martes, 26 de marzo de 2019

Adolfo Suárez Illana; ¿Presidente del gobierno?

Qué sorprendente es la vida en todos los aspectos. Si a primeros de este mes hablaba de Adolfo Suárez y de las virtudes que rodeaban al ex presidente del gobierno, hoy debo hablar de su hijo mayor, Adolfo Suárez Illana. Hace unas horas, el presidente del PP, Pablo Casado, ha propuesto como número 2 al Congreso de los Diputados por Madrid al hijo del ex presidente del gobierno. Con esta decisión, otro Suárez vuelve a las cortes generales casi 30 años después de la renuncia de su padre como diputado y líder del CDS tras el fracaso en las elecciones municipales y autonómicas de 1991.

Personalmente debo decir que esta noticia me ha sorprendido pero no por el hecho de que Suárez Illana dé el salto a la política nacional (Ya fue candidato a presidente de Castilla la Mancha por el PP en 2003), sino por el puesto que va a ocupar dentro de las filas populares en la próxima legislatura. Vayamos por partes. En lo que respecta al resultado electoral creo que todos somos conscientes de que el PP se va a llevar el batacazo del siglo. Por mucho que nos joda y nos repulse, Pedro Sánchez va a ganar las elecciones generales del 28 de abril y volverá a gobernar o bien con el apoyo de Podemos, los independentistas y los etarras, o bien con los veletas de Ciudadanos. Este es el escenario más previsible tras el 28-A. Pero como bien sabemos, en política no se puede dar por hecho nada (Aunque yo creo que la continuidad de Sánchez sí se puede dar por hecho), por ello quiero plantear la siguiente teoría que se me ha venido a la mente tras conocer la decisión de Casado como número 2 por Madrid. 

Creo que todos somos conscientes de que Pablo Casado está más verde que una película porno. Eso es una obviedad. Hasta Aznar está saliendo al paso para guiarle en esta campaña que le ha pillado completamente desprevenido al actual presidente de los populares. Todos sabemos que Casado se va a llevar un resultado malo no, malísimo dentro de cuatro semanas. A partir de entonces se escucharán voces que advertirán que lo mejor para el Partido Popular es que el actual líder de la oposición dimita de su cargo y de paso a otro dentro de la formación conservadora. Aquí es donde entra mi teoría. 

No sabemos a ciencia cierta qué va a pasar el 28-A, pero los escenarios post electorales pueden ser diversos según los resultados que salgan de estas elecciones. Supongamos por un momento que el PP obtiene un resultado que le permite salvar los muebles, e incluso formar gobierno si se lo plantea de una forma responsable y prudente. Ante unos posibles pactos previos a una sesión de investidura, no veo yo a Pablo Casado pactando con Albert Rivera por un lado y con Santiago Abascal por el otro. El escenario de Andalucía es altamente improbable que se repita a nivel nacional. Pero, ¿Qué ocurriría si el candidato a la presidencia del gobierno por parte del PP no fuese Casado sino el propio Suárez?. El escenario cambia por completo, ¿Verdad? No es lo mismo pactar con un novato Casado, el cual tiene a la mitad de su partido (En este caso a los Marianistas) en su contra, que pactar con un tipo libre de ataduras políticas como es el propio Suárez. 

Ante un escenario de este calibre, ¿Quién se resistiría a no pactar con el hijo del presidente Suárez? Hay que añadir que el propio apellido Suárez tiene un tirón político e histórico bastante fuerte. Suárez Illana es un tipo que siempre se ha caracterizado, al igual que su padre, por ser un tipo de consensos y acuerdos. No sería para nada descabellado pensar que el PP, ante un escenario en el cual la falta de acuerdos entre C's y VOX sería un hecho, opte por tirar por la calle de en medio y presentar a un candidato que no necesite ir a los partidos rivales, sino que sean éstos los que acudan de forma automática a dicho candidato. Los veletas de Ciudadanos darían de forma automática su apoyo al hijo del ex presidente Suárez, mientras que quizás en VOX es donde podría haber algunas reticencias a la hora de apoyar a Suárez, aunque estoy convencido que finalmente accederían a pactar con él. 

Seamos claros. Un escenario en el cual los Suárez volviesen a la Moncloa de la mano del hijo mayor del ex presidente del gobierno sería todo un boom en términos políticos. He hablado de C's y VOX, pero es que estoy plenamente convencido de que ante un escenario así, incluso miembros del sector más constitucionalista del PSOE apoyarían (Aunque no apoyasen su investidura) la llegada a la presidencia del gobierno de Adolfo Suárez Illana antes que la continuidad de Sánchez de la mano de los independentistas, etarras y podemitas. Por otra parte, si ese escenario se produjese (Algo que no es seguro ya que esto es pura política-ficción), Suárez Illana se encontraría en un escenario en el cual se revisaría en gran medida la obra que su padre realizó en los años 70 y principios de los 80. Suárez Illana se encontraría ni más ni menos que ante un escenario de una II Transición en España. Ante determinados sectores sociales, políticos y económicos, ¿Quién mejor para capitanear esa II Transición que el hijo de quien pilotó la I? Si a esto le añadimos la figura de Felipe VI nos encontraríamos ante los dos hijos de los dos protagonistas de la Transición española, lo cual le daría un toque aun más atractivo si cabe: La Transición del Siglo XXI protagonizada desde la jefatura del estado y del gobierno español por los hijos de los protagonistas de la Transición del Siglo XX. 

Por supuesto que ante este eventual escenario, la presidencia de Suárez hijo sería en mi opinión una presidencia breve pero intensa, con un periodo de dos o tres años más o menos y con la convocatoria de elecciones generales anticipadas. La cual tendría como ejes centrales la reforma de la constitución, poniendo de acuerdo a las grandes fuerzas políticas, y la solución a la crisis catalana. Con estos desafíos resueltos, la presidencia de Suárez Illana habría finalizado y con ello habría culminado la obra de su padre, corrigiendo los fallos que su padre no pudo cuando se promulgó la constitución en 1978. Tras ello, Casado podría presentarse en unas elecciones generales para el 2021 o 2022, con unas expectativas electorales mejores que las que tiene ahora por delante. 

Cualquiera que me conozca sabe que yo siempre he sido contrario a las tesis que defienden el modelo idílico de la Transición y los beneficios que ésta ha traído para España. Siempre he defendido y defenderé que la solución adecuada para España es deshacerse del Régimen del 78 y construir un sistema republicano con unos valores conservadores y democristianos. Pero debo reconocer que un escenario de este calibre sería, además de un escenario político muy interesante y atractivo, una bomba de oxígeno para el sistema del 78, el cual se vería reeditado con la puesta en escena como protagonistas de los hijos que a su vez fueron los protagonistas de aquel proceso de cambio de régimen en España hace cuarenta años. Pero como ya he dicho, esto no es más que pura política ficción. Posiblemente Adolfo Suárez Illana no tenga ni la más remota intención de ocupar el cargo que un día desempeñó su padre, pero también es verdad que en esta España que lleva una década viviendo cambios acontecimientos históricos hasta hace poco inimaginables, puede ocurrir cualquier cosa. 

lunes, 25 de marzo de 2019

Una crisis constitucional silenciosa

Un episodio de la historia contemporánea de España que ha sido bastante infravalorado y poco analizado entre historiadores y juristas en estos 134 años (Supongo que para no perjudicar la imagen de la monarquía española) es el periodo que comprende entre noviembre de 1885 y mayo de 1886. Es decir, el periodo que abarca entre el fallecimiento del rey Alfonso XII y el nacimiento del que desde su llegada al mundo tendría trato de rey de España: Alfonso XIII. En el momento de la muerte de Alfonso XII por tuberculosis (Falleció a sólo tres días para cumplir los 28 años), la hasta entonces esposa del rey y reina consorte de España, María Cristina de Habsburgo y Lorena ("Doña Virtudes" para el pueblo español), anuncia de forma pública que se encuentra en su tercer mes de su nuevo embarazo. Antes de esto, los reyes ya habían sido padres de dos niñas; La que en ese momento era princesa de Asturias, María de las Mercedes de Borbón y Habsburgo-Lorena, y la infanta María Teresa de Borbón y Habsburgo-Lorena.

Siguiendo lo establecido en la Constitución de 1876 elaborada por Cánovas, el proceso constitucional que se debería haber producido tras el fallecimiento de Alfonso XII hubiese sido el de proclamar de forma inminente a la entonces princesa de Asturias como nueva reina titular de España a la vez que María Cristina asumiese las funciones de jefa del estado en calidad de reina-regente durante la minoría de edad de la nueva reina. Sin embargo, y para sorpresa de todos, tras el anuncio de María Cristina, el gobierno saliente de Cánovas y el nuevo gobierno de Sagasta acuerdan suspender todo proceso de proclamación de la heredera al trono, pero sí activa el mecanismo previsto en el título VIII de la por entonces Carta Magna: María Cristina asume de forma inminente las funciones de reina-regente del Reino de España sin que la nación tenga una reina titular. Este hecho se lleva a efecto con el fin de esperar al nacimiento del tercer hijo de los reyes y su proclamación o no como rey según el sexo del recién nacido.

Con esta estratagema jurídico/política, la reina María Cristina jura lealtad a la Constitución ante el gobierno el 27 de noviembre y ante el Congreso de los Diputados el 30 de diciembre de 1885, jurando lealtad al heredero de la corona, el cual no se sabía quién era en aquel entonces, si la niña huérfana de padre que se encontraba al lado de su progenitora en el momento de su juramento, o quien en aquel momento se formaba en el vientre de la nueva regente. De esta forma, España vivió una situación anómala e inconstitucional durante medio año. Una nación sin rey ni reina, pero con una regente que gobernaba en su nombre sin que existiese dicho titular, ya que ni María de las Mercedes había sido proclamada reina ni el futuro Alfonso XIII había nacido aún. De hecho, si uno consulta la Gaceta de Madrid (Predecesora del actual Boletín Oficial del Estado) encontrará que en los documentos oficiales, la reina-regente María Cristina firma sin hacer la tradicional mención que los monarcas regentes suelen efectuar en estos casos en los documentos públicos: "En nombre de...". Esta mención no aparece en ningún documento público de la Gaceta desde noviembre de 1885 hasta mes de mayo de 1886. Tras el nacimiento de Alfonso XIII, la mención "En nombre de..." sí aparece finalmente en los documentos oficiales.

Por mi parte, ante tan disparatada cuestión, formulé dicho episodio ante mi profesor de Derecho Constitucional, el cual me respondió que el procedimiento sí entraba dentro de los cauces legales, ya que María Cristina ejercía su regencia en nombre de un "Nasciturus". El problema viene si tenemos en cuenta que el término "Nasciturus" viene incluido en el Código Civil, el cual data de 1889 (Su promulgación la firmó la propia María Cristina), es decir, cuatro años después de consumarse este hecho, con lo que el procedimiento se entiende ilegal si nos ajustamos al Derecho, ya que por entonces no había ninguna norma legal que regulase este supuesto. Cabe destacar que "Curiosamente" esta situación excepcional no fue tenida en cuenta por los sectores republicanos ni carlistas de la época. De haberse producido, quizás la historia de España podría haber sido otra muy distinta de la que conocemos hoy en día. Posiblemente una guerra civil hubiese estallado de no ser por el silencio de los sectores contrarios a la permanencia de la dinastía Borbón en nuestro país. Finalmente, el 17 de mayo de 1886 nacería Alfonso XIII, el cual sería proclamado de forma inminente nuevo rey de España tras seis meses de "Trono vacante" en un sistema de gobierno monárquico.

De esta forma nacería aquél que "Provocó" de forma inconsciente y sin haber nacido aún la primera y silente crisis constitucional en la España de la Restauración. Una crisis constitucional producida por el propio rey que 37 años después provocaría (Esta vez de forma consciente, o quizás no...) una nueva crisis del sistema de la Restauración de 1876: El golpe de estado de Miguel Primo de Rivera y la suspensión de la norma suprema que Antonio Cánovas del Castillo elaboró tras la llegada de Alfonso XII: La Constitución de 1876.

sábado, 2 de marzo de 2019

Porqué voy a votar a VOX

Para la semana que viene se firmará finalmente el decreto de disolución de las cortes generales y con ello la convocatoria de elecciones generales para el próximo día 28 de abril. En todas las encuestas se está dando por hecho que el PSOE ganará los comicios, por lo que Pedro Sánchez podrá volver a gobernar con el apoyo de Podemos e independentistas y etarras, o por el contrario con el apoyo de Ciudadanos. Ya dije en la entrada de hace unos días que lo que nos jugamos los españoles en estas elecciones es ni más ni menos que España en sí. Son estas pues las elecciones generales más importantes a la que nos enfrentaremos los españoles desde las primeras celebradas el 15 de junio de 1977. Nos jugamos ni más ni menos que la supervivencia de la nación española. Una supervivencia que se verá extinguida si finalmente el resultado de las encuestas se traslada al resultado electoral.

Todos sabemos que de ganar la izquierda, España se disolverá tras el apoyo de los independentistas al gobierno de Sánchez. Un apoyo que irá acompañado a cambio de otro apoyo; el del gobierno del PSOE para celebrar un referéndum de autodeterminación en Cataluña. Por supuesto la cosa no quedará ahí, ya que si Sánchez necesita igualmente del apoyo de los vascos, éstos condicionarán su apoyo a cambio de que el PSOE apoye la reforma del estatuto de Guernica, en la que se incluye el derecho de autoderminación, así como un referéndum vinculante para la independencia del País Vasco. En definitiva, si votamos a la izquierda estaremos votando la disolución de España. La alternativa por parte de la derecha (En este caso del PP) es incierta, ya que todos sabemos cuáles han sido sus medidas hasta el año pasado con respecto a Cataluña. Por ello la supervivencia de España podemos decir que se aglomera en torno al apoyo que pueda obtener el 28-A el partido estrella en estos momentos: VOX.

Ya en abril de 2016 escribí una entrada en la que anuncié porqué iba a votar a favor de Pedro Sánchez en las elecciones del 26-J de ese año. Eran los tiempos en los que yo, un ex-votante desilusionado del PP y decepcionado con la pésima gestión de Rajoy anuncié mi voto a Sánchez al ver que por entonces el líder del PSOE había sido el único que le había echado cojones, hablando mal y claro, para intentar expulsar del poder al entonces presidente del gobierno. En aquella época, ingenuo de mí, vi que dentro de las pésimas alternativas, la de Pedro Sánchez era la única que, dentro de la mediocridad podía dar algo de aire fresco a la tensa situación que en 2016 vivía España. Finalmente se ha comprobado que aquella idea que yo tenía de Pedro Sánchez (No muy buena, pero sí aceptable) no podía ser más lejana a la realidad. Pedro Sánchez se ha confirmado finalmente que es un tipo peligroso, además de una mala persona, dispuesta a todo con tal de perpetuarse en el poder que tanto trabajo le ha costado conseguir. Su expulsión del poder es algo que requiere la máxima urgencia si queremos que nuestra nación pueda seguir, no sé si sobreviviendo, pero sí sostenerse durante algún tiempo más.

Como venía diciendo, en abril de 2016 escribí y defendí los motivos por los que había que votar a Sánchez. Esta noche lo haré defendiendo los motivos que me llevarán a votar el próximo día 28 de abril de Santiago Abascal. Todo el que me lea sabrá que soy una persona de tendencia ideológica conservadora, alejada de progresismos y de luchas de clases, así como de tendencias marxistas. Aun así en estos últimos años he votado a partidos que hoy en día jamás se me pasarían por la imaginación otorgar mi confianza. En 2014 lo hice a UPyD, de lo cual no me arrepiento. En 2015 lo hice en apoyo a Podemos (Sí, ya he dicho que eran tiempos en los cuales cualquier opción me bastaba para expulsar a Rajoy de la Moncloa) y en 2016 al PSOE de Pedro Sánchez. En todo ese tiempo siempre añoré la posibilidad de votar a un partido de marcado carácter derechista y conservador, defensor de los valores tradicionales y de nuestras señas de identidades nacionales. Reconozco que en los últimos años me plantee votar incluso a Falange Española, pero la conciencia de saber que mi voto no tendría relevancia alguna para que esta formación tan mal vista e incomprendida de forma errónea por la sociedad española llegase a obtener representación parlamentaria me hizo decantarme por otras formaciones. Formaciones que en nada me representaban ideológicamente pero que veía en ellas la posibilidad de expulsar del poder a aquel que de forma tan miserable nos había traicionado a todos los votantes que le apoyamos en noviembre de 2011.

Pues bien, llegamos al año 2019 y tras un cambio de gobierno a través de una moción de censura llegó Pedro con su cohorte, el cual tras nueve meses de desgobierno ha dejado una situación no ya crítica sino peligrosa para la sostenibilidad de la unidad territorial de la nación española y su futuro. Es en estos meses cuando surge (Ya lo había hecho con anterioridad pero no con la misma fuerza) un nuevo partido político, con el cual ya he dicho el pasado mes de noviembre que no coincido plenamente en varias cuestiones que plantean, pero que ha sido decisivo para que en el tablero político español entre por fin una formación con claras tendencias conservadoras. Ese partido es la formación que dirige Santiago Abascal, un ex diputado vasco del PP, el cual tras ver la desintegración ideológica del PP de Mariano Rajoy anunció su intención de abandonar la formación popular y crear otra que representase a los votantes conservadores y liberales, desencantados igualmente con la deriva ideológica del PP. Con ello, Abascal crea en 2014 la formación conservadora VOX junto a personajes tan relevantes en los sectores del PP vasco como eran José Antonio Ortega Lara y María San Gil. Desde 2014 hasta la fecha, VOX ha ido creciendo poco a poco, teniendo su despegue definitivo en las pasadas elecciones andaluzas del 2 de diciembre, obteniendo dicha formación 12 escaños en el parlamento andaluz. A partir de entonces comienza la batalla de VOX por alzarse con el gobierno de España. Una primera batalla que tendrá su momento decisivo en las próximas elecciones generales del 28-A.

¿Qué me lleva pues a defender y a apoyar a VOX en las elecciones del 28-A? Sencillamente la defensa que hacen de la familia, de la nación española, de nuestras raíces cristianas, de nuestra cultura, de nuestras señas de identidad, del control férreo de la inmigración, del endurecimiento de las penas, de su oposición al lobby LGTB y feminista, al aborto, así como a la sostenibilidad del senado y del sistema autonómico, además de su incesante y activa lucha contra el independentismo catalán en los últimos años desde los sectores judiciales. Defensas todas ellas de unas ideas que ningún partido político ha tenido a bien representar en los últimos años. Y es que España se encuentra desde hace 15 años, concretamente desde aquel fatídico 11-M que cambió bruscamente la historia de España, en un permanente gobierno con marcados tintes progresistas que tienen como objetivos la destrucción de nuestra sociedad tal y como la conocemos. Una destrucción que se extiende igualmente en términos políticos. Este plan de destrucción se puso en marcha en 2004 con la llegada del personaje más peligroso que ha padecido España hasta la llegada de Pedro Sánchez. Un personaje llamado José Luis Rodríguez Zapatero, el cual puso los cimientos de este régimen que algunos denominan "El Régimen del 11-M". Un régimen cuyos principios destructivos se mantuvieron tras su salida del gobierno en 2011. Con la llegada del gobierno del PP, estos principios basados en la destrucción social y política de España prosiguieron con la llegada de Rajoy a la Moncloa, manteniéndose éstos hasta su salida del poder en 2018. No hay que decir que tras la llegada de Sánchez al poder este plan destructivo no ha hecho sino recrudecerse de forma acelerada, provocando a su vez un debilitamiento generalizado de las instituciones españolas ante la peligrosa deriva que el actual gobierno está ejerciendo con aquellos que desean destruir nuestra nación. Una deriva que forma parte del plan orquestado en 2004 y que entra ahora en su fase final con el apoyo del gobierno del estado a las pretensiones de los independentistas.

Quizás por la razón de ser el partido opuesto a este plan que busca aniquilar nuestra sociedad y por otras muchas razones es por lo que Abascal y VOX resultan tan molestos para aquellos que desde hace quince años gestionan la destrucción controlada de España. Abascal es pues y ante la falta de una alternativa derechista mejor, la única opción creíble y sensata que necesita España en estos graves momentos. Por ello es necesario un apoyo masivo a esta formación, la cual es en estos momentos la única que puede plantarle cara al separatismo catalán, ya que en estas circunstancias nadie se cree que Pablo Casado llegue a aprobar un 155 duro en Cataluña ni a derogar leyes sectarias ni totalitarias como la ley de Memoria Histórica, la ley de Violencia de Género, las leyes concernientes a los lobby LGTBI, etc. Por desgracia se ha visto que el PP original murió con el 11-M, por lo que ningún partido a excepción de VOX defenderá derogar todas las leyes nacidas durante estos quince años ni a endurecer las penas como la formación de Santiago Abascal lleva defendiendo en estos últimos años. Tampoco ningún partido a excepción de VOX actuará de forma contundente contra el separatismo catalán, vasco, etc, ya que todas las demás formaciones nacionales están en deuda permanente con estos partidos nacionalistas/independentistas. Del mismo modo, ningún partido, a excepción de VOX, puede llevar a cabo una reforma radical del sistema administrativo y político en España, ya que el sistema autonómico actual es la principal fuente de corrupción y clientelismo del bipartidismo (Ahora cuatripartidismo PSOE-PP-C`s-Podemos), siendo éste el reino de taifas del denominado “Régimen del 78” desde hace cuarenta años. Asimismo, ningún partido a excepción de VOX llevará a efecto una regulación auténtica de la inmigración en España, ya que fue con el PP con quienes llegaron las primeras oleadas de inmigrantes allá por los primeros años del 2000, recrudeciéndose la situación con el gobierno del PSOE en 2004, cuando éstos recurrieron a la desproporcionada idea del "Papeles para todos". Con todo ello, sólo VOX es la opción a día de hoy capaz de reconducir a buen puerto la gravísima situación en la que nos encontramos, si es que eso es a estas alturas posible.

Finalmente cabe preguntarse; ¿Es posible un gobierno de VOX tras las elecciones generales? Personalmente y de forma rotunda creo que no. Un partido con un perfil completamente inverso a lo que representa el sistema político español no podrá formar gobierno ni aunque ganen las elecciones. La única opción por terrible que nos parezca es la de un regreso del PP al gobierno de España (Siempre que los populares consigan salvar los muebles el 28-A) con el apoyo único y exclusivo de VOX. Un gobierno formado por populares en el que la VOZ cantante (Nunca mejor dicho) la tuviese la formación de Santiago Abascal. Aun así ya digo yo desde aquí que dicho escenario jamás se va a producir. Si acaso, el PP podría gobernar con apoyos puntuales con VOX, pero saltándose posteriormente los acuerdos que éstos hayan llegado de forma previa con la formación de Santiago Abascal. Los populares desearían en cambio un gobierno junto con Ciudadanos y Albert Rivera, los cuales apoyan igualmente el plan destructivo que España viene sufriendo desde 2004, a través de la aniquilación de España vía incorporación de nuestra nación a lo que algunos llaman "Estados Unidos de Europa". En lo que a mí respecta estoy convencido de que el PP va a sufrir un nefasto resultado electoral ante la decepción social que ha ocasionado el gobierno de Rajoy, por lo que una posible formación de gobierno, no ya en solitario sino en compañía o bien de VOX o bien de C's la veo imposible ante el descalabro que Casado se va a llevar el 28-A.

Por ello, ante esta situación ¿Qué debemos hacer los españoles de bien? En mi opinión votar masivamente a VOX el próximo día 28 de abril. Aunque por desgracia mucho me temo que aunque la formación de Santiago Abascal obtenga un número importante de votos y escaños, éstos no serán suficientes ni para ganar las elecciones ni muchísimo menos para formar gobierno. Personalmente creo que los pronósticos se van a cumplir y que finalmente el PSOE ganará las elecciones, provocando la aceleración del plan nacido con el 11-M y con ello la desestructuración de España como nación. Ojalá los pronósticos se equivoquen y España vuelva a resurgir de sus cenizas tras quince años de destrucción completa de nuestra sociedad, nuestra convivencia y nuestra historia. Yo por mi parte tengo decidido a quién voy a votar y porqué voy a hacerlo. Por mi parte espero y deseo que la mayoría de los españoles de bien voten como yo voy a hacerlo a VOX el próximo día 28 de abril, sólo de esta forma los españoles podremos dar voz a aquellas personas que defienden nuestros ideales frente a aquellos miserables que desde hace años nos conducen inexorablemente al enfrentamiento social y a nuestra extinción nacional.

viernes, 1 de marzo de 2019

Adolfo Suárez; Coraje y prudencia

Hace cuestión de un año escribí una entrada acerca del ex presidente del gobierno, Adolfo Suárez. Una entrada en la que hice un repaso acerca de su mandato durante los cinco años en que fue jefe del gobierno español (1976-1981). En dicha entrada resalté desde un punto de vista negativo el mandato de Suárez y en mi forma de ver al que fue el primer presidente del gobierno de la democracia. Afirmé que en mi opinión Suárez era un veleta, el cual supo adaptarse muy bien al cambio de sistema desde el régimen franquista al sistema constitucional actual. Personalmente sigo creyendo que Suárez fue un chaquetero en términos políticos, eso es algo que mantengo, pero debo reconocer que desde hace unos días mi opinión en términos personales sobre el ex presidente Suárez han cambiado bastante, y debo decir que para bien. ¿El motivo? El hecho de haber leído por segunda vez tras cinco años el famoso libro "La gran desmemoria". Un libro escrito por la famosa periodista Pilar Urbano, el cual entra a fondo sobre el papel del rey Juan Carlos y de Adolfo Suárez en la Transición y en el 23-F.

Debo decir que será porque cuando leí por primera vez el libro lo hice de forma rápida y en un breve plazo de dos o tres días (Acabé mareado cuando terminé el libro la primera vez, ya que eran cerca de 1.000 páginas) y por ello no recordaba muy bien el contenido de todo lo que se narraba en él, salvo lo más trascendental. Ahora, después de cinco años he vuelto a leer el libro con más calma y debo decir que estamos ante uno de los mejores libros del género político que se han escrito en España. Un libro que se hizo con "Muy mala leche", ya que buscaba dejar en muy mal lugar a alguien, y se consiguió. Ese alguien era en ese momento el rey de España, Juan Carlos I.

Antes de hablar sobre Suárez debo decir que este libro lo considero yo personalmente como las memorias póstumas del ex presidente del gobierno. Unas memorias no escritas pero sí verbales procedentes del propio Suárez, en las que habló largo y tendido con Urbano sobre sus vivencias en la Moncloa y sobre los momentos más controvertidos de la Transición. Hay que tener en cuenta que este libro salió a la venta durante la muerte de Suárez, lo cual hace que su publicación no fuese una coincidencia, y muchísimo menos en el momento en el que se publicó. Es como si Suárez hubiese dejado aclarado que este libro en el que se recopilaban sus vivencias sólo podría ser publicado en el momento de su fallecimiento, como así ocurrió. Podemos decir que Suárez se las ingenió para realizar una "Venganza póstuma" y poner a más de uno en su sitio en el momento de su muerte. También hay que decir que el momento político en el que se publicó no fue ni muchísimo menos casual. Este libro se publicó en el momento en que el rey Juan Carlos estaba siendo cercado por todos los frentes, los cuales pedían con insistencia su abdicación para salvar el sistema constitucional del 78 y la propia monarquía. Creo que este libro jamás se pudo escribir sin la autorización expresa de alguien que en la crisis de abril de Botsuana, alguien que quedó humillado, o mejor dicho, humillada públicamente decidió vengarse activando el proceso de sucesión para llevar al trono a quien en ese momento era príncipe de Asturias y que hoy en día es Felipe VI, rey de España.

Pero volviendo al personaje del que quiero hablar, Suárez, debo reiterar que mi opinión acerca de él ha mejorado al releer nuevamente este polémico libro. Reitero, eso sí, mi opinión de que era un chaquetero político, porque seamos serios, lo era. Una persona procedente de Falange española, que teóricamente defendía unos postulados sociales y conservadores pasa a convertirse de la noche a la mañana en un centrista puro y duro para posteriormente convertirse en un liberal-progresista hace cuanto menos creer que Suárez era un tipo que supo ingeniárselas muy bien tanto en el sistema franquista como en el sistema constitucional que él creó y diseñó. Aun así mi opinión personal acerca de él sí ha mejorado, y ha mejorado tras darme cuenta del verdadero peligro al que Suárez tuvo que someterse en prácticamente todo su mandato al frente del gobierno de España. Un peligro no ya político, sino personal al que se vio sometido durante sus cinco años de presidencia. Algo que, todo sea dicho, es muy difícil, por no decir imposible de encontrar en ningún político actual ni pasado de nuestra historia reciente.

Es verdad que Suárez le echó, hablando claro, cojones a la situación cuando en 1976 el rey le designa presidente del gobierno para pilotar el proceso de Transición del régimen franquista al futuro régimen constitucional que Suárez crearía en 1978. Un fallo importante de Suárez que personalmente creo que le pasó gran factura a lo largo de su vida, incluso después de retirado de la política, es que él se creyó desde el momento de su nombramiento como nuevo jefe del ejecutivo español que debía estar en gratitud eterna con el rey por este nombramiento. Y es que podemos estar de acuerdo en que Suárez podía estar condicionado y agradecido al rey por su nombramiento durante el periodo 1976-1977, pero a partir de entonces en el cual Suárez está libre de ataduras, el que fuera líder de la UCD debió ser más independiente de sus relaciones con la corona y no estar en permanente subordinación a la figura del rey. Esa subordinación se mezcló incluso con obsesión por parte de Suárez, ya que como se narra en el libro de Urbano y en otros textos relacionados con la Transición Española, el entonces presidente del gobierno estaba obsesionado con controlar todos los movimientos del rey Juan Carlos, con el objetivo de "Proteger al rey del rey mismo", lo cual sería motivo por parte del rey para hartarse de Suárez y verlo como un estorbo absoluto, no sólo en términos político sino también personales.

Pero volviendo más adelante a la relación de Suárez con el rey, debo regresar a la cuestión de la valentía del que fuera jefe del gobierno durante su periodo de gobierno. Suárez tuvo una valentía absoluta a la hora de afrontar las cuestiones más importantes de la etapa de la Transición, y eso hay que reconocerlo, y yo también lo debo reconocer. Al César lo que es del César. Adolfo Suárez afrontó con gallardía la legalización del partido comunista de Carrillo. Una legalización que podemos estar de acuerdo o no en cómo se hizo (Me refiero a la palabra dada por Suárez a los militares meses antes de que el PC nunca sería legalizado), pero es incuestionable tal y como afirmó el propio Suárez en que la Transición Española y en especial las elecciones generales de junio de 1977 hubiesen sido una farsa si en ellas no hubiese participado el actor fundamental en la oposición al franquismo como fue el Partido Comunista (Por mucho que a algunos les joda esta afirmación). Carrillo fue un asesino y un criminal, pero también fue uno de los principales opositores al régimen de Franco desde el extranjero, y eso es algo que nadie del PSOE, ni el histórico ni muchísimo menos el renovado fueron capaces de hacer durante los 40 años de gobierno de Francisco Franco. Por ello la decisión de Suárez, aunque discutida por la forma en la que la llevó a cabo, fue acertada y llena de coraje. Probablemente ni Fraga ni Torcuato Fernández Miranda hubiesen sido capaces de tomar una decisión de tal envergadura, y más sabiendo estos dos cómo estaban los ánimos y las opiniones en el ejército con respecto al Partido Comunista y Carrillo (Opiniones y posturas que personalmente creo que estaban completamente justificadas por otro lado, visto los antecedentes criminales del líder comunista durante la Guerra Civil).  A partir de entonces, las sospechas de un golpe de estado, así como las amenazas hacia Suárez por parte de todos los estamentos fueron algo constante durante su presidencia, lo cual no es fácil de digerir para nadie, y menos para una persona como Suárez que se encontraba en aquel momento bajo una presión inmensa.

En otras cuestiones en cambio, Suárez no supo, o no pudo, o no quiso ver el peligro al que se enfrentaba en otras circunstancias como en lo que respecta a la elaboración de la constitución o a la reapertura de los gobiernos regionales. Fue un gravísimo error que Suárez delegase finalmente la elaboración de la constitución a los representantes de las diferentes tendencias políticas (Incluidas las nacionalistas) y no al gobierno como en un principio estaba previsto que así sucediese. Con la elaboración de la constitución por parte de los "Siete padres" se dio vía libre al estado autonómico, así como al origen del papel protagonista ejercido tanto por el PNV como por CIU durante estos cuarenta años de democracia. También la decisión de Suárez de reabrir los gobiernos autonómicos como el de Cataluña con Tarradellas al frente de la generalitat supuso el inicio de todo el declive que ahora estamos viviendo en primera persona con el golpe de estado independentista. Suárez jamás debió permitir una España autonómica ni permitir que en la constitución se otorgase a diversas regiones de nuestra nación el título de "Nacionalidades", ya que de ahí surge el origen de los problemas identitarios actuales, así como las diferentes desigualdades entre nuestras regiones como por ejemplo la fiscal. Aun así y a pesar de todos los graves errores que cometió Suárez y sabiendo que su visión de estado no se corresponde con la de sucesores, quiero pensar que todos estos errores los cometió de buena fe, y creyendo que con estas concesiones podría arreglar de una vez por todas el conflicto nacionalista de las denominadas "Nacionalidades históricas". Quizás creía que estableciendo de facto un estado federal en España podrían resolverse los problemas internos y las reclamaciones nacionalistas tanto vascas como catalanas. No ha sido así. El problema no sólo no se ha solucionado, sino que ha empeorado. Pero insisto, reflexionando profundamente sobre el papel jugado por Suárez y a lo que le tocó vivir como presidente en aquel contexto histórico quiero pensar que lo hizo de buena fe y pensando en el interés general de España, aunque finalmente esas decisiones se hayan demostrado no acertadas con el paso de los años.

En lo que respecta a la cuestión de los intentos de golpes de estado y amenazas creo que es lo que más hay que valorar sobre Suárez en términos personales, ya que creo que no ha habido jefe del gobierno español en estos cuarenta años que más veces se ha hallado frente al peligro que él. Las continuas amenazas que recibió, intentos de asesinato, insultos, traiciones, las campañas de acoso y derribo por parte de Felipe González y los socialistas, así como las humillaciones y traiciones que sufrió por parte de los suyos son difícilmente encontradas en otro líder político en España. Si a eso le añadimos los altas cifras de atentados y asesinatos por parte de ETA y del GRAPO, así como de otras organizaciones extremistas nos encontramos con que Suárez tuvo que lidiar con el periodo más sangriento en la historia del terrorismo en España.

Creo que esto es lo que más se debe de admirar de Suárez, el coraje y la valentía a la que hizo frente teniendo a todo el mundo en su contra. Sólo hay que recordar los pasajes que Pilar Urbano hace referencia en "La gran desmemoria" y que hace mención al momento en el que el rey hace una encerrona a Suárez en Zarzuela con cinco altos mandos militares entre los que se encontraba el propio Milans del Bosch. En dicha reunión uno de los presentes saca una pistola y la pone encima de la mesa cuando Suárez, ante las insistentes demandas de dimisión que estos militares le estaban exigiendo, les pregunta por qué creen ellos que él debe dimitir. También cabe destacar la actitud de Suárez durante el 23-F, en el cual llega un momento en el que Tejero le pone una pistola en el pecho, respondiendo Suárez con un "Cuádrese, soy el presidente". Quizás la entereza de Suárez ante estas circunstancias se deba a que él ya se había preparado mentalmente y físicamente para un escenario en el que muy posiblemente podría ser asesinado, de ahí su rectitud ante estos acontecimientos en los que se jugó la vida.

Por último y volviendo a su relación con el rey, debo añadir que Suárez sí fue, todo hay que decirlo, un lameculos del rey. Su errónea y grave decisión que hace un par de años salió a la luz en la que él confesaba a la periodista Victoria Prego su negatividad a celebrar un referéndum sobre la forma de estado "Monarquía-República" debido a que las encuestas daban como ganador al sistema republicano fue sin duda una de las más nefastas decisiones de Suárez durante su presidencia. El pueblo español estaba en todo su derecho de ser preguntado por esta cuestión, la cual era la más esencial antes de iniciar cualquier proceso de Transición política. Suárez, volviendo a su gratitud eterna al rey Juan Carlos, decidió incluir indirectamente la monarquía en el referéndum para la reforma política de 1976, la cual se ganó, dando Suárez por hecho que el pueblo había dicho sí a la monarquía como forma de estado. Una sucia jugada política que el rey se encargaría de "Agradecerle" años después conspirando contra él y elaborando golpes de estado para derrocarle.

Aquí es donde quiero detenerme. Si Suárez, cuando anuncia su dimisión en enero de 1981 hubiese dicho de forma clara y concisa el porqué de su dimisión y cuáles eran los responsables de ella, el entonces presidente del gobierno se hubiese llevado por delante a muchas personas, entre ellas el propio rey Juan Carlos I. Ya sabemos que Suárez era incapaz de hacer nada contra aquel que lo había puesto a dedo en 1976 en la jefatura del gobierno, pero también es cierto que dada la gravedad de los hechos que se estaban produciendo entre 1980 y 1981, Suárez debió por responsabilidad política y lealtad al país explicar quiénes estaban poniendo en peligro la democracia y porqué él debía retirarse antes de que éstos consiguiesen su objetivo. Hay una escena en el libro de Pilar Urbano en el que Suárez habla claro y sin tapujos durante la celebración de la Junta de Defensa Nacional en Zarzuela el día después del 23-F. En dicha reunión Suárez se encara con diversos miembros de la junta e incluso deja en evidencia al rey frente a estos mandos, culpabilizándole a él, a Alfonso Armada, a los altos mandos del ejército y a los líderes políticos de la situación a la que se había llegado.

Si esta afirmación la hubiese realizado en enero de 1981, posiblemente el sistema constitucional en España hubiese caído, pero Suárez hubiese pasado a la historia como el hombre que supo morir dignamente matando a aquellos que lo habían traicionado y estaban jugando con la estabilidad política y social del país. En vez de eso sólo se dignó a decir "Me voy porque no quiero que el sistema de convivencia sea una vez más un paréntesis en la historia de España", con lo cual nos da una idea de que Suárez fue en todo momento conocedor de la denominada "Operación Armada" en la que tanto el rey, como Felipe González (El cual hubiese sido supuestamente vicepresidente del gobierno de Alfonso Armada), como destacados miembros de la UCD, del PSOE y de Alianza Popular, y por supuesto el propio Armada, así como otros miembros relevantes de las fuerzas armadas y del CESID estaban involucrados. Pero a pesar de eso, Suárez no dijo nada y se calló, y siguió sin decir nada tras el 23-F, pudiendo haber hablado estando ya fuera del gobierno, sin embargo decidió callar para siempre y proteger hasta la muerte a aquel a quien él consideraba no ya su jefe del estado, sino "Su amigo"; el rey Juan Carlos I.

Con esto termino una entrada que tras haber leído el libro creo que debía hacer. Considero que a pesar de sus muchos errores y defectos, Suárez fue un tipo que se jugó el cuello ante una situación excepcional en la historia de España. Fue un tipo que, insisto, creo o así lo quiero creer que intentó hacerlo lo mejor que pudo en aquellas dificilísimas circunstancias, aunque con el paso de estas cuatro décadas se ha visto que muchas de sus decisiones estaban equivocadas. No fue un santo como muchos quieren hacernos creer ahora, pero tampoco es aquel tipo que muchos, yo incluido, hemos venido criticando y culpabilizando de todos los males actuales de España. No, Suárez quizás pensó que incorporando a todo el mundo en el proyecto de la Transición se podría conseguir por fin una España unida dentro de un sistema político en el cual todos los españoles se viesen representados, como así hizo cuando negoció e incorporó a todos los partidos políticos, los sindicatos y la patronal en los históricos y conocidos "Pactos de la Moncloa".

Pero no cayó en la idea de que España ha sido, es y será hasta que por desgracia desaparezca una nación tendente a la división y al enfrentamiento. Como dijo Federico Jiménez Losantos, quizás el único que se creyó verdaderamente que España se estaba encaminando hacia un sistema democrático puro y duro fue el propio Suárez, y que los españoles íbamos a ser por primera vez los dueños de nuestro propio destino. Se equivocó. Fue iluso al pensar que así ocurriría. Puso en marcha los cimientos de una nueva España pero se equivocó cuando creyó que tras su marcha, sus sucesores iban a convertir a nuestra nación en una de las democracias occidentales más ejemplares de nuestro entorno. Él por lo menos, a diferencia de sus sucesores, tuvo, si se puede utilizar ese término, la ingenuidad de creerse el proyecto que puso en marcha, y lo hizo pensando que éste tendría futuro, y que tendría futuro gracias al consenso que él tanto defendía y que siempre afirmó que fue posible durante la Transición.

Por mi parte creo que era justo tras releer “La gran desmemoria” que debía escribir esta nueva entrada sobre Suárez, en la cual a diferencia de la que escribí en julio del año pasado, hago un pequeño homenaje, creo que merecido, al que fue el primer presidente del gobierno de la democracia, un tipo el cual aunque sigo considerando que no fue un santo, sí ha mejorado y mucho mi opinión con respecto a él tras releer de nuevo esta obra y comprender mejor los desafíos a los que tuvo que hacer frente durante su etapa en la Moncloa, que no fueron pocos. Aunque no admire su legado, sí lo admiro como persona y lo respeto ahora como político, ya que afrontó con determinación y valentía su tarea y creyó firmemente en ella.