En estos días se cumplen ochenta años de los bombardeos nucleares que Estados Unidos, a través del presidente Harry S. Truman, lanzó contra las poblaciones japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Un bombardeo atómico que costó la vida a más de 200.000 personas, de las cuales más de 100.000 murieron en el momento de las explosiones mientras que otras 100.000 murieron en los meses posteriores como consecuencia de la radiación y el desarrollo de enfermedades causadas a raiz de los bombardeos.
Lo sucedido hace ahora ocho décadas en Japón supone uno de los actos más atroces y maliciosos cometidos por el ser humano y del cual nadie asumió la más mínima responsabilidad penal ni fue llevado a juicio por ordenar tales acciones inhumanas. Este suceso demuestra hasta qué punto la historia tiene doble, triple y cuádruple vara de medir cuando hablamos acerca de quién realiza los actos y no del acto en sí.
Lo ocurrido en agosto de 1945 supuso la rendición inmediata de Japón y el fin definitivo de la II Guerra Mundial, pero ello no exime que dicho final fuese causado por este acto criminal ordenado por Truman, el cual murió en su casa tranquilamente en diciembre de 1972 sin haberse arrepentido siquiera de aquella decisión. Existen, de hecho, declaraciones realizadas por el propio Truman años posteriores en los que afirmaba no solo no estar arrepentido de aquel atentado contra los derechos humanos, sino que volvería a tomar aquella decisión si estuviese en las mismas circunstancias.
Volviendo a la doble vara de medir, esto me lleva a preguntarme: ¿Si Adolf Hitler hubiese decidido atacar con bombas nucleares Estados Unidos o Reino Unido, la historia habría sido tan misericorde con él? Recordemos que Hitler es considerado por muchos como el Anticristo en la tierra como consecuencia de su política con respecto a los judíos y es considerado oficialmente un criminal de guerra por sus atrocidades en la II Guerra Mundial.
¿Acaso la vida de los 200.000 japoneses que fueron asesinados en Hiroshima y Nagasaki valían menos que la vida de los judíos o los estadounidenses, británicos y/o rusos que combatían contra el Eje? De haber tomado el Führer alemán aquella decisión y haber perdido posteriormente la guerra, estoy plenamente convencido de que habría sido llevado ante un Tribunal y condenado a pena de muerte por crímenes contra la humanidad, como muchos, sobre todo el primer ministro británico, Winston Churchill, ya tenían pensado hacer con él si no se hubiese suicidado en el búnker de Berlín.
Por cierto, una cuestión (la del suicidio de Adolf Hitler), la cual daría para comentar de forma íntegra en otra entrada, ya que no son pocas las voces que, a lo largo de estas ocho décadas, han especulado, y muy seriamente, con la posibilidad de que el canciller alemán, tras enterarse y horrorizarse de la ejecución y posterior exposición y linchamiento público de su aliado, Benito Mussolini, y ante el temor de acabar como el Duce italiano, optase por negociar de forma secreta con los Aliados su fuga desde Berlín hacia un país hispanoamericano (posiblemente Argentina o Colombia) con parada intermedia en la España de Francisco Franco. Pero eso es ya una cuestión que, como acabo de comentar, es para analizar en otra entrada de forma más profunda, ya que el tema es bastante complejo, cuestionable y polémico.
Sin embargo, y volviendo al tema que nos ocupa, frente a Hitler, tenemos a un masón de grado 33 llamado Harry S. Truman, el cual había sucedido en abril de ese mismo año a Franklin Delano Roosevelt como presidente de EEUU tras el fallecimiento repentino de éste. Truman siempre se excusó en el hecho de que, debido a la resistencia de los japoneses en agosto de 1945 y tras la rendición de los alemanes en mayo tras el suicidio de Hitler a finales de abril, el bombardeo contra Hiroshima y Nagasaki (por cierto, ambas ciudades eran de las pocas en Japón con población cristiana) era el "mal menor" para evitar una invasión terrestre americana en dicho territorio y prolongar así la guerra. Una excusa muy coherente, qué duda cabe. Para evitar un derramamiento de sangre, qué mejor decisión que ordenar un bombardeo nuclear y solucionar de forma rápida el problema (nótese la ironía).
Hay quienes aseguran, y yo también lo creo, que el ataque de Truman contra Japón fue en parte una venganza como consecuencia del ataque de los japoneses contra la base naval de EEUU de Pearl Harbor en diciembre de 1941, acción que provocó la entrada definitiva de Estados Unidos en la II Guerra Mundial. Una acción que ha sido bastante discutida durante estos ochenta años y que yo, al igual que muchos disidentes de la versión oficial, considero que dichos ataques fueron, cuando menos, perpetrados por los japoneses con el conocimiento previo de Roosevelt, ya que EEUU deseaba entrar en guerra contra Hitler y a través de un ataque de los japoneses (aliados de los nazis y fascistas), la Casa Blanca tenía la excusa perfecta para entrar en el conflicto bélico.
Dicho esto, y volviendo a la teoría sobre la posible venganza de los americanos contra los japoneses como consecuencia del ataque de Pearl Harbor, creo, como he añadido anteriormente, que esta teoría tiene sentido y es, de hecho, bastante acertada. ¿Por qué Roosevelt o Truman no decidieron bombardear la Alemania nacionalsocialista de Adolf Hitler o la Italia fascista de Benito Mussolini? Cabe recordar que el denominado Proyecto Manhattan, el cual supuso la creación y producción del armamento nuclear estadounidense y que fue liderado por el físico Robert Oppenheimer, empezó su funcionamiento a partir de 1942, en mitad de la guerra.
En 1945, con los Aliados ganando el conflicto y las bombas nucleares ya operativas, los americanos podían haber hecho uso de ellas contra los italianos o los alemanes, ya que estos últimos eran el verdadero enemigo de los Aliados. ¿Por qué no lo hicieron? ¿Quizás porque los nazis ya se habían rendido en mayo de 1945? También los japoneses estaban prácticamente acabados tres meses después y sin embargo se utilizó el armamento nuclear igualmente.
Es obvio que también había otro factor claro a la hora de ordenar Truman dicho ataque. Tras la rendición de la Alemania nacionalsocialista (por mucho que les pese a los rojos, el nazismo no es más que una variante del socialismo), comenzaba a desarrollarse otra guerra, la cual protagonizaría la segunda mitad del siglo XX: la Guerra Fría. Era obvio que los estadounidenses querían realizar en Asia una demostración de su poder militar ante la Rusia comunista de Iósif Stalin. Tras la caída del nazismo, el mundo comenzaba a dividirse entre el bando capitalista, liderado desde Washington, y el bando comunista, liderado desde Moscú.
Era necesario para el gobierno estadounidense hacer una demostración ante los comunistas de que, al igual que ellos se habían enfrentado a los nazis, de igual manera podían hacerlo contra los soviéticos si Stalin se extralimitaba y provocaba más de la cuenta a la Casa Blanca, con independencia de quien fuese el inquilino que ocupase el Despacho Oval. De modo que los habitantes japoneses de Hiroshima y Nagasaki fueron carne de cañón por parte de los americanos para intimidar a los comunistas. Una intimidación que quizás pudo tener efectos en su momento pero que se fue diluyendo con el tiempo, cuando en octubre de 1962 EEUU y la URSS estuvieron a punto de entrar en un conflicto nuclear como consecuencia de los famosos misiles de Cuba.
Como ya he comentado antes, tras el bombardeo atómico contra Hiroshima y Nagasaki, Japón se rindió y con ello finalizó definitivamente la II Guerra Mundial. Truman, en lugar de ser enjuiciado por crímenes de guerra, fue considerado un héroe para la gran mayoría (mientras que para otros fue considerado un criminal) y contra todo pronóstico obtuvo la reelección en las elecciones presidenciales de noviembre de 1948, terminando su mandato en enero de 1953 tras declarar la guerra a Corea en 1950 (fue el presidente que promulgó la vigesimosegunda enmienda, la cual limitaba el periodo presidencial a dos mandatos tras la presidencia interminable y autocrática de Roosevelt).
De esta forma, tras su retiro de la política, Truman vivió plácidamente hasta su muerte en diciembre de 1972 y sin arrepentirse lo más mínimo de ser el responsable principal de uno de los mayores genocidios de la historia de la humanidad, un genocidio por el cual nunca llegó a ser enjuiciado. Esto demuestra que la historia la escriben los vencedores y que cualquier acto criminal, por muy inhumano que sea, siempre contará con la bendición de los historiadores y el beneplácito de la sociedad, ya que dicha barbarie es realizada por "los buenos".
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