lunes, 1 de diciembre de 2025

Fatalismo y resignación


Si hay algo que hace reflexionar al ser humano en lo que respecta a nuestra existencia es, entre otras muchas cosas, el hecho de pensar si lo que vivimos es todo producto de lo inesperado, de nuestras propias decisiones (o el libre albedrío) o es todo resultado de un plan que bien Dios (en el caso de que exista), el destino, el azar o el Cosmos te tiene preparado, con independencia de lo que uno vaya a hacer. ¿Somos dueños de nuestro propio destino o somos meramente piezas de ajedrez de un juego ajeno a nuestra inteligencia?

Cuando uno se pregunta en algunos momentos de su vida ¿Por qué me ocurrió esto? o ¿Por qué no me pudo ocurrir aquello? estamos profundizando en uno de los temas cruciales que más se han debatido en la filosofía, la teología y la religión. Si aquella persona no estaba destinada para mí, ¿Por qué la puso X (que cada uno le ponga el nombre que quiera) en mi camino? Si no estaba para mí terminar algo, ¿Por qué la vida me dio la oportunidad de empezarlo y dejarlo a medias? ¿Acaso nuestras desgracias y/o fortunas están escritas de antemano o somos nosotros los que, dentro del libre albedrío, las buscamos?

¿Nuestro destino y nuestros días están escritos de antemano o somos nosotros los que, ignorantemente, escribimos el relato de nuestra vida así como su final? Creo que es una buena ocasión para contar algo personal que jamás he contado en este blog y que demuestra cómo, de una forma u otra, el destino, Dios, el azar, el Universo o nosotros mismos escribimos nuestro destino.

7 de agosto del año 2004. Contaba en aquel entonces con 12 años y me fui con mis padres de viaje al norte de España (Cantabria, Asturias y Galicia). Aquel día, después de varias jornadas en Cantabria, nos encaminamos rumbo a Asturias cuando antes de entrar en tierras de Don Pelayo nos detuvimos un momento para descansar en San Vicente de la Barquera, el cual nos pillaba de paso y que en aquel entonces era famoso por ser el pueblo donde había nacido David Bustamante. 

Alrededor de las 12 y pico del mediodía, nos dispusimos a hacernos unas fotos al lado del puente de la Maza, junto al río Escudo. Recuerdo que había poca gente, por no decir casi nadie, en aquel entonces por esa zona. Tras hacernos las fotos tanto mis padres como yo, nos subimos nuevamente al coche y nos fuimos rumbo a Asturias. ¿Cuál fue la sorpresa que nos llevamos tres cuartos de hora después? 

En aquel viaje recuerdo que teníamos la radio puesta siempre, mientras escuchábamos CDs de música que nos habíamos llevado de casa, pero en aquel momento teníamos puesta una emisora de radio, desconozco cual. En ese momento, desde la radio, informaron que habían estallado dos bombas en el municipio de San Vicente de la Barquera, justo al lado del puente de la Maza, de las cuales ETA se había atribuido su autoría. La cara que se nos quedó a mis padres y a mí en ese momento eran un poema. 

Por escasos minutos, la bomba no llegó a explotarnos a nosotros. Afortundamente no hubo muertos ni heridos, pero el shock que nos produjo en aquel momento, sobre todo a mí, el saber que habíamos estado tan cerca de la muerte y que por cuestión de minutos nos libramos de no haber fallecido allí a manos de ETA, es algo que tengo, después de veintiún años, grabado en la memoria. 

Pudimos haber sido víctimas de un atentado terrorista pero, por circunstancias que se nos escapan de nuestra comprensión, no lo fuimos. Nuestros días no estaban ahí, aunque tuvimos la muerte muy cerca. Quién sabe si incluso los terroristas estaban ya en el lugar mientras nosotros nos hicimos las fotos y nos estaban observando. Sea como fuere, sobrevivimos de milagro a un atentado terrorista donde, de habernos pillado minutos después, hoy este que escribe esta entrada, estaría ya bajo tierra.

Otro suceso parecido, pero menos directo, tuvo lugar meses antes, concretamente el 2 de abril de ese mismo año, 2004. Recuerdo que aquel día, Viernes de Dolores, nos daban las vacaciones en el colegio, y por ello nos fuimos ese día de excursión al Parque de la Alquería, en Dos Hermanas. Antes de tomar el cercanías, fuimos a la Estación de Santa Justa, donde nos enseñaron como funcionaban las maquinarias de la Estación antes de subirnos al tren que nos conduciría hasta nuestro destino. Una vez en el vagón le comenté a mis compañeros de clase si en el tren podría haber alguna bomba. 

No había pasado todavía ni un mes de los atentados del 11-M en Madrid y aquello estaba, por lo menos para mí, muy presente. Mis compañeros me dijeron que eso no podía ocurrir y que era una tontería pensar en ello. Llegamos a Dos Hermanas, estuvimos unas horas allí y luego volvimos a montarnos en el Cercanías que nos llevaría de vuelta a Santa Justa. ¿Cuál fue mi sorpresa? Que años después me enteré, y así está contrastado en los peródicos de aquel día, que un empleado del AVE localizó a la altura de Toledo un artefacto con 12 kilos de dinamita bajo el tendido ferroviario por el que circulaba el AVE Madrid-Sevilla, el cual tenía como objetivo de destino la propia Estación de Santa Justa. 

Afortunadamente no ocurrió nada, pero cuando años después escuché esa noticia me acordé enseguida de aquel viaje y, sobre todo, de aquella pregunta que le hice a mis compañeros. Lo que ellos creían una tontería o algo surrealista que no podía pasar, estuvo cerca de pasarnos, aunque no en ese vagón, pero sí aquel mismo día. El destino, Dios, el azar, el Cosmos, el karma o lo que sea tenía otros planes para nosotros, y para todas las personas que viajaban en aquel AVE en dirección a Sevilla. Nuestros días tampoco estaban ahí, aunque el peligro andaba cerca.

Estas dos anécdotas nunca las he contado en este blog, pero creo que al hablar de un tema tan profundo y reflexivo, bien merecía que lo comentase en esta entrada. Dicho esto, vuelvo a preguntar: ¿Somos nosotros quienes decidimos nuestro destino o éste ya está escrito por algo o alguien ajeno a nosotros? ¿Cuántas veces hemos escuchado a alguien decir "iba a coger el coche pero tuve un presentimiento y no lo cogí", o "ha habido un accidente en X carretera y a esa hora tenía que pasar yo por allí para ir al trabajo". Frases como estas las hemos escuchado muchas veces a lo largo de nuestra vida, así como videos impactantes donde, como por un milagro, los protagonistas de esos videos tienen un accidente del que de forma inexplicable salen vivos. ¿Cómo es esto posible?

¿Acaso el libro de nuestra vida nos juega malas pasadas o quienes dirigen nuestros destinos (contando con que exista alguien que lo dirija) se divierte jugando con nosotros y con nuestra integridad física? ¿Acaso somos meros peones en una partida de ajedrez o somos nosotros mismos los que a través del libre albedrío tomamos decisiones que nos pueden salvar la vida, así como decisiones que nos cuestan la misma? Y no me refiero ya solo a nuestra integridad física, sino también a cualquier otro ámbito de nuestra vida: el amor, el trabajo, el dinero, los negocios, la salud, la alimentación, las amistades, las relaciones sociales, la familia, etc. 

¿Hasta dónde somos directores de nuestra propia historia? ¿Acaso lo somos quizás? ¿Lo somos nosotros o son otros los que dirigen nuestras vidas y nosotros de forma inconsciente hacemos lo que ellos ya han dictaminado? Y me refiero desde la más absurda e insignificante decisión a la más trascendental de todas. ¿Qué o quién dirige nuestras vidas? ¿Nosotros o algo más allá que nosotros desconocemos? Recuerdo que hace ya justo ocho años escribí por aquí una entrada titulada "Todo está escrito", donde también hacía referencia a este tema. 

En aquel entonces, todavía era una persona creyente; actualmente me declaro agnóstico o escéptico y no sabría dar una respuesta concreta a esta cuestión, ya que como diría Sócrates "Sólo sé que no sé nada". Pero si tuviese que dar una respuesta, quizás la propia respuesta sería el mismo título que utilicé para aquella entrada: todo está escrito. Es bastante probable que desde la decisión más absurda a la más importante sea todo producto de aquello que se conoce como "Fatalismo", un concepto que se resume básicamente en que, hagas lo que hagas, el desenlace de lo que hagas ya está escrito. 

Reconozco que muchas veces me he arrepentido de cosas que he hecho y en otras de cosas que no debí hacer, pero cuando entramos en este terreno y comenzamos a profundizar en estas cuestiones, uno se acaba preguntando si, con independencia de lo que uno hubiese hecho, el final hubiese sido el mismo o habría sido otro distinto. Personalmente creo que, hagamos lo que hagamos en cualquier faceta de nuestra vida, todo está escrito y nada ni nadie puede modificarlo. 

¿Cómo se lleva eso? Con resignación. Es lo que mejor he aprendido en estos últimos cinco años de mi vida. Dá igual si lloras, si te alegras, si te chocas contra una pared por la rabia, si gritas de furia o si das saltos en un estado exultante. Todo lo que está destinado, o predestinado, para cada uno, está más que decidido, y frente a eso nada puedes hacer. No quiero decir con esto que las pequeñas cuestiones no puedas resolverlas, claro que sí, puedes intentarlo e incluso salirte bien. Ahí entra ya el libre albedrío, que podría ser realmente un libre albedrío falso, donde incluso tus decisiones y las consecuencias de esas decisiones están ya tomadas por algo o alguien ajeno a nosotros. 

Las pequeñas cuestiones pueden resolverse dentro de ese falso libre albedrío, pero lo relevante en la vida es sentencia firme, y de ahí nada se puede cambiar. E insisto, incluyo cualquier faceta de la vida, no solo nuestro final. Por eso, ante este tipo de conclusión, no merece la pena enfurecerse o saltar de alegría. Lo que esté para ti, será, y lo que no, pues no será, y frente a eso hay que afrontar la situación con resignación. ¿Es duro? absolutamente, claro que lo es; pero es lo único que podemos hacer. De esta forma, podemos llegar a la conclusión de que, como defendían los estóicos, no merece la pena preocuparse por algo que está fuera de nuestro alcance. Todo está escrito y la resignación es la única reacción.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.