Hace unos años escribí en mi portátil una entrada privada acerca de mi
visión sobre las distintas clases sociales que integran el mundo en el que
vivimos. No sé cómo, esa entrada se perdió en su momento, por lo que intentaré
de nuevo explicar de la manera más cercana posible mi posición expuesta en
aquella entrada y de paso, subirla por aquí y compartir mi visión de esta sociedad
que padecemos. Tengo que añadir que he dudado hasta el último momento sobre la
conveniencia de compartir o no esta entrada. Algo que no me ha pasado en los
casi cinco años que tengo este blog. Aun así considero que es mejor compartir
lo que he escrito y que cada uno piense lo que quiera.
Dicho esto debo añadir que otro motivo que me ha llevado a escribir de
nuevo esta tesis es la visualización el año pasado de una serie que cuarenta
años después de su emisión sigue siendo todo un referente en lo que se refiere
a una serie histórica/sociológica. Me refiero como no podía ser menos a la
maravillosa serie británica "Arriba y abajo", a la cual ya dediqué
una entrada íntegra sobre ella en mayo del año pasado. En esta serie
anglosajona se relata la historia de la Inglaterra de principios del siglo XX a
través de los ojos de sus protagonistas; una familia de clase alta cuyo cabeza
de familia es un político del partido conservador inglés, y sus criados, los
cuales residen en la parte inferior de la casa y viven por y para sus señores.
Cuando veo la serie me hago una serie de preguntas acerca de la evolución del
concepto entre ricos y pobres, señores y criados, clase alta y clase baja,
patronos y trabajadores. Todo aquél que haya visto la serie conoce de antemano
a los personajes y sus ideas. En la clase sirviente podemos ver sin ir más
lejos la posición conservadora/tradicional que poseen dos de los componentes
más relevantes dentro de la servidumbre. Me refiero al señor Hudson y la señora
Bridge; el mayordomo y la cocinera de la aristócrata familia a la que éstos
guardan el más absoluto de los respetos. Pues bien, como iba señalando, una de
las cosas que más me sorprende de estos dos personajes de la serie es su forma
jerárquica en la que conciben la sociedad en la que les ha tocado vivir. Tanto
el señor Hudson como la señora Bridge son personas que se sienten orgullosas de
ser criados de sus señores. No conciben en absoluto una sociedad en la que el
trabajador puede desempeñar un puesto relevante dentro de la sociedad. Eso es
tarea única y exclusiva de la clase alta. Como ya he señalado, nuestros dos
protagonistas defienden la estructura social de la Inglaterra Victoriana/Eduardiana
como los más fervientes aristócratas del país de Shakespeare. Una posición en
la que uno se queda un poco perplejo, ya que éstos son sirvientes y súbditos de
unas personas pertenecientes a un estatus social ajeno a ellos, y que sin
embargo no ofrecen la más mínima queja de su situación, al contrario. Todos
aquellos que critiquen a los señores son defendidos por nuestros protagonistas,
en especial el señor Hudson.
Claro, uno ve estas cosas en febrero del año 2018 y se pregunta ¿Cómo es
posible que aquellos que obedecen defiendan a sus jefes como si fuesen miembros
de su propia familia?, ¿Los trabajadores del siglo XIX y XX eran tan ignorantes
que no tenían un poco de orgullo para con ellos mismos y defendían los
intereses de sus amos en lugar de los suyos propios?, o por el contrario, ¿los
trabajadores de hace 100 años sabían perfectamente dónde estaba situada su
posición social y la aceptaban sin regañadientes puesto que para ellos el pobre
debe servir y el rico mandar y esto no es más que la ley natural del más fuerte
como ya vaticinó Darwin en su teoría de las especies?.
Yo no soy una persona perteneciente a las clases sociales adineradas y
privilegiadas. Al contrario, soy una persona perteneciente a la clase
media-trabajadora. Sin embargo hay que añadir que por muy impactante que nos
pueda parecer la posición de los sirvientes anteriormente mencionados, hay que
destacar que llevan toda la razón a la hora de defender su posición y las
limitaciones sociales que conlleva pertenecer a ella. Me explico, hoy en día,
todas las personas que integran la clase obrera defienden que ellos tienen una
serie de derechos y que los ricos les están quitando de manera progresiva esos
derechos, por lo que gran parte de ellos salen a la calle a reclamarlos. Hasta
ahí todo me parece muy bien y correcto. Todas las clases que componen una
sociedad deben de tener una serie de derechos dentro de un marco establecido
por las leyes. Pero eso no quita que en casos donde se asciende de posición
social por determinados motivos, ciertas personas antes pertenecientes a la
clase trabajadora, dejen posteriormente a un lado sus principios proletariados
y se comporten de la misma manera que aquellos empresarios que ellos criticaban
en su época de lucha obrera. ¿Qué quiero decir con esto? Simple y llanamente
que el ser humano, y en especial el obrero, es un ser hipócrita que actúa de
una forma u otra según las circunstancias y la situación en la que se encuentre
en un momento determinado. ¿Cuántas veces no ha oído uno decir a algún
comunista "Que paguen más los que más tienen"? Una frase que puede
uno compartir o no, pero que varía de respuesta entre aquellos que pronuncian
tan polémica frase cuando se les pregunta si eso sería aplicable también a
ellos en caso de convertirse en personas con un poder adquisitivo elevado.
"Pues no, porque el gobierno no es quién para robarme un dinero que a mí
me ha tocado legalmente", "Para nada, porque yo no me puedo comparar
con los ricos. Soy un trabajador al que le ha sonreído la vida sólo por una
vez", "Pues sí, pero hasta cierto punto. Tampoco se van a llevar ahora
todo mi dinero para que se lo queden ellos". Respuestas algunas con
sentido y otras que no, pero que demuestran el nivel de hipocresía al que los
seres humanos, en este caso los trabajadores, llegamos cuando nos guiamos por
intereses distintos según el "Status quo" al que formamos parte.
Aún así quiero ir más allá de todo esto. También podemos considerar que
todo esto no es más que un sentimiento de envidia que les mueve a las personas
que están en una posición social inferior. El trabajador puede ser solamente un
individuo el cual desea un aumento de posición social y captación de poder para
sentirse importante y dejar atrás una vida miserable cargada de muchas
obligaciones y escasos derechos. ¿Cuando el trabajador critica a un burgués por
ir a una clínica privada lo hace porque este último hace alarde de su dinero y
acude a centros médicos mejores, o solamente porque le chirría que una persona
que tiene más ingresos económicos puede permitirse el lujo de ir a estos
lugares y él no?, ¿Cuando el trabajador critica al rico por llevar a sus hijos
a escuelas privadas y no públicas lo hace porque el padre de las criaturas es
un estúpido liberal que considera que sus hijos pijos no pueden ni deben
relacionarse con los hijos de los obreros, o por el contrario lo critica porque
éste tiene la capacidad de llevar a sus niños a colegios donde los suyos no
pueden ni asomar las narices?.
Otro caso llamativo lo encontramos cuando un trabajador escucha en las
noticias que un político ha robado dinero público. La primera reacción del
trabajador es lógicamente la de lanzar un "Menudo hijo de puta". Pero
si nos paramos y le preguntamos a ese trabajador por qué considera que ese
político es un hijo de puta obtendremos en la mayoría de los casos, no en
todos, la misma respuesta; "Porque yo estoy cobrando una mierda de
salario/prestación, mientras ellos se lo llevan calentito". Cuidado, el
obrero no critica al político por robar un dinero perteneciente a las
administraciones públicas. Lo critica porque éste tiene la oportunidad de poder
robar a manos llenas todo aquello que encuentre mientras el trabajador se tiene
que conformar con lo que gane ya sea mediante un salario despreciable o una
paga sufragada por el Estado. Con lo que podemos llegar a la conclusión
siguiente: el trabajador no es más que un ser envidioso y perdedor que siente
repugnancia por los burgueses y las clases adineradas por el simple hecho de
que éstos viven en un modo de vida inalcanzable para los proletariados. Es por
ello por lo que la Dictadura del Proletariado no es más que la confirmación de
la tesis "Quítate tú, que me pongo yo". La tesis de que lo que
molesta no son los abusos de los patronos sobre sus trabajadores o el poder que
los primeros ejercen sin piedad contra los segundos, sino el reparto de papeles
en los que los oprimidos desean ser opresores de aquellos que los oprimen. La
expropiación de las tierras y los medios de producción en manos de los
burgueses por parte de los proletariados una vez que éstos asuman el poder
según la teoría de Marx, es la confirmación de que el obrero es un ser
acomplejado, avergonzado y sediento de poder y de riquezas.
Volviendo a la serie británica, me detengo esta vez en los de
"arriba", es decir, en los señores. La familia burguesa está
compuesta por los Bellamy, encabezada por Richard Bellamy, un político del
partido conservador británico, su esposa lady Marjorie, una mujer perteneciente
a la aristocracia, y sus hijos; James Bellamy y Elizabeth Bellamy. Un gran
error que yo veo en la serie inglesa es la comprensividad que se les da a los
burgueses con sus sirvientes y todos aquellos estamentos inferiores a ellos. Es
lo que en Inglaterra y Francia se resume con la célebre frase "Noblesse
oblige" (Nobleza obliga), en donde los nobles no sólo deben ser firmes con
el trato a sus inferiores sino corteses con ellos y comprensivos, puesto que su
posición social les obliga a comportarse así para dar ejemplo ante terceros.
Podemos decir pues que es un ejercicio puro de hipocresía donde los ricos
muestran su "alma caritativa" con los más desgraciados con el fin de
dejar buena imagen ante sus amigos ricachones en las reuniones pijas celebradas
en los restaurantes más distinguidos de la sociedad burguesa.
En varios momentos de la serie se pueden ver escenas donde el jefe de la
familia, es decir, el político Richard Bellamy, se preocupa por el bienestar de
sus súbditos, intenta solucionar sus problemas dentro de sus posibilidades como
alta clase social e incluso sacan las narices en favor de sus sirvientes, algo
verdaderamente insólito. Por supuesto, cuando se visualizan estas imágenes uno
se queda un poco en shock sobre el trato de los señores hacia sus inferiores. Nos
encontramos pues ante unas escenas que en la vida real difícilmente su podrían
observar, ya que los señores eran personas que trataban a los empleados como
seres inhumanos donde se podía hacer con ellos lo que les diese la real y
aristocrática gana. Si le preguntásemos a un burgués sobre las condiciones de
vida de sus criados, éste respondería; "Demasiado bien están. Encima que
les doy techo y comida estaría bueno que se quejasen. Si no les gusta lo que
hay, ya saben lo que tienen que hacer", o también podría decir "Estos
repugnantes obreros con sus ideas socialistas y sus derechos nos van a
arruinar". De hecho, existen relatos de personas que han trabajado
para personas de la clase alta que han descrito sus vivencias en estas casas
como un "infierno", donde sus amos no tenían la más mínima
consideración con sus subordinados. Hasta el punto de hacerlos trabajar cerca
de 20 horas al día, y dejarles poco más de cuatro horas de descanso solamente,
siempre por supuesto en unas condiciones infrahumanas. Por ello, una vez dicho
esto y volviendo a la serie es “entendible” que los productores y directores de
ésta intenten suavizar y por consiguiente pequen de permisividad con la clase
alta con respecto a estos graves asuntos, ya que si por algo se caracteriza
“Arriba y Abajo” es por ser una serie con claros tintes conservadores y como
tal intentan proteger el mal trato que los representantes del conservadurismo/liberalismo
anglosajón dan a sus trabajadores en la serie haciendo gala del dicho
franco-británico anteriormente citado. Recuerden; “Nobleza Obliga”.
Con todo esto se puede concluir que el rico es un ser despreciable,
perverso y vomitivo, el cual hace gala de su poder frente a los trabajadores
con el objetivo de demostrar su "Status quo" ante ellos y su
supremacía en todos los niveles. Al igual que el trabajador, el rico no piensa
más que en sí mismo y en la perduración permanente de su estatus social, pero
para mantener a la plebe tranquila, les da a éstos las migajas de pan que caen
en el suelo de sus apoteósicos salones pijos repletos de obras absurdas y
abstractas en las que la vulgaridad predomina por los salones de alta cuna.
Aunque este hecho se produce de manera literal, también se produce de una forma
teórica, es decir, los ricos les dan de vez en cuando a los pobres un 0,1% de
las reivindicaciones que exigen con el fin de mantener sus bocas cerradas y
alargar con ello la esclavitud proletariada bajo el dominio inflexible e
inhumano del capitalismo. Ante este desarrollo cabe preguntarse, ¿Le interesa a
los pijos, empresarios engominados e hijos de papá algo más que no sea el
dinero? Rotundamente no. El rico tiene sólo un objetivo que va más allá de la
perpetuación de poder y la posesión económica; el aumento de ambas en
detrimento de una sociedad más desigual. Es lo que los judíos y los seres más
despreciables que pululan por los cinco continentes llaman "Neoliberalismo
económico"; una forma de vida en la que la esclavitud se legaliza por
medio de un contrato de trabajo temporal/permanente donde el trabajador es
simplemente un animal que está al servicio de su emprendedor y multimillonario
jefe, el cuál se regocija con la escena de ver cómo tiene en su poder el futuro
laboral, y por ende, la vida de todos aquellos que con el sudor y la sangre de
su frente mantienen activa su empresa.
Esta es mi visión de la sociedad en que vivimos. Una sociedad donde se
trabaja como esclavo de la clase burguesa con el único fin de sobrevivir en un
mundo cada vez más desigual e insolidario. Un mundo en el que ahora, más que
nunca, la codicia (Ese elemento que tan bien expresó Michael Douglas, Gordon
Gekko, en la maravillosa película de Oliver Stone; “Wall Street”) y la avaricia
son sus principales protagonistas. Con una clase rica cada vez más podrida de
lujos y privilegios a la par que sedienta de dinero y poder por un lado, y por
el otro una clase obrera sobrada de envidia y falta de esperanza que vive cuan
mendigo en una vía pública, de las limosnas que los insensibles y egoístas acomodados les conceden con
repugnancia y risa a su paso. Una sociedad que en nada se parece a la
extraordinaria serie británica “Arriba y Abajo” (Lo cual no quiere decir que
esta producción televisiva sea una de las mayores joyas de la pequeña
pantalla), y que nos demuestra que la igualdad no sólo es un concepto
inalcanzable, abstracto, falso y absurdo, sino también una vana ilusión entre
los desiguales con el fin de creer que lo imposible es posible.