martes, 27 de agosto de 2024

Baldomero Espartero: El regente de hierro


Estos días en los que la situación política a nivel nacional está paralizada como consecuencia de las vacaciones de verano he estado reflexionando sobre cómo habría tomado el control de la situación que actualmente atraviesa España uno de los militares y políticos más polémicos y controvertidos de la historia contemporánea de nuestro país. Y no, no me estoy refiriendo a Francisco Franco. Aunque algunos no se lo crean, España existe desde un poco más atrás de la llegada de Franco, la guerra civil o la instauración de la II República. 

España no es algo que nació de repente como Estado-Nación hace cuestión de dos días, aunque algunos ignorantes se crean lo contrario y piensen que España surgió a partir del 14 de abril de 1931. La historia de España y su creación se remontan muchos más siglos atrás de todos estos hechos, aunque el personaje al que voy a hacer alusión estuvo gobernando nuestro país hace apenas algo menos de doscientos años. Me estoy refiriendo al general Baldomero Espartero.

Algunos conocerán a Espartero por la famosa frase de "Tienes más huevos que el caballo de Espartero". Una frase que se acuña a los famosos testículos de un caballo que porta al que fuera jefe del Estado español en una estatua que se encuentra en Madrid. Pero la realidad que hay detrás de este personaje es mucho más profunda. Y es que Baldomero Espartero lo fue todo durante sus años en activo, tanto en lo militar como en lo político. Reconocido ampliamente por sus méritos militares, participó en la primera guerra carlista, liderando el bando isabelino; y en 1838, poco después de su llegada al gobierno de España, fue nombrado capitán general del ejército. 

En 1839 (Cien años atrás del fin de la guerra civil española) Fue Espartero quien tras su victoria puso fin a la primera guerra carlista (La cual no dejó de ser otra cruel guerra civil) a través del famoso "Abrazo de Vergara" con los partidarios del Infante Carlos María Isidro. Antes de eso había sido nombrado comandante general de las provincias vascas, así como general supremo del ejército del norte. Pero es dos años antes, concretamente en 1837 y en mitad de la guerra, cuando Espartero consigue llegar finalmente al poder, convirtiéndose por primera vez en presidente del gobierno de España (En aquel entonces presidente del consejo de ministros) y ministro de la Guerra. 

Espartero lograba así la jefatura del gobierno de España mientras en Navarra obtuvo brevemente otro puesto no menos importante: virrey de Navarra. Un cargo que aunque desaparecido a lo largo del siglo XIX (Concretamente poco después del paso de Espartero por este puesto) demuestra hasta qué punto llegó el poder y la influencia de Espartero en la vida política española. Un cargo que ocuparía dos veces, ya que desde 1839 hasta 1840 volvió a ejercer como virrey de Navarra durante unos meses.

Depués de la guerra vino su más alto reconocimiento a nivel político, donde tras la renuncia forzada de la reina regente María Cristina de Borbón como consecuencia de los escándalos de corrupción que salpicaban a ésta, Espartero llegó a convertirse en regente de España durante la minoría de edad de la reina Isabel II. Un cargo el de regente al que se le sumó a su vez el de presidente del gobierno. Espartero se convirtió así en uno de los pocos españoles que alcanzaron la jefatura del Estado y del gobierno sin ser a su vez presidente de una República y con España establecida oficialmente en aquel momento como Reino. 

Y es que aunque su mandato como regente fue de solo tres años, en aquel tiempo Espartero demostró tenerlos más grandes que la estatua de su caballo. Perteneciente al Partido Progresista (O lo que es lo mismo, a los liberales de entonces), ello no fue excusa para que Espartero mostrase durante su periodo de gobierno un fuerte y duro caracter militar y un personalismo crudo a la hora de ejercer el poder, lo cual le valió muchas enemistades y el temor de otros muchos. 

Uno de sus momentos más polémicos como regente se produjo en 1842, cuando tras sublevarse Barcelona contra su gobierno, Espartero se personó en la capital catalana y ordenó bombardear la ciudad en diciembre de ese mismo año. Tras un día de intensos bombardeos, los catalanes se rindieron al día siguiente tras arrasar Espartero con la ciudad. Unos bombardeos que fueron secundados posteriormente por una fuerte represión por parte del gobierno contra los sublevados. Una lección de Espartero ante quienes se oponían a su estilo autoritario de gobernar. De hecho se le asocia a él la famosa frase "A Barcelona hay que bombardearla cada cincuenta años". Una frase que con independencia de que realmente la pronunciase o no el propio Espartero, ahí ha quedado para la Historia de España.

Pero no solo fue bombardeada Barcelona. Ya en julio de 1843 se produjeron también sublevaciones contra Espartero aquí en Sevilla, la cual fue respondida por éste con la misma severidad. Tras personarse el regente en la ciudad hispalense, posteriormente dio orden de bombardearla, siendo las zonas más afectadas las de la Puerta de la Carne, la Puerta Carmona, la Puerta Osario y lo que hoy en día conocemos en Sevilla como el barrio de la Calzada y el barrio de San Bernardo. A pesar del bombardeo, la situación solo empeoró para Espartero, el cual se vio obligado a dejar el poder después de tres años de intenso y duro gobierno, cuando los generales Ramón María Narváez, Francisco Serrano y Juan Prim (Todos ellos serían posteriormente presidentes del gobierno), dieron un exitoso golpe de Estado contra él. Pero ahí no quedaría la historia. Espartero se marchaba al exilio, concretamente a Inglaterra, para volver posteriormente a España y recuperar el poder.

Ya en 1854, y con Isabel II ejerciendo plenamente sus funciones constitucionales como reina de España, Espartero fue llamado por la monarca para ser nombrado nuevamente presidente del gobierno tras producirse el intento de golpe de Estado por parte del general Leopoldo O'Donnell. Isabel II le encomendó nuevamente la jefatura del gobierno a un Espartero que siempre se declaró profundamente monárquico e isabelino. Es entonces cuando nace lo que en España se conoce como el Bienio Progresista. 

La cuestión está en que para apaciguar la situación, Espartero e Isabel II aceptaron que O'Donnell (Que había sido quien lideró el golpe de Estado previo) entrase también en el gobierno de Espartero como ministro de la Guerra. Este fue sin duda uno de los mayores errores estratégicos de Espartero a nivel político, ya que O'Donnell era desde el periodo en el que Espartero fue regente uno de los mayores enemigos del jefe del gobierno. De hecho fue el propio O'Donnell uno de los principales militares que encabezó otro golpe de Estado fallido durante la regencia de Espartero, que finalizó con la represión por parte del regente hacia éstos, fusilando a destacados militares de entonces que apoyaron el golpe. O'Donnell por su parte consiguió exiliarse antes de ser capturado por Espartero.

Es entonces cuando en este último periodo de Espartero como presidente, se producen las intrigas políticas desde el propio gobierno con O'Donnell a la cabeza para destronar a Espartero del poder definitivamente. Esto se produce finalmente en 1856, cuando tras producirse en España la primera huelga general de su historia, O'Donnell es nombrado presidente del gobierno por Isabel II en sustitución de un Espartero que carecía ya de la energía y la dureza con la que se había caracterizado años antes. 

A partir de entonces, Espartero se retira definitivamente de la política. Aun así, en 1870, y tras ser derrocada Isabel II a raiz de la Revolución de 1868, el nuevo presidente del gobierno, Juan Prim, le ofreció a Espartero la Corona de España. Un ofrecimiento de altísimo rango que demostraba el respeto y la admiración que a pesar de sus autoritarios años de gobierno sentía la clase política, militar y social hacia Espartero. Y es que no hay que obviar un dato bastante esclarecedor. A pesar de su forma autoritaria como gobernante, Espartero siempre tuvo un amplio respaldo por parte del pueblo español, a pesar de los levantamientos que hubo contra él en su momento. 

Tras rechazar convertirse en rey de España debido a su avanzada edad (Ya contaba con casi ochenta años), Espartero siguió siendo una figura respetada e incluso me atrevería a decir que temida por parte de algunos, a pesar de ser ya el ex regente una sombra de lo que en su día fue. De hecho tanto el candidato que finalmente obtuvo la Corona de España, el breve e incomprendido Amadeo de Saboya, como el futuro presidente de la I República española, Estanislao Figueras, como Alfonso XII posteriormente, fueron a su casa a visitarlo. Una muestra clara del respeto que Espartero tenía incluso entre los diferentes monarcas y políticos de la época. 

De hecho fue el propio Amadeo de Saboya quien le otorgó en 1872 el título de Príncipe de Vergara con tratamiento de "Alteza real". Un título, el de un principado, que solo se había otorgado a finales del siglo XVIII a Manuel de Godoy, y que demuestra hasta qué punto Espartero, a pesar de su crudeza como militar y gobernante, estaba tan altamente valorado dentro de los círculos de poder en la España de 1872. Este título nobiliario se suma al que ya le fue concedido en 1839, cuando fue nombrado Duque de la Victoria poco después de acabar la primera guerra carlista. 

Finalmente, y tras la proclamación de la I República española, el nuevo gobierno republicano le solicita nuevamente a Espartero que asuma la jefatura del Estado, esta vez en calidad de presidente de la República, a lo que Espartero se niega nuevamente. Una vez finiquitada la I República e instaurada de nuevo la Monarquía con Alfonso XII en diciembre de 1874, Espartero seguiría viviendo ajeno a las luchas de poder en Madrid hasta su fallecimiento en 1879. De esta forma moría uno de los personajes clave de la historia de España del siglo XIX.

Un personaje que sin duda, a pesar de su autoritarismo y su crudeza, no dejó indiferente a nadie. Y es que Baldomero Espartero fue un generalísimo, e incluso un caudillo de la España del siglo XIX, sí. Pero a diferencia de personajes más recientes como Franco, su figura apenas es conocida salvo por los pocos que nos tomamos la molestia de leer algo sobre la historia de España, lo cual dice mucho acerca del conocimiento, la formación y la cultura que este país tiene de personajes que no han gobernado esta nación hace quinientos, cuatrocientos o trescientos años, sino hace algo menos de doscientos. 

Es como si en Estados Unidos nadie supiese actualmente quién fue Abraham Lincoln. O que en Alemania no se sepuiese quién fue Otto von Bismarck, el famoso canciller de hierro que podría ser, salvando las distancias, equiparable a lo que aquí en España tuvimos con Espartero. Esta falta de conocimiento e incultura sería impensable al otro lado del Atlántico o en el centro de Europa, pero aquí es por desgracia una dura realidad. En España le preguntas a alguien por Espartero y es capaz de creerse el personal que le estás hablando de Espartaco. Este es el nivel que hay en nuestro país, desgraciadamente. 

El motivo que me ha llevado a escribir esta entrada es ¿Qué habría hecho Espartero de vivir la situación de decadencia que actualmente sufre España? No estoy preguntando ya qué habrían hecho militares relevantes del siglo XX en España, como Miguel Primo de Rivera o el propio Franco, sino de un militar como Espartero que estaban forjados por una ética militar aún más estricta que la que recibieron Primo de Rivera o Franco, que ya es decir. Por cierto, una comparación, la de Espartero con Franco, que no deja de ser curiosa. En algunos términos, y salvando las distancias, sus carreras son similares. 

Si Franco es considerado una de las figuras políticas más relevantes en la España del siglo XX, Espartero lo fue en la España del siglo XIX. Ambos fueron militares de amplia y reconocida trayectoria que llegaron a ser jefes del Estado (Franco como dictador y Espartero como regente) a la vez que ejercieron como jefes del gobierno. Y ambos fueron militares que lideraron uno de los dos bandos en las respectivas guerras civiles que le tocaron lidiar (Franco en la guerra civil y Espartero en la primera guerra carlista), de las cuales ambos salieron vencedores con un siglo exacto de diferencia. La gran diferencia entre ambos radica en que mientras Franco consiguió consolidar su poder, Espartero acabó siendo expulsado del mismo. Por no hablar de que a pesar del autoritarismo que les unía a ambos, Espartero era liberal, mientras que Franco era antiliberal.

Dicho esto, y volviendo a la pregunta que había planteado antes sobre lo que habría hecho Espartero en la situación actual, extiendo estas preguntas a otros ámbitos: ¿Qué habría hecho Espartero con la cuestión independentista catalana? ¿O qué habría hecho con la situación en el País Vasco y Navarra, donde los etarras de Bildu cada vez asume mayores cuotas de poder? ¿Qué habría hecho con la situación de desgobierno, corrupción, derrumbe y pérdida de identidad que actualmente atraviesa nuestro país en todos sus niveles? En definitiva, ¿Qué habría hecho un militar y político de hierro como Baldomero Espartero de haber vivido en la España actual? No hay que ser un vidente para comprobar cómo habría reaccionado Espartero ante todos estos problemas, si nos atenemos a lo que él mismo llevó a cabo en su periodo de gobierno. 

Una respuesta dura, autoritaria, represiva e incluso sanguinaria que no tendría cabida en la España del año 2024, pero que sin embargo hace a uno reflexionar sobre hasta qué punto la falta de personajes tan polémicos y autoritarios como éste han hecho posible que aquellos que se han visto beneficiados de la inexistencia en la actualidad de personajes de este tipo, aprovechen ahora ese vacío para conseguir destruir con éxito una nación que con sujetos tan polémicos y controvertidos como Espartero, jamás habrían llegado a conseguir sus objetivos. 

viernes, 9 de agosto de 2024

El juego de Puigdemont


Hace un par de semanas dije que cada vez me da más asco y pereza hablar sobre la política española. Con lo ocurrido hoy me reafirmo en lo dicho, aunque creo que lo sucedido hace unas horas merece dedicarle, por mucha pereza que me dé, un par de comentarios. Hoy, como todos sabemos ya, Carles Puigdemont ha vuelto a España, donde ha dado un discurso de cinco minutos rodeado de los independentistas en una céntrica plaza de Barcelona y acto seguido se ha fugado de nuevo en un coche, sin saber en estos momentos, cuando son la una menos cuarto de la noche, dónde cojones está ahora este tipo. 

Pues bien, para empezar debo decir que después de todas estas horas, todavía no encuentro una explicación racional y lógica a lo que ha pasado. Vayamos por partes, Puigdemont anuncia desde hace días y semanas su vuelta a España. Hace un par de días, el actual presidente del parlamento catalán (Miembro de Junts), anuncia el debate de investidura de Salvador Illa para el día de hoy, lo cual provoca que Puigdemont anuncie que estará en ese debate, pase lo que pase (Aunque eso llevara implícito su detención). 

Pues bien, finalmente lo ocurrido esta mañana en Barcelona ha sido, como diría la gran Lina Morgan "Agradecido y emocionado, solamente puedo decir: gracias por venir". Es decir, aparecer, decir un par de sandeces que solamente los más acérrimos independentistas se creen ya y fugarse nuevamente en un coche. Todo ello mientras la Policía Nacional, la Guardia Civil y los Mossos de Esquadra no han hecho absolutamente nada para impedir la detención de Puigdemont ni cuando ha cruzado la frontera, ni cuando ha llegado finalmente a Barcelona (Algo que yo personalmente creo que realmente se produjo hace unos días y no esta mañana), ni cuando el propio Puigdemont ha dado su mitin delante de los suyos en pleno centro de Barcelona, ni cuando el propio Puigdemont se estaba fugando delante de las narices de todo Dios. 

Lo ocurrido hoy deja por los suelos no solo a todo el sistema político español, que obviamente es el principal responsable, sino a todo el sistema en sí. Al Tribunal Supremo por un lado, ya que su autoridad como máximo órgano del Poder Judicial ha quedado completamente en entredicho al ver cómo los cuerpos y fuerzas de seguridad han prevaricado delante de todo el mundo al mirar para otro lado y omitir la orden de detención que el Supremo tenía dictaminada contra Puigdemont. 

A los propios cuerpos y fuerzas de seguridad, cuyos mandos, ordenados por las más altas instancias políticas, han llevado a cabo una contraorden de no detención contra Puigdemont, faltando así a su deber de cumplir y hacer cumplir las leyes. Debo añadir que cuando hablo de los cuerpos y fuerzas de seguridad me refiero en este caso a la Guardia Civil y a la Policía Nacional y no a los Mossos de Esquadra, ya que este último cuerpo es una institución dependiente de la generalitat catalana, la cual está repleta de independentistas cómplices de todo lo ocurrido hasta la fecha, cuyo último acto sería el de detener a quien fue hace siete años su jefe superior. 

Al CNI por hacer caso omiso de las advertencias del regreso inminente de Puigdemont y por lo tanto de su obligación de seguir los movimientos que éste iba a realizar. Y ya por último, obviamente, al propio gobierno de España, el cual es el principal instigador y cómplice de todo lo ocurrido hoy; ya que sin su ayuda y correspondientes ordenes a las fuerzas y cuerpos de seguridad, Puigdemont estaría en estos momentos durmiendo en el calabozo y no riéndose nuevamente de todo el personal desde Dios sabe dónde. 

Y por otro lado al gobierno saliente de la generalitat catalana, el cual es quien ejerce las competencias sobre los Mossos de Esquadra y han ordenado a éstos que no tocasen siquiera a Puigdemont, aunque lo tuviese a un palmo de sus narices. Obviamente, y aunque la generalitat ha dado esta orden, los Mossos jamás se habrían prestado a detener a Puigdemont, ya que para muchos mossos independentistas, Puigdemont es el máximo referente del independentismo catalán, y por consiguiente no puede ser rozado ni por el aire. 

Dicho esto debo decir. ¿A quién beneficia todo esto? ¿Qué se gana con lo ocurrido hoy? Porque sinceramente, después de tantas horas sigo sin entender el motivo del espectáculo ocurrido hoy. Se suponía que Puigdemont iba a volver a España para entrar en el parlamento catalán y ahí montar la de Dios es Cristo y posteriormente votar en contra de la investidura de Illa, pero insisto, todo el circo debía ser en teoría dentro del parlamento y no en la calle. Finalmente no ha entrado en el parlamento, ni siquiera se ha acercado a las puertas. Solo ha dado el mitin a lo Lina Morgan, como acabo de añadir antes, y se ha fugado de nuevo delante de las narices de todo el mundo. 

Repito ¿A quién beneficia todo esto? Porque si es a Puigdemont creo que flaco favor se ha hecho a sí mismo al quedar retratado una vez más como un cobarde que no quiere oir siquiera la palabra cárcel. De este modo, con su nueva y bochornosa fuga delante de toda España después de siete años de la primera, la impresión que Puigdemont ha podido dejar en muchos independentistas es la de un tipo que vuelve a tomarle el pelo a todo el mundo (Incluido a los suyos propios) para acto seguido huir de nuevo como la rata que es y dejar de nuevo a los independentistas con el culo al aire, cosa que me alegra por otra parte. 

Esto no le beneficia ni a él, ni a su partido, ni siquiera al propio independentismo, ya que esto no ha traido de momento ninguna movilización en las calles a su favor ni ha frenado la investidura de Illa. Ni tampoco beneficia al gobierno de Sánchez (El cual todavía no ha emitido ni una sola declaración acerca del circo producido hoy en Barcelona), el cual queda a ojos de todo el mundo como cómplices tanto de prevaricación como de obstrucción a la Justicia a la hora de impedir que este sujeto sea detenido y llevado ante un Tribunal. 

¿A quién perjudica en cambio? En todo caso al Poder Judicial, que ve cómo su autoridad ha quedado en entredicho, y a los propios cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, que han sido humillados al no acatar las órdenes de detención de un fugitivo, la cual proviene de la institución judicial más importante de España. De los Mossos no hablo, ya que ellos mismos se humillan solos.
 
Y por último quien queda humillado es el propio Estado, el cual ve cómo Puigdemont entra y sale cómo y cuando le da la gana de España con la complicidad del gobierno de Pedro Sánchez, el cual por mantenerse en el poder acepta gustoso formar parte de una operación surrealista y maquiavélica cuyo único objetivo era el de humillar de nuevo a España; y debo decir que la operación ha sido de forma parcial un éxito, y por otro lado un fracaso, ya que la huída de Puigdemont ha podido dejar una impresión aún peor entre los independentistas de la que ya tenían algunos de él.  

Una operación que ha sido urdida y preparada con antelación por Puigdemont y Sánchez, con el fin de que el ex presidente catalán tuviese sus cinco minutos de gloria y largarse por donde ha venido, dejando al Estado en una nueva humillación aberrante y a los cuerpos y fuerzas de seguridad a los pies de un caballo. Y es que tanto la imagen de la Policía como de la Guardia Civil como de los Mossos (Aunque éstos, insisto, van por su cuenta), han quedado completamente en entredicho, por mucho que algunos prosistema estén en estos momentos defendiendo con uñas y dientes a estos cuerpos. 

No. La imagen de La Policía, la Guardia Civil y los Mossos de Esquadra ha quedado por los suelos. Primero por parte de sus superiores al ordenar, en base a órdenes políticas superiores, la no detención de Puigdemont. Y segundo por parte de los agentes de estos cuerpos, al aceptar esas órdenes prevaricadoras, sabiendo que sobre este tipo había una orden de detención cursada por el Tribunal Supremo. Otra cosa bien diferente es que los agentes, al verse situados en un dilema moral sobre si hacer caso a las órdenes de sus superiores jerárquicos o hacer cumplir las resoluciones judiciales deteniendo a Puigdemont, pero jugándose a su vez un posible expediente disciplinario y su posible expulsión del cuerpo, hayan decidido optar por lo primero. Aun así, la imagen de estos cuerpos ha quedado por los suelos, por mucho que algunos miembros de la derecha rancia intenten disculparlos ahora.

Y como he dicho, quien queda obviamente en el peor de los lugares es el propio gobierno de España al ser los orquestadores y cómplices de esta trama, ordenando a los mandos de la Policía y la Guardia Civil la no detención de Puigdemont y protegiendo en todo momento la seguridad el ex presidente catalán en su vuelta a España. De esta forma se confirma una vez más, aunque ya a estas alturas no es noticia, que el gobierno de Sánchez hace lo que sea con tal de permanecer en el poder, aunque eso suponga prevaricar y obstruir a la Justicia a la hora de obstaculizar que se cumplan las resoluciones judiciales que han dictaminado la orden de arresto del propio Puigdemont. 

En definitiva, un día de pan y circo que nos podíamos haber ahorrado perfectamente. Todo sigue el guión previsto y nada ha cambiado, salvo que el Estado ha quedado una vez más después de siete años humillado por el propio gobierno de la nación y por este sujeto, el cual queda claro que es un cobarde repugnante que no tiene ninguna intención de ser detenido, a pesar de hacerse el valiente desde Europa anunciando que está preparado para todo cuando se produjese su regreso a España. Dicho esto debo añadir que lo ocurrido hoy me hace plantearme de nuevo la duda que ya expuse por aquí hace unos meses sobre el propio Puigdemont, al referirme a la teoría que circuló hace años sobre él, donde se decía que era un infiltrado del CNI para hacer implosionar el independentismo desde dentro. 

Con lo sucedido hoy, esta teoría parece que cobra fuerza, al menos para mí. Y es que creo que después de esta segunda y humillante huída de Puigdemont en el día de hoy, la imagen del ex presidente catalán ha quedado, en mi opinión, peor de lo que estaba ayer, antes de hacer esta breve aparición, con lo que los ánimos de los independentistas serán ahora más bajos que los de hace veinticuatro horas. Por mi parte me alegro de que esto ocurra, si se llega a confirmar. 

De modo que sigue así, Carles. Estás haciendo una buena labor para acabar finalmente con el proceso que tú mismo dijiste que culminarías. A tenor de lo visto parece ser que te referías a aniquilar el procés catalán. Y sinceramente, creo que afortunadamente lo estás consiguiendo. No sería de extrañar que de aquí a unos años, y en virtud de los servicios prestados por desmovilizar el independentismo, te otorguen el collar de la Real Orden de Isabel la Católica o el collar de la Real Orden de Carlos III. 
 
Y ya por último comentar lo que se ha producido en el parlamento catalán, donde finalmente, y a pesar del caos orquestado por Puigdemont en las calles, Salvador Illa (Sí, ese miserable que junto con Sánchez gestionó de forma criminal la pandemia, enriqueciéndose ilícitamente mientras los muertos se contaban por miles cada día) ha sido investido hoy como nuevo presidente de la generalitat catalana. Con su posterior toma de posesión, la cual tendrá lugar mañana o este fin de semana, se pondrá fin a catorce años de gobierno CIU/Junts-ERC, para volver al tripartito de hace veinte años, origen de todos los males que en estos momentos padece Cataluña. 

Con esta inminente llegada de Illa como presidente se producirá finalmente el ansiado concierto catalán (Que es lo que verdaderamente buscaban los independentistas desde que nació el procés, y no la independencia), y casi con toda seguridad, la aprobación dentro de un tiempo de un nuevo estatuto catalán, aún más radicalizado e inconstitucional que el de 2006, y quién sabe si también un referéndum de independencia pactado de aquí a unos años que cada vez se intuye más probable. Todo ello, obviamente, con la complicidad y el aval de Cándido Conde-Pumpido desde el Tribunal Constitucional, convirtiendo en constitucional todo lo que es inconstitucional. 

Esa es la próxima hoja de ruta de Illa, Sánchez y los independentistas y por eso Puigdemont está encantado de la vida, a pesar de no haber logrado su ansiado sueño de ser presidente otra vez. Y es que si alguien pensaba, a tenor de lo que se ha comentado últimamente, que Junts apoyaría al PP para hacer a Feijóo presidente con el apoyo a su vez de VOX, se puede dar ya por jodido. Puigdemont jamás hará presidente a un cínico como Feijóo teniendo ahora en la Moncloa a su mayor aliado: Pedro Sánchez; un tipo sin moral y despreciable como ser humano, capaz de cualquier cosa con tal de permanecer en el poder toda su miserable vida.

Sánchez y Puigdemont son pues dos seres repugnantes, ambiciosos, egoistas y sin escrúpulos capaces de todo, pero por desgracia son quienes gobiernan España. Sánchez desde la Moncloa y Puigdemont instándole desde su casa lo que debe hacer y lo que no. Ambos se necesitan mutuamente y por ello ninguno de los dos dejará tirado al otro. Buena prueba de ello es lo visto hoy en Barcelona, donde por mantenerse en el poder, Sánchez ha aceptado el plan de Puigdemont para volver, tener su momento de gloria y humillar de nuevo a todo un país. Este es por desgracia el escenario surrealista de pan y circo que vivimos en España, el cual sin duda alguna irá a peor conforme pasen los meses y los años. Nada bueno puede pues salir de todo esto. 

domingo, 4 de agosto de 2024

Adolfo Suárez: El artífice del Régimen del 78


Debo reconocer que cuando echo la vista atrás y veo alguna que otra entrada publicada por mí en este blog a lo largo de estos casi once años siento verdadera vergüenza por algunas de las opiniones que he escrito por aquí en su momento. Hay entradas que de solo ver el título me entran ganas de borrarlas, pero tampoco quiero hacer eso ya que era lo que por desgracia sentía en aquel momento. 

Dicho esto debo añadir que una de las entradas que más me arrepiento de haber escrito y publicado es la que realicé en marzo de 2019 acerca del ex presidente del gobierno, Adolfo Suárez. Una entrada que escribí tras leer por segunda vez el libro "La gran desmemoria" y donde me percaté de alguna de las virtudes que tuvo el presidente castellanoleonés durante la Transición. Esas virtudes las escribí tras la relectura del libro en una entrada titulada "Adolfo Suárez: coraje y prudencia". 

Una entrada que era la segunda que escribía sobre el presidente de la Transición, ya que pocos meses antes, concretamente en julio de 2018, escribí la primera acerca de este personaje, donde hablaba sobre el perfil chaquetero y oportunista de Suárez. Esa entrada se titulaba "Adolfo Suárez: el presidente veleta". Como se puede ver, las diferencias entre la primera entrada y la segunda son realmente notorias. 

Pues bien, cinco años después de escribir aquella segunda entrada, y tras leer más acerca de Adolfo Suárez y sus años en la presidencia, debo reconocer que fue un error escribir aquella segunda entrada en la que valoraba positivamente al personaje. Y creo que es de Justicia hacer una tercera entrada sobre su persona. Una tercera entrada más acorde a la línea que defendí en mi primera entrada sobre él que en la segunda. 

Y es que debo confesar que aunque lo he hecho en algunas ocasiones, no me gusta repetir entrada acerca de un mismo personaje. Y en este caso no sería la segunda entrada, sino la tercera. Pero el error que cometí en su momento de escribir acerca de las virtudes de este personaje (Influenciado tras releer el libro de Pilar Urbano, el cual es pro-Suárez) me obliga a escribir una tercera entrada acerca del que fuera presidente del gobierno durante la Transición española.

Adolfo Suárez decía siempre y con orgullo que era un "chusquero de la política", lo cual es cierto, ya que empezó militando en Falange Española de la mano de su mentor, Fernando Herrero-Tejedor, el cual fue quien empezó a elevarlo hasta convertirlo en una de las futuras promesas del Movimiento en los últimos años del franquismo. De hecho en 1968 fue nombrado por Franco Gobernador Civil de Segovia (Por cierto, una figura, la de los Gobernadores Civiles, cuya desaparición en 1997 en favor de los Subdelegados del Gobierno fue un error garrafal por parte de Aznar). 

Solo un año después, en 1969, Franco lo designa Director General de RTVE. Por aquel entonces, Suárez ya comenzaba a moverse entre las altas esferas y empezaba a hacerle la pelota al político relevante de turno. De hecho durante su periodo como Gobernador Civil de Segovia conoció al entonces príncipe Juan Carlos, con quien forjó buena amistad a primera vista. Suárez, al igual que el resto de los españoles, ya sabía que Juan Carlos era el heredero de Franco y por ende el futuro de España tras la muerte del Caudillo. 

Por eso, cuando en 1972 ya ejercía como Director General de RTVE, se llegó a enfrentar al Pardo al negarse rotundamente a retransmitir en directo la polémica boda entre Alfonso de Borbón y la nieta de Franco, Carmen Martínez-Bordiú. Suárez, ya situado en Madrid, sabía que dicho movimiento provocaría la irrritación del entorno de Franco, pero se metería definitivamente en el bolsillo al príncipe Juan Carlos, que en aquel momento era rival de su primo Alfonso por la sucesión de Franco, a pesar de que éste ya lo había designado oficialmente como su sucesor.

Y efectivamente, al año siguiente fue cesado como Director General de RTVE, y hasta dos años después (1975) no sería llamado nuevamente por Franco para ser designado vicesecretario general del Movimiento, aunque el cargo solo le duraría tres meses. Pero cinco meses después y solo un mes después del fallecimiento de Franco, Juan Carlos, ya como nuevo rey de España, lo designó ministro-secretario general del Movimiento. 

De esta forma, aquél a quien todo el mundo considera el gran demócrata del siglo XX en España, el Cánovas del Castillo de 1976 (Cánovas lo fue en 1876) y el principal artífice de este sistema corrupto y caciquil que padecemos, fue el líder del Movimiento Falangista pocos meses antes de ser designado por el rey presidente del gobierno en julio de 1976. 

De su periodo como presidente del gobierno poco se puede decir que no se haya dicho ya. Otra cosa es que lo que haya prevalecido realmente haya sido la versión favorable de sus cinco años de gobierno y no la versión negativa. Tras la llegada de Suárez al gobierno se produjo a los pocos meses la elaboración y aprobación por parte de las Cortes Franquistas de la Ley para la Reforma Política. 

Una aprobación que provocó el suicidio político del aparato franquista (Un suceso histórico poco valorado y que demuestra que realmente el paso a la Transición fue posible únicamente como consecuencia del harakiri político realizado por los propios franquistas) y que dio paso al posterior referéndum del 15 de diciembre de 1976 de la Ley. Esa misma Ley que el propio Suárez reconoció en un fragmento nunca emitido de una entrevista concedida en 1995 que hizo una triquiñuela político-jurídica bastante sucia cuando decidió incluir la palabra "rey" en la Ley a la hora de ser sometida ésta a referéndum. 

De esa forma, según reconoció el propio Suárez, nadie podría poner en duda la legitimidad de la Monarquía a partir de entonces, ya que los españoles habían votado, seguramente sin leerla, una norma en la que figuraba de relleno el término "rey", lo cual dejaba en aquel entonces sin excusas a todos aquellos que exigían un referéndum Monarquía-República (Que no eran pocos), y que según afirmó el propio Suárez, habría sido letal para la Corona, ya que todas las encuestas que manejaba su gobierno en aquel momento indicaban una victoria del sistema republicano sobre el monárquico. 

Con esta triquiñuela político-jurídica, Suárez le devolvía en diciembre de 1976 el favor que el rey Juan Carlos le hizo cinco meses antes al nombrarle presidente del gobierno ante el asombro de todo el aparato franquista de la época, que vieron como contra todo pronóstico Suárez se convertía a sus 43 años en presidente del gobierno, pasando por encima de candidatos más preparados y veteranos como el propio Manuel Fraga, José María de Areilza, Torcuato Fernández Miranda o Gregorio López Bravo, entre otros. 

Ya en 1977, y en contra de la promesa hecha por parte de Suárez a los militares en septiembre de 1976, se produjo por parte del presidente del gobierno la legalización del Partido Comunista el Sábado Santo de 1977 (Lo cual demuestra el escaso valor de la palabra dada por Suárez). Paso previo para la celebración de las primeras elecciones generales desde 1936 que causó no pocas preocupaciones en muchos sectores de la sociedad española, sobre todo en el ámbito militar. Pero aparte de la polémica legalización del PC, ya antes se habían producido la legalización de otros partidos, como la del PSOE de Felipe González, el Partido Socialista Popular de Enrique Tierno Galván, la Alianza Popular de Manuel Fraga, etc. 

Mientras tanto, Suárez reunió en torno a él a todos los partidos de todos los bloques ideológicos para hacer frente a las elecciones, las cuales se iban a celebrar el 15 de junio de aquel mismo año: desde socialistas hasta falangistas, pasando por democristianos, conservadores, socialdemócratas, socioliberales y liberales. En definitiva, todos los oportunistas y chaqueteros que como Suárez querían seguir viviendo del cuento en este nuevo sistema que estaba naciendo. De esta forma todo el establishment político se unió en torno a la figura de Suárez para seguir chupando del bote después de hacerlo durante cuarenta años en el régimen de Franco. 

Había nacido la Unión de Centro Democrático (UCD), con el respaldo del propio rey Juan Carlos, el cual le pidió al Sha de Persia diez millones de dólares para, según él, "financiar a la UCD de Suárez". Un hecho insólito, además de absurdo, ya que la petición de Juan Carlos data del 22 de junio de 1977, una semana después de celebrarse las elecciones. El dinero efectivamente se envió a España; otra cosa es dónde acabaron finalmente esos millones, pero eso ya es otra historia. 

Finalmente, el 15 de junio de 1977, la UCD de Suárez ganó las elecciones generales, pasando de ser Suárez un presidente elegido a través del procedimiento establecido en las Leyes de Franco a ser elegido a través de las urnas. Tras esto comenzó la denominada Legislatura Constituyente, donde se aprobó la también por entonces polémica Ley de Amnistía, en la que a pesar de ser liberados personas inocentes que fueron encarceladas durante el gobierno de Franco, también se vieron favorecidos por esta norma terroristas asesinos pertenecientes a ETA y el GRAPO, los cuales ya estaban cumpliendo penas de cárcel por delitos de sangre. Una buena prueba de cómo tanto Suárez como la mayor parte del sistema político español estaba dispuesto a pasar página, aunque eso llevase consigo borrar los asesinatos cometidos por los terroristas. 

En octubre de 1977 se produce por su parte la vuelta a España del ex presidente de la generalitat catalán, Josep Tarradellas, y con ello el restablecimiento de las preautonomías en las denominadas por algunos "nacionalidades históricas", paso previo a la posterior creación de las Comunidades Autónomas, que han supuesto realmente la repartición de España entre los nacionalismos periféricos, convirtiendo nuestras regiones en sus particulares reinos de Taifas. 

A su vez, en Madrid se firman los famosos Pactos de la Moncloa, donde tanto Suárez como la mayor parte de los líderes políticos y los agentes sociales firmaron un acuerdo político-económico en el que aparte de aprobarse reconocimientos políticos de determinados derechos previos a la Constitución (derecho de reunión, de asociación política, de libertad de expresión, libertad de prensa, etc), también se aprobaron medidas económicas como el reconocimiento del despido libre. 

Una medida que era ilegal en los años de Franco en favor de los trabajadores y que con este acuerdo quedaba finalmente legalizada, lo cual demuestra que la ideología y los supuestos principios falangistas de Suárez iban cambiando conforme las circunstancias lo exigían a medida que avanzaba el propio proceso de la Transición. De esta forma se demostraba que Suárez no tenía problema alguno en cambiarse de "chaqueta ideológica" con tal de adaptarse políticamente al panorama del momento.  

Y ya finalmente llegó la tan ansiada por muchos (O por algunos, según se quiera ver) Constitución de 1978. Después de meses de acuerdos y discrepancias entre los ponentes, la nueva Carta Magna que derogaba por completo la obra de Franco y sus Leyes Fundamentales del Reino fue aprobada en las Cortes Generales de forma simultánea el 31 de octubre de 1978 y posteriormente sometida a referéndum el 6 de diciembre de ese mismo año, siendo respaldada de forma mayoritaria por el pueblo español. El 27 de diciembre el rey la sancionó en el Congreso de los Diputados y dos días después, el 29 de diciembre, entró en vigor. 

Comenzaba de forma oficial el Régimen del 78, el cual había sido aprobado por la mayoría del pueblo español sin haberse leído seguramente la propia Constitución que iba a votar. Comenzaba pues el inicio del desmantelamiento político, social, territorial, económico e industrial de España, el cual se recrudecería veintisiete años después con los atentados del 11-M y la posterior victoria electoral contra todo pronóstico del PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero y cuyo proceso de destrucción aún continua en pleno 2024, ahora con el PSOE de Pedro Sánchez al frente del gobierno.

A partir de la aprobación de la Constitución, todo comenzó a ir cuesta abajo y sin frenos para Suárez. Tras la entrada en vigor de la nueva Carta Magna, el presidente del gobierno convoca nuevas elecciones para el 1 de marzo de 1979, las cuales gana por los pelos la UCD de forma sorpresiva. El PSOE de Felipe González ya se veía en la Moncloa con estos comicios y solo la aparición en televisión de Suárez a última hora en TVE alegando al "voto del miedo" en contra de la izquierda provocó que el jefe del gobierno revalidase por segunda y última vez su cargo en las urnas. Pero Suárez no sabía lo que había hecho al llevar a cabo una de sus triquiñuelas políticas con su aparición sorpresiva en TVE horas antes de las elecciones. Había despertado a la bestia dormida del PSOE, cuya dirección federal con González al frente juraron aquella misma noche que acabarían políticamente con Suárez. 

Dicho y hecho. Tras las elecciones generales se produjeron solo un mes después las elecciones municipales (las primeras desde 1933). En aquellos comicios, la UCD ganó sin mayoría la mayor parte de los ayuntamientos, lo cual dio paso a que la izquierda, con el PSOE de González, el PC de Santiago Carrillo y el PSP de Enrique Tierno Galván pactasen posteriormente el reparto de los ayuntamientos entre los partidos de la izquierda. Ese mismo año, y aunque la violencia terrorista de ETA y el GRAPO era ya preocupante desde mucho antes, los atentados y la violencia se recrudecieron el doble. En 1979 el número de víctimas asesinadas por ETA (La cual se encontraba en su momento de mayor movilización terrorista) ascendió a ochenta. Pero en 1980 esa cifra aumentó hasta noventa y ocho víctimas.

Entre 1979 y 1980, la situación comienza a deteriorarse de forma acelerada contra Suárez, el cual ve cómo pierde aceleradamente el control tanto del gobierno como de la UCD mientras crecen incesantemente los rumores de un golpe de Estado y la crisis del petróleo empeora por momentos. En mayo de 1980 y tras una remodelación del gobierno por parte de Suárez, Felipe González anuncia en el Congreso una moción de censura contra él (La primera desde la aprobación de la Constitución casi dos años antes). 

Suárez se quedó en shock tras el anuncio y en la moción de censura fueron sus propios ministros los que salieron a dar la cara por él. Solo se decidió a defender su gestión cuando el debate estaba ya bastante desarrollado y tras haber aniquilado dialécticamente Felipe González uno por uno a todos los ministros de Suárez (Hay que reconocer que, a pesar de sus muchas sombras, escándalos y corrupciones, Felipe González en aquellos años era políticamente un diamante en bruto). 

Finalmente la moción de censura no se aprobó por un margen no muy amplio, pero la paralisis de Suárez durante el debate acabó políticamente con él. A partir de entonces, los denominados "barones" de la UCD conspiraban día sí y día también para derrocarlo. El rey, al ver que Suárez comenzaba a ser a pasos gigantescos un apestado político, comenzó a distanciarse progresivamente de él, hasta el punto de reunirse con González, Carrillo, Fraga, etc, durante el verano de 1980 con el fin de destituir a Suárez a través de una moción de censura apoyada por todos los partidos (Incluida la propia UCD) en la que el candidato de esa eventual moción de censura sería el general y secretario general de la Casa del Rey, Alfonso Armada. Un militar extremadamente próximo a Juan Carlos, con el cual tenía plena confianza. Parece ser que Suárez nunca tragó a Armada, ni Armada a Suárez, por lo que la relación entre el presidente y el general era escasa o nula. De hecho, parece ser que Suárez siempre sospechó de las intenciones presidenciales de Armada, lo cual hacía que desconfiase aún más de éste. 

A finales de 1980, Adolfo Suárez era ya practicamente un cadáver político. Abandonado por el rey, por los suyos y con la oposición liderada por el PSOE haciendo una operación de acoso y derribo permanente contra él (La misma que en los años 90 utilizaría Aznar contra Felipe González), Suárez veía ya que toda intención de permanecer en el poder a toda costa se le iba escapando de las manos por momentos. Finalmente el 29 de enero de 1981 anunció por TVE su dimisión al pueblo español, anunciando que se iba "sin que nadie se lo hubiese pedido". Suárez, aparte de ambicioso, era un cachondo; ya que si algo se movía en España entre 1980 y principios de 1981 era una operación orquestada desde el propio Estado para desalojarlo de la Moncloa aquel mismo año. 

Parece ser que Suárez tuvo conocimiento en enero de 1981 sobre el inminente registro en el Congreso de una nueva moción de censura contra él con Armada de candidato. Esta vez registrada por el PSOE pero con el apoyo del Partido Comunista de Carrillo, la Alianza Popular de Fraga e incluso gran parte de la propia UCD. Obviamente esto era una estocada de muerte de la que Suárez iba a salir destituido sí o sí como presidente tras aprobarse esa moción de censura que parece ser que contaba con el apoyo de gran parte del sistema no solo político, sino también financiero y periodistico. Y obviamente con la bendición final del rey Juan Carlos, el cual había visto que Suárez ya no le era necesario ni conveniente, por mucho que el presidente le hubiese lamido su culo real durante todos los años pasados. 

Por ello, la idea de Suárez fue la de dimitir para, según algunos, paralizar el registro de la moción de censura, que muchos daban por hecho que se produciría en primavera. Con esta decisión, aniquilaba toda operación para derribarle y optaba por marcharse por su propio pie del gobierno. Eso sí, con la idea de dejar como sucesor a alguien sin carisma, que pasase completamente desapercibido y que fuese un presidente de transición solo hasta la convocatoria de unas nuevas elecciones generales a las que él tenía pensado de presentarse nuevamente como candidato a la presidencia del gobierno. 

El candidato idóneo que reunía todos esas características era su vicepresidente segundo, Leopoldo Calvo Sotelo (Unas características que igualmente reuniría años después Rajoy). Y aunque finalmente Calvo Sotelo salió elegido sucesor de Suárez, los planes de éste por volver a la Moncloa nunca obtuvieron éxito, a pesar de los intentos reiterados de Suárez por volver.

Un caso curioso que determina cómo Suárez se la metió doblada al rey, al igual que el rey se le estaba metiendo doblada a él conspirando para derrocarlo, fue el hecho de que en el momento de anunciarle Suárez su dimisión, el rey decidió de mala gana darle un título nobiliario (El Ducado de Suárez, en este caso). El rey le dio este título creyendo que de esta forma, Suárez se retiraría de la política y jamás optaría por volver estando en posesión de un título nobiliario. No fue así. La ambición de Suárez podía más, y a pesar del Ducado otorgado por Juan Carlos, el presidente saliente tenía ya en mente no solo su regreso a la presidencia del gobierno sino su mantenimiento en la política. 

Pero antes de su salida se produjo lo que todos conocemos como el 23-F. Un supuesto intento de golpe de Estado perpetrado por unos militares con el fin de acabar con la democracia española, según anunciaron los medios oficiales. Nada más lejos de la realidad. El asalto del teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, con un grupo de la Benemérita a sus órdenes fue una operación de Estado en la que los propios promotores de la moción de censura que nunca se llegó a registrar consideraron que tras la dimisión de Suárez había que acelerar los acontecimientos. 

¿Quién fue el cabeza de turco de todo aquello? Obviamente, Antonio Tejero, que fue al Congreso creyendo que estaba dando un golpe de Estado para derrocar al gobierno de Suárez y establecer un gobierno militar presidido por el teniente general Jaime Milans del Bosch. A medida que iban pasando las horas se descubrió que el golpe era una chapuza absoluta y Juan Carlos comenzó a preocuparse al ver que la gracia se le había ido de las manos. Después de varias horas sin pronunciarse, finalmente dio un mensaje televisado por TVE en la que pedía a los militares que mantuviesen la calma y no saliesen a secundar lo realizado por Milans del Bosch, el cual, como Capitán General de Valencia, sí había ordenado sacar los tanques a las calles en dicha ciudad previamente. 

Pero a pesar de lo que algunos aún se creen de forma ignorante como consecuencia de lo que cuentan los medios oficiales, no fue Juan Carlos quien verdaderamente paralizó el golpe, sino el propio Tejero. Juan Carlos era, digámoslo así, el señor X del 23-F, mientras que Tejero fue la víctima a la que le habían organizado una encerrona de padre y muy señor mío. Tras el mensaje del rey, Tejero se resiste a darse por vencido. De esta forma Armada, tras hablar con el rey, decide ir al Congreso para convencer a Tejero y entrar en el hemiciclo con el fin de que los diputados lo votasen allí mismo como presidente de un gobierno de concentración nacional (Lo que en realidad era la operación inicial de la moción de censura).

La gracia ocurre cuando Armada se reune con Tejero y éste le exige saber quiénes serán las personas que ocuparán ese gobierno de concentración nacional. Cuando Armada le enseña a Tejero la lista de los nombres de su futuro gobierno (Lo llevaba escrito en una página), Tejero le dijo que bajo ningún concepto le dejaría entrar en el hemiciclo para ser investido presidente del gobierno. Una reacción obvia si tenemos en cuenta que Tejero había ido allí engañado y que, con independencia de lo que hubiese ocurrido ya, su vida y su carrera militar estaba acabada. Es pues cuando decide que no solo sería él quien se vería perjudicado en toda aquella chapuza, con lo cual deniega la solicitud de Armada y se atrinchera en el Congreso. 

Solo a la mañana siguiente y tras ver que su plan había fracasado completamente, Tejero se rinde y se entrega. Armada vio así frustrada su ambición de ser presidente del gobierno, Suárez se vino arriba creyendo, según el libro de Pilar Urbano, que podía revocar su dimisión y mantenerse en el cargo, y el rey se frotó las manos al ver cómo una operación destinada a ser una chapuza lo catapultaba en pocas horas como "el defensor de la democracia". Suárez, tras salir todos del Congreso, convoca un consejo de ministros urgente en Moncloa con el fin de cesar a los golpistas y para revocar su dimisión. 

Es entonces cuando acude a la Zarzuela y le exige al rey que revoque su dimisión, a lo que éste se niega. Finalmente y tras una dura discusión según narra Pilar Urbano en su libro, Suárez se resigna y sale de Zarzuela convencido de que su salida del gobierno no tiene marcha atrás. Al día siguiente, Leopoldo Calvo Sotelo sería investido presidente del gobierno y el 26 de febrero tomaría posesión de su cargo como nuevo jefe del gobierno, poniendo así fin a casi cinco años de mandato de Suárez.

Un Suárez que después de la llegada de su sucesor a la Moncloa intentó por todos los medios volver, aunque sin éxito. Tras ver cómo a lo largo de 1981 y 1982 la UCD se iba descomponiendo por momentos, decide abandonar el partido que le llevó a ganar dos elecciones generales y monta su propio partido: El Centro Democrático y Social (CDS). 

Un partido con el que se presentó a las elecciones generales de 1982, 1986 y 1989, aunque sin obtener los resultados que él esperaba para regresar a la Moncloa. Y todo ello a pesar de que el ex presidente de Banesto e íntimo amigo suyo, Mario Conde, afirmó en su momento haber financiado con más de 300 millones de pesetas al CDS de Suárez. Pese a todo ello, finalmente en 1991, y tras un nuevo sonoro fracaso electoral, esta vez en las elecciones municipales de aquel año, Suárez dimite como presidente del CDS y se retira definitivamente de la política. 

Esta es pues la historia de un sujeto ambicioso, manipulador y oportunista que intentó primero escalar como fuese al nivel más alto de la política, lo que finalmente consiguió con éxito, a base de hacer la pelota a todo aquél que se encontraba por el camino. Después consiguió lo que él afirmó en varias entrevistas que siempre había ansiado ser: presidente del gobierno. Y tras entrar en el gobierno como ex ministro-secretario general del Movimiento, acabó pasando por todos los espectros ideológicos: Si en 1976 se presentaba como un falangista reformista, en 1977 se presentó como un conservador-democristiano para ganar las elecciones generales del 15 de junio. 

En 1978 sin embargo se presentó como un liberal, capaz de enterrar el legado de Franco y derogar la dictadura de la que él mismo había formado parte y de cuyo Movimiento él había sido uno de sus principales líderes. En 1979 ya se presentaba como un centrista puro y duro, capaz de ganarle las elecciones al PSOE de González que todavía defendía el Marxismo. En 1980 ya directamente se erigía como un socialdemócrata, cuyo objetivo era el de ser más de izquierdas que el propio Felipe González. Y en 1981, antes de dejar el gobierno, era la representación personalista de todo un socioliberal progresista. 

A partir de su salida del gobierno, parece ser que esa fue la ideología con la que finalmente se casó Suárez tras dar bandazos de derecha a izquierda durante años con el fin de obtener el poder en primer lugar, conservarlo posteriormente y recuperarlo en último lugar. Y es que si al principio de esta entrada he hecho mención a la infinidad de veces que Suárez alegaba ser un "chusquero de la política", parece ser que se le olvidó en todas estas ocasiones definirse a sí mismo como un "chaquetero de la política", ya que el ex presidente del gobierno fue practicamente un tipo sin principios y sin escrúpulos a la hora de alcanzar el poder y luego conservarlo. Obviamente si lo comparamos con todos los que vinieron tras él, Suárez podría ser considerado casi como un hombre de Estado. Pero nada más lejos de la realidad.
 
Adolfo Suárez fue el principal artífice y promotor de la Transición española y de la instauración del Régimen del 78 y por ello el principal responsable (Junto con sus sucesores en la presidencia del gobierno y los reyes Juan Carlos I y Felipe VI), de la degradante situación a la que hemos llegado actualmente bajo el sistema político nacido en 1978. 

Un sistema político que solo ha traido desigualdad, ruptura, tensión, partitocracia, falta de separación de poderes, corrupción generalizada, un país despojado de su soberanía, de sus riquezas y de su industria, y un Estado extremadamente debilitado en pos de los nacionalismos que él tanto defendió durante su etapa como presidente del gobierno, tanto en Cataluña como en el País Vasco. Ese y no otro es el verdadero legado de Adolfo Suárez. Un tipo que, según leí sobre él hace unos años, afirmaba mientras era presidente del gobierno que su objetivo era el de permanecer en el cargo hasta el año 2010. Ahí es nada. 

Pero no solo fue el artífice de la Transición y del Régimen del 78, sino también el actor principal en la elaboración de una Constitución en la que para satisfacer a todos dijo aquella famosa frase de "café para todos". Es decir, la creación de un reino de Taifas en el que todo el personal podía ser virrey de su respectiva tierra, como así ha venido ocurriendo desde entonces y que tantas tensiones políticas y sociales y desigualdades territoriales ha provocado. 

Suárez desde el primer momento apoyó el título VIII de la Constitución (El concerniente a la organización territorial del Estado) sin saber siquiera las graves y enormes consecuencias que este título podía traer para el futuro de España, así como la inestabilidad territorial que en los años venideros padecería nuestro país gracias a esa organización territorial del Estado que él tan fervientemente apoyó.

Por no hablar del apoyo abierto que dio a la inclusión del polémico artículo 2 de la Constitución, en el que se reconoce el derecho a la autonomía de "las nacionalidades" que integran la nación española. De esta forma reconocía que la nación española era una nación de naciones y abría con ello el melón que cuarenta años después ha estallado. 

En definitiva, Suárez no apoyó parcialmente algunos artículos o títulos de la Constitución de 1978, apoyó íntegramente todo el texto de forma rotunda, lo que le hace responsable principal de la chapuza que supuso la Transición y el texto constitucional. Un texto que ha sido el origen de las desgracias y problemas que han venido desarrollándose en nuestro país desde hace ya más de cuatro décadas y que ahora estamos pagando más caro que nunca gracias a su implantación y a Suárez por respaldar tal chapuza jurídico-política. 

En mi opinión, la última oportunidad que pudo haber remediado algo, dentro de la aberración ya cometida durante la Transición, hubiese sido la llegada de Alfonso Armada como presidente del gobierno en 1981; ya que según se ha escrito, entre las ideas principales que supuestamente tenía en mente realizar el propio Armada, de haber llegado a la Moncloa, hubiesen sido la de llevar a cabo una reforma de la Constitución que afectase, sobre todo, al título VIII, además de poner orden en España y en especial en el País Vasco frente a la oleada del terrorismo etarra que asolaba nuestro país tanto en 1979 como en 1980. Y por último frenarle los pies tanto a los nacionalismos vasco y catalán, que ya daban muestras de lo que posteriormente ha ocurrido a lo largo de estas décadas, y en definitiva reparar todos los errores que se habían cometido en la Transición por parte de Suárez. Todo con el apoyo de los principales partidos, según lo que se ha escrito a lo largo de estos años por varios periodistas e investigadores.

De hecho, antes del 23-F, Torcuato Fernández Miranda (El cual vivía apartado en Reino Unido y estaba decepcionado con la situación política en España, enemistado con Suárez y desilusionado con el rey) comentó en una entrevista poco antes de su muerte en 1980 el inmenso error que supuso la designación de Suárez como presidente del gobierno y de los peligros que entrañaba el artículo 2 y el título VIII de la Constitución, y criticaba con dureza la irresponsabilidad tanto del rey como de Suárez, así como el fracaso de todo el proceso de la Transición del que él formó parte como presidente de las Cortes, añadiendo de hecho su arrepentimiento al dar su apoyo a la Constitución y a la necesidad de haber hecho una transición auténtica, con su correspondiente referéndum consultivo sobre la forma de Estado. 

Dicho esto, y volviendo a Suárez, debo añadir que su apoyo acérrimo y absoluto a los Borbones y al mantenimiento de la Monarquía fue, no ya ridículo, sino humillante, y más tras ser consciente el propio Suárez de la traición de la Corona hacia él al final de su presidencia. Por otra parte, su decisión firme de rechazar de plano cualquier posibilidad de ir hacia una auténtica transición en la que se hubiese decidido de forma clara y concisa la forma de Estado que los españoles querían en su momento, así como el diseño de un verdadero modelo representativo al estilo británico como fervientemente defendía Fraga, hubiese sido el proceso perfecto para ir hacia una auténtica transición a un sistema democrático, y no que por el contrario se convirtió en la instauración de un sistema de chiringuitos políticos donde todo el mundo podía volver a chupar del bote después de cuarenta años sin poder hacerlo. 

La Transición española fue pues la última oportunidad que tuvo nuestra nación de avanzar hacia un modelo de país acorde a los de nuestro entorno. En lugar de eso los políticos, con Suárez y el rey a la cabeza, optaron por la peor de las opciones, la cual fue respaldada de forma ignorante por un pueblo que solo obedecía las instrucciones que los políticos de la Transición les indicaba. 

Este proceso llamado Transición, que ha sido el inicio del desmantelamiento de España en todos sus niveles, tiene un principal responsable con nombre y apellidos: Adolfo Suárez González. Un hombre inapropiado en el momento inadecuado que fue en aquel entonces el principal culpable, junto con el rey Juan Carlos y Felipe González, de la instauración de un sistema corrupto y caciquil hasta las cejas y cuya implosión está en estos momentos más cerca que nunca. 

Un tipo sin principios y charlatán, el cual se jactaba de no haber leído un libro en su vida, y que quizás esa falta de formación de la que tanto se enorgullecía, unida a su falta de escrúpulos, a su mezquindad, a su capacidad de aprovecharse de la situación política del momento y a su ambición desmedida por el poder hizo que España perdiese su última oportunidad de haber vuelto a ser una nación importante y respetada en el mundo. Todo ello finalmente no fue posible gracias a esta farsa llamada Transición, la cual fue liderada por el sujeto que menos preparado estaba para emprender esa tarea: Adolfo Suárez. 

viernes, 2 de agosto de 2024

¿Algo en lo que creer?


No suelo hablar mucho de mis sentimientos personales, aunque algunas veces los he expuesto por aquí cuando he querido dejar plasmado de forma escrita lo que sentía sobre cuestiones propias en aquellos momentos. Hoy escribo como consecuencia de todo lo que estamos viendo en la actualidad y sobre el nivel de decadencia absoluta que vivimos como especie humana en todos los términos a escala global. 

Lo ocurrido el otro día con la exhibición del satanismo y del wokismo durante la inauguración de los Juegos Olímpicos de Francia me ha hecho decidirme por escribir sobre algo que llevaba tiempo queriendo escribir pero que por uno u otro motivo no lo he hecho en estos cuatro años. Y digo precisamente en estos cuatro años porque sinceramente, y aunque a nadie le importe, mi forma de ver las cosas, especialmente desde el punto de vista religioso, espiritual e incluso existencial, han dado un giro de 180 grados desde 2020 hasta la fecha. 

Muchas cosas, y no precisamente para bien han ocurrido en mi vida desde 2020 hasta entonces, lo cual me ha hecho replantearme profundamente cuestiones básicas como la fe, la religión, la ciencia, la existencia del más allá y de lo que presenciamos aquí en la tierra, el destino, la muerte, el bien, el mal, la vida, la existencia en sí y el motivo por el que estamos aquí realmente. 

Pues bien, exponía antes el tema de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Francia porque, como acabo de señalar antes y en las últimas entradas acerca de este tema, se ha hecho un exhibicionismo del satanismo y de la ideología woke en ese acto. Un exhibicionismo aberrante, vomitivo y miserable al que hay que sumar la ofensa que se ha hecho sobre la imitación al cuadro de Leonardo da Vinci de "La última cena", y por lo tanto, una ofensa cuyo objetivo final era Jesucristo y el Cristianismo. 

Hay quienes ponen el grito en el cielo sobre este abominable hecho (Yo el primero, aunque la fe y la religión me resulten ya indiferentes), pero este acto deplorable no ha hecho sino demostrar una vez más la forma en la que el mal, en este caso el satanismo, se ha adueñado del mundo a lo largo de los últimos tiempos. No digo con ello que el mundo haya sido el paraíso terrenal del Génesis hasta hace unas décadas, pero sí que es una obviedad que desde la entrada en concreto del nuevo milenio y del siglo XXI en 2001, el mal ha ido campando cada vez más a sus anchas como consecuencia en gran medida de que existen un gran número de personajes del mundo de la política, de las finanzas, de la cultura, del periodismo, etc, al servicio de los planes del que mundialmente conocemos como Lucifer. 

Pues bien, tras ver una y otra vez cómo la élite que realmente domina el mundo avanza inexorablemente hacia una agenda global que muchos han definido, y con razón, como satánica, yo me hago la siguiente pregunta: ¿Existen Dios y el Diablo? y si existe el primero ¿Por qué no frena los planes del segundo y de esa élite que ejecuta sus planes, conduciendo al mundo a la versión contemporánea de Sodoma y Gomorra? 

¿Quizás porque no hay ningún Dios ni ningún Diablo realmente que controlen los destinos del ser humano, tanto desde el supuesto bien como desde el supuesto mal? Es posible, y cada vez lo pienso más nítidamente, que quizás nunca haya habido ningún Dios ni ningún Diablo físico que vele por un lado por salvaguardar nuestro bienestar ni que por otro lado vele permanentemente por ansiar corromper y posteriormente destruir al ser humano. 

Ello no exime que no exista la religión que atestigua que existen tales entidades. De hecho a lo largo de la historia de la civilización humana la religión ha sido uno de los elementos por los que siempre se ha caracterizado el hombre a la hora de aferrarse a algo para poder salir adelante en momentos de crisis y perturbaciones. Claro que existen las religiones. Ellas son los factores determinantes con los que se asientan las bases de las diferentes culturas humanas. Las religiones son un hecho incuestionable que forman parte de nuestra historia como especie. Otra cosa muy distinta es la existencia o no de esas entidades que dichas religiones profesan o la autenticidad de la historia que éstas narran. 

En mi caso, y tras varios años, pero sobre todo en estos últimos cuatro años, viviendo y cayendo permanentemente en un pozo sin fondo donde no ves el fin y donde vuelves a caer de lleno en ese pozo cuando creías que existía alguna posibilidad de salir poco a poco de él, he pasado de ser una persona de férreas creencias religiosas a creer simplemente que no hay nada ni nadie que nos ayude. ¿Acaso Dios me ayudaba cuando lo he necesitado, o simplemente se reía o pasaba de mí mientras me hundía entre lágrimas y desesperación en ese pozo sin fondo cada vez más? 

Lo mismo se puede decir de los millones de casos en los que se pide insistentemente la ayuda de Dios para que interceda por las personas cuando verdaderamente lo necesitan. Lo encontramos por ejemplo en los millones de casos de criaturas que por desgracia tienen una enfermedad determinada ¿Por qué Dios permite pues las enfermedades y muertes de seres inocentes, niños y adultos que no han hecho daño a nadie y que se agarran a la vida con todas sus fuerzas? 

En la mayoría de los casos esas personas no consiguen, a pesar de su lucha constante y su ilusión inmensa por vivir, permanecer en este mundo, desgraciadamente (Yo por desgracia he vivido eso de cerca). En otros muchos casos, hay personas que por cuestiones de fortuna, azar, destino o del propio Dios, si se quiere seguir usando el ejemplo religioso, consiguen afortunadamente salir adelante. Y otras lo hacen para posteriormente volver a recaer en su enfermedad y no recuperarse nunca más. 

¿Es esto justo? ¿Qué clase de Dios misericordioso como pregonan las religiones permite todo esto? ¿Por qué Dios, que teóricamente es todopoderoso, permite la existencia del mal? ¿Por qué un Ser supuestamente benévolo se mantiene de perfil mientras los que en teoría son sus hijos terrenales creados por Él le piden desesperadamente ayuda para que con su mano ponga fin al mal que les aquejan? Una ayuda que en la gran mayoría de los casos reciben realmente quienes menos se merecen, que no son otros que aquellos hijos de puta que no tienen la más mínima consideración por la vida humana y están borrachos de ego, codicia, poder, odio, dinero y malicia. 

¿Es esto justo? Yo personalmente creo que no. Pero así de perra es la vida y la existencia en la que nos ha tocado vivir. Una existencia que cada vez vislumbro más como una especie de Show de Truman, en la que una gran variedad de especies están concentrada en este planeta: personas de todas las razas, animales de todas clases, plantas de toda índole. Y todo ello en un mismo lugar. En un insignificante planeta alejado de la mano de Dios donde no se atisba ninguna prueba de vida ajena a la tierra. Un insignificante planeta del que Dios, supuestamente, solo tiene fijación predilecta por un pueblo concreto: el pueblo judío. 

¿Acaso el resto de los mortales somos humanos de segunda o tercera? ¿O directamente no le importamos lo más absoluto a Dios el resto de la humanidad? Conviene recordar el Éxodo, cuando Dios mandó la décima plaga, que en este caso fue la muerte de los primogénitos egipcios. ¿Acaso no eran ellos también sus hijos y merecían igualmente vivir? Personalmente, esa idea de que existe un Dios benévolo y compasivo que creó el universo y la tierra, como aseguran las religiones, dejó de tener sentido para mí hace tiempo. Un Dios que solo tiene fijación positiva por un pueblo concreto mientras permite que el mal se extienda por todo el mundo no es un Dios en el que tenga ya las ganas ni las fuerzas de creer.

En otro orden de cosas, y volviendo a la mención que he hecho sobre esta película ¿Se puede barajar seriamente la posibilidad de que vivimos en un Show de Truman o en una especie de reality show donde entes ajenos a nosotros nos observan constantemente? Yo diría que sí, por muy surrealista que suene esta teoría. ¿Estoy con ello reconociendo indirectamente que existe algo o alguien ajeno a nosotros? Sí. Claro que algo o alguien existe, casi con toda seguridad. 

Nada de esto tendría sentido sin la intervención de alguna entidad que haya maquinado todo este conglomerado que llamamos vida, y que no deja de ser una serie de desgracias continuas y permanentes con algunas alegrías breves como intermedio. Alguien que quizás no sea ni bueno ni malo, simplemente un ente neutral que ejerce de espectador mientras nos observa, quizás solo o quizás acompañado. Por lo tanto, la existencia de algo o alguien ajeno a nosotros claro que es bastante probable, por no decir casi segura. Otra cosa es que ese ente sea como realmente lo dibujan las religiones y como el ser humano cree que es, que ahí es donde está el error. 

Entonces ¿Por qué estamos pues aquí y por qué este cúmulo de desgracias? No lo sé, aunque cada día tengo más claro que quizás todo se deba a una forma de entretenimiento por parte de aquellos que nos han situado aquí, con el fin de analizar nuestro comportamiento o nuestro desarrollo como especie sin que nosotros seamos conscientes de ello, como ocurre con Truman en su mundo ficticio del que finalmente consigue escapar tras tomar consciencia de la mentira en la que ha vivido hasta entonces y lograr contactar con su "creador", el director del reality show, el cual le cuenta toda la verdad. Todo un desenlace surrealista que aquí no podríamos hacer si esta espeluznante hipótesis fuese cierta. 

O quizás seamos una especie de experimento de laboratorio o incluso, si le damos una definición más frívola, un Gran Hermano en el que personas de diferentes razas, creencias, culturas, etc, vivimos bajo un mismo cielo mientras somos observados por Dios sabe quién (Nunca mejor dicho). De esta forma, nuestras vidas y destinos se ajustarían más a los juegos divinos que ejercían los mitológicos dioses del Olimpo sobre los humanos que la realidad que nos intentan vender desde hace siglos las actuales religiones mientras hablan de un Dios misericordioso y un Demonio que busca la aniquilación total de nuestra especie. 

Por cierto, unos dioses mitológicos que actualmente, y al igual que ocurre con las deidades egipcias, romanas, etc, dejaron hace muchos siglos de servir de culto para los seres humanos. ¿Dónde están ahora esos dioses que hace milenios eran quienes regían nuestras vidas, según los contemporaneos de la época? Está claro que las religiones van por periodos, y quizás con el paso de los años y cuando el mundo vea que el tan anunciado Apocalipsis de San Juan no llega nunca, entidades como Dios, Jesús, María, los Ángeles y los Santos por un lado, y el Diablo, los demonios, Lucifer, Satanás, etc, por el otro dejarán de ser seres actuales para pasar a ser también otros seres mitológicos. Pero una cosa es la autenticidad o no de estas entidades y otra muy distinta los intereses terrenales que en nombre de ellos se realizan en la tierra.

Por ello, claro que hay intereses satánicos o intereses cristianos en los que por un lado existen sujetos que buscan la destrucción total de la humanidad en base al culto y a las supuestas doctrinas de Lucifer. No hay que olvidar que para muchos, sobre todo personajes pertenecientes a las altas élites, consideran que el verdadero dios y príncipe de este mundo es el propio Lucifer, cuando éste fue expulsado por Dios de los cielos a la tierra tras rebelarse contra Él. 

Y por otro lado estarían las personas que, en base a las doctrinas cristianas reflejadas en los Evangelios e impartidas supuestamente por Jesús buscan la concordia, la paz, la armonia, la fraternidad, la compasión y el amor entre todos los seres humanos. Algo que, por otro lado causa asombro y desconcierto, ya que Jesús al ser hijo de Dios, emplea en el Nuevo Testamento una filosofía y una doctrina muy diferente a la que emplea su padre en el Antiguo Testamento, lo cual alimenta la vieja teoría teológica de que el Dios del Antiguo y el del Nuevo Testamento no son el mismo. 

Por ello, claro que existen el bien y el mal. La única diferencia es que quienes representamos esos elementos (bien y mal) somos los seres humanos, no ninguna entidad sobrenatural que se hace llamar a sí misma como la suprema representación misma de uno de esos dos elementos. Lo único que hay y es un hecho indiscutible es la existencia de una manada de hijos de puta que desean implantar una agenda global a nivel político, económico, científico, tecnológico, social, moral y cultural con el propósito de destruir nuestra civilización, mientras enfrente aún existen pocas pero buenas personas que creen ingenuamente que el mensaje de Cristo puede aún implantarse en este mundo maldito y completamente dominado por esas manadas de bestias con aspecto humano a las que antes he hecho referencia. 

Eso es lo que existe realmente, una lucha humana y eterna entre el bien y el mal, así como una balanza de ambos elementos en nuestras vidas por parte del destino, inclinándose más hacia el mal que hacia el bien. Por ello estos mismos hechos corroboran que el bien y el mal existen. ¿Acaso las enfermedades, las desgracias, las guerras o la violencia no son el fiel reflejo del mal? ¿Acaso las alegrías, los momentos breves pero felices y el simple estado saludable tanto físico como mental no son la esencia del bien? Por supuesto que lo son y por ello el bien y el mal existen en esta vida y están en permanente conflicto con nosotros siempre de por medio. 

Otro punto a considerar es la cuestión sobre el más allá y las esperanzas de todas las personas pertenecientes a la mayoría de las religiones, que creen que después de esta vida de sufrimiento vendrá una vida mejor en la que por fin la felicidad llegará a nuestra existencia. Algo surrealista si tenemos en cuenta que de existir una felicidad posterior, ¿No sería más lógico que la disfrutásemos aquí y ahora? ¿Por qué habría que pensar que la felicidad llegará en esa otra vida y no en esta, que es la única que conocemos y tenemos consciencia? Y por último ¿Por qué debe de existir otra vida más allá de la muerte? 

Si verdaderamente existiese un Dios que desea nuestro bien nos proporcionaría el amor de esa persona por la que tanto le hemos rogado entre lágrimas, la salud física y mental que tanto necesitamos y por la que le hemos rezado para seguir adelante en nuestras vidas, la prosperidad laboral y/o académica para llegar a tener éxito en el futuro, o simplemente una vida tranquila y modesta sin preocupaciones ni desgracias. ¿Para qué conseguir eso supuestamente cuando ya hemos abandonado este plano y no antes?

¿Acaso el ser humano no puede comprender simplemente que estamos de paso en este plano físico y que dejamos este mundo del mismo modo que en un momento dado llegamos a él, ni que tampoco volveremos a encontrarnos en otra dimensión? La idea de una vida después de ésta es una ilusión o una falsa esperanza a la que se agarran la mayoría de los humanos con el fin de creer que después de una vida de miserias y desgracias volveremos a ver a nuestros seres queridos en un estado permanente de felicidad mientras el Señor nos espera con los brazos abiertos después de haber pasado de nosotros y de nuestras súplicas en vida. 

Por no hablar de la cuestión de la resurrección de la carne, uno de los ejes centrales del Cristianismo. ¿Acaso es posible resucitar a alguien que lleva tres mil años muerto y cuyos restos ni siquiera existen? Y en caso de que así fuese, ¿Se resucitarían a todos esos millones de personas que han poblado la tierra durante siglos e incluso milenios? ¿Y las personas que han sido directamente incineradas? ¿Acaso ellas pueden ser resucitadas cuando no existen restos óseos? Además, si según muchas religiones pregonan la existencia de una vida después de la muerte, ¿Para qué resucitar de nuevo en esta vida si ya estamos viviendo supuestamente otra vida más feliz en otro plano físico? Obviamente cada uno es libre de creer y pensar lo que estime oportuno y conveniente, pero a mí ese cuento ya no me lo hace tragar nadie.

Por otro lado tenemos el caso de la reencarnación. Una tesis que sigo sin concebir por mucho que me insistan sobre ella. Según esta teoría, nuestras vidas son un continuo ciclo sin fin en el que vamos evolucionando y aprendiendo conforme más vidas vamos viviendo. En mi caso, y creo que en el de la mayoría de la población humana, me parece que sufrimos de amnesía, ya que ni yo ni la gran mayoría de las personas recordamos los aprendizajes de nuestras vidas pasadas, ni siquiera las vivencias de esas vidas, aunque hay otros que aseguran que sí. 

Personalmente creo que la vida es solo una, afortunadamente (Bastantes desgracias tenemos que aguantar ya en ésta como para aguantarlas indefinidamente), y no un número infinito. De ser así y en el supuesto de que existan las almas, ¿Qué almas seríamos nosotros realmente a lo largo de toda nuestra existencia? ¿La de mi antepenúltima vida, la de mi penúltima vida, la de la última, la actual, la que viene, o la que vendrá después de la que venga después de ésta? 

Si el alma es una, y ésta es la esencia de lo que somos realmente en esta vida como seres humanos, unido a que cada individuo es único por naturaleza, el alma (Es decir, nuestro ser) no puede jamás pasar de un cuerpo a otro, y por lo tanto, no puede transferirse de un ser a otro con las correspondientes diferencias que nuestra alma experimentaría en cada una de estas existencias tanto en el plano físico como emocional. 

De esta forma, el alma sería una entidad que no tendría personalidad alguna, lo cual es incongruente con la tesis de que el espíritu va unido inexorablemente a la persona. Por ello, la idea de la reencarnación es a mi juicio, completamente inverosimil e infantil. Aunque obviamente eso no excusa de que siempre habrá sujetos que crean en esta teoría. Por falta de ilusiones desde luego no podrá quejarse el ser humano. 

Otro caso interesante es el destino. Un factor al que ya he hecho mención en otras ocasiones cuando he hablado de cuestiones personales. El destino es aquello que decide lo que está para nosotros y lo que no; quién debe estar en nuestra vida y quién no; dónde debemos estar y dónde no; qué debemos saber y qué no. En definitiva, es aquella fuerza que a través de la balanza decide qué sendero llevará nuestra vida. 

Dicho esto hay que decir que el destino es con frecuencia bastante cachondo (Por no decir capullo), ya que juega con nosotros y con nuestras ilusiones. Lo mismo te da que te quita, y lo mismo te sorprende que te desmotiva. Si no existe ningún Dios es obvio que el destino es, por lógica, quién guía y decide nuestros pasos a lo largo de la vida, aunque esa guía y esas decisiones pueden ser a veces protectoras y beneficiosas y/o traicioneras y crueles en otras. 

En definitiva, en estos cuatro años mi forma de ver la vida ha cambiado completamente. Si actualmente me preguntan si creo respondería simplemente que ya no sé ni en qué creer. No creo en nada pero tampoco rechazo la idea de que estemos solos, ya que estoy seguro de que hay algo o alguien que nos controla, aunque no sea de forma tan benévola como las religiones pintan ni como cree el ser humano.
 
¿Es Dios? ¿Es una raza extraterrestre que nos ha creado como experimento y llevan siglos observándonos y/o riéndose de nosotros? ¿Es una entidad cuya existencia escapa a nuestra forma de entender las cosas? ¿Es una fuerza que el ser humano es incapaz de describir? ¿O acaso es Dios, como ya afirmé hace años, un ser extraterrestre y la Biblia un libro sobre ufología? No lo sé. 

A estas alturas en el que el mundo está tan metido de lleno en el abismo y la decadencia se ha adueñado de todo, uno llega incluso a creer a veces si no vivimos en una realidad simulada. Una especie de Matrix en la que, como en la película, todo sea falso mientras vivimos ignorantemente en una realidad que no es tal, la cual es dirigida por "el arquitecto". 

Lo que es cierto es que nada de lo que nos cuentan las religiones se corresponde con la realidad. Y también es cierto que vivimos de forma terrenal en una lucha constante entre el bien y el mal por parte de los propios seres humanos, guiados por las doctrinas de unas entidades cuya existencia es, en mi opinión, cada vez más difusa, inverosimil y cuestionable. Y si realmente existen, quien quedaría más en entredicho sería el propio Dios, ya que por omisión estaría permitiendo que esta partida entre el bien y el mal que se está disputando en la tierra, la vaya ganando aquél que en su día se rebeló contra Él, lo cual pondría en duda su benevolencia hacia el ser humano. 

O eso, o hay cuestiones ocultas entre Dios y el Diablo que, en caso de existir ambos, se nos escapan del conocimiento humano y pueden resultar mucho más espeluznantes de lo que podemos llegar a pensar. Basta con recordar el pasaje de Job, donde Dios y el Diablo hacen una apuesta para poner a prueba la fe de Job. ¿Dios (el representante sobrenatural del bien) y el Diablo (el representante sobrenatural del mal) haciendo apuestas por los humanos? Si Dios pudiese y quisiese eliminar al Diablo y al mal, ya lo habría hecho. La pregunta es ¿Por qué en vez de eliminarlo apuesta con él? Aquí hay cosas que de ser ciertas se nos escapan y que pueden ser más oscuras de lo que nos han hecho creer.

Solo decir que cada cual crea en lo que quiera. Allá cada uno con sus creencias y con sus ilusiones y esperanzas (mientras respeten la integridad física de los demás). Yo, al igual que Sócrates, he llegado al convencimiento de que solo sé que no sé nada. Quizás haya algo o alguien, o quizás no... quién sabe. Quizás realmente todo lo que vivimos sea real, o quizás todo sea mentira. ¿Quién sabe cuál es la verdad de la vida o si en realidad la propia vida es cierta? 

Lo cierto y verdad es que nacemos, vivimos y morimos sin saber realmente nada. Ni quiénes somos, ni de dónde venimos, ni a dónde vamos (Si es que vamos a algún lado, cosa que dudo). Por no saber no sabemos siquiera si estamos solos en el universo, o si hay o ha habido razas extraterrestres aquí entre nosotros, o si el hombre nunca llegó a pisar la luna realmente, como algunos conspiranóicos aseguran, o si existe vida inteligente en lo más profundo de los océanos o en los interiores de la tierra, o si el mapa geográfico del mundo es tal y como lo conocemos actualmente o realmente es como está estructurado por los cartógrafos antiguos, en los que aseguraban que había vida y territorios más allá de la Antártida. En definitiva, no sabemos nada ni somos nada; y eso ya es verdaderamente alarmante e intrigante. 

jueves, 1 de agosto de 2024

Macron y la decadencia de Francia


Hace unos días dije que iba a escribir una entrada sobre uno de los líderes políticos más siniestros, peligrosos y repugnantes que existen actualmente. Pues bien, creo que ese momento ha llegado. Hoy toca hablar del presidente de Francia, Emmanuel Macron. Un tipo enigmático y oscuro que fue hace unos quince años miembro del Partido Socialista Francés (PS) para posteriormente convertirse en ministro en el gobierno del fracasado ex presidente socialista francés, François Hollande y de ahí dar el salto al centro político para buscar la presidencia de Francia. 

En 2017 y tras un mandato donde Francia era practicamente un caos, Hollande decide no presentarse a la reelección a un segundo mandato (Desde la reforma constitucional gala de 2008, los presidentes franceses solo pueden presentarse a la reelección una sola vez en un mandato de cinco años cada uno). Es entonces cuando, de la noche a la mañana, y en virtud de que Marine Le Pen estaba al frente de todas las encuestas en intención de voto, todas las facciones, de la izquierda a la derecha, deciden que un tipo judío que había sido banquero de los Rothschild y hasta hacía pocos meses ministro de Economía, sea el candidato del sistema para frenar al "malvado y ultraderechista Frente Nacional". Ese tipo judío era Emmanuel Macron. 

Finalmente, y como todos sabemos, Macron formó en torno a su figura un partido-movimiento express teóricamente de centro que en pocos meses consiguió partir de la nada a ganarle las elecciones presidenciales a la "peligrosa" Le Pen. De esta forma, Macron se convirtió en presidente de la República francesa y a su vez en co-príncipe de Andorra (No hay que olvidar que según la Constitución andorrana, el presidente francés es simultáneamente co-príncipe de nuestro pequeño país vecino junto al Obispo de Urgel). Pues bien, desde la llegada al Palacio del Eliseo de este sujeto, Francia se ha convertido en un infierno terrenal donde la inmigración, la delincuencia, la violencia y los crímenes son el pan nuestro de cada día en nuestro país vecino. 

Una situación que ya venía de varios años atrás, concretamente desde los años de la crisis económica con Sarkozy al frente de la Jefatura del Estado francés, que posteriormente se agudizó con las reformas económicas de Hollande aún en plena crisis y que finalmente se han asentado e instaurado completamente con Macron al frente de la presidencia de la República francesa.  

Y es que tras alcanzar la presidencia de Francia en mayo de 2017 con solo 39 años (El Jefe del Estado galo más joven desde el propio Napoleón), la situación en el país vecino no ha hecho sino empeorar desde entonces: aumento polémico de la edad de jubilación hasta los 64 años, reformas laborales impopulares, recortes del gasto social, leyes de inmigración controvertidas, etc. Pero no fue hasta 2018 cuando, debido a un cúmulo de factores, estalló lo que se conoció como "el movimiento de los chalecos amarillos". Un movimiento social donde hasta tres millones de franceses participaron en una serie de protestas que bloquearon toda Francia, incluido París. 

Un movimiento que yo personalmente llegué a creer que era una versión 2.0 de lo que todos conocemos históricamente como "el mayo del 68". Y es que aquél 2018 se cumplían cincuenta años de aquellos acontecimientos de movilizaciones progres, hippies e izquierdistas que acabaron con la presidencia de Charles de Gaulle un año después (De hecho escribí una entrada hablando sobre ello en marzo de 2018), y todo parecía indicar que los acontecimientos se estaban repitiendo al pie de la letra y que iban a desembocar en la caída del gobierno de Macron, el cual llevaba solo un año en el poder. Finalmente, y tras casi una quincena de muertos, las masivas y violentas protestas se fueron reduciendo poco a poco, y Macron, a diferencia de Luis XVI y María Antonieta, salvó su cabeza. 

Después vino el incendio "accidental" de Notre Dame, la pandemia, el descontrol cada vez más desmedido de la inmigración (Factor este que ya venía de muy atrás), las continuas movilizaciones por uno u otro motivo, la violencia callejera, la inseguridad ciudadana, y tras todo esto las elecciones presidenciales de 2022, donde Macron se postuló nuevamente para la reelección. Obviamente el ex empleado de los Rothschild había cumplido su cometido de arrasar socialmente, culturalmente y moralmente Francia y coronarse como el nuevo líder de facto de Europa tras la salida del poder en Alemania de Angela Merkel. 

Finalmente, y de nuevo con el apoyo de todo el establishment, ganó de nuevo las elecciones ante una Marine Le Pen que cada vez asumía de forma más gustosa (Y sigue asumiendo) un discurso más prosistema con el fin de que las élites políticas y financieras no viesen en ella un peligro verdadero. Y es que si algo se puede caracterizar a Le Pen (Tanto a su padre como a su hija, pero sobre todo a ella) es que estamos ante un caso flagrante de disidencia controlada, por mucho que los medios y los políticos arremetan contra el Frente Nacional de forma constante. De hecho la promoción del Frente Nacional con Le Pen padre fue decisión del entonces presidente Mitterrand, con el objetivo de dividir el voto de la derecha francesa entre Jean-Marie Le Pen y el futuro presidente francés, Jacques Chirac. ¿No les resulta familiar todo esto?

Pero volviendo a nuestro protagonista, su segundo mandato se ha caracterizado por la subida de la edad de jubilación, como ya he dicho anteriormente, y por el enfrentamiento directo entre extranjeros y franceses ante la presencia cada vez más mayoritaria de los inmigrantes en Francia y el aumento de la violencia por parte de éstos. La guerra cultural y racial en el país galo es pues un hecho del cual Macron ha sido uno de sus principales artífices, sin desmerecer obviamente las grandes aportaciones de sus predecesores en el cargo con respecto a esta causa. 

Por su parte, la batalla campal que se produjo el año pasado en Francia con motivo de la subida de la edad de jubilación hacía temer otro estallido social equiparable al de los chalecos amarillos, y de hecho la situación se convirtió en un absoluto caos en el país vecino. Sin embargo, Macron no retiró la Ley y acabó aprobándola, a pesar del rechazo absoluto del pueblo francés a la misma. Una prueba chulesca y déspota de que él, al igual que nuestro querido Pedro aquí, es quien lleva los pantalones en su país. 

Y a todo esto llegamos a este año, al 2024, donde tras ganar el Frente Nacional de Le Pen las elecciones europeas de hace un par de meses, Macron, en una jugada maestra, anunció aquella misma noche la disolución de la Asamblea Nacional (El Parlamento francés) y la convocatoria de elecciones legislativas en el país vecino (Conviene recordar que las elecciones legislativas en Francia son para elegir al Parlamento, mientras que las presidenciales son para elegir al presidente de la República). 

Es entonces cuando de nuevo, todo el establishment con Macron al frente se puso de acuerdo para frenar una vez más a la antisistema-prosistema Marine Le Pen, esta vez no solo aludiendo al voto del miedo, sino aglutinando en un solo movimiento llamado Nuevo Frente Popular a toda la morralla existente, desde la extrema izquierda hasta la derecha. Todo valía con tal de parar otra vez a una Le Pen que, como ya he dicho antes, cada vez se sentía más cómoda dentro de su papel como líder de un partido cuyo objetivo es el de reformar el sistema y no derogarlo. 

Como todos sabemos ya, finalmente esas elecciones (Las de la segunda vuelta), las acabó ganando el engendro político del Nuevo Frente Popular, con el líder comunista Jean-Luc Mélenchon. Curiosamente, el partido de Macron se mantuvo ajeno a ese movimiento, pero casualmente en la segunda vuelta acabó como segunda fuerza política, por delante incluso de Le Pen. Algo bastante sospechoso si tenemos en cuenta que en la primera vuelta (En Francia el sistema de elección está compuesto en dos vueltas) Macron quedó por detrás de la propia Le Pen y del Frente Popular. 

Esto me lleva a dos hipótesis: o los ex jefes de Macron han movido los hilos y el recuento de votos para que su ex empleado y actual títere en el gobierno galo no saliese tan mal parado, o los franceses directamente son unos masoquistas que disfrutan mientras su sociedad cae vertiginosamente en la decadencia más absoluta, como pudimos apreciar perfectamente el pasado viernes en la inauguración de los Juegos Olímpicos franceses. Yo personalmente creo que es una combinación de ambas hipótesis.

Y tras las elecciones legislativas de julio, el panorama político en Francia no puede ser más desolador (No hablemos ya del social, que practicamente es una aberración). La extrema izquierda, con Mélechon a la cabeza, exige su derecho a gobernar tras haber ganado las elecciones mientras Macron los rechaza después de haber hecho pinza con ellos en la campaña electoral con el fin de acabar con Le Pen. Por cierto, una Marine Le Pen que ya está pasada de moda y que bien podría dar paso a un nuevo y joven liderazgo dentro de su partido, después de casi dos décadas al frente del mismo y una derrota tras otra en las sucesivas elecciones que se celebran.

Ahora, con un gobierno en funciones y a la espera de que Macron designe a su próximo primer ministro (La Constitución francesa otorga una amplia gama de poderes al presidente, entre ellos el de elegir personalmente al primer ministro), la situación posterior a las elecciones de julio indican que el panorama político en Francia solo va a ir a peor, con independencia de quién sea el próximo primer ministro. Un primer ministro que seguramente durará menos que un caramelo en la puerta de un colegio y que presagia a su vez que los tres años que le quedan a Macron en el Eliseo de aquí a 2027 van a ser un calvario para el chico de los recados de los Rothschild.

Aunque eso al presidente francés le da exactamente igual. Macron, al igual que nuestro querido Pedro, es un psicópata de manual, cuyas vidas no tienen para ellos sentido alguno si están alejados del poder. Ya dejó claro el propio presidente francés durante la campaña electoral que bajo ningún concepto dimitiría incluso si Le Pen ganaba las elecciones legislativas de julio, lo cual demuestra el nivel de ambición y sed de poder que posee este peligroso sujeto. 

Un sujeto sionista, además de perteneciente a la masonería, que ha sido y es el principal responsable junto a otros de la decadencia, la radicalización, la violencia, la inseguridad, la pérdida de las señas de identidad y de los valores culturales, la implantación del wokismo y el fomento de la inmigración tanto en Francia como en el resto de Europa, ya que como he dicho anteriormente, Macron se ha convertido también en el líder de facto de nuestro continente. 

Un líder que está dispuesto a plantarle cara al propio Putin e incrementar la intervención militar de Francia y del resto de Europa en la guerra de Ucrania y a favor del corrupto Zelenski. Una prueba más de a quiénes sirve este ser maquiavélico y qué intereses defiende realmente. Un personaje perverso que nunca habría llegado a ser presidente de Francia si no fuese por el apoyo político, pero sobre todo financiero, que recibió en su momento del lobby judío del que forma parte (Conviene recordar que es judío por parte paterna), además de haber sido y ser a día de hoy también un fiel empleado y sirviente de los intereses del sionismo, como ya he comentado antes. 

En definitiva, no tenía pensado escribir acerca de este vomitivo personaje. De hecho, y aunque en algún momento en julio pensé en escribir sobre el resultado de las elecciones legislativas, finalmente no llegué a hacerlo. Básicamente porque la actualidad francesa y el personaje de Macrón no me llaman en absoluto la atención; pero tras ver lo ocurrido el pasado día 26 en la inauguración de los Juegos Olímpicos (Unos juegos que no conviene olvidar que se están celebrando en medio del más alto nivel de seguridad por amenaza terrorista) con la consiguiente apología del satanismo y de la ideología woke en dicho acto, creo que era por mi parte una obligación moral el dedicarle una entrada a la decadente situación actual que vive Francia y sobre todo a ese ser miserable e infernal que preside dicha nación, cuyo legado, a pesar de que aún le queden tres años para abandonar el Eliseo, es ya el de una Francia profundamente insegura y violenta, invadida y dominada por la inmigración, y despojada completamente de sus raíces. De modo que enhorabuena, banquero. Has cumplido con creces los objetivos que en su momento te marcaron tus jefes y tu verdadero pueblo.