miércoles, 30 de abril de 2025

Apagón general en España


Han pasado ya casi cuarenta y ocho horas del inicio de uno de los episodios más oscuros (tanto figuradamente como literalmente), históricos, decadentes y surrealistas de la historia de España. Me refiero al apagón eléctrico general que este pasado lunes, 28 de abril, se produjo en todo el territorio nacional de España, parte de Portugal, así como de Francia e incluso el Principado de Andorra. Un apagón general sin precedentes que casi cuarenta y ocho horas después de su inicio, nadie sabe aún qué ni quién lo ha causado. 

Por supuesto, no seré yo quien hable sobre cuestiones eléctricas, ya que no domino en absoluto la materia, ni sé nada sobre el sector energético; pero creo que al menos debo escribir por aquí mi opinión sobre este asunto tan turbio, el cual ha marcado en cierta forma un antes y un después en la historia de nuestro país. Un acontecimiento que, para más surrealismo si cabe, ya están advirtiendo que no es en absoluto descartable que vuelva a producirse. Pero empecemos remontándonos a los hechos.

Este lunes, cerca de las 12:30 del mediodía, la red eléctrica española sufrió una caída absoluta en todo el territorio nacional, provocando automáticamente que el país se quedase sin luz, sin calefacción o refrigeración, sin electrodomésticos, sin telecomunicaciones, sin servicios en los transportes públicos y/o en supermercados, bancos, tiendas, etc. En definitiva, todo un caos a nivel nacional donde nadie sabía qué estaba ocurriendo. 

En lo que a mí respecta, me percaté de ello poco después de la caída de la red, ya que al volver a casa (en el momento del apagón estaba en la calle) me percaté que el portero electrónico no funcionaba en primer lugar. Posteriormente, y una vez en casa, me dio por encender las luces del piso, las cuales no se encendían. Debido a las continuas caídas de la red eléctrica por mi zona, me percaté enseguida de que, una vez más, la luz se había ido en mi barrio. 

La cuestión se agrava cuando poco después, al hablar con mi familia, me dicen por el móvil que se ha producido una caída masiva del sistema eléctrico a nivel general en España. La verdad es que cuando lo oí la primera vez me quedé un poco a cuadros, pero más a cuadros me quedé cuando me entero poco después que el fallo se había extendido a Portugal y Francia. Ahí ya comencé a sospechar que estábamos ante algo mucho más grave que un simple fallo eléctrico casual. 

Como dice Joaquín Sabina en su canción "Nos dieron las doce, la una, las dos y las tres" (aunque en este caso no era de la noche sino de la tarde), y la luz no volvía. Sobre las cuatro de la tarde, y tras hablarlo con mi familia, salimos a la calle para comprar velas y agua, ya que de lo poco o nada que sabíamos en aquel momento (ya no teníamos tampoco Internet en el móvil) era que estábamos ante un posible ataque extranjero contra el sistema eléctrico español, el cual podría durar sine die y provocar con ello un corte en el suministro de agua. Yo personalmente debo decir que no pensé en absoluto que la situación fuese a extenderse más allá de ayer, ya que no imaginaba que el ataque fuese tan incontrolable como para dejar, no ya a un país, sino a tres, sin luz durante un periodo excesivamente prolongado. 

Aún así, salimos a la calle, y debo reconocer que lo que vi me hizo retroceder cinco años en mi vida, concretamente a marzo de 2020, los días previos al confinamiento. Todos los supermercados y tiendas estaban cerrados y la gente hablaba ya de un ataque de Putin contra España. Al no encontrar ningún supermercado abierto en aquel momento, la única opción fue la de acudir a las que sí estaban abiertas: las tiendas de los chinos. Unas tiendas en las que yo personalmente no soy muy asiduo ni partidario de ir, pero que en circunstancias excepcionales como esta, cualquier lugar era bueno para comprar, en este caso, el agua y las velas suficientes como para poder subsistir durante los próximos días. 

¿Cuál era la situación? Que mientras sí había velas en las tiendas, en lo que respecta al agua solo había ya botellas pequeñas, ya que las grandes (más de un litro) se habían vendido todas. La imagen de caos contenido, con la gente comprando, muchas de ellas, asustadas ante lo que teníamos en lo alto en aquel momento, será algo que no olvidaré jamás. Finalmente, y tras comprar el poco agua que aún quedaba a la venta en la tienda y algunas velas, advertí a mi familia que lo mejor era cerrar los pestillos una vez llegados a casa y no volver a salir hasta el día siguiente. 

Fue mientras estaba en la calle cuando, tras ver la situación, comencé a ver que aquello, aunque pudiese volver la luz en cualquier momento, podía dar paso a su vez a un escenario más peligroso si llegada la noche, la luz no había vuelto a España. Cabe añadir, todo hay que decirlo, que la compostura de la gente en sus coches a la hora de dejarnos cruzar la carretera a los viandantes fue ejemplar en la mayoría de los casos. Todo ello en un momento donde los semáforos, al igual que todo, no estaban en funcionamiento. 

Ya en casa sobre las seis de la tarde, logramos dar con un transistor y comenzamos a buscar emisoras de radio, lo mismo que todas las familias en España estaban haciendo en ese momento, ya que la radio era el único medio por el que podíamos estar mínimamente informados de lo que estaba ocurriendo. Finalmente, y tras no encontrar en un primer momento emisoras en abierto, casualmente nos topamos con esRadio, la emisora de Jiménez Losantos, la cual sí estaba emitiendo. En aquel entonces, Pedro Sánchez ya estaba hablando desde Moncloa sin dar explicaciones coherentes sobre lo que estaba pasando.

Tras su declaración (sin preguntas, por supuesto), los tertulianos de esRadio comenzaron a criticar a Sánchez y a advertir de la irresponsabilidad del gobierno en un momento extremadamente grave y hasta ahora desconocido en España. Finalmente, y tras un par de horas con la radio encendida donde logré encontrar más emisoras en abierto, decidí apagarla, ya que veía cómo desde otras emisoras estaban intentando de forma descarada salvarle el culo al ejecutivo, el cual no sabía ni por dónde le daba el aire en ese momento. 

Finalmente, llegó las nueve de la noche y con ello la oscuridad. En mi barrio, la luz aún no había vuelto, aunque al volver a encender la radio había emisoras que advertían que en algunos puntos de Sevilla ya había vuelto. Seguimos con la radio puesta y con las velas ya encendidas cuando a las once de la noche volvimos a escuchar la segunda comparecencia de Sánchez desde Moncloa, donde aseguraba que el apagón tuvo su origen a las 12:30 (algo que todo el mundo sabía ya) al producirse, según él, "la desaparición de 15 gigavatios de la red eléctrica en solo cinco segundos". 

En esa misma declaración, Sánchez no descartaba ninguna hipótesis, ni siquiera la de un posible hackeo o ataque cibernético contra España por parte del exterior. Eso llevo a que en mi casa hablásemos de lo que era obvio: Sánchez sabía ya perfectamente qué o quién había desencadenado este caos, pero prefería no decirlo. Finalmente, a las 23:30, solo media hora después, la luz volvió a la zona, entre aplausos y gritos eufóricos de la gente, lo cual me hizo recordar de nuevo y de forma vergonzosa el año 2020 y los patéticos aplausos de la población a las 20:00. Aunque la luz volvió a casa once horas después del apagón, muchísimas zonas de España seguían sin suministro eléctrico. De hecho, con el resto de mi familia no hemos logrado comunicarnos hasta hoy mismo, ya que la luz no ha vuelto a otros municipios hasta hace casi veinticuatro horas. 

Dicho esto, y tras narrar mi vivencia de lo que se puede considerar un hecho histórico, llega el momento de dar mi opinión sobre lo ocurrido. Para empezar, esto que hemos vivido hace solo unas horas, corrobora una vez más mi idea de que vivimos en una década oscura (nunca mejor dicho) y maldita. Lo vivido desde 2020 hasta la fecha, más lo que nos queda por ver, demuestra el caos, la incertidumbre, la paranoia y el surrealismo absoluto que llevamos visto desde que la pandemia hiciera acto de presencia en nuestras vidas hace cinco años. Todo lo que ha venido después confirma que 2020 supuso un antes y un después en nuestras vidas, las cuales han cambiado para peor desde entonces, y que sucesos como los de este apagón nacional y otros sucesos previos que se han desarrollado en estos años, así lo demuestran. 

Ya entrando en materia debo decir que, personalmente, no creo en absoluto las hipótesis que se están manejando acerca de un fallo en la red eléctrica española. Lo ocurrido ayer no ha sido accidental, sino provocado. ¿Por quién? Ahí es donde entran ya las especulaciones. Como ya he comentado antes sobre lo que viví, la gente (en este caso el encargado de uno de los supermercados de mi zona, el cual se encontraba en la puerta del mismo esperando la orden de sus superiores para cerrar) ya hablaba de un ataque por parte de Rusia contra nosotros. Yo personalmente no lo descarto, pero no lo considero una hipótesis creíble. 

¿Puede estar Putin detrás de todo esto? Es posible. En este contexto de crisis geopolítica que vivimos a nivel mundial, es plausible que los rusos hayan logrado hackear la red eléctrica española para desestabilizar no solo a nuestro país, sino a todo el sur de Europa (recordemos que Portugal y Francia, además de Andorra, se han visto perjudicadas también) y de paso recopilar datos que involucren a países miembros de la OTAN. Europa está decidida a ir sí o sí a por Putin y es probable que el Kremlin haya decidido realizar un ataque energético contra Europa a través de nosotros y de paso recopilar información de primera mano para ellos. 

¿Por qué creo por otro lado que no es Putin? Por la sencilla razón de que si el presidente ruso tiene interés en realizar un ataque de este tipo, lo obvio sería hacerlo contra un país europeo de primer orden que esté en primer línea contra Rusia en la escalada actual: Reino Unido, Francia o Alemania. España, a pesar de que comparte esa postura de escalada militar, no es un actor político relevante como para que Putin decidiese poner los ojos sobre nosotros. O quizás sea precisamente la debilidad de nuestro país lo que ha provocado que los servicios de inteligencia rusos hayan logrado antes un ataque cibernético contra nosotros que contra cualquier otro país de nuestro entorno. 

¿Quién más podría ser? Hay muchas posibilidades. No descarto en absoluto que EEUU y Trump tengan algo que ver en todo esto, ya que en medio de la guerra de los aranceles que desde hace un mes está teniendo Washington contra Pekín, Sánchez (aconsejado por el presidente en la sombra, Zapatero) ha acercado posturas con China, lo cual se ha visto como un insulto por parte de la Casa Blanca, quien considera esta apertura de relaciones con los chinos como una traición contra los intereses de EEUU por parte de España. Puede que el origen de lo ocurrido ayer esté en Washington, o puede que no, ya que todo son conjeturas en este momento y ningún español de a pie sabe realmente que es lo que ha pasado y, sobre todo, lo que puede volver a pasar en cualquier momento. 

No es descartable tampoco que el ataque haya sido obra de Israel, quienes se han sentido igualmente ofendidos cuando Sánchez ha decidido cancelar la compra de munición que tenía ya acordada con el gobierno israelí. Sobre este asunto debo hacer hincapié en una cosa, que no es otra que la doble cara por parte del gobierno de Sánchez con respecto a los judíos. Por un lado su postura anti-Israel ante los suyos le hacen acreedor de ser uno de los líderes políticos que más abiertamente se ha enfrentado con los "hijos de Sión". Pero el hecho de que a su vez le compre a éstos material militar hace que dicha postura, incluyendo el reconocimiento de Palestina, sea puro teatro dentro de un contexto geopolítico mundial que se nos escapa por todos lados. Por ello, no es descartable que desde Israel, el Mossad haya actuado para vengarse por esta traición inesperada por parte de Sanchez hacia Netanyahud. 

Hay otras hipótesis, como la que vincula lo ocurrido directamente con Marruecos, con el fin de, entre otros objetivos, desestabilizar aún más a España. Hay incluso quienes aseguran que, al igual que se lleva hablando desde hace veintiún años sobre un determinado atentado que cambió por completo la historia de España, tanto Marruecos como Francia hayan colaborado en este ataque. E incluso no se descarta que el ataque se haya producido desde territorio nacional, aunque sinceramente, las razones que llevarían a un ataque interno contra nuestro propio sistema eléctrico se me escapa por completo. Lo irónico de todo esto es que Red Eléctrica de España ya ha dejado claro que queda descartado por completo un ataque extranjero. Todo lo contrario de lo que incluso hoy ha dicho nuevamente Sánchez desde Moncloa, al reiterar de nuevo que no descartan ninguna hipótesis, incluyendo un ataque exterior. 

Claro, la cosa no puede ser más surrealista y contradictoria, ya que incluso el gobierno portugués ha declarado que el origen ha provenido de un fallo de nuestro propio sistema eléctrico. Por su parte, Red Eléctrica de España, la cual está presidida precisamente por la socialista Beatriz Corredor, ex ministra de Zapatero (el nombre de este peligroso sujeto siempre está presente en cualquier escenario, sobre todo en los más turbios), la cual, por cierto, afirmó hace unos años que descartaba por completo un apagón general en España, ha descartado hoy que haya habido ninguna intervención extranjera, mientras que desde el gobierno esta mañana han reiterado a su vez que no se descarta ninguna posibilidad. 

Supongo que esto lo hará Sánchez para desviar la atención si realmente el origen ha sido un fallo en nuestro sistema eléctrico, sin intervención ni hackeo por ningún lado. Un escenario que yo personalmente no me creo en absoluto pero que igualmente no hay que descartar del todo. Si fuese así, las responsabilidades políticas se volverían contra Sánchez (el cual, por cierto, tambien negó hace tiempo la posibilidad de un apagón general) y contra el gobierno del PSOE, así como contra Red Eléctrica de España, y eso es precisamente lo último que Sánchez quiere en estos momentos. Aún así, y con independencia de cuál sea el verdadero origen, tanto si es un fallo eléctrico como si es un ataque deliberado, es obvio que aquí se tendrían que depurar responsabilidades políticas al más alto nivel, lo cual, como bien sabemos ya, no va a ocurrir por desgracia. 

No se puede permitir que, bien sea por una red eléctrica anticuada o en malas condiciones, o por una intervención extranjera como consecuencia de las políticas que el gobierno de Sánchez está realizando, todo un país se quede sin luz y paralice absolutamente toda actividad a nivel nacional. Sea cual fuese el verdadero origen, el cual aún sigue sin ser desvelado, España tendría que haber amanecido hoy con protestas masivas por parte de toda la población, la cual debería de haber visto, después de lo ocurrido ayer, en manos de quiénes estamos y el peligro que supone la presencia de Sánchez en la Moncloa, con su mentor Zapatero actuando como presidente en la sombra. 

Es obvio que el PSOE no puede seguir ni un minuto más en el poder, pero ni incluso esta situación límite ha provocado que la población abra los ojos. Una población que ayer, mientras el país estaba paralizado, se dedicaba a grabar videos mientras bailaban en zonas públicas. Esto ya nos da la idea definitiva de que nos merecemos todo lo peor que nos pase como sociedad, ya que vivimos en una civilización enferma, la cual ha perdido cualquier atisbo de reflexión y crítica contra las instituciones y la situación decadente en la que se encuentra España. 

Una España que cada vez se parece más a Cuba o Venezuela, donde los cortes del suministro de luz son ya el pan nuestro de cada día en dichos países. Con esta población sumisa e ignorante, el PSOE puede estar tranquilo, ya que haga lo que haga, los españoles siempre se tomarán cualquier desgracia que se nos venga encima con humor, memes y chistes. Es la prueba definitiva de la decadencia absoluta de este país, de su sistema político y de la sociedad española. 

Por último debo añadir que es curioso cómo a pesar de la gravedad extrema de lo ocurrido, la cual ha provocado entre otras muchas consecuencias, la muerte de cinco personas en todo el territorio nacional, el gobierno no decidió en ningún momento aplicar el Estado de Alarma. ¿Acaso un país sin suministro eléctrico, o con el suministro eléctrico parcialmente recuperado en la mitad del país, no es motivo suficiente para declarar esta situación por parte del gobierno? No estoy hablando de esos Estados de Excepción camuflados como Estados de Alarma que a Sánchez tanto le gustaba decretar de forma constante durante la pandemia, sino de un Estado de Alarma a secas, donde las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, así como las Fuerzas Armadas, se hagan cargo de la situación y de los servicios públicos hasta que se recupere la normalidad al 100%. 

¿Acaso eso es mucho pedir? Es obvio que sí para un gobierno criminal como el de Pedro Sánchez, el cual se burló de la desgracia ocurrida hace medio año en Valencia durante la DANA, mientras no asumió ningún tipo de responsabilidad para gestionar aquella desgracia con más de doscientos fallecidos. Por otro lado, me parece impresentable que el gobierno espere a que sean las CCAA las que soliciten que el ejecutivo nacional asuma el mando único y no parta de Moncloa dar este paso, el cual no es un derecho, sino una obligación, ya que para eso es el gobierno de España. Este protocolo fue lo que provocó que la DANA de Valencia fuese una desgracia mayor de la que se hablaba en un primer momento, y este protocolo ha hecho que el gobierno haya actuado en esta ocasión tarde y mal, y más cuando debe ser Moncloa y no las CCAA quien debe asumir de oficio esta responsabilidad.

En definitiva, España ha vivido hace solo unas horas uno de esos días que quedará marcado ya en la historia reciente de nuestro país. De nuevo, un episodio oscuro al que ya por desgracia estamos acostumbrados los españoles, y eso es precisamente lo más triste y preocupante de todo esto. Es probable, como se está hablando ya, que dentro de ¿unos días? ¿unas semanas? ¿unos meses? ¿unos años? esta situación vuelva a producirse. Hay quienes incluso aseguran que lo vivido ha sido un ensayo general para un apagón mayor, o incluso algo peor, que puede producirse de aquí a un tiempo. 

No sé qué es lo que va a ocurrir, sinceramente, pero ya aviso que tanto el futuro de España como el del mundo es más oscuro que la oscuridad que nos ha rodeado hace solo unas horas. Como he dicho al principio de la entrada, vivimos tiempos oscuros y convulsos desde 2020, y todo parece indicar que conforme vayan transcurriendo los años, la situación irá a peor. Lo vivido ayer nos lo podemos tomar pues como un aviso o un ensayo de lo que está por venir. Avisados estamos. 

lunes, 21 de abril de 2025

Adiós, Satanidad


Esta mañana nos hemos despertado con el anuncio, por parte del Vaticano, del fallecimiento del Papa Francisco. Un fallecimiento que ha pillado por sorpresa a todo el mundo, aunque de forma relativa. El Papa había sido dado de alta en marzo tras haber estado más de un mes ingresado en un hospital de Roma por problemas respiratorios. La sorpresa viene porque justamente ayer, Domingo de Resurrección, el Papa salió al balcón de la plaza de San Pedro, donde realizó el "Urbi et Orbi" tras reunirse poco antes con el vicepresidente de EEUU, J. D. Vance. 

Era algo obvio que el Papa se encontraba en un estado de salud bastante deteriorado, y aunque había salido del hospital hace un mes tras estar al borde de la muerte (dicho por los médicos que lo atendieron), todo hacía indicar que no viviría muchos meses más. Pero nadie se esperaba que todo ocurriese tan pronto, y menos tras estar ayer atendiendo sus obligaciones, aunque fuese a duras penas. Pues bien, dicho esto cabe hacer un pequeño análisis de lo que ha sido el pontificado del difunto Papa. Y es que la figura de Francisco no ha dejado a nadie indiferente. Ha sido, con toda claridad, el peor Papa que ha tenido la Iglesia Católica en el último siglo. 

No voy a entrar en la historia de la Iglesia Católica, ya que ha habido Papas a lo largo de estos siglos que incluso han superado en malicia al pontífice argentino; pero no hay que obviar, ni mucho menos olvidar, lo que ha supuesto para la Iglesia y para el mundo el pontificado de Francisco: un pontificado marcado por la apuesta clara y abierta hacia el globalismo, el wokismo y la degradación del Catolicismo y de Occidente. En estos momentos, como es obvio, muchos católicos lloran y rezan por la muerte del que consideran "el Vicario de Cristo". Yo prefiero denominarlo "El sicario del Anticristo", ya que la postura defendida por este Papa durante sus doce años de pontificado ha sido más propia de un luciferino que de un cristiano. 

La apertura por parte de la Iglesia a los colectivos LGTBI, el respaldo a la Agenda 2030, a la inmigración ilegal y mafiosa que asola a Europa, así como su postura favorable hacia ese negocio globalista conocido como "cambio climático" y otras posiciones izquierdistas, han hecho de este Papa la antítesis de lo que hasta hace veinte años representaba Juan Pablo II: un Papa woke que incluso antes de su llegada a la silla de Pedro en marzo de 2013 era conocido por sus simpatías hacia el peronismo argentino y hacia la izquierda en general. Todo lo contrario de lo que entre 1978 y 2005 representaba Juan Pablo II, donde el tradicionalismo, el conservadurismo y el anticomunismo fueron los ejes fundamentales de su largo pontificado. 

Personalmente debo añadir que un Papa no debe ser ni de izquierdas ni de derechas. Su posición como jefe de la Iglesia Católica debería ser completamente ajena a las posturas políticas. Es verdad que no deja de ser un jefe del Estado, pero precisamente por el perfil religioso que representa, el Papa debería ser alguien neutral, que gestione la Iglesia al margen de cualquier atisbo político. Francisco ha sido, por el contrario, un Papa político, como hasta hace veinte años lo fue Juan Pablo II pero desde el ala de la derecha en aquel entonces. Solo Benedicto XVI, dentro de su carácter conservador y a pesar de sus sombras, fue un Papa ajeno a los intereses políticos, cuyo pontificado estuvo más marcado por su dedicación a la teología que a defender postulados ideológicos desde Roma. Todo ello pasó a un segundo plano con los escándalos que asolaron a la Iglesia durante su pontificado y que tuvieron como culmen su renuncia y la posterior llegada del denominado "Papa argentino". 

Un tipo que desde su llegada en 2013 ha influido de forma nefasta no solo en el devenir de la Iglesia sino también de la propia sociedad, la cual se encuentra sumida en estos momentos en uno de los periodos más oscuros que se recuerda de la historia de la humanidad. Ese es, entre otros, uno de los nefastos legados que nos deja el difunto Jorge Bergoglio, cuya muerte está siendo más sentida por parte de la izquierda que de la denominada derecha. A mí personalmente, como persona agnóstica o escéptica que soy actualmente, me es indiferente quién lidere a estas alturas el Catolicismo. Pero una cosa es el papel que desempeña el Papa dentro de la Iglesia y otra es la influencia que ejerce en el resto del mundo a través de su papel como "Representante de Dios en la tierra". 

Ahí sí hay que preocuparse y estar atento a lo que salga en el próximo cónclave dentro de unas semanas, ya que el futuro, no solo de la Iglesia, sino de Occidente en cierta medida, estará ligado al perfil que represente el futuro Papa que salga elegido en la Capilla Sixtina. Por cierto, ya se barajan nombres como Pietro Parolin o Peter Turkson como futuros papables, de forma que las profecías de Malaquías sobre Pedro el Romano vuelven a estar en el epicentro de las teorías conspirativas, y lo estarán aún más, si uno de estos candidatos es el próximo jefe de la Iglesia Católica. 

Por último, y antes de terminar esta entrada, no puedo dejar pasar por alto uno de los momentos más determinantes del pontificado del difunto Papa. Me refiero al papel que desempeñó durante la pandemia y, sobre todo, en la promoción de las vacunas. "Vacunarse es un acto de amor", dijo Francisco. Esas mismas vacunas que actualmente le están costando la vida a miles de personas en todo el mundo, ya sea como consecuencia de ictus, cánceres, infartos, etc. Esto no es algo que lo diga yo solo, sino que incluso dentro de la mafiosa OMS se ha reconocido ya, y el hecho de que este sujeto promocionase dichas vacunas demuestran la malicia que encarnaba y los intereses ocultos que realmente defendía. Bergoglio ha sido pues cómplice activo del genocidio que supuso la pandemia y la posterior gestión y negocio con respecto a las vacunas. ¿Acaso se puede ser más mala persona? No es sorprendente que esta postura la defendiese un político, un periodista o un magnate de la industria farmacéutica, pero que lo hiciese un supuesto líder espiritual y religioso demuestra la oscuridad y el mal que rodeaba a este personaje.

Por cierto, un personaje que dijo desde sus primeros meses como Papa que una de las primeras cosas que había hecho era la de "Firmar la cartita de renuncia", ya que según él, su intención era la de emular a Benedicto XVI y retirarse cuando las fuerzas le fallasen. Como hemos visto hoy, Francisco ha muerto con las botas puestas, ya que realmente nunca tuvo intención de renunciar y sus reiterados deseos de abdicar eran solo propaganda para hacer creer que era un Papa humilde y no lo que verdaderamente era, un tipo ambicioso y sin escrúpulos. De hecho, la renuncia de Benedicto XVI fue el desenlace de una serie de luchas y presiones dentro de la curia vaticana para que Ratzinger se fuese cuanto antes y propiciar la llegada de un Papa progre, en este caso el propio Bergoglio, como finalmente ocurrió.
 
En definitiva, termina un papado de doce años que deja como legado una Iglesia profundamente devastada en lo moral y en lo espiritual, y una sociedad occidental cristiana agónica, en donde la decadencia, la degradación e incluso el satanismo simbólico son los pilares fundamentales de Europa y América principalmente. Este es el legado de este Papa jesuita, cuyo rechazo y odio a España y a la Hispanidad han sido tan latentes que ni siquiera se dignó a visitar nuestro país en sus doce años de pontificado, aunque quizás realmente era él quien no era digno de visitar el país que, por mucho que le jodiese, fue el que llevó el Cristianismo hasta América y provocó que 500 años después él pudiese llegar a Papa. Hasta siempre, Bergoglio. Has cumplido con creces tu oscura misión, como fiel discípulo de Lucifer en la tierra. Que Dios (si existe) no tenga compasión de tu alma, hijo de puta.  

martes, 8 de abril de 2025

Thatcher-Major: la época dorada de los tories


Hace unos días escribí una entrada acerca de uno de los dúos de la política británica más relevantes de las últimas décadas, como fue el caso de los laboristas Tony Blair y Gordon Brown. Creo que es de recibo que tras haber hablado largo y tendido sobre estos dos personajes, hiciese también lo mismo con los dos previos que ocuparon el 10 de Downing Street entre 1979 y 1997: Margaret Thatcher y John Major.

Es curioso que perteneciendo ambos a familias de clase humilde y trabajadora, tanto Thatcher como Major se afliasen y acabasen convirtiendo en los líderes del Partido Conservador británico, ese partido que se ha caracterizo, entre otras cosas, por ser el representante de las clases altas en la sociedad británica. Afortunadamente, la clase social a la que pertenece uno no es equivalente a la ideología que uno pueda tener cuando comienzas a interesarte por la política. De eso Thatcher y Major sabían bastante, por eso ambos pasaron de ser hijos de un tendero (caso de Thatcher) y de un trapecista (caso de Major), a convertirse en líderes de sus respectivos partidos y posteriormente en primeros ministro del Reino Unido.

En el caso de Margaret Thatcher, ésta ya tenía experiencia en el gobierno antes de asumir la jefatura del ejecutivo británico. Fue ministra de educación en el gobierno de Edward Heath, periodo en el que ya fue polémica al retirar la leche en los colégios y a reducir el gasto público en educación. Sin embargo, y tras perder Heath las elecciones de 1974 y con ello el gobierno, Thatcher se presentó contra éste para competir por el liderazgo del Partido Conservador, ganando finalmente las elecciones internas y convirtiéndose pues en líder de los tories y de la oposición. 

En 1979, y tras las elecciones generales celebradas el 3 de mayo de 1979, Thatcher obtuvo una victoria histórica. De esta forma, los tories obtuvieron una mayoría amplia, la cual les permitió poner "patas arriba" el sistema político, económico y social en Reino Unido. Una vez en el poder, y junto con su gran aliado internacional, el presidente estadounidense Ronald Reagan, Thatcher y él comenzaron lo que se ha venido denominando "la revolución neoliberal de los 80". 

La política de Thatcher se definió de forma clara al aprobar medidas donde se reducía drásticamente el gasto público, se bajaban impuestos, se privatizaba de forma progresiva empresas estatales y se reducía a su vez el poder de los sindicatos. Esto le valió para siempre el apodo de "la dama de hierro", el cual se confirmaría posteriormente tras la guerra de las Malvinas, y le costó a su vez masivas manifestaciones, huelgas y protestas por parte de la clase trabajadora, la cual veía en Thatcher a su principal enemiga, siendo irónicamente ésta perteneciente a dicha clase social. De esta forma, para los trabajadores, Thatcher era una traidora a su propia clase. 

De hecho su popularidad se vio afectada en este contexto. Así fue hasta que Thatcher anuncia en abril de 1982 una de las decisiones más relevantes en sus once años de mandato: su decisión de recuperar las Islas Malvinas, iniciando a su vez una guerra con Argentina en la lucha por dichas islas. Esta guerra, la cual duraría dos meses y acabó costando la vida de 255 soldados británicos y 649 soldados argentinos, supuso finalmente una victoria arrolladora de Reino Unido, la cual pudo recuperar las Malvinas y con ello el status de territorio británico de ultramar. Tras la victoria, Thatcher presidió el desfile militar en Londres de las tropas, como si de la comandante en jefe de las Fuerzas Armadas británica se tratase, una función que constitucionalmente le correspondía a la reina Isabel II. 

Tras la victoria en las Malvinas, Thatcher recuperó gran parte de su apoyo social y al año siguiente, en mayo de 1983 concretamente, salió reelegida nuevamente y de forma mayoritaria como primera ministra del país. Tras su reelección, en 1984, fue víctima de un atentado terrorista en Brighton por parte del IRA, mientras los tories estaban celebrando allí su congreso. Un atentado del cual salió ilesa junto a su marido, Denis Thatcher, y que tuvo lugar después de que Thatcher fuese firme y decidida cuando determinados miembros del IRA anunciaron una huelga de hambre. Una huelga que provocó la muerte de diez de sus miembros, lo cual corroboraba la personalidad fuerte e inquebrantable de Thatcher. 

Ya en mayo de 1987 y tras cuatro años de su segundo mandato (al igual que Blair, Thatcher siempre convocó elecciones a los cuatro años), la dama de hierro era reelegida de forma mayoritaria por tercera vez consecutiva. Un hito histórico (ganar tres elecciones generales de forma consecutiva y mayoritaria) que solo compartió con Tony Blair cuando éste ganó, como ya comente en la entrada sobre sus años, tres elecciones generales consecutivas y de forma mayoritaria: las de 1997, las de 2001 y las de 2005. 

Sin embargo, el tercer y último mandato de Thatcher estuvo marcado por divisiones internas dentro del partido, el cual fue creciendo a medida que los conservadores iban perdiendo apoyo electoral y el autoritarismo de Thatcher a la hora de gobernar se acrecentaba cada vez más. Ya en 1990, los laboristas comenzaron a despuntar claramente en las encuestas, lo cual aumentó la preocupación entre los tories y provocó una crisis interna cada vez más sonada en los siguientes meses, la cual culminaría con la salida forzada y precipitada de Thatcher de Downing Street en noviembre de aquel mismo año. 

Entre 1989 y 1990 se produce la entrada en vigor del famoso impuesto "poll tax", el cual obligaba a los habitantes de los municipios a pagar la misma cantidad económica con independencia de la renta de los habitantes y de su clase social. Esta medida, hipócrita por parte de una liberal como Thatcher, como así mismo se definía ella, provocó una oleada de protestas, las cuales tuvieron como culmen la manifestación celebrada en Londres, donde más de trescientas personas fueron detenidas y otras cien fueron lesionadas. 

A la misma vez, la dimisión del que hasta entonces había sido su mano derecha desde 1979, Geoffrey Howe, supuso uno de los golpes más duros para Thatcher en aquel momento tan convulso para ella. Pero aquí no quedó la historia, ya que tras su dimisión, el propio Howe arremetió duramente delante de la propia Thatcher en un discurso en la Cámara de los Comunes. En dicho discurso, se confirmó que Howe había dimitido por fuertes discrepancias con Thatcher sobre la Unión Europea y el futuro del euro, así como de la integración o no del Reino Unido en la moneda única. Thatcher, que defendía una postura claramente euroescéptica, chocó abiertamente con su número dos, el cual era más favorable a una apertura hacia Europa, motivo por el que éste decide abandonar el gobierno.

Pero el punto y final a la época de Thatcher se produce justo después de esta dimisión, ya que uno de los rivales internos de la dama de hierro, Michael Heseltine, anuncia su decisión de disputarle a Thatcher el liderazgo del Partido Conservador. Esta decisión, en medio de aquel escenario tan adverso para ella, supone su tumba política. Días después, Thatcher gana las elecciones internas frente a Heseltine, pero no con mayoría absoluta. De esta forma, la primera ministra debía enfrentarse a una segunda vuelta en la que aseguraba que daría la batalla. 

El problema surge cuando después de este anuncio, sus ministros le instan a que abandone la lucha y dimita, ya que no creen que podría ganar esta segunda vuelta. Thatcher, al ver cómo todo su gobierno y sus hasta entonces más estrechos colaboradores le dan la espalda en su momento más decisivo (Thatcher siempre quedó traumatizada por su salida del poder, la cual consideró toda una traición por parte de los suyos), decide muy a su pesar tirar la toalla y dimitir como primera ministra y líder del partido el 28 de noviembre de 1990, tras once años y medio en el cargo. 

Antes de su recordada salida entre lágrimas de Downing Street por parte de la dama de hierro, Thatcher decide apoyar a su hasta entonces ministro de economía, John Major, como su sucesor al frente del Partido Conservador y de la jefatura del gobierno británico en la segunda vuelta que ella misma debía haber liderado contra Heseltine. Una segunda vuelta que se celebró el 27 de noviembre de 1990 y por la cual Major acabó imponiéndose a Heseltine. De esta forma, la dimisión de Thatcher se hizo efectiva al día siguiente, y con ello la llegada de John Major. Aquí comienza la segunda parte de esta historia, la cual lideraría Major en medio de escándalos, traiciones y desgaste absoluto por parte de los tories, el cual tendría su fin en mayo de 1997, tras dieciocho años ininterrumpidos de gobierno conservador.

Major llega a Downing Street tras la retirada de Thatcher en 1990 y decide seguir con las políticas de ésta pero moderando considerablemente su postura. Tras apoyar a George W. H. Bush (Bush padre) en la guerra del Golfo en 1991, decide apostar por una mayor integración en la Unión Europea (todo lo contrario de lo que defendía Thatcher), hasta el punto de entrar en el Mecanismo Europeo de Cambio y firmar el Tratado de Maastricht en febrero de 1992, aunque sin entrar en el euro. 

En noviembre de 1990, justo cuando se produjo el relevo entre Thatcher y Major, Reino Unido entró en recesión y en septiembre de 1992 se produce el denominado "miércoles negro", donde Major retira tras solo dos años a Reino Unido del Mecanismo Europeo de Cambio tras una serie de presiones y especulaciones financieras, lideradas entre otros por el sionista George Soros, lo cual unido a la debilidad de la libra, a la política económica de Major y a la recesión de 1990, produjo finalmente este desenlace, dándole de esta forma la razón a Thatcher, la cual siempre fue reacia a entrar en el Mecanismo Europeo de Cambio.

Pero poco antes de aquello, en mayo de 1992, y agotando la legislatura de cinco años por primera vez desde 1979, Major gana de forma inesperada las elecciones generales de aquel año. Unas elecciones en las que los laboristas partían con una ligera ventaja, aunque no muy amplia. De esta forma, Major consiguió darle la vuelta a las encuestas y ganar de forma mayoritaria unas elecciones en las que todo el mundo daba ya por hecho el regreso de los laboristas al poder. Ese regreso debío esperar hasta 1997, ya con Tony Blair al frente del partido. La victoria de Major fue a su vez su tumba política, algo que el primer ministro tardaría en tomar consciencia. 

A partir de su victoria en 1992, los escándalos tanto de corrupción como incluso de índole sexual en el Partido Conservador fueron una constante dentro de la actualidad política británica. Mientras los escándalos aumentaban sin cesar, las encuestas comenzaron a reflejar la caída vertiginosa de Major en las encuestas y la subida imparable de los laboristas, sobre todo tras la llegada de Tony Blair al liderazgo del partido. Los escándalos que salpicaron en aquellos años a la Monarquía británica tampoco ayudaron a apaciguar la situación nacional, la cual vivía atónita cómo los escándalos afectaban a todas las principales instituciones del país. Los 90 fueron pues una de las décadas más convulsas y tensas que se han vivido en la política británica en las últimas décadas... hasta que llegó el Brexit, obviamente. 

En medio de aquel caos, y tras perder de forma clamorosa las elecciones europeas en junio de 1994 y las elecciones locales, Major anuncia en junio de 1995 su dimisión como líder conservador, en un intento por recuperar una situación que practicamente ya se le había ido de las manos. Aun así, y para sorpresa de todos, no hubo un candidato altamente destacado que le pudiese hacer frente a esa elección interna, de forma que, pese a todo, Major volvió a salir reelegido líder del partido. Tras esta decisión, apostaría por aguantar los dos últimos años que le restaban de mandato, hasta mayo de 1997, creyendo de forma absurda que quizás podría darle la vuelta a las encuestas, tal y como le sucedió en mayo de 1992. Lo que Major no era aun consciente es que la grave situación que se estaba viviendo en aquel entonces en Reino Unido hacía imposible una nueva victoria por parte de los tories. 

En lo que respecta a Irlanda del Norte, Major fue una pieza clave en lo que sería el inicio de las conversaciones que darían lugar posteriormente a los Acuerdos del Viernes Santo que finalmente firmó Blair en abril de 1998. Al mismo tiempo, el IRA anunció en 1994 un alto el fuego, el cual se rompió finalmente en 1996. Cabe añadir que, al igual que Thatcher, el propio Major y su gabinete sufrieron en Downing Street un atentado terrorista en 1991, del cual salieron ilesos, mientras el gobierno estaba reunido por la guerra del Golfo. 

Finalmente, tras cinco años interminables de escándalos, corrupción y desgaste político, Major convoco finalmente elecciones generales para el 1 de mayo de 1997. Todas las encuestas daban a los laboristas de Blair una victoria histórica, como así sucedió finalmente. Major, a pesar de intentar hasta última hora por luchar por una victoria o al menos por una derrota mínimamente decente, sufrió una de las derrotas electorales más clamorosas de la historia reciente británica, solo superada por la sufrida igualmente por los tories en julio de de 2024. De esta forma, al día siguiente presentó oficialmente su dimisión a la reina Isabel II, dando comienzo a la larga era de Tony Blair y posteriormente a la breve era de Gordon Brown, como ya escribí hace unos días. De esta forma, y tras casi siete años en el gobierno, John Major puso fin a su paso por la jefatura del gobierno británico y con ello a casi veinte años de gobiernos tories. 

El caso de Thatcher y de Major es sorprendentemente muy parecido, al menos en mi opinión, de lo que posteriormente sucedería con los laboristas Blair y Brown. Mientras Thatcher cosechó los mejores resultados y "reinó" durante la época dorada del denominado thatcherismo, Major por su parte heredó un gobierno que ya estaba en un proceso de desgaste considerable. Aun así, Major, a diferencia de Brown, consiguió después de solo dos años al frente del gobierno remontar en las encuestas y ganar unas inesperadas elecciones en 1992, algo que el laborista escocés no llegó a conseguir después de tres años en Downing Street. 

Thatcher, por su parte, fue odiada y admirada a partes iguales, un fenómeno similar al que vivió Blair en sus años de gobierno. Ambos se llevaron los mejores años en los que su partido estuvo en el gobierno y dejaron el cargo en un momento en el que el desgaste político y personal de ambos eran ya claramente visibles. A pesar de ello, mientras Thatcher fue traicionada por los suyos y forzada a irse en cuestión de días, lo cual le marcó para el resto de su vida, Blair administró él solo los tiempos y, a pesar de las luchas internas y las presiones de Brown para que abandonase ya el cargo y le cediese el testigo, lo hizo finalmente cuando él lo creyó conveniente. 

En lo que respecta a Thatcher debo decir que su relación con la reina Isabel II siempre fue motivo de debate, algo que también se comentó aunque en menor medida en la relación entre la monarca y Tony Blair en algunos momentos de su gobierno. Es ampliamente conocido que la reina y la primera ministra, a pesar de ser respetuosas la una con la otra y formar parte de la misma generación (Isabel II nació en 1926 y Margaret Thatcher en 1925), tenían una relación fría, tensa y distante en donde la monarca discrepaba de muchas de las políticas que la dama de hierro aplicaba en Reino Unido. 

De hecho la famosa publicación que "The Sunday Times" publicó en 1986 (un suceso que aparece de hecho en la serie "The Crown") acerca de las opiniones que Isabel II y su círculo más cercano tenían de la propia Thatcher hizo que su relación no fuese, precisamente, a mejor. También el hecho de que Thatcher fuese una mujer de clase trabajadora, la cual aprendió de su padre el esfuerzo, la tenacidad y el mérito propio, e Isabel II una mujer que representaba toda una institución como la Monarquía, que tiene su base en la herencia y no en el mérito, hacía que, pese a su perfil monárquico, la actitud de la primera ministra hacia la reina no fuese todo lo cortés que se podía esperar en las relaciones entre las dos figuras políticas más importantes de Reino Unido.

Por no hablar de los desacuerdos que hubo entre la propia reina y la dama de hierro cuando se produjo el "apartheid" en Sudáfrica en 1985, cuando Isabel II, como jefa de la Mancomunidad de la Commonwealth, era partidaria de las sanciones a Sudáfrica mientras que Thatcher se negó en rotundo a apoyar por parte de Reino Unido dichas sanciones, ganándole finalmente el pulso la primera ministra a la reina. Aun así, y a pesar de las difíciles relaciones y desencuentros entre ambas, la propia Isabel II asistió al funeral de despedida de Margaret Thatcher cuando ésta falleció en abril de 2013. Un gesto que la reina solo tuvo con otro primer ministro bajo su reinado: el sobrevalorado Winston Churchill. 

Major, por su parte, tuvo una mejor relación con la reina, aunque los escándalos de la Monarquía durante su mandato fueron uno de los escollos a los que el primer ministro tuvo que hacer frente en medio del clima irrespirable de controversias que se vivía en Reino Unido durante la década de los 90. De hecho, tras el famoso incendio del Windsor en noviembre de 1992, el gobierno de Major y la Casa Real británica llegaron a un acuerdo por el que la Monarquía comenzaría a pagar impuestos. Un hecho hasta entonces sin precedentes en la Corona británica. 

Dicho esto, y en lo que respecta a John Major, debo hacer al igual que en la entrada sobre Blair y Brown una digresión para comentar un hecho que a mí personalmente me llama la atención sobre Major, como es el paralelismo del final de su gobierno con el que simultanemanete se vivía aquí en España durante los últimos años de Felipe González. Y es que mientras en Reino Unido se vivían escándalos de corrupción, escándalos sexuales, crisis internas dentro de los tories, intentos sin éxito dentro del partido para sustituir a Major y un desgaste político considerable, aquí en nuestro país se vivió una situación bastante parecida con el último gobierno felipista, donde los escándalos de corrupción (Filesa, Roldán, Mariano Rubio, etc), sumado a los escándalos políticos como fue el de las escuchas del CESID y/o el de los GAL, así como el desgaste evidente de casi década y media de gobierno de Felipe González, hace que este paralelismo sea, al menos en mi opinión, bastante llamativo. 

En el caso de John Major, como acabo de comentar, esos escándalos y ese desgaste acabó costándole una derrota aplastante en 1997 frente a Tony Blair, mientras que aquí en España, Felipe González perdió las elecciones generales de 1996 (solo un año antes de la derrota de Major) contra José María Aznar, pero en este caso por un estrecho margen, en contra de lo que vaticinaban todas las encuestas, que auguraban una victoria aplastante de Aznar en dichos comicios. Tanto Felipe González como John Major, los cuales apenas se llevaban un año de diferencia (González nació en 1942 y Major en 1943), dejaron los liderazgos de sus respectivos partidos en 1997. González en julio de 1997 y Major un mes antes, en junio de 1997.

Y ya por último, y volviendo al tema original que nos ocupa, tengo que hacer un par de reflexiones acerca de, en este caso, Margaret Thatcher. La dama de hierro siempre se definió a sí misma como liberal, lo cual me parece muy bien, aunque yo no comulgue con el liberalismo. Sin embargo, es curioso cómo en el caso de Thatcher, así como en el de Reagan y todos los demás políticos que se definen como liberales, reducen de forma drástica el gasto público y eliminan ayudas estatales son sujetos que viven toda su vida del erario público. Thatcher, una vez apartada del poder, podía haber renunciado a su pensión como ex primera ministra (al fin y al cabo es una prestación del Estado) y a su cargo en la Cámara de los Lores. 

Pese a ello, la dama de hierro nunca rechazó ningún cargo público y se dignó a vivir de los presupuestos estatales mientras aplicaba políticas para privatizar por doquier empresas estatales y reducir el tamaño del Estado. Esto demuestra la hipocresia de los liberales, los cuales se dedican a vivir de lo público mientras promueven políticas orientadas hacia el sector privado. Los socialistas y los comunistas, a pesar de que estoy en las antípodas de su ideología, son al menos algo más coherentes, ya que sus integrantes son unos vividores de lo público porque su propia ideología defiende esta postura. Los liberales, por su parte, son unos vividores del Estado igualmente, pero desde una posición falsa e hipócrita. 

En definitiva, este es el periodo de casi veinte años en la política británica que se caracterizaron por la férrea postura de Thatcher durante sus controvertidos años al frente del gobierno británico (a día de hoy, Margaret Thatcher sigue generando gran controversia y división en la sociedad británica) y la débil posición a la que se enfrentó Major en la etapa de declive de los tories al frente de Downing Street. Una época polémica, la cual muchos recuerdan como un éxito gracias a las políticas liberales aplicadas por Thatcher (Major en cambio fue más moderado), mientras que otros la recuerdan como un periodo de recortes de derechos e incluso represión por parte del thatcherismo hacia la clase trabajadora, la misma clase social a la que irónicamente pertenecían estos dos personajes, los cuales consiguieron llegar a la jefatura del gobierno británico a través del Partido Conservador, que es la organización política que históricamente siempre ha estado más ligada y representada a los intereses de la clase alta británica. 

miércoles, 2 de abril de 2025

Aznar-Rajoy: la sucesión suicida


Hace unos días se ha recordado los veinticinco años de la mayoría absoluta de José María Aznar en las elecciones generales del año 2000. Una mayoría absoluta inesperada después de cuatro años desde que llegó al gobierno tras ganar las elecciones generales de 1996, de la cual se cumplirán tres décadas el año que viene. Lo que me lleva a escribir esta entrada no es hacer un balance del legado de Aznar, pero sí de comentar en profundidad una de sus decisiones más controvertidas, la cual ha sido una de las que posteriormente más se ha arrepentido: la designación de su vicepresidente del gobierno, Mariano Rajoy, como su sucesor en agosto de 2003. Una decisión personal y exclusiva bastante meditada por parte de Aznar, la cual no salió como él esperaba en su totalidad.

Como todos sabemos, Rajoy perdió las elecciones generales de 2004 cuando todas las encuestas le daban como ganador. El 11-M y la movilización de la izquierda fue crucial para que no llegase a la Moncloa cuando todo estaba previsto. Tuvo que esperar siete años para, esta vez sí, llegar al poder. Pero como es sabido, la España que Rajoy comenzó a gobernar a finales de 2011 no tenía nada que ver con la que podía haber heredado de Aznar, en caso de haber ganado en marzo de 2004. El paso por el gobierno de un sujeto llamado José Luis Rodríguez Zapatero, el cual llevó a cabo todo un experimento de ingeniería social en España, fue crucial para que Rajoy se encontrase un país en medio del caos y no un escenario de aparente estabilidad económica previo al estallido de la burbuja inmobiliaria en 2007/2008.

En el momento de su llegada al gobierno en diciembre de 2011, las relaciones entre Aznar y Rajoy ya no eran lo que habían sido años antes. El famoso congreso de Valencia supuso un antes y un después tras intentar Aznar moverle la silla a Rajoy cuando éste perdió por segunda vez ante Zapatero en las elecciones generales de 2008. Esto fue el primer tropiezo, pero cuando la relación finalmente comenzó a deteriorarse fue con la llegada del gallego a la Moncloa, donde Rajoy, lejos de presentarse como el continuador de las políticas de Aznar, gobernó bajo su propio criterio y sin tener en cuenta los consejos de su predecesor. Y lo que es peor: en los siete años de gobierno de Rajoy no se derogó ni una sola de las leyes aprobada durante los siete años previos de gobierno de Zapatero.

Ironías de la vida, Aznar designó a Rajoy para que consolidase su legado de ocho años de gobierno tras su marcha y finalmente Rajoy consolidó un legado, sí, pero el de Zapatero, manteniendo todas y cada una de sus políticas, las cuales fueron recogidas por Pedro Sánchez al acceder al poder tras la moción de censura que desalojó a los populares de la Moncloa en junio de 2018. Como he dicho antes, el congreso de Valencia fue el primer tropiezo entre ambos líderes populares, pero fue además algo mucho más profundo, fue el inicio de dos facciones dentro del PP. 

Por un lado, los denominados "aznaristas", quienes consideraban que había que seguir con la línea política del expresidente, y por otro lado los "marianistas", quienes creían que el partido debía comenzar una nueva etapa tras cuatro años en la oposición donde el PP estaba controlado por el sector más cercano a Aznar (Acebes, Zaplana, etc). Rajoy, tras su segunda derrota electoral, creyó que la única forma de deshacerse de la sombra de Aznar era creando su propio perfil y su propio equipo, lo cual supuso el inicio de las hostilidades entre mentor y discípulo. 

Tras la llegada de Rajoy al gobierno, Aznar creyó que su delfín político seguiría sus consejos y se dejaría guiar por su influencia. Nada más lejos de la realidad. Rajoy en 2011 llegó al gobierno convencido de que ya nada le debía a Aznar, y que si en marzo de 2004 hubiese llegado al poder sí habría sido gracias a su mentor, pero tras las elecciones generales de noviembre de 2011, el gallego consideraba que su victoria por mayoría absoluta (una mayoría absoluta más potente que la obtenida por Aznar en el 2000) la había obtenido ya por méritos propios y no por méritos de su ex jefe, con lo cual nada le debía a esas alturas y creía que debía gobernar bajo su propio y exclusivo criterio. 

Personalmente, y a pesar de que siempre fui un crítico ferviente con la gestión pasiva e inactiva de Rajoy, en esto debo darle la razón. Y es que Aznar nunca debió designar a dedo a su sucesor, sino convocar unas primarias donde hubiese salido elegido el candidato que hubiesen querido los compromisarios. En lugar de eso apostó su legado y el futuro de España en alguien que no tenía ambiciones políticas ni un proyecto de país. Esa ambición la tuvo sujetos como Rodrigo Rato e incluso Jaime Mayor Oreja. 

El problema era que estos dos, a pesar de ser leales a Aznar, como también lo era Rajoy, tenían una personalidad y un criterio distinto al del propio Mariano. Rato probablemente se habría sacudido de la sombra de Aznar al aplicar una serie de políticas económicas que hubiesen dejado en el recuerdo el legado de Aznar. Mayor Oreja, por su parte, habría marcado tendencia propia al llevar a cabo una política férrea y clara contra el terrorismo etarra. Mayor Oreja tenía conocimientos sobrados sobre el nacionalismo vasco mientras que Rato (a pesar de sus sombras) los tenía en el ámbito económico. Demasiada independencia, criterio y personalidad para un heredero que debía ser sumiso, obediente, débil, mero gestor y continuador del proyecto iniciado en 1996; en resumidas cuentas, un segundón. 

Rajoy sí reunía todos estos últimos requisitos, lo cual le convertía en el candidato perfecto para ser manejado por Aznar, una vez que el gallego hubiese llegado a la Moncloa. El problema surge que, tras las desavenencias surgidas en 2008 hacia adelante, Rajoy ya no le debía nada a Aznar, y menos después de que éste le intentase mover la silla. Por ello, la idea de Rajoy de gobernar bajo su propio criterio (el cual podía gustar más o menos) era acertada, ya que ningún sucesor político debe seguir al pie de la letra las políticas de su mentor. La cuestión es que Rajoy no solo no siguió las políticas de Aznar, sino que las enterró definitivamente para dar paso al marianismo. El aznarismo pues había muerto y el legado de Aznar pasaba a ser parte del pasado, lo cual provocó que Aznar rompiese definitivamente relaciones con Rajoy en 2016 y renegase por completo de las políticas de su sucesor. 

Seamos serios, Aznar no tenía ninguna autoridad política ni moral para susurrarle al oído a Rajoy lo que debía hacer. Otra cosa es que él creyese que sí la tenía y que si Rajoy había llegado a dirigir los destinos de España era gracias a él, por lo que debía tener al menos en consideración sus opiniones en un contexto que en nada se parecía al que el propio Aznar asumió cuando llegó a la Moncloa en 1996. De esta forma, y como mencioné antes, tras los continuos desencuentros surgidos entre ambos líderes a partir de 2008, se produce en el PP el inicio de la fragmentación del partido. Una fragmentación que con Rajoy en el gobierno se agravó cuando surgieron en el panorama político partidos como "Ciudadanos", con Albert Rivera a la cabeza y "VOX", con el ex popular Santiago Abascal al frente. 

Muchos han considerado que lo ocurrido en Valencia en 2008 supuso el inicio del desmantelamiento ideológico del PP para convertirlo en lo que es ahora: un partido vacío de ideología ni proyecto político. Personalmente puedo dar en parte la razón a quienes sostienen esta teoría, pero no del todo. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que el PP fue desde 1990 un partido sin ideología y sin proyecto. ¿O acaso no era el PP de Aznar quien se definía en sus estatutos como un partido de "centro reformista"? ¿Acaso no era el PP de Aznar quien huía como de la peste de la definición "derecha"? Claro está, era la década de los 90 y había que mantener las apariencias y distanciarse de todos estos términos para que los populares pudiesen acceder por fin al gobierno. 

Y por último, ¿Acaso Aznar acometió durante sus ocho años de mandato reformas de calado que revirtiesen las políticas acometidas por Felipe González en sus catorce años de gobierno? Por no hacer, no desclasificaron, tal y como habían prometido, los papeles del CESID que involucraban al aparato estatal del felipismo. El PP nunca fue pues nada ideológicamente, ni siquiera cuando estaba Aznar. Había, eso sí, una línea política más clara y definida: el atlantismo, la apuesta clara por el liberalismo económico con sus correspondientes privatizaciones, una posición fuerte en Europa, etc. Pero precisamente esas bases ya existían de hecho durante el PSOE de González, otra cosa es que con Aznar se reforzasen hasta el punto de que llegaron a molestar a algunos en el exterior.

Si el PP de Aznar ya estaba hueco de contenido ideológico, pero mantenía una fuerte línea política orientada hacia el liberalismo y una suave tendencia al conservadurismo, con Rajoy aquello desapareció completamente. De hecho, el vacío ideológico del PP de Rajoy fue tal que mantuvo, como he dicho antes, las políticas polarizadas, sectarias y extremistas que Zapatero implantó en sus siete años de gobierno. Si el aznarismo al menos se respaldaba en base a una cierta postura liberal-conservadora, el marianismo ni eso. Y de aquellos polvos, estos lodos. 

Tras la salida de Rajoy del gobierno en 2018, Pablo Casado fue quien le sucedió al frente del PP, intentando volver sin éxito a la línea de Aznar. Tras su frustrante paso por la presidencia del PP, actualmente el liderazgo lo ocupa un sujeto que perfectamente podría estar en las filas del PSOE: Alberto Núñez Feijóo, el cual siempre fue la opción preferida por Rajoy para que, llegado el momento, le sustituyese al frente del PP. Un tipo, Feijóo, que dedica más tiempo al día en defender el buen nombre del socialismo español y de los sindicatos que en presentar un proyecto alternativo a las políticas radicales de Sánchez. 

Obviamente, eso es pedir peras al olmo. El PP de Rajoy realizó en la primera legislatura de Zapatero una oposición basada en el estilo de Aznar, pero al fracasar Rajoy nuevamente en 2008, el gallego optó por su propio estilo y por asumir el proyecto iniciado en abril de 2004 por Zapatero y el PSOE: proceso de paz con ETA (con su correspondiente blanqueamiento y asentamiento en las instituciones políticas), la VIOGEN, la mal llamada Ley de Igualdad, la Ley de Memoria Histórica, el estatuto catalán, etc. Un proyecto por el que Rajoy no cambió ni una sola coma en su periodo de gobierno. 

Todo esto, entre otros motivos más profundos, fue lo que supuso que Aznar insinuase (o amenazase, según cómo queramos verlo) en una entrevista en Antena 3 en 2013 su regreso a la política para disputarle el liderazgo del PP a Rajoy y con ello su posible regreso a la presidencia del gobierno. Obviamente, aquellas declaraciones eran un farol cuyo objetivo era el de hacer reaccionar a Rajoy para que acometiese las reformas que España necesitaba en aquel entonces. Rajoy, por supuesto, hacía caso omiso a aquellas críticas por parte de su ex jefe. De hecho, nunca respondió ni entró públicamente en un conflicto verbal contra Aznar, manteniéndose al margen de sus críticas, las cuales cada vez fueron a más. 

Con la salida de Rajoy del poder en 2018, Aznar ve en cierta forma colmada su venganza al ver cómo su sucesor por fin dejaba el poder y, de esta forma, no podía seguir empañando más su legado. Quienes en su momento fueron jefe y colaborador de un mismo equipo pasaron a ser enemigos no solo políticos sino personales, o al menos eso es lo que se desprende de las críticas de Aznar hacia su sucesor, donde todo hace indicar que no hay día que Aznar se arrepienta de la decisión que tomó hace ya más de veinte años con respecto a su sucesión. 

Actualmente, y como he dicho antes, el PP está dirigido por un marianista de pro como es Feijóo, un tipo que es el mejor y mayor aliado de las políticas extremistas que Sánchez está aplicando desde el gobierno de España, lo cual refuerza la idea ya extendida de que los populares no son más que "el PSOE azul" y que las diferencias entre ellos son tan mínimas que apenas se perciben. Algunos hay quienes consideran que la posición de Feijóo es tan proclive en favor de Sánchez que hay quienes creen con más asiduidad que la solución pasa por la actual presidenta de la Comunidad de Madrid y aparente enemiga política número uno de Pedro Sánchez: Isabel Díaz Ayuso. Esta es la situación actual del PP, la de un partido que fue fundado y refundado por un ex ministro de Franco, como fue Manuel Fraga, y que actualmente es liderado por un sujeto que se ha definido en diversas ocasiones y muy orgullosamente como votante del PSOE de Felipe González.

Como se puede ver, la relevante y polémica decisión de Aznar cuando designó a Rajoy como sucesor supuso todo lo contrario de lo que el entonces presidente creía. En lugar de designar a un continuador de sus políticas, acabó designando a quien enterraría su legado y abriría una nueva etapa dentro del PP, completamente ajena a los tiempos y a la línea de su predecesor. Esto me ha llevado a preguntarme si el destino de España y del PP hubiese sido el mismo si el sucesor hubiese sido Rato o Mayor Oreja y no Rajoy. 

Lo más seguro es que la situación en España y la posición interna dentro del PP hubiesen acabado de la misma forma en la que se fue desenvolviendo con el paso de los años realmente. Puede que, con Mayor Oreja, el cual tenía un perfil conservador más duro que Aznar, Rajoy o Rato, esa posición hubiese tardado algo más en materializarse, pero se habría efectuado tarde o temprano. Con Rato no tengo dudas de que se habría efectuado incluso más rápido de lo que realmente sucedió con Rajoy. 

Y, por último, cuando hablo sobre este asunto, siempre me pregunto qué habría sido de España, de Rajoy, de la relación de éste con Aznar, así como del futuro del PP si el 11-M y la aparición contra todo pronóstico de Zapatero no se hubiesen producido jamás. Probablemente Rajoy, de haber ganado en 2004, hubiese sido recordado como un mero continuador de las políticas de Aznar en su primera legislatura. De haber salido reelegido en 2008, la crisis y los recortes se los habría comido del mismo modo que lo hizo cuando realmente asumió la presidencia en 2011. 

De haberse producido aquel escenario de victoria popular en 2004, el proyecto iniciado por Zapatero no se habría materializado de la forma tan progresiva en la que se llevó a cabo, pero si Rajoy se hubiese comido la crisis tras una hipotética reelección en 2008, la llegada del PSOE, con o sin Zapatero ya, habría estado asegurada, y con ello la puesta en marcha de esa ingeniería social que realmente tuvo su inicio en 2004, que continua aún y que ha cambiado por completo España desde el punto de vista político, social, económico, territorial, cultural, etc. De esta forma, todo hace indicar que, con independencia de los atentados y de la llegada de Zapatero en 2004, el proyecto socialista (incluyendo el mal llamado proceso de paz con ETA y el estatuto de Cataluña) se habría implantado tarde o temprano. Quizás, en otras circunstancias, ese proyecto se habría implantado de forma más lenta, pero habría acabado llevándonos igualmente al escenario en el que nos encontramos en 2025. 

Por todo ello, y volviendo al tema que nos ocupa, ¿Fue la operación de sucesión de Aznar un fracaso? Sí, en parte. Si el objetivo por parte de Aznar era el de llevar a Rajoy a la Moncloa, ese objetivo tardó siete años en producirse, pero finalmente se produjo. Si el objetivo era el de llevar a Rajoy a la Moncloa con el objetivo de perpetuar su legado, obviamente fue un fracaso absoluto. El destino de España estaba sellado, con independencia de lo que hubiese ocurrido en 2004, solo habría cambiado el contexto y el momento en el que cada uno debía estar en la posición que le correspondía, pero el desenlace que vivimos actualmente se habría producido de una forma u otra. Hay quienes creen que no, y en varias ocasiones tiendo a secundar esa opinión, pero las circunstancias que vivimos actualmente, y conforme transcurren los acontecimientos, me llevan a pensar de nuevo que esto estaba predestinado a acabar como realmente ha acabado. 

¿Aznar actuó de forma egoísta al designar a un Rajoy carente de ambición y proyecto de país para que no le hiciese sombra? Absolutamente. Lo irónico de todo es que el propio Rajoy fue quien se encargó de relegar y enterrar el legado y la figura de Aznar, lo cual lo hace todo más irónico y frívolo. ¿Aznar debió designar a otro candidato? Por supuesto, y más teniendo en cuenta que él ya advertía del riesgo que suponía Zapatero y su proyecto extremista para España, el cual se materializó una vez llegado al gobierno. De esta forma hubiese sido mejor designar a otro candidato con más potencial ideológico que hiciese frente a la batalla ideológica frente a la izquierda liderada por el PSOE. 

Sea como fuere, el resultado final es que con su sucesión en agosto de 2003, Aznar acabó designando al candidato aparentemente más débil pero que posteriormente se revelaría contra su mentor, dando paso a una posterior fragmentación de la derecha y a un debilitamiento del PP frente a un PSOE cada vez más radicalizado y dispuesto a ir a por todas. Un PP que desde la época de Rajoy asume y defiende igualmente las posiciones del PSOE, tanto de Zapatero como de Sánchez, lo cual confirma que, aunque los populares logren volver alguna vez al poder (escenario que dudo absolutamente), las políticas seguirán siendo las mismas. Con aquella designación, Aznar se pegó un tiro en el pie a la hora de salvaguardar su legado, el PP cavó su propia tumba y España inició el camino a su desintegración a partir de 2004.