Hace cuestión de un año escribí una entrada acerca del ex presidente del gobierno, Adolfo Suárez. Una entrada en la que hice un repaso acerca de su mandato durante los cinco años en que fue jefe del gobierno español (1976-1981). En dicha entrada resalté desde un punto de vista negativo el mandato de Suárez y en mi forma de ver al que fue el primer presidente del gobierno de la democracia. Afirmé que en mi opinión Suárez era un veleta, el cual supo adaptarse muy bien al cambio de sistema desde el régimen franquista al sistema constitucional actual. Personalmente sigo creyendo que Suárez fue un chaquetero en términos políticos, eso es algo que mantengo, pero debo reconocer que desde hace unos días mi opinión en términos personales sobre el ex presidente Suárez han cambiado bastante, y debo decir que para bien. ¿El motivo? El hecho de haber leído por segunda vez tras cinco años el famoso libro "La gran desmemoria". Un libro escrito por la famosa periodista Pilar Urbano, el cual entra a fondo sobre el papel del rey Juan Carlos y de Adolfo Suárez en la Transición y en el 23-F.
Debo decir que será porque cuando leí por primera vez el libro lo hice de forma rápida y en un breve plazo de dos o tres días (Acabé mareado cuando terminé el libro la primera vez, ya que eran cerca de 1.000 páginas) y por ello no recordaba muy bien el contenido de todo lo que se narraba en él, salvo lo más trascendental. Ahora, después de cinco años he vuelto a leer el libro con más calma y debo decir que estamos ante uno de los mejores libros del género político que se han escrito en España. Un libro que se hizo con "Muy mala leche", ya que buscaba dejar en muy mal lugar a alguien, y se consiguió. Ese alguien era en ese momento el rey de España, Juan Carlos I.
Antes de hablar sobre Suárez debo decir que este libro lo considero yo personalmente como las memorias póstumas del ex presidente del gobierno. Unas memorias no escritas pero sí verbales procedentes del propio Suárez, en las que habló largo y tendido con Urbano sobre sus vivencias en la Moncloa y sobre los momentos más controvertidos de la Transición. Hay que tener en cuenta que este libro salió a la venta durante la muerte de Suárez, lo cual hace que su publicación no fuese una coincidencia, y muchísimo menos en el momento en el que se publicó. Es como si Suárez hubiese dejado aclarado que este libro en el que se recopilaban sus vivencias sólo podría ser publicado en el momento de su fallecimiento, como así ocurrió. Podemos decir que Suárez se las ingenió para realizar una "Venganza póstuma" y poner a más de uno en su sitio en el momento de su muerte. También hay que decir que el momento político en el que se publicó no fue ni muchísimo menos casual. Este libro se publicó en el momento en que el rey Juan Carlos estaba siendo cercado por todos los frentes, los cuales pedían con insistencia su abdicación para salvar el sistema constitucional del 78 y la propia monarquía. Creo que este libro jamás se pudo escribir sin la autorización expresa de alguien que en la crisis de abril de Botsuana, alguien que quedó humillado, o mejor dicho, humillada públicamente decidió vengarse activando el proceso de sucesión para llevar al trono a quien en ese momento era príncipe de Asturias y que hoy en día es Felipe VI, rey de España.
Pero volviendo al personaje del que quiero hablar, Suárez, debo reiterar que mi opinión acerca de él ha mejorado al releer nuevamente este polémico libro. Reitero, eso sí, mi opinión de que era un chaquetero político, porque seamos serios, lo era. Una persona procedente de Falange española, que teóricamente defendía unos postulados sociales y conservadores pasa a convertirse de la noche a la mañana en un centrista puro y duro para posteriormente convertirse en un liberal-progresista hace cuanto menos creer que Suárez era un tipo que supo ingeniárselas muy bien tanto en el sistema franquista como en el sistema constitucional que él creó y diseñó. Aun así mi opinión personal acerca de él sí ha mejorado, y ha mejorado tras darme cuenta del verdadero peligro al que Suárez tuvo que someterse en prácticamente todo su mandato al frente del gobierno de España. Un peligro no ya político, sino personal al que se vio sometido durante sus cinco años de presidencia. Algo que, todo sea dicho, es muy difícil, por no decir imposible de encontrar en ningún político actual ni pasado de nuestra historia reciente.
Es verdad que Suárez le echó, hablando claro, cojones a la situación cuando en 1976 el rey le designa presidente del gobierno para pilotar el proceso de Transición del régimen franquista al futuro régimen constitucional que Suárez crearía en 1978. Un fallo importante de Suárez que personalmente creo que le pasó gran factura a lo largo de su vida, incluso después de retirado de la política, es que él se creyó desde el momento de su nombramiento como nuevo jefe del ejecutivo español que debía estar en gratitud eterna con el rey por este nombramiento. Y es que podemos estar de acuerdo en que Suárez podía estar condicionado y agradecido al rey por su nombramiento durante el periodo 1976-1977, pero a partir de entonces en el cual Suárez está libre de ataduras, el que fuera líder de la UCD debió ser más independiente de sus relaciones con la corona y no estar en permanente subordinación a la figura del rey. Esa subordinación se mezcló incluso con obsesión por parte de Suárez, ya que como se narra en el libro de Urbano y en otros textos relacionados con la Transición Española, el entonces presidente del gobierno estaba obsesionado con controlar todos los movimientos del rey Juan Carlos, con el objetivo de "Proteger al rey del rey mismo", lo cual sería motivo por parte del rey para hartarse de Suárez y verlo como un estorbo absoluto, no sólo en términos político sino también personales.
Pero volviendo más adelante a la relación de Suárez con el rey, debo regresar a la cuestión de la valentía del que fuera jefe del gobierno durante su periodo de gobierno. Suárez tuvo una valentía absoluta a la hora de afrontar las cuestiones más importantes de la etapa de la Transición, y eso hay que reconocerlo, y yo también lo debo reconocer. Al César lo que es del César. Adolfo Suárez afrontó con gallardía la legalización del partido comunista de Carrillo. Una legalización que podemos estar de acuerdo o no en cómo se hizo (Me refiero a la palabra dada por Suárez a los militares meses antes de que el PC nunca sería legalizado), pero es incuestionable tal y como afirmó el propio Suárez en que la Transición Española y en especial las elecciones generales de junio de 1977 hubiesen sido una farsa si en ellas no hubiese participado el actor fundamental en la oposición al franquismo como fue el Partido Comunista (Por mucho que a algunos les joda esta afirmación). Carrillo fue un asesino y un criminal, pero también fue uno de los principales opositores al régimen de Franco desde el extranjero, y eso es algo que nadie del PSOE, ni el histórico ni muchísimo menos el renovado fueron capaces de hacer durante los 40 años de gobierno de Francisco Franco. Por ello la decisión de Suárez, aunque discutida por la forma en la que la llevó a cabo, fue acertada y llena de coraje. Probablemente ni Fraga ni Torcuato Fernández Miranda hubiesen sido capaces de tomar una decisión de tal envergadura, y más sabiendo estos dos cómo estaban los ánimos y las opiniones en el ejército con respecto al Partido Comunista y Carrillo (Opiniones y posturas que personalmente creo que estaban completamente justificadas por otro lado, visto los antecedentes criminales del líder comunista durante la Guerra Civil). A partir de entonces, las sospechas de un golpe de estado, así como las amenazas hacia Suárez por parte de todos los estamentos fueron algo constante durante su presidencia, lo cual no es fácil de digerir para nadie, y menos para una persona como Suárez que se encontraba en aquel momento bajo una presión inmensa.
En otras cuestiones en cambio, Suárez no supo, o no pudo, o no quiso ver el peligro al que se enfrentaba en otras circunstancias como en lo que respecta a la elaboración de la constitución o a la reapertura de los gobiernos regionales. Fue un gravísimo error que Suárez delegase finalmente la elaboración de la constitución a los representantes de las diferentes tendencias políticas (Incluidas las nacionalistas) y no al gobierno como en un principio estaba previsto que así sucediese. Con la elaboración de la constitución por parte de los "Siete padres" se dio vía libre al estado autonómico, así como al origen del papel protagonista ejercido tanto por el PNV como por CIU durante estos cuarenta años de democracia. También la decisión de Suárez de reabrir los gobiernos autonómicos como el de Cataluña con Tarradellas al frente de la generalitat supuso el inicio de todo el declive que ahora estamos viviendo en primera persona con el golpe de estado independentista. Suárez jamás debió permitir una España autonómica ni permitir que en la constitución se otorgase a diversas regiones de nuestra nación el título de "Nacionalidades", ya que de ahí surge el origen de los problemas identitarios actuales, así como las diferentes desigualdades entre nuestras regiones como por ejemplo la fiscal. Aun así y a pesar de todos los graves errores que cometió Suárez y sabiendo que su visión de estado no se corresponde con la de sucesores, quiero pensar que todos estos errores los cometió de buena fe, y creyendo que con estas concesiones podría arreglar de una vez por todas el conflicto nacionalista de las denominadas "Nacionalidades históricas". Quizás creía que estableciendo de facto un estado federal en España podrían resolverse los problemas internos y las reclamaciones nacionalistas tanto vascas como catalanas. No ha sido así. El problema no sólo no se ha solucionado, sino que ha empeorado. Pero insisto, reflexionando profundamente sobre el papel jugado por Suárez y a lo que le tocó vivir como presidente en aquel contexto histórico quiero pensar que lo hizo de buena fe y pensando en el interés general de España, aunque finalmente esas decisiones se hayan demostrado no acertadas con el paso de los años.
En lo que respecta a la cuestión de los intentos de golpes de estado y amenazas creo que es lo que más hay que valorar sobre Suárez en términos personales, ya que creo que no ha habido jefe del gobierno español en estos cuarenta años que más veces se ha hallado frente al peligro que él. Las continuas amenazas que recibió, intentos de asesinato, insultos, traiciones, las campañas de acoso y derribo por parte de Felipe González y los socialistas, así como las humillaciones y traiciones que sufrió por parte de los suyos son difícilmente encontradas en otro líder político en España. Si a eso le añadimos los altas cifras de atentados y asesinatos por parte de ETA y del GRAPO, así como de otras organizaciones extremistas nos encontramos con que Suárez tuvo que lidiar con el periodo más sangriento en la historia del terrorismo en España.
Creo que esto es lo que más se debe de admirar de Suárez, el coraje y la valentía a la que hizo frente teniendo a todo el mundo en su contra. Sólo hay que recordar los pasajes que Pilar Urbano hace referencia en "La gran desmemoria" y que hace mención al momento en el que el rey hace una encerrona a Suárez en Zarzuela con cinco altos mandos militares entre los que se encontraba el propio Milans del Bosch. En dicha reunión uno de los presentes saca una pistola y la pone encima de la mesa cuando Suárez, ante las insistentes demandas de dimisión que estos militares le estaban exigiendo, les pregunta por qué creen ellos que él debe dimitir. También cabe destacar la actitud de Suárez durante el 23-F, en el cual llega un momento en el que Tejero le pone una pistola en el pecho, respondiendo Suárez con un "Cuádrese, soy el presidente". Quizás la entereza de Suárez ante estas circunstancias se deba a que él ya se había preparado mentalmente y físicamente para un escenario en el que muy posiblemente podría ser asesinado, de ahí su rectitud ante estos acontecimientos en los que se jugó la vida.
Por último y volviendo a su relación con el rey, debo añadir que Suárez sí fue, todo hay que decirlo, un lameculos del rey. Su errónea y grave decisión que hace un par de años salió a la luz en la que él confesaba a la periodista Victoria Prego su negatividad a celebrar un referéndum sobre la forma de estado "Monarquía-República" debido a que las encuestas daban como ganador al sistema republicano fue sin duda una de las más nefastas decisiones de Suárez durante su presidencia. El pueblo español estaba en todo su derecho de ser preguntado por esta cuestión, la cual era la más esencial antes de iniciar cualquier proceso de Transición política. Suárez, volviendo a su gratitud eterna al rey Juan Carlos, decidió incluir indirectamente la monarquía en el referéndum para la reforma política de 1976, la cual se ganó, dando Suárez por hecho que el pueblo había dicho sí a la monarquía como forma de estado. Una sucia jugada política que el rey se encargaría de "Agradecerle" años después conspirando contra él y elaborando golpes de estado para derrocarle.
Aquí es donde quiero detenerme. Si Suárez, cuando anuncia su dimisión en enero de 1981 hubiese dicho de forma clara y concisa el porqué de su dimisión y cuáles eran los responsables de ella, el entonces presidente del gobierno se hubiese llevado por delante a muchas personas, entre ellas el propio rey Juan Carlos I. Ya sabemos que Suárez era incapaz de hacer nada contra aquel que lo había puesto a dedo en 1976 en la jefatura del gobierno, pero también es cierto que dada la gravedad de los hechos que se estaban produciendo entre 1980 y 1981, Suárez debió por responsabilidad política y lealtad al país explicar quiénes estaban poniendo en peligro la democracia y porqué él debía retirarse antes de que éstos consiguiesen su objetivo. Hay una escena en el libro de Pilar Urbano en el que Suárez habla claro y sin tapujos durante la celebración de la Junta de Defensa Nacional en Zarzuela el día después del 23-F. En dicha reunión Suárez se encara con diversos miembros de la junta e incluso deja en evidencia al rey frente a estos mandos, culpabilizándole a él, a Alfonso Armada, a los altos mandos del ejército y a los líderes políticos de la situación a la que se había llegado.
Si esta afirmación la hubiese realizado en enero de 1981, posiblemente el sistema constitucional en España hubiese caído, pero Suárez hubiese pasado a la historia como el hombre que supo morir dignamente matando a aquellos que lo habían traicionado y estaban jugando con la estabilidad política y social del país. En vez de eso sólo se dignó a decir "Me voy porque no quiero que el sistema de convivencia sea una vez más un paréntesis en la historia de España", con lo cual nos da una idea de que Suárez fue en todo momento conocedor de la denominada "Operación Armada" en la que tanto el rey, como Felipe González (El cual hubiese sido supuestamente vicepresidente del gobierno de Alfonso Armada), como destacados miembros de la UCD, del PSOE y de Alianza Popular, y por supuesto el propio Armada, así como otros miembros relevantes de las fuerzas armadas y del CESID estaban involucrados. Pero a pesar de eso, Suárez no dijo nada y se calló, y siguió sin decir nada tras el 23-F, pudiendo haber hablado estando ya fuera del gobierno, sin embargo decidió callar para siempre y proteger hasta la muerte a aquel a quien él consideraba no ya su jefe del estado, sino "Su amigo"; el rey Juan Carlos I.
Con esto termino una entrada que tras haber leído el libro creo que debía hacer. Considero que a pesar de sus muchos errores y defectos, Suárez fue un tipo que se jugó el cuello ante una situación excepcional en la historia de España. Fue un tipo que, insisto, creo o así lo quiero creer que intentó hacerlo lo mejor que pudo en aquellas dificilísimas circunstancias, aunque con el paso de estas cuatro décadas se ha visto que muchas de sus decisiones estaban equivocadas. No fue un santo como muchos quieren hacernos creer ahora, pero tampoco es aquel tipo que muchos, yo incluido, hemos venido criticando y culpabilizando de todos los males actuales de España. No, Suárez quizás pensó que incorporando a todo el mundo en el proyecto de la Transición se podría conseguir por fin una España unida dentro de un sistema político en el cual todos los españoles se viesen representados, como así hizo cuando negoció e incorporó a todos los partidos políticos, los sindicatos y la patronal en los históricos y conocidos "Pactos de la Moncloa".
Pero no cayó en la idea de que España ha sido, es y será hasta que por desgracia desaparezca una nación tendente a la división y al enfrentamiento. Como dijo Federico Jiménez Losantos, quizás el único que se creyó verdaderamente que España se estaba encaminando hacia un sistema democrático puro y duro fue el propio Suárez, y que los españoles íbamos a ser por primera vez los dueños de nuestro propio destino. Se equivocó. Fue iluso al pensar que así ocurriría. Puso en marcha los cimientos de una nueva España pero se equivocó cuando creyó que tras su marcha, sus sucesores iban a convertir a nuestra nación en una de las democracias occidentales más ejemplares de nuestro entorno. Él por lo menos, a diferencia de sus sucesores, tuvo, si se puede utilizar ese término, la ingenuidad de creerse el proyecto que puso en marcha, y lo hizo pensando que éste tendría futuro, y que tendría futuro gracias al consenso que él tanto defendía y que siempre afirmó que fue posible durante la Transición.
Por mi parte creo que era justo tras releer “La gran desmemoria” que debía escribir esta nueva entrada sobre Suárez, en la cual a diferencia de la que escribí en julio del año pasado, hago un pequeño homenaje, creo que merecido, al que fue el primer presidente del gobierno de la democracia, un tipo el cual aunque sigo considerando que no fue un santo, sí ha mejorado y mucho mi opinión con respecto a él tras releer de nuevo esta obra y comprender mejor los desafíos a los que tuvo que hacer frente durante su etapa en la Moncloa, que no fueron pocos. Aunque no admire su legado, sí lo admiro como persona y lo respeto ahora como político, ya que afrontó con determinación y valentía su tarea y creyó firmemente en ella.