Han pasado algo más de 24 horas desde que en Washington se produjese uno de los acontecimientos más impensables de toda su historia. Me refiero, por supuesto al asalto de los partidarios de Trump al Capitolio de los Estados Unidos de América. Un acontecimiento que podemos definirlo entre histórico, insólito, humillante y patético. Como si de su propio 23-F se tratase, Estados Unidos ha contemplado atónito cómo cientos de sujetos, incluyendo en ellos a varios frikis disfrazados de carnaval, asaltaban la sede del poder legislativo estadounidense. Un asalto que se produjo después de que el todavía presidente, Donald Trump, volviese a reafirmarse en su idea del "Robo electoral" ante una multitud de seguidores frente a la Casa Blanca. Acontecimiento este que ha sido aprovechado por algunos para culpar a Trump de lo que algunos llaman "Un intento de golpe de estado", el cual ha dejado cinco muertos y ha ahondado más en una crisis constitucional sin precedentes en la historia de América.
Para empezar debo añadir que lo vivido ayer ha sido algo histórico, es cierto. Nunca en 200 años de historia la ciudadanía americana había realizado un acto tan atrevido como el que vimos ayer en directo desde todas partes del mundo, y que deja a los EEUU en una posición cercana a la de una república bananera. Por otro lado ha sido un acontecimiento patético, ya que lo que ayer vimos fue, entre otras cosas, la toma del poder legislativo americano en manos de una manada de frikis salidos de una fiesta de disfraces. Algo impropio de la que se supone que es la primera potencia mundial. Pues bien, entre una cosa y otra hemos llegado a ver hasta dónde han sido capaces de llegar las dos partes que jugaban en este tablero desde el 3 de noviembre pasado. Por un lado se ha visto la postura estúpida e impresentable de Donald Trump, el cual será considerado no ya como el primer presidente en mantener una América en paz durante su mandato, sino de ser el impulsor de un golpe de estado que ha costado la vida a cinco personas. Eso por un lado. Por el otro tenemos a Biden y los demócratas, los cuales han aprovechado estas circunstancias para erigirse en representantes de la democracia y la libertad frente al totalitarismo y la tiranía que según ellos representa Trump.
Un Trump al que todavía no se sabe cuáles van a ser sus intenciones de aquí al próximo 20 de enero, fecha en la que previsiblemente tome posesión como nuevo presidente Joe Biden. Por un lado el todavía presidente ha dejado entrever que reconoce su derrota en las elecciones del 3 de noviembre y que dará paso a un pacífico traspaso de poderes. Pero aún así todavía se desconoce lo que pueda hacer el presidente estadounidense de aquí a dos semanas. Dos semanas en las que puede ocurrir de todo: Los demócratas han emplazado a Mike Pence, vicepresidente de los Estados Unidos, a llevar a cabo la enmienda 25 de la constitución americana, la cual permitiría que tras determinar el gobierno americano a Trump como incapaz para seguir gobernando, éste lo destituiría de inmediato para nombrar de forma provisional al propio Pence como presidente hasta el día 20 de enero. Por otro lado se habla de la posibilidad de poner en marcha otro impeachment que logre esta vez sacar a Trump a poco más de diez días para que termine su mandato.
Escenarios todos estos surrealistas que se suman a la gravedad de lo ocurrido ayer. Un acontecimiento al que muchas voces han puesto como verdaderos promovedores a Biden y al partido demócrata, con el objetivo de provocar una falsa toma del poder legislativa por parte de los trumpistas y de esta forma deslegitimar la presidencia de éste y obligándole a rendirse de una vez por todas. Si la idea era esa debo decir que ha salido a la perfección, ya que las imágenes de la Cámara de Representantes estadounidense ocupada por los manifestantes han dado la vuelta al mundo. Este ha sido en parte el final que el propio Trump se ha buscado tras tensar la cuerda durante dos meses, sabiendo ya que tenía todas las de perder. El presidente saliente sabe que se está enfrentando no ya a un vejestorio acusado de pedofilia como es Joe Biden, ni a la verdadera y futura presidenta, la radical progre Kamala Harris. Trump se ha enfrentado ni más ni menos que a toda la élite mundial, la cual sigue imparable en su proceso de implantar definitivamente el Nuevo Orden Mundial. Una élite que siempre receló de Trump y que ahora le ha dado la estocada final con este asalto a la democracia estadounidense que pone fin a su presidencia. Una presidencia que podía haber sido perfecta si Trump hubiese reconocido la derrota en noviembre y abrir paso para el traspaso de poderes.
Creo que está bastante claro que Biden y Harris son dos radicales, los cuales van a implantar la agenda que algunos tienen ya más que diseñada y preparada. Pero con independencia de eso han sido dos radicales que, ya sea de forma legal o ilegal (Yo me inclino más por la forma ilegal) han ganado las elecciones estadounidenses, y eso es lo que importa en todo este panorama. Trump, ciego también por su ambición de poder, ha tensado la cuerda sin saber las consecuencias que podría tener su comportamiento en todo esto. Ahora ya tiene el resultado: Una presidencia echada a perder, un intento de golpe de estado bajo su presidencia, el cual ha costado la vida de varias personas. No se puede jugar contra el establishment, y eso debería saberlo alguien como Donald Trump, el cual forma parte de esa misma élite que reniega de él y éste de ella. El único que ha salido perdiendo en todo este despropósito ha sido él, ya que después de disolver la policía a los asaltantes, el senado ha vuelto a reunirse y ha proclamado oficialmente a Biden como el nuevo presidente electo.
Un Senado que ha votado a favor de Biden y que algunos consideran como principal responsable de este hecho al todavía vicepresidente Pence, el cual se ha desvinculado completamente de Trump tras lo ocurrido ayer y ha proclamado a Biden como vencedor, a pesar de los intentos de Trump para que Pence bloquease la votación y posterior proclamación. A partir de ahora solo queda esperar para ver cuál es el desenlace de todo esto, ya que la situación puede empeorar aún más si cabe en los próximos días si Trump vuelve a negarse en dejar la Casa Blanca, o los demócratas intentan cesarlo antes del 20 de enero. Un Trump con el que personalmente me he decepcionado profundamente en estos dos meses, no ya por su terca actitud a la hora de reconocer unos resultados de dudosa legalidad, sino en cómo ha traicionado los intereses de España al reconocer a Marruecos como el único país soberano sobre el Sahara Occidental, así como el hecho de trasladar la base de Rota a Marruecos y vender arsenal militar a Mohamed VI, dejando a España a merced de los moros en unos momentos en los que éstos están aprovechándose de la grave situación que vive España para exigir las ciudades de Ceuta y Melilla, así como las Islas Canarias. Una situación que pone en peligro a España y en la que Trump ha colaborado muy activamente, traicionando con ello a España y a los españoles. De esta forma el presidente de Estados Unidos ha demostrado su falta de escrúpulos y su cinismo, unido al papel que ha jugado en los hechos históricos acaecidos ayer. Pero no nos llevemos las manos a la cabeza. Biden y Harris gobernarán dentro de dos semanas EEUU, llevándola a un imparable conflicto civil que ya ha comenzado y que podría poner punto y final a Estados Unidos como principal potencia mundial en favor de China. Unos Estados Unidos cada vez más divididos y que con la llegada de estos dos miserables que ahora son vitoreados como la personificación de la democracia terminarán por hacer menos malo a Trump, lo que ahora se ve como algo imposible a tenor de los graves e históricos hechos acaecidos ayer.
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