No suelo hablar mucho de mis sentimientos personales, aunque algunas veces los he expuesto por aquí cuando he querido dejar plasmado de forma escrita lo que sentía sobre cuestiones propias en aquellos momentos. Hoy escribo como consecuencia de todo lo que estamos viendo en la actualidad y sobre el nivel de decadencia absoluta que vivimos como especie humana en todos los términos a escala global.
Lo ocurrido el otro día con la exhibición del satanismo y del wokismo durante la inauguración de los Juegos Olímpicos de Francia me ha hecho decidirme por escribir sobre algo que llevaba tiempo queriendo escribir pero que por uno u otro motivo no lo he hecho en estos cuatro años. Y digo precisamente en estos cuatro años porque sinceramente, y aunque a nadie le importe, mi forma de ver las cosas, especialmente desde el punto de vista religioso, espiritual e incluso existencial, han dado un giro de 180 grados desde 2020 hasta la fecha.
Muchas cosas, y no precisamente para bien han ocurrido en mi vida desde 2020 hasta entonces, lo cual me ha hecho replantearme profundamente cuestiones básicas como la fe, la religión, la ciencia, la existencia del más allá y de lo que presenciamos aquí en la tierra, el destino, la muerte, el bien, el mal, la vida, la existencia en sí y el motivo por el que estamos aquí realmente.
Pues bien, exponía antes el tema de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Francia porque, como acabo de señalar antes y en las últimas entradas acerca de este tema, se ha hecho un exhibicionismo del satanismo y de la ideología woke en ese acto. Un exhibicionismo aberrante, vomitivo y miserable al que hay que sumar la ofensa que se ha hecho sobre la imitación al cuadro de Leonardo da Vinci de "La última cena", y por lo tanto, una ofensa cuyo objetivo final era Jesucristo y el Cristianismo.
Hay quienes ponen el grito en el cielo sobre este abominable hecho (Yo el primero, aunque la fe y la religión me resulten ya indiferentes), pero este acto deplorable no ha hecho sino demostrar una vez más la forma en la que el mal, en este caso el satanismo, se ha adueñado del mundo a lo largo de los últimos tiempos. No digo con ello que el mundo haya sido el paraíso terrenal del Génesis hasta hace unas décadas, pero sí que es una obviedad que desde la entrada en concreto del nuevo milenio y del siglo XXI en 2001, el mal ha ido campando cada vez más a sus anchas como consecuencia en gran medida de que existen un gran número de personajes del mundo de la política, de las finanzas, de la cultura, del periodismo, etc, al servicio de los planes del que mundialmente conocemos como Lucifer.
Pues bien, tras ver una y otra vez cómo la élite que realmente domina el mundo avanza inexorablemente hacia una agenda global que muchos han definido, y con razón, como satánica, yo me hago la siguiente pregunta: ¿Existen Dios y el Diablo? y si existe el primero ¿Por qué no frena los planes del segundo y de esa élite que ejecuta sus planes, conduciendo al mundo a la versión contemporánea de Sodoma y Gomorra?
¿Quizás porque no hay ningún Dios ni ningún Diablo realmente que controlen los destinos del ser humano, tanto desde el supuesto bien como desde el supuesto mal? Es posible, y cada vez lo pienso más nítidamente, que quizás nunca haya habido ningún Dios ni ningún Diablo físico que vele por un lado por salvaguardar nuestro bienestar ni que por otro lado vele permanentemente por ansiar corromper y posteriormente destruir al ser humano.
Ello no exime que no exista la religión que atestigua que existen tales entidades. De hecho a lo largo de la historia de la civilización humana la religión ha sido uno de los elementos por los que siempre se ha caracterizado el hombre a la hora de aferrarse a algo para poder salir adelante en momentos de crisis y perturbaciones. Claro que existen las religiones. Ellas son los factores determinantes con los que se asientan las bases de las diferentes culturas humanas. Las religiones son un hecho incuestionable que forman parte de nuestra historia como especie. Otra cosa muy distinta es la existencia o no de esas entidades que dichas religiones profesan o la autenticidad de la historia que éstas narran.
En mi caso, y tras varios años, pero sobre todo en estos últimos cuatro años, viviendo y cayendo permanentemente en un pozo sin fondo donde no ves el fin y donde vuelves a caer de lleno en ese pozo cuando creías que existía alguna posibilidad de salir poco a poco de él, he pasado de ser una persona de férreas creencias religiosas a creer simplemente que no hay nada ni nadie que nos ayude. ¿Acaso Dios me ayudaba cuando lo he necesitado, o simplemente se reía o pasaba de mí mientras me hundía entre lágrimas y desesperación en ese pozo sin fondo cada vez más?
Lo mismo se puede decir de los millones de casos en los que se pide insistentemente la ayuda de Dios para que interceda por las personas cuando verdaderamente lo necesitan. Lo encontramos por ejemplo en los millones de casos de criaturas que por desgracia tienen una enfermedad determinada ¿Por qué Dios permite pues las enfermedades y muertes de seres inocentes, niños y adultos que no han hecho daño a nadie y que se agarran a la vida con todas sus fuerzas?
En la mayoría de los casos esas personas no consiguen, a pesar de su lucha constante y su ilusión inmensa por vivir, permanecer en este mundo, desgraciadamente (Yo por desgracia he vivido eso de cerca). En otros muchos casos, hay personas que por cuestiones de fortuna, azar, destino o del propio Dios, si se quiere seguir usando el ejemplo religioso, consiguen afortunadamente salir adelante. Y otras lo hacen para posteriormente volver a recaer en su enfermedad y no recuperarse nunca más.
¿Es esto justo? ¿Qué clase de Dios misericordioso como pregonan las religiones permite todo esto? ¿Por qué Dios, que teóricamente es todopoderoso, permite la existencia del mal? ¿Por qué un Ser supuestamente benévolo se mantiene de perfil mientras los que en teoría son sus hijos terrenales creados por Él le piden desesperadamente ayuda para que con su mano ponga fin al mal que les aquejan? Una ayuda que en la gran mayoría de los casos reciben realmente quienes menos se merecen, que no son otros que aquellos hijos de puta que no tienen la más mínima consideración por la vida humana y están borrachos de ego, codicia, poder, odio, dinero y malicia.
¿Es esto justo? Yo personalmente creo que no. Pero así de perra es la vida y la existencia en la que nos ha tocado vivir. Una existencia que cada vez vislumbro más como una especie de Show de Truman, en la que una gran variedad de especies están concentrada en este planeta: personas de todas las razas, animales de todas clases, plantas de toda índole. Y todo ello en un mismo lugar. En un insignificante planeta alejado de la mano de Dios donde no se atisba ninguna prueba de vida ajena a la tierra. Un insignificante planeta del que Dios, supuestamente, solo tiene fijación predilecta por un pueblo concreto: el pueblo judío.
¿Acaso el resto de los mortales somos humanos de segunda o tercera? ¿O directamente no le importamos lo más absoluto a Dios el resto de la humanidad? Conviene recordar el Éxodo, cuando Dios mandó la décima plaga, que en este caso fue la muerte de los primogénitos egipcios. ¿Acaso no eran ellos también sus hijos y merecían igualmente vivir? Personalmente, esa idea de que existe un Dios benévolo y compasivo que creó el universo y la tierra, como aseguran las religiones, dejó de tener sentido para mí hace tiempo. Un Dios que solo tiene fijación positiva por un pueblo concreto mientras permite que el mal se extienda por todo el mundo no es un Dios en el que tenga ya las ganas ni las fuerzas de creer.
En otro orden de cosas, y volviendo a la mención que he hecho sobre esta película ¿Se puede barajar seriamente la posibilidad de que vivimos en un Show de Truman o en una especie de reality show donde entes ajenos a nosotros nos observan constantemente? Yo diría que sí, por muy surrealista que suene esta teoría. ¿Estoy con ello reconociendo indirectamente que existe algo o alguien ajeno a nosotros? Sí. Claro que algo o alguien existe, casi con toda seguridad.
Nada de esto tendría sentido sin la intervención de alguna entidad que haya maquinado todo este conglomerado que llamamos vida, y que no deja de ser una serie de desgracias continuas y permanentes con algunas alegrías breves como intermedio. Alguien que quizás no sea ni bueno ni malo, simplemente un ente neutral que ejerce de espectador mientras nos observa, quizás solo o quizás acompañado. Por lo tanto, la existencia de algo o alguien ajeno a nosotros claro que es bastante probable, por no decir casi segura. Otra cosa es que ese ente sea como realmente lo dibujan las religiones y como el ser humano cree que es, que ahí es donde está el error.
Entonces ¿Por qué estamos pues aquí y por qué este cúmulo de desgracias? No lo sé, aunque cada día tengo más claro que quizás todo se deba a una forma de entretenimiento por parte de aquellos que nos han situado aquí, con el fin de analizar nuestro comportamiento o nuestro desarrollo como especie sin que nosotros seamos conscientes de ello, como ocurre con Truman en su mundo ficticio del que finalmente consigue escapar tras tomar consciencia de la mentira en la que ha vivido hasta entonces y lograr contactar con su "creador", el director del reality show, el cual le cuenta toda la verdad. Todo un desenlace surrealista que aquí no podríamos hacer si esta espeluznante hipótesis fuese cierta.
O quizás seamos una especie de experimento de laboratorio o incluso, si le damos una definición más frívola, un Gran Hermano en el que personas de diferentes razas, creencias, culturas, etc, vivimos bajo un mismo cielo mientras somos observados por Dios sabe quién (Nunca mejor dicho). De esta forma, nuestras vidas y destinos se ajustarían más a los juegos divinos que ejercían los mitológicos dioses del Olimpo sobre los humanos que la realidad que nos intentan vender desde hace siglos las actuales religiones mientras hablan de un Dios misericordioso y un Demonio que busca la aniquilación total de nuestra especie.
Por cierto, unos dioses mitológicos que actualmente, y al igual que ocurre con las deidades egipcias, romanas, etc, dejaron hace muchos siglos de servir de culto para los seres humanos. ¿Dónde están ahora esos dioses que hace milenios eran quienes regían nuestras vidas, según los contemporaneos de la época? Está claro que las religiones van por periodos, y quizás con el paso de los años y cuando el mundo vea que el tan anunciado Apocalipsis de San Juan no llega nunca, entidades como Dios, Jesús, María, los Ángeles y los Santos por un lado, y el Diablo, los demonios, Lucifer, Satanás, etc, por el otro dejarán de ser seres actuales para pasar a ser también otros seres mitológicos. Pero una cosa es la autenticidad o no de estas entidades y otra muy distinta los intereses terrenales que en nombre de ellos se realizan en la tierra.
Por ello, claro que hay intereses satánicos o intereses cristianos en los que por un lado existen sujetos que buscan la destrucción total de la humanidad en base al culto y a las supuestas doctrinas de Lucifer. No hay que olvidar que para muchos, sobre todo personajes pertenecientes a las altas élites, consideran que el verdadero dios y príncipe de este mundo es el propio Lucifer, cuando éste fue expulsado por Dios de los cielos a la tierra tras rebelarse contra Él.
Y por otro lado estarían las personas que, en base a las doctrinas cristianas reflejadas en los Evangelios e impartidas supuestamente por Jesús buscan la concordia, la paz, la armonia, la fraternidad, la compasión y el amor entre todos los seres humanos. Algo que, por otro lado causa asombro y desconcierto, ya que Jesús al ser hijo de Dios, emplea en el Nuevo Testamento una filosofía y una doctrina muy diferente a la que emplea su padre en el Antiguo Testamento, lo cual alimenta la vieja teoría teológica de que el Dios del Antiguo y el del Nuevo Testamento no son el mismo.
Por ello, claro que existen el bien y el mal. La única diferencia es que quienes representamos esos elementos (bien y mal) somos los seres humanos, no ninguna entidad sobrenatural que se hace llamar a sí misma como la suprema representación misma de uno de esos dos elementos. Lo único que hay y es un hecho indiscutible es la existencia de una manada de hijos de puta que desean implantar una agenda global a nivel político, económico, científico, tecnológico, social, moral y cultural con el propósito de destruir nuestra civilización, mientras enfrente aún existen pocas pero buenas personas que creen ingenuamente que el mensaje de Cristo puede aún implantarse en este mundo maldito y completamente dominado por esas manadas de bestias con aspecto humano a las que antes he hecho referencia.
Eso es lo que existe realmente, una lucha humana y eterna entre el bien y el mal, así como una balanza de ambos elementos en nuestras vidas por parte del destino, inclinándose más hacia el mal que hacia el bien. Por ello estos mismos hechos corroboran que el bien y el mal existen. ¿Acaso las enfermedades, las desgracias, las guerras o la violencia no son el fiel reflejo del mal? ¿Acaso las alegrías, los momentos breves pero felices y el simple estado saludable tanto físico como mental no son la esencia del bien? Por supuesto que lo son y por ello el bien y el mal existen en esta vida y están en permanente conflicto con nosotros siempre de por medio.
Otro punto a considerar es la cuestión sobre el más allá y las esperanzas de todas las personas pertenecientes a la mayoría de las religiones, que creen que después de esta vida de sufrimiento vendrá una vida mejor en la que por fin la felicidad llegará a nuestra existencia. Algo surrealista si tenemos en cuenta que de existir una felicidad posterior, ¿No sería más lógico que la disfrutásemos aquí y ahora? ¿Por qué habría que pensar que la felicidad llegará en esa otra vida y no en esta, que es la única que conocemos y tenemos consciencia? Y por último ¿Por qué debe de existir otra vida más allá de la muerte?
Si verdaderamente existiese un Dios que desea nuestro bien nos proporcionaría el amor de esa persona por la que tanto le hemos rogado entre lágrimas, la salud física y mental que tanto necesitamos y por la que le hemos rezado para seguir adelante en nuestras vidas, la prosperidad laboral y/o académica para llegar a tener éxito en el futuro, o simplemente una vida tranquila y modesta sin preocupaciones ni desgracias. ¿Para qué conseguir eso supuestamente cuando ya hemos abandonado este plano y no antes?
¿Acaso el ser humano no puede comprender simplemente que estamos de paso en este plano físico y que dejamos este mundo del mismo modo que en un momento dado llegamos a él, ni que tampoco volveremos a encontrarnos en otra dimensión? La idea de una vida después de ésta es una ilusión o una falsa esperanza a la que se agarran la mayoría de los humanos con el fin de creer que después de una vida de miserias y desgracias volveremos a ver a nuestros seres queridos en un estado permanente de felicidad mientras el Señor nos espera con los brazos abiertos después de haber pasado de nosotros y de nuestras súplicas en vida.
Por no hablar de la cuestión de la resurrección de la carne, uno de los ejes centrales del Cristianismo. ¿Acaso es posible resucitar a alguien que lleva tres mil años muerto y cuyos restos ni siquiera existen? Y en caso de que así fuese, ¿Se resucitarían a todos esos millones de personas que han poblado la tierra durante siglos e incluso milenios? ¿Y las personas que han sido directamente incineradas? ¿Acaso ellas pueden ser resucitadas cuando no existen restos óseos? Además, si según muchas religiones pregonan la existencia de una vida después de la muerte, ¿Para qué resucitar de nuevo en esta vida si ya estamos viviendo supuestamente otra vida más feliz en otro plano físico? Obviamente cada uno es libre de creer y pensar lo que estime oportuno y conveniente, pero a mí ese cuento ya no me lo hace tragar nadie.
Por otro lado tenemos el caso de la reencarnación. Una tesis que sigo sin concebir por mucho que me insistan sobre ella. Según esta teoría, nuestras vidas son un continuo ciclo sin fin en el que vamos evolucionando y aprendiendo conforme más vidas vamos viviendo. En mi caso, y creo que en el de la mayoría de la población humana, me parece que sufrimos de amnesía, ya que ni yo ni la gran mayoría de las personas recordamos los aprendizajes de nuestras vidas pasadas, ni siquiera las vivencias de esas vidas, aunque hay otros que aseguran que sí.
Personalmente creo que la vida es solo una, afortunadamente (Bastantes desgracias tenemos que aguantar ya en ésta como para aguantarlas indefinidamente), y no un número infinito. De ser así y en el supuesto de que existan las almas, ¿Qué almas seríamos nosotros realmente a lo largo de toda nuestra existencia? ¿La de mi antepenúltima vida, la de mi penúltima vida, la de la última, la actual, la que viene, o la que vendrá después de la que venga después de ésta?
Si el alma es una, y ésta es la esencia de lo que somos realmente en esta vida como seres humanos, unido a que cada individuo es único por naturaleza, el alma (Es decir, nuestro ser) no puede jamás pasar de un cuerpo a otro, y por lo tanto, no puede transferirse de un ser a otro con las correspondientes diferencias que nuestra alma experimentaría en cada una de estas existencias tanto en el plano físico como emocional.
De esta forma, el alma sería una entidad que no tendría personalidad alguna, lo cual es incongruente con la tesis de que el espíritu va unido inexorablemente a la persona. Por ello, la idea de la reencarnación es a mi juicio, completamente inverosimil e infantil. Aunque obviamente eso no excusa de que siempre habrá sujetos que crean en esta teoría. Por falta de ilusiones desde luego no podrá quejarse el ser humano.
Otro caso interesante es el destino. Un factor al que ya he hecho mención en otras ocasiones cuando he hablado de cuestiones personales. El destino es aquello que decide lo que está para nosotros y lo que no; quién debe estar en nuestra vida y quién no; dónde debemos estar y dónde no; qué debemos saber y qué no. En definitiva, es aquella fuerza que a través de la balanza decide qué sendero llevará nuestra vida.
Dicho esto hay que decir que el destino es con frecuencia bastante cachondo (Por no decir capullo), ya que juega con nosotros y con nuestras ilusiones. Lo mismo te da que te quita, y lo mismo te sorprende que te desmotiva. Si no existe ningún Dios es obvio que el destino es, por lógica, quién guía y decide nuestros pasos a lo largo de la vida, aunque esa guía y esas decisiones pueden ser a veces protectoras y beneficiosas y/o traicioneras y crueles en otras.
En definitiva, en estos cuatro años mi forma de ver la vida ha cambiado completamente. Si actualmente me preguntan si creo respondería simplemente que ya no sé ni en qué creer. No creo en nada pero tampoco rechazo la idea de que estemos solos, ya que estoy seguro de que hay algo o alguien que nos controla, aunque no sea de forma tan benévola como las religiones pintan ni como cree el ser humano.
¿Es Dios? ¿Es una raza extraterrestre que nos ha creado como experimento y llevan siglos observándonos y/o riéndose de nosotros? ¿Es una entidad cuya existencia escapa a nuestra forma de entender las cosas? ¿Es una fuerza que el ser humano es incapaz de describir? ¿O acaso es Dios, como ya afirmé hace años, un ser extraterrestre y la Biblia un libro sobre ufología? No lo sé.
A estas alturas en el que el mundo está tan metido de lleno en el abismo y la decadencia se ha adueñado de todo, uno llega incluso a creer a veces si no vivimos en una realidad simulada. Una especie de Matrix en la que, como en la película, todo sea falso mientras vivimos ignorantemente en una realidad que no es tal, la cual es dirigida por "el arquitecto".
Lo que es cierto es que nada de lo que nos cuentan las religiones se corresponde con la realidad. Y también es cierto que vivimos de forma terrenal en una lucha constante entre el bien y el mal por parte de los propios seres humanos, guiados por las doctrinas de unas entidades cuya existencia es, en mi opinión, cada vez más difusa, inverosimil y cuestionable. Y si realmente existen, quien quedaría más en entredicho sería el propio Dios, ya que por omisión estaría permitiendo que esta partida entre el bien y el mal que se está disputando en la tierra, la vaya ganando aquél que en su día se rebeló contra Él, lo cual pondría en duda su benevolencia hacia el ser humano.
O eso, o hay cuestiones ocultas entre Dios y el Diablo que, en caso de existir ambos, se nos escapan del conocimiento humano y pueden resultar mucho más espeluznantes de lo que podemos llegar a pensar. Basta con recordar el pasaje de Job, donde Dios y el Diablo hacen una apuesta para poner a prueba la fe de Job. ¿Dios (el representante sobrenatural del bien) y el Diablo (el representante sobrenatural del mal) haciendo apuestas por los humanos? Si Dios pudiese y quisiese eliminar al Diablo y al mal, ya lo habría hecho. La pregunta es ¿Por qué en vez de eliminarlo apuesta con él? Aquí hay cosas que de ser ciertas se nos escapan y que pueden ser más oscuras de lo que nos han hecho creer.
Solo decir que cada cual crea en lo que quiera. Allá cada uno con sus creencias y con sus ilusiones y esperanzas (mientras respeten la integridad física de los demás). Yo, al igual que Sócrates, he llegado al convencimiento de que solo sé que no sé nada. Quizás haya algo o alguien, o quizás no... quién sabe. Quizás realmente todo lo que vivimos sea real, o quizás todo sea mentira. ¿Quién sabe cuál es la verdad de la vida o si en realidad la propia vida es cierta?
Lo cierto y verdad es que nacemos, vivimos y morimos sin saber realmente nada. Ni quiénes somos, ni de dónde venimos, ni a dónde vamos (Si es que vamos a algún lado, cosa que dudo). Por no saber no sabemos siquiera si estamos solos en el universo, o si hay o ha habido razas extraterrestres aquí entre nosotros, o si el hombre nunca llegó a pisar la luna realmente, como algunos conspiranóicos aseguran, o si existe vida inteligente en lo más profundo de los océanos o en los interiores de la tierra, o si el mapa geográfico del mundo es tal y como lo conocemos actualmente o realmente es como está estructurado por los cartógrafos antiguos, en los que aseguraban que había vida y territorios más allá de la Antártida. En definitiva, no sabemos nada ni somos nada; y eso ya es verdaderamente alarmante e intrigante.
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