Hace ya más de doce años vi una película relacionada con la vida del ex-primer ministro británico, Winston Churchill titulada "Amenaza de Tormenta". Este título se podría aplicar perfectamente al que desde hoy es el nuevo primer ministro de Gran Bretaña e Irlanda del Norte; Boris Johnson, ex-alcalde de Londres y ex-ministro de Asuntos Exteriores en el gobierno de la hasta hoy fracasada primera ministra Theresa May. Antes que nada debo añadir que me alegro enormemente por la llegada al 10 de Downing Street de Johnson, un tipo bastante peculiar, el cual estoy seguro que no dejará indiferente a nadie durante su etapa como jefe del gobierno británico, independientemente del tiempo que éste dure en su nuevo cargo. Me alegro profundamente por la llegada de Johnson al gobierno británico porque lo consideraba la mejor opción posible para que Reino Unido viese cumplido por fin su sueño de acabar con esta agonía que dura ya tres interminables años y que durante este periodo la hasta hoy primera ministra May no ha sabido ni querido dar una solución contundente al problema más grave que se ha enfrentado la isla británica desde hace un siglo; su salida de la Unión Europea.
Pero antes de hablar de lo que se le avecina a Johnson debo hacer hincapié en algo que considero un error mayúsculo y que supone un grave precedente a la hora de elegir a un jefe del gobierno de un país todavía europeo como es el Reino Unido. Para empezar debo añadir que la forma en la que se ha elegido al nuevo primer ministro ha sido todo un proceso propio de un sistema unipartidista que de una democracia liberal y representativa como es la inglesa. ¿Por qué digo esto? Por la sencilla razón de que cuando un primer ministro (En este caso Theresa May) fracasa en su gestión como gobernante, lo más razonable es que éste anuncie la convocatoria inmediata de elecciones generales en su nación para que todos, y reitero el término todos, los ciudadanos acudan a votar para elegir a su próximo primer ministro. ¿Qué hizo May a finales del pasado mes de mayo? Anunciar que para el 7 de junio anunciaría su dimisión, la cual se produciría a finales del mes de julio, cuando los militantes del partido conservador británico eligiesen al nuevo líder del partido y con ello al próximo primer ministro del país. Todo un sinsentido, ya que con el proceso llevado a cabo por May para elegir a su sucesor se ha creado un precedente en el cual un país europeo podrá elegir a su primer ministro sólo con los votos de los militantes del partido que en ese instante ocupe el gobierno de la nación. Reino Unido ha vivido pues ayer mismo unas elecciones semigenerales en las cuales solo los militantes del partido conservador británico han elegido a su líder y por consiguiente al nuevo jefe del gobierno, lo cual es más propio de un sistema de elección para países como Cuba, Corea del Norte, Venezuela, etc, que de un país europeo. Insisto, peligroso precedente se crea con esto, ya que ante una crisis de gobierno deben ser todos los ciudadanos de una nación los que decidan mediante su voto qué persona y qué partido debe gobernar para los próximos cuatro años, aunque en el caso de Reino Unido son cinco. Aunque ahora las encuestas señalan a la vuelta de los laboristas a Downing Street, estoy convencido que de haber convocado May a las urnas en todo el país a través de unas elecciones generales, la victoria de Johnson podría haberse producido con bastante probabilidad, lo cual le hubiera otorgado una legitimidad completa de la que ahora carece al no haber sido elegido por todos los ciudadanos británicos sino solo por una parte de ellos. Aun así insisto en que me alegro por su victoria, ya que es el único candidato y me atrevería a decir que político que verdaderamente merece la pena en Reino Unido.
Añadir también que aunque esta ha sido la primera vez que la elección de un primer ministro se ha producido de este modo, no es la primera vez que un jefe del gobierno británico llega a Downing Street sin pasar por las urnas. De hecho, si nos fijamos, en los últimos sesenta años han sido más el número de primeros ministros de la reina Isabel II que han alcanzado su cargo sin pasar por las urnas que pasando por ellas, algo bastante irónico si tenemos en cuenta que hablamos de Reino Unido, cuna de la democracia europea contemporánea. En abril de 1955 tras la dimisión de Winston Churchill como consecuencia de su avanzada edad, su delfín político durante años y marido de su sobrina, Anthony Eden, se convierte en el nuevo jefe del gobierno inglés tras su designación por el partido conservador. En el mandato de Eden se cruzaría el factor decisivo que pondría fin a sus dos años al frente de la isla británica; la guerra del canal de Suez. La victoria de Egipto en esta guerra supuso que Eden, presionado por su partido, se viese obligado a dimitir en enero de 1957. Tras la caída de Eden se produce la llegada de uno de sus principales impulsores: Harold Macmillan, el cual ocuparía durante seis años la jefatura del gobierno en Downing Street hasta que en octubre de 1963 le comunica a la reina su decisión de dimitir por motivos de salud y por el cansancio acumulado tras años al frente del gobierno. Con la dimisión de Macmillan, éste le aconseja a la reina Isabel II la propuesta de invitar al miembro de la Cámara de los Lores, Alec Douglas-Home como nuevo primer ministro. Un consejo que la reina aceptó de Macmillan aunque éste no estaba legitimado para persuadir a la reina sobre quién debía ser su sucesor. Douglas-Home estuvo solo un año en el cargo. El tiempo suficiente para convocar unas elecciones generales que darían paso a la llegada, esta vez sí por las urnas, del laborista Harold Wilson. Durante los trece años de gobiernos conservadores (1951-1964), sólo Churchill accedió a Downing Street a través de las urnas, mientras que sus tres sucesores alcanzaron el gobierno a través de designaciones del partido o del líder de éste.
Tras el periodo conservador llegó el tiempo de los laboristas, el cual solo se vio interrumpido de 1970 a 1974 con el regreso a través de las elecciones generales de 1970 del conservador Edward Heath. Finalmente con las elecciones generales de 1974 se produce la vuelta de Wilson a Downing Street, una vuelta que duraría solo dos años, ya que en 1976 Harold Wilson anuncia su dimisión como premier británico a la edad de 60 años, aquejado por un principio de alzeimher. Con su dimisión, el partido laborista designa como sucesor de Wilson a James Callaghan, el cual ejercería durante tres años la dirección del país hasta que en 1979 pierde una moción de censura contra él, viéndose obligado a convocar para mayo de 1979 las elecciones generales que darían la victoria holgada a la conocida por todos como "La Dama de Hierro": Margaret Thatcher. Ya en 1990 y tras once años en el cargo, Thatcher se ve obligada a dimitir tras la presión y la rebelión a la que se ve sometida por la dirección del partido conservador para que abandone la jefatura del gobierno y del partido. Es entonces con su dimisión cuando Thatcher apoya como su sucesor al hasta entonces ministro de Hacienda, John Major, el cual se convertiría en premier británico durante la mayor parte de la década de los 90. En 1997 tras casi siete años de graves escándalos en el gobierno de Major y dieciocho en total de los conservadores en Downing Street se produce la llegada del laborista Tony Blair como primer ministro tras arrasar en las elecciones generales de mayo de ese mismo año. Ya en 2007 y tras diez años de gobierno, Tony Blair, al igual que Thatcher en su día, se ve obligado a dimitir ante la rebelión producida en el seno de los laboristas con el fin de provocar la caída de un Blair que se descomponía por momentos ante la situación vivida en Reino Unido como consecuencia de la guerra de Irak. Blair se ve obligado a dimitir en junio de 2007, apoyando como su sucesor al que durante diez años fue su ministro de Hacienda y principal enemigo político, Gordon Brown. La llegada de Brown estaría marcada por una serie de escándalos y traiciones dentro del partido laborista durante sus tres años como primer ministro. Finalmente en mayo de 2010 y pese a su resistencia por continuar a pesar de haber perdido las elecciones generales, Brown se ve obligado a dimitir en favor de David Cameron, el líder de los conservadores que días atrás había ganado las elecciones generales. En 2016 y tras seis años de gobierno de Cameron se produce la votación que daría un vuelco a la historia de Inglaterra: Los británicos deciden apostar por la salida de su nación de la Unión Europea, lo cual tiene como consecuencia inmediata la dimisión de Cameron como premier británico en julio de ese año. Con esto se abre un proceso de elección interna entre los miembros del partido conservador para elegir al sucesor de Cameron tanto al frente del gobierno como del partido. Una elección que a diferencia de lo ocurrido en el día de ayer, no culminaría con la votación de los militantes del partido conservador, ya que una de las dos candidatas a suceder a David Cameron, Andrea Leadsom, anuncia su retirada en favor de la otra candidata, Theresa May, convirtiéndose automáticamente ésta en líder de los conservadores y en nueva primera ministra británica. Tres años después, el fracaso de May a la hora de gestionar la salida del Brexit provoca que cuan niña pequeña anuncie entre llantos su dimisión al no poder hacer frente a la enésima revuelta que los conservadores británicos habían llevado a cabo para poner fin a sus desastrosos tres años al frente del Reino Unido. Con este panorama, hemos llegado hasta el día de hoy en el que tras la dimisión de May, se ha producido la elección interna que ha dado la victoria a Johnson frente al ministro de Asuntos Exteriores de May, Jeremy Hunt, el cual representaba el continuismo absoluto de la fracasada gestión de May al defender una prórroga para el Brexit.
Ante este escenario, Johnson ha ganado las elecciones internas del partido conservador el mismo día en el que se ha cumplido tres años y un mes de la votación del pueblo británico en favor del Brexit. Un Johnson que ya ha anunciado que para el 31 de octubre de este mismo año se producirá sí o sí la salida de Reino Unido de la Unión Europea, con independencia de que haya o no acuerdo con las instituciones de Bruselas. Ante esta situación que se antoja complicadísima para Johnson, el nuevo premier británico ya anunció hace unos días que está dispuesto a llevar a cabo una suspensión del parlamento británico para que éste no apruebe ninguna enmienda que lleve emparejada la extensión del Brexit, algo que se antoja a día de hoy difícil de llevar a cabo, ya que desde Westminster han aprobado hace solo unos días una enmienda en la que se prohíbe que el gobierno británico suspenda las sesiones en el parlamento. A partir de ahora Johnson solo podrá llevar a cabo el cierro del parlamento si cuenta con la autorización de la reina Isabel II, lo cual conlleva a implicar a la corona británica en la que podría ser la crisis constitucional más seria de la historia de Gran Bretaña de los últimos siglos. Cabe recordar que de autorizarlo, la propia Isabel II estaría emulando la acción que ejercieron predecesores suyos como Carlos I allá por 1640, el cual acabó siendo enjuiciado y ejecutado por Cromwell tras ganarle éste la guerra civil inglesa al monarca británico. Por lo que mucho cuidado con la decisión que pueda tomar a partir de ahora Isabel II, ya que aunque esto no provoque su destronamiento, sí podría llevar emparejado en cambio un progresivo declive de la monarquía inglesa si después de 400 años un monarca británico vuelve a cerrar el parlamento inglés.
Pero este no es solo el problema al que se enfrenta la reina Isabel II, ya que según parece existe un movimiento contrario a Johnson dentro del partido conservador y en el partido laborista que están promoviendo que sea la propia monarca la que desautorice el plan de Johnson y sea ella quien acuda personalmente a las reuniones de Jefes de Estado con el resto de mandatarios europeos en Bruselas para negociar el acuerdo definitivo sobre el Brexit, lo cual supone poner en primera línea de acción a la reina de Inglaterra, la cual podría verse obligada a romper su neutralidad, implicarse a fondo en la política británica y a llevar a cabo la gestión más trascendental de su reinado tras casi setenta años al frente de la jefatura del estado británica.
Aun así creo que este escenario no se va a producir, ya que estamos hablando ni más ni menos que de la corona británica. Si alguien decide implicar a Isabel II en este proceso estaría provocando con ello el inicio de una crisis política aun mayor en Reino Unido, la cual podría tener como consecuencia la desaparición de la monarquía británica en unos años. Algo que a cualquier persona le resulta inimaginable, teniendo en cuenta la importancia y trascendencia histórica que para los británicos tiene la familia real inglesa. Además, no creo que a sus casi 100 años de vida la reina Isabel quiera meterse en estas aventuras tras haber vivido todo tipo de crisis políticas, económicas y sociales en su país desde la neutralidad y al margen de todo y de todos.
Volviendo a Johnson, creo que por desgracia su gobierno será más bien breve, ya que desde el partido laborista, el líder de la oposición, Jeremy Corbyn ha anunciado que de hacerse efectivo el Brexit duro que Johnson está dispuesto a llevar a cabo, su partido estaría dispuesto a presentar junto con miembros del partido conservador contrarios a Johnson una moción de censura contra éste que de salir adelante tendría como resultado la convocatoria inmediata de unas elecciones generales para finales de este año o principios de 2020, lo cual implica la posibilidad de que los laboristas regresen al poder tras casi una década en la oposición. De hecho, el propio Corbyn ya ha anunciado que de ser elegido primer ministro llevará a cabo un segundo referéndum en el que se pregunte nuevamente a los británicos sobre si salir o no de la UE.
Personalmente creo que este es el escenario más probable, ya que como he indicado en otras entradas el proceso del Brexit no es más que una farsa montada por el sistema político británico, el cual jamás creyó que fuese a llegar tan lejos la cuestión de la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Lo más probable es que Johnson intente llevar a cabo el Brexit para el 31 de octubre, pero antes de que esto se produzca Corbyn presentará la moción de censura que desaloje a Johnson de Downing Street para llevarlo a él en volandas como el "Salvador del pueblo británico que evitó la hecatombe". Estoy seguro de que Corbyn convocará un segundo referéndum, el cual según todas las encuestas es partidario de mantenerse ahora en la UE. Con la celebración del referéndum y la victoria del NO, la mayor crisis política de la historia del Reino Unido en los últimos siglos se verá resulta como por arte de magia. Y todo gracias a una clase política que no ha dejado de burlarse de sus conciudadanos durante estos años. Una clase política que jamás tuve en mente el hecho de abandonar la UE, ni siquiera de comenzar a negociar con la Comisión Europea y el Consejo Europeo las condiciones para la salida del Reino Unido de las instituciones europeas. El ejemplo más claro lo encontramos en la gestión de May durante estos años. May jamás debió ser primera ministra, ya que nunca tuvo en mente sacar al Reino Unido de la UE. Tras la dimisión de Cameron, el cual por cierto no sabía que era primo lejano de Johnson, el hoy nombrado primer ministro debió dar el paso en 2016 y suceder al premier británico que convocó el referéndum en 2016 creyendo que estaba ante un paseíllo de teatro del que pronto se pasaría página. Johnson debió ser quien liderara el escenario posterior al referéndum en 2016 y ser él quien debió liderar las conversaciones frente a Bruselas. Ahora ya es demasiado tarde. Tras la gestión de May, Johnson se ha encontrado ahora un escenario en el cual está atado de pies y manos con independencia de la decisión que tome. El Brexit ha desgastado de forma brutal a los conservadores británicos, hasta el punto de haber tenido en tres años a tres primeros ministros diferentes. Ahora, tras el desgaste sufrido, Johnson será por desgracia el encargado de poner fin a una década de los tories en el poder y a darle paso a los que se encargarán de hundir definitivamente la nación británica; Los laboristas con Corbyn en el poder.
Aun así y al margen del Brexit, durante el tiempo en el que Johnson esté en el poder tendrá que hacer frente también a otra cuestión no menos trascendental: El proceso de independencia de Escocia, el cual ha vuelto a resurgir con el Brexit y que amenaza con provocar otro referéndum en el que esta vez sí, otorgue la independencia de Escocia con respecto al Reino Unido. Y a no perder de vista la situación en Irlanda del Norte, la cual ha vuelto a resurgir por las negociaciones entre el gobierno británico y la Unión Europea a la hora de abordar la cuestión fronteriza entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda. Cuestiones bastante serias las que tiene que hacer frente desde hoy Boris Johnson desde Downing Street. Un Johnson al que ya señalan como un radical peligroso que está dispuesto a hundir al Reino Unido con tal de hacer efectivo el Brexit. Yo no lo veo así. Johnson es un tipo que personalmente me cae muy bien y al que le deseo mucha suerte ante la gigantesca tarea que tiene por delante. Al igual que Trump, al que por cierto se le une un gran parecido físico, Johnson ha sido acusado de querer llevar a su país al abismo por el mero hecho de querer liberar a su nación del yugo oligárquico de Bruselas y Merkel, lo cual le ha valido las críticas tanto por parte de los suyos como por parte de sus adversarios. Johnson está pues solo ante este escenario que hoy se ha abierto ante él a la vez que se le abrían las puertas de Downing Street. Mucha suerte, Boris, porque la vas a necesitar.
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