martes, 27 de mayo de 2025

PSOE: El eje central del régimen del 78


Hace doce años se publicó por parte de la editorial Planeta un libro titulado "El fracaso de la monarquía". Un ensayo escrito por Javier Castro-Villacañas en el que narraba cómo el sistema nacido a través de la Constitución de 1978 tenía como objetivo el de convertirse en una monarquía parlamentaria de tintes izquierdistas donde el PSOE sería el partido número uno de ese régimen con la complicidad de la denominada "derecha política". Una derecha que en primer lugar representó la UCD y posteriormente AP, que luego se refundaría en el actual PP. La monarquía juancarlista necesitaba un lavado de imagen después de heredar el poder gracias a Franco y su legitimidad solo podía continuar si aceptaba un régimen donde el PSOE sería el eje central de ese mismo sistema. 

Pues bien, dicho libro, el cual tuve la suerte de poder comprarlo por Wallapop hace un par de años, fue retirado de los establecimientos a los pocos meses de salir a la venta. Algo inusual, y más si tenemos en cuenta que la editorial era Planeta. Obviamente la mayoría de los libros, y no todos, son descatalogados varios años después de su salida al mercado. Pero es curioso cómo este libro apenas estuvo unos meses a la venta y fue retirado. Por suerte, como he dicho antes, pude hacerme con un ejemplar (supongo que de los pocos que hay circulando por ahí) y lo compré. 

La verdad es que el libro no deja indiferente a nadie, sobre todo en la parte que concierne al 11-M. ¿Por qué se retiró/censuró el libro poco después de salir a la venta? Esa ya es una respuesta que desconozco por completo. Cabe añadir que el libro fue publicado en 2013, justo un año antes de la abdicación de Juan Carlos I en favor de Felipe VI y cuando Mariano Rajoy ya llevaba dos años gobernando, momento en el que algunos llegaron a la conclusión de que el entonces presidente del gobierno no tenía pensado derogar bajo ningún concepto ni una sola de las leyes aprobadas previamente por Zapatero, como finalmente ocurrió.

Y es que el libro que hace doce años escribiese magistralmente Javier Castro-Villacañas nos hace una idea de que el sistema que venimos padeciendo desde hace cincuenta años no es más que una oligarquía de partidos donde la izquierda tiene el derecho propio de ejercer el poder en detrimento de cualquier otro partido que esté situado ideológicamente del centro a la derecha política. La izquierda es, según éstos, los únicos legitimados políticamente, moralmente y socialmente en gobernar España, ya que frente a ellos se encuentran los "herederos del franquismo". Un motivo falso, ignorante y simplista que a su vez tiene el eco suficiente para que la sociedad española salga en tromba a votar a esa izquierda que se autoerige en representante unánime del pueblo español. 

Esa bandera de la izquierda a la hora de creerse con el derecho absoluto a ejercer el poder a cualquier precio la ha liderado siempre el PSOE. De hecho, si uno analiza la historia reciente de España, encontrará varios episodios de este tipo, como cuando el PSOE de Felipe González aceptó participar en el gobierno de concentración que iba a presidir el general Armada si la Operación Armada y el 23-F hubiesen tenido éxito. O la campaña de acoso y derribo que el PSOE organizó contra Suárez y la UCD, hasta que finalmente Adolfo Suárez dimitió y la UCD, ya con Leopoldo Calvo Sotelo, entró en descomposición hasta provocar el adelanto electoral en octubre de 1982, fecha en la que González, tras dos derrotas consecutivas y dolorosas, por fin pudo alcanzar la Moncloa, de la cual no saldría hasta 1996, cuando José María Aznar le ganó por la mínima. 

Pero no solo con González el PSOE luchó por alcanzar el poder a toda costa. En el año 2000, y tras cuatro años en la oposición, el PSOE (liderado ya por Joaquín Almunia) llevó a cabo el primer intento por llevar a España al denominado "Frente Popular". Lo hizo hace veinticinco años, cuando pactó con IU ir juntos a las elecciones de entonces, con la esperanza de destronar a José María Aznar si éste volvía a ganar las elecciones con mayoría simple, como todas las encuestas pronosticaban. La sorpresa vino cuando en la noche electoral del 2000, Aznar ganó contra todo pronóstico con mayoría absoluta, echando por tierra la operación de la izquierda de volver al poder tras el paréntesis que creían que iba a suponer el gobierno de Aznar.

De esta forma, quien crea que el primero en hacer resucitar la idea del "Frente Popular" proviene de Pedro Sánchez está muy equivocado. Almunia hace un cuarto de siglo ya exploró esa posibilidad, pero el hundimiento electoral del PSOE y la mayoría absoluta del PP hizo imposible aquel escenario que hoy sí vivimos por desgracia en nuestro país. Y es que para la izquierda española y el PSOE, todo escenario que pase por una alternativa de gobierno en favor de un partido ajeno a su facción ideológica, es inadmisible. 

Solo aceptan de forma resignada esa posibilidad cuando la situación política, social y/o económica es límite y creen que el PP debe entrar solo para gestionar los problemas que la izquierda ha originado mientras ellos se reorganizan desde la oposición para destronarlos en la siguiente ocasión. Eso sí, con la condición sine qua non de que el PP no toque ni una sola de sus leyes ideológicas, algo que los populares obedecen a rajatabla. Todo ello corrobora la teoría de que el sistema salido de la Constitución de 1978 obedecía a instaurar en España un régimen político donde la izquierda sería la única protagonista, y la mal denominada "derecha" accedería brevemente al gobierno como último escenario si el sistema está en crisis.

Ya en el año 2004 vimos otro escenario similar con respecto a los juegos sucios de la izquierda, incluso antes de producirse los fatídicos atentados del 11-M. Fue durante la campaña electoral de aquel turbulento año cuando Josep Antoni Duran i Lleida, candidato de CIU a las generales, le propuso al por entonces ya líder del PSOE y candidato a la presidencia del gobierno por los socialistas, José Luis Rodríguez Zapatero, que con independencia del resultado electoral, el PSOE buscase apoyos para arrebatarle al PP el gobierno a través de los pactos postelectorales. 

Todas las encuestas daban por hecho que Rajoy, ya designado por Aznar como su sucesor, ganaría esas elecciones pero no con mayoría absoluta, lo cual habría dado posibilidad al PSOE para negociar con el resto de las formaciones políticas, con independencia del resultado salido de las urnas. Obviamente tras el 11-M y la posterior manipulación orquestada por la izquierda, todo aquello quedó en nada, ya que Zapatero ganó contra todo pronóstico esas elecciones y los pactos vinieron solos, sin necesidad de buscarlos los socialistas. 

En 2011, tras el tsunami Zapatero, llegó finalmente, y tras siete años de su primer y fallido intento, Rajoy. Eso sí, con el objetivo por parte de la izquierda de sacarlo del poder a las primeras de cambio. De esa tarea se encargaría el nuevo secretario general del PSOE elegido en 2014: Pedro Sánchez, el cual lo intentó sin éxito en 2016, tras las elecciones generales de diciembre de 2015. La cuestión aquí radica en que, al igual que en el 2000, la izquierda no estaba lo suficientemente organizada como para arrebatarle el poder a los populares en ese momento. Pedro Sánchez lo intentó pero fracasó, ya que se topó con un Podemos liderado por Pablo Iglesias que quería arrebatarle al PSOE la hegemonía de la izquierda, lo cual tampoco consiguieron éstos. ¿El resultado? Una repetición electoral que reforzó al PP y provocó un cisma en el PSOE, llevando consigo la posterior investidura de Rajoy. 

El escenario del año 2000 se repetía, pero la izquierda no se daba por vencida. Ni se dieron por vencidos tras el batacazo del 2000 ni lo hicieron tras el fiasco del 2016, solo se retiraron para reorganizarse mejor. A partir del 2000, el PSOE, ya liderado por Zapatero, llevó a cabo una campaña de acoso y derribo contra Aznar (Prestige, boda de El Escorial, Irak, huelga general, Perejil), la cual tuvo su culmen con la manipulación y posterior polarización social del 11-M por parte de la izquierda. 

Por su parte, a partir del 2016, el caso Gürtel y los demás casos de corrupción que afectaban al PP fueron la excusa perfecta para arrinconar progresivamente a Rajoy y destituirlo dos años después a través de la moción de censura de junio de 2018, cuando la izquierda se reorganizó verdaderamente junto a etarras, independentistas, nacionalistas y podemitas para recuperar ese poder que, según ellos, les corresponde por derecho propio.

Y ya por último tenemos el escenario del 2023, donde después de cinco años de gobierno polarizador y radical de Sánchez, el PP, ya con Alberto Núñez Feijóo al frente, ganó las elecciones generales pero sin sumar mayoría absoluta con VOX. Esto fue motivo suficiente para que Sánchez buscase mantenerse en el poder gracias a la reedición de sus pactos con los independentistas, etarras, nacionalistas y podemitas, con los que sí sumaba mayoría. 

Este es el escenario que tenemos actualmente y que todo parece indicar que durará muchos años más, ya que nada hace presagiar que Sánchez deje el gobierno, ni siquiera en estos momentos donde la corrupción familiar y política le persigue por tierra, mar y aire. Quien piense que el PSOE y la izquierda en general se van a rendir tan fácilmente para dar paso a un gobierno del PP liderado por Feijóo es que es bastante ingenuo o no sabe aún en qué país vive. 

Por cierto, un PP que por asumir ya ha asumido incluso la batalla ideólogica y cultural de la izquierda. No es ningún secreto que el PP de Feijóo ya no se diferencia prácticamente en nada del PSOE que hace veinte años lideraba Zapatero. De hecho, el propio Feijóo se ha declarado votante confeso de Felipe González en su juventud, lo cual corrobora la tesis de que el PP ha sido tomado completamente por individuos con simpatías abiertas al PSOE. Solo así se explica la deriva del PP en estos últimos veinte años, y en esa deriva incluyo a la sobrevalorada y actual musa de la "derecha", Isabel Díaz Ayuso. 

Si los populares creen pues que asumiendo el discurso de la izquierda ganarán al PSOE en las próximas elecciones, lo llevan claro. Ya lo dijo Pablo Iglesias hace unos años en el Congreso "la derecha no va a volver a gobernar este país nunca más". Una frase profética que cada día cobra más fuerza, por mucho que las encuestas indiquen en estos momentos que los populares volverán a la Moncloa. Si el PP vuelve a gobernar España será porque, al igual que ocurrió en 1996 y 2011, la izquierda prefiere echarse a un lado de forma resignada y dejar que el PP gobierne de forma temporal mientras ellos se reorganizan desde la oposición para volver con más fuerzas y expulsarlos en los siguientes comicios. 

Esa es la técnica que siempre ha usado el PSOE, incluso en los años de Felipe González. Ese Felipe González que ahora es añorado por la derecha del PP y de VOX, cuando pocos recuerdan ya que fue precisamente él quien comenzó con la famosa campaña de crispación contra la derecha, incluyendo el famoso anuncio del doberman en 1996. Una campaña de polarización que cuatro años después asumiría de forma más agresiva y radical el propio Zapatero, el cual bajo la apariencia de un tipo dialogante y con talante llevó a cabo el inicio de la decadencia y polarización que hoy padece España y que de forma leal ha asumido su sucesor, Pedro Sánchez. 

Pero no nos engañemos, ya que todo es consecuencia de lo anterior. Sánchez es hijo político del zapaterismo, mientras que Zapatero fue consecuencia del felipismo. ¿O acaso ya nadie se acuerda que fue el propio González quien en el congreso del PSOE en el 2000 decidió a última hora darle la patada en el culo a José Bono, su candidato, en favor de un desconocido Zapatero? ¿Por qué? ¿Quizás porque creía que Zapatero sería un fiel seguidor de su política? ¿O quizás porque creía que Zapatero iba a ir más allá de lo que él nunca fue? 

Cabe añadir que tanto las leyes de memoria histórica como la de memoria democrática son obras de Zapatero y Sánchez respectivamente, pero en 1997, tras anunciar sorpresivamente su retirada de la política, fue Felipe González quien anunció que daba un paso atrás porque, entre otras razones, "quería recuperar la memoria histórica". Esto no me lo invento yo, sino que lo dijo Felipe González en 1997, y de hecho lo reafirmó en una entrevista de televisión que está publicada en Youtube, donde fue entrevistado en el programa de Antena 3 presentado por Jesús Hermida: "la hora H". Y por si fuera poco, esto mismo, y otras barbaries más que posteriormente han realizado Zapatero y Sánchez ya las defendió González en el famoso libro que co-escribió junto a Juan Luis Cebrián: "El futuro no es lo que era". Por cierto, un libro que también logré comprar igualmente por Wallapop hace un año (lleva años descatalogado) y cuyo contenido no deja tampoco indiferente a nadie. 

Así pues, quien ahora se erige como uno de los principales críticos a la política de Sánchez, hace unos veinte años era quien allanaba el camino de lo que posteriormente harían sus sucesores. Por cierto, las críticas de González hacia Sánchez provienen desde 2023 hasta la fecha, pero hasta ese mismo año, González defendía públicamente las políticas de Sánchez y el legado de Zapatero. ¿Acaso ha cambiado de opinión de la noche a la mañana? ¿O es que acaso Sánchez y Zapatero decidieron ir a partir de 2023 por un camino que no es el que González había diseñado hace años? 

De Zapatero no voy a decir nada que no haya dicho antes, ya que es el padre político y el mentor de Sánchez y de sus políticas, que son a su vez una consecución de las suyas. A pesar de no tener buena química al principio, ambos son actualmente un dúo político que se alimentan mútuamente y donde sus intereses políticos y personales, además de sus respectivas ambiciones, superan cualquier otro factor externo. Zapatero es pues el mal personificado que inició al camino a la decadencia actual que vive España, y Sánchez es solo su discípulo aventajado que continúa esa política divisoria, radical y sectaria. 

Ya con Zapatero se comenzaron a vislumbrar esos denominados "cordones sanitarios", lo vimos en diciembre de 2003 con el famoso Pacto del Tinell, donde los socialistas catalanes pactaron con los independentistas obstaculizar la llegada del PP a cualquier administración pública, no solo en Cataluña sino en el resto de España. En aquel entonces, Zapatero ya llevaba tres años liderando el PSOE y estaba a solo tres meses de ganar contra todo pronóstico las elecciones generales. 

Si Felipe González abrió la veda estigmatizando al PP, Zapatero profundizó y radicalizó aún más esa posición hasta el punto de hacer ver ante la sociedad que la derecha era el verdadero enemigo de España. Veinte años después, Sánchez no solo ha profundizado en esa posición, sino que ha unido a su causa a los independentistas, etarras, extrema izquierda y nacionalistas, vendiendo a éstos como partidos respetables mientras arrinconan a una derecha cada vez más perdida y desideologizada. 

Esta es la historia del PSOE en estos cincuenta años, desde la transición hasta la actualidad. La historia de un partido radical y criminal que tras la muerte de Franco pactó con la élite franquista (conviene recordar que la transición solo fue posible gracias a la inmolación y posterior reparto del pastel con el aparato franquista) la creación de un sistema donde solo ellos fuesen el epicentro absoluto del nuevo régimen.
 
Medio siglo después conviene recordar que de estos cincuenta años, el PSOE ha gobernado España durante casi treinta años (veintiocho exactamente), mientras el PP ha gobernado un total de quince años y la UCD solo cinco. De esta forma, la comparación que muchos han hecho desde hace años entre el PSOE en España y el PRI en México (el cual gobernó dicho país durante setenta años) no es nada descabellada. 

El PSOE es pues el partido oficial del régimen del 78 y el pilar fundamental de su pasado, presente y futuro. El PP en cambio es solo un partido de socialistas camuflados cuyo único propósito es el de alcanzar y disfrutar del poder el tiempo que la izquierda le permite saborearlo. Lo vimos con Aznar, lo vimos con Rajoy y, si finalmente la situación así lo exige, lo veremos con Feijóo o Ayuso, los cuales mantendrán las políticas aprobadas por Sánchez y que ellos ahora tanto critican. Aznar no desmanteló las políticas del felipismo ni entregó los papeles del CESID que tanto comprometían al PSOE de González. Rajoy no derogó ni una sola de las leyes radicales y polarizadoras de Zapatero. 

Con estos precedentes, ¿Alguien cree que Feijóo o Ayuso van a cambiar algo? Por supuesto que no. Si la situación de Pedro Sánchez, de su gobierno y del PSOE no empeoran aún más de lo que ya está, el socialismo tiene muchos años más por delante en su objetivo por hacerse con el control absoluto del Estado y abolir por completo cualquier posibilidad de que ningún otro partido les releve, aunque sea temporalmente, del poder ejecutivo. Si por el contrario la situación va a peor, ya está todo pactado para que el PP regrese provisionalmente mientras mantienen intactas las leyes ideológicas de la izquierda. Como se puede ver, no fue Franco quien lo dejo todo atado y bien atado, sino los socialistas. 

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