miércoles, 3 de mayo de 2023

La reelección de Biden


Hace unos días se hizo oficial a través de un vídeo protagonizado por el propio Joe Biden lo que algunos creían imposible hasta hace poco: El actual presidente de Estados Unidos ha anunciado oficialmente su candidatura para ser reelegido en las elecciones presidenciales de noviembre de 2024. Unas elecciones, que de ganarlas el todavía presidente, contaría con 82 años en el momento que fuese reelegido. Pero lo peor de esto no es que la primera potencia mundial pueda reelegir a un anciano senil para un segundo mandato como presidente, sino el hecho de que éste ha hecho su anuncio de candidatura basándose en que debe detener a toda costa un posible regreso a la Casa Blanca del ex presidente Donald Trump. 

Es decir, la cuestión aquí radica en que el presidente norteamericano no tiene un programa en el que basar su discurso a la hora de convencer a la población para que lo reelijan, sino que sólo se presenta con el objetivo de que no gane el contrario. Algo que podríamos considerar hasta "Normal" si lo observamos en cualquier país del mundo, incluso en España, pero no en la que, repito, es la primera potencia mundial. De hecho, si alguien dijese hace unos años que veríamos este escenario en Estados Unidos nos parecería surrealista, pero una vez más, la realidad supera a la ficción. De hecho, tan surrealista es esta situación, que ni la mayoría del electorado demócrata comparte la idea de tener que soportar cuatro años más a Biden, el cual muchos creían que en estos meses anunciaría su decisión de no presentarse a la reelección, y por ende, de retirarse de la política tras acabar su primer mandato en enero de 2025. Pero como bien se ha podido comprobar, Biden no tiene aún ganas de jubilarse. 

Con esta decisión, tanto EEUU como el resto del mundo se enfrentan a un escenario en el que el Despacho Oval seguiría dirigido (Si es que lo dirige él realmente, lo cual dudo seriamente) por un hombre cuya incapacidad para seguir dirigiendo Norteamérica se ha hecho ya más que notable. No son pocas las veces en las que se ha visto al presidente Biden salir huyendo en actos o no saber dónde situarse, o simplemente decir frases sin sentido, lo cual demuestra que este hombre debería haber sido declarado incapaz para seguir gobernando hace ya muchos meses. Esto en la Casa Blanca y en las principales instituciones políticas y financieras estadounidense lo saben, pero prefieren mantener a un octogenario haciendo el ridículo antes que poner en Washington a alguien verdaderamente capaz de gobernar una nación con más de 330 millones de habitantes.

El problema radica en que la sociedad estadounidense vive desde hace años bajo un clima de crispación que no hace sino aumentar con el paso del tiempo. Un clima en el que tanto demócratas como republicanos han puesto su grano de arena para que los norteamericanos vivan hoy más divididos que nunca. Por otra parte está la cuestión de Donald Trump, el cual sigue sin asumir que perdió (O le robaron, escojan el término que quieran) las elecciones de 2020. De hecho, su situación procesal actual, por muy surrealista que parezca, no hace sino aumentar sus apoyos para su candidatura en las elecciones del año que viene. Si Trump hubiese cedido el testigo en enero de 2021, sin asaltos al Capitolio de por medio, y hubiese aceptado sin más el triunfo, para desgracia de todos, del establishment progresista tanto estadounidense como mundial, la cosa en estos momentos puede que fuese algo distinta, aunque tampoco mucho. 

Con la opción de Trump de haberse podido retirar hace ahora dos años, la acabada presidencia de Biden tendría hoy ya fecha de finalización. Por el contrario, la decisión del ex presidente de volver a la primera línea no hace sino dar alas tanto a un presidente quemado y con claros síntomas de problemas tanto físicos como mentales, como a una vicepresidenta que tiene los índices de popularidad al nivel del presidente, por los suelos. Y lo peor de todo es que esto ocurre cuando estamos de facto en plena Tercera Guerra Mundial contra Rusia. Sí, digo bien; una Tercera Guerra Mundial en la que la Administración Biden ha sido la primera interesada en implicar tanto a los Estados Unidos como al resto de Europa en un conflicto bélico que a nosotros nos era completamente ajeno e indiferente. Con la intención de Trump de presentarse en 2024, los demócratas tienen la excusa perfecta de hacer entrar a occidente en un miedo colectivo por las decisiones favorables a Rusia que Trump podría llevar a cabo si vuelve a la Casa Blanca. 

Por otra parte, me gustaría señalar algo que en mis 30 años de vida no he apreciado en lo que respecta a la política estadounidense, salvo la excepción de los ocho años de presidencia de Obama. En lo que a mí respecta debo decir que nací en noviembre de 1992, mes y año en el que Bill Clinton consiguió la presidencia de EEUU frente a un acabado George Bush padre, el cual se enfrentaba a una tan difícil como improbable reelección. Pues bien, tras 30 años de aquel momento cabe preguntarse: ¿Qué relevo generacional ha habido desde enero de 1993 (Fecha en la que Bush padre cedió oficialmente el testigo a Clinton) hasta el año 2023? Ninguno. Por lo que a mí respecta, no he visto ningún relevo generacional en Washington en las últimas tres décadas (A excepción de los ocho años de presidencia de Obama, como ya he dicho). Bill Clinton nació en 1946, y fue presidente de EEUU desde 1993 hasta 2001. En noviembre del año 2000, Bush hijo se enfrentó y obtuvo la presidencia frente a Al Gore, los cuales habían nacido respectivamente en 1946 y 1948, en la que sin duda fueron las elecciones más polémicas y controvertidas de la historia de EEUU. En 2004 la situación se repite, presentándose nuevamente Bush hijo por los republicanos, mientras que el candidato por los demócratas sería esta vez John Kerry, nacido en 1943. Estas elecciones otorgaron la reelección al entonces presidente republicano. Tras los ocho años de presidencia de Bush hijo, en 2008 se da contra todo pronóstico el salto generacional hacia la década de 1960. Obama nació en 1961 y entró dando un aire fresco a la política estadounidense (Con independencia de las ideologías políticas). 

Un salto generacional que, en teoría, nunca debió producirse, ya que el establishment apoyaba en un principio la candidatura demócrata de Hillary Clinton, nacida en 1947, para relevar a la administración republicana de Bush hijo. Como todos sabemos, ese mérito se lo llevó Obama, quien finalmente fue la apuesta del establishment para ganar las primarias demócratas y las elecciones presidenciales de noviembre de aquel año. En 2012, Obama se presentó a la reelección, teniendo como rival por los republicanos a Mitt Romney, nacido en 1947. Como es sabido, Obama ganó de nuevo esas elecciones. Sin embargo, cuatro años después, se vuelve a dar un paso atrás en términos generacionales: Hillary Clinton por fin consigue la candidatura de los demócratas para enfrentarse al republicano Donald Trump, nacido en 1946. Para sorpresa de todos, Trump consigue la presidencia en noviembre de 2016, jurando el cargo en enero de 2017. Cuatro años después, la situación vuelve a repetirse: Trump se presenta por los republicanos, teniendo esta vez como contrincante por los demócratas al ex vicepresidente de Obama, Joe Biden, el cual nació en 1942. Al final, y tras una de las elecciones más polémicas, Biden "Gana" la Casa Blanca y acaba con la presidencia de Trump. 

Cuatro años después, todo parece indicar que los candidatos a las primarias republicanas y demócratas volverán a ser los mismos (Siempre y cuando, Ron DeSantis no dé el paso al frente y decida hacerle frente a Trump por la candidatura republicana) y las elecciones de noviembre de 2024 volverán a ser entre Biden y Trump, lo cual indica la falta de ganas y la sobra de intereses en la élite política americana de dar un paso atrás y dejar que una generación más joven se haga cargo del "Imperio Norteamericano". Una posición que hace que América esté siendo gobernada desde hace 30 años por la misma generación de los nacidos en la década de 1940, la cual comenzó en 1993 con un joven de 46 años llamado Bill Clinton accediendo a la presidencia estadounidense, y acabando 30 años después con un anciano de 81 años llamado Joe Biden ocupando ese mismo cargo y ese mismo despacho. 

¿Qué puede ocurrir para que el escenario Biden-Trump no se repita, y se dé paso a un relevo generacional? Por un lado, que desde el Partido Republicano se busque a un candidato joven, en este caso a Ron DeSantis, para que desde el interior de Estados Unidos como en el resto del mundo se vea que el establishment de Washington apuesta por el relevo generacional y acabe de una vez con la vieja política que lleva imperando en Norteamérica desde hace 30 años (Apuesta que, lógicamente, la élite de Washington no está dispuesta a aceptar). Aun así creo personalmente que si un tipo con tirón electoral como DeSantis decidiese presentarse, gran parte de las bases republicanas (Que no todas, ya que otra gran mayoría sigue apoyando a Trump) aprobarían esta candidatura. El problema está en cómo hacer entrar en razón a Trump de que su tiempo ya pasó, y que una nueva candidatura suya supondría más contras que pros a la hora de poner fin a la Administración Biden, además de provocar mayor confrontación tanto dentro de los republicanos como en la propia población norteamericana en sí. Difícil tarea para los que se propongan convencer a Trump. Quizás, la única solución a todo ello sería la de forzar al propio Trump y a su familia de que desistan en su empeño de regresar al Despacho Oval.

En lo que respecta a los demócratas, el problema es doble: Por un lado habría que forzar a Biden de que no se presente, aunque más que a él, habría que forzar también en este caso a su familia de no seguir adelante con esta locura y/o estupidez. Por otro lado, debo añadir que con independencia de lo que ocurra, la guerra mundial de facto contra Rusia y la humillante retirada de las tropas americanas de Afganistán, son ya el legado que Biden deja tanto a EEUU como al resto del mundo. Dicho esto, si finalmente el propósito de hacer retirar a Biden se consiguiese, posteriormente habría que hacer lo mismo con la vicepresidenta Kamala Harris, la cual espera impaciente la destitución por incapacidad, dimisión o fallecimiento de Biden para hacerse cargo de la presidencia. 

Forzar a Harris de que renuncie es algo que tampoco se antoja nada fácil, ya que Harris cree que debe ser la sucesora natural de Biden si éste renuncia. Y si finalmente se consiguen ambos propósitos (Forzar la renuncia de Biden por un lado, y de Harris por otro), el Partido Demócrata debería entonces encontrar a un candidato joven que, al igual que los republicanos, conecten con la sociedad estadounidense. Pero por desgracia, y a menos que en los próximos meses Biden anuncie de motu propio su renuncia a presentarse (Un escenario que no hay que descartar, ya que esto fue lo que ocurrió en 1968 con el presidente Lyndon Johnson), todo parece indicar que las elecciones de 2024 volverán a ser entre el actual presidente por un lado, y Trump por otro. Si esto se confirma, es seguro que el resultado electoral volverá a decantarse en favor de Biden, ya que los intereses del establishment van en contraposición con los de Trump.

En definitiva, creo que para desgracia de todos nos queda mucha administración demócrata por delante (Como mínimo hasta enero de 2029), y muchas victorias venideras por parte de la élite progresista mundial, ya sea con un títere como Biden al frente, o ya sea con una ambiciosa Harris de relevo. Lo que no es de recibo es que la primera nación mundial se vea lastrada por la imagen de un presidente enfermo y débil, el cual es a su vez una marioneta del verdadero poder que actúa a la sombra de todos. Ya se sabe que un Imperio cae cuando ese mismo Imperio se ha destruido de forma interna, y ese es el camino que lleva el Imperio Estadounidense, el mismo que han sufrido otros grandes Imperios a lo largo de la historia, como por ejemplo el Romano. La cuestión ahora es, ante un Imperio que está en plena decadencia, en medio de una guerra contra otra gran potencia extranjera (La Rusia de Putin) y sin un líder fuerte y ambicioso, ¿Cuál será la siguiente potencia mundial en asumir el mando al frente del planeta? De momento, desde Pekín, algunos ya están frotándose las manos, y quizás ese sea el peor de los destinos al que nos enfrentemos en términos globales dentro de poco tiempo: El de una China comunista con Xi Jinping al frente como primera potencia mundial. De momento, el simple hecho de pensar en este horrible e imparable escenario hace que uno grite a los cuatro vientos aquello de "Dios bendiga a América".

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.