El próximo mes de mayo se cumplirán veintiocho años de la llegada al poder de uno de los dúos políticos más interesantes de las últimas décadas. Me refiero a la pareja política formado por los laboristas británicos, Tony Blair y Gordon Brown, ambos primeros ministros consecutivos de Reino Unido. Primeros ministros que sin embargo sufrieron destinos bien diferentes durante sus respectivas etapas al frente del gobierno.
Mientras Tony Blair se llevó todo el peso de la gloria del poder al dirigir los destinos de Reino Unido desde 1997 hasta 2007, su sucesor y hasta entonces ministro de economía, Gordon Brown, solo pudo ejercer el poder durante tres años en Downing Street, dejando el ejecutivo británico tras perder las elecciones del año 2010.
Todo comenzó cuando en mayo de 1994, el hasta entonces líder de la oposición y futuro primer ministro británico según todas las encuestas, el laborista John Smith, sufrió un repentino y sospechoso ataque al corazón que lo llevó a la muerte. En aquel escenario de caos y desconcierto, un escocés llamado Gordon Brown, el cual había sido la mano derecha de Smith, comenzó a ser visto por muchos como el recambio urgente y natural dentro del laborismo británico. La cuestión vino cuando a su vez, uno de los colaboradores principales del propio Brown, y escocés como él, comenzó a hacerse hueco dentro de las quinielas para convertirse en el nuevo líder de la izquierda británica. ¿Su nombre? Tony Blair.
Blair y Brown, los cuales habían trabajado juntos en el partido y de hecho tenían una relacion personal estrecha, comenzaron pues a distanciarse cuando Blair comenzó de forma inesperada a cosechar grandes apoyos dentro de los laboristas mientras Brown, aunque con grandes apoyos al ser considerado el sucesor natural de Smith, quedó atascado en su candidatura. Es entonces, en medio de una gran espectación y rivalidad, cuando los escoceces llegan a un acuerdo informal en un restaurante londinense.
En dicha reunión Blair, que ya se veía entre los laboristas con un carisma y un tirón electoral del que carecía Brown, acordó con éste que sería él quien asumiría el liderazgo laborista en primer lugar y, eventualmente, la jefatura del gobierno británico tras las próximas elecciones generales. Brown por su parte sería nombrado por Blair ministro de economía en su próximo gobierno. Y finalmente, tras un periodo determinado (nunca se fijó fechas concretas), Blair le cedería a Brown el liderazgo laborista y la jefatura del gobierno británico.
Ambos pactaron ese acuerdo de forma informal y Tony Blair finalmente fue elegido líder de los laboristas en mayo de aquel año. Lo demás ya es conocido por todos: el entonces primer ministro británico, John Major, estaba en su momento más bajo desde que sucedió a Margaret Thatcher en noviembre de 1990 y todas las encuestas daban por finiquitado su paso por el poder en medio de escándalos y crisis interna en el Partido Conservador. Las encuestas subían sin cesar y los laboristas estaban cada vez más cerca de Downing Street tras casi veinte años en la oposición.
Finalmente, el 1 de mayo de 1997, Tony Blair fue elegido de forma aplastante como nuevo primer ministro británico en un resultado aun más aplastante que el obtenido el año pasado por Keir Starmer. Unos resultados electorales históricos que fueron seguidos por el juramento de Tony Blair como nuevo jefe del gobierno ante la reina Isabel II al día siguiente y la posterior y ya famosa llegada de él con su esposa Cherie a Downing Stret en medio de vitores y aclamaciones de sus votantes. Un escenario nunca antes visto en Reino Unido, el cual tampoco se ha vuelto a repetir, y que catapultaba al poder a la pareja como si de un matrimonio presidencial estadounidense se tratase.
Brown, el cual tenía un perfil izquierdista más pronunciado que el de Tony Blair, el cual era puramente centrista, fue nombrado ministro de economía, como así se acordó en 1994. Blair, por su parte, comenzaba de esta forma su mandato respaldado por la mayoría absoluta más aplastante que ha conocido Reino Unido en su historia. En medio de esa legitimación, Blair comenzó a realizar unas políticas que si bien tenían ciertos guiños hacia la izquierda, era más propias de un torie que de un laborista. De hecho Blair se consideraba un admirador del legado de Thatcher, con lo cual su imagen de líder laborista y de alternativa real a los conservadores quedaba aun más en entredicho.
De hecho, en lo que respecta a Blair, su gobierno no solo no acabó con las políticas neoliberales de Margaret Thatcher, sino que las reforzó, hasta el punto de avanzar en las políticas de privatizaciones que Thatcher comenzó casi veinte años antes. Esto, unido a una famosa frase dicha por la propia Thatcher en la que aseguraba que "su partido no necesitaba a alguien que le hiciese frente a Blair, sino a alguien que fuese como Blair", refuerza mi teoria de que realmente fue Tony Blair y no John Major quien realmente fue el auténtico heredero y "lord protector" de las políticas y del legado de la "dama de hierro".
En septiembre de 1997, y como ya indiqué en mi entrada escrita en enero de este mismo año, su popularidad alcanzó un cenit histórico tras pronunciar el famoso discurso en homenaje a Diana de Gales (el famoso discurso de "la princesa del pueblo") y salvar a la Monarquía de la crisis institucional surgida tras la muerte de Diana. Y en 1998, cuando solo llevaba un año en el gobierno, consiguió firmar tras largas conversaciones los famosos Acuerdos del Viernes Santo. Unos acuerdos en los que se decidió dar por primera vez la autonomía, así como un gobierno y un parlamento, a Irlanda del Norte; el desarme del IRA; la retirada de las tropas británicas en suelo norirlandés y el compromiso de paz entre todos los actores políticos firmantes en el acuerdo.
Un acuerdo en el que estuvo involucrado personalmente el propio Bill Clinton, lo cual hizo que se crease una estrecha relación personal entre ambos. Una estrecha relación personal que también compartió con uno de sus grandes aliados y amigos: José María Aznar. De hecho, horas antes de que se firmase en Belfast los acuerdos, Cherie Blair y sus hijos vinieron a España para ver junto a Ana Botella las procesiones de la Madrugá sevillana. Blair, tras la firma de los acuerdos, vino vuelo directo a España para pasar el resto de la Semana Santa junto a su familia y los Aznar en Doñana. Aquellas vacaciones en Doñana supusieron el inicio de una estrecha relación entre los Blair y los Aznar, hasta el punto de ser invitados a la famosa boda de Ana Aznar en El Escorial en 2002.
Tras los acuerdos vino la guerra de Kosovo, donde Tony Blair ejerció una presión bastante considerable sobre Clinton para que éste, el cual era reaccio a atacar en un principio, interviniese finalmente junto a Reino Unido y la OTAN en un bombardeo contra Yugoslavia en 1999. Esta fue la primera experiencia militar de Blair, la cual parece ser que estaba incluso más decidido que el propio Clinton a llevar a cabo. Obviamente no sería la única, ya que tras los atentados terroristas del 11-S, vendría su apoyo primero a la guerra de Afganistán y posteriormente, y la más polémica, a la de Irak, ambas junto a George W. Bush.
En 2001, y tras cuatro años en Downing Street, Blair anuncia que se vuelve a presentar a la reelección, ganando las elecciones generales de mayo de aquel año. En aquel entonces, Brown comenzaba a desesperarse, ya que veía que su llegada a la jefatura del gobierno y a la del liderazgo laborista no terminaba de llegar. Sin embargo, Blair ganó nuevamente de forma holgada, aunque con menos apoyos que en 1997.
Cuatro meses después de aquellas elecciones tuvieron lugar los atentados del 11-S, lo cual cambió el mundo y el mapa geopolítico mundial. A partir de entonces, Blair anuncia su apoyo incondicional a EEUU y su firme decisión de intervenir junto a los americanos en cualquier conflicto bélico que desde Washington se produjese. De esta forma Blair comienza a cavar, aunque quizás sin saberlo, su tumba política.
En octubre de 2001, Blair interviene militarmente junto a Bush hijo en la guerra de Afganistán, en 2002 apoya fervientemente el discurso del presidente estadounidense sobre "el eje del mal" y en marzo de 2003, Tony Blair junto a George W. Bush, José María Aznar y Jose Manuel Durao Barroso (entonces primer ministro de Portugal y anfitrión de la cumbre) dan en las islas de las Azores un plazo de veinticuatro horas a Saddam Hussein para que abandone el poder, atacando Irak tras dicho plazo si el dictador iraquí no accedía.
Aquella polémica cumbre, la cual fue precedida y sucedida por miles de manifestaciones en EEUU, Reino Unido, España, así como en otras partes de Europa, se caracterizó por la decisión de atacar Irak excusándose en unas supuestas armas de destrucción masiva que posteriormente se confirmaron que nunca existieron, así como por la resolución 1441, por la cual dichos gobiernos (aunque España no llegó a intervenir en la invasión, a pesar de lo que se ha dicho) veían respaldada su actuación para invadir el país.
Saddam Hussein no accedió al ultimátum y finalmente la guerra empezó el 20 de marzo de 2003. En Reino Unido, no eran pocos los que tanto desde las filas laboristas como desde la de los conservadores, veían un riesgo absoluto la invasión y el apoyo incondicional de Blair a Bush. Sin embargo, el premier británico estaba más decidido que nunca a ir a la guerra y a hacer historia.
Ya en 2005, y tras ocho años en el gobierno, se ha publicado que Blair reflexionó bastante sobre si imitar a Aznar y renunciar a presentarse a un tercer mandato. Brown, después de ocho años como ministro y once tras el acuerdo que llegó con Blair, comenzó una campaña interna para presionar a Blair y obtener su retirada. ¿El resultado? Blair anunció que se presentaría a un tercer y último mandato, doblándole con ello una vez más el pulso a Brown, aunque nunca lo destituyó como ministro. Finalmente, en mayo de 2005, Tony Blair logró un histórico triunfo para un tercer mandato, aunque Irak y su popularidad, la cual empezó a caer en picado desde entonces, le privó de un triunfo que, aunque igualmente mayoritario, no fue tan holgado como el de 1997 y 2001.
El 7 de julio de 2005, en plena cumbre del G-8 en Londres (aquel año tocaba celebrarse allí) y pocas horas después de que Londres fuese la elegida para celebrar los Juegos Olímpicos de 2012, una serie de atentados terroristas en los vagones del metro de Londres y en un autobús de la capital británica dejaron más de cincuenta muertos y más de setecientos heridos, el ataque más mortal vivido en suelo londinense desde la II Guerra Mundial. Tras los atentados, la presión de Brown sobre Blair para que éste le cediese por fin el poder se fue recrudeciendo, hasta el punto de que varios ministros afines a Brown dimitieron en bloque para presionar a Blair con el objetivo de que éste anunciase finalmente su fecha de salida del poder.
Finalmente, en 2006, y tras las presiones internas, Blair anuncia que dimitiría para el año siguiente, 2007. En aquel entonces, su imagen era ya solo una sombra de lo que fue diez años antes y su gobierno estaba agonizando como consecuencia de las protestas masivas por la guerra de Irak y las tensiones dentro del laborismo, además de perder de forma estrepitosa en todas las elecciones que se iban celebrando e ir muy detrás en unas encuestas que ya daban como claro ganador a los tories, los cuales llevaban ya desde 2005 liderados por un tipo llamado David Cameron. Blair había llevado al laborismo británico a lo más alto, pero también a lo más bajo.
Ya en mayo de 2007, y tras diez años exactos en el poder, Tony Blair anuncia que presentará su dimisión como primer ministro para el mes siguiente, lo cual hace concretamente el 27 de junio de 2007, cuatro días después de cederle a Brown el relevo en el Partido Laborista. Trece años tardó Blair en cumplir su acuerdo de cederle el poder a Brown. Lo que éste no sabía es que su hasta entonces jefe le había hecho un regalo envenenado: le había cedido el testigo solo un año antes de que el mundo estallase en la crisis económica más grave vivida desde la Gran Depresión en 1929.
Una vez retirado Blair del poder, muchos laboristas afines a Brown intentan que el nuevo primer ministro convoque elecciones, ya que durante los meses siguientes a la llegada de Brown, los laboristas recuperaron terreno electoral y volvieron a estar primeros en las encuestas. Es entonces cuando Brown da un golpe en la mesa y se niega en rotundidad convocar elecciones generales. Había esperado trece años en conseguir el poder para ahora jugársela a las primeras de cambio y posiblemente perder frente a un tipo más joven y carismático que él, como en aquel entonces era David Cameron. Su rechazo absoluto en convocar elecciones fue su tumba política.
A partir de entonces surgieron escándalos, presiones y crisis internas contra el propio Brown. El mismo escenario que él promovió contra Blair en sus últimos años se volvió contra él, hasta el punto de que muchos diputados veían a Brown como un tipo sin carisma, aburrido y antipático, todo lo contrario que Blair, a pesar de su controvertido mandato como primer ministro.
Es entonces cuando algunos comienzan a pensar en un nuevo relevo de líder y de primer ministro antes de las próximas elecciones generales. Las elecciones locales de 2008 y las elecciones europeas de 2009 suponen un duro golpe para Brown, cuya imagen cae en picado en todas las encuestas. Pero aun quedaba el punto determinante por el que se caracterizaría su gobierno: la crisis económica mundial surgida en septiembre de 2008.
Tras el estallido de la crisis, Brown intenta tomar inutilmente el control de una situación que ya se le ha ido completamente de las manos. Su único y breve momento culmen fue cuando ejerció de anfitrión en la cumbre del G-20 en Londres, en abril de 2009. A pesar de prometer reformas, éstas no acaban por materializarse, lo cual sumado a las constantes rebeliones y dimisiones por parte de los suyos tanto en 2008 como en 2009, hace que su autoridad quede seriamente cuestionada.
A pesar de que las legislaturas británicas duran cinco años y no cuatro como aquí en España, Brown rehusó convocarlas en 2009 (era cuando teóricamente tocaban, ya que Blair, sin estar obligado a ello, siempre las convocaba cada cuatro años, siendo la última en 2005). De esta forma, y al ver su periodo en el poder en tiempo de descuento, intentó y logró mantenerse en el poder hasta última hora y resistir las múltiples presiones internas contra él. La misma postura que adoptó John Major en sus últimos años en el poder.
Finalmente, en 2010, Brown ya se ve obligado legalmente a convocar elecciones para mayo de ese mismo año con los tories ganando en todas las encuestas por goleada. Aun así, la suerte no acompañaría del todo a los tories de David Cameron, ya que finalmente el 6 de mayo de 2010, Cameron gana las elecciones, pero sin mayoría por primera vez desde hacía treinta y seis años. Es entonces cuando Brown, a pesar de haber perdido pero sin el fracaso absoluto que le deparaban todas las encuestas, decide ir a por todas e intentar negociar con el Partido Liberal Demócrata británico, liderado entonces por Nick Clegg, para formar un gobierno al margen de la victoria de los tories.
Y a pesar de que Brown y Clegg se reunen para barajar opciones, finalmente los liberales deciden darle el gobierno a David Cameron el 11 de mayo, poniendo de esta forma fin a trece años de gobiernos laboristas y a solo tres del propio Gordon Brown. Todo ello, a pesar de que Brown había anunciado el día antes su dimisión como líder laborista para que laboristas y liberales llegasen a un acuerdo aunque él no fuese ya el próximo primer ministro. Una última humillación, en este caso en favor de los suyos y en contra de él mismo, la cual tampoco dio resultado.
De esta forma, tras el cambio de gobierno efectuado el 11 de mayo de 2010 y la llegada de David Cameron a Downing Street, se puso fin a trece años de laborismo y a diecisiete de dúo político formado por Tony Blair y Gordon Brown. Una relación que pasó de ser amistosa y de colaboración a una relación de enemistad y rivalidad política abierta, incluso años antes de que Tony Blair le cediese el poder en 2007. Un Tony Blair que, como he dicho antes, le pasó la patata caliente a Gordon Brown cuando sabía plenamente que dicha patata estaba a punto de estallar.
Su salida de Downing Street un año antes del estallido de la crisis hizo que, a pesar de su polémico mandato con Irak, Afganistán y el desgaste político de fondo, no se viese sacudido también por una crisis que se comió de lleno Brown. Una especie de venganza política y personal la de Blair contra Brown, el cual le dejó practicamente las migajas de su paso por el poder. Tras una década gobernando y con un desgaste político considerable al tener a su país metido en dos guerras paralelas, Blair dejó el poder cuando realmente sabía que lo que vendría después de 2007 sería el caos, como así fue, y por eso decidió cederle a Brown el poder en aquel momento, para que se comiese las sobras que él había dejado y se comiese en cambio la inminente crisis económica en su totalidad.
De esta forma se puede decir que el gran perdedor de esta relación, y del famoso acuerdo de 1994, fue Brown, quien llegó al poder de forma tardía y cuando el laborismo estaba dando ya sus últimos coletazos. Blair fue en 1994 más inteligente que su rival interno al ofrecerle un acuerdo informal que solo cumplió cuando ya había saboreado lo suficiente las mieles del poder durante diez años de gobierno. Por su parte, Brown (el cual tenía un perfil más socialdemócrata que Blair, el cual estaba ideológicamente más cercano al liberalismo de Thatcher), solo pudo conformarse con las sobras que su predecesor había dejado por el camino, mientras éste disfrutaba de lleno los años de oro del laborismo en el poder.
Cuando Brown llegó a Downing Street fue practicamente en el momento en que la permanencia de los laboristas en el poder estaba en tiempo de descuento. Tampoco ayudó mucho que su llegada a Downing Street fuese a través de un relevo interno y no mediante elecciones generales, lo cual le restó legitimidad para gobernar desde el primer momento al no haber sido un líder respaldado en las urnas. En contraposición, Blair ha sido hasta la fecha el único líder laborista británico en ganar tres elecciones generales consecutivas de forma mayoritaria, un privilegio que solo comparte con la ex primera ministra conservadora, Margaret Thatcher.
Brown en cambio, perdió las primeras elecciones generales a las que se presentó. Su momento político era realmente 1994 y no 2007, cuando el desgaste de los laboristas ya era un hecho. De haber sido inteligente, habría rechazado el acuerdo con Blair y los éxitos que éste cosechó se los habría llevado él, pero pecó de confianza hacia un Blair más astuto que él, del cual creía que le cedería el poder a las primeras de cambio, lo cual no sucedió. De hecho, para más humillación contra Brown, Blair publicó poco después de la salida de su sucesor del poder sus propias memorias.
En ellas, Blair aseguró que antes del relevo producido en 2007 "sabía de antemano que Brown sería un desastre". El golpe final para su ex amigo y posterior rival interno. Unas memorias de Blair las cuales fueron de hecho un éxito que vendió millones de ejemplares, mientras que un libro posterior a su salida de Downing Street de Brown, en el que se recopilaban sus discursos como primer ministro en sus tres años de gobierno recibieron la escalofriante cifra de treinta y dos ejemplares vendidos solamente. Hasta en este factor secundario y cuando ya ambos estaban fuera del poder, Blair siguió barriendo a Brown.
Dicho esto me desvío por un momento del tema principal para hacer una digresión sobre una cuestión que, al menos a mí siempre me ha llamado la atención, y es el paralelismo que se da entre la relación de Tony Blair con Gordon Brown por un lado y la de José María Aznar con Mariano Rajoy por el otro. Aznar designó a Rajoy como su sucesor en 2003, creyendo que ganaría sin problemas las elecciones generales de 2004. Sin embargo, el 11-M y la posterior victoria electoral de Zapatero echó por tierra los planes de sucesión de Aznar y cambió por completo la historia de España. Después de siete años, Rajoy llegó finalmente a la presidencia del gobierno, pero lo hizo en un contexto completamente diferente al que se hubiera enfrentado de haber ganado en 2004.
Esto provocó que, al ver Rajoy que había ganado por méritos propios y no por los de Aznar si hubiese ganado en 2004, él ya no tenía nada que deberle a su ex jefe. De esta forma, con Rajoy en el gobierno a partir de diciembre de 2011, el gallego tomó la delantera y marcó su propio rumbo y no el que Aznar hubiera querido. Esto provocó, como todos sabemos, la ruptura en la relaciones entre ambos, las cuales ya estaban algo tensas desde la segunda derrota de Rajoy en 2008 frente a Zapatero.
Su llegada al gobierno solo profundizó el empeoramiento de esa relación, hasta el punto de que en 2016, y tras conseguir Rajoy formar gobierno por segunda vez, Aznar renunció a la presidencia de honor del PP y rompió definitivamente su relación con su sucesor, el cual creía que lo había traicionado al no seguir sus políticas y haber enterrado a su vez su legado. El caso de Aznar y Rajoy es, al igual que el de Blair y Brown, un caso donde la relación política y personal entre mentor y delfín se va deteriorando hasta romperse definitivamente. De hecho, y al igual que hiciera Blair contra Brown, Aznar reconoció en su primer volumen de memorias en 2012 que su primera opción para sucederle en la Moncloa fue Rodrigo Rato y no Rajoy. Un nuevo golpe de un ex líder político contra su sucesor.
En el caso de Tony Blair con Gordon Brown, la relación ya estaba rota antes de que el primero le cediese el poder al segundo en 2007. En el caso de José María Aznar y Mariano Rajoy, solo se rompió cuando el gallego llegó a la Moncloa en 2011. En ambos casos, la relación acabó como el rosario de la aurora. Esto es lo que ocurre cuando los juegos de poder, los intereses, los legados de los líderes y las rencillas personales prevalecen sobre el bien público.
Por otro lado, y entrando en este caso en las comparaciones de ambos casos, debo añadir que el perfil de Tony Blair siempre me pareció una mezcla entre el centrismo de Aznar y la nueva vía que representó Zapatero en el congreso del PSOE del año 2000. Una nueva vía que oficialmente tenía un discurso reformista pero que escondía realmente un cambio profundo, radical e izquierdista por parte de Zapatero, como ya mencioné en una entrada reciente sobre él. Aznar, por el contrario, se presentó como un centrista, algo que lo similaba bastante con Blair cuando éste se presentó con su eslogan de "la tercera vía" (algo similar a lo que propuso Zapatero, pero solo en el nombre).
Mientras Blair era un socioliberal, cuya militancia habría sido más razonable entre los tories que entre los laboristas, Zapatero fue un socialista e izquierdista radical, el cual es considerado el padre político de Podemos, el mentor de personajes como Pedro Sánchez y Pablo Iglesias y el ideólogo del proyecto que él mismo puso en marcha desde el gobierno de España en 2004 y que aun sigue desarrollándose. Aznar pues, a pesar de no pertenecer al mismo partido, tuvo siempre un perfil mucho más parecido al liberalismo de Blair y en su postura frente al terrorismo y la política internacional, sobre todo la Atlantista.
Además de esto, también les unían el factor de pertenecer a la misma generación, ya que ambos tenían exáctamente la misma edad (nacieron en 1953) y gobernaron practicamente durante el mismo periodo (Aznar alcanzó el poder en 1996 y Blair en 1997). Por no hablar de la estrecha amistad que hubo entre ambos, algo que Blair no consiguió jamás con Zapatero, a pesar de pertenecer ambos al Partido Socialista Europeo.
Por no hablar del paralelismo existente incluso entre Cherie Blair y Ana Botella, donde ambas, aparte de la amistad que les unía por sus maridos y la edad que compartían, fueron tanto en Reino Unido como aquí en España esposas muy activas en política durante los mandatos de sus respectivos maridos, ejerciendo ambas el papel de "primera dama" y siempre destacando su enorme influencia sobre sus conyugues. Un paralelismo, esta vez a la inversa, que también compartieron las esposas de los respectivos sucesores. Sarah Brown, esposa de Gordon Brown, y Elvira Fernández, esposa de Mariano Rajoy, se destacaron precisamente por ejercer un papel en política mucho más discreto y secundario que el de sus predecesoras.
Brown, por su parte, siempre me recordó a Rajoy. Ambos tuvieron que esperar más de lo previsto para alcanzar el poder y cuando lo hicieron fue en un contexto político, económico y social completamente adverso y contrario al que ellos esperaban encontrar de haber llegado al gobierno años antes. Brown y Rajoy compartían, por otro lado, el hecho de que fueron jefes de gobierno que se vieron condicionados por los circunstancias y no hicieron, no quisieron o no supieron poner en marcha las reformas urgentes y relevantes que sus respectivos países demandaban en momentos de gran dificultad.
Les unió a ambos además el hecho de haber vivido durante su gobierno escándalos e inestabilidades de todo tipo. Esto último hace que esta comparación sea extendible también al ex premier británico, John Major, el cual tuvo igualmente un periodo turbulento de gobierno, así como un ascenso al poder, un desenlace político y un perfil personal que se asemeja bastante tanto con Gordon Brown como con Mariano Rajoy.
Y por supuesto les unió el hecho de haber sido designados sucesores por sus mentores y acabar su relación con éstos de la peor forma posible. Brown estuvo solo tres años y fue, sin duda alguna, el gran perdedor en el contexto político, económico y social que le tocó lidiar. Rajoy, por el contrario, estuvo casi siete años en el poder, tiempo suficiente para implantar su proyecto de país, sobre todo en los cuatro primeros años en los que dispuso de mayoría absoluta. Sin embargo, tras siete años de gobierno, su gran legado en 2018 fue precisamente el de no hacer nada, pasar desapercibido y perder una oportunidad histórica para dejar un proyecto perdurable.
En definitiva, y volviendo al tema original, el legado de Tony Blair y el de Gordon Brown fue, sin duda alguna, el último periodo realmente interesante que vivió Reino Unido antes de la llegada del desastre de David Cameron, el Brexit, y todos sus sucesores y la situación caótica que atraviesan los británicos actualmente. Los paralelismos de ambos ex primeros ministros con los ex presidentes del gobierno de nuestro país es algo que también me ha llamado siempre la atención en estos dos personajes. Por otro lado creo que si el periodo de Thatcher y Major fue el último periodo realmente interesante desde el punto de vista de los tories, el de Blair y Brown lo fue desde el punto de vista de los laboristas.
Y lo más irónico y preocupante de todo es que a pesar de no ser ni Blair ni Brown jefes de gobierno con una gestión intachable ni honorable (más bien todo lo contrario, ya que su gestión fue en mi opinión profundamente negativa), en estos momentos son considerados por los británicos practicamente como unos estadistas, en comparación con lo que tienen actualmente, lo cual demuestra el declive y la decadencia absoluta que no solo atraviesa España sino también el resto de países europeos, en este caso Reino Unido, así como el resto del mundo con respecto a los líderes políticos y el contexto político.