Hoy se cumplen 2068 años de uno de los asesinatos más trascendentales de la Historia: el asesinato de Cayo Julio César, ocurrido el 15 de marzo del 44 a. C. Un asesinato que ha sido llevado a la literatura y al cine en múltiples ocasiones y que no deja de ser fascinante por la relevancia histórica que tuvo tal suceso. ¿Quién no recuerda la famosa frase del adivino: "César, guárdate de los idus de marzo"? Una frase que de haberla seguido al pie de la letra el propio César habría supuesto un vuelco en el curso de la Historia.
Varias veces me he preguntado qué habría ocurrido de no haber sido asesinado Julio César. Quizás la República Romana hubiese seguido en vigor, o quizás César hubiese visto culminado su sueño de convertirse en rey. De haberse consumado este hecho es posible que César se hubiese divorciado de Calpurnia para casarse con Cleopatra, con la cual tuvo a su hijo ilegítimo, Cesarión. Quizás con ese matrimonio, César y Cleopatra habrían fusionado los reinos de Roma y Egipto en uno solo con Cesarión como heredero y futuro rey. De hecho hay teorías no demostradas que creen que Cleopatra estuvo implicada en la conspiración, ya que en los idus de marzo ella se encontraba en Roma y seguramente creería que con la caída de César, Cesarión sería proclamado heredero de César.
Otra cuestión que también habría podido suceder de no haber sido asesinado César y de haber contraer matrimonio con Cleopatra era la cuestión religiosa. Con este hipotético enlace matrimonial las religiones romana y egipcia se habrían fusionado y probablemente el Cristianismo no hubiese existido. Hay que destacar de hecho que según el Evangelio de San Lucas, por el Decreto promulgado por César Augusto en el que se obligaba a realizar el censo, José tuvo que ir junto a María desde Nazaret hasta Belén (su tierra natal) para inscribirse como consecuencia de este Decreto. Teóricamente, según la Biblia, fue en este momento en el que Jesús nació, cumpliéndose la profecía de que el Mesías debía nacer en la ciudad de Belén. De no haberse producido el asesinato de Julio César, la llegada posterior de Octavio Augusto no se habría producido nunca, y con ello tampoco el Decreto que obligó a José y a María a ir a Belén, con lo cual el Cristianismo jamás hubiese tenido lugar.
Pero volviendo a los idus de marzo hay muchas cuestiones controvertidas. Según la versión oficial, los conspiradores realizaron el magnicidio con el objetivo de salvar a Roma de la tiranía de César, el cual estaba decidido a convertirse en rey, según ellos. De hecho tanto en "Las vidas paralelas" de Plutarco como en "La vida de los doce Césares" de Suetonio se recoge que en la jornada del asesinato, el Senado (el cual se encontraba temporalmente reunido en la Curia de Pompeyo) tenía previsto realizar una proposición para proclamar a César rey de todo el territorio romano fuera de Italia. De hecho según se cuenta también, fue esta noticia con la que Décimo Bruto (Uno de los conspiradores) convenció a César para que acudiese al Senado, ya que César estaba ya decidido a no ir como consecuencia de las advertencias de Calpurnia por los malos presagios que había tenido esa misma noche mientras dormía.
Según la versión oficial, los conspiradores actuaron, entre otras cosas, para detener este hecho y evitar así que César fuese proclamado rey. Pero la realidad es, en mi opinión, otra muy distinta. Julio César fue asesinado por envidia y viejas rencillas que los conspiradores tenían contra el dictador y militar romano. Muchos de los conspiradores fueron rivales de César durante la guerra civil entre éste y su ex yerno y rival político, Pompeyo. César, una vez hecho prisioneros durante la guerra a sus futuros conspiradores, les perdonó la vida y los dejó en libertad y los restituyó en sus cargos. Quizás César era fiel seguidor de la frase "Ten cerca a tus amigos, pero más cerca a tus enemigos", el problema está en que este refrán no acabó saliéndole bien al propio Julio, ya que quizás los tuvo más cerca de lo que debía. Cuestión quizás de ingenuidad, falta de réncor o de amabilidad y confianza del propio dictador hacia sus enemigos y futuros conspiradores.
Está claro que muchos de los conspiradores no perdonaron a César su victoria sobre Pompeyo, ni tampoco dejaron pasar que César hubiese llegado tan alto siendo uno más de entre todos ellos. El hecho de que el Senado lo proclamase dictador vitalicio fue ya la gota que colmó el vaso para algunos, que veían como un tipo al que repudiaban podía llegar tan alto dentro de la jerarquía política romana. Cayo Casio Longino, Casca, Décimo Bruto (el cual era partidario de César e incluso luchó a su lado), Lucio Tilio Cimbro (Metelo Címber en la obra de Shakespeare), Trebonio o Cinna (su propio ex cuñado) son los nombres más relevantes de esa lista de políticos que despreciaban a César y querían verle muerto. Eso sí, todo por salvar a Roma de las ambiciones del propio César, según ellos.
En mi opinión está claro que el único que actuó con honradez y creía que lo que se estaba haciendo era por el bien de Roma fue Marco Junio Bruto (familiar de Décimo Bruto). Bruto era uno de los más cercanos amigos de César y aunque luchó contra él en la guerra siempre sintió gran aprecio por él. De hecho son innumerables las voces que han circulado a lo largo de estos siglos afirmando que Bruto era hijo de una relación clandestina entre el propio César y la madre de Bruto, Servilia; y que quizás fue ese el motivo por el que le perdonó la vida cuando se enfrentó a él en la guerra civil. Por este motivo César le diría a Bruto al ser apuñalado por él su mítica frase antes de morir "¿Tú también, hijo mío?", antes de caer muerto a los pies de una estatua de su enemigo Pompeyo. El mismo al que él había derrotado en la batalla de Farsalia. Ironías de la vida.
Sea como fuere es cierto que el aprecio de Bruto hacia César era real, pero también es cierto que Bruto comenzó a dejarse influenciar por los conspiradores y a creer realmente que César constituía un peligro para la República. De hecho, y esto se ve claramente reflejado en la gran obra de William Shakespeare "Julio César", es el propio Casio (verdadero instigador de la conspiración y enemigo acérrimo de César) el que convence a Bruto del peligro y de la tiranía de César y del bien que supondría a Roma su desaparición. Bruto finalmente cae en la manipulación y se convirtió en uno de los principales conspiradores. Un conspirador que como afirma Marco Antonio en el final de la obra de Shakespeare "Solo él conspiró creyendo que lo que hacía era por el bien de Roma, mientras que los demás lo hicieron por envidia al gran César".
La caída de César llevó consigo la huída de los conspiradores y con ello el posterior estallido de una nueva guerra civil entre los asesinos del político romano y de los partidarios de César: Octavio y Antonio, los cuales vengaron su asesinato dando muerte a todos los implicados en la conspiración (e incluso a algún que otro que a pesar de su oposición a César no participó en el magnicidio, como fue el célebre político, abogado y orador Marco Tulio Cicerón). Ninguno de los conspiradores sobrevivió a César más de tres años. Todos ellos se suicidaron o fueron asesinados en plena guerra civil, la cual terminó con el suicidio de Casio y Bruto tras su derrota en la batalla de Filipos.
No hay duda de que el asesinato de César marcó un antes y un después en la historia de Roma y por ende en la historia de la humanidad. Si consideramos por un momento que los conspiradores actuaron para salvar a la República (Que no lo hicieron por tal motivo) cabe decir que a la larga consiguieron todo lo contrario. La muerte de César provocó la llegada de su sobrino nieto, Octavio, quien formaría posteriormente un gobierno de tres (triunvirato) junto al fiel amigo de César, Marco Antonio, y uno de los generales más favorables al dictador, Marco Emilio Lépido. La posterior ruptura del triunvirato, la relación amorosa de Marco Antonio con Cleopatra y el posterior estallido de una guerra civil entre Octavio Augusto y Antonio (que acabó con la muerte del propio Antonio y Cleopatra tras la batalla naval de Actium) provocó la instauración del Imperio Romano, convirtiéndose Augusto en el primer emperador de Roma. De esta forma Octavio Augusto consiguió de forma muy inteligente lo que su tío abuelo Julio César no consiguió hacer de forma más brusca: convertirse en un monarca aunque fuese manteniendo simbólicamente los principios de la República a través de un Principado.
Por ello el asesinato de César sirvió a largo plazo para instaurar lo que en teoría los conspiradores rechazaban: el fin de la República y el establecimiento de una Monarquía en Roma. De no haberse producido el asesinato de César es probable que Roma se hubiese convertido en una Monarquía sin disfraz alguno, pero también es cierto que la llegada de Octavio no se habría producido, ni su fiel amigo Marco Antonio hubiese mantenido una relación con Cleopatra, ni la guerra civil entre Antonio y Octavio se hubiese producido, ni seguramente el Imperio Romano y el sistema de gobierno del Principado se hubiese llegado a instaurar. La historia por su parte la habrían escrito otros. César la habría seguido escribiendo de no haber sido asesinado, y seguramente tras él, Cesarión y muchos otros personajes que al final pasaron desapercibidos y/o tuvieron también un trágico final como consecuencia de los históricos sucesos acaecidos en los idus de marzo.
Para finalizar debo añadir que pese a todo y con toda probabilidad, de no haber sido asesinado César en los idus de marzo, su final estaba ya igualmente escrito y próximo. El dictador romano tenía ya demasiados enemigos a sus espaldas y solo era cuestión de tiempo que su magnicidio se produjese. Quizás de no haber logrado los conspiradores su objetivo en los idus de marzo lo habrían retrasado un poco más adelante, quizás antes de que César partiese de nuevo a la guerra para conquistar Partia, que era su próximo objetivo militar. Lo que está claro es que los históricos sucesos producidos en Roma aquel día cambiaron la historia del mundo con la caída de uno de los más grandes personajes en términos políticos y militares de la Historia. Julio César tuvo la virtud de ser un gran estratega militar y probablemente un ingenuo político el cual nunca llegó a pensar que su vida corría más peligro dentro de la política romana que en el campo de batalla. Su ambición, su arrogancia y el exceso de confianza en sí mismo fueron los detonantes, entre otros factores, para que sus enemigos políticos le diesen muerte tras asestarle veintitres puñaladas a la edad de 56 años un día como hoy hace 2068 años.
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