El próximo día 23 de febrero se cumplirán 35 años de la entrada del teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero en el Congreso de los Diputados. Esa imagen por televisión de Tejero enfrentándose al vicepresidente primero del gobierno en funciones, Manuel Gutierrez Mellado, y el posterior tiroteo del Guardia Civil apuntando hacia el techo de las cortes, dieron la vuelta al mundo. Enseguida se habló por parte de la prensa de un golpe de estado por parte de unos señores "muy malos, muy malos que querían acabar con la libertad en nuestro país para volver a establecer una dictadura militar". Lo que no dijeron los medios de descomunicación de nuestro país es que los españoles estábamos asistiendo en vivo y en directo (Yo no porque todavía no había nacido) a una operación orquestada por el estado en todo su conjunto para llevar a cabo un gobierno de concentración presidido por el enemigo personal de Suárez, ex jefe de la Casa Real, y mano derecha del rey Juan Carlos I, Alfonso Armada, con el beneplácito y la colaboración de todos los partidos políticos, los cuáles formarían parte de ese gobierno de "Salvación Nacional". También se les "olvidó" a los medios decir que ese mismo tipo con bigote y con tricornio que había asaltado la sede de la soberanía popular fue el mismo que acabó con ese "Golpe de timón" al impedir el acceso del general Armada al hemiciclo del Congreso para postularse como presidente del gobierno. "Detalles sin importancia" que harían que el suceso político del que se ha venido hablando las últimas tres décadas cambiase un poco su argumento.
Y es que seamos serios. Todos sabemos que lo ocurrido el 23 de febrero de 1981 fue una farsa (Al igual que todo el proceso de transición y estos 40 años de sistema cleptocrático). En lo que respecta a Adolfo Suárez, éste nunca fue ese santo que hoy en día pregonan todos los medios del establishment, sino un chaquetero que durante el franquismo se presentó como el más falangista de todos, y una vez en el gobierno se presentaba como un centrista socioliberal y progresista. Su idea de no retirarse una vez aprobada la constitución de 1978 condujo a que el estado orquestase toda una peligrosa operación de estado de muy dudosa legalidad con el fin de echarlo de la Moncloa ante el temor de que la posibilidad de un golpe militar se llevasen por delante la monarquía y con ello el recién inaugurado Régimen del 78. Se puede decir con esto que en las elecciones generales de marzo de 1979 Suarez era ya un tipo muy desgastado políticamente, el cuál ya no le era necesario a los intereses de la élite, puesto que su cometido principal (Que no era otro que la instauración del sistema político actual) ya lo había cumplido con creces. Una cuestión a destacar del personaje es que siempre fue un fiel palmero de la corona aún cuando éste supo de que el rey Juan Carlos era el principal promotor de su salida del gobierno, así como el señor X de la operación Armada y del 23-F. Sólo hay recordar que Suárez no quiso ir más allá cuando pronunció en su discurso de dimisión aquella frase que hoy en día sigue dando mucho que hablar: "Me voy porque no quiero que el sistema de convivencia sea una vez más un paréntesis en la historia de España". Sin lugar a dudas el silencio que Suárez se llevó a la tumba destaca lo servil que fue con aquél que sin haber sido votado jamás para ser jefe del estado (El propio Suárez reconoció en 1995 que impidió un referéndum monarquía-república en 1976 porque las encuestas anunciaban que perdía la corona), sí hizo lo posible dentro de la legalidad e incluso fuera de ella para echarlo de un cargo del que había sido legitimado por las urnas.
Del rey Juan Carlos qué voy a decir que no se haya dicho ya. Estamos ante un ex jefe del estado más propio de una república bananera que de un país supuestamente democrático. Durante sus 40 años de reinado se ha podido comprobar la forma bastante peculiar en la que nuestro ex monarca ha solucionado las cosas, pero sin lugar a dudas el 23-F se lleva el gato al agua en lo que se refiere a las "Soluciones Borbónicas". Es por ello por lo que si algo nos demuestra la verdadera historia del 23-F es el poco o nulo respeto que Juan Carlos I tenía hacia las instituciones y el ordenamiento constitucional de nuestro país. La famosa frase que pronunciaba cada vez que se reunía para despachar el asunto; "A mí dádmelo todo hecho", sus reuniones previas al golpe con Armada y los principales líderes políticos, la entrada de la Guardia Civil en el congreso "En nombre del rey", la toma de control de los centros de poder durante el golpe exceptuando el palacio de la Zarzuela, así como las declaraciones del propio Juan Carlos en 1992 reconociendo que sabía desde el primer momento la identidad del "Elefante Blanco" del 23-F, confirman su conocimiento y participación en el mismo de este personaje que por contra de lo que se ha hablado estos 40 años, ha causado más mal que bien a la sociedad española. Sólo la escena que Pilar Urbano narró en su libro "La gran desmemoria", en la que tras amenazar a Suárez con una pistola un grupo de altos mandos militares, el rey le dijo al político castellanoleonés "¿Ves Adolfo hasta dónde me estás haciendo llegar?", nos hace una idea de la clase de personaje que durante casi 40 años ha ocupado la jefatura del estado español. Pero lo peor de todo no es esto (Que ya es bastante grave) sino la gran mentira que los españoles han creído durante todo este tiempo de que este tipo fue héroe y salvador de un golpe de estado que él mismo aprobó y consintió y por el que gracias a su inviolabilidad de entonces y a su aforamiento de ahora, no ha sido juzgado por su responsabilidad en este y en otros muchos casos.
Por último y para finalizar, hay que destacar también la participación en la operación y posterior golpe de líderes políticos como Felipe González (El cuál figuraba en la lista de gobierno de Armada como vicepresidente para asuntos políticos), Manuel Fraga, Santiago Carrillo, o de periodistas como Luis María Ansón (El mismo que luego participó en la operación de acoso y derribo para echar del poder a Felipe González en los 90, y que luego reconoció que con esta operación para encumbrar a José María Aznar hacia la Moncloa habían rozado la estabilidad del estado). Lo que demuestra los escasos o nulos principios democráticos que tenían estos personajes a la hora de echar del poder a un tipo, que por muy oportunista que fuese, había ganado dos elecciones generales consecutivas. La lista de gobierno que Armada enseñó a Tejero y que fue la detonante para que este último abortase el golpe, demuestran no sólo lo más miserable del Régimen del 78, sino también el alcance que tuvo la operación no sólo en el ámbito político sino también en otros ámbitos de la sociedad española. Es por ello por lo que considero que el único que pecó de ingenuo e incluso de leal con sus principios fue el propio Tejero. El cuál creía que el 23-F era todo un golpe de estado para llevar a la presidencia del gobierno al capitán general de Valencia y miembro también de la operación, Jaime Milans del Bosch. Lo que no supo Tejero es que estaba siendo utilizado por una élite que quería salvar su pellejo como fuese. Una élite que 40 años después sigue maquinando la forma de seguir manteniéndose en el poder a cualquier precio, aunque ello suponga la destrucción definitiva de un país y de una sociedad que ya han perdido toda esperanza de futuro gracias a un sistema político que al igual que la historia oficial del 23-F, es toda una farsa.