Hoy, 6 de diciembre de 2024, se conmemora el cuadragésimo sexto aniversario de la Constitución española. Un día donde, como cada año, se hablará largo y tendido de lo buena y exitosa que ha sido la Carta Magna que los españoles aprobaron tal día como hoy hace cuarenta y seis años. Creo que en once años que tengo abierto este blog ya he hablado varias veces sobre este asunto y he dejado clara mi postura. Pero debido a las graves circunstancias que estamos viviendo a nivel nacional como consecuencia de la corrupción que asola al PSOE y a Pedro Sánchez y su entorno, creo que es de recibo hacer un par de comentarios nuevamente sobre lo que ha supuesto nuestra sacrosanta Constitución.
Y empiezo hablando de un libro que ha salido hace prácticamente un mes y pico, cuyo autor es Juan Fernández-Miranda, el sobrino nieto de Torcuato Fernández-Miranda, quien fuera presidente de las Cortes durante la transición y llamado por muchos el “guionista” del proceso político que se vivió en España desde la muerte de Franco hasta la llegada de lo que hoy en día se denomina democracia, que no es más que un sistema partitocrático corrupto en el que la separación de poderes y el Estado de Derecho brillan por su ausencia.
Pues bien, este señor ha escrito un libro hablando de las virtudes que supusieron la llegada de la democracia por parte, según él, de los tres protagonistas fundamentales de su creación: el rey Juan Carlos I, Adolfo Suárez y el propio Torcuato Fernández-Miranda. En ella se habla de lo difícil que resultó ser la transición y de cómo con la determinación, las ansias por la libertad y el cambio, así como el deseo de alcanzar acuerdos y el clima de consenso fueron los artífices de que el actual sistema pudiese nacer un día como hoy.
Creo que este tipo o bien no sabe por dónde le da el sol o bien es simplemente un sinvergüenza que traiciona la memoria de su tío abuelo (Personalmente me inclino por esto último), de la misma forma que lo hace el propio Adolfo Suárez Illana cuando alaba la figura de su padre, del rey Juan Carlos y del proceso de la transición, siendo Suárez Illana completamente consciente de los trapos sucios que se realizaron durante aquel proceso políticio, con su padre al frente del gobierno de España. Para empezar cabe decir que si hubo realmente una primera persona en España que vio verdaderamente el monstruo que se había creado en el año 1978 fue precisamente Torcuato Fernández-Miranda. El ex presidente de las Cortes murió solo, decepcionado y enfermo en Londres en junio de 1980, pero antes de su fallecimiento dejó entrevistas y perlas que no dejan indiferente a nadie, por lo menos en mi opinión.
Ya en junio de este año mencioné, y creo que es justo mencionarlo nuevamente esta noche, acerca de una entrevista que el propio Torcuato realizó a un periodista llamado Julio Merino, el cual publicó en 2020 esa entrevista en Internet bajo el título “El día que el estratega de la transición, Torcuato Fernández-Miranda, lloró y se arrepintió de dar el sí a las autonomías”. En dicha publicación se narra una entrevista en la cual Torcuato alegó el fracaso que había supuesto la transición, la Constitución y el papel que todos sus principales protagonistas, incluyéndose él mismo, jugaron durante todo el proceso político.
Habló sin tapujos sobre Suárez y su forma de hacer política por libre, llevando a España al abismo al romper el entonces presidente del gobierno la hoja de ruta establecida para la transición desde un primer momento y aprobar una Constitución que permitió, entre otras muchas cosas, la elaboración del título VIII (El de la Organización Territorial del Estado, el cual permitía la creación del actual Estado de las Autonomías), uno de los grandes errores de la transición, según él. Habló sin tapujos sobre el rey y sobre cómo éste había permitido también todo este descontrol, preocupándole solamente el mantenimiento de la Monarquía, aunque el futuro de España se fuese a tomar viento gracias a esa modélica transición que todo el mundo pregona como exitosa. Y habló a su vez del desenlace fatídico que el futuro le depararía a España como consecuencia del sistema creado en 1978.
Afirmó también que tras la muerte de Franco se debió llevar a cabo una verdadera transición desde cero, donde los españoles debieron ser consultados sobre la forma de Estado que querían tras el fin de la dictadura (Monarquía/República) y comenzar a partir de ahí la elaboración de un nuevo estado democrático, que no fuese ni la sombra de lo que verdaderamente se orquestó a partir de 1975. Esto no lo digo yo, lo dice el propio Torcuato en esa entrevista con Julio Merino. Como ya dije en junio cuando hablé por primera vez sobre esto, quien quiera echarle un vistazo solo tiene que copiar el título que he escrito más arriba y buscarlo en Internet.
Ahí encontrarán todo el relato del ex presidente de las Cortes, el cual se echa a sí mismo también la responsabilidad de todo lo ocurrido y se lamenta de no haber actuado como era debido solo un par de años antes, haciendo examen de consciencia sobre lo que pudo haber hecho y no hizo finalmente. Torcuato Fernández Miranda se puede decir que fue el primer indignado, o incluso antisistema, del propio Régimen del 78 que él mismo había cofundado junto a Suárez y el rey Juan Carlos.
Un Régimen del 78 que basta recordar que nació muerto, o en su caso, herido de muerte nada más nacer. La prueba más palpable fueron sus primeros meses de vida tras su aprobación por parte de los españoles el 6 de diciembre de 1978, su promulgación el 27 de diciembre de ese mismo año, y finalmente su entrada en vigor dos días más tarde: el 29 de diciembre de 1978. Ya en 1979 se pudo corroborar cómo la Constitución nació deforme, ya que tras las elecciones generales de marzo de aquel año se produjo el acoso y derribo contra un Suárez que se negaba en redondo a abandonar la presidencia, a pesar de haber llevado al país a una situación agónica (Una situación bastante parecida a la actual).
La llegada de la izquierda a los Ayuntamientos en abril de ese mismo año, a pesar de no haber sido los más votados en las grandes capitales, la demanda creciente de autogobierno por parte de todas las regiones, y el ascenso imparable del PSOE y de un Felipe González que se habían visto jodidos porque Suárez les adelantó por la izquierda y les ganó contra todo pronóstico las elecciones generales, fueron los detonantes para que ya en 1980 todo el mundo hablase de que la Constitución había sido un fracaso, que la transición había ido demasiado lejos y que era urgente y necesario desalojar a Suárez de la Moncloa para implantar un gobierno de concentración con la urgente necesidad de reformar cuanto antes los puntos más controvertidos de la Carta Magna, incluyendo el famoso título VIII que ya mencionó el propio Fernández-Miranda.
El primero de ellos en hacer este tipo de declaraciones fue un tipo proveniente de ERC llamado Josep Tarradellas, el que hasta ese mismo año había sido presidente de la Generalitat catalana tras restituirlo en su cargo Suárez en 1977. Es entonces cuando se origina la denominada Operación Armada y todo lo que vino después, incluyendo la dimisión de Suárez en 1981 y el posterior intento fallido por parte del CESID de aupar al general Alfonso Armada a la presidencia del gobierno a través del 23-F.
Todo lo que vino después de aquello ya lo sabemos todos. Armada fue a la cárcel, el rey quedó como el salvador de una falsa democracia que hacía aguas por todas partes, Suárez quedó consolidado como un héroe y mártir del 23-F y las reformas urgentes y necesarias que la Constitución necesitaba en 1979, 1980 y 1981 quedaron en papel mojado, sobre todo tras la llegada de Leopoldo Calvo Sotelo a la presidencia en sustitución de Adolfo Suárez, donde el proceso para impulsar el Estado de las Autonomías se aceleró hasta consumarse definitivamente en 1995, casi al final del gobierno de Felipe González. Todo lo que antes de 1981 se constató que era un sonoro fracaso que había que reformar urgentemente, tras el 23-F no solo se mantuvo sino que se reforzó, llevándonos a la decadente situación actual.
Si el barco ya hacía aguas por todas partes a finales de 1980, a finales de 2024 el barco es ya prácticamente el Titanic, cuando los últimos restos del transatlántico estaban a punto de hundirse con el resto de la nave ya prácticamente hundida en las frías aguas del Océano Atlántico. Este es pues el verdadero estado en el que se encuentra España tras cuarenta y seis años de mal llamada democracia. Este es el autentico estado en el que se encuentra una nación triturada y despellejada por una clase política que calculó al milímetro y de forma coordinada por todos los partidos la creación de este sistema que hoy padecemos y que cada día recuerda más al declive del sistema de la Restauración en los últimos años del polémico reinado del infame Alfonso XIII.
Si hubo consenso en 1978 fue precisamente porque tanto gran parte de la élite franquista como la oposición exiliada formada por los socialistas, los comunistas, los liberales y los democristianos vieron que a través del denominado “Café para todos” que Suárez y el rey aprobaron entusiasmados, se creaba un reino de Taifas en el que todo el mundo tendría su trocito de pastel sin necesidad de ir a una nueva guerra civil o a un grave conflicto social para instaurar cada uno su propio sistema. El Régimen del 78 fue pues un sistema hecho por y para la clase política, y eso es algo que cada día se ve con más claridad por parte de todos. Y quien no quiere verlo es simplemente un ingenuo, un ignorante o bien un cliente del sistema.
Y la columna vertebral de ese sistema es precisamente la Monarquía que hasta hace diez años estaba personificada en Juan Carlos I y que actualmente lidera su hijo, Felipe VI. Buena prueba de ello es la forma en la que todos los sectores claves del sistema defienden con uñas y dientes tanto a la Corona como al Estado de las Autonomías, piezas claves de este régimen corrupto y partitocrático que nos ha conducido ya a nuestra destrucción como sociedad y como Estado-Nación.
Lo vemos de forma clara en cómo actualmente se echa tierra sobre la figura de Juan Carlos I, cuando hasta hace quince años era, cuanto menos, una persona que merecía ser canonizada, como si del propio rey San Fernando se tratase. Hoy es para todos los sectores del sistema la personificación de la corrupción, mientras su hijo y su nieta son la encarnación de todas las virtudes que un ser humano puede poseer. La Monarquía es pues la salvación a todos los males que padece España, mientras ésta es gobernada de forma rotatoria por los dos principales partidos políticos que tras la caída de la UCD en 1982 han traído la desgracia, la corrupción y la decadencia a nuestro país: PSOE y PP.
En definitiva, hoy en mi opinión no hay nada que celebrar, ya que se conmemora un aniversario en el que los españoles, de forma ingenua e ignorante en su mayoría, fueron presionados a votar en favor de una Constitución en la que, según la clase política, iba a situarnos a la cabeza de Europa y de los países más democráticos de nuestro entorno. Hoy, cuarenta y seis años después, se puede confirmar que aquel referéndum solo sirvió para que muchos viviesen a partir de aquel día mucho mejor, a costa del trabajo de todo un pueblo que creía, y aún sigue creyendo falsamente, que estaban votando a favor de una democracia plena, cuando realmente estaban votando por una estafa que suponía a su vez una versión mejorada y actualizada de la Constitución Canovista de 1876, donde la corrupción, la desigualdad, el turnismo partitocrático y el caciquismo eran los ejes centrales de ese sistema que ya en 1924 estaba en plena y constante decadencia, a pesar de los intentos fallidos de Primo de Rivera por prolongar ese desenlace.
Como reflexión final solo se me viene a la menta una frase que leí hace unos meses y que decía algo así como: “España estuvo viviendo de las rentas del franquismo hasta los años 90, y a partir del 2000 hasta la actualidad de las rentas de la Unión Europea”. Creo que esa es la mejor definición de lo que ha supuesto este sistema que no ha traído ningún bien a nuestra nación ni ninguna prosperidad económica, ni social ni política. Solo división, desigualdad, polarización y resurgimiento del odio y de viejas rencillas, sobre todo a raíz de los sucesos vividos tras el 11-M y el regreso al poder de un PSOE guerracivilista en 2004. Con este resultado cabe preguntarse ¿Han sido un éxito estos cuarenta y seis años de Constitución y del denominado Régimen del 78? Yo más bien, llegados a este punto, diría rotundamente que no.
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