Después de haber vivido una de las semanas más duras y trascendentales de mi vida, vuelvo a escribir sobre la situación tan grave que está atravesando tanto España como el resto del mundo desde hace unas semanas como consecuencia de la propagación de la pandemia del Coronavirus. Una pandemia que ha arrasado de forma literal y figurada a esta España que se encuentra viviendo probablemente una de las crisis sociales, sanitarias, económicas y políticas más graves de los últimos ochenta años. Mientras escribo esta entrada desde casa, la situación del país no solo no ha mejorado, sino que ha empeorado en comparación a la situación que se vivía cuando escribí mi penúltima entrada hace cuestión de dos semanas. El Estado de Alarma sigue vigente en España desde hace ya más de diez días. Un Estado de Alarma que en comparación con el activado por Zapatero en 2010 cuando la crisis de los controladores aéreos hace de este último un juego de niños frente al toque de queda impuesto por Sánchez hace dos semanas. Dos semanas en las que el número de fallecidos en nuestro país ha superado ya la escalofriante cifra de 2.000 víctimas mortales. Un número elevadísimo que sitúa a España como uno de los países de Europa más perjudicado en esta crisis sanitaria. El segundo tras Italia, y el tercero a nivel mundial tras los propios italianos y China.
Estamos pues ante una crisis de incalculables consecuencias que más vale no pensar en ellas ahora mismo. España se resquebraja por todos sus frentes. Tanto por el sanitario, como el económico, como el social, y como el político. La crisis del Coronavirus ha provocado que el pánico se apodere de las calles y la gente permanezca en sus casas hasta que el gobierno decrete la derogación del Estado de Alarma. Los españoles pues permanecemos en nuestras casas mientras el Coronavirus mata a cientos de decenas de ciudadanos por día, todo ello mientras el sistema sanitario se desmorona como consecuencia de los colapsos de las personas que acuden de inmediato desde sus casas hasta los hospitales más cercanos en cuanto se percatan que padecen los síntomas que anuncian la presencia del Coronavirus en nuestro organismo. Mientras todo esto sucede, las unidades móviles de nuestras Fuerzas Armadas, así como la Policía y la Guardia Civil asumen el control de las calles desiertas de España y la seguridad de que los ciudadanos permanezcan en sus hogares.
Ante esta situación, si no fuera porque estamos ante una de las mayores crisis sanitarias de la historia, cualquiera juraría que el gobierno criminal y asesino compuesto por el PSOE y Podemos han aplicado de forma severa una dictadura socialista en la que el silencio y el temor son los elementos que imperan en esta España más cercana que nunca al totalitarismo socialista. Un totalitarismo socialista que es sin lugar a dudas el principal responsable de las consecuencias demoledoras que ha traído esta crisis sanitaria. Un gobierno de izquierdas que es el primer responsable de las miles de muertes que se están produciendo en España en estos instantes. Un ejecutivo el cual desoyó las recomendaciones de las autoridades sanitarias para que tomasen cartas en el asunto del Coronavirus cuanto antes, y que desoyeron estos consejos ante la negativa electoralista, sectaria y totalitaria del PSOE y de Podemos para celebrar sí o sí el día de la mujer el pasado ocho de marzo.
Tenemos pues al frente de la nación a una banda de asesinos y criminales, los cuales desoyeron tomar medidas que hubiesen podido frenar las inmensas muertes que este virus ha causado entre la población. El gobierno del Frente Popular ha ocultado información sensible a la sociedad sobre el verdadero peligro del Coronavirus y ha cometido un delito de atentado contra la salud pública, el cual tendría que llevar a Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Carmen Calvo e Irene Montero, entre otros, a declarar ante el Tribunal Supremo cuanto antes tras ser cesados de sus respectivos cargos gubernamentales. En definitiva: Tenemos el peor gobierno que España ha sufrido desde el siglo XIX. Un gobierno tan chamuscado y quemado en solo dos meses de vida como su propio presidente.
Sánchez es ya un cadáver político. Y no lo digo como un insulto sino como un hecho. El presidente del gobierno es un tipo que ascendió al poder hace dos años con un cuestionamiento moral y político bastante dudoso. Y es que seamos claros; Sánchez nunca debió ser presidente del gobierno, y si debió serlo en un momento determinado, ese momento fue en marzo de 2016, cuando todo el mundo confiaba erróneamente en que Podemos daría su brazo a torcer para llevar al líder del PSOE a la Moncloa hace cuatro años. Ya en 2018 consiguió finalmente su asalto al poder y dos años después ha renovado el cargo llevando a España al primer gobierno de extrema izquierda desde la II República. Hoy, tras la criminal gestión de la crisis del Coronavirus y las graves consecuencias tanto políticas, como sociales, como económicas que dicha gestión está provocando, la permanencia de Sánchez en el poder está más en cuestión que nunca. Hasta el propio Juan Luis Cebrián ha salido para exigir que se procese a Pedro Sánchez por su gestión en esta gravísima crisis. Una crisis que ha provocado incluso que el rey salga por segunda vez en su reinado para hablarle al país en un discurso tan hueco y frío que hasta los más monárquicos se han preguntado sobre la idoneidad o no a la hora de pronunciar este discurso, el cual, a diferencia del discurso del 3-O, carecía de sentido.
De momento, y en medio de este caos social, sabemos que tanto la vicepresidenta Carmen Calvo como la ministra Irene Montero, como la esposa de Sánchez y los padres de ésta han dado positivo como infectados por Coronavirus, lo cual hace pensar que el propio presidente y su vicepresidente segundo también estén ya infectados por este virus. Un virus que les ha venido de perlas tanto a Pedro Sánchez como a Pablo Iglesias, el cual ha querido incluso aumentar su poder de gobierno a través de esta desgracia. Con el pretexto de este virus, Pedro Sánchez está asumiendo un mando como ningún otro presidente desde la instauración del sistema constitucional de 1978. España es de facto un estado policial, en donde los ciudadanos no sabemos si estas medidas tan restrictivas que se están llevando a cabo son en beneficio de nosotros mismos y para paliar el virus, o es una excusa perfecta para aumentar la sed de poder del actual presidente del gobierno y su vicepresidente. Todo es posible en estos momentos, en donde el sistema constitucional de 1978 se cae a pedazos mientras se restringe los derechos y libertades de los ciudadanos en las últimas semanas. Una restricción que de momento se prolongará hasta el 12 de abril (Domingo de Resurrección). Después de esto, ¿Qué? Solo Sánchez e Iglesias lo saben, o puede que ni siquiera ellos mismos lo sepan. De momento, y solo es un anticipo con la caída del Ibex 35, se ha confirmado que la recesión y la crisis económica que se avecina será como mínimo igual o peor que la crisis de 2008. Ahí es nada. Y esto solo acaba de empezar...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.