miércoles, 18 de marzo de 2020

20 años de la Madrugá del 2000

En estos momentos en los que España y el mundo se encuentran sumidos en una de las mayores crisis de los últimos siglos, me he parado a reflexionar sobre las consecuencias que ha tenido más relevancia en esta crisis, la cual ya no sé si definirla como sanitaria, social, económica, política, o todas ellas a la vez. Una de las consecuencias que para España y especialmente para Sevilla ha tenido esta crisis es la suspensión por primera vez desde 1933 de la Semana Santa. Una Semana Santa que este año tendremos que vivir desde nuestros hogares mientras hacemos penitencia con nuestra conciencia y nuestro corazón.

Pues bien, aprovechando este drástico y difícil momento para todos los cofrades, voy a escribir esta noche sobre un suceso relacionado con nuestra Semana Mayor, del cual se cumplen dentro de unas semanas veinte años. Me refiero, como no podía ser de otra forma, de los sucesos acaecidos en la famosa Madrugá del año 2000 en Sevilla. Una Madrugá que le pilló a este que aquí escribe con tan solo ocho años y en compañía de mi madre. Una Madrugá de la que después de dos décadas seguimos sin saber la verdad real de lo que ocurrió aquella fatídica y enigmática noche del 21 de abril del año 2000.

Recuerdo como si fuese ayer cómo, tras ver a la Esperanza de Triana por el puente de Isabel II, a mi madre y a mí nos pilló una de las famosas "Carreritas" en plena Plaza Nueva esquina con la calle Tetuán. Recuerdo cómo nos refugiamos en un bar de esa misma calle, el cual creo que ya no existe. Recuerdo el pánico que tanto mi madre, como yo, como todo el mundo vivíamos en aquellos desafortunados y tensos momentos. Recuerdo a las personas corriendo por las calles mientras que otras yacían en el suelo aplastadas por la multitud. Recuerdo aquellas famosas frases que circularon dentro del bar, el cual su dueño echó el cierre con nosotros dentro para tranquilizar a los que allí nos habíamos refugiado. "Han disparado a la Macarena", "Hay un nazareno con una pistola", "Hay un tío con un cuchillo por ahí", "Han soltado un toro de la Maestranza". Esas fueron solo algunos de los rumores que los sevillanos escuchamos aquella noche que pasaría a la historia de nuestra ciudad.

Reconozco que de todas ellas, la que más impacto me causó fue la de escuchar que habían disparado a la Esperanza Macarena. Para un niño de ocho años como yo me resultaba, y me sigue resultando inconcebible a mis casi veintiocho años, cómo alguien podría tener la frialdad de disparar contra una imagen que representa a Jesucristo o a la Virgen María. Recuerdo que tras salir del bar y encontrarnos a personas heridas de forma leve como consecuencia de las carreras, mi madre y yo localizamos a mi hermano, el cual también estaba viendo las procesiones. Tras reencontrarnos los tres en la Plaza Nueva decidimos volver a casa. Recuerdo cómo al cruzarnos en el Salvador con los nazarenos de la Macarena empecé a llorar cuando vi la dramática situación que unos tipos habían realizado contra nuestra Semana Mayor. Unos tipos los cuales siguen sin saberse a día de hoy quiénes fueron. Algunos hablan de un grupo de niños pijos pertenecientes a la facultad de Matemáticas de Sevilla, otros hablan de un grupo de jugadores de rol, y otros de la propia Policía Local de Sevilla, la cual se encontraba en huelga en aquellos días contra el ayuntamiento del entonces alcalde socialista Alfredo Sánchez Monteseirín. Personalmente debo añadir que creo firmemente que esta última teoría es la más cercana a la realidad, ya que si algo decidió de forma unánime el ayuntamiento es que había que dar carpetazo inmediato a los graves sucesos ocurridos aquella Madrugá.

Por último recuerdo cómo de forma anecdótica nos cruzamos en nuestro camino de vuelta a casa con el popular humorista sevillano Paco Gandía, y de cómo mientras amanecía mi madre, mi hermano y yo volvimos a casa sin saber absolutamente nada de lo que había ocurrido. Toda Sevilla se preguntaba qué había pasado y quiénes habían perpetrado esas carreras espontaneas sin justificación alguna. Por último recuerdo como, mientras mi madre llamaba a mi padre para comentarle lo ocurrido, aparecían en la televisión las imágenes de las carreras con el paso de la Esperanza de Triana al fondo y posteriormente las imágenes sacadas de la película "Nadie conoce a nadie", en las que el Santísimo Cristo de la Expiración del Cachorro estaba a punta de rifle ante un Eduardo Noriega situado en una azotea ubicada al lado del Puente de Triana. Son tantos los recuerdos de aquella histórica jornada, la cual me marcó tanto, que creo que jamás podré olvidarlos.

¿Quiénes fueron y con qué objetivo? Con toda sinceridad apuesto por la teoría más extendida, la cual hablaba, como ya he dicho antes, de la participación de la Policía Local sevillana. ¿El objetivo? Demostrar a través de la huelga y sobre todo, a través de los disturbios cual necesaria era la presencia de la Policía Municipal en los eventos de nuestra ciudad y la urgencia de que el Ayuntamiento aceptase sus demandas. El hecho es que jamás se supo quién o quiénes organizaron aquellos disturbios entre las cinco y las seis de la mañana en los puntos más estratégicos del centro de Sevilla. Lo cierto es que fuese quien fuese sabía perfectamente como, cuando y donde organizarlo, y la verdad es que el plan les salió redondo para los verdugos y para desgracia de todos los sevillanos que allí estábamos viviendo nuestras procesiones.

Hay que destacar también otro hecho del que ya he hecho una breve mención antes. Me refiero al escenario en el que se encontraba Sevilla en abril del año 2000. Unos meses antes, concretamente en noviembre de 1999, se estrenó en España, y por ende en Sevilla, la famosa y polémica película de Mateo Gil titulada "Nadie conoce a nadie". Una película cuyo argumento gira en torno a la perpetración de atentados contra la Semana Santa sevillana organizados por una banda de juego de rol. Esta película, la cual estaba protagonizada por Eduardo Noriega, Jordi Molla, Natalia Verbeke, y la sevillana Paz Vega, fue considerada por muchos como la aliciente para que los organizadores pudiesen perpetrar su plan. Debo reconocer que durante años he pensado, y sigo pensando en cierta forma que la película, la cual yo he visto, pudo tener algún efecto llamada a la hora de producirse aquellas avalanchas, pero que no fue un factor decisivo, ya que los organizadores creo que actuaron más por alcanzar unos objetivos concretos a través de aquellos altercados, que de conseguir como objetivo mismo su propia diversión y el caos en la ciudad a través de las famosas carreritas. Insisto en que creo que la película pudo originar algún efecto llamada, pero a día de hoy no la responsabilizo de forma directa con los sucesos acaecidos en la Madrugá de aquel año 2000.

Un año 2000 en el que Sevilla se encontraba ante la última Semana Santa del II Milenio y del Siglo XX. El mundo se encontraba a las puertas de la llegada del III Milenio y del Siglo XXI. En España, Aznar acababa de renovar mandato tras ganar un mes antes sus segundas elecciones generales, en el país se estrenaba un formato que cambió la historia de la televisión en España para siempre: Gran Hermano. Y Alejandro Sanz sacaba al mercado uno de sus álbumes más exitosos "El alma al aire". Todo era distinto en aquella España y en aquel mundo que estaba a punto de vivir el mayor de los vuelcos de su historia con la perpetración de los atentados del 11-S un año después.

En Sevilla, la perpetración de aquellos actos vandálicos y miserables supusieron un antes y un después en la historia de nuestra Semana Santa. Nada volvería a ser ya como antes. Los sevillanos saldrían a partir de entonces con el pánico en sus rostros a la hora de disfrutar de las procesiones en los años posteriores, y la seguridad en nuestra Semana Mayor siempre se vería en entredicho al producirse incidentes de menor envergadura años después. Un temor que está más presente que nunca ante el temor en occidente de atentados terroristas por parte del Estado Islámico. En efecto, la Madrugá del 2000 supuso un punto y aparte en nuestra ciudad, y con ella no solo cambió algo de nuestra Semana Santa sino también de nosotros.

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