lunes, 3 de marzo de 2025

Zapatero, presidente en la sombra


Hace justo un año escribí en este blog acerca del vigésimo aniversario de la inesperada llegada al poder de un tal José Luis Rodríguez Zapatero. Un sujeto que contra todo pronóstico ganó unas elecciones generales que se daban por perdidas incluso dentro del propio PSOE. Finalmente, y como consecuencia del 11-M y de los días posteriores a los atentados, este sujeto alcanzó la Moncloa, dando comienzo a siete años donde, como dije en una entrada que escribí en diciembre de este año pasado, la ventana de Overton y la ingeniería social jugaron un papel central durante sus años de gobierno.

No voy a repetir lo que ya dije en marzo ni en diciembre del año pasado, pero sí quiero añadir algo más sobre algo que ya mencioné en otra entrada en mayo de este pasado año: la vuelta de Zapatero. Como todos sabemos, desde que este peligroso sujeto abandonase la jefatura del gobierno en diciembre de 2011, pocas veces se le vio el pelo por los medios de comunicación. De hecho, durante los siete años de gobierno de Mariano Rajoy se le vio pocas veces concediendo entrevistas o mítines. 

Todavía estaba muy reciente el legado nefasto que este individuo había dejado y quizás pensó que aún debía esperar un tiempo más para volver a salir a la palestra. Una vez producida la llegada al poder de su discípulo aventajado y sucesor, Pedro Sánchez, siguió manteniéndose en un segundo plano, aunque ya se vislumbraba que desde el fondo movía los hilos de la izquierda española: sus estrechos contactos con Pablo Iglesias y Podemos, estando aún Rajoy en el gobierno y Sánchez en la oposición, ya eran un secreto a voces por aquel entonces. Pero no fue hasta las elecciones generales de 2019 (tanto las de abril como las de noviembre) cuando este sujeto comenzó a asomar la pata nuevamente. 

Parece ser que Zapatero fue clave a la hora de que Sánchez llegase a formar el gobierno de coalición con Iglesias como vicepresidente (ese mismo gobierno que el actual presidente dijo meses antes que le quitaría el sueño). Poco a poco Zapatero comenzó a salir nuevamente en las crónicas políticas y en la actualidad, sobre todo por su controvertido papel en Venezuela (país asociado con la financiación y creación de Podemos) y su apoyo al régimen de Nicolás Maduro, además de los escándalos que lo asocian de enriquecimiento personal ilícito a través de una mina de oro en Venezuela de la cual es propietario. 

Pero no fue hasta el año 2023 cuando este tipejo volvió por todo lo alto a la política española. Aunque las relaciones con Sánchez parece que no fueron en un principio las más cordiales, esa relación comenzó a estrecharse hasta forjar una amistad inseparable entre el ex presidente del gobierno y el actual jefe del ejecutivo, una amistad que parece que va más allá de lo político y llega a lo personal. De hecho el nombre de Zapatero sobrevuela cada vez más sobre el denominado caso Koldo y los casos de corrupción que salpican a Sánchez y a todo el PSOE.

Y es que para Sánchez, el verdadero artífice de que él pueda seguir gobernando es su mentor y predecesor en el liderazgo del PSOE y en la presidencia del gobierno: José Luis Rodríguez Zapatero. A él le debe, según dicen algunos, que lograse obtener, a pesar de ser derrotado en las elecciones generales de 2023, un resultado suficiente para poder seguir gobernando con el apoyo de sus socios (los etarras, los independentistas, los nacionalistas, los podemitas, etc) debido a su activa presencia tanto en la campaña de las municipales de mayo como en la de las generales de julio. 

¿Cómo se lo ha agradecido Sánchez? Otorgándole reconocimientos y lanzándole elógios en todos los actos del PSOE donde acuden juntos, además de reaparecer en los medios de comunicación afines de forma constante, casi diaria, y publicar hasta tres libros en un solo año. Pero aquí no queda la historia, ya que Zapatero ha pasado de ser un apestado que dejó España en la quiebra financiera (Rajoy tuvo que pedir el rescate bancario en 2012) y legó una España fragmentada en lo político, en lo territorial y en lo social, a ser el presidente en la sombra del actual gobierno y en el líder de facto del PSOE. Un mérito que ningún otro ex presidente del gobierno ha logrado conseguir tras abandonar su cargo.

Y es que ni siquiera José María Aznar, el cual designó a Rajoy como su sucesor en 2003 creyendo que sería un tipo fácil de manipular una vez que le sucediese en la Moncloa, logró finalmente susurrar al oído de su delfín político e influenciar sobre qué decisiones le convenía o no a España cuando los populares volvieron al poder en 2011. De hecho, ni siquiera el propio Felipe González, con su alargada sombra todavía en 2004, consiguió convertirse en el inquilino de facto de la Moncloa una vez que Zapatero se instaló tras ganar sorpresivamente aquel año. 

Por no hablar de la nula influencia que Adolfo Suárez, una vez abandonado el cargo en 1981, tuvo con respecto a su sucesor, Leopoldo Calvo Sotelo. Ha tenido que ser Zapatero, aquél que reabrió la guerra entre las dos Españas con sus leyes de memoria histórica, sus reconocimientos nacionales a Cataluña y/o su blanqueamiento y posterior legalización al brazo político de ETA tras el humillante "proceso de paz" con la banda terrorista, quien ha conseguido volver a la Moncloa, aunque en esta segunda ocasión sea por la puerta de atrás. 

Pero no solo Zapatero se encarga de susurrar al oído a Sánchez las decisiones más controvertidas que éste toma posteriormente desde Moncloa. También es él quien se está encargando de las negociaciones con los socios de su sucesor, desde Puigdemont hasta los etarras, pasando por Junqueras y/o el PNV. Socios con los que Zapatero se congenia bastante bien y con los que consigue cerrar acuerdos en el último minuto, los cuales podrían parecer imposibles horas antes. De hecho, ha sido el propio Zapatero quien ha conseguido hace solo unos días que Junts retire, tras negociarlo con Puigdemont, la propuesta de los independentistas para debatir en el Congreso la posibilidad de que Pedro Sánchez se sometiese a una cuestión de confianza. 

Este es José Luis Rodríguez Zapatero, un tipo capaz de negociar sin pudor alguno con terroristas (esto ya lo hizo en su época oficial de presidente) como con independentistas que han dado golpes de estado contra la unidad nacional. Realmente este es el mismo Zapatero que en su día estuvo en la Moncloa pero que, debido al contexto de aquellos años, debía guardar un poco las apariencias y presentarse ante la sociedad como un moderado mientras su gobierno aprobaba reformas radicales que han reconfigurado absolutamente España en estos veinte años. Este es el verdadero sujeto que gobernó España durante siete años. Un sujeto que siempre vio con buenos ojos tener de aliados políticos a ETA o a los independentistas de ERC, entre otros, antes que al propio PP, ya fuese en la época de Aznar o en la de Rajoy. 

Siempre he dicho, y lo reitero nuevamente, que cuando este personaje definió en su victoria electoral de 2004 que había comenzado "el cambio tranquilo", era a este cambio y a esta España inmersa en el caos, la confrontación y el extremismo a lo que se refería cuando hablaba de cambio. Su primera legislatura fue incluso más dañina que la segunda, ya que esta última supuso llevar a la quiebra al sistema financiero español, mientras que la primera supuso reabrir la división entre españoles, derogar por la puerta de atrás la presunción de inocencia de los hombres (la VIOGEN), y con ello la igualdad entre hombres y mujeres. 

Por no hablar nuevamente del papel que jugó durante las negociaciones con ETA, donde hace un año aseguró sin vergüenza alguna que reflexionó seriamente en otorgar una amnistía a los asesinos de ETA (Echando con esto un cable a Sánchez en pleno debate sobre la amnistía a los independentistas), o su apoyo férreo al estatuto catalán, el cual reconoció, aunque fuese en el Preámbulo, la definición de Cataluña como nación. Todo esto y muchas cosas más de extrema gravedad caracterizaron el paso por el poder de este ser malicioso, el cual vuelve a gobernar en la sombra casi quince años después de dejar el gobierno en el peor escenario posible. 

No hay duda de que el proyecto que Zapatero inició en 2004 iba mucho más allá de un simple cambio de políticas. Suponía un cambio absoluto en los valores de la sociedad española, en su cultura, en su identidad y en la estabilidad entre los ciudadanos y los distintos territorios. Su segunda legislatura, la de la crisis económica, paralizó su proyecto debido a las consecuencias. De esta forma, y tras arruinar económicamente el país, se fue en 2011, cuando ni los suyos lo querían ver ni en pintura (por su gestión de la crisis y no por su gestión política, social o territorial). 

En este grave escenario, donde dejó al país en el límite de su capacidad, dio paso a un Rajoy y a un PP que asumieron íntegramente (y hoy lo asumen con más convicción con Alberto Núñez Feijóo al frente de los populares) ese mismo proyecto, el cual mantuvieron intacto para que Sánchez lo reanudase donde su mentor lo había dejado, esta vez de forma más directa y extrema, algo que el propio Zapatero no pudo hacer en 2004, ya que gran parte del aparato socialista en aquel entonces seguía siendo felipista y continuaba teniendo una fuerte influencia dentro del partido, a pesar de que el vallisoletano ya era el líder del PSOE. 

Veintiún años después, y con un PSOE donde la mayoría de sus votantes, simpatizantes y militantes ven a Zapatero y a Sánchez como sus máximos referentes (Felipe González y la denominada "vieja guardia" ya ni cuentan para los socialistas), el propio Zapatero sabe que esta es su segunda oportunidad para culminar como presidente en la sombra lo que no pudo terminar como presidente cuando ostentaba el cargo de forma oficial. 

Y es que aunque es un hecho que Sánchez no depende de nadie a nivel interno y ejerce su propia política con total independencia, su proyecto no deja de ser el proyecto político que Zapatero inició en su día y que algunos denominaron "la II transición". Pues bien, a pesar de esa independencia por la que se caracteriza Sánchez, ello no exime que el actual jefe del gobierno se deja influenciar por el ex presidente, llevando a cabo sus políticas con total confianza y determinación. 

De hecho es tal el poder y la influencia de Zapatero dentro del gobierno que tras el asalto de Telefónica por parte de Sánchez, éste ha propuesto a Carlos Ocaña, uno de los hombres de su máxima confianza y también de la de Zapatero, como vicepresidente de la entidad. Por no hablar del despacho que según publicó hace poco el diario digital Vozpopuli, tiene en la sede del PSOE en Ferraz el propio ex presidente. 

¿Desde cuándo un ex líder socialista tiene despacho propio en un partido que supuestamente ya no dirige? La respuesta no tendría justificación si no fuera porque, como indiqué al principio de la entrada, Zapatero ya no es solo el presidente del gobierno en la sombra, sino también el líder de facto del propio PSOE. Otra buena prueba de esto último es que no son pocos los congresos o conferencias del PSOE donde Zapatero inaugura el acto mientras que Sánchez es quien lo cierra. 

En mayo del año pasado, cuando escribí sobre la vuelta de Zapatero, mencioné que al paso que iba el personaje en cuestión, no sería de extrañar que Sánchez lo nombrase ministro o incluso vicepresidente del gobierno. Casi un año después puedo confirmar que no hace falta que Sánchez designe a Zapatero para ningún cargo en el gobierno. Zapatero ya está dentro del gobierno, y lo está de la forma más astuta posible, sin cargo oficial pero dirigiendo desde Moncloa y Ferraz la política general del gobierno y de los socialistas. 

De forma inteligente y maquiavélica, para no restarle autoridad a Sánchez, pero con la astucia suficiente como para continuar desde la sombra con el proyecto político que él mismo inició hace veintiún años y que todavía, según él, debe seguir su curso hasta implantarse en todas sus vertientes, dejando una España aún más caótica, polarizadora y extremista que la que ya llevamos viviendo desde hace dos décadas gracias principalmente a su gobierno. 

Esta es la España que Zapatero quería y la que desde la sombra sigue aplicando hasta verla hecha realidad al 100%. Lo que parecía inimaginable hace tan solo unos años ha sucedido de la forma mas astuta posible: Zapatero está de regreso y lo ha hecho de forma tranquila (como su "cambio tranquilo" de hace veinte años) y sin que nos hayamos percatado hasta ahora de la dimensión de su regreso. Y lo que es peor, José Luis Rodríguez Zapatero ha regresado esta vez para quedarse de forma perpetua en el poder junto a su discípulo aventajado, Pedro Sánchez. 

sábado, 1 de marzo de 2025

Giro en el mapa geopolítico


En la noche de ayer escribí una entrada acerca de la situación geopolítica que hay actualmente a nivel global y el giro que ésta ha pegado desde el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca hace poco más de un mes. La entrada abarcaba varios asuntos: aranceles, OTAN, Europa, Ucrania, etc. ¿Cuál ha sido mi sorpresa? La visita, ya anunciada con antelación, de Zelenski a la Casa Blanca, en la cual tenía previsto firmar con Trump un acuerdo por el que Estados Unidos comenzaría a administrar y explotar los recursos naturales y minerales en Ucrania, acuerdo que finalmente no se ha firmado. 

Obviamente, la sorpresa no ha venido de ahí, sino de la bronca en vivo y en directo delante de las cámaras y de todo el mundo entre el propio Trump y Zelenski, junto al vicepresidente estadounidense, J. D. Vance, en la cual el presidente estadounidense le ha dicho en su cara al presidente ucraniano que "no quiere la paz" y que "está jugando con la Tercera Guerra Mundial". Una discusión que, sinceramente, ha hecho que directamente opte por escribir esta entrada nueva y descarte la que ya tenía escrita. Por supuesto escribiré sobre la situación geopolítica mundial y los temas principales que ya había escrito en dicha entrada anoche, pero con el añadido de lo ocurrido esta misma tarde en Washington, lo cual no es para que quede en una mera anécdota. Mucho cuidado con esto, porque la cosa puede ponerse más caldeada de lo que ya está. 

Empezaré con el tema que nos ocupa en estos momentos y que tanto está dando que hablar, y que seguramente seguirá siendo el centro del debate en los próximos días: la guerra de Ucrania y su desenlace. Como todos sabemos, desde el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, uno de los objetivos claros del presidente republicano es el de poner fin a la guerra ucraniana. De hecho ya se están anunciando conversaciones y negociaciones entre EEUU y Rusia, así como futuras reuniones entre las dos grandes potencias para poner fin al conflicto. 

¿Cuál ha sido la sorpresa? Que en Europa esas negociaciones no han sentado nada bien. En Bruselas se considera que con estas negociaciones, Trump y Putin han marginado por completo a la Unión Europea a la hora de defender su postura en esas reuniones. Y en París se produjo hace solo unos días una "reunión informal" convocada por el chico de los recados de los Rothschild: Emmanuel Macron, el cual ha criticado igualmente junto al resto de jefes de Estado y de Gobierno europeos esas negociaciones y ha exigido que tanto Ucrania como la propia Unión Europea tengan participación en esas negociaciones. 

Una posición bastante vergonzosa, deplorable, hipócrita y miserable, y más si tenemos en cuenta que la realiza aquel que más ha hecho desde la Unión Europea por escalar el conflicto ucraniano. Macron no es nadie para hablar sobre la posición que Europa debe tener en este conflicto, ya que precisamente la Unión Europea, con la mezquina Ursula von der Leyen al frente de la Comisión Europea, ha sido la principal institución política que ha secundado desde febrero de 2022 hasta el 20 de enero de este mismo año todas y cada una de las decisiones que la administración Biden ha realizado con respecto a Ucrania. Insisto, absolutamente todas, incluyendo la financiación de la guerra y el suministro de armas. 

No ha habido ni una sola decisión proveniente de Washington que Bruselas haya criticado, ni mucho menos rechazado. La Unión Europea ni ninguno de los gobiernos de nuestro continente tienen ningún derecho moral ni político para erigirse en portadores y en defensores de los intereses de Ucrania, ninguno. Y más si tenemos en cuenta, como acabo de añadir, que Europa ha secundado todas y cada una de las decisiones del gobierno estadounidense hasta enero de este mismo año mientras financiaban y enviaban armamento a Ucrania a la par que compraban gas ruso a Putin de forma hipócrita. 

La palabra de la administración Biden y sus acciones se han tomado, insisto, al pie de la letra en estos tres años de conflicto bélico, y en estos momentos en los que Trump y Putin comienzan a hablar sobre el desenlace de la guerra, es cuando los oligarcas de Bruselas y sus cachorros en las capitales europeas ponen el grito en el cielo. ¿Será quizás que precisamente estos individuos lo que buscan, al igual que lo buscaba la administración Biden y el todavía presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, es el de provocar una escalada en el conflicto ucraniano que nos conduzca a una Tercera Guerra Mundial? ¿No será más bien que los tiros, y nunca mejor utilizado este término, van por ahí?

Si algo ha demostrado la guerra de Ucrania, y estoy plenamente convencido de que así se verá y se estudiará en el futuro en las facultades y libros de Historia, es que este conflicto ha sido directamente un guerra directa entre EEUU y Rusia. Una guerra abierta y sin cuartel en la que, como chivo expiatorio, se ha utilizado a Ucrania como campo de entrenamiento y a un sionista criminal como Zelenski de chico de los recados o, mejor dicho, de tonto útil por parte de la administración demócrata de Biden, para erigirse como defensor de la libertad y víctima de una agresión desmesurada por parte de una Rusia en la que el sistema en su conjunto la ha bautizado como el epicentro del mal en el mundo occidental y en el principal enemigo de la seguridad y la paz en Europa. 

Con lo ocurrido esta tarde se demuestra, por otra parte, que Zelenski no se va a quedar de brazos cruzados mientras Trump y Putin negocian a sus espaldas el futuro de Ucrania, así como el veto a la entrada de dicho país tanto en la UE como en la OTAN. La entrada en Europa queda, al menos de momento, descartada. Personalmente no descarto que se vuelva a hablar de ello en un futuro, pero en los próximos años está asegurado que Ucrania no va a formar parte de las instituciones europeas.
 
De lo que es la OTAN ya se puede asegurar que ni ahora ni nunca esa adhesión va a tener lugar. Mientras Trump, que es el líder de facto de la OTAN, siga siendo presidente y Putin continue en el Kremlin, los ucranianos no van a ingresar en la Alianza Atlántica. Y si este escenarios se produjese en un futuro, con Trump fuera de la Casa Blanca y con una eventual administración demócrata en Washington, será entonces cuando la guerra resurja con más fuerza que nunca, que es lo que parece ser que buscan más de uno. 

En lo que respecta al futuro de Zelenski, muchos dan ya por amortizado al todavía presidente ucraniano, y desde Washington y Moscú se está buscando una salida para que Ucrania celebre elecciones cuanto antes, con el fin de sacar del poder a este peligroso sujeto y entronizar a alguien más acorde a los intereses de Rusia y EEUU. De hecho, hace solo unos días, Trump definió, y con razón, a Zelenski como "un dictador". Si este escenario se produce finalmente, Zelenski saldrá resignado de la presidencia ucraniana, al no ver cumplido su ansiado sueño de convertir este conflicto en la Tercera Guerra Mundial, ni tampoco de ver adherido a su país en la UE ni en la OTAN. 

Eso sí, se irá con las manos llenas no solo de sangre sino también de los más de 300.000 millones de dólares que la administración Biden le ha ido otorgando a lo largo de estos años. Millones que, casualmente, el propio Zelenski ha dicho que "no sabe dónde han ido a parar". Quizás habría que preguntarle sobre este asunto a Hunter Biden, ya que el hijo del ex presidente estadounidense ha sido uno de los individuos que más se han enriquecido a lo largo de estos años en Ucrania, tanto en la época en la que su progenitor fue vicepresidente con Barack Obama como en la propia presidencia de su padre. 

En lo que respecta a las propias negociaciones de Trump con Putin debo añadir que los acuerdos que se están negociando no pueden ser más vergonzosos. Es verdad que Trump quiere poner fin a la guerra, y yo aplaudo su decisión, pero también no es menos cierto que hoy mismo, de no haber sido por la discusión entre el propio Trump con Zelenski, ambos habrían firmado un acuerdo que habría permitido que EEUU administrase y gestionase lo que se ha venido denominando como "tierras raras" en Ucrania, con el fin de utilizarlas y explotar sus recursos naturales y minerales. Una forma pues de repartirse el pastel con Rusia, la cual se quedaría con los territorios ucranianos conquistados por parte de Putin durante estos años de conflicto. 

Insisto en que es un acuerdo que aunque es verdad que pone fin a la guerra, que no es poco, no deja de ser un acuerdo en el que las dos grandes potencias se repartirán el botín de la guerra una vez que la paz se materialice. ¿Es mejor esto que la guerra? Indudablemente, pero ello no exime que sea un acuerdo donde las dos potencias enfrentadas (vuelvo a lo que he dicho antes sobre que esta guerra ha sido realmente un conflicto bélico absoluto entre EEUU y Rusia) se van a repartir lo que quede de Ucrania después de tres años de haber servido este territorio como campo de entrenamiento para lo que algunos, tanto en Washington, Bruselas y Kiev esperaban que se extendiese a toda Europa. 

Si este acuerdo se materializa, algo que está por ver, me gustaría saber qué opinarán tanto los soldados rusos como ucranianos que han ido al frente en estos años y ven cómo los políticos se reparten el pastel, mientras ellos quedaban heridos de gravedad y sus familiares y amigos morían en medio de este caos. Como siempre ocurre en la historia, solo unos pocos acaban beneficiándose de las guerras que ellos mismos provocan, las cuales la pagan el resto de los mortales. 

Los rusos tienen pues motivos para verse traicionados por Putin, sobre todo tras ver cómo Putin ha aceptado este acuerdo con Trump después de que Biden autorizase que Zelenski atacase con misiles americanos de largo alcance suelo ruso; pero más motivos tienen para verse traicionados los ucranianos, los cuales ven cómo un sujeto criminal y sin escrúpulos como Zelenski ha traicionado los intereses de su país con el simple objetivo de prolongar el sufrimiento e intentar iniciar una guerra mundial mientras se forraba a costa de la financiación que tanto EEUU como la UE le han dado para los costes de la guerra.  

Aun así, y con la acolarada discusión de hoy en la que Trump le ha advertido a Zelenski que vuelva solamente a Estados Unidos cuando acepte el acuerdo de paz que EEUU tiene previsto, y con la no firma del acuerdo por parte de Trump y Zelenski para que los americanos exploten los recursos naturales en Ucrania, se entra en un escenario incierto en el que el desenlace de la guerra, así como el propio acuerdo de paz, tardará más o menos en ejecutarse en función de la continuidad o no de Zelenski en el poder y, sobre todo, del apoyo que éste reúna en la Unión Europea y en los gobiernos de nuestro continente, el cual será respaldado en su totalidad. Y es que como dice el refrán "perro no come perro", y este es otro ejemplo claro e incluso literal de esta cita. 

Y ahora, dejando a un lado el tema de Ucrania, me centro en otras cuestiones que también están en el centro de todas las miradas. Me refiero en este caso a la decisión por parte de Trump de obligar a todos los países pertenecientes a la OTAN a que suban el nivel de gasto en defensa hasta un 5%. Como es obvio, esos países, entre los que se encuentra España, solo podrán permitirse esa subida de gasto si los gobiernos nacionales llevan a cabo nuevas subidas de impuestos en sus correspondientes países o reducen el gasto en otras partidas. Aquí, como es de recibo, se subirán los impuestos por enésima vez, ya que Pedro Sánchez tiene la absoluta garantía de que puede subirnos los impuestos tanto directos como indirectos en un 100%, que nadie saldrá a la calle a manifestarse. 

Pero volviendo a la cuestión en sí, la decisión de Trump vuelve a dejar la imagen de Europa por los suelos, ya que si bien es cierto que EEUU es quien más aporta económicamente al sostenimiento de la OTAN, no es también menos cierto que junto a esa aportación económica considerable, EEUU lidera de facto la Alianza Atlántica mientras el resto de los países son meros peones en una partida de ajedrez, donde no tienen capacidad alguna de decisión, aunque oficialmente todos tengan voz y voto dentro de la organización. 

Si finalmente se lleva a cabo esa subida del gasto en defensa, ¿Supondrá a su vez que los países europeos tengan más voz y voto en las decisiones que se tomen en la Alianza Atlántica? Ni de coña. La subida del gasto en defensa se ejecutará, como es obvio, ya que el jefe (Trump) ha hablado y ha dicho lo que hay que hacer si Europa quiere seguir contando con la protección de EEUU. Pero dicho esto debo preguntarme algo esencial: ¿Para qué sirve hoy en día la OTAN? Conviene recordar que esta organización supranacional de carácter militar se creó con el fin de proteger a Europa de la amenaza que por aquel entonces representaba la URSS y ,los países comunistas de Europa del este. 

Sin embargo, la URSS cayó afortunadamente en diciembre de 1991, y antes y después de aquello también cayeron los regímenes comunistas del este de Europa, poniendo fin con ello a la Guerra Fría (la misma que desde la administración Biden y la UE han querido resucitar en estos tres años a través de la guerra de Ucrania). Sin enemigo exterior a la vista actualmente, al menos aparentemente, ¿Qué sentido tiene pues mantener esta organización? Una organización que realmente es la sucursal del gobierno norteamericano en Europa, desde la cual se dictan, vía Washington, las políticas que Europa debe seguir. Para Estados Unidos, Europa no es más que un territorio conquistado que administrar desde la OTAN, como si de una provincia romana se tratase en la Antigua Roma. 

De esta forma, nuestro destino, como "paises conquistados" que somos, es el de hincar la rodilla, agachar la cabeza y asentar a las órdenes que la potencia dominante nos ordene, como hace 2.000 años se hacía con el Imperio Romano. Ese y no otro es el único destino que les depara a países sumisos y vasallos como el nuestro, cuya soberanía fue vendida a las élites globalistas hace años y hemos sido arrebatados de nuestra capacidad de decisión en cualquier ámbito que nos afecte en favor de las potencias extranjeras. 

Desde el punto de vista geopolítico, siempre es bueno crear o mantener que hay un enemigo exterior del cual hay que protegerse. El problema está en que realmente el enemigo está dentro desde hace años en Europa y la OTAN no ha intervenido directamente para proteger los intereses europeos. ¿O acaso está interviniendo la OTAN mientras nuestros países sufren día sí y día también atentados terroristas? ¿Acaso intervino la OTAN cuando nuestro país sufrió hace veintiún años el mayor atentado de nuestra historia (11-M)? ¿Acaso intervino la OTAN cuando sufrimos nuevamente el terrorismo hace ocho años (los atentados de Barcelona)? 

¿Acaso intervino la OTAN cuando hace veinte años Reino Unido vivió uno de sus peores atentados terroristas, como fue el del 7-J? ¿Acaso la OTAN intervino cuando España fue atacada por Marruecos (país ajeno a la OTAN pero principal aliado en el norte de África de Estados Unidos) en la crisis del islote Perejil en 2002? ¿Acaso está interviniendo la OTAN mientras Trump asegura al gobierno de Dinamarca que EEUU va a tomar sí o sí el control de Groenlandia? Dichas preguntas se contestan solas y demuestran que la existencia de la OTAN solo sirve a los intereses de Estados Unidos y no a los de Europa, y quien crea lo contrario es o bien un ingenuo o un ignorante. 

Por otro lado, y dejando ya atrás el tema de la OTAN, quiero centrarme en la cuestión de los aranceles. Un tema que no ha dejado de estar de plena actualidad desde que Trump regresase a la Casa Blanca y que ahora está más cerca que nunca de materializarse. De momento Trump ya ha anunciado aranceles de un 25% para Canadá y México, a la vez que ha anunciado aranceles de otro 25% a "todos los productos" (Trump dixit) provenientes de Europa. Estas medidas, que obviamente se acabarán implantando, ponen una vez más contra las cuerdas a Europa y demuestra una vez más la debilidad extrema y la agonía lenta que nuestro contienente viene padeciendo desde hace décadas. 

Ante una Europa cada vez más débil y en continua decadencia tanto políticamente, como socialmente, económicamente y culturalmente, como bien señaló el vicepresidente de Trump, J. D. Vance, hace solo unos días, y ante la cada vez menor influencia de Europa dentro de la política internacional, los criminales y miserables que pululan por las instituciones europeas en Bruselas solo pueden asentar con la cabeza y dejarse avasallar una vez más por Estados Unidos. Al fin y al cabo, en un proceso de desintegración como el que estamos viviendo en Europa, es de sentido común pensar que la civilización europea caiga por su propio peso, y eso lleva consigo el sometimiento de la Unión Europea y de los países nacionales a los intereses de potencias extranjeras. 

Esa Unión Europea que nació para absorber toda soberanía política y económica de los países que la integraban con el objetivo de aglutinar ese poder desde Bruselas y ponerlos a las órdenes de las élites globalistas y progresistas. ¿El resultado? Ya lo estamos viendo. Con un Donald Trump más fuerte que nunca en este segundo y último mandato, y sin nada que perder a estas alturas, los aranceles, al igual que la subida del gasto en defensa, se realizarán sin que nadie en Europa defiende nuestros intereses, si es que realmente hubo alguien que los defendiese alguna vez, lo cual dudo. 

Aunque he apoyado a Donald Trump debido a su perfil anti woke, e incluso lo sigo apoyando a pesar de todo, no cabe duda de que estamos ante un tipo que obviamente mira sobre todo por sus intereses y los de Estados Unidos. Y Trump sabe mejor que nadie que en estos momentos en los que Europa agoniza, es cuando más provecho se le puede sacar, aunque esto suponga iniciar una guerra comercial entre Estados Unidos y Europa. Y todo, por supuesto, contando con la colaboración de los oligarcas de Bruselas. Nuestro continente está pues perdido y nada ni nadie puede hacer nada para salvarlo. Esto por supuesto incluye a los partidos que los medios woke definen falsamente como de "extrema derecha" y que no dejan de ser partidos sionistas que aplauden como focas las políticas intervencionistas de Trump mientras ellos se disfrazan de liberales y defienden los aranceles que Trump pretende imponernos. Falsedad e hipocresía en estado puro. 

En definitiva, vivimos momentos de gran tensión internacional, donde el tablero geopolítico mundial ha girado desde el regreso de Trump y todo parece indicar que será el inicio de una nueva era. Veremos a ver hasta dónde nos conduce este nuevo e incierto escenario global. Lo único seguro es que mientras la guerra entre EEUU y Rusia (la llamada oficialmente guerra de Ucrania) va quedando atrás, a menos que Zelenski siga hacia adelante con el apoyo de Europa, lo cual no es descartable en estos momentos en absoluto, tanto Washington como Moscú comienzan a suavizar sus relaciones mientras Trump pone el ojo cada vez con más preocupación sobre China y el imparable ascenso económico y tecnológico que el país de Xi Jinping esta desarrollando, amenazando cada vez más con suplantarle a Estados Unidos la hegemonía a nivel mundial. 

Y por último tenemos la cuestión de Groenlandia, donde Trump sigue empecinado en hacerse con el dominio estadounidense sobre dicha zona, ya que de esta forma podría tomar el control comercial en el Ártico y explotar los recursos naturales que existen en la propia Groenlandia. Y todo ello con Putin mirando a lo lejos el desenlace que puede tener este asunto para tomar igualmente cartas en el asunto. Si el escenario casi imposible de que Estados Unidos tome el control de Groenlandia, estoy plenamente convencido de que habrá algún tipo de acuerdo entre Trump y Putin sobre este asunto, quizás incluso ya lo tengan hasta acordado si finalmente se produce el dominio estadounidense sobre la zona. Como se puede ver, tiempos nada aburridos nos esperan a nivel global en lo geopolítico y en lo económico. Y lo más irónico de todo es que esto solo acaba de empezar.