Hace escasas horas se ha producido la elección del nuevo Papa de la Iglesia Católica. Una elección en la que, contra todo pronóstico, ha salido elegido el estadounidense Robert Prevost, el cual ha escogido como nombre papal León XIV. Hay varias cuestiones que quiero comentar acerca de esta elección que, como toda elección papal, no deja de ser histórica. Dicho esto, creo que conviene comentar algunas cosas que no deben pasarse por alto sobre lo sucedido hoy en Roma.
Para empezar, la elección ha sido toda una sorpresa. Hay voces que apuntaban a que Prevost era uno de los posibles papables, pero nadie apostaba un duro ni por él ni por los otros cardenales que igualmente eran considerados papables, quedando relegados a un segundo o tercer plano en favor de cardenales como Parolin, Tagle o Zuppi, que eran los tres candidatos principales que estaban en la boca de todos los medios. No ha sido así y, como se suele decir, "Quien entra en el Cónclave como Papa, sale como Cardenal". Prevost, de origen estadounidense aunque muy vinculado con Perú, país del que ha sido Obispo de Chiclayo, es desde hoy el Papa número 267 de la Iglesia Católica. Una elección, insisto, que ha sorprendido a prácticamente todo el mundo.
Dicho esto, yo personalmente me inclinaba por Pietro Parolin. No por nada, ya que, como persona agnóstica y escéptica que soy actualmente, me era indiferente (hasta cierto punto) quién fuese elegido Papa. Pero debido al nivel de degradación y de inmoralidad al que ha llegado el mundo y el Catolicismo, y en base a las supuestas profecías de Malaquías en las que mencionaba a la figura del famoso "Pedro el Romano" como último pontífice de la Iglesia Católica antes de la llegada del "Juez terrible" (Malaquías dixit), creo que hubiese sido interesante ver la reacción del mundo y lo que hubiese ocurrido posteriormente si Parolin, el cual coincidía perfectamente con la profecía, hubiese sido elegido Papa.
Digamos que uno, hastiado ya de la decadencia imparable en la que vivimos en todos los sentidos, prefiere ver arder el mundo de una vez por todas y que, como se suele decir, y nunca mejor dicho, que sea lo que Dios quiera. No ha sido así, de modo que tendremos que esperar más adelante para ver algún día, si es que realmente eso llega a ocurrir (cosa que dudo), a un Pedro, ya sea por nombre de pila o papal, como Jefe del Estado Vaticano. Personalmente no soy de los que creen en profecías ni nada por el estilo, pero la situación, hay que reconocerlo, hubiese sido, cuando menos, interesante.
Y ahora centrándome en la figura de Prevost debo añadir que desde el momento en el que se ha mencionado su nombre, lo primero que los medios han recalcado en todo momento es que se trata de un Cardenal afín al fallecido Bergoglio y a sus políticas. Es decir, hablamos de un Papa puramente globalista, el cual seguirá casi con toda probabilidad las políticas que desde hace doce años se llevan aplicando en Roma. Un escenario que era, en mi opinión, el que se iba a producir, con independencia de quien fuese el nuevo Papa.
¿Por qué? Por la sencilla razón de que Bergoglio se las ingenió perfectamente para depurar cualquier movimiento conservador que pudiese a su vez llevar a la silla de Pedro a un Papa más acorde a las doctrinas tradicionales de Juan Pablo II o Benedicto XVI. El periodo conservador acabó en 2013 con la renuncia de Ratzinger y Bergoglio movió muy bien los hilos para dejarlo todo atado y bien atado, una vez fallecido.
Muchas han sido las voces que han ido pregonando por ahí de que este era el momento adecuado para la llegada de un Papa conservador que diese por finalizado el periodo globalista-woke iniciado por Francisco hace doce años. Obviamente, no ha sido así. Desde el momento en que se produjo la muerte de Bergoglio estaba convencido de que su sucesor sería un Papa fiel a la línea del argentino, el cual mantendría intacta su doctrina. La cuestión ahora es ¿Hasta qué punto seguirá su doctrina León XIV? ahí ya entra la incógnita; pero por supuesto, creo que no se alejará en exceso de las implantadas por su predecesor.
Por otro lado debo decir que me parece patética e ignorante la actitud del personal al creer que el sucesor de Bergoglio sería un Papa conservador. Estamos hablando de geopolítica y de intereses que escapan más allá de la mera religión, por ello si alguien creía que la facción conservadora tenía alguna posibilidad dentro de una mayoría claramente progresista, es que es más ingenuo de lo que uno ya cree sobre el personal. ¿Qué posibilidades había de que entrase un Robert Sarah como Papa? Ninguna, y menos si tenemos en cuenta que de más de ciento treinta cardenales que formaban parte del Cónclave, el 80% pertenecía a la facción progresista; con lo cual, apaga y vámonos, porque aquí no hay posibilidad alguna.
Por otro lado, no deja de ser llamativo que precisamente casi cuatro meses después de la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca, sea precisamente un estadounidense el nuevo Pontífice de la Iglesia Católica. Como acabo de decir, hablamos de geopolítica y de intereses que van más allá de la religión. No es descartable por ello que la Iglesia haya querido poner a un progresista estadounidense en Roma en respuesta a la posición conservadora que predomina en estos momentos en Washington.
Debo confesar que cuando vi en directo por televisión que se trataba de un Papa estadounidense pensé que el propio Trump habría movido los hilos en cierta forma para que Estados Unidos tuviese su propio peso en Roma; pero cuando acto seguido salieron los medios haciendo mención al perfil continuista del nuevo Papa, pensé que esto era más bien una respuesta muy calculada por parte del Vaticano para contrarrestar la influencia del conservadurismo que en estos momentos hay al otro lado del Atlántico.
Veremos cómo influye la posición de un Papa globalista (y además estadounidense) frente a la postura conservadora de Trump en Washington, así como su papel con respecto a Rusia y la guerra de Ucrania, entre otros asuntos. Por mi parte no espero nada del nuevo Papa. Con independencia de que haya salido Prevost o hubiese salido Parolin, Tagle o Zuppi, era obvio que Occidente se encaminaba hacia una línea continuista, con independencia de quien fuese el elegido. Roma ha movido ficha dentro del tablero geopolítico mundial con respecto a Trump y ya veremos cómo se irá desarrollando la relación entre la administración estadounidense y el nuevo Papa, aunque todo hace indicar que no será muy cordial, por muy estadounidense que sea el nuevo "Vicario de Cristo".
Por otra parte, ya hay algunos que están hablando acerca del pasado del nuevo Pontífice, alegando que supuestamente encubrió casos de pederastia y corrupción durante su periodo en Perú. Si esto es así, asunto que ignoro por completo, ya que desconozco la vida de este hombre, me pregunto qué lleva al Colegio Cardenalicio a designar a un hombre que supuestamente está bajo sospecha sobre un asunto tan delicado como es el de los abusos a menores.
Un asunto, el de la pederastia, del que por cierto se habló y mucho durante el pontificado de Benedicto XVI, pero que casualmente, una vez dimitido o forzado a dimitir el alemán, se silenció de forma flagrante con la llegada del denominado por los medios "Papa de los pobres" (Francisco). Con Ratzinger fuera y Bergoglio dentro, los abusos a menores, la corrupción vaticana y el denominado escándalo Vatileaks pasaron a mejor vida. El conservadurismo ya había sido desalojado de la Santa Sede y el progresismo globalista había llegado a lo más alto de la jerarquía eclesiástica.
¿Para qué seguir hablando de ello si ya no convenía? Dicho esto cabe preguntarse también, si el designado hubiese sido conservador o antiglobalista pero hubiese tenido este supuesto pasado turbio, ¿No estarían ya los medios rasgándose las vestiduras? Una vez más, doble, triple y cuádruple vara de medir, según de qué pie cojee el protagonista, ya sea en lo religioso, en lo político, en lo cultural o en lo deportivo.
Y ya por último añadir que estamos ante un Papa relativamente joven, dentro de la edad media con la que se suele elegir a un Pontífice, obviamente. En septiembre de este año cumplirá setenta, lo cual hace augurar un pontificado largo, comparado con el de sus predecesores. Cabe recordar que tanto Ratzinger como Bergoglio fueron elegidos en 2005 y 2013 respectivamente con casi ochenta años; de modo que estaríamos, si no hay ningún problema de salud grave de por medio, ante un pontificado que podría durar entre quince o veinte años perfectamente, y más si tenemos en cuenta de que cada vez es más común que el ser humano llegue o roce los noventa años de vida.
Un dato que aunque secundario, conviene tener en cuenta, y más cuando hablamos de la elección de un Papa, donde se asegura que dentro de la Curia Vaticana prefieren a alguien lo suficientemente mayor como para que su pontificado no sea excesivamente largo. Veremos a ver cuánto dura este pontificado que hoy ha comenzado y, sobre todo, por dónde nos llevará el nuevo Papa León XIV. Un Papa al que físicamente, y no soy el único que lo ha dicho, le he encontrado cierto parecido con Karol Wojtyla cuando éste fue elegido Papa en 1978. Un factor que, aunque secundario, también puede ser clave en lo que respecta al carisma y la puesta en escena de Leon XIV en su relación con los fieles.
En definitiva, Habemus Papam, y es nuevamente americano y, por primera vez en la historia, estadounidense. Como persona agnóstica y escéptica que soy actualmente, poco o nada me importa ya el perfil religioso de éste o cualquier otro Papa que venga en el futuro, pero desde el punto de vista cultural sí es determinante su perfil y, sobre todo, su gestión. De ahí que al principio de la entrada dijese que me era indiferente quien fuese elegido Papa, pero hasta cierto punto, ya que desde el punto de vista cultural y geopolítico, la influencia y la posición de poder del Jefe de la Iglesia es crucial en el futuro de Occidente, y sobre todo de esta Europa que se cae a pedazos gracias en parte a la labor destructiva y criminal que realizó el difunto Bergoglio, lo cual ya mencioné en la entrada que escribí el día de su muerte.
En resumidas cuentas, tenemos un Papa continuista y nada parece indicar que vaya a mejorar. Aun es pronto obviamente para saber por dónde irán los tiros, pero todo hace indicar que debido al perfil próximo y fiel a Bergoglio por parte de Prevost, las cosas como mínimo irán igual que hasta ahora en el "mejor" de los escenarios. En el peor, solo nos queda esperar al desastre definitivo, y quizás sin la necesidad de que venga el famoso "Pedro el Romano".
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