? Afortunadamente esas heridas no se han producido, pero las múltiples preguntas que el personal se está haciendo, y de forma motivada, hace que uno se pregunte también qué hay detrás de este intento de magnicidio. 

Insisto, éstas y otras muchas preguntas más quedan en el aire después de este atentado, tanto hacia una dirección como hacia otra. Un atentado que según los medios fue orquestado por un solo sujeto de veinte años, el cual ya ha sido identificado como militante del Partido Republicano. Qué cachondos y qué miserables son los periodistas. Supongo que se les habrán olvidado comentar que el asesino era simpatizante del Partido Demócrata pero que se afilió al Partido Republicano hace unos meses con el objetivo de votar contra Donald Trump en las primarias que han tenido lugar hace poco. 

Del mismo modo que tampoco han hecho mención a la vinculación del asesino con la organización de extrema izquierda Antifa. En definitiva, detallillos sin importancia que misteriosamente la prensa deja pasar por alto para que el personal se crea que todo es algo proveniente del propio Partido Republicano y no del Partido Demócrata. 

Poco tiempo después del atentado comenzaron a salir algunos afirmando que el asesino era extranjero. Algunos dijeron que era chino, mientras que otros llegaron a confirmar que era turco, con lo que el término de "Cabeza de turco" nunca ha sido más propiamente dicho, al menos durante el tiempo que algunos quisieron desviar la nacionalidad del asesino, que definitivamente se ha confirmado que era estadounidense. 

Una confirmación que supone la peor de las noticias para la sociedad norteamericana, ya que lo peor que podían corroborar era que el asesino era nacional y no extranjero, de ahí que seguramente desde muchos sectores se intentase desviar la verdadera nacionalidad estadounidense durante varias horas. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que Estados Unidos se encuentra en estos momentos en una situación de tensión extremadamente alta, la cual muchos comparan con la situación de 1860, previa a la Guerra Civil Americana. 

Y es que no son pocas las voces que afirman que la situación es tan grave y divisoria a nivel social en Estados Unidos que cualquier acto podría provocar un conflicto civil entre la población más tradicional y la población más woke. Personalmente no puedo decir si estas afirmaciones son ciertas, ya que no he estado en Estados Unidos y por lo tanto no puedo confirmar si ese nivel de polarización es tan extremo y peligroso como algunos están haciendo creer. Pero en mi opinión creo que, por mucha polarización, tensión y gravedad que exista en Estados Unidos, la situación no es para que estalle una guerra civil. No está ocurriendo en un país como el nuestro cuya influencia en el mundo es cero pero la polarización es severa, cuanto menos para que estalle en la que oficialmente sigue siendo la primera potencia mundial.
 
¿Acaso sabe alguien lo que está diciendo realmente cuando habla del inminente estallido de una guerra civil en Estados Unidos? Una guerra civil en Norteamerica supondría sin duda alguna el fin de la hegemonía mundial de Estados Unidos al frente del mundo occidental, y traería con ello unas consecuencias geopolíticas y económicas tan desastrozas tanto para América como para Europa. Dicho esto, ¿La situación en Estados Unidos es más que preocupante? Por supuesto que lo es, pero como también lo ha sido en otros momentos de su historia. Basta recordar lo que sucedió en 1968 en Estados Unidos, año que me recuerda bastante a lo que está ocurriendo también allí en este 2024. 

Eran los tiempos en los que se hablaba también de un estallido social en Norteamerica como consecuencia, entre otros factores, por la guerra de Vietnam; Lyndon B. Johnson había anunciado que no se presentaría a la reelección (Algo parecido a la situación actual de Joe Biden, el cual aunque se resiste a renunciar, es ya un cadáver político y humano); los asesinatos de Robert Kennedy y Martin Luther King poco antes de las elecciones, los cuales recuerdan al intento de asesinato de anoche del propio Trump, etc. 

En definitiva, una situación de polarización la que se está viviendo ahora que recuerda bastante, o al menos a mí me recuerda, a la de 1968. Y a pesar del alto nivel de polarización que se vivía en aquel entonces, Estados Unidos siguió adelante. ¿Esto quiere decir que volverán a salir adelante? Puede ser, o puede no ser. Estamos viviendo sin lugar a dudas momentos extremadamente determinantes para el futuro de la humanidad, donde el término Tercera Guerra Mundial está más presente que nunca. 

No creo, insisto, que Estados Unidos se esté encaminando hacia una guerra civil, pero no descarto tampoco en absoluto que este sea el principio del fin de la sociedad norteamericana. Como dice la frase que se pronuncia al final de la película La Caída del Imperio Romano (Frase que he expuesto en este blog otras veces): "Solo se puede destruir a una gran nación cuando ella misma se ha destruido interiormente". Y Estados Unidos, al igual que el Imperio Romano en su momento, ha hecho mucho por destruirse interiormente, llevándose por delante a toda la civilización occidental. 

Solo hay que ver que el actual presidente es un vejestorio que apenas puede mantenerse de pie ni puede decir siquiera dos frases coherentes como consecuencia de su demencia senil. ¿Acaso alguien se imagina en otros momentos a un presidente de Estados Unidos en estas circunstancias? La fragilidad de Biden es el fiel reflejo del sistema y del país que gobierna. Un Biden que a pesar de estar más para allá que para acá sigue resistiendo a todas las presiones que le exigen que dé un paso atras y renuncie a la reelección, lo cual demuestra que por muy chocho que esté, las ansias de poder las sigue manteniendo intactas. 

Por no hablar de las ansias infinitas de poder de su propia familia, los cuales son de hecho los que verdaderamente mantienen a Biden en la carrera por la reelección, debido a la corrupción que rodea al entorno del actual presidente estadounidense. Una corrupción que unida al ansia infinita de poder de Biden y de los suyos hacen que su retirada sea cada vez más improbable, y más aún después del intento de asesinato de Trump. Un Donald Trump que si ya tenía un pie en la Casa Blanca desde hace meses (Y más aún tras el debate en el que vapuleó a Biden), con este abominable atentado contra su vida se puede decir que ya tiene practicamente asegurada su vuelta a la Casa Blanca. 

Tendría que salir a la luz algo muy grave que afectase a Trump para que las encuestas den un vuelco de aquí a noviembre. Aún así, todavía quedan cuatro meses hasta noviembre, y de aquí hasta entonces puede ocurrir de todo, incluso un nuevo amaño que mantenga a los demócratas en la Casa Blanca cuatro años más. Lo que está claro es que, en lo que respecta a Biden, éste se resistirá absolutamente a dejar el poder, como Johnson hizo en 1968 tras quedar calcinado políticamente por la guerra de Vietnam. Biden sigue pues adelante en su empeño de presentarse a la reelección y con ello de culminar el plan que los demócratas tienen para llevar a Estados Unidos y a Europa a una guerra contra Rusia. 

Y nada parece detenerlo, aunque los donantes de su campaña exijan su retirada o incluso los Obama y los Clinton estén presionándole para que abandone en favor de la impopular Kamala Harris o incluso de Michelle Obama, como algunos comentan por ahí. Veremos a ver cómo acaba pues todo esto, aunque no sería de extrañar que los demócratas intenten precipitar los acontecimientos contra Rusia si ven que la situación en noviembre está perdida para ellos y decidan pasarle la patata caliente a Trump una vez que éste volviese hipotéticamente a la Casa Blanca en enero del año que viene.

Y ya para terminar vuelvo a donde comencé: a Donald Trump y al criminal atentado que casi le cuesta la vida y que por desgracia le ha costado a un simpatizante suyo. Es bastante probable que el nivel de tensión y polarización aumente de aquí a noviembre, e incluso más allá si Trump finalmente asume la presidencia en 2025. Pero insisto en que no creo en absoluto en que este atentado suponga la chispa que muchos vaticinan para que estalle un conflicto civil en Estados Unidos. 

¿Que la tensión, las movilizaciones e incluso las agresiones pueden ir en aumento? Sí, de hecho no descarto en absoluto que incluso asesinatos o intentos de asesinato como el de ayer se repitan a partir de ahora en Estados Unidos, pero no creo que la gravedad de la situación lleve emparejada el estallido de una nueva guerra civil en Norteamerica, aunque obviamente nada se puede descartar nunca. 

Lo que sí tendría que pedir la sociedad estadounidense es respuestas a este atentado, que como he dicho anteriormente, deja muchas dudas en el aire. Personalmente no entiendo cómo Trump ha agradecido al servicio secreto su actuación una vez que fue dado de alta en el hospital al que fue ingresado tras ser levemente herido. ¿Acaso no sería lógico que exija responsabilidades por la grave negligencia cometida por el servicio secreto en vez de felicitarle por su actuación, la cual casi le cuesta la vida y de hecho se la ha costado a un simpatizante suyo y otros han resultado heridos? 

Por otra parte, el hecho de que los demócratas feliciten del mismo modo al servicio secreto no deja de ser un indicio de que, por mucho que algunos se empeñen en decir lo contrario, Trump no es más que otro miembro más del sistema que, a pesar de discernir de las políticas woke y belicistas de los demócratas, a la hora de la verdad no deja de ser un elitista más que repite las consignas que todos los demás, sean demócratas o republicanos, hacen públicamente cuando se trata de cuestiones esenciales; lo cual hace que no termine de fiarme de él. Por desgracia hay algunos imbéciles que todavía no lo quieren ver y siguen creyendo que Trump es la esperanza que necesita Estados Unidos y el mundo para librarnos de la tiranía de la élite, de la inminente guerra que cada vez se anuncia con más fuerza y de la agenda globalista woke que avanza inexorablemente. 

En definitiva, Estados Unidos ha vivido hace unas horas una de las páginas más oscuras de su historia reciente, corroborando una vez más el declive del Imperio estadounidense. Un suceso criminal que veremos a ver qué consecuencias trae no solo en Estados Unidos sino también en Europa, ya que todo lo que sucede al otro lado del Atlántico acaba repercutiendo aquí. Por el momento, Trump acaba de salir indemne de un tiroteo que de haberle alcanzado unos milímetros más atrás del lugar donde impactó la bala, habría provocado su muerte de forma instantanea. 

Una noticia que muchos criminales desean fervientemente, para de este modo neutralizar a los republicanos y revertir la situación para asegurar la continuidad de los demócratas y con ello su agenda woke y belicista. Esperemos que la situación no se repita y que el escenario pueda mantenerse más o menos tranquilo de aquí a noviembre, aunque es obvio que esto no va a suceder por desgracia, y mucho menos después de noviembre si Trump consigue finalmente la victoria. 

viernes, 5 de julio de 2024

Los laboristas regresan a Downing Street


Después de catorce años en la oposición, el Partido Laborista ha vuelto a Downing Street de la mano de su líder, Keir Starmer, el cual es desde hace unas horas el nuevo primer ministro británico tras haber obtenido ayer la más abrumadora mayoría que ha obtenido su partido desde que en 1997 el laborista Tony Blair llegase al poder tras descabalgar a los tories, entonces liderados por John Major. Obviamente las circunstancias de hace veintisiete años no se pueden decir que sean las mismas que las actuales, ya que la política británica ha pasado en estos ocho años por una de sus mayores crisis políticas, económicas y sociales desde el 23 de junio de 2016. 

Una crisis que abrió en su momento el ex primer ministro David Cameron cuando anuncio para su reelección en las elecciones generales de 2015 que de salir reelegido convocaría a los británicos a una consulta para decidir sobre el futuro del Reino Unido en la Unión Europea. La historia ya la sabemos todos: Cameron convocó el referéndum creyendo que ganaría y finalmente salió el voto a favor de lo que posteriormente se ha denominado para la historia como el Brexit. 

No puedo hablar sobre Starmer y los laboristas, ya que hoy mismo ha sido nombrado por el rey Carlos III como nuevo primer ministro británico. Mis críticas no van a ir hacia él, aunque viniendo de un laborista progre es de esperar que mantendrá las mismas políticas woke que en estos catorce años han liderado los tories sin la menor vacilación. Mis críticas van a ir a los perdedores, en este caso al Partido Conservador, así como a los cinco primeros ministros que han gobernado Reino Unido desde mayo de 2010, fecha en la que los tories volvieron al poder. 

Debo reconocer que aunque en el año 2010 era solo un chaval de dieciocho años, por aquel entonces creía que los tories habían aprendido la lección de los dieciocho años de escándalos y descontento social que hubo durante los once años de gobierno de Margaret Thatcher y, sobre todo, los siete años de gobierno de John Major, donde los escándalos eran ya algo cotidiano y diario en la política británica de los años 90. Debo decir que me equivoqué totalmente. Los tories no aprendieron absolutamente nada después de trece años en la oposición, periodo en el que a su vez los laboristas estuvieron en el poder, primero con Tony Blair al frente del gobierno y posteriormente con Gordon Brown. 

Los años de gobierno de David Cameron fueron un completo desastre, donde una de sus primeras medidas fue la de aprobar el famoso referéndum de independencia para Escocia en el año 2014. Un referéndum que a punto estuvo de provocar la independencia de los escoceses pero que a última hora condujo a una victoria de los unionistas que preferían mantenerse dentro del Reino Unido. Cabe añadir que el ex premier británico laborista Gordon Brown, el cual es escocés, fue el que le sacó las castañas del fuego a su ex rival Cameron cuando las encuestas anunciaban que la victoria de los independentistas era un hecho. Finalmente, y aunque salió el no, el hecho de que Cameron abriese la caja de pandora a la hora de aprobar el referéndum, así como la llegada del Brexit dos años después, los escoceces están más decididos que nunca para acudir a un segundo referéndum que esta vez sí promete que llevará a Escocia a la independencia.

Después del referéndum escocés vino el famoso Brexit, el cual supuso el fin prematuro al gobierno de Cameron y provocó la llegada de Theresa May. Personalmente debo decir que yo soy partidario de que todos los países miembros abandonen la Unión Europea, pero una cosa es hacer las cosas bien y otra fue la jugada tan peligrosa como imprevista que Cameron se sacó de la manga para ser reelegido en 2015. Y es que aunque finalmente fue reelegido, su segundo y último mandato solo duró un año, el tiempo suficiente para convocar el referéndum creyendo que lo ganaría, perderlo posteriormente y dimitir mientras tarareaba una canción y dejaba a Reino Unido en una de sus peores crisis políticas, económicas y sociales en décadas tras seis convulsos años de mandato. Cameron dejaba ahí el pastel envenenado para quien quisiese recogerlo, y esa fue su ministra del Interior Theresa May.

De May escribí en algunas ocasiones en este blog durante los tres años que fue primera ministra y debo decir que no fue para bien. Pocas personas han sido más inútiles a la hora de dirigir un gobierno y una situación tan caótica como Theresa May, la cual fue la encargada de negociar con la Unión Europea la salida del Reino Unido de la institución. Tres años en los que una May débil y dubitativa no se atrevía a ir hacia lo que se denominó en su día como un Brexit duro. Desde Bruselas le tomaban el pelo en las negociaciones y ella se dejaba tomar el pelo mientras su único empeño era el de mantenerse en el cargo mientras los parlamentarios tories conspiraban permanentemente para derrocarla y encomendar el gobierno a quien verdaderamente estaba destinado a suceder a Cameron en 2016: el ex alcalde de Londres y posterior primer ministro Boris Johnson, el cual es de hecho primo del propio Cameron.
 
A finales de 2018 May consiguió un acuerdo con la Unión Europea para el Brexit, pero los tories lo consideraban un insulto y tumbaron en la Cámara de los Comunes el propio acuerdo que su gobierno había alcanzado con Bruselas. Tras esto se produjo una moción de censura de los laboristas contra May, la cual fue rechazada por la mínima y la dejó en una posición aún peor de la que ya se encontraba. Finalmente y tras llegar en 2019 a un segundo acuerdo con Bruselas, los tories volvieron a tumbar ese acuerdo de salida, lo cual fue el detonante para que May dimitiese contra su voluntad y entre lloros en julio de 2019, dando paso al polémico Boris Johnson y sin haber llevado a buen puerto la tarea por la que fue designada primera ministra. 

Una vez instalado Johnson en Downing Street, lo primero que hizo fue convocar elecciones generales para finales de 2019, de las cuales sacó un gran resultado, siendo ésta las últimas elecciones generales que los tories ganarían. Tras esto se produjo el acuerdo que verdaderamente anhelaban los conservadores para salir de la Unión Europea, el cual no tardó en llegar tras la llegada de Johnson al gobierno. En diciembre de 2019, la Cámara de los Comunes votó a favor del Brexit tras tres convulsos años de negociaciones y al mes siguiente, finales de enero de 2020, se oficializó la salida de Reino Unido de la Unión Europea. Todo parecía ir perfectamente para Johnson, el cual creía que este era el primer paso para dejar un legado imborrable en la historia británica. Pero he aquí que tras el éxito del Brexit llegó justo después la pandemia. Una pandemia que provocó que Johnson tomase medidas drásticas parecidas en cierta forma a la que Pedro Sánchez tomó aquí en España. 

Pero no fue hasta finales de 2021 cuando la situación estalló definitivamente para Johnson al salir publicadas una serie de informes que implicaban al primer ministro en una serie de fiestas en Downing Street en mitad del confinamiento. Es entonces cuando sale a la luz el caso Partygate, donde las informaciones sobre las juergas orquestadas por Johnson y sus colaboradores (Entre los que se encontraba el futuro premier Rishi Sunak) comenzaron a ir a más. Finalmente y tras varios meses de escándalos a lo largo de todo el año 2022 y una moción de censura auspiciada por los propios tories que finalmente fracasó, Johnson dimite en septiembre de 2022, solo dos días antes del fallecimiento de la reina Isabel II. Dejaba un país sumido en la indignación social y a los tories en una situación de desangre que ya venían arrastrando desde 2016 tras el referéndum del Brexit y la dimisión de Cameron.

Es entonces cuando llega el momento de una sujeta que sinceramente no sé ni para qué me molesto en escribir sobre ella. Me refiero a la sucesora de Johnson al frente del gobierno británico y del Partido Conservador: la breve Liz Truss, ministra de Igualdad con Johnson. Una señora que se presentó a las primarias de los tories para suceder a su jefe. Al mismo tiempo también se presentó el ministro de Hacienda y partícipe con Johnson en las fiestas del Partygate, Rishi Sunak, ganando finalmente Truss estas primarias. El breve mandato de esta señora puede definirse en dos palabras: gafe y breve. 

Gafe porque solo dos días después de su nombramiento como primera ministra se produjo el fallecimiento de la reina Isabel II, lo cual fue en realidad el factor que provocó que su gobierno durase un mes y no una semana. Y breve porque tras el periodo de duelo tras el fallecimiento de la reina, el cual duró un mes, Truss decide comunicar los ejes de su nueva política, anunciando una bajada de impuestos masiva que provoca una crisis en los mercados y la inmediata dimisión de Truss tras ser presionada por parte de los tories para que abandonase cuanto antes. De esta forma acabó el mandato (Si es que se le puede denominar así) de Truss, el cual fue más efímero que una estrella fugaz, cosechando el record de convertirse en la primera ministra más breve de la historia británica al estar poco más de un mes en el cargo.

Es entonces cuando vuelve a salir a la palestra el ex rival de Truss en las primarias celebradas solo un mes antes: Rishi Sunak, el cual fue designado por los tories como nuevo primer ministro. Sunak, de origen indio, ha sido ya definitivamente el remate final de catorce años de gobierno conservador. Su política inmigratoria, la cual le ha valido más de un disgusto con su propio partido, ha sido un rotundo fracaso. Por otra parte, su política de defensa ha sido de apoyo acérrimo a Ucrania en la guerra y completamente hostil hacia la Rusia de Putin. Por otro lado, su nombre ha estado en más de una ocasión en boca de los suyos en estos dos años de mandato, ya que consideraban un fracaso su gobierno y su liderazgo y creían conveniente forzar su dimisión para que otro miembro del Partido Conservador ocupase su lugar hasta las elecciones generales. 

Finalmente no ha sido así, ya que Sunak ha resistido a las presiones internas hasta que hace un mes decidió convocar finalmente los comicios que han llevado a los tories a la mayor derrota electoral en 200 años de su historia. Una derrota electoral solo comparable, como ya he dicho antes, a la cosechada por John Major en mayo de 1997, la cual fue igual de previsible en su resultado que la cosechada en el día de ayer. Y es que no es ningún secreto que desde 2016, pero sobre todo desde 2020, el Partido Conservador ha ido desangrándose insistentemente mientras el país se hundía en términos sociales, económicos y políticos gracias a la gestión de los tories en estos catorce años. 

La derrota de los conservadores británicos ha sido pues muy justa, e incluso me atrevería a decir que algo insuficiente a tenor de lo que algunas encuestas pronosticaban, otorgándoles un resultado mucho peor que el obtenido finalmente. Aunque no me alegro para nada de la victoria de los laboristas, me alegro enormemente de la derrota humillante de los tories. Y es que si por algo se ha caracterizado el Partido Conservador y sus sucesivos primeros ministros en estos catorce años ha sido por considerar que Reino Unido era su cortijo particular. Aparte de la desastrosa e inestable política que han realizado en estos catorce años y que he narrado en esta entrada, la forma en la que los conservadores han gestionado los sucesivos nombramientos de los primeros ministros tories en estos años no ha podido ser más impresentable. 

No es de recibo que una nación que se caracteriza por ser una de las democracias más antiguas del mundo y el referente mundial del sistema parlamentario elija de forma interna a los primeros ministros que ha habido en estos catorce largos años. No considero en absoluto democrático que cuando un primer ministro dimite, su sucesor sea elegido por los miembros de su partido a través de elecciones internas. Conviene recordar que estamos hablando de Reino Unido, no de China ni del Partido Comunista chino, por lo que las elecciones de un primer ministro deben ser siempre respaldadas por el beneplácito previo de las urnas, que es quien legítimamente otorga su confianza al nuevo jefe del gobierno. 

Sin embargo, los tories han cambiado de primeros ministros en estos catorce años como quien cambia de móvil cada cuatro o cinco años. Con la excepción de David Cameron, el cual fue nombrado primer ministro en mayo de 2010 tras las elecciones generales de entonces, tanto Theresa May como Boris Johnson, Liz Truss y Rishi Sunak han sido elegidos de forma interna por el propio partido y no a través de unas elecciones generales donde todo el conjunto de la sociedad decide quién debe gobernar su nación. Por no hablar de la escalofriante cifra de tener cinco primeros ministros en catorce años. 

Cabe recordar que en los dieciocho años de gobierno de los conservadores solo hubo dos primeros ministros: Margaret Thatcher y John Major. Y en los trece años de gobierno de los laboristas solo hubo dos jefes del gobierno: Tony Blair, cuya mandato duró diez años, y Gordon Brown, cuyo gobierno duró tres años. Habría que remontarse en todo caso hasta el periodo entre 1951 y 1964. Trece años en el que los tories nuevamente tuvieron cuatro primeros ministros: Winston Churchill, Anthony Eden, Harold Macmillan y Alec Douglas-Home. En este caso, a excepción de Churchill, sus tres sucesores fueron igualmente elegidos de forma interna por los tories, sin necesidad de acudir a las urnas. 

Es verdad que tanto en ese periodo como en el periodo transcurrido entre 2010 y 2024, los primeros ministros elegidos de forma interna convocaron elecciones posteriores para someterse al veredicto de las urnas; pero eso no justifica su llegada al poder sin pasar por las urnas, única vía legítima y válida en un sistema de democracia parlamentaria como el británico para que un político asuma la responsabilidad de gobernar. Todo lo demás son medios antidemocráticos e ilegítimos para alcanzar el liderazgo de un país. Cabe decir también que no solo los tories se han servido de este método, también los laboristas lo han hecho a lo largo de su historia. Solo que los conservadores se han caracterizado más por exprimir esta vía que sus rivales políticos. 

En definitiva, Sunak (El cual ha anunciado ya su dimisión como líder de los conservadores británicos) y los tories se han llevado una derrota humillante, catastrófica e histórica a la vez que merecida tras catorce años de desastroso gobierno conservador (Poco más de 120 escaños). Un gobierno que de conservador ha tenido poco, ya que como he añadido antes, los tories se han caracterizado por una política woke en la que los laboristas serían unos meros aprendices. Los laboristas, liderados por Keir Starmer, se han llevado por su parte el mayor triunfo electoral cosechado desde hace veintisiete años (Algo más de 410 escaños), cuando Tony Blair desalojó a John Major y llegó a Downing Street tras obtener el mayor triunfo laborista de su historia en 1997. 

Como ya he dicho, no espero nada de Starmer, ya que seguirá implantando desde Londres las políticas realizadas por los tories en estos catorce años. Puede que de cara a la galería haya algunos cambios. De hecho ya se está hablando de la posibilidad de que Reino Unido vuelva a la Unión Europea de aquí a unos años con este nuevo gobierno que hoy se ha formado. Una decisión que en mi opinión sería lo peor que podrían hacer los británicos, pero bueno, allá ellos. Bastante tenemos ya aquí nosotros con nuestros problemas, que no son pocos. 

Los laboristas han puesto pues fin a casi una década y media de gobierno conservador pero mantendrán de fondo las mismas políticas que sus contrincantes políticos, solo que mejorando en alguna forma los desperfectos, o quizás ni eso. Y es que al igual que sucede aquí en España entre el PSOE y el PP, los laboristas y los tories no dejan de ser dos patas de un mismo banco. De esta forma, si algún ingenuo cree que los laboristas van a hacer algo para remediar los males de Gran Bretaña, ya pueden ir descartando esa posibilidad. Ha habido cambio de gobierno, pero las políticas seguirán siendo las mismas, dirigidas hacia el progresismo y el wokismo globalista mientras la isla británica se hunde cada vez más. 

De hecho Starmer hereda un Reino Unido que ha perdido ya por completo todas sus raices históricas, culturales, raciales y sociales. Lo que hoy en día predomina en Gran Bretaña e Irlanda del Norte es solo la sombra de una sociedad que en su día lo fue todo a nivel mundial y que hoy es gobernada por aquellos a los que en su día colonizaron. Este es pues el epílogo de una gran nación de la que hoy en día no quedan ni las sobras. Y eso Starmer lo sabe, pero le es indiferente, al igual que le han sido indiferente a todos los demás primeros ministros anteriores que han conducido a su país a esta situación de decadencia absoluta.

Con la llegada de hoy de Starmer a Downing Street es posible que los laboristas ocupen el poder durante un largo periodo de tiempo, quizás durante más de una década. En estos próximos años los laboristas de Starmer deberán enfrentarse a nivel interno a los más que probables referéndums de independencia en Escocia e Irlanda del Norte, que seguramente tengan éxito, así como a la cada vez más preocupante situación con la guerra en Ucrania a nivel externo, la cual amenaza cada vez más con extenderse al resto de Europa. 

La cuestión ahora es ¿Han aprendido los laboristas en estos catorce años en la oposición de los errores cometidos por Blair y Brown en el último periodo en el que estuvieron en el poder? Ya respondo yo: No. Del mismo modo que tampoco lo han aprendido los tories. Pero eso le es indiferente al personal, ya que todos los partidos políticos de cualquier país de nuestro entorno saben que aunque no hayan tomado nota de los errores pasados, la sociedad tiene memoria de pez, y que tarde o temprano los volverán a votar para acto seguido cometer errores aún más graves.