Hace sólo unas horas ha sido elegido en segunda vuelta el candidato puesto a dedo por Puigdemont como nuevo presidente de la generalitat catalana; Quim Torra. ¿Quién es Quim Torra? Pues hasta hace unos días nadie tenía ni puñetera idea. Ahora sabemos que ha sido ex presidente de la asociación independentista Omnium Cultural y uno de los personajes de máxima confianza del fugado Puigdemont. Pero lo que verdaderamente llama la atención es su perfil ideológico. Estamos ante un personaje pura y radicalmente independentista, hasta el punto de dejar a Puigdemont como una hermanita de la caridad. Un personaje que no sólo se considera independentista sino que siente un profundo odio hacia todo lo español. Estamos ante un digno sucesor de Joseph Goebbels, ya que el sujeto en cuestión ha llegado incluso a confirmar la supremacía de la raza catalana frente a la raza española. Sí, han leído bien. Estamos ante un fanático radical que ya ha confirmado su lealtad a Puigdemont, así como su entera disposición de ir a por todas en lo que respecta a la restitución de la República Catalana proclamada en octubre del año pasado.
A esto hemos llegado, señores. Parecía que ya lo habíamos visto todo en este esperpento hasta que ha aparecido este tipo y ha revolucionado por completo el panorama catalán y español. A esto ha llevado la no implantación del 155 en Cataluña tras la proclamación de la DUI el pasado 27 de octubre. Un escenario cuyos máximos responsables son el presidente del gobierno, Mariano Rajoy, el líder del PSOE, Pedro Sánchez, y el líder de Ciudadanos, Albert Rivera. En lo que respecta a este último debo decir que este tipejo representa lo peor de lo peor de la política española. ¿Por qué digo esto? Básicamente porque si alguien a intentado sacar tajada electoral de esta crisis de estado ha sido el propio Rivera, el cual puso como condición "Sine qua non" para apoyar el 155 la convocatoria urgente de elecciones autonómicas en Cataluña, todo con el objetivo de que su partido alcanzase cuanto antes la presidencia catalana. Una vez fracasado en el intento, Rivera ha recriminado a Rajoy la convocatoria express de las elecciones y hace tan sólo unos días afirmó en el congreso que rompía su acuerdo con Rajoy en la crisis catalana por no recurrir el presidente del gobierno el voto delegado de Puigdemont y Comín. Ahora, tras la proclamación como presidente de Torra, Rivera exige a Rajoy un nuevo 155 más duro e inflexible. En definitiva, un caradura sin escrúpulos que cambia de opinión según cambien los vientos. De Pedro Sánchez no voy a decir nada, sólo que estamos ante un oportunista, cuyo traición a España con el apoyo a la no intervención de TV3 ha hecho más en favor del bloque independentista durante estos meses que mil campañas de marketing.
En lo que respecta a Mariano Rajoy sólo cabe decir que estamos ante un miserable y repugnante cobarde, el cual ha ofrecido en bandeja de plata la gobernabilidad de Cataluña a un supremacista y radical independentista con el único fin de acabar cuanto antes con la aplicación del artículo 155, lo que le permitirá que el PNV le apruebe los presupuestos, garantizándose así su permanencia en la Moncloa hasta finales de 2020 y con ello, su aforamiento ante una posible imputación de éste en los casos de corrupción que le atañen. Un plan que no podría salir adelante sin la ayuda de Rivera, el cual está dispuesto a permitir esta locura y mantener a Rajoy en el gobierno con tal de sacar rédito político de todo esto. Nunca un corrupto hizo tanto daño a un país, ni siquiera Felipe González en los 90. Las consecuencias de la corrupción de Rajoy hace que éste anteponga sus intereses personales a los del país, poniéndole a huevo a los catalanes nuevamente un escenario en el que éstos proclamen por segunda vez la independencia y quién sabe si una insurrección civil promovida por el nuevo presidente catalán contra las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, un escenario que algunos ya no se atreven a descartar. Gracias a este impresentable, España se encamina de manera imparable a su autodestrucción. Cabe decir ahora aquella frase que Aznar utilizó en 2010 contra Zapatero y que ahora perfectamente se le puede acuñar al que sin duda ha sido el peor jefe del gobierno de España; "Nunca nadie hizo tanto daño en tan poco tiempo".
Tras la investidura de Torra, el siguiente paso es que el rey firme su nombramiento para ser publicado en el BOE y en el boletín oficial catalán. La cuestión ahora es; ¿Cómo va a firmar el rey el nombramiento de un tipo que en su discurso de investidura ha prometido sin tapujos la restauración de la República Catalana?. Si el rey firma ese nombramiento estaría por ende suscribiendo un golpe de estado contra la unidad territorial de España, lo cual nos pondría en el peor de los casos. Cabe añadir que el rey, como todos sabemos, es inviolable por sus actos según la constitución española, por lo que sus actos son refrendados por un miembro del gobierno. En este caso, el nombramiento de un presidente autonómico sería refrendado con la firma de Rajoy, por lo que si finalmente Torra cumple lo prometido, el que se verá envuelto en un lío judicial será el propio Rajoy y no el rey por firmar el nombramiento de un tipo que con antelación ha anunciado sus propósitos de una manera clara y decidida.
¿Y Puigdemont dónde queda en todo esto? Pues es la mano que mece la cuna. Ha sido él quien ha designado a Torra como su sucesor, o mejor dicho, como su títere. Desde Berlín, el fugitivo ya ha dado pistas sobre los próximos pasos a dar por parte del nuevo gobierno, figurando entre esos pasos la convocatoria de elecciones anticipadas en octubre de este año, coincidiendo con el aniversario del 1-O y el 27-O. Mañana sin ir más lejos, el fugado y el títere darán una rueda de prensa desde Alemania, donde darán pistas sobre por dónde van a ir los tiros a partir de ahora. En definitiva, Puigdemont dará las órdenes desde Berlín mientras Torra obedecerá desde Barcelona. Una situación que puede que cambie dentro de poco si finalmente la justicia alemana decide cambiar de opinión y ponga en marcha la extradicción de Puigdemont a España, lo cual podría provocar que Torra acelere sus planes. En resumen; una situación que se agrava con el paso de los días y que presagia que todo esto no acabará ni muchísimo menos bien para nadie.
Con lo cuál la pregunta que uno debe hacerse es; ¿Y ahora qué? Ahora toca esperar de momento la firma de Felipe VI, lo cual confirmaría, como ya hizo su padre en el 23-F, su respaldo en este golpe de estado. Y si por lo que fuese, el jefe del estado decidiese no firmar el nombramiento, provocaría una crisis constitucional de difícil calado, puesto que Rajoy necesita como agua de mayo (Nunca mejor dicho) la firma para poner fin al 155, lo cual daría paso a un enfrentamiento político entre Zarzuela y Moncloa. Si finalmente Torra toma posesión del cargo (Todavía no es presidente de la generalitat), el segundo choque de trenes será esta vez más agresivo y puede que definitivo. A partir de ahora nadie sabe qué puede ocurrir, pero desde luego nada de lo que ocurra va a tener un desenlace pacífico. La situación se ha agravado y se ha radicalizado más aún de lo que ya estaba, que no era poco, y el reloj ha comenzado a ponerse en marcha para un escenario imprevisible y peligroso del que nada ni nadie va a salir bien parado.
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