miércoles, 4 de septiembre de 2024

Luis XIV/Pedro Sánchez: El Estado soy yo


Corría el año 1655 cuando un joven Luis XIV pronunció una frase por la que pasaría a la historia: "El Estado soy yo". Esta frase (La cual se ha dicho posteriormente que no pronunció y que se trata de una frase apócrifa) ha servido, con independencia de su veracidad o no, para ilustrar la forma de poder despótico y absoluto que los monarcas ejercían en el Antiguo Régimen. Un sistema absolutista que Luis XIV representó mejor que nadie a lo largo de sus setenta y dos años como rey de Francia. Un reinado extenso que aún hoy nadie ha logrado superar. Ni siquiera la reina Isabel II, que en el momento de fallecer hace ahora dos años, llevaba a sus espaldas un extenso reinado de setenta años sobre Reino Unido y los demás países de la Commonwealth. 

En el caso de Luis XIV es lógico que una persona de estas características pronunciase una frase como esta. Personalmente no soy muy dado a creerme las frases que se ponen en boca de alguien pero que no están documentadas. Aún así, e incluso suponiendo que el denominado "Rey Sol" no hubiese pronunciado jamás esta frase, insisto en que es lógica que la hubiese pronunciado. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que estamos hablando de un tipo que nació y fue educado para reinar, con lo que en un monarca es comprensible desde su punto de vista que él mismo se vea como la propia personificación del Estado que lidera.

Y más si tenemos en cuenta que esta frase no la pronunció un monarca actual, acostumbrado a un sistema constitucional o parlamentario, sino un monarca de la Edad Moderna donde el poder ejecutivo, legislativo y judicial recaían a su vez en una misma persona: el rey. Todo ello, obviamente, fue cambiando a raiz de la Revolución Francesa tanto en Francia como en el resto de países europeos donde el monarca tenía poder absoluto para hacer y deshacer a su antojo, en un sistema donde la desigualdad, la injusticia y el lujo de la clase dominante frente a la pobreza del pueblo eran el pan nuestro de cada día. 

A pesar de ello, Luis XIV gobernó durante más de siete décadas de forma regia y personalista una Francia que en aquel momento era una de las principales potencias europeas bajo un régimen despótico en el cual la decandencia y los excesos del Antiguo Régimen se hacían cada vez más visibles e insoportables. En 1715 Luis XIV fallecería como rey tras un extenso reinado y sin que nadie lograse derrocarlo. Ese "honor" le sería concedido a su pariente y sucesor, Luis XVI, cuatro años después del estallido de la Revolución Francesa de 1789.

Y aunque parezca que con la Revolución Francesa y la posterior ejecución de Luis XVI y María Antonieta había terminado el sistema absolutista y la personificación del Estado en su líder, en la España del año 2024 la situación no parece ser muy diferente en el fondo a la que se vivía en la Francia gobernada por los Borbones. Y es que hoy nos hemos enterado de dos noticias bastante peculiares. Por un lado se ha logrado un acuerdo para que una magistrada progresista y cercana al PSOE llamada Isabel Perelló sea nombrada nueva presidenta del Consejo General del Poder Judicial, y con ello presidenta del Tribunal Supremo. De esta forma se pone fin definitivo a los seis años de interinidad que llevaba el CGPJ desde la expiración de mandato del último gobierno judicial en 2018. 

Un nombramiento, consensuado con el PP de Feijóo, donde una vez más el PSOE de Pedro Sánchez ha conseguido posicionar en la más alta institución judicial del Estado a uno de los suyos. Concretamente a una magistrada muy cercana a la actual ministra de Defensa, Margarita Robles. Sánchez ve así consumado su asalto al poder judicial, aunque para conseguirlo haya tenido que repartirse los cargos del CGPJ con Feijóo, el cual no quería quedarse sin su pedazo de pastel en este apetecible reparto, como no podía ser menos.

 "¿Asalto al Poder Judicial? Ni hablar... a menos que el asalto sea a medias". Ese y no otro era el verdadero eslogan del PP en este periodo de interinidad judicial que ha durado seis años y en el que el PSOE y el PP no se han puesto de acuerdo hasta ahora para poner fin a esa interinidad. De esta forma, Sánchez consigue asaltar una nueva institución del Estado: el CGPJ, y con ello el Tribunal Supremo. Nada ni nadie hay quien se le resista a un Sánchez imbatible que continua imparable en su idea de hacerse con todas las instituciones estatales. Y más ahora en la que el juez Peinado podría poner fin a la instrucción del caso que afecta a Begoña Gómez y elevarlo al Tribunal Supremo si finalmente decide, como se ha ido comentando, que solicitará al TS la imputación de Pedro Sánchez. 

Cabe recordar que en el caso de Sánchez, al ser éste presidente del gobierno, el juez no tiene competencia alguna para imputar a un jefe del ejecutivo. Esta decisión recaería en la Sala Segunda del Tribunal Supremo (En este caso, la sala de lo penal). Una decisión que con una nueva presidenta afín al PSOE en esta institución se vislumbra más difícil que nunca. Como se puede ver, Sánchez lo tiene todo atado y bien atado para que nada ni nadie escape a su poder absoluto y personalista. Y más cuando hablamos de casos de corrupción que salpican a su familia, a su mujer y a él directamente. Sánchez es pues la versión contemporánea y española de Luis XIV. 

Pero aquí no acaba la gracia. Pocas horas después de enterarnos de la designación de la progresista Perelló como nueva presidenta del Poder Judicial, el gobierno ha anunciado el nombramiento del actual ministro de Transformación Digital y Función Pública, José Luis Escrivá, como nuevo gobernador del Banco de España. Ahí es nada. Todo un ministro actual del gobierno pasará a ser dentro de unos días gobernador del Banco de España. Supongo que desde Moncloa habrán pensado que una vez metida, se mete hasta el fondo; y eso es lo que han hecho hoy. Conseguir finalmente la designación de una de sus afines en el Poder Judicial y a las pocas horas anunciar el nombramiento del ministro Escrivá como nuevo gobernador. 

Dos asaltos institucionales en un solo día. Eso sí, desde el PP han llorado públicamente cuando se han enterado que Escrivá (El cual Sánchez quería destinarlo como gobernador sí o sí) ha sido designado oficialmente para el cargo. Pobrecillos, supongo que en protesta por este nombramiento no consensuado por parte de Sánchez ahora harán como los niños que se encogen y aguantan la respiración cuando se enfadan. Pero solo durante cinco segundos, no vayan a marearse los nenes. 

En un solo día Pedro Sánchez ha conseguido hacerse con la principal institución económica del Estado y con las dos principales instituciones judiciales: el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Supremo. Todo ello tras haber logrado hace casi dos años su objetivo de hacerse con el control del Tribunal Constitucional. Una institución que ya solo sirve para indultar por la puerta de atrás a malversadores y corruptos pertenecientes al PSOE y a dar el visto bueno a las leyes inconstitucionales que aprueba el gobierno.

Y aquí no acaba la cosa, ya que dentro de unos días se estrenará definitivamente en TVE el polémico programa presentado por David Broncano "La Revuelta", el cual ha sido finalmente fichado por la cadena pública después de la intervención directa de Pedro Sánchez. Un fichaje que se llevó a cabo tras la destitución de la ex presidenta de RTVE, Elena Sánchez, la cual se negó a fichar a Broncano por la descomunal cifra que su fichaje llevaba consigo. Tras su destitución, Sánchez ha nombrado a la actual presidenta de RTVE, Concepción Cascajosa, afín al PSOE y hasta su nombramiento militante socialista (Según ella, se dio de baja voluntariamente para que su militancia no fuese motivo para atacar su gestión), la cual finalmente ha accedido a los deseos/ordenes del presidente del gobierno y ha fichado a Broncano con la descomunal cifra de catorce millones anuales por tres temporadas. 

Cuarenta y dos millones de euros en total que saldrán del erario público, con independencia de que el programa de Broncano tenga éxito o no. Y es que una de las cláusulas estipula que el formato se seguirá emitiendo (Y Broncano cobrando, obviamente) con independencia de las audiencias que tenga el mismo. Y todo esto es fruto del deseo de Sánchez de fichar a este sujeto a toda costa, con el fin de arrebatarle audiencia al programa de Pablo Motos en Antena 3 "El Hormiguero". Una obsesión de Sánchez por Motos que es fruto de la paranoia del presidente del gobierno, el cual cree que Motos dirige un programa que va en contra de su gobierno. Ante esta paranoia ¿Qué mejor que hacer uso de tus poderes como presidente de facto de RTVE para fichar a un sujeto afín a ti y tener un programa de humor que defienda tus intereses desde la televisión pública? Sánchez controla ya absolutamente todas las instituciones y organismos del Estado, y RTVE ha sido otra de las instituciones que ya están bajo su control. Por ello ¿Qué mejor forma de controlar la televisión pública que creando un formato donde se defienda tu gestión y de paso machaque en términos de audiencia a quienes, según Sánchez, están contra él? 

Esta es la España despótica y personalista de Pedro Sánchez, cuyo nombre va unido al del Estado, como en 1655 diría supuestamente Luis XIV con respecto al Estado francés. Un Pedro Sánchez que, según se ha anunciado en los medios, ha estado durante este fin de semana pasado de vacaciones privadas en Andorra junto a su mujer, Begoña Gómez. Unas vacaciones privadas en las que sin embargo se ha llevado a personal de Moncloa y donde la modestia no ha sido la principal característica del presidente del gobierno, ya que el lujo y el coste excesivo tanto del jet privado en el que ha acudido a Andorra como el hotel donde se ha hospedado han hecho gala en todo momento en esas supuestas vacaciones privadas que realmente tienen un coste público. 

Todo ello mientras ha estado hospedándose este verano (Como viene siendo habitual en los presidentes del gobierno) en el palacio de las Marismillas en Doñana y posteriormente en el lujoso palacio de la Mereta en Lanzarote. Y es que como diría Óscar Puente, Sánchez es "El puto amo" y él decide qué, cómo y cuándo se utiliza el Patrimonio del Estado, ya que para eso es el dueño absoluto del cortijo. Como se puede apreciar, el presidente del gobierno no se destaca por su humildad ni por su austeridad en el gasto. 

Y es que Pedro Sánchez, a diferencia de Luis XIV y por mucho que le joda, es un hijo de vecino como otro cualquiera (Aunque en su caso convendría utilizar otro término parecido pero menos agradable). A pesar de ello, Sánchez se cree, al igual que el monarca francés, un tipo elegido por la Providencia o el destino para gobernar al populacho del que él forma parte. Estamos pues ante un sujeto que se cree por encima del bien y del mal, y todo aquél súbdito que ose criticar su exceso modo de vida, su gobierno y/o la corrupción de su hermano, de su cuñada, de su mujer o de él mismo es un fascista peligroso que merece ser llevado a la Justicia que sus afines dirigen. Esa es la España de Pedro Sánchez y esa es la España que algunos creen que va a caer más pronto que tarde mientras el jefe del gobierno continua asaltando con éxito las instituciones de la mano del PP y se consolida cada vez más mientras extiende su poder e influencia hacia el resto de los organismos del Estado. 

Pero bueno, aquí el que no se consuela es porque no quiera. Supongo que en el siglo XVII los franceses pensarían lo mismo del Rey Sol (Nombre que se asocia históricamente a Luis XIV cuando éste tomó como emblema de su reinado el sol), y sin embargo se murieron la mayoría de ellos antes de que Luis XIV no lograse ser destronado y acabase sus días como rey en plena vejez y tras un extenso periodo de gobierno. Aquí el personal parece creer lo mismo, y espera que Sánchez acabe más pronto que tarde fuera del gobierno. 

Pero con una leal oposición que acuerda con él el reparto de los altos cargos en las instituciones del Estado ¿Quién puede pensar a día de hoy que esa supuesta oposición quiere descabalgar a Sánchez? Quizás en el PP han pensado lo mismo que los rojos pensaba cuando protestaban contra la dictadura: "Contra Franco vivíamos mejor". Quizás eso mismo piense Feijóo y sus acólitos, que "contra" Sánchez seguirían viviendo mejor que destronándolo. Un Sánchez que vive como Dios viviendo a costa del personal mientras ejerce un poder absoluto, corrupto y despótico. 

A fin de cuentas es comprensible ¿Qué sería de Pedro Sánchez sin el poder? Absolutamente nada. Por eso, y al igual que Luis XIV, Sánchez hará todo lo posible y lo imposible para mantenerse indefinidamente en el poder mientras el lujo, los excesos, el despilfarro, la tiranía y la corrupción se consolidan como los ejes centrales de su gobierno. Quizás Luis XIV se haya reencarnado en Pedro Sánchez y aún no lo sabemos, pero lo que es seguro es que al igual que el monarca francés, Sánchez cree que nació para gobernar; y que su periodo de gobierno no sería algo transitorio en su vida, sino permanente. Y esto es bastante preocupante: la férrea convicción de un tipo que cree que el poder está hecho solo y para él y que sin éste no es nada. Todo ello mientras mantiene una actitud chulesca y vacilante ante todo el personal que le mantiene, incluidos los suyos (Aunque esto a ellos, como buenos palmeros que son, les encanta). 

A pesar de que Sánchez con sus actos ha demostrado sobradamente ser la versión 2.0 de Luis XIV, todavía no le hemos visto decir públicamente la frase que se le atribuye al que fuera rey de Francia: "El Estado soy yo". Aunque visto el nivel de aguante (El cual es digno de estudio) y de ignorancia del pueblo español, no sería de extrañar que el presidente del gobierno dijese de forma altiva esta frase como aquellas que pronunció recién llegado a la Moncloa: "Yo soy el presidente del gobierno y haré lo que quiera en la Cámara" o "¿De quién depende la Fiscalía? (Del gobierno) pues ya está". 

Y lo más surrealista y preocupante de todo no sería que Sánchez se marcase un Luis XIV y proclamase a los cuatro vientos "El Estado soy yo", sino que la gente lo aplaudiría o cuando menos le serían indiferentes estas palabras; lo cual demostraría que el verdadero problema no sería Pedro Sánchez, ni Alberto Núñez Feijóo, ni el bipartidismo, ni los Borbones, ni siquiera el sistema partitocrático y la clase política corrupta que padecemos al completo, sino el propio pueblo español. 

Los franceses aguantaron la forma tiránica de gobierno de Luis XIV hasta su muerte, y solo setenta años después se levantaron contra el absolutismo y el despotismo. Aquí en España, pasará Pedro Sánchez, pasará el PSOE, pasará Feijóo, pasará el PP y todos los partidos políticos actuales y futuros, pero el despotismo y la corrupción permanecerán al no haber nadie con los cojones suficientes para levantarse contra el sistema actual. Y eso es lo verdaderamente preocupante.

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