sábado, 4 de enero de 2025

La Biblia: enigmas e incongruencias


En estos primeros días del año en los que ya está casi acabando la Navidad y donde estamos a punto de celebrar la festividad de la Epifanía de Cristo, creo que es un buen momento para comentar algunos puntos acerca de la Biblia y de la religión cristiana. Puntos en lo que yo, como persona que actualmente está al margen de cualquier religión, cuestiono más a fondo que cuando era, hasta hace poco tiempo, un ferviente creyente cristiano.

Son varios puntos los que quiero tratar. Y a pesar de que son muchísimos mas los que incluiría en esta entrada, obviamente no puedo hacer mención de todos ellos, ya que estaríamos ante la entrada más extensa de la historia. Por ello me voy a centrar en tres o cuatro cuestiones principales. La primera de ellas es la figura de quien en la Biblia se denomina como Lucifer, Satanás, el Anticristo y/o el demonio. Figuras todas ellas en las que incluso hay un profundo debate sobre si son realmente el mismo ente o son personajes diferentes.

En Isaías 14:12-15 se hace mención al levantamiento que Lucifer realizó contra Dios en el cielo, fracasando en su intento de hacerse con el denominado “Trono celestial” y siendo exiliado por Dios a la tierra. Estamos hablando, según nos indica Isaías, de un levantamiento que se produce por parte de los denominados “Ángeles caídos” contra Dios y sus Ángeles leales, los cuales combaten contra los rebeldes, desterrándoles posteriormente a la tierra junto a Lucifer. Este suceso no se comenta en ningún momento cuando sucedió exactamente, si es que realmente sucedió, ya que los textos religiosos no pueden darse por ciertos sin más.

Posteriormente, ya en el Nuevo Testamento, el Evangelio de Mateo, concretamente en Mateo 4:1-11, el Apóstol nos explica de forma detallada las tentaciones a las que Cristo es sometido por Satanás durante su estancia en el desierto bajo ayuno. Los Evangelios nos hablan de las tres tentaciones que Satanás le hace a Jesucristo. La primera es aquella en la que el demonio le sugiere a Jesús que convierta las piedras en pan; la segunda es aquella en la que Lucifer lleva a Cristo a la Ciudad Santa y le pide que “se eche abajo”, ya que, si es el Hijo de Dios, los Ángeles lo sostendrán para que no caiga; y ya la tercera y ultima es aquella en la que el demonio le muestra a Cristo todos los reinos del mundo y se los ofrece con la condición de que a cambio se postre ante él y le adore.

Jesús, como todos sabemos, resistió las tentaciones y Satanás fracasó en su intento de tentarlo. Pero la cuestión aquí es: ¿Bajo qué autoridad ofrece Satanás a Jesús, el hijo de Dios, los reinos terrenales? Se supone que, según el Génesis, Dios crea el mundo, por lo que los reinos de ese mismo mundo deberían ser realmente propiedad de Dios y/o estar bajo su poder y no del demonio. Todo ello me lleva a volver a lo dicho por Isaías y al destierro que Dios le da a Satanás cuando lo expulsa del cielo a la tierra. ¿Quiere esto decir que Dios, al desterrar a Lucifer a este mundo, le dio autoridad para que gobernase la tierra y se convirtiese en la entidad divina que regiría los destinos de nuestro mundo?

Mucho cuidado con esto porque estaríamos hablando de que, de ser así, nuestro mundo y por ello nuestro destino en esta vida terrenal, estarían bajo los designios del diablo y no de Dios mismo, con la consiguiente autorización del último sobre el primero. La prueba más palpable es que fue el diablo quien le otorgó, ni más ni menos que a Cristo, el poder terrenal en la tierra si lo adoraba. ¿Para qué ofrecerle a Dios (Si tenemos en cuenta que Jesús es Dios Hijo) algo que por lógica le corresponde a Él, ya que el mundo y todos sus reinos forman parte de su creación? 

Por no hablar de la incongruencia que supone que el Espíritu Santo llevase a Cristo hasta el desierto con el objetivo de ser tentado por Satanás. ¿Acaso estaba todo pactado? E incluso voy más allá: Si Cristo era realmente el Hijo de Dios, ¿Por qué iba a poner a prueba Dios a su propio hijo? No tiene ningún sentido, y más si tenemos en cuenta que el propio Jesucristo confirma que "Yo estoy en el Padre y el Padre en Mí".

Todo ello me lleva a pensar que, siguiendo esta teoría, Lucifer sería la verdadera entidad divina del mundo, lo cual es alarmante y terrorífico, pero igualmente “lógico”, si es que se puede utilizar este término, ya que realmente el mundo es un lugar donde es obvio y palpable que el mal predomina por todos sus rincones y donde el ser humano campa a sus anchas realizando el mal por donde quiera que va. Por no hablar de los individuos en posiciones de alta responsabilidad y poder que son, según las teorías de la conspiración y rumores que a lo largo del tiempo han ido circulando, servidores de Satanás, realizando misas negras, sacrificios y rituales en su honor, además de seguir sus oscuras doctrinas. 

Siendo así, el mundo sería el territorio del diablo y nosotros sus peones dentro de su tablero. Una teoría que los propios Evangelios corroboran, entre otros pasajes, en Juan 12:31, donde se describe a Satanás como "el príncipe de este mundo", lo cual confirma que el mundo y el ser humano forman parte de su juego. Un juego, el del demonio, el cual permitiría abiertamente Dios, que es quien le dio autoridad para ello, según Isaías; por lo que esto nos abre también un debate sobre la verdadera benevolencia de Dios, sus planes para con nosotros, así como su verdadera relación con su adversario.

Y, por último, una pregunta que dejo abierta acerca de lo que Mateo describe en su Evangelio. Si Jesús estaba en el desierto en ayuno, ¿Cómo lo conduce el diablo hasta la Ciudad Santa (Jerusalén)? ¿Acaso había alguna forma de trasladarse momentáneamente desde el desierto hasta la capital de Judea en el siglo I de nuestra era? ¿No estaríamos hablando, mejor dicho, de seres provenientes de planetas ajenos al nuestro y/o de dimensiones paralelas a la nuestra? 

Siendo así, la única forma, desde un punto de vista actual y lógico, en la que Cristo pudo ver tanto la Ciudad Santa como el resto de las naciones del mundo sería a través de lo que hoy en día denominamos un Objeto Volador No identificado (OVNI), lo cual nos llevaría a plantearnos cual es verdaderamente la naturaleza de Dios, Jesús, Lucifer y todas las entidades ajenas a la humanidad. Un tema, el de los OVNIS y la religión, al cual ya le dediqué dos entradas hace siete u ocho años.

Dicho esto, quiero volver una ultima vez a indagar en la figura de Lucifer. ¿Por qué los denominados lideres mundiales e instituciones globales estarían detrás del culto a su figura? En mi opinión todo obedece a lo que en el Génesis conocemos como el “Pecado Original”. En la creación del mundo, Dios crea supuestamente al hombre y a la mujer, pero no nos otorga el conocimiento, o la denominada gnosis. 

De esta forma, el hombre y la mujer vagan por el Jardín del Edén sin ser conscientes plenamente de la realidad que les rodea. Todo ello cambia cuando la serpiente, o Satanás, según las creencias religiosas, hace caer a Adán y a Eva en la tentación de comer el fruto prohibido, lo cual hace que el hombre caiga en la mortalidad y el pecado, pero en cambio recibe el conocimiento denegado principalmente por Dios. 

Por cierto, un pasaje, el del Pecado Original, en el que Dios maldice posteriormente a la serpiente por este suceso y la condena a arrastrarse desde entonces "sobre su vientre, comiendo el polvo de la tierra". Siendo así, ¿De qué otra forma se arrastraba la serpiente por el mundo antes del evento del fruto prohibido? Una pregunta que puede que tenga su respuesta en el hecho de que quizás no fuese una serpiente lo que realmente había en el Edén, sino quizás una entidad reptiliana-humanoide que en el Génesis es descrita simplemente como "la serpiente". 

Pero volviendo al personaje de Lucifer, aquí es donde algunos creen, y yo creo que es la teoría más correcta, del porqué los lideres mundiales e incluso las personalidades mas famosas del mundo de la cultura, la realeza e incluso la propia religión, son fieles seguidoras del demonio: Al ser el diablo, y no Dios, quien otorga al hombre la gnosis, los lideres mundiales y los individuos que han accedido a documentos y manuscritos antiguos a los que el resto de la humanidad no tenemos acceso, creen que solo a través del culto a Lucifer se puede llegar al éxito económico, al poder y a la fama, además de acceder al conocimiento profundo de nuestra existencia. Una teoría espeluznante y escalofriante, pero que visto el panorama que nos rodea no es para nada descabellado.

Dicho esto, me centro ahora en la segunda cuestión a la que quería hacer referencia. Si nos atenemos a los textos sagrados del Antiguo Testamento, encontramos por todas partes menciones acerca de la religión monoteísta del judaísmo, la cual cree en un Dios único, verdadero e indivisible. Esta referencia a Dios es, insisto, una constante en el Antiguo Testamento o, mejor dicho, en los textos bíblicos concernientes a la religión judía. Pero si luego nos vamos al Nuevo Testamento, encontramos pasajes evangélicos donde se demuestra que el Dios de Jesús es una entidad divina basada en una religión politeísta. El ejemplo más claro lo encontramos, en mi opinión, en el pasaje de la agonía de Cristo en el Huerto de Getsemaní, donde Jesús le ruega a su Padre “Aparte de Mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.

Esta frase desbanca, en mi opinión, el mito que desde hace dos mil años llevan intentando inculcar desde las religiones cristianas a sus seguidores. Y es que, si Dios Padre y Dios Hijo son el mismo Dios, ¿Cómo se explica que Cristo suplique a su Padre que le evite el martirio que le espera en la tierra? Se supone que las dos entidades deben de tener la misma opinión en esta y en todas las cuestiones habidas y por haber, ya que hablamos de la misma entidad divina y de la misma persona. 

Obviamente no es así, ya que acto seguido Cristo comprende y acepta su destino, alegando a Dios Padre que debe cumplirse su voluntad, y no la de Él. De esta forma se confirma que el misterio de la Santísima Trinidad es un, digámoslo así, cuento creado por el cristianismo, con el objetivo de hacer creer a sus creyentes en todo el mundo que el Dios del Nuevo Testamento es el mismo que el del Antiguo Testamento, intentando mantener de esta forma un nexo de unión entre la religión judaica y la cristiana.

Dicho esto, queda confirmado, al menos para mí, que el Dios de Jesús (Es decir, Dios Padre) es un Dios que ejerce el máximo poder divino, pero que comparte dicha divinidad junto con otras dos entidades: Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, lo cual demuestra que estamos ante tres dioses completamente independientes y no de tres personas encarnadas en un mismo Dios. Siguiendo esta lógica, la teoría de la Santísima Trinidad perdería toda su veracidad (Si es que alguna vez la tuvo) y confirmaría con ello el politeísmo del cristianismo. Una religión que, dentro ya del catolicismo, es abiertamente una religión politeísta, ya que la adoración disfrazada de veneración hacia la Virgen María, San José, Santa Ana, los apóstoles y todos los Santos reconocidos hasta la fecha por la Iglesia Católica, corroboran la teoría de que estamos ante una religión politeísta de facto, aunque oficialmente siga siendo monoteísta.

Ahora me centraré en la tercera cuestión a la que quería ceñirme, que no es otra que la esencia misma del cristianismo y la extensión del mensaje de Cristo al pueblo judío y al resto del mundo: los denominados gentiles, que en este caso seriamos nosotros. Según Mateo 15:21-28, Jesús se cruzó con una cananea, cuya hija estaba poseída por un demonio. La cananea suplicó a Cristo que curase a su hija, a lo que Jesús no hizo caso. Ante la insistencia de la cananea, los discípulos le pidieron a Jesucristo que la despidiese, ya que estaba causando alboroto. 

Es entonces cuando Cristo dice una de las frases que en mi opinión refleja perfectamente el mensaje verdadero de Jesucristo: “No fui enviado sino a las ovejas perdidas del pueblo de Israel”. Esta frase es sencillamente determinante, ya que confirma que la llegada de Jesucristo a la tierra, así como el mensaje que Él predicó durante sus tres años de ministerio, iba destinado únicamente al pueblo de Israel y no al resto de la humanidad.

Y es que no hay que olvidar que Jesucristo fue enviado por Dios para redimir a Israel de sus pecados, según consta en los Evangelios y en las profecías anteriores a la venida de Cristo. Otra cosa bien diferente es que conforme el Nuevo Testamento avanza, los textos sagrados hablen ya de una redención que alcanza a todo el mundo, es decir, a nosotros, los gentiles, y no solo al pueblo judío. ¿Cómo pasa pues el cristianismo de la exclusión a la inclusión? Muy sencillo, con la aparición de un sujeto que en sus inicios era un judío que perseguía a los cristianos primitivos y que, de la noche a la mañana, se convirtió en el mayor apóstol de Cristo, dejando a un lado a los apóstoles auténticos. Me refiero, obviamente, a Pablo de Tarso o, mejor dicho y para entendernos todos, San Pablo.

La figura de San Pablo es sin lugar a dudas una de las más controvertidas del Nuevo Testamento, ya que hablamos de un tipo que, como ya he mencionado anteriormente, era originalmente un fariseo que, en los primeros años del cristianismo, inmediatamente posteriores a la muerte de Cristo, se dedico a perseguir, encarcelar e incluso ejecutar a los primeros seguidores de Jesús, incluido el propio Esteban, cuya lapidación fue aprobada por Pablo, según consta en los Hechos de los Apóstoles.

¿Qué ocurre entonces? Que es entonces cuando Pablo, en un viaje de camino a Damasco con el objetivo de perseguir a más cristianos, recibe una visión, según él, de Cristo resucitado, lo cual le hace abandonar de inmediato toda persecución religiosa y le lleva a predicar el Evangelio de Jesucristo con la misma autoridad con la que predicaban los apóstoles originales de Jesús. Esto último lo hacía, según el, porque alegaba que su visión le había dado la autoridad suficiente por parte de Cristo para predicar de forma autónoma e independiente al resto de los apóstoles.

Claro, esto es lo que dicen oficialmente los textos sagrados. Pero en mi opinión, la figura de Pablo de Tarso se puede definir simplemente como la de un oportunista, el cual vio en un momento determinado que el cristianismo era una secta religiosa que estaba adquiriendo cada vez más seguidores. Digamos que Pablo tuvo una visión, sí. La visión de ver un negocio dentro del cristianismo primitivo que él mismo había perseguido previamente. Un negocio donde él sería figura principal al comenzar a modificar el mensaje de Cristo, exclusivamente destinado a los judíos, para hacerlo también extensivo hacia los gentiles. Y esa fue precisamente su tarea dentro de su nuevo papel de ferviente creyente: la de viajar a los países ajenos al judaísmo para predicar la palabra de Cristo.

De esta forma, Pablo modifica el mensaje inicial de Jesús y lo sobrescribe a su gusto, creando con ello el cristianismo tal y como lo conocemos actualmente: una religión extendida hacia todo el mundo, pero cuyo Dios (En este caso Jesús) había asegurado estando en la tierra que su mensaje era solo para “las ovejas perdidas de Israel”. Todo esto me lleva a preguntarme una cuestión trascendental: Si el mensaje de Cristo es solo un mensaje exclusivo al pueblo judío, ¿Por qué el resto de la humanidad sigue adorando a un Dios cuyo mensaje de salvación nos es ajeno? 

Si el Plan Divino es solo para "las ovejas de Israel", ¿Qué sentido tiene que el resto, los gentiles, sigamos adorando a un Dios que, literalmente, pasa de nosotros? Y es que, no deja de ser irónico que, siendo el mensaje de Jesús exclusivo hacia el pueblo judío, donde realmente su mensaje ha encontrado cobijo en estos dos mil años ha sido precisamente fuera del pueblo elegido. Y todo gracias al trabajo orquestado por un sujeto al cual Jesús jamás conoció en su vida, llamado Pablo de Tarso.

¿Por qué llevó a cabo Pablo esta manipulación? No tengo ni la menor idea, pero por supuesto no cabe duda de que su mensaje, aunque manipulado, caló hondo dentro de la población no judía, aunque esto le llevase a tener desencuentros con los apóstoles, como se relata nuevamente en los Hechos de los Apóstoles y en Gálatas. Ante esto ultimo cabe preguntarse: Si Pablo era un sujeto que iba por libre y discernía del mensaje autentico de Cristo, ¿Por qué los apóstoles originales no le apartaron de la misión evangelizadora? 

Quizás porque en el fondo los intereses eran los mismos, con independencia de que se captase creyentes gentiles o judíos. El objetivo último podía ser en última instancia la extensión del cristianismo, y probablemente en ese objetivo valía todo, incluso modificar el mensaje y captar seguidores donde no debía hacerse. No olvidemos que el cristianismo no dejaba de ser una secta en sus inicios, y como cualquier secta, buscaba seguidores, cuantos más, mejor.

Dicho esto, me pregunto: Si Jesucristo realmente existió y el Apocalipsis de San Juan es cierto ¿Qué pasaría si Cristo mañana volviese a la tierra y dijese a toda la población no judía “Lo siento, pero mi mensaje era únicamente para mis ovejas de Israel, no para ustedes”? De producirse tal acontecimiento estaríamos ante un suceso de unas consecuencias tan graves que toda población no judía entraría en una crisis existencial, moral y de fe de unas dimensiones incalculables. Tan incalculables que podría ser factible perfectamente que muchas de esas personas, las cuales han podido tener una vida difícil pero la fe les ha mantenido en pie, no viesen ya sentido a su existencia y decidiesen dejar este mundo. 

Por no hablar de las consecuencias políticas, sociales, culturales, etc que este hecho hipotético tendría para el mundo. Llegados a este punto no seria de extrañar que el resto de la población buscase refugio en otras religiones, e incluso reviviese las antiguas deidades paganas de origen grecorromano. Hay que decir también que, desde el punto de vista geográfico, cultural e histórico, realmente esas deidades paganas serian las que realmente nos correspondería a los países como España, Italia, Grecia, etc.  

Pero volviendo a lo anterior, no cabe duda de que el escenario anteriormente descrito supondría la destrucción de la civilización occidental tal y como la conocemos desde hace dos mil años. Un escenario verdaderamente apocalíptico que probablemente los lideres religiosos mundiales son conscientes de ello, pero prefieren, por X motivos, mantenerlo en silencio y dejar las cosas como están y a la población inmersa en una fe que realmente no les corresponde. Un escenario duro, crudo y realmente difícil pero que es perfectamente verosímil. 

Bien es cierto, y todo hay que decirlo, que Cristo también menciona en algunos pasajes del Evangelio que sus Apóstoles llevasen su mensaje a todas las naciones del mundo, pero también es perfectamente factible que esas declaraciones fuesen incluidas y/o falsificadas por los posteriores lideres cristianos cuando realmente Cristo pudo ni siquiera pronunciarlas jamás. De hecho es la teoría más plausible, si tenemos en cuenta que los Evangelios se escribieron años e incluso décadas después de la existencia de Cristo.

Y ya, para concluir, entro en la cuarta y última cuestión de esta entrada. Si el mensaje de redención y salvación de Cristo tiene su exclusividad en el pueblo judío y no en el resto del mundo. ¿Qué papel jugamos para Dios aquellos que no somos judíos en su Plan Divino? ¿Por qué nos creo supuestamente si el Plan Divino es algo que no nos afecta a los demás? ¿No hubiera sido mejor, en este caso, crear un mundo únicamente de raza judía donde Dios tuviese no solo un pueblo concreto sino una humanidad a su gusto, sin despreciar a las otras razas que pueblan la tierra y que supuestamente Él mismo creo también? Por no mencionar una cuestión fundamental en este asunto ¿Qué representamos y suponemos realmente para Dios los denominados gentiles? 

Y, por último: ¿Qué clase de Dios es aquel que, teóricamente, desprecia al 99,8% de la población mundial en favor del restante 0,2%? ¿Acaso no somos todos hijos de Dios? ¿Por qué ese 0,2% serian únicamente los receptores de ese plan de salvación y no el 100% de la humanidad? ¿Qué Dios permite eso? ¿No deberíamos ser todos iguales ante Él? Preguntas todas ellas que no tienen una respuesta lógica ni comprensible, pero que desde el punto de vista humano están cargadas de incertidumbre, desamparo y desanimo, por mucho que desde las instituciones religiosas intenten responderlas a través de teologías que ni sus propios defensores creen realmente.

Conviene no olvidar que realmente todas estas cuestiones no deben de sorprendernos, ya que el propio Antiguo Testamento nos habla desde el primer momento de la preferencia de Dios por el pueblo hebreo frente a los otros pueblos de la tierra, como el egipcio, donde Dios mandó las siete plagas a éstos, los cuales no dejaban de ser igualmente sus hijos, o la conquista de Canaán, donde Dios se posiciono en favor de los hebreos, arrebatándoles todo a los cananeos. ¿Acaso no eran estos pueblos también hijos suyos? Ningún Dios que es presentado como un Dios misericordioso y bueno realizaría jamás este tipo de acciones contra sus propios hijos, símbolo de su creación, sean éstos del pueblo y/o la raza que fuesen.

Ya he dicho en otras ocasiones anteriores que mi época de creencias religiosas paso a mejor vida hace tiempo, pero ello no deja de ser motivo para que en circunstancias como las actuales, cuando celebramos la Navidad o la Semana Santa, se planteen este tipo de cuestiones que tanto afectan, queramos o no, la vida de los ocho mil millones de personas que vivimos en este planeta. En lo que a mí respecta, ya he dicho, y lo mantengo, que no he pasado a ser una persona atea, sino simplemente alguien que ve las cosas desde un punto de vista escéptico y alejado ya de cualquier creencia religiosa oficial. Eso no quita que, como español, siga celebrando la Navidad todos los años, o que salga a ver algún que otro paso en Semana Santa. Nuestro modo de vida es, con independencia de todo lo que he comentado anteriormente, cristiano, y como tal así seguiremos viviendo, en base a esos dogmas y principios morales que rigen Occidente.

Dicho todo esto, vuelvo a la pregunta que otras veces he hecho en este blog: ¿Puede haber algo ajeno a nosotros? Por supuesto, claro que puede haberlo, no es nada descartable. Creo que todo lo que nos rodea no es casual, y que tanto lo malo como lo bueno que nos depara la vida es enviado por algo o alguien ajeno a nosotros. Pero eso no quita que sea bueno ni justo, como las religiones nos intentan vender; simplemente puede ser una fuerza o una entidad completamente ajena a nuestros sentimientos y bienestar, lo cual explicaría la indiferencia de Dios con respecto a nuestro sufrimiento, tanto a nivel individual como a nivel colectivo. Ya dijo Isaías que, según Dios, "Mis caminos no son vuestros caminos".

¿Es algo duro de asimilar? Completamente, pero es una opción totalmente factible. Es por eso por lo que el ser humano, ante el riesgo de enfrentarse a un escenario tan devastador, prefiere refugiarse en sus creencias tradicionales, aunque estas no se correspondan con la realidad, lo cual unido al engaño masivo que vivimos por parte de las elites, sobre todo religiosas, hace que ese refugio en esa mentira se haga más creíble y llevadero. A fin de cuentas, y con independencia de cuál sea la verdad de todo esto, lo único cierto es que el ser humano necesita una cosa por encima de cualquier otra: creer en algo y/o en alguien. Esa y no otra es la verdadera esencia de la humanidad, la cual, con independencia de lo que suceda, estará siempre presente.

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