sábado, 21 de diciembre de 2024

La caída de las águilas


Hace cincuenta años, en 1974, se estrenó en televisión una extraordinaria miniserie producida por la BBC que por desgracia aquí en España ha quedado relegada al olvido y que yo recomiendo completamente. Esa miniserie se titulaba “La Caída de las Águilas”, y narraba el declive de las Monarquías rusa, alemana y austrohúngara. La miniserie narraba así los sucesos acaecidos en Europa desde 1854 (Año del matrimonio entre el emperador austriaco Francisco José I y la famosa emperatriz Sissi) hasta 1918, año en el que se produjo la caída de las dinastías Romanov, Hohenzollern y Habsburgo, todo ello con la Primera Guerra Mundial como telón de fondo.

Pues bien, ciento seis años después de aquellos históricos sucesos, los cuales provocaron un vuelco político radical y sin precedentes en Europa, y medio siglo después del estreno en televisión de aquella gran producción que narró aquellos eventos, el mundo está viviendo una nueva caída de águilas en este año 2024. Si el siglo XX se caracterizó por la caída de las águilas en 1918 de las Monarquías europeas, en este siglo XXI estamos teniendo lo mismo con las caídas sucesivas de los principales gobiernos europeos e incluso estadounidense en este 2024.

Con la caída del gobierno del canciller alemán, Olaf Scholz, en una cuestión de confianza que ha llevado a éste a convocar elecciones anticipadas para el 23 de febrero del 2025, se consume así una nueva y consecutiva caída de otro gobierno de relevancia mundial en poco menos de medio año y que veremos a ver si no se suma dentro de poco la caída definitiva de Emmanuel Macron como presidente de Francia, el cual está cada día más en la cuerda floja tras haber caído a su vez el gobierno francés en una moción de censura apoyada por Marine Le Pen y la izquierda francesa. Una moción de censura que amenaza con repetirse con el nuevo primer ministro nombrado por Macron, Francois Bayrou, lo cual hace que muchos comiencen a ver el final de Macron de aquí a pocos meses.

Europa vive pues una serie consecutiva de caídas de sus gobiernos que comenzaron en julio de este año, cuando los tories británicos fueron desalojados de Downing Street tras catorce años gobernando un Reino Unido sumido en el caos y la decadencia, primero con la crisis económica y posteriormente con el estallido del Brexit, la pandemia y los posteriores escándalos de corrupción que salpicaron a los conservadores británicos. Una serie de acontecimientos sobre los que ya escribí en julio y que supusieron la caída de un Rishi Sunak, el cual llevaba solo año y medio como primer ministro y que ya arrastraba el declive de los gobiernos de David Cameron, Theresa May y Boris Johnson. Como es obvio, el irrisorio mandato de Lizz Truss no puedo incluirlo, ya que su gobierno duró exactamente un mes y fue más fugaz que un rayo.

Como ya dije en julio, no hay duda de que los tories recogieron con su derrota lo que han ido sembrando desde su regreso a Downing Street en mayo de 2010. Unos tories que, por contra de lo que se presagiaba, no estaban en absoluto preparados para tomar el relevo del gobierno tras derrotar a los laboristas de Gordon Brown hace catorce años. Un tipo irresponsable como Cameron que llevó al borde del abismo a Reino Unido en primer lugar con el referéndum de independencia de Escocia y posteriormente con el referéndum sobre la salida del país de la UE, lo cual dio lugar a la apertura de una de las mayores crisis políticas, sociales y económicas a las que se ha tenido que enfrentar la isla británica en décadas.

Todo lo demás ya vino solo: la llegada de una mediocre Theresa May, cuyo gobierno solo sirvió para debilitar aún más la situación británica y prolongar la salida del país de Europa, y posteriormente la llegada de Johnson, cuyas juergas y escándalos de corrupción en Downing Street en plena pandemia empeoraron aun más el decadente escenario que los británicos ya vivían desde junio de 2016. Sunak por su parte lo que heredó al llegar a Downing Street en octubre de 2022 fue prácticamente un país en decadencia y un partido en las últimas, donde lo único que podía hacer era mantenerse en el poder todo el tiempo posible, hasta que los británicos le pegasen la patada, como así ocurrió finalmente.  

Con su desalojo por medio de las urnas se produjo a su vez el regreso de los laboristas con Keir Starmer, los cuales han logrado batir el récord de hartazgo y desgaste de un gobierno, hasta tal punto de que, en menos de seis meses, ya son mayoría los británicos que desean ver fuera de Downing Street a los laboristas, los cuales obtuvieron la mayor victoria electoral en julio desde la histórica y arrasadora victoria de Tony Blair en mayo de 1997. Cinco meses después, todo eso es ya cosa del pasado. Estas son pues las consecuencias que tiene que hacer frente un Starmer que ha jugado a ser dictador desde su llegada al poder y que ha comenzado una serie de políticas de persecución contra todo aquel británico que rechace las políticas de inmigración de Reino Unido, llevando incluso a la cárcel a una mayoría de británicos que se han manifestado mayoritariamente en estos meses.

Pero volviendo al tema que nos ocupa, que son los gobiernos que ya han sido eliminados, tras la caída de un débil y completamente desgastado Sunak hay que sumarle días después la decisión histórica del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, de retirarse de las elecciones presidenciales del pasado mes de noviembre. Una decisión que no se veía desde hacia cincuenta y seis años y que supuso de facto el final anticipado de una presidencia débil, incompetente y criminal como la de Biden, el cual dejará ya de forma definitiva y oficial el poder dentro de un mes, cuando Donald Trump jure ocho años después y de forma no consecutiva su segundo mandato como presidente de EEUU tras haber barrido frente a unos demócratas nerviosos y desprevenidos liderados por la vicepresidenta Kamala Harris el pasado 5 de noviembre.

Con el relevo presidencial del próximo 20 de enero, se pondrá fin a una de las presidencias más fallidas, peligrosas, polarizadoras y mediocres de la historia estadounidense, donde un hombre octogenario, con demencia senil y liderazgo débil ha llevado a Estados Unidos y al resto del mundo al borde de una Tercera Guerra Mundial que veremos a ver si no estalla definitivamente a partir del año que viene. No se puede negar que desde la administración Biden se ha hecho todo lo posible y más para que esa guerra estallase, y si no ha estallado aún ha sido por la cautela, quizás excesiva, de un Putin que ha llegado a pecar incluso de débil al no lanzar una respuesta contundente a los americanos ante la escalada que éstos, la OTAN y la UE están realizando en su apoyo acérrimo hacia Zelenski y en su empeño en extender la guerra de Ucrania hacia el resto de nuestro continente.

Todo ello sin dejar de lado la situación que Biden dejará en enero en Oriente Medio, donde la extensión de la guerra en la región demuestra que los intereses belicistas de Biden y los demócratas no se han limitado solo hacia Europa, sino también hacia esta zona cuyo mapa político y social también está cambiando a marchas forzadas. Y sin dejar tampoco de lado la propia situación interna de Estados Unidos, donde la polarización extrema que viven los estadounidenses gracias a las políticas divisorias, extremistas y decadentes representadas por la ideología woke están llevando al denominado “imperio americano” a un declive progresivo e imparable que veremos a ver cómo intentará frenarlo Trump a partir del mes que viene. La derrota de los demócratas y la salida de Biden de la Casa Blanca tras un solo mandato al frente de Estados Unidos es pues el final esperado y deseable ante un gobierno que ha intentado por todos los medios llevarse por delante a todo y a todos y que finalmente se han llevado a ellos mismos.

Pero aquí no acaba la cosa, ya que, en Alemania, y tras solo tres años desde la salida de Angela Merkel y la CDU del poder, los socialdemócratas alemanes han roto su pacto de gobierno con los liberales del FDP, obligando con ello al canciller Scholz a presentar una cuestión de confianza en el Bundestag alemán, con el conocimiento total por parte de éste de que dicha confianza no le seria otorgada. Como así ha sido, la confianza se le denegó hace unos días a Scholz y ha obligado al todavía canciller alemán a convocar unas elecciones anticipadas que según todas las encuestas va a provocar un cambio de gobierno en Alemania en favor de la CDU, mandando con ello nuevamente a los socialdemócratas a la oposición tras poco más de tres años en el poder.

Al igual que en Londres, lo ocurrido en Berlín no debe de sorprender, ya que si por algo se ha caracterizado el gobierno de Scholz ha sido por su debilidad, su nulo plan de gobierno y su defensa acérrima de un criminal de guerra como Zelenski, así como su apoyo a la escalada del conflicto ucraniano en el resto de Europa. Cabe decir también que después del polémico paso por el gobierno de una elitista y europeísta como Merkel, todo hacía indicar que cualquiera que fuese su sucesor, ya fuese del CDU o del SPD, conseguiría al menos mantener controlada la situación, pero se ve que eso era pedirle demasiado a un tipo como Scholz, el cual ha dejado completamente en manos de la Francia de Macron el liderazgo de la Unión Europea, relegando a Alemania a un discreto segundo plano. Todo lo contrario de lo que se vivió durante los dieciséis años de gobierno de Merkel, donde Alemania era la cabeza visible de Europa, con independencia de que la ex canciller alemana gustase o no.

Ahora, todo parece indicar que la suerte de Scholz está, al igual que la de Sunak y la de Biden, acabada, y que Alemania se encamina también a un cambio inminente de gobierno de aquí a dos meses, con el regreso de la CDU al poder y la vuelta de los socialdemócratas a la oposición. Todo ello mientras la AfD continua imparable su ascenso en Alemania, ganando votos tanto por parte de la CDU como incluso de los votantes del SDP, lo cual podría dar lugar a una posible llegada de éstos al poder en las próximas elecciones generales alemanas de 2029, coincidiendo probablemente con una posible presidencia de Le Pen en Francia tras la salida de Macron.

Y es que no solo la caída de los gobiernos de Estados Unidos, Reino Unido y Alemania es un hecho, sino que esta caída puede hacerse efectiva también en Francia, donde Macron está cada vez más solo y acorralado ante la pinza que tanto la derecha de Le Pen como la izquierda han cosido tras las elecciones legislativas que Macron convocó este verano pasado, con la idea de salvar los muebles, aunque fuese juntándose con toda la morralla ajena a Le Pen. Medio año después todo hace indicar que esa jugada no le ha salido tan redonda al todavía presidente francés como él mismo esperaba, ya que la propia izquierda que Macron utilizó contra Le Pen y que luego dejó tirada una vez que consiguió su objetivo de frenar su victoria electoral en las legislativas francesas, está siendo la que irónicamente le está llevando a la puerta de salida a pasos acelerados.

El nombramiento por parte de Macron del ex primer ministro, Michel Barnier, en septiembre y la consecuente moción de censura que desde la izquierda y la derecha han aprobado para destituirlo hace solo unos días, ha demostrado que, aunque el presidente de la República francesa está aún residiendo en el Palacio del Eliseo, ya no es él quien verdaderamente tiene el control absoluto sobre Francia. Tras la destitución de Barnier como primer ministro, Macron nombró al liberal Bayrou como nuevo jefe del gobierno. La ironía reside en que minutos después de su nombramiento, la propia izquierda anunciaba una nueva moción de censura contra el propio Bayrou, el cual no llevaba ni una hora en el cargo.

Personalmente no creo que esta nueva moción de censura vaya a tener el éxito que ha tenido la última, pero con independencia de su resultado, el hecho de que los sucesivos gobiernos de Macron estén siendo sometidos de forma constante a la amenaza de una moción de censura demuestra la debilidad extrema en la que se encuentra actualmente el jefe del Estado francés. Ante este escenario no seria descartable en absoluto que en 2025 Macron se vea obligado a dimitir y a convocar elecciones presidenciales en Francia, poniendo fin a una maliciosa presidencia, la cual solo podía ser dirigida por un tipo sin escrúpulos como él.

Veremos a ver cómo acaba la situación en Francia, aunque todo parece indicar que Macron se va a sumar más pronto que tarde a esa lista de águilas caídas a lo largo de estos últimos meses, a pesar de que él haya anunciado a los cuatro vientos que no piensa dimitir bajo ningún concepto y que piensa agotar su mandato hasta mayo de 2027. También el zar Nicolás II, el Kaiser Guillermo II y el emperador austriaco Carlos I rechazaron de lleno abdicar en un primer momento para posteriormente y bajo su vergüenza, verse forzados a dejar el poder.

Pase lo que pase, está claro que tanto Europa como Estados Unidos están viviendo unos momentos equiparables en cierta forma a los que Europa vivió en 1918 con la caída de sus principales Monarquías. Si en 1918 el mundo vivió estos acontecimientos bajo el infierno de los últimos momentos de la Primera Guerra Mundial, en este 2024 estos acontecimientos se están viviendo con la amenaza del estallido de una posible Tercera Guerra Mundial. Estamos pues ante dos momentos históricos (Uno en el pasado y otro en el presente) que, aunque no exactos, sí tienen un cierto paralelismo. Dos momentos en los que las águilas comienzan a caer de forma consecutiva en un contexto global tenso y peligroso. En 1918 ya vimos cómo acabaron aquellas caídas de esas águilas y las posteriores repercusiones que dieron lugar tanto en sus respectivos países como a nivel mundial; las caídas de las águilas actuales están produciéndose en estos momentos (Y veremos a ver si no caen algunas más de las ya mencionadas aquí), y más pronto que tarde asistiremos a las consecuencias de esas caídas. 

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