La polémica decisión anunciada hace unos días en la que el gobierno había pactado con Junts, tras negarse a hacerlo con los gobiernos autonómicos, el reparto de menas en todas las Comunidades Autónomas, quedandose Cataluña con solo treinta de los más de cuatro mil quinientos inmigrantes que van a ser repartidos en nuestro país, ha hecho que reflexione sobre algo que en alguna que otra ocasión he comentado por aquí, pero que ahora reafirmo con más convicción que nunca: Esto ya no da más de sí y no merece la pena seguir en estas circunstancias.
¿A qué me refiero? Me refiero básicamente al mantenimiento dentro de la nación española de regiones con un alto índice de inclinaciones independentistas, como Cataluña y/o el País Vasco. Pero voy más allá, hago referencia a cualquier otra región española que reúna estos elementos. Me da igual que sea Andalucía (los cuales vamos a ser los segundos más castigados en el reparto tras designarnos el gobierno ochocientos menas), Extremadura, Murcia, Valencia, Galicia, Navarra o las islas Beleares. España y su gobierno no pueden seguir en esta situación en la cual determinados grupos parlamentarios, supuestamente con un objetivo político como es el de lograr la independencia de su respectiva región, busquen la ruina social, económica, política y cultural del resto de las regiones en beneficio de la suya propia. No, esto no puede seguir así.
No es de recibo que vividores como Gabriel Rufián, cobardes como Carles Puigdemont, miembros relacionados con el terrorismo de ETA o afines al pacto con el PSOE, como Oriol Junqueras, sean quienes decidan qué impuestos se suben y cuáles no, y en qué regiones; qué reparto se hace en España de individuos peligrosos para nuestra sociedad, como en este caso, son los menas; qué competencias deben asumir determinadas regiones y negársele al resto de forma simultánea (como la polémica decisión del gobierno de Sánchez de entregar las competencias de inmigración a la generalitat catalana y, con ello, a los Mossos de Esquadra, en detrimento de la Policía Nacional); qué comunidades deben recibir más financiación y cuáles no, etc.
Hay situaciones en las que, en vista de las circunstancias, lo más propicio es prácticamente lo más doloroso: reformar la Constitución y permitir en ésta la posibilidad de que cualquier región que así lo desee tenga la posibilidad de convocar, de acuerdo con el Estado, un referéndum de independencia. Si el resultado es negativo, mala suerte para todos, y si es positivo, bendito referéndum que nos librará de esta gentuza. Como español que soy, me duele decir esto último, pero no hay duda de que la permanencia de determinadas CCAA dentro de España suponen a estas alturas un debilitamiento absoluto del Estado y un ataque directo contra los intereses del resto de la nación.
¿La unidad es el camino? Sí, pero hasta cierto punto. No puede ser que un grupo parlamentario que no llega ni a diez diputados sean quienes decidan, mediante pactos con el gobierno del PSOE, qué políticas hay que aplicar en el resto de España o incluso qué políticas hay que aplicar en determinadas regiones, en beneficio de las suyas propias. Yo no tengo porque soportar que en Andalucía vengan cerca de ochocientos individuos peligrosos de otros países por el mero hecho de que Puigdemont haya acordado con Pedro Sánchez ese reparto mientras en su tierra estos sujetos no llegan ni a treinta. Ni tengo porque soportar que Sánchez pacte con Junts una subida de impuestos a Andalucía mientras en Cataluña éstos se reducen.
Yo no tengo porque soportar que el gobierno de Sánchez elabore junto con Junts un documento en el cual se considera "extranjero" a cualquier persona no nacida en Cataluña, incluyendo a españoles de cualquier otra parte de nuestro territorio nacional. La dignidad de la sociedad está por encima de los intereses de esta manada de criminales, los cuales no desean bajo ningún concepto la independencia política de sus regiones, sino una independencia fiscal (recuerden el cupo catalán que el PSOE y los independentistas siguen negociando) con las ventajas de permanecer, aunque solo sea oficialmente, dentro de una España que prácticamente está ya desintegrada, aunque en términos de unidad territorial permanezca unida aún.
Todo tiene un límite, y los españoles no merecemos ser peones de Ajedrez en un juego donde los independentistas desean seguir realmente en España, con la condición de hundir en todos los frentes al resto de nuestra sociedad y siempre en beneficio de sus respectivas regiones. Llegados a este punto, lo mejor es reformar la Constitución y dar vía libre para que estos individuos se vayan para no regresar jamás. Es más sano y beneficioso para España, o lo que quede de ella, quedarnos cuatro gatos a seguir conviviendo en permanente conflicto y humillación cerca de cincuenta millones.
Por supuesto, soy consciente que cuando hablo de esto, muchas personas pertenecientes a dichas regiones se sienten tan españolas como yo y como otras de cualquier región española. Pero los políticos han sido los culpables de llevarnos a esta situación insostenible e irreversible. Una situación en la que en parte pagan justos por pecadores. Pero a pesar de lo doloroso que resulta esto, no podemos permitir que nos pisoteen más unos vividores cuyo único afán es el de destruir el tejido social, la convivencia y la seguridad en el resto de España a cambio de mantener en la Moncloa a un sujeto sin escrúpulos, el cual firma encantado estas concesiones si ello le permite seguir una semana más en el poder.
Si alguien se ha molestado en leer otras de mis entradas sobre esto, habrá visto que no hablo ya siquiera de derogar la Constitución, sino simplemente de reformarla. ¿Por qué? Básicamente porque hay que ser pragmático y realista. La Constitución, por muy dañina que resulte para los intereses de España (que lo es), no va a ser derogada jamás, ya que el sistema originado en 1978 se creó precisamente para conducirnos a esta situación sin posibilidad alguna de que el sistema pueda ser abolido.
De modo que, a falta de ruptura con el sistema, bien sirve como mal menor una reforma que abra la posibilidad de que estas autonomías puedan irse definitivamente de nuestro país, manteniéndonos en nuestra nación aquellas regiones que sí queremos seguir formando parte de esta comunidad social, económica, cultural, política e histórica, aunque seamos solo las dos Castillas (incluyendo Madrid, obviamente), Andalucía, Extremadura, Murcia y Asturias. Siendo así, España, desgraciadamente, ya no sería España, pero al menos seguiríamos conviviendo juntos dentro de esa futura comunidad todos los que seguimos creyendo en un verdadero destino común.
Eso sí, el Estado debería salvaguardar posteriormente sus intereses y vetar cualquier tipo de relación política, económica, comercial, cultural, etc, con las regiones que hiciesen efectiva dicha independencia. Por supuesto, todo esto no se producirá jamás; principalmente porque, actualmente, las CCAA más conflictivas son precisamente las que que mantienen al PSOE en el poder y garantizan su continuidad en éste, lo cual hace que bajo ningún concepto esa independencia se vaya a producir, por muy debilitado que quede el conjunto del Estado. Este escenario no se producirá jamás ni con un gobierno del PSOE, pero tampoco con un gobierno del PP, cuya supervivencia dependiese en un futuro de estos mismos socios.
Habrá quienes digan, "esto no se arregla con independencia, sino con la retirada de las competencias de educación a las CCAA para que las futuras generaciones no sean adoctrinadas en el independentismo". En absoluto. Tras más de cuarenta años de adoctrinamiento educativo, si esa decisión se materializase (cosa que no va a ocurrir jamás), luego queda el factor de la comunicación, donde los medios siguen teniendo un poder decisivo a la hora de manipular a la población si las competencias en educación fuesen devueltas al Estado. No nos engañemos. La estafa ha durado demasiados años, los suficientes como para que haya un sentimiento de rechazo hacia España en determinadas CCAA mientras sus políticos, con el objetivo de hundir al resto de las comunidades en beneficio de las suyas, sostienen a un gobierno corrupto y abiertamente contrario a los intereses generales.
Saben que Sánchez, al igual que Zapatero en su día (el cual, por cierto, es quien está detrás de todas estas negociaciones con Junts), es una oportunidad de oro que no pueden desaprovechar si quieren debilitar al extremo al conjunto del país en beneficio de sus instituciones regionales. De esta forma, por mucha corrupción que siga saliendo sobre Sánchez, su familia y el PSOE en general, los independentistas seguirán sosteniendo a este gobierno, aunque no haya Presupuestos de aquí a 2027. Saben que cuanto más débil esté el Estado, más fuerte serán ellos.
Ambas partes (Pedro Sánchez por un lado, y sus socios independentistas y etarras por el otro) se necesitan mutuamente para obtener sus respectivos intereses. Por ello, en lo que respecta a la continuidad del gobierno del PSOE bajo el sostenimiento de estos partidos, no voy a profundizar nuevamente en ello. Ya he escrito las suficientes entradas como para dejar claro que aquí hay Sánchez y PSOE para rato a base de chantajes y concesiones a cargo del erario público y a costa de los intereses nacionales.
Por esto, la única y dolorosa solución a esta situación, es concederles a estas regiones su deseo de decidir su futuro y librarnos para siempre del chantaje permanente y del mal que ha supuesto para España el nacionalismo/independentismo de las denominadas "comunidades históricas" en estos cincuenta años, los cuales han sido esenciales no solo en el mantenimiento en el poder de Pedro Sánchez, sino también de todos sus predecesores en la Moncloa. Hay que saber decir "hasta aquí", y ese momento ha llegado.
Otra cosa es, obviamente, que eso, para nuestra desgracia, no se va a cumplir nunca y el proceso de desintegración continuará de forma imparable. La situación pues no puede ser más irónica, ya que la única solución para que España, o lo que quede de ella, continúe y pueda seguir teniendo futuro, pasa desgraciadamente por sacrificar a aquellas regiones que desean irse y quedarnos solamente aquellos que a estas alturas buscamos solamente salvar los muebles, si es que eso es posible incluso en estos momentos ya.
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