miércoles, 26 de marzo de 2025

Televisión española ¿de calidad?


Hace unos días se ha anunciado por parte de varios medios que en el próximo mes de abril, TVE estrenará un programa televisivo basado en el formato que durante catorce años lideró la franja horaria de las tardes de Telecinco: Sálvame. Este formato, cuyo estreno será confirmado en breve por TVE, parece ser que contará con la presencia de gran parte de los sujetos que en su momento formaban parte del programa que Mediaset emitió desde 2009 hasta 2023: María Patiño, Belén Esteban, Lydia Lozano, Chelo García Cortés, Kiko Hernández, Marta Riesco, Alba Carrillo, David Valldeperas, etc. En definitiva, vividores profesionales que llevan más de treinta años viviendo de los cotilleos y los chismes de los famosos y que ahora lo harán desde una cadena pública. 

Pero lo más indignante de todo es que esta "broma" va a costar al Estado más de cinco millones de euros por temporada. Claro, uno cuando ve este tipo de cosas dice, ¿Para esto los españoles pagamos impuestos? ¿Para tener a Belén Esteban hablando, esta vez desde TVE, de Jesús Janeiro y su hija después de veinticinco años con el mismo cuento? ¿Para que la tal Alba Carrillo hable en un ente público sobre los tipos que se ha tirado y a los que acusa posteriormente de haber abusado de ella? ¿Para ver cómo estos sujetos defienden de forma vomitiva y miserable a la sobrina de Isabel Pantoja, tras ser acusada recientemente de maltrato infantil contra su propia hija de tan solo dos meses?

¿Para que impresentables como María Patiño y el resto de colaboradores (por cierto, gran parte de ellos transexuales y/o homosexuales) hagan alegatos en favor del feminismo, la transexualidad, los derechos LGTBI y los "valores" (por llamarlo de alguna forma) progresistas e izquierdistas que ellos con tanto entusiasmo defendían en su época de Telecinco? ¿Para esto se contrata este tipo de bazofia y se mantiene hoy en día TVE? Una Televisión Española que es, como todos sabemos ya, una pocilga televisiva donde tienen cabida toda la morralla que durante años han desfilado por los platós de televisión de las cadenas privadas y que ahora amenazan con embarcarse en la televisión estatal. 

Cabe añadir que nada de esto es casual, ya que lo que está haciendo el gobierno, vía TVE, es echarle un cable a estos tipejos tras cancelarse hace un par de años Sálvame. ¿Y por qué acude el gobierno del PSOE en auxilio de esta gentuza y acepta incorporar un programa de este calibre en la televisión pública? Básicamente porque el gobierno de Sánchez fue uno de los actores implicados en el escándalo social y mediático que ocurrió hace cuatro años con respecto al caso de Rocío Carrasco, donde las declaraciones que ésta hizo sobre su ex pareja, Antonio David Flores, supusieron un boom televisivo como pocas veces se ha visto en la denominada "prensa del corazón" en España. 

Hasta tal punto llegó aquello que incluso el propio Pedro Sánchez, Irene Montero (por entonces ministra) y otros políticos se pusieron en contacto con Rocío Carrasco mostrándoles su apoyo en aquella "caza de brujas" mediática, donde todo aquél que no respaldase la versión narrada por la susodicha quedaba estigmatizado televisivamente. En aquél caótico escenario, el gobierno de Sánchez jugó un papel fundamental, y ahora, dos años después de la cancelación del formato original en Mediaset (en parte, como consecuencia por aquellos sucesos), el propio ejecutivo socialista es quien ha salido a rescatar a estos sujetos para devolverles su programa basura, esta vez desde la televisión del Estado. Este factor decisivo, unido al hecho de que este tipo de programas promueven salvájemente las políticas woke, hacen que el gobierno apueste por este tipo de formato.

Pero aquí no acaba la historia, ya que mientras esto sucede, hace un par de días, una sujeta llamada Carlota Corredera (ex directora de Sálvame y ex presentadora del mismo) también ha hecho ya su aparición por la cadena pública, donde ha hecho un alegato en el programa de TVE, 59 segundos, solicitando que se retirase el día del padre, ya que esto suponía a su vez un perjuicio para aquellos niños que "no tienen padre, que tienen madre soltera o dos madres". Vamos a ver, miserable; la mejor manera de que un niño pueda honrar a su padre, es recordándolo con independencia de si está o no en este mundo. ¿Qué pasa? ¿Si un padre fallece ya no tiene sentido que sea recordado por sus hijos aunque él ya no esté entre nosotros? 

Porque aquí quien escribe esta entrada hace años que dejó de ser un niño, pero por desgracia perdió a su padre hace ahora justo cinco años. ¿Acaso los adultos como yo no tenemos derecho a recordar a nuestros padres aunque éstos ya no estén desgraciadamente entre nosotros? Del tema de "las dos madres" prefiero no hablar, ya que si ha habido gentuza que han defendido este modelo de familia son precisamente sujetas como ésta, la cual ha hecho siempre hincapié desde Telecinco en la defensa de "las nuevas familias". ¿Y ahora pretendes que en base a esas "nuevas familias" se suprima uno de los días más emotivos y tradicionales del año? Vete a tomar por culo, Carlota Corredera. 

Por esa regla de tres, lo mismo se debería hacer con el día de las madres, o con el día de los abuelos. Pero no nos llevemos las manos a la cabeza, ya que esta gentuza, tarde o temprano, defenderán también la supresión de estos días. Y lo que es peor, se acabarán suprimiendo en favor de los derechos de "esas nuevas familias" que ellos defienden con tanto entusiasmo mientras aniquilan las familias tradicionales. Ese es el progresismo y ese es el futuro que nos espera con estos impresentables, cuyo único objetivo es el de destruir nuestro modelo familiar tradicional y nuestro sistema social. De hecho, ya lo han hecho, como ya indiqué en una de mis últimas entradas: "la familia, mal, gracias". 

Pues bien, no cabe duda de que esta sujeta (al igual que su amiga, Rocío Carrasco) también entrará casi con toda seguridad junto a sus ex compañeros en el nuevo Sálvame de TVE, el cual parece ser que se llamará "la familia de la tele". Un formato donde con toda seguridad se hablarán de temas que no tienen cabida en una televisión pública y bajo unas formas que no tienen tampoco espacio en un ente público, pero ¿Qué más da? Lo importante es que TVE se convierta en el formato público de Mediaset, llenando su programación de contenidos basura y de personajes originados en cadenas privadas gracias a montajes, escándalos y conflictos durante años. 

Esa es la TVE que busca Pedro Sánchez, una TVE que herede el espíritu de Telecinco y se adueñe de la telebasura a costa del erario público. Y es que eso es lo más surrealista, que esta gentuza se reirán y montarán todo tipo de escándalos cobrando esta vez de los Presupuestos Generales del Estado, lo cual hace que la situación sea aún peor. Todo esto me lleva a preguntarme ¿Dónde están los que en la época de Mariano Rajoy se manifestaban los viernes en favor de una televisión pública de calidad? ¿Acaso esto es calidad? Seguramente para toda la gentuza afín al PSOE que se manifestaban en aquellos años, esto sí sea un contenido repleto de calidad, cultura y enseñanza. 

Si esto hubiese sucedido, por ejemplo, en Reino Unido con la BBC, estoy seguro que llevaría consigo la dimisión de más de un alto cargo de la cadena pública británica. Aquí en España, por el contrario, no solo no dimite nadie sino que se ascenderá al personal por conseguir traer a Prado del Rey (sede central de RTVE) este tipo de programas que no contribuyen en nada a la buena programación que debe transmitir una cadena pública con casi setenta años de emisión ininterrumpida. 

Todo esto me lleva a recordar aquellos tiempos nostálgicos en los que se emitían formatos de diversión en TVE como Noche de fiesta. Aquel programa que se emitían los sábados por la noche y que tenían como momento de máxima audiencia los sketch de matrimoniadas, donde las entrañables parejas de Pepa y Avelino (el matrimonio que no se soportaba tras cuarenta años casados) o Roberto y Marina (el matrimonio que tras quince años comenzaban a tener problemas conyugales) eran el espacio televisivo más famoso del momento. 

Parejas ficticias que desde el humor natural conectaban con el público y representaban de forma entretenida el día a día y el desgaste de los matrimonios, donde el cariño sentimental y la ilusión conyugal pasaban a un segundo plano en favor de las rencillas de convivencia y las discusiones constantes. En definitiva, un formato que a todos nos hacía reír y con el que simpatizábamos los españoles en aquel entonces. Este que escribe esta entrada era de hecho un fiel espectador que con solo diez años  no se perdía aquellas divertidas escenas matrimonales ni una sola semana.

¿Cuál era la postura del PSOE, entonces liderado por José Luis Rodríguez Zapatero? Que ese programa, donde además de los sketch había actuaciones de cantantes de renombre y pases de modelo que se mostraban a lo largo del formato, mostraban una posición machista del matrimonio y de la sociedad, y que por ello debía ser eliminado. Eran los tiempos de Aznar en el gobierno y Zapatero aún estaba en la oposición. Tras la inesperada victoria del PSOE en las elecciones generales de 2004, Noche de fiesta fue cancelada a los dos meses de llegar el ejecutivo socialista. 

Dicho y hecho. Esta misma gentuza que catalogaba de machista y de anticuado este formato son los mismos que ahora defienden la llegada de toda esta morralla a TVE. Y cuando hablo de morralla no me refiero solamente al nuevo e inminente Sálvame que se va a estrenar en pocos días, sino también a los Broncano, Lalachús (con su correspondiente burla a la figura del Corazón de Jesús en las campanadas), Inés Hernand, Silvia Intxaurrondo y toda esta serie de sujetos que en otra época no serían vistos ni en sus propia casas. Y en esa lista incluyo también a todos los youtubers, influencers, y demás miseria inmoral que se creen personas relevantes en la vida pública y/o social, los cuales en cualquier otro momentos de cordura social, y por el bien de la sociedad misma, deberían de estar encerrados de por vida en una prisión, tirando posteriormente la llave al mar. 

La decadencia de la sociedad es algo que ya se vislumbra incluso en la televisión pública, donde la mayoría de la programación que se emite en dicho ente son programas de nula aportación cultural, escaso nivel de entretenimiento y cero calidad de contenido. ¿Dónde están las películas hollywodenses que TVE solía emitir de forma asidua en el pasado? ¿Dónde están las series y obras de teatro de calidad, como Estudio 1, que estas cadenas emitían en el pasado? ¿Dónde están los documentales y programas de debates serios y formatos de entretenimiento para toda la familia de antaño? En definitiva ¿Dónde está esa televisión pública de calidad que se caracterizaba por el respeto al espectador y a la propia corporación emisora de dichos contenidos?

Todo esto ya ha pasado por desgracia a mejor vida y lo único que nos queda es ver cómo el actual gobierno, con la colaboración de sus socios, se encargan también de echar por tierra uno de los pocos organismos estatales que aún conservaban un atisbo de dignidad. Hoy ya, ni eso queda en Prado del Rey. Personalmente, y viendo lo que hay y lo que está por venir, soy partidario de que RTVE eche el cierre cuanto antes y desaparezca definitivamente. Pero claro, si cerramos RTVE ¿Quién defenderá como nadie la gestión de Pedro Sánchez, ocultará su corrupción y dedicará horas y horas en criticar a la oposición mientras se emiten programas de telebasura donde se promocionan las ideas que el PSOE y la izquierda promueven desde la Moncloa? 

En definitiva, la llegada de estos sujetos a TVE demuestra cuál es la apuesta televisiva del gobierno y cómo irá degradándose cada vez más el ente público conforme esta gentuza se adueñe de los medios estatales. Un escenario impensable y surrealista hace tan solo unos años. Pero esta es la España de Pedro Sánchez y de esta sociedad, donde todo es posible, para mal, obviamente. Una sociedad española la cual hace tiempo que perdió los valores definitivamente y apuesta por lo peor de cada casa para que tengan voz en las cadenas del gobierno mientras el resto de los ciudadanos pagamos con nuestros impuestos esta pocilga. Sigamos pues así, que todo es posible de empeorar aún más en esta sociedad enferma y sin futuro. 

martes, 25 de marzo de 2025

¿Merece la pena seguir así?


La polémica decisión anunciada hace unos días en la que el gobierno había pactado con Junts, tras negarse a hacerlo con los gobiernos autonómicos, el reparto de menas en todas las Comunidades Autónomas, quedandose Cataluña con solo treinta de los más de cuatro mil quinientos inmigrantes que van a ser repartidos en nuestro país, ha hecho que reflexione sobre algo que en alguna que otra ocasión he comentado por aquí, pero que ahora reafirmo con más convicción que nunca: Esto ya no da más de sí y no merece la pena seguir en estas circunstancias. 

¿A qué me refiero? Me refiero básicamente al mantenimiento dentro de la nación española de regiones con un alto índice de inclinaciones independentistas, como Cataluña y/o el País Vasco. Pero voy más allá, hago referencia a cualquier otra región española que reúna estos elementos. Me da igual que sea Andalucía (los cuales vamos a ser los segundos más castigados en el reparto tras designarnos el gobierno ochocientos menas), Extremadura, Murcia, Valencia, Galicia, Navarra o las islas Beleares. España y su gobierno no pueden seguir en esta situación en la cual determinados grupos parlamentarios, supuestamente con un objetivo político como es el de lograr la independencia de su respectiva región, busquen la ruina social, económica, política y cultural del resto de las regiones en beneficio de la suya propia. No, esto no puede seguir así.

No es de recibo que vividores como Gabriel Rufián, cobardes como Carles Puigdemont, miembros relacionados con el terrorismo de ETA o afines al pacto con el PSOE, como Oriol Junqueras, sean quienes decidan qué impuestos se suben y cuáles no, y en qué regiones; qué reparto se hace en España de individuos peligrosos para nuestra sociedad, como en este caso, son los menas; qué competencias deben asumir determinadas regiones y negársele al resto de forma simultánea (como la polémica decisión del gobierno de Sánchez de entregar las competencias de inmigración a la generalitat catalana y, con ello, a los Mossos de Esquadra, en detrimento de la Policía Nacional); qué comunidades deben recibir más financiación y cuáles no, etc. 

Hay situaciones en las que, en vista de las circunstancias, lo más propicio es prácticamente lo más doloroso: reformar la Constitución y permitir en ésta la posibilidad de que cualquier región que así lo desee tenga la posibilidad de convocar, de acuerdo con el Estado, un referéndum de independencia. Si el resultado es negativo, mala suerte para todos, y si es positivo, bendito referéndum que nos librará de esta gentuza. Como español que soy, me duele decir esto último, pero no hay duda de que la permanencia de determinadas CCAA dentro de España suponen a estas alturas un debilitamiento absoluto del Estado y un ataque directo contra los intereses del resto de la nación. 

¿La unidad es el camino? Sí, pero hasta cierto punto. No puede ser que un grupo parlamentario que no llega ni a diez diputados sean quienes decidan, mediante pactos con el gobierno del PSOE, qué políticas hay que aplicar en el resto de España o incluso qué políticas hay que aplicar en determinadas regiones, en beneficio de las suyas propias. Yo no tengo porque soportar que en Andalucía vengan cerca de ochocientos individuos peligrosos de otros países por el mero hecho de que Puigdemont haya acordado con Pedro Sánchez ese reparto mientras en su tierra estos sujetos no llegan ni a treinta. Ni tengo porque soportar que Sánchez pacte con Junts una subida de impuestos a Andalucía mientras en Cataluña éstos se reducen.

Yo no tengo porque soportar que el gobierno de Sánchez elabore junto con Junts un documento en el cual se considera "extranjero" a cualquier persona no nacida en Cataluña, incluyendo a españoles de cualquier otra parte de nuestro territorio nacional. La dignidad de la sociedad está por encima de los intereses de esta manada de criminales, los cuales no desean bajo ningún concepto la independencia política de sus regiones, sino una independencia fiscal (recuerden el cupo catalán que el PSOE y los independentistas siguen negociando) con las ventajas de permanecer, aunque solo sea oficialmente, dentro de una España que prácticamente está ya desintegrada, aunque en términos de unidad territorial permanezca unida aún. 

Todo tiene un límite, y los españoles no merecemos ser peones de Ajedrez en un juego donde los independentistas desean seguir realmente en España, con la condición de hundir en todos los frentes al resto de nuestra sociedad y siempre en beneficio de sus respectivas regiones. Llegados a este punto, lo mejor es reformar la Constitución y dar vía libre para que estos individuos se vayan para no regresar jamás. Es más sano y beneficioso para España, o lo que quede de ella, quedarnos cuatro gatos a seguir conviviendo en permanente conflicto y humillación cerca de cincuenta millones. 

Por supuesto, soy consciente que cuando hablo de esto, muchas personas pertenecientes a dichas regiones se sienten tan españolas como yo y como otras de cualquier región española. Pero los políticos han sido los culpables de llevarnos a esta situación insostenible e irreversible. Una situación en la que en parte pagan justos por pecadores. Pero a pesar de lo doloroso que resulta esto, no podemos permitir que nos pisoteen más unos vividores cuyo único afán es el de destruir el tejido social, la convivencia y la seguridad en el resto de España a cambio de mantener en la Moncloa a un sujeto sin escrúpulos, el cual firma encantado estas concesiones si ello le permite seguir una semana más en el poder. 

Si alguien se ha molestado en leer otras de mis entradas sobre esto, habrá visto que no hablo ya siquiera de derogar la Constitución, sino simplemente de reformarla. ¿Por qué? Básicamente porque hay que ser pragmático y realista. La Constitución, por muy dañina que resulte para los intereses de España (que lo es), no va a ser derogada jamás, ya que el sistema originado en 1978 se creó precisamente para conducirnos a esta situación sin posibilidad alguna de que el sistema pueda ser abolido. 

De modo que, a falta de ruptura con el sistema, bien sirve como mal menor una reforma que abra la posibilidad de que estas autonomías puedan irse definitivamente de nuestro país, manteniéndonos en nuestra nación aquellas regiones que sí queremos seguir formando parte de esta comunidad social, económica, cultural, política e histórica, aunque seamos solo las dos Castillas (incluyendo Madrid, obviamente), Andalucía, Extremadura, Murcia y Asturias. Siendo así, España, desgraciadamente, ya no sería España, pero al menos seguiríamos conviviendo juntos dentro de esa futura comunidad todos los que seguimos creyendo en un verdadero destino común. 

Eso sí, el Estado debería salvaguardar posteriormente sus intereses y vetar cualquier tipo de relación política, económica, comercial, cultural, etc, con las regiones que hiciesen efectiva dicha independencia. Por supuesto, todo esto no se producirá jamás; principalmente porque, actualmente, las CCAA más conflictivas son precisamente las que que mantienen al PSOE en el poder y garantizan su continuidad en éste, lo cual hace que bajo ningún concepto esa independencia se vaya a producir, por muy debilitado que quede el conjunto del Estado. Este escenario no se producirá jamás ni con un gobierno del PSOE, pero tampoco con un gobierno del PP, cuya supervivencia dependiese en un futuro de estos mismos socios. 

Habrá quienes digan, "esto no se arregla con independencia, sino con la retirada de las competencias de educación a las CCAA para que las futuras generaciones no sean adoctrinadas en el independentismo". En absoluto. Tras más de cuarenta años de adoctrinamiento educativo, si esa decisión se materializase (cosa que no va a ocurrir jamás), luego queda el factor de la comunicación, donde los medios siguen teniendo un poder decisivo a la hora de manipular a la población si las competencias en educación fuesen devueltas al Estado. No nos engañemos. La estafa ha durado demasiados años, los suficientes como para que haya un sentimiento de rechazo hacia España en determinadas CCAA mientras sus políticos, con el objetivo de hundir al resto de las comunidades en beneficio de las suyas, sostienen a un gobierno corrupto y abiertamente contrario a los intereses generales. 

Saben que Sánchez, al igual que Zapatero en su día (el cual, por cierto, es quien está detrás de todas estas negociaciones con Junts), es una oportunidad de oro que no pueden desaprovechar si quieren debilitar al extremo al conjunto del país en beneficio de sus instituciones regionales. De esta forma, por mucha corrupción que siga saliendo sobre Sánchez, su familia y el PSOE en general, los independentistas seguirán sosteniendo a este gobierno, aunque no haya Presupuestos de aquí a 2027. Saben que cuanto más débil esté el Estado, más fuerte serán ellos. 

Ambas partes (Pedro Sánchez por un lado, y sus socios independentistas y etarras por el otro) se necesitan mutuamente para obtener sus respectivos intereses. Por ello, en lo que respecta a la continuidad del gobierno del PSOE bajo el sostenimiento de estos partidos, no voy a profundizar nuevamente en ello. Ya he escrito las suficientes entradas como para dejar claro que aquí hay Sánchez y PSOE para rato a base de chantajes y concesiones a cargo del erario público y a costa de los intereses nacionales. 

Por esto, la única y dolorosa solución a esta situación, es concederles a estas regiones su deseo de decidir su futuro y librarnos para siempre del chantaje permanente y del mal que ha supuesto para España el nacionalismo/independentismo de las denominadas "comunidades históricas" en estos cincuenta años, los cuales han sido esenciales no solo en el mantenimiento en el poder de Pedro Sánchez, sino también de todos sus predecesores en la Moncloa. Hay que saber decir "hasta aquí", y ese momento ha llegado. 

Otra cosa es, obviamente, que eso, para nuestra desgracia, no se va a cumplir nunca y el proceso de desintegración continuará de forma imparable. La situación pues no puede ser más irónica, ya que la única solución para que España, o lo que quede de ella, continúe y pueda seguir teniendo futuro, pasa desgraciadamente por sacrificar a aquellas regiones que desean irse y quedarnos solamente aquellos que a estas alturas buscamos solamente salvar los muebles, si es que eso es posible incluso en estos momentos ya. 

lunes, 17 de marzo de 2025

Blair-Brown: juego de poder


El próximo mes de mayo se cumplirán veintiocho años de la llegada al poder de uno de los dúos políticos más interesantes de las últimas décadas. Me refiero a la pareja política formado por los laboristas británicos, Tony Blair y Gordon Brown, ambos primeros ministros consecutivos de Reino Unido. Primeros ministros que sin embargo sufrieron destinos bien diferentes durante sus respectivas etapas al frente del gobierno. 

Mientras Tony Blair se llevó todo el peso de la gloria del poder al dirigir los destinos de Reino Unido desde 1997 hasta 2007, su sucesor y hasta entonces ministro de economía, Gordon Brown, solo pudo ejercer el poder durante tres años en Downing Street, dejando el ejecutivo británico tras perder las elecciones del año 2010. 

Todo comenzó cuando en mayo de 1994, el hasta entonces líder de la oposición y futuro primer ministro británico según todas las encuestas, el laborista John Smith, sufrió un repentino y sospechoso ataque al corazón que lo llevó a la muerte. En aquel escenario de caos y desconcierto, un escocés llamado Gordon Brown, el cual había sido la mano derecha de Smith, comenzó a ser visto por muchos como el recambio urgente y natural dentro del laborismo británico. La cuestión vino cuando a su vez, uno de los colaboradores principales del propio Brown, y escocés como él, comenzó a hacerse hueco dentro de las quinielas para convertirse en el nuevo líder de la izquierda británica. ¿Su nombre? Tony Blair. 

Blair y Brown, los cuales habían trabajado juntos en el partido y de hecho tenían una relacion personal estrecha, comenzaron pues a distanciarse cuando Blair comenzó de forma inesperada a cosechar grandes apoyos dentro de los laboristas mientras Brown, aunque con grandes apoyos al ser considerado el sucesor natural de Smith, quedó atascado en su candidatura. Es entonces, en medio de una gran espectación y rivalidad, cuando los escoceces llegan a un acuerdo informal en un restaurante londinense. 

En dicha reunión Blair, que ya se veía entre los laboristas con un carisma y un tirón electoral del que carecía Brown, acordó con éste que sería él quien asumiría el liderazgo laborista en primer lugar y, eventualmente, la jefatura del gobierno británico tras las próximas elecciones generales. Brown por su parte sería nombrado por Blair ministro de economía en su próximo gobierno. Y finalmente, tras un periodo determinado (nunca se fijó fechas concretas), Blair le cedería a Brown el liderazgo laborista y la jefatura del gobierno británico. 

Ambos pactaron ese acuerdo de forma informal y Tony Blair finalmente fue elegido líder de los laboristas en mayo de aquel año. Lo demás ya es conocido por todos: el entonces primer ministro británico, John Major, estaba en su momento más bajo desde que sucedió a Margaret Thatcher en noviembre de 1990 y todas las encuestas daban por finiquitado su paso por el poder en medio de escándalos y crisis interna en el Partido Conservador. Las encuestas subían sin cesar y los laboristas estaban cada vez más cerca de Downing Street tras casi veinte años en la oposición. 

Finalmente, el 1 de mayo de 1997, Tony Blair fue elegido de forma aplastante como nuevo primer ministro británico en un resultado aun más aplastante que el obtenido el año pasado por Keir Starmer. Unos resultados electorales históricos que fueron seguidos por el juramento de Tony Blair como nuevo jefe del gobierno ante la reina Isabel II al día siguiente y la posterior y ya famosa llegada de él con su esposa Cherie a Downing Stret en medio de vitores y aclamaciones de sus votantes. Un escenario nunca antes visto en Reino Unido, el cual tampoco se ha vuelto a repetir, y que catapultaba al poder a la pareja como si de un matrimonio presidencial estadounidense se tratase. 

Brown, el cual tenía un perfil izquierdista más pronunciado que el de Tony Blair, el cual era puramente centrista, fue nombrado ministro de economía, como así se acordó en 1994. Blair, por su parte, comenzaba de esta forma su mandato respaldado por la mayoría absoluta más aplastante que ha conocido Reino Unido en su historia. En medio de esa legitimación, Blair comenzó a realizar unas políticas que si bien tenían ciertos guiños hacia la izquierda, era más propias de un torie que de un laborista. De hecho Blair se consideraba un admirador del legado de Thatcher, con lo cual su imagen de líder laborista y de alternativa real a los conservadores quedaba aun más en entredicho. 

De hecho, en lo que respecta a Blair, su gobierno no solo no acabó con las políticas neoliberales de Margaret Thatcher, sino que las reforzó, hasta el punto de avanzar en las políticas de privatizaciones que Thatcher comenzó casi veinte años antes. Esto, unido a una famosa frase dicha por la propia Thatcher en la que aseguraba que "su partido no necesitaba a alguien que le hiciese frente a Blair, sino a alguien que fuese como Blair", refuerza mi teoria de que realmente fue Tony Blair y no John Major quien realmente fue el auténtico heredero y "lord protector" de las políticas y del legado de la "dama de hierro".

En septiembre de 1997, y como ya indiqué en mi entrada escrita en enero de este mismo año, su popularidad alcanzó un cenit histórico tras pronunciar el famoso discurso en homenaje a Diana de Gales (el famoso discurso de "la princesa del pueblo") y salvar a la Monarquía de la crisis institucional surgida tras la muerte de Diana. Y en 1998, cuando solo llevaba un año en el gobierno, consiguió firmar tras largas conversaciones los famosos Acuerdos del Viernes Santo. Unos acuerdos en los que se decidió dar por primera vez la autonomía, así como un gobierno y un parlamento, a Irlanda del Norte; el desarme del IRA; la retirada de las tropas británicas en suelo norirlandés y el compromiso de paz entre todos los actores políticos firmantes en el acuerdo. 

Un acuerdo en el que estuvo involucrado personalmente el propio Bill Clinton, lo cual hizo que se crease una estrecha relación personal entre ambos. Una estrecha relación personal que también compartió con uno de sus grandes aliados y amigos: José María Aznar. De hecho, horas antes de que se firmase en Belfast los acuerdos, Cherie Blair y sus hijos vinieron a España para ver junto a Ana Botella las procesiones de la Madrugá sevillana. Blair, tras la firma de los acuerdos, vino vuelo directo a España para pasar el resto de la Semana Santa junto a su familia y los Aznar en Doñana. Aquellas vacaciones en Doñana supusieron el inicio de una estrecha relación entre los Blair y los Aznar, hasta el punto de ser invitados a la famosa boda de Ana Aznar en El Escorial en 2002. 

Tras los acuerdos vino la guerra de Kosovo, donde Tony Blair ejerció una presión bastante considerable sobre Clinton para que éste, el cual era reaccio a atacar en un principio, interviniese finalmente junto a Reino Unido y la OTAN en un bombardeo contra Yugoslavia en 1999. Esta fue la primera experiencia militar de Blair, la cual parece ser que estaba incluso más decidido que el propio Clinton a llevar a cabo. Obviamente no sería la única, ya que tras los atentados terroristas del 11-S, vendría su apoyo primero a la guerra de Afganistán y posteriormente, y la más polémica, a la de Irak, ambas junto a George W. Bush. 

En 2001, y tras cuatro años en Downing Street, Blair anuncia que se vuelve a presentar a la reelección, ganando las elecciones generales de mayo de aquel año. En aquel entonces, Brown comenzaba a desesperarse, ya que veía que su llegada a la jefatura del gobierno y a la del liderazgo laborista no terminaba de llegar. Sin embargo, Blair ganó nuevamente de forma holgada, aunque con menos apoyos que en 1997. 

Cuatro meses después de aquellas elecciones tuvieron lugar los atentados del 11-S, lo cual cambió el mundo y el mapa geopolítico mundial. A partir de entonces, Blair anuncia su apoyo incondicional a EEUU y su firme decisión de intervenir junto a los americanos en cualquier conflicto bélico que desde Washington se produjese. De esta forma Blair comienza a cavar, aunque quizás sin saberlo, su tumba política.

En octubre de 2001, Blair interviene militarmente junto a Bush hijo en la guerra de Afganistán, en 2002 apoya fervientemente el discurso del presidente estadounidense sobre "el eje del mal" y en marzo de 2003, Tony Blair junto a George W. Bush, José María Aznar y Jose Manuel Durao Barroso (entonces primer ministro de Portugal y anfitrión de la cumbre) dan en las islas de las Azores un plazo de veinticuatro horas a Saddam Hussein para que abandone el poder, atacando Irak tras dicho plazo si el dictador iraquí no accedía. 

Aquella polémica cumbre, la cual fue precedida y sucedida por miles de manifestaciones en EEUU, Reino Unido, España, así como en otras partes de Europa, se caracterizó por la decisión de atacar Irak excusándose en unas supuestas armas de destrucción masiva que posteriormente se confirmaron que nunca existieron, así como por la resolución 1441, por la cual dichos gobiernos (aunque España no llegó a intervenir en la invasión, a pesar de lo que se ha dicho) veían respaldada su actuación para invadir el país. 

Saddam Hussein no accedió al ultimátum y finalmente la guerra empezó el 20 de marzo de 2003. En Reino Unido, no eran pocos los que tanto desde las filas laboristas como desde la de los conservadores, veían un riesgo absoluto la invasión y el apoyo incondicional de Blair a Bush. Sin embargo, el premier británico estaba más decidido que nunca a ir a la guerra y a hacer historia. 

Ya en 2005, y tras ocho años en el gobierno, se ha publicado que Blair reflexionó bastante sobre si imitar a Aznar y renunciar a presentarse a un tercer mandato. Brown, después de ocho años como ministro y once tras el acuerdo que llegó con Blair, comenzó una campaña interna para presionar a Blair y obtener su retirada. ¿El resultado? Blair anunció que se presentaría a un tercer y último mandato, doblándole con ello una vez más el pulso a Brown, aunque nunca lo destituyó como ministro. Finalmente, en mayo de 2005, Tony Blair logró un histórico triunfo para un tercer mandato, aunque Irak y su popularidad, la cual empezó a caer en picado desde entonces, le privó de un triunfo que, aunque igualmente mayoritario, no fue tan holgado como el de 1997 y 2001. 

El 7 de julio de 2005, en plena cumbre del G-8 en Londres (aquel año tocaba celebrarse allí) y pocas horas después de que Londres fuese la elegida para celebrar los Juegos Olímpicos de 2012, una serie de atentados terroristas en los vagones del metro de Londres y en un autobús de la capital británica dejaron más de cincuenta muertos y más de setecientos heridos, el ataque más mortal vivido en suelo londinense desde la II Guerra Mundial. Tras los atentados, la presión de Brown sobre Blair para que éste le cediese por fin el poder se fue recrudeciendo, hasta el punto de que varios ministros afines a Brown dimitieron en bloque para presionar a Blair con el objetivo de que éste anunciase finalmente su fecha de salida del poder.

Finalmente, en 2006, y tras las presiones internas, Blair anuncia que dimitiría para el año siguiente, 2007. En aquel entonces, su imagen era ya solo una sombra de lo que fue diez años antes y su gobierno estaba agonizando como consecuencia de las protestas masivas por la guerra de Irak y las tensiones dentro del laborismo, además de perder de forma estrepitosa en todas las elecciones que se iban celebrando e ir muy detrás en unas encuestas que ya daban como claro ganador a los tories, los cuales llevaban ya desde 2005 liderados por un tipo llamado David Cameron. Blair había llevado al laborismo británico a lo más alto, pero también a lo más bajo. 

Ya en mayo de 2007, y tras diez años exactos en el poder, Tony Blair anuncia que presentará su dimisión como primer ministro para el mes siguiente, lo cual hace concretamente el 27 de junio de 2007, cuatro días después de cederle a Brown el relevo en el Partido Laborista. Trece años tardó Blair en cumplir su acuerdo de cederle el poder a Brown. Lo que éste no sabía es que su hasta entonces jefe le había hecho un regalo envenenado: le había cedido el testigo solo un año antes de que el mundo estallase en la crisis económica más grave vivida desde la Gran Depresión en 1929. 

Una vez retirado Blair del poder, muchos laboristas afines a Brown intentan que el nuevo primer ministro convoque elecciones, ya que durante los meses siguientes a la llegada de Brown, los laboristas recuperaron terreno electoral y volvieron a estar primeros en las encuestas. Es entonces cuando Brown da un golpe en la mesa y se niega en rotundidad convocar elecciones generales. Había esperado trece años en conseguir el poder para ahora jugársela a las primeras de cambio y posiblemente perder frente a un tipo más joven y carismático que él, como en aquel entonces era David Cameron. Su rechazo absoluto en convocar elecciones fue su tumba política.

A partir de entonces surgieron escándalos, presiones y crisis internas contra el propio Brown. El mismo escenario que él promovió contra Blair en sus últimos años se volvió contra él, hasta el punto de que muchos diputados veían a Brown como un tipo sin carisma, aburrido y antipático, todo lo contrario que Blair, a pesar de su controvertido mandato como primer ministro. 

Es entonces cuando algunos comienzan a pensar en un nuevo relevo de líder y de primer ministro antes de las próximas elecciones generales. Las elecciones locales de 2008 y las elecciones europeas de 2009 suponen un duro golpe para Brown, cuya imagen cae en picado en todas las encuestas. Pero aun quedaba el punto determinante por el que se caracterizaría su gobierno: la crisis económica mundial surgida en septiembre de 2008.

Tras el estallido de la crisis, Brown intenta tomar inutilmente el control de una situación que ya se le ha ido completamente de las manos. Su único y breve momento culmen fue cuando ejerció de anfitrión en la cumbre del G-20 en Londres, en abril de 2009. A pesar de prometer reformas, éstas no acaban por materializarse, lo cual sumado a las constantes rebeliones y dimisiones por parte de los suyos tanto en 2008 como en 2009, hace que su autoridad quede seriamente cuestionada. 

A pesar de que las legislaturas británicas duran cinco años y no cuatro como aquí en España, Brown rehusó convocarlas en 2009 (era cuando teóricamente tocaban, ya que Blair, sin estar obligado a ello, siempre las convocaba cada cuatro años, siendo la última en 2005). De esta forma, y al ver su periodo en el poder en tiempo de descuento, intentó y logró mantenerse en el poder hasta última hora y resistir las múltiples presiones internas contra él. La misma postura que adoptó John Major en sus últimos años en el poder.

Finalmente, en 2010, Brown ya se ve obligado legalmente a convocar elecciones para mayo de ese mismo año con los tories ganando en todas las encuestas por goleada. Aun así, la suerte no acompañaría del todo a los tories de David Cameron, ya que finalmente el 6 de mayo de 2010, Cameron gana las elecciones, pero sin mayoría por primera vez desde hacía treinta y seis años. Es entonces cuando Brown, a pesar de haber perdido pero sin el fracaso absoluto que le deparaban todas las encuestas, decide ir a por todas e intentar negociar con el Partido Liberal Demócrata británico, liderado entonces por Nick Clegg, para formar un gobierno al margen de la victoria de los tories. 

Y a pesar de que Brown y Clegg se reunen para barajar opciones, finalmente los liberales deciden darle el gobierno a David Cameron el 11 de mayo, poniendo de esta forma fin a trece años de gobiernos laboristas y a solo tres del propio Gordon Brown. Todo ello, a pesar de que Brown había anunciado el día antes su dimisión como líder laborista para que laboristas y liberales llegasen a un acuerdo aunque él no fuese ya el próximo primer ministro. Una última humillación, en este caso en favor de los suyos y en contra de él mismo, la cual tampoco dio resultado.

De esta forma, tras el cambio de gobierno efectuado el 11 de mayo de 2010 y la llegada de David Cameron a Downing Street, se puso fin a trece años de laborismo y a diecisiete de dúo político formado por Tony Blair y Gordon Brown. Una relación que pasó de ser amistosa y de colaboración a una relación de enemistad y rivalidad política abierta, incluso años antes de que Tony Blair le cediese el poder en 2007. Un Tony Blair que, como he dicho antes, le pasó la patata caliente a Gordon Brown cuando sabía plenamente que dicha patata estaba a punto de estallar. 

Su salida de Downing Street un año antes del estallido de la crisis hizo que, a pesar de su polémico mandato con Irak, Afganistán y el desgaste político de fondo, no se viese sacudido también por una crisis que se comió de lleno Brown. Una especie de venganza política y personal la de Blair contra Brown, el cual le dejó practicamente las migajas de su paso por el poder. Tras una década gobernando y con un desgaste político considerable al tener a su país metido en dos guerras paralelas, Blair dejó el poder cuando realmente sabía que lo que vendría después de 2007 sería el caos, como así fue, y por eso decidió cederle a Brown el poder en aquel momento, para que se comiese las sobras que él había dejado y se comiese en cambio la inminente crisis económica en su totalidad. 

De esta forma se puede decir que el gran perdedor de esta relación, y del famoso acuerdo de 1994, fue Brown, quien llegó al poder de forma tardía y cuando el laborismo estaba dando ya sus últimos coletazos. Blair fue en 1994 más inteligente que su rival interno al ofrecerle un acuerdo informal que solo cumplió cuando ya había saboreado lo suficiente las mieles del poder durante diez años de gobierno. Por su parte, Brown (el cual tenía un perfil más socialdemócrata que Blair, el cual estaba ideológicamente más cercano al liberalismo de Thatcher), solo pudo conformarse con las sobras que su predecesor había dejado por el camino, mientras éste disfrutaba de lleno los años de oro del laborismo en el poder. 

Cuando Brown llegó a Downing Street fue practicamente en el momento en que la permanencia de los laboristas en el poder estaba en tiempo de descuento. Tampoco ayudó mucho que su llegada a Downing Street fuese a través de un relevo interno y no mediante elecciones generales, lo cual le restó legitimidad para gobernar desde el primer momento al no haber sido un líder respaldado en las urnas. En contraposición, Blair ha sido hasta la fecha el único líder laborista británico en ganar tres elecciones generales consecutivas de forma mayoritaria, un privilegio que solo comparte con la ex primera ministra conservadora, Margaret Thatcher. 

Brown en cambio, perdió las primeras elecciones generales a las que se presentó. Su momento político era realmente 1994 y no 2007, cuando el desgaste de los laboristas ya era un hecho. De haber sido inteligente, habría rechazado el acuerdo con Blair y los éxitos que éste cosechó se los habría llevado él, pero pecó de confianza hacia un Blair más astuto que él, del cual creía que le cedería el poder a las primeras de cambio, lo cual no sucedió. De hecho, para más humillación contra Brown, Blair publicó poco después de la salida de su sucesor del poder sus propias memorias. 

En ellas, Blair aseguró que antes del relevo producido en 2007 "sabía de antemano que Brown sería un desastre". El golpe final para su ex amigo y posterior rival interno. Unas memorias de Blair las cuales fueron de hecho un éxito que vendió millones de ejemplares, mientras que un libro posterior a su salida de Downing Street de Brown, en el que se recopilaban sus discursos como primer ministro en sus tres años de gobierno recibieron la escalofriante cifra de treinta y dos ejemplares vendidos solamente. Hasta en este factor secundario y cuando ya ambos estaban fuera del poder, Blair siguió barriendo a Brown. 

Dicho esto me desvío por un momento del tema principal para hacer una digresión sobre una cuestión que, al menos a mí siempre me ha llamado la atención, y es el paralelismo que se da entre la relación de Tony Blair con Gordon Brown por un lado y la de José María Aznar con Mariano Rajoy por el otro. Aznar designó a Rajoy como su sucesor en 2003, creyendo que ganaría sin problemas las elecciones generales de 2004. Sin embargo, el 11-M y la posterior victoria electoral de Zapatero echó por tierra los planes de sucesión de Aznar y cambió por completo la historia de España. Después de siete años, Rajoy llegó finalmente a la presidencia del gobierno, pero lo hizo en un contexto completamente diferente al que se hubiera enfrentado de haber ganado en 2004. 

Esto provocó que, al ver Rajoy que había ganado por méritos propios y no por los de Aznar si hubiese ganado en 2004, él ya no tenía nada que deberle a su ex jefe. De esta forma, con Rajoy en el gobierno a partir de diciembre de 2011, el gallego tomó la delantera y marcó su propio rumbo y no el que Aznar hubiera querido. Esto provocó, como todos sabemos, la ruptura en la relaciones entre ambos, las cuales ya estaban algo tensas desde la segunda derrota de Rajoy en 2008 frente a Zapatero. 

Su llegada al gobierno solo profundizó el empeoramiento de esa relación, hasta el punto de que en 2016, y tras conseguir Rajoy formar gobierno por segunda vez, Aznar renunció a la presidencia de honor del PP y rompió definitivamente su relación con su sucesor, el cual creía que lo había traicionado al no seguir sus políticas y haber enterrado a su vez su legado. El caso de Aznar y Rajoy es, al igual que el de Blair y Brown, un caso donde la relación política y personal entre mentor y delfín se va deteriorando hasta romperse definitivamente. De hecho, y al igual que hiciera Blair contra Brown, Aznar reconoció en su primer volumen de memorias en 2012 que su primera opción para sucederle en la Moncloa fue Rodrigo Rato y no Rajoy. Un nuevo golpe de un ex líder político contra su sucesor. 

En el caso de Tony Blair con Gordon Brown, la relación ya estaba rota antes de que el primero le cediese el poder al segundo en 2007. En el caso de José María Aznar y Mariano Rajoy, solo se rompió cuando el gallego llegó a la Moncloa en 2011. En ambos casos, la relación acabó como el rosario de la aurora. Esto es lo que ocurre cuando los juegos de poder, los intereses, los legados de los líderes y las rencillas personales prevalecen sobre el bien público. 

Por otro lado, y entrando en este caso en las comparaciones de ambos casos, debo añadir que el perfil de Tony Blair siempre me pareció una mezcla entre el centrismo de Aznar y la nueva vía que representó Zapatero en el congreso del PSOE del año 2000. Una nueva vía que oficialmente tenía un discurso reformista pero que escondía realmente un cambio profundo, radical e izquierdista por parte de Zapatero, como ya mencioné en una entrada reciente sobre él. Aznar, por el contrario, se presentó como un centrista, algo que lo similaba bastante con Blair cuando éste se presentó con su eslogan de "la tercera vía" (algo similar a lo que propuso Zapatero, pero solo en el nombre). 

Mientras Blair era un socioliberal, cuya militancia habría sido más razonable entre los tories que entre los laboristas, Zapatero fue un socialista e izquierdista radical, el cual es considerado el padre político de Podemos, el mentor de personajes como Pedro Sánchez y Pablo Iglesias y el ideólogo del proyecto que él mismo puso en marcha desde el gobierno de España en 2004 y que aun sigue desarrollándose. Aznar pues, a pesar de no pertenecer al mismo partido, tuvo siempre un perfil mucho más parecido al liberalismo de Blair y en su postura frente al terrorismo y la política internacional, sobre todo la Atlantista. 

Además de esto, también les unían el factor de pertenecer a la misma generación, ya que ambos tenían exáctamente la misma edad (nacieron en 1953) y gobernaron practicamente durante el mismo periodo (Aznar alcanzó el poder en 1996 y Blair en 1997). Por no hablar de la estrecha amistad que hubo entre ambos, algo que Blair no consiguió jamás con Zapatero, a pesar de pertenecer ambos al Partido Socialista Europeo. 

Por no hablar del paralelismo existente incluso entre Cherie Blair y Ana Botella, donde ambas, aparte de la amistad que les unía por sus maridos y la edad que compartían, fueron tanto en Reino Unido como aquí en España esposas muy activas en política durante los mandatos de sus respectivos maridos, ejerciendo ambas el papel de "primera dama" y siempre destacando su enorme influencia sobre sus conyugues. Un paralelismo, esta vez a la inversa, que también compartieron las esposas de los respectivos sucesores. Sarah Brown, esposa de Gordon Brown, y Elvira Fernández, esposa de Mariano Rajoy, se destacaron precisamente por ejercer un papel en política mucho más discreto y secundario que el de sus predecesoras. 

Brown, por su parte, siempre me recordó a Rajoy. Ambos tuvieron que esperar más de lo previsto para alcanzar el poder y cuando lo hicieron fue en un contexto político, económico y social completamente adverso y contrario al que ellos esperaban encontrar de haber llegado al gobierno años antes. Brown y Rajoy compartían, por otro lado, el hecho de que fueron jefes de gobierno que se vieron condicionados por los circunstancias y no hicieron, no quisieron o no supieron poner en marcha las reformas urgentes y relevantes que sus respectivos países demandaban en momentos de gran dificultad. 

Les unió a ambos además el hecho de haber vivido durante su gobierno escándalos e inestabilidades de todo tipo. Esto último hace que esta comparación sea extendible también al ex premier británico, John Major, el cual tuvo igualmente un periodo turbulento de gobierno, así como un ascenso al poder, un desenlace político y un perfil personal que se asemeja bastante tanto con Gordon Brown como con Mariano Rajoy. 

Y por supuesto les unió el hecho de haber sido designados sucesores por sus mentores y acabar su relación con éstos de la peor forma posible. Brown estuvo solo tres años y fue, sin duda alguna, el gran perdedor en el contexto político, económico y social que le tocó lidiar. Rajoy, por el contrario, estuvo casi siete años en el poder, tiempo suficiente para implantar su proyecto de país, sobre todo en los cuatro primeros años en los que dispuso de mayoría absoluta. Sin embargo, tras siete años de gobierno, su gran legado en 2018 fue precisamente el de no hacer nada, pasar desapercibido y perder una oportunidad histórica para dejar un proyecto perdurable. 

En definitiva, y volviendo al tema original, el legado de Tony Blair y el de Gordon Brown fue, sin duda alguna, el último periodo realmente interesante que vivió Reino Unido antes de la llegada del desastre de David Cameron, el Brexit, y todos sus sucesores y la situación caótica que atraviesan los británicos actualmente. Los paralelismos de ambos ex primeros ministros con los ex presidentes del gobierno de nuestro país es algo que también me ha llamado siempre la atención en estos dos personajes. Por otro lado creo que si el periodo de Thatcher y Major fue el último periodo realmente interesante desde el punto de vista de los tories, el de Blair y Brown lo fue desde el punto de vista de los laboristas. 

Y lo más irónico y preocupante de todo es que a pesar de no ser ni Blair ni Brown jefes de gobierno con una gestión intachable ni honorable (más bien todo lo contrario, ya que su gestión fue en mi opinión profundamente negativa), en estos momentos son considerados por los británicos practicamente como unos estadistas, en comparación con lo que tienen actualmente, lo cual demuestra el declive y la decadencia absoluta que no solo atraviesa España sino también el resto de países europeos, en este caso Reino Unido, así como el resto del mundo con respecto a los líderes políticos y el contexto político. 

viernes, 14 de marzo de 2025

Un lustro de una pandemia genocida


En el día de hoy se cumplen cinco años de una de las mayores tragedias, y a la vez uno de los mayores crímenes y estafas que se han conocido en el último siglo en el mundo. Me refiero al estallido de la pandemia del COVID-19, la cual en España comenzó oficialmente el 14 de marzo de 2020, día en el que Pedro Sánchez ordenó la aplicación del Estado de Alarma en todo el territorio nacional. Un Estado de Alarma que llevó consigo el confinamiento domiciliario y la suspensión de cualquier tipo de actividad en nuestro país, lo cual llevó posteriormente al cierre definitivo de miles de empresas en España. Unas medidas que se repitieron en muchos otros países del mundo, donde sus correspondientes gobiernos tomaron decisiones similares, aunque no hasta el extremo que se llegó a aplicar aquí. 

En aquel maldito año 2020, en el mes de enero, ya comenzaron a surgir las primeras noticias entorno a esta pandemia. De hecho en diciembre de 2019 ya se hablaba algo sobre ello, aunque no con la intensidad que se hizo a partir de 2020. Mientras en Reino Unido se produjeron sucesos históricos a finales de enero, como fueron la salida de la islas británicas de la Unión Europea y con ello la efectuación del Brexit, en el resto del mundo ya se hablaba largo y tendido sobre los miles de muertos que en China se estaban produciendo como consecuencia de ese enigmático virus del que nadie conocía su procedencia ni nadie sabía cómo había surgido, y que amenaza con extenderse al resto del mundo de forma inminente e imparable. 

Obviamente esto no era más que una farsa prefabricada por parte de las élites mundiales, las cuales sabían perfectamente y con todo lujo de detalles las características del virus, su procedencia, sus componentes, su proceso y su correspondiente cura. ¿Qué se dijo entonces por parte de los políticos, la Organización Mundial de la Salud, los medios de comunicación y todo el sistema a nivel global? Básicamente que había que prevenirse todo lo posible, mantener las distancias correspondientes con respecto a los demás, así como con cualquier conocido y/o familiar y encerrarnos en casa si teníamos algún síntoma de los que se mencionaba a cada momento en los medios (tos seca, vómitos, cansancio extremo, pérdida de olfato y/o del gusto, fiebre, dolor muscular, etc), y si no los teníamos, también debíamos quedarnos en casa obligatoriamente, por el bien nuestro y el de todos, según alertaban en aquel entonces. 

Entre enero y febrero de 2020, la situación fue completamente un caos, hasta el punto de que no se cerraron los aeropuertos cuando teóricamente debían haberse llevado a cabo las medidas extremas de precaución; y solo lo hicieron, y de forma parcial, cuando el Estado de Alarma se impuso el 14 de marzo de 2020. Un momento, marzo de 2020, donde la pandemia ya se había extendido a todo el mundo y había llegado plenamente a España. Pero volviendo al Estado de Alarma debo añadir que estábamos ante un mecanismo constitucional que estaba lejos de ser lo que realmente la Constitución española establece, ya que practicamente lo que el gobierno de Sánchez aprobó hace ahora un lustro fue un Estado de Excepción de facto, donde toda actividad pública fue prohibida y se suspendieron los derechos civiles más básicos. 

En lo que a mí respecta, hasta tal punto llegó la situación que el 18 de marzo de 2020, uno de los días más fatídicos de mi vida, cuando mi familia y yo salimos del hospital tras producirse la pérdida de un familiar de primer grado, un coche de la Polícía Local nos paró para preguntarnos por qué ibamos juntos y a esa hora por la calle cuando estábamos en pleno Estado de Alarma (fue de hecho el cuarto día, precisamente el día que Felipe VI se dirigió al país). Cuando le explicamos las drámaticas circunstancias que estábamos viviendo en ese momento, los agentes comprendieron nuestra situación pero nos pidieron que el resto del camino (éramos tres e íbamos a pie) lo hiciésemos a una distancia separada unos de otros hasta llegar a casa, instrucciones que seguimos al pie de la letra. 

Hasta ese punto llegó ese denominado "Estado de Alarma", el cual supuso desde aquella misma semana el confinamiento de todo un país y de todo un mundo mientras los gobiernos, como se ha podido saber posteriormente, se saltaban las restricciones que ellos mismos habían impuesto al resto de la sociedad (véase las noticias relacionadas con el caso Koldo y las juergas de miembros del PSOE en pleno confinamiento y/o el caso de Boris Johnson y sus fiestas privadas en Downing Street en mitad de la pandemia). 

Y mientras aquello sucedía, la actualidad y el boom informativo sobre la situación eran una presión psicológica constante, donde las imágenes de los ataudes amontonados en los tanatorios y garajes, la información en vivo y en directo del número de fallecidos cada X tiempo, la presión mediática para no salir bajo ningún concepto a la calle y el pánico colectivo desatado como consecuencia del virus, provocaron un estado de shock y un miedo psicológico, acompañado de ansiedad, depresión, así como otros problemas de salud, que en muchos casos persisten todavía. 

Por no hablar, por supuesto, de las graves y devastadoras consecuencias que padecieron los enfermos del COVID que lograron sobrevivir en aquel instante, donde muchos han quedado afectados por síntomas crónicos de COVID persistente, mientras que otros han visto cómo el virus les ha afectado de por vida a órganos o sentidos de los cuales no se recuperarán jamás. Ese es uno de los legados que ha dejado, después de cinco años, aquel escenario tan devastador y criminal, donde hoy en día los medios, los políticos e incluso el mundo sanitario venden este episodio oscuro y maldito como "una anécdota". Esa "anécdota" acabó costando siete millones de vidas en todo el mundo, y en España cerca de ciento treinta mil muertos.

Todo ello en medio de un descontrol político y sanitario (¿Recuerdan aquellos tik-tok de los enfermeros bailando mientras los muertos se contaban a miles diariamente?) en el que los pacientes morían de forma inhumana en medio de un caos de negligencias sanitarias criminales. Por no hablar también de los ancianos que murieron en residencias públicas y de cuyas muertes se ha hecho electoralismo por parte de todos los partidos, tanto de izquierdas como de derechas. ¿Y mientras qué debíamos hacer los ciudadanos encerrados en nuestras casas? Callar como borregos, salir a la calle con mascarillas de forma obligatoria, pasear por las calles durante el tiempo que el gobierno considerase oportuno y aplaudir incesantemente a las 20:00 como buenos y sumisos lacayos. 

Por otro lado, y esto ya es mera anécdota personal, recuerdo cómo aquellos días en los que tras anunciarse el Estado de Alarma se suspendieron automáticamente también las procesiones de Semana Santa. A los pocos días de esta suspensión y cuando se suponía que estábamos, o debíamos estar en plena Semana Santa, un coche de la Policía Local comenzó a circular por mi barrio a los sones de marchas procesionales a todo volumen mientras los vecinos aplaudían el homenaje que se estaba haciendo hacia las hermandades y cofradías que ese año, y el siguiente también, se quedaron sin salir como consecuencia del panorama. 

El hecho de vernos confinados de forma resignada, y no tan resignada por parte de otros, en nuestros hogares era la señal clara e inequívoca de cómo una élite y unos individuos sin escrúpulos no solo nos habían encerrado en nuestras casas y nos habían despojado de nuestra libertad, sino que demostraba hasta qué punto el ser humano es para esa misma élite un puñado de carne insignificante con quienes se puede jugar sin que éstos hagan el más mínimo gesto de luchar por su vida, por su libertad y por su bienestar. 

Por mi parte puedo decir, y lo digo muy orgulloso, que nunca salí a ninguna ventana ni a ningún balcón a aplaudir nada, ya que no había nada que aplaudir. ¿A qué había que aplaudir? ¿A un escenario genocida que visto desde la perspectiva que da cinco años ha demostrado que estaba más que orquestado a nivel mundial? ¿O a quiénes? ¿A los políticos y/o a los médicos cuya situación se les había ido de las manos desde el primer momento o no supieron gestionar correctamente desde el primer momento y que posteriormente presionaron para que te vacunaras, so pena de ser multado, despedido de tu trabajo e incluso estigmatizado socialmente?

Mientras los muertos se contaban por miles de forma diaria y las calles estaban completamente desiertas, el gobierno llevó a cabo, como he dicho antes, un Estado de Excepción encubierto donde el Congreso se cerró, y con ello la rendición de cuentas por parte del ejecutivo hacia el legislativo, además de aprobarse decretos de muy dudosa constitucionalidad que en otras circunstancias jamás se habrían aprobado. Ese mismo gobierno, el de Sánchez, el cual aseguraba antes, durante y después del confinamiento que "la situación estaba bajo control" y que "no había nada que temer". 

Y el mismo gobierno que designó a su por entonces vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, como mando único para gestionar las residencias de ancianos durante aquel periodo. Una gestión de negligencias criminales y incalculables de la cual la izquierda se lavó las manos posteriormente al pasar dicha responsabilidad a las Comunidades Autónomas, sobre todo a la Comunidad de Madrid, ya dirigida por la no menos culpable, Isabel Díaz Ayuso. ¿Nadie recuerda ya nada de eso?

¿Nadie recuerda ya las declaraciones por parte de Fernando Simón, Salvador Illa y/o el propio presidente del gobierno, Pedro Sánchez llamando a la calma y asegurando tener el control absoluto de la situación? ¿Nadie recuerda aquella famosa frase originada en Moncloa "salimos más fuertes"? Obviamente, cuando hablamos de esto último, estos miserables se referían a sus propios bolsillos. Bolsillos que se llenaban mientras los familiares lloraban desconsoladamente a sus difuntos en aquellos trágicos e impactantes momentos. 

¿Acaso tampoco recuerda ya nadie la masiva manifestación del 8-M, promocionada por Irene Montero, Podemos, Carmen Calvo y toda la cúpula del PSOE cuando todos sabían de la gravedad y del alcance de la situación que se vivía en aquel momento y el peligro que suponía exponer a esa marea humana en dicha convocatoria? Todavía, cinco años después, nadie ha pedido siquiera perdón por aquello, no digamos ya dimitir de sus cargos públicos. 

Manipulación y engaño en vivo y en directo. Todo ello mientras los políticos de todos los partidos hacían caja con la desgracia y se forraban a costa de la compra-venta de las mascarillas con la que se nos obligaba a salir de casa, como actualmente estamos viendo en lo que respecta al caso Koldo y a la corrupción que sacude al PSOE, así como al caso que hace un tiempo afectó al hermano de la actual presidenta de la Comunidad de Madrid, la popular Isabel Díaz Ayuso. Hasta la fecha, nadie ha asumido ninguna responsabilidad política por aquello, ni las asumirá jamás. 

Que nadie se engañe, todo fue un proyecto preelaborado y un negocio elitista con el objetivo de forrarse y provocar la mayor desgracia, muerte y desolación posible entre toda la población. Y si no, que se lo pregunten a la criminal Ursula von der Leyen, cuyo marido (el cual era director de una empresa colaboradora de la farmaceútica Pfizer) negoció la compra-venta de vacunas contra el COVID por valor de 35.000 millones de euros. Por cierto, antes de que dichas vacunas superasen todos los ensayos clínicos para su comercialización. 

Unas vacunas que cuando salieron a la luz a finales de 2020, la prensa, los gobiernos y los médicos comenzaron a presionar constantemente y psicológicamente a la población para que ésta se vacunase cuanto antes de aquel virus que seguía deambulando por el mundo. Todas las instituciones y todos los personajes de la política, de la cultura, de la medicina, e incluso el agonizante Papa que no termina de morirse, fueron los primeros en promocionar dicho veneno letal. Personajes vomitivos que, obviamente, jamás se inyectaron ni siquiera la primera dosis, por muchas imágenes manipuladas que en aquel entonces saliesen en televisión y en los medios cómplices de este genocidio elitista.

Siguiendo con otra anécdota personal, todavía recuerdo cómo en el año 2021, o principios de 2022, acudí al ambulatorio para un problema ajeno a todo aquello, atendiéndome de urgencias una enfermera, la cual al preguntarme cuántas dosis llevaba puesta hasta esa fecha conteste "ninguna". La sorpresa e indignación de la susodicha fue de tal magnitud que insistió una y otra vez en que debía vacunarme cuanto antes "por el bien mío y el de todos". De hecho fue tal su indignación que incluso cuando me estaba marchando del lugar, la sujeta me buscó para pedirme nuevamente que solicitase cuanto antes la cita para vacunarme. 

Obviamente, yo le seguí la corriente a dicha tipeja y le dije que "por supuesto" solicitaría cuanto antes una cita para vacunarme de inmediato. No estaba por la labor de discutir con nadie y menos con una enfermera de tres al cuarto, la cual estaba decidida a convencerme de algo en lo que seguramente ni ella misma creía. Después de tres o cuatro años, y tras ver las consecuencias de aquello, me gustaría preguntarle a esa miserable si sigue creyendo que valió la pena realizar aquel maldito genocidio disfrazado de "acto de responsabilidad para con uno mismo y los demás". Seguramente, la muy desgraciada, siga creyendo férreamente que sí.

Un veneno que, después de cuatro años (entre finales de 2020 y comienzos de 2021 se iniciaron las vacunaciones) se ha confirmado incluso por determinadas instituciones farmacéuticas y personalidades del mundo de la medicina (las mismas que en aquel entonces incitaban a la vacunación a toda costa), que ha sido el causante de muchas de las muertes repentinas, ictus, cánceres, infartos, etc, de los que han sido y siguen siendo víctimas los ciudadanos. 

Ese es el legado de aquel maldito año y de aquella maldita pandemia, cuyas consecuencias aun seguimos padeciendo, aunque desde el sistema se intente pasar casi por alto aquellos gravísimos acontecimientos. Unos acontecimientos que estaban, insisto, premeditados desde mucho antes por parte de las instituciones políticas, sanitarias y los medios de comunicación, y cuyo objetivo no era otro que el de reducir drásticamente la población (primero a través del virus y después a través de las vacunas, como estamos viendo actualmente) y el de llevar a cabo un proyecto de ingeniería social para saber hasta dónde podía llegar el miedo, el adoctrinamiento y el control con respecto a la población en un contexto como aquél y en otros que pudiesen darse, y que de hecho se darán, posteriormente, aunque desde otra perspectiva. 

En lo que a mí respecta, no niego en absoluto que el virus existiese. Claro que el virus existió, y de hecho sus responsables iniciales jamás pagaron por ello, pero fue sobre todo la gestión sanitaria y las gravísimas negligencias médicas las que provocaron el mayor número de muertes entre los enfermos del COVID en aquel instante y no el propio virus en sí. El virus existió, y de hecho era grave, pero éste fue en parte una excusa para que la población, arrinconada entre la presión social y el pánico personal y colectivo, aceptase someterse a ese tratamiento desconocido cuyos componentes no garantizaban la inmunidad a ese virus ni por supuesto confirmaban su efectividad. 

En definitiva, se cumple un lustro de uno de los episodios más oscuros de la historia reciente de la humanidad a nivel global, el cual provocó la muerte de siete millones de personas y dejó secuelas tanto físicas como psicológicas a tantas otras, además de llevar a la muerte a otras muchas, incluso a día de hoy, como consecuencia de las continuas dosis; y de provocar incluso casos de COVID aun más letales en personas una vez que éstas se habían vacunado. Casos letales que con toda seguridad no habrían sufrido de no haber acudido a ponerse sus respectivas dosis. Pero en definitiva, lo que se vivió fue, según esa misma élite que nos trituró física y psicológicamente durante dos años (2020 y 2021), una mera "anécdota" de la cual ya hemos pasado página en todos los sentidos, según ellos. 

Una "anécdota" de la cual muchos se forraron mientras otros enfermaban y morían, o los hacían enfermar y morir posteriormente. Es cierto que desde 2022 y 2023, la vida comenzó progresivamente a volver a la "normalidad", aunque, tampoco es menos cierto que el mundo y la sociedad nunca han vuelto a ser lo mismo desde entonces, por mucho que algunos aleguen lo contrario. Mi vida, de hecho, cambió drásticamente a partir de aquel año, sin volver a ser la misma desde entonces. Dicho esto, si hubiese un Dios o un karma, ningún castigo sería suficiente para que estos criminales elitistas pagasen en la vida y en la muerte todo el daño que ocasionaron y que aún siguen ocasionando. Pero por desgracia aquí los únicos que salimos perdiendo fuimos, como siempre, los de abajo. Yo, por mi parte, ni olvidaré ni perdonaré todo aquello jamás. 

domingo, 9 de marzo de 2025

Vientos de guerra


Hace unos veinte años, se estrenó en televisión una miniserie titulada "Camino a la guerra". Dicha miniserie trataba sobre el segundo mandato del presidente estadounidense, Lyndon B. Johnson, desde su juramento el 20 de enero de 1965 hasta su renuncia a la reelección el 31 de marzo de 1968, teniendo como epicentro de la trama la intervención de Estados Unidos en la guerra de Vietnam. La miniserie, interpretada por un grande de la interpretación británica como era Michael Gambon, es entretenida, aunque peca a la hora de retratar de forma noble y sufridora la figura de Johnson, el cual ni fue noble ni sufridor durante el conflicto bélico. 

¿Y por qué menciono esta miniserie? Básicamente porque su título, "Camino a la guerra", creo que es el más acertado con respecto a la gravísima situación en la que nos encontramos en estos instantes. Hace unos días ya escribí una entrada acerca de cómo estaba cambiando el mapa geopolítico mundial desde el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca el 20 de enero de este año y mencioné lo que había ocurrido tras la polémica discusión de Trump y Vance con Zelenski en el Despacho Oval ante las cámaras de televisión. 

Por cierto, un Zelenski el cual hace unos días se medio doblegó ante el presidente estadounidense al disculparse por lo sucedido hace unos días en el Despacho Oval y garantizarle además su plena disposición a firmar cuanto antes un acuerdo de paz bajo el "firme liderazgo de Donald Trump" (Zelenski dixit). Todo ello tras haber suspendido la Casa Blanca el envío de financiación estadounidense a Ucrania, además de suspender también el intercambio de información de inteligencia con los ucranianos. Pues bien, si más pronto Zelenski hace estas declaraciones tras ver acongojado cómo EEUU le retiraba su apoyo, al día siguiente, tras un nuevo bombardeo contra Ucrania por parte de Rusia, mantuvo sus disculpas a Trump pero retiró sus declaraciones de llegar a un acuerdo de paz e insistió en su firme propósito de seguir con la guerra. 

Como se puede ver, a partir de la polémica visita de Zelenski a Washington, la situación no ha ido si no a peor de forma progresiva en estos días en los que la tensión está aumentando de forma preocupante y progresiva. Mientras Estados Unidos intenta por todos los medios rebajar la tensión en Ucrania y forzar un acuerdo de paz, Zelenski parece empecinado, como he comentado antes, en continuar la guerra a cualquier precio, llevándose por delante a una Europa que en estos días se ha reunido con él y cuyos gobiernos (incluido el de España) le han mostrado todo su respaldo y han comenzado ya a mover sus cartas, comenzando a hablarse claramente de un enfrentamiento bélico directo entre la Unión Europea y Rusia con Ucrania como tercer actor en el conflicto. 

Las declaraciones de la presidenta de la Comisión Europea, la miserable Ursula von der Leyen, proponiendo movilizar más de 800.000 millones de euros (casi un billón, ojo) para rearmar a Europa ante la amenaza que según ella representa Putin, demuestra hasta qué punto estamos llegando y cómo todo parece indicar que el escenario va a saltar por los aires de un momento a otro. Un escenario al cual nos está conduciendo de forma imparable Europa y los gobiernos nacionales de nuestro continente, los cuales están decididos a ir contra Moscú en su empeño por defender a un criminal corrupto como Zelenski, el cual ya ha anunciado que si EEUU les cierra el grifo, como así ha anunciado esta misma semana Trump, a la hora de recibir financiación para la guerra, exigirá que sea Europa quien le de 250.000 millones de dólares para continuar con su masacre criminal en Ucrania. 

Como se puede ver, el judío Zelenski no pierde el tiempo a la hora de exigir de forma desvergonzada y chulesca un dinero que nadie tiene obligación de darle. Pero Europa está empecinada en seguir su estrategia y apostar plenamente, no ya por la ayuda económica y de armamento, sino por la intervención de pleno en un conflicto bélico que nos es completamente ajeno frente a una potencia mundial que tiene más de 4.000 cabezas nucleares y cuyo uso por parte de éstos aniquilaría el continente europeo en un solo día. Frente a esto, ya ha salido el chico de los recados de los Rothschild, el también sionista Emmanuel Macron, para insistir a través de un mensaje televisado desde París en la necesidad urgente de rearmar a Europa y en protegerla con el arsenal nuclear francés frente a Rusia. Por algo es Francia la nación europea que está abanderando esta respuesta contra los rusos.

Todo hace indicar que, como le ha dicho el propio Putin, Macron se cree una especie de Napoleón Bonaparte del siglo XXI, capaz de entrar con sus ejércitos en Moscú, como hizo el emperador francés en junio de 1812. El problema es que quizás Macron no se acuerde, o quizás no sepa siquiera, cómo acabó el conflicto bélico de Napoleón en Rusia contra el zar Alejandro I. Como se puede ver, la situación está al borde del abismo y en cualquier momento puede saltar la chispa. Una chispa que, obviamente, es esta Unión Europea criminal, globalista y woke la que está buscando hacer saltar. 

Por cierto, y en lo que respecta a Francia, ¿Por qué Marine Le Pen y el denominado "Frente Popular" francés no se ponen de acuerdo en presentar y aprobar una moción de censura contra el nuevo primer ministro de Macron, François Bayrou? Si dicha moción de censura saliese adelante, el gobierno francés caería, dejando a Macron en una posición bastante débil y difícil, lo cual abriría la posibilidad a que Francia fuese a elecciones presidenciales en este año y Macron acabase de forma anticipada su mandato como presidente, eliminando con ello la amenaza que en estos momentos supone el actual jefe del Estado francés. ¿Por qué no lo hacen? 

Le Pen es, según las encuestas, quien tiene todas las papeletas para convertirse en la próxima inquilina del palacio del Elíseo, lo cual, sumado al factor de que es afín a Putin, rebajaría al menos en París la escalada de tensión que hay en el resto de Europa si finalmente provocase la caída de Macron y con ello su consecutiva llegada al poder. ¿Por qué no lo hace? Quizás porque todo aquello que el sistema define como "ultraderecha" y/o "ultraizquierda", "antisistema" o "disidencia" son realmente parte de esa misma élite que quiere llevarnos a esta maldita e inminente guerra y por ello no mueven un solo dedo para evitar que la situación estalle, aunque de cara a la galería mantengan sus posturas hipócritas, las cuales no dejan de ser una simulada interpretación hacia la población y sus votantes. 

Y en medio de todo esto tenemos a Trump, el cual ha amenazado hace unos días con imponer sanciones económica y aranceles a Rusia si el Kremlin no acepta tampoco sentarse a negociar el final de la guerra. Obviamente esta "amenaza" es un farol, ya que lo único que está buscando Trump, como buen empresario de éxito que es gracias a sus negocios, es presionar a Putin para que éste acceda a negociar cuanto antes el acuerdo de paz por el que EEUU se llevaría su parte del botín a través de la explotación de los recursos minerales y de las tierras raras en Ucrania. Por cierto, una explotación que igualmente busca la UE y que es uno de los motivos, entre otros, por los que están buscando boicotear ese acuerdo de paz, con el objetivo de repartirse ellos también su parte del botín en Ucrania y, a ser posible, en Rusia si finalmente acabamos en guerra contra Putin, como todo parece indicar ahora mismo. 

Seamos sinceros, a nadie le importa Ucrania. Ni a la UE, la cual está deseando de ver arrasar nuestro continente y la propia Ucrania, ni a Rusia, como es obvio, ni a EEUU, cuyo único interés en todo esto es, al igual que Rusia y la UE, el de repartirse las tierras ucranianas una vez firmado el acuerdo de paz, ni por supuesto al propio Zelenski, cuyo objetivo principal es el de lucrarse todo lo posible a costa de esta guerra y prolongarla sine die, aunque ello suponga la destrucción absoluta de su país. Sin embargo, hay que reconocer que el único que le está poniendo ganas para poner fin a todo esto es el propio Trump, con independencia de sus intereses económicos. Sin embargo, la UE parece estar decidida en darle la espalda a EEUU y a asumir su propio papel en esta guerra. 

Un papel que durante los tres años que ha durado la guerra con la administración Biden jamás se han atrevido a reclamar. Ahora, como la Casa Blanca persigue unos intereses que afortundamente están lejos de ser los que busca la UE, parece que en Bruselas han creído que ha llegado el momento de plantarse ante Washington y de marcar su propia agenda. Por supuesto esto jamás habría ocurrido con la administración criminal de Biden, la cual tenía en común los mismos intereses que los que defiende Europa. 

La cuestión es, en esta situación tan extremadamente grave en la que nos encontramos ¿Qué debería hacer EEUU? Por supuesto, la opción más razonable sería la de retirarse de la OTAN y la de dejarnos con el culo al aire tras habernos exigido Trump que subamos un 5% nuestro gasto en defensa. Si EEUU quiere verdaderamente evitar esta guerra inminente que se avecina casi con toda seguridad, su estrategia pasa por retirarse de la Alianza Atlántica y la de dejar que la UE combata sola frente a Moscú. "¿Queréis guerra? Ahí os quedáis y os la apañáis vosotros solos". Esa debería de ser la respuesta de Trump a von der Leyen, Macron, Starmer, Sánchez y toda la morralla que está buscando de forma desesperada una provocación hacia Putin, la cual provoque el estallido de no sé muy bien si definirla una Tercera Guerra Mundial, como hice hace unos días, pero sí como la primera gran guerra a escala europea. 

Por supuesto, Donald Trump no va a hacer lo que he comentado, ya que como dije hace unos días, la OTAN es la sucursal de Washington en Bruselas, siendo la vía por la que se implantan en nuestro continente las políticas aprobadas en Washington para con nosotros, con el objetivo de destruir nuestra cultura, nuestra historia, nuestras raíces, nuestra raza y nuestra civilización. EEUU jamás podría permitirse renunciar a su poder en Europa, aunque esto suponga que nuestro continente entre en guerra contra su viejo aliado, Vladimir Putin. La cuestión es, ante una más que descartada retirada de EEUU de la OTAN (retirada que llevaría consigo la desintegración automática de la Alianza Atlántica) ¿Qué papel va a tomar Washington si nuestros gobiernos nacionales y la UE deciden ir a por los rusos? Un dilema interesante y jodido el que tendría Trump si quiere conservar sus relaciones con Rusia y a la vez conservar su poder en Europa. 

Y a todo esto ¿Qué dice nuestro querido y bienamado líder, Pedro Sánchez? Básicamente sigue la opinión impuesta en Bruselas sobre el rearme al pie de la letra y ha asegurado que hablará con todos los partidos políticos, menos con VOX, para buscar acuerdos generalizados ante la situación que está por venir. Partidos que por supuesto respaldan igualmente la entrada en guerra contra Rusia, con lo cual es absurda esa serie de reuniones que Sánchez va a mantener si sus socios van a secundar su política, que es la que a su vez impone Europa. Pero como ya sabemos lo que le gusta a nuestro presidente las cámaras, fotos y reuniones de sus socios-palmeros con felaciones incluidas hacia su suprema persona, la ronda de contactos está garantizada pues. 

Por cierto, ¿Dónde se encuentran en estos momentos los Bardem, Almodovar, Tosar, entre otros, para manifestarse de nuevo y exclamar "No a la guerra"? Ah, perdón. Se me olvidaba que cuando gobierna la izquierda, los soldados van al frente a poner tiritas a los heridos, mientras que cuando gobierna la derecha van a luchar cuerpo a cuerpo contra el enemigo? De hecho ya se habla que nuestros soldados, en caso de ser enviados a Ucrania, serán enviados en misión de paz. De esta forma se comienza a adoctrinar a la población, en caso de que ésta decida manifestarse masivamente, y con toda la razón del mundo, en contra de esta guerra a la que estos criminales piensan llevarnos. 

Las palabras "misión de paz" son las más propicias por parte del sistema para tranquilizar a una población ignorante, la cual cree que de esta forma, nuestros soldados (y quien sabe si nosotros mismos si se llega al reclutamiento forzoso) van a llevar la paz al frente bélico. Qué razón tenía el gran Alejandro Sanz cuando dijo, hace justo treinta años, en su mítica canción "Por bandera" aquella frase que decía "Un billete de ida hacia un lugar que no sabía ni pronunciar, con la excusa hecha oficial de disparar en nombre de la paz". 

Supongo que si es una misión de paz, como algunos indican ya, no le importará a Felipe VI, como capitán general de las FFAA, ir personalmente al mando de nuestros ejércitos o, en su defecto, enviar a su hija Leonor al frente, ahora que está dando la vuelta al mundo en el Juan Sebastían Elcano y pasándoselo pipa con sus compis guardamarinas. Ni supongo que tampoco le importará a von der Leyen enviar a sus hijos a la guerra, aunque ella lo rechace públicamente con toda la desvergüenza del mundo. La guerra, como siempre ocurre en la historia, son para los de abajo mientras los de arriba se reparten el botin. Luego nos asustamos de cómo llegó a producirse en Barcelona la denominada "semana trágica", cuando el gobierno de Antonio Maura decretó el reclutamiento forzoso para combatir en la guerra de Melilla en 1909. 

En definitiva, la Unión Europea se ha quitado la careta completamente y apuesta abiertamente por el conflicto bélico y directo contra Rusia. Todo ello en un clima de vientos de guerra y escalada constante, cuya tensión aumenta por días. Veremos a ver cómo acaba todo esto, aunque ya auguro yo que esto no va a acabar nada bien. Los globalistas tienen ya la agenda marcada y van a efectuarla cueste lo que cueste, aunque eso vaya contra los intereses de EEUU en estos momentos. Y veremos a ver hasta dónde llega la paciencia de Rusia, ya que Putin ha advertido que no va a permitir bajo ningún concepto que los ejércitos europeos entren en Ucrania. Pero claro, si Putin no ha hecho nada hasta ahora, incluso cuando han bombardeado suelo ruso con armamento americano, ¿Quién nos dice que actuará ahora? 

Personalmente no sé qué es lo que va a ocurrir en los próximos días, semanas y meses, pero estoy convencido de que, pase lo que pase y visto el rápido desarrollo de los acontecimientos, esto no va a acabar nada bien. Si los países europeos, entre ellos, España, vamos a la guerra, Zelenski y la élite criminal de Bruselas habrán visto por fin cumplido su ansiado objetivo de enfrentarnos de forma desprotegida contra toda una potencia mundial; Putin nos aplastará sin compasión ante un pobre y débil ejército europeo; Trump habrá fracasado en su intento de poner orden en medio del caos; y nosotros, los ciudadanos de a pie, seremos los únicos perdedores al pagar las consecuencias de la peor forma posible. Europa va pues, al igual que el título de la miniserie a la que he hecho referencia, camino a la guerra. 

sábado, 8 de marzo de 2025

La familia, mal, gracias


Este fin de semana pasado emitieron en TVE una de esas películas míticas del cine español que suelen emitirse cada dos por tres en televisión. Una película que yo ya he visto en varias ocasiones y que, la verdad, llevaba tiempo sin ver porque la tenía ya muy vista. Pero el otro día aproveché y la vi de nuevo después de varios años; y mi impresión, después de haber visto esta película varias veces desde mi niñez, es bastante contradictoria a la que he tenido cuando la he visto en otras ocasiones. Me refiero a la película protagonizada por el mítico actor español, Paco Martínez Soria, "Abuelo made in Spain". 

Una película donde un hombre de un pueblo de Aragón viaja a Madrid para ver a sus hijas, después de que éstas se hayan olvidado de él tras abandonar el pueblo años atrás, y de paso conocer a sus nietos, a los que nunca ha visto. Una vez en Madrid, las hijas (las cuales no se hablan entre ellas y viven en infidelidad matrimonial con sus respectivos maridos) y los nietos no solo lo desprecian, sino que lo ningunean y/o lo utilizan, según les convengan. Obviamente, la película trata todo esto desde un punto de vista humorístico, campechano y familiar, dando como resultado un final hipócrita donde toda la familia vuelve a estar unida y feliz, dejando de lado los desprecios, los malos rollos y las infidelidades en favor de una nueva etapa entre todos. 

Este final feliz pero falso obedece sobre todo a la época en la que se rodó: 1969, donde todavía estaba en España el régimen de Franco, el cual consideraba que la familia era una de las instituciones y elementos claves que el ser humano debía conservar, cuida y proteger por encima de todo. Hasta ahí, bien. Se entiende que el final falso pero feliz es como consecuencia del contexto político-social de entonces. La cuestión cambia cuando diez años después se estrena la tercera parte de una de las sagas más míticas del cine español "La gran familia". 

En esta tercera parte, titulada "La familia, bien, gracias", el contexto político y social en el que se encuentran el padre y el padrino de la familia, interpretados por dos grandes del cine español como eran Alberto Closas y José Luis López Vázquez, es completamente distinto al que viven en las dos primeras entregas, estrenadas en plena época dorada del franquismo. En dichas entregas, la familia estaba feliz y unida, viviendo de forma modesta pero amorosa el contexto de la época y enfrentándose como una piña a las adversidades que les sobrevenían. En esta tercera entrega, los hijos del personaje de Closas (dieciseis en total) viven ya cada uno por su lado y sin querer mucha cuenta con su padre, y no digamos ya con su padrino, el cual los había criado como un tío a sus sobrinos. 

En esta tercera parte, el padre y el padrino, que en ese momento están viviendo juntos, deciden irse a casa de los hijos de Closas, viviendo durante una temporada en la casa de éstos de forma rotatoria. El problema surge cuando tanto Closas como López Vázquez comienzan a tener problemas con los hijos/ahijados, hasta el punto de que se tienen que ir de las casas de éstos de forma continuada hasta acabar en el asilo en el que trabaja una de sus hijas. Finalmente, y al ver cómo todos pasan de ellos, Closas y López Vázquez deciden tirarlo todo por la borda, mandar a los hijos a tomar viento e irse juntos a vivir la vida lejos de éstos. Un final mucho más crudo pero a la vez realista que el de la película de Martínez Soria, estrenada una década antes. 

¿Por qué ese cambio? Básicamente porque en 1979 gobernaba ya la UCD de Adolfo Suárez, España se encontraba en plena transición (de hecho ya llevaba un año en vigor la Constitución española) y Franco había muerto cuatro años antes, y con él los principios tradicionales que sustentaban el régimen que él lideraba. La familia ya no era esa institución que estaba por encima de todas las cosas en la vida, sino un elemento más en el que había amor pero también rencillas entre sus componentes, momentos felices pero también trágicos, los cuales provocaban la ruptura y el alejamiento entre los familiares. Eran los tiempos en los que se hablaba, y de hecho se menciona en la película, conceptos como el divorcio, el aborto, la infidelidad conyugal, el feminismo y el empoderamiento femenino, así como el individualismo dentro de la familia. Conceptos todos ellos censurados de lleno durante la época de Franco y que durante la transición y esa llamada "nueva España" comenzaban a tener cabida de forma progresista. 

Hoy en día, cuarenta y seis años después de esa película (la familia, bien, gracias) y cincuenta y seis de la protagonizada por Martínez Soria (Abuelo made in Spain), vivimos un escenario tanto a nivel nacional como a nivel global donde la familia ha muerto desde el punto de vista tradicional que todos conocemos. Si en 1969 o 1979 se mandaba callar al abuelo (en determinados ambientes familiares de carácter pijo y/o liberal, ya que en el resto se respetaba a los mayores y su autoridad familiar), actualmente los nietos se cagan practicamente en los muertos de sus abuelos, mientras que los hijos salen en defensa de sus vástagos y recriminan e insultan igualmente a sus propios padres por algo en lo que realmente ellos pueden ser quienes lleven la razón, aunque sus hijos y nietos rechacen de plano escucharles. 

Eso, en las familias en las que hay cierta convivencia (si es que a eso se le puede denominar convivencia) y contacto; en aquellas en las que no lo hay es básicamente porque han sido víctimas de esos conceptos que se empezaron a promocionar hace casi cincuenta años y que ya he mencionado antes (divorcio, aborto, infidelidad, feminismo, LGTBI, individualismo, el abandono de la vida rural por la urbana en las familias, la tecnología, el contexto laboral, el secularismo, etc). En definitiva, conceptos asociados en gran parte a esa ideología denominada "progresismo", la cual ha destruido por completo uno de los pilares fundamentales en la existencia de un ser humano y que actualmente ha pasado ya, por desgracia, a mejor vida: la familia. 

En lo que respecta al divorcio, es un hecho que éste es un fenómeno que ha ido a más desde que aquí en España se aprobase en 1981 la Ley del Divorcio. No seré yo quien esté en contra del divorcio en su totalidad, ya que, como se suele decir, "cada casa es un mundo", y existen obviamente motivos más que sobrados para que el divorcio sea una salida en muchas familias. El problema está en que el divorcio no supone realmente una solución al problema que supone la desestructuración de un hogar, sino un parche temporal en el que posteriormente vendrán, y no en todos los casos, la lucha por la custodia de los hijos, el enfriamiento en las relaciones entre los parientes del marido y la mujer, el inicio de los pleitos en favor de la manutención, etc. 

¿Y quién acaba sufriendo principalmente este escenario caótico? los hijos, los cuales se ven inmiscuidos de forma inconsciente en medio de un escenario bélico y judicial entre sus padres, así como al fin de su hogar y su hasta entonces modo de vida en pos de un futuro donde las rencillas y la inestabilidad serán las protagonistas en sus vidas, afectándoles de lleno para el resto de su existencia, de una forma u otra.
 
Esto en lo que se refiere a los escenarios en donde el divorcio es, digamos, la única salida razonable. En el otro extremo tenemos a matrimonios en los que, después de uno o dos años, los conyugues deciden divorciarse después de haber traído descendencia al mundo. Y lo más surrealista del contexto es que el divorcio se produce por cuestiones secundarias o mínimas que podrían solucionarse perfectamente con una conversación sosegada y un posterior entendimiento, un cambio en los hábitos de vida, e incluso un simple viaje en familia durante un par de días para despejarse y olvidar por completo el motivo que los llevó a ese enfrentamiento. 

¿La alternativa a todo ello? Divorciarse y cada uno por su camino. Esto es lo más común en la sociedad actual, donde el origen de todo se remonta a un contexto en el que dos ingenuos o irresponsables se atraen mútuamente y tras un noviazgo, breve o largo, deciden contraer matrimonio, formar un hogar y una familia. Todo ello sin ser plenamente conscientes de si es eso verdaderamente lo que quieren y si realmente han pensado si es esa otra persona con la que quieren compartir el resto de su vida, aceptándola tal y como es. 

En lugar de eso se embarcan en la aventura matrimonial y en la posterior paternidad, comenzando posteriormente los desencuentros y finalmente, y sin siquiera considerarlo, acordar el divorcio y romper esa misma familia que ellos han creado. Obviamente el escenario no tendría mayor importancia si se tratasen de dos sujetos que se casan y se divorcian a las veinticuatro horas, lo cual los dejaría simplemente en una situación de anormalidad profunda. La importancia viene cuando hay pequeñas criaturas de por medio que son las que verdaderamente pagarán el resto de sus vidas la responsabilidad criminal de unos progenitores que no fueron lo suficientemente maduros para no asumir de forma adulta la responsabilidad y el contexto que ellos mismos habían originado tiempo atrás.

Luego tenemos otros factores que sin duda han sido determinantes en esta caída de la institución familiar, como ha sido el del aborto. Y cuando hablamos del aborto no lo hago desde el punto de vista de aquella mujer que decide abortar por problemas de salud, ya sea por parte de ella o del hijo, o por una violación y un posterior embarazo no deseado ni buscado, sino del denominado "aborto libre", donde la población femenina se ve con el derecho suficiente como para decidir por sí misma sobre la idoneidad o no de darle a su propio hijo la oportunidad de nacer. 

Al igual que me ocurre con el divorcio, no soy un opositor íntegro del aborto, ya que defiendo el aborto en supuestos y exista siempre un riesgo o un motivo sobradamente justificado como para que la embarazada decida tomar esta difícil y cruda decisión. Pero una cosa son los supuestos y otra los plazos y el derecho libre por parte de la población femenina en decidir si acabar con la vida del nasciturus como si de una simple cucaracha se tratase. Este factor es sin duda uno de los que más fracturas ha provocado en las parejas y en las familias, llevando consigo la ruina a muchas de ellas. Ruina incluso para las propias sujetas en muchas ocasiones, las cuales algunas se han mostrado arrepentidas posteriormente de esta decisión, mientras que otras, por el contrario, se muestran orgullosas de ello y animan a las demás a actuar igualmente. 

Otra de las claves la encontramos en un factor relacionado con el que acabo de mencionar: el feminismo y el empoderamiento femenino. Un fenómeno que ha provocado en primer lugar la desatención absoluta por parte de la mujer con respecto a sus hijos en favor de una supuesta independencia económica y empoderamiento personal, además del incio de una crisis tanto en las parejas como en las propias familias (los abuelos, los tíos, etc) en el que cualquier otro miembro de la misma acaba haciéndose cargo de los niños con el fin de que la susodicha pueda satisfacer su ambición personal y ver colmada su independencia. Eso sí, una independencia de la cual la mujer depende de la voluntad de sus padres, de sus abuelos y/o de sus hermanos para seguir cuidando de sus hijos. 

Y si por H o por B los familiares rechazan seguir haciéndose cargo de los niños, siempre le quedará a la individua la opción de llevarlos a una guardería hasta que salga del trabajo y se haya tomado posteriormente sus correspondientes copas con sus compañeros de trabajo. Y si al marido, en caso de que lo tenga, considera que esta situación está acabando con la unidad familiar (muchos hombres están por el contrario igual de encantados que las mujeres con esta situación), ella siempre podrá optar por la alternativa anteriormente citada: divorcio express y posterior pleito para obtener la manutención y la custodia de los niños, aunque luego pase de ellos mientras otros siguen cuidando de sus hijos y ella comienza una nueva vida de soltera. 

Esta y no otra es la consecuencia directa del feminismo en este contexto social: la de un panorama donde la mujer olvida su papel como progenitora y esposa para dedicarse en exclusiva a una vida de la cual cree ser dueña sin pararse a reflexionar que es esclava de un sistema que le ha hecho creer que esa, y no otra, es la vida que debe seguir. No es por ello casual que un destacado sionista dijese hace años que el feminismo era un plan perfecto, ya que con la excusa del empoderamiento de la mujer, ésta sería esclava de su trabajo y dejaría a sus hijos en las instituciones educativas, con el fin de que el adoctrinamiento a los niños comenzase practicamente desde su nacimiento. 

Otro de los puntos claves ha sido la promoción de los colectivos LGTBI, así como de sus derechos a que las personas ajenas a cualquier orientación sexual que no sea la heterosexual tengan la posibilidad de adoptar y formar una familia (este año de hecho se cumplen veinte años de la legalización de estos "derechos" por parte del gobierno del PSOE), descomponiendo de esta forma el eje central de la familia tradicional y fomentando este tipo de "familias modernas", en el cual se priva a los hijos de tener de progenitores a un hombre y a una mujer. 

Un caso curioso, y más si tenemos en cuenta en el contexto social en el que vivimos, donde todo el mundo tiene un amplio abanico de derechos y escasa lista de obligaciones. Siguiendo esa estela, nos encontraríamos en una incongruencia bastante curiosa, ya que a pesar de tener sus derechos, se está privando a los niños de tener progenitores heterosexuales. ¿Pero eso obviamente qué más da? Vivimos en una sociedad moderna, tolerante e inclusiva que respeta, comprende y acepta todo tipo de escenarios, incluido este. 

Si al niño se le deniega ese derecho no pasa nada, ya que es menor de edad y por ello no tiene la madurez suficiente como para decidir a lo que tiene derecho y a lo que no. Ya, conforme vaya haciéndose adulto y adquiera conocimientos (adoctrinados, obviamente) comprenderá que lejos de ser un niño al que se le ha denegado uno de sus derechos fundamentales, es un privilegiado por ser hijo de un matrimonio no heterosexual. Y no solo él, también lo deberá comprender todos los niños adoctrinados en el actual sistema educativo que propugna los valores progresistas actuales, verdaderos artífices de la agonía y muerte de la familia.

Hay por supuesto otras cuestiones que han influido, como el cambio que supuso en su momento para las familias el hecho de cambiar de un modo de vida rural (más tradicional) al urbano (más progresista). Ese suceso fue determinante aquí en España en la década de 1940, 1950, 1960 o 1970 (precisamente durante el gobierno de Franco) para que los valores tradicionales fuesen perdiendo fuelle en favor de valores más progresistas. La tecnología también ha ocupado un peso importante en todo esto, ya que si antes había más comunicación directa entre padres e hijos, las redes sociales y las nuevas tecnologías han hecho que este factor distancie y enfríe aun más la relación de los niños y chavales con sus progenitores. 

Y otra cuestión, no menos importante, ha sido el abandono de la población en lo que respecta a las creencias religiosas cristianas, las cuales hacían también hincapié en la salvaguardia de la familia, por el secularismo o directamente por el ateismo. Como persona agnóstica o escéptica que soy actualmente, este suceso es, cuando menos, curioso, ya que no creo que haga falta que la religión te recuerde la importancia que supone la salvaguardia de la familia. 

Hablamos de algo que debería de estar en los valores humanos y no en los valores religiosos; pero como siempre ocurre en la historia, el mundo necesita de la religión y de unas creencias superiores al ser humano para darle sentido a sus vidas y a sus principios. Cuando el ser humano abandona sus creencias, abandona también esos valores, los cuales no quiere decir que sean erroneos, sino todo lo contrario. Puedes estar en desacuerdo con unas creencias religiosas pero no con los valores que ella promueve. Desgraciadamente, esto no se da en el mundo. 

En definitiva, el mundo y el ser humano vive en un periodo donde todos los ejes centrales en los que se sustenta la civilización, incluida la familia, han caído bajo el yugo de las ideologías sectarias y totalitarias progresistas, cuyo fin, entre otros muchos, ha sido el de destruir nuestras raíces y nuestro hogar, así como el de fragmentar las relaciones con nuestros seres más queridos. Hay que darles la enhorabuena porque, sinceramente, lo han conseguido y de una forma record. 

Si en 1925 alguien dijese que cien años después el modelo de familia y nuestras bases como sociedad estarían completamente destruidas, la gente pensaría que esa persona estaría completamente loca. Por desgracia no ha sido así. Si en 1925 todavía había una sociedad tradicional y coherente con su estructura familiar y sus valores, cincuenta años después (1975) esa sociedad comenzaría ya a descomponerse. Y a día de hoy, cuando han pasado otros cincuenta años más (2025), la defunción oficial de la familia, así como de nuestros valores, respeto, educación y modo de vida han llegado definitivamente a su fin. Este es el triste y desolador panorama que vivimos en esta sociedad decadente y corrompida, la cual promete que irá a peor de lo que ya está. Y es que, cuando uno ve películas como las ya mencionadas anteriormente, comprende perfectamente que lo que estamos viviendo ahora es el resultado de esos primeros síntomas que aparecen reflejados ahí. En definitiva, de aquellos polvos, estos lodos.