Esta mañana nos hemos despertado con el anuncio, por parte del Vaticano, del fallecimiento del Papa Francisco. Un fallecimiento que ha pillado por sorpresa a todo el mundo, aunque de forma relativa. El Papa había sido dado de alta en marzo tras haber estado más de un mes ingresado en un hospital de Roma por problemas respiratorios. La sorpresa viene porque justamente ayer, Domingo de Resurrección, el Papa salió al balcón de la plaza de San Pedro, donde realizó el "Urbi et Orbi" tras reunirse poco antes con el vicepresidente de EEUU, J. D. Vance.
Era algo obvio que el Papa se encontraba en un estado de salud bastante deteriorado, y aunque había salido del hospital hace un mes tras estar al borde de la muerte (dicho por los médicos que lo atendieron), todo hacía indicar que no viviría muchos meses más. Pero nadie se esperaba que todo ocurriese tan pronto, y menos tras estar ayer atendiendo sus obligaciones, aunque fuese a duras penas. Pues bien, dicho esto cabe hacer un pequeño análisis de lo que ha sido el pontificado del difunto Papa. Y es que la figura de Francisco no ha dejado a nadie indiferente. Ha sido, con toda claridad, el peor Papa que ha tenido la Iglesia Católica en el último siglo.
No voy a entrar en la historia de la Iglesia Católica, ya que ha habido Papas a lo largo de estos siglos que incluso han superado en malicia al pontífice argentino; pero no hay que obviar, ni mucho menos olvidar, lo que ha supuesto para la Iglesia y para el mundo el pontificado de Francisco: un pontificado marcado por la apuesta clara y abierta hacia el globalismo, el wokismo y la degradación del Catolicismo y de Occidente. En estos momentos, como es obvio, muchos católicos lloran y rezan por la muerte del que consideran "el Vicario de Cristo". Yo prefiero denominarlo "El sicario del Anticristo", ya que la postura defendida por este Papa durante sus doce años de pontificado ha sido más propia de un luciferino que de un cristiano.
La apertura por parte de la Iglesia a los colectivos LGTBI, el respaldo a la Agenda 2030, a la inmigración ilegal y mafiosa que asola a Europa, así como su postura favorable hacia ese negocio globalista conocido como "cambio climático" y otras posiciones izquierdistas, han hecho de este Papa la antítesis de lo que hasta hace veinte años representaba Juan Pablo II: un Papa woke que incluso antes de su llegada a la silla de Pedro en marzo de 2013 era conocido por sus simpatías hacia el peronismo argentino y hacia la izquierda en general. Todo lo contrario de lo que entre 1978 y 2005 representaba Juan Pablo II, donde el tradicionalismo, el conservadurismo y el anticomunismo fueron los ejes fundamentales de su largo pontificado.
Personalmente debo añadir que un Papa no debe ser ni de izquierdas ni de derechas. Su posición como jefe de la Iglesia Católica debería ser completamente ajena a las posturas políticas. Es verdad que no deja de ser un jefe del Estado, pero precisamente por el perfil religioso que representa, el Papa debería ser alguien neutral, que gestione la Iglesia al margen de cualquier atisbo político. Francisco ha sido, por el contrario, un Papa político, como hasta hace veinte años lo fue Juan Pablo II pero desde el ala de la derecha en aquel entonces. Solo Benedicto XVI, dentro de su carácter conservador y a pesar de sus sombras, fue un Papa ajeno a los intereses políticos, cuyo pontificado estuvo más marcado por su dedicación a la teología que a defender postulados ideológicos desde Roma. Todo ello pasó a un segundo plano con los escándalos que asolaron a la Iglesia durante su pontificado y que tuvieron como culmen su renuncia y la posterior llegada del denominado "Papa argentino".
Un tipo que desde su llegada en 2013 ha influido de forma nefasta no solo en el devenir de la Iglesia sino también de la propia sociedad, la cual se encuentra sumida en estos momentos en uno de los periodos más oscuros que se recuerda de la historia de la humanidad. Ese es, entre otros, uno de los nefastos legados que nos deja el difunto Jorge Bergoglio, cuya muerte está siendo más sentida por parte de la izquierda que de la denominada derecha. A mí personalmente, como persona agnóstica o escéptica que soy actualmente, me es indiferente quién lidere a estas alturas el Catolicismo. Pero una cosa es el papel que desempeña el Papa dentro de la Iglesia y otra es la influencia que ejerce en el resto del mundo a través de su papel como "Representante de Dios en la tierra".
Ahí sí hay que preocuparse y estar atento a lo que salga en el próximo cónclave dentro de unas semanas, ya que el futuro, no solo de la Iglesia, sino de Occidente en cierta medida, estará ligado al perfil que represente el futuro Papa que salga elegido en la Capilla Sixtina. Por cierto, ya se barajan nombres como Pietro Parolin o Peter Turkson como futuros papables, de forma que las profecías de Malaquías sobre Pedro el Romano vuelven a estar en el epicentro de las teorías conspirativas, y lo estarán aún más, si uno de estos candidatos es el próximo jefe de la Iglesia Católica.
Por último, y antes de terminar esta entrada, no puedo dejar pasar por alto uno de los momentos más determinantes del pontificado del difunto Papa. Me refiero al papel que desempeñó durante la pandemia y, sobre todo, en la promoción de las vacunas. "Vacunarse es un acto de amor", dijo Francisco. Esas mismas vacunas que actualmente le están costando la vida a miles de personas en todo el mundo, ya sea como consecuencia de ictus, cánceres, infartos, etc. Esto no es algo que lo diga yo solo, sino que incluso dentro de la mafiosa OMS se ha reconocido ya, y el hecho de que este sujeto promocionase dichas vacunas demuestran la malicia que encarnaba y los intereses ocultos que realmente defendía. Bergoglio ha sido pues cómplice activo del genocidio que supuso la pandemia y la posterior gestión y negocio con respecto a las vacunas. ¿Acaso se puede ser más mala persona? No es sorprendente que esta postura la defendiese un político, un periodista o un magnate de la industria farmacéutica, pero que lo hiciese un supuesto líder espiritual y religioso demuestra la oscuridad y el mal que rodeaba a este personaje.
Por cierto, un personaje que dijo desde sus primeros meses como Papa que una de las primeras cosas que había hecho era la de "Firmar la cartita de renuncia", ya que según él, su intención era la de emular a Benedicto XVI y retirarse cuando las fuerzas le fallasen. Como hemos visto hoy, Francisco ha muerto con las botas puestas, ya que realmente nunca tuvo intención de renunciar y sus reiterados deseos de abdicar eran solo propaganda para hacer creer que era un Papa humilde y no lo que verdaderamente era, un tipo ambicioso y sin escrúpulos. De hecho, la renuncia de Benedicto XVI fue el desenlace de una serie de luchas y presiones dentro de la curia vaticana para que Ratzinger se fuese cuanto antes y propiciar la llegada de un Papa progre, en este caso el propio Bergoglio, como finalmente ocurrió.
En definitiva, termina un papado de doce años que deja como legado una Iglesia profundamente devastada en lo moral y en lo espiritual, y una sociedad occidental cristiana agónica, en donde la decadencia, la degradación e incluso el satanismo simbólico son los pilares fundamentales de Europa y América principalmente. Este es el legado de este Papa jesuita, cuyo rechazo y odio a España y a la Hispanidad han sido tan latentes que ni siquiera se dignó a visitar nuestro país en sus doce años de pontificado, aunque quizás realmente era él quien no era digno de visitar el país que, por mucho que le jodiese, fue el que llevó el Cristianismo hasta América y provocó que 500 años después él pudiese llegar a Papa. Hasta siempre, Bergoglio. Has cumplido con creces tu oscura misión, como fiel discípulo de Lucifer en la tierra. Que Dios (si existe) no tenga compasión de tu alma, hijo de puta.
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