martes, 4 de febrero de 2025

Las ruinas de una civilización superior


Esta entrada que estoy escribiendo tenía pensada escribirla dentro de un año, cuando se cumplirán veinticinco años de la llegada del III milenio y del siglo XXI. Pero como no me gusta ni se debe hacer predicciones sobre lo que tienes pensado hacer de aquí a X tiempo, prefiero aprovechar mi idea de escribir sobre ello ahora y no el año que viene. De hecho, ya escribí sobre este mismo tema hace unos años, pero creo que ahora es un buen momento para hablar nuevamente y con una perspectiva más profunda sobre ello. Resulta que hace unos días estuve viendo durante dos noches seguidas algunos programas de Año Nuevo que se emitían en los años 90. Programas especiales que uno vivió en plena niñez y que ahora, al verlos de nuevo a mis treinta y dos años, te das cuenta de cómo y cuánto ha cambiado el mundo en estas últimas dos décadas, concretamente desde el año 2001. 

Al ver estos programas, así como otros que también me he animado a ver en estos días sobre aquellos años, uno se da perfecta cuenta de que, como se suele decir "vivimos sobre las ruinas de una civilización superior". Cuando uno ve programas, series de televisión, películas, documentales o, entrando en el terreno personal, comienzas a recordar momentos de tu vida de aquellos años (los previos al año 2001), comprendes que, a pesar de vivir en una sociedad que distaba mucho de ser el paraiso terrenal, era una sociedad y un mundo infinitamente mejor de lo que ahora estamos padeciendo y que tuvo su origen en ese nefasto año 2001. Un 2001 en el que no solo se produjeron, como todos recordamos, la caída de las torres gemelas del World Trade Center, sino la caída de una civilización en la que, sin darnos cuenta nadie, estaba muriendo aquel mismo día para dar paso a lo que ha venido después.

Cuando uno ve programas especiales, como los que yo vi hace un par de semanas, puedes comprender el alcance de ese cambio: un ambiente familiar, conservador y acogedor donde, en este caso, se celebraba de forma sana y tradicional la llegada de un año nuevo, y donde aparecían los cantantes de aquellos años y los humoristas de aquel entonces contando sus mejores chistes. Una música de calidad la cual ha pasado a formar parte igualmente del pasado para dar paso a una nueva generación "musical", la del reggaeton, donde el arte, la poesía, el buen hacer, el romanticismo y la belleza se han perdido por completo. O el humor, donde cualquier chiste, por inofensivo que sea, es hoy perseguido y censurado en pos de "la correción política", algo que hace poco más de un cuarto de siglo era impensable. 

Pues bien, incluso factores tan básicos de nuestro día como la cultura han sido eliminados del mundo televisivo y de la sociedad actual. ¿Dónde se ven ya canciones de la calidad musical previa al año 2001? ¿Dónde se ven ya programas, documentales, películas y series de televisión de altura? ¿Dónde están los humoristas actuando mientras cuentan chistes con los que todos nos reíamos y se expresaban sin malicia alguna? ¿Dónde está ese ambiente familiar y esa sociedad tradicional que celebrábamos nuestras costumbres y vivíamos sin saberlo feliz y en libertad?

¿Dónde ha ido a parar esa sociedad que vivíamos a finales del siglo XX en el culmen de nuestra civilización? ¿Dónde se encuentra esa sociedad que vivía sin la omnipresencia de las redes sociales ni el fenómeno de los influencers? ¿Dónde han ido a parar los valores y el modo de vida de aquel entonces? ¿Dónde está la sencillez, el bienestar y el pacífico contexto social y político que relativamente tuvimos hasta el año 2000? Una sociedad donde, insisto, la felicidad no era plena, pero donde las familias podían llegar a final de mes sin grandes preocupaciones, donde alguien podía encontrar un trabajo digno y cobrar un sueldo que le permitiese salir adelante sin asfixias económicas, donde cualquiera podía comprar una vivienda y/o un coche y pagar de forma desahogada esas deudas, donde la tecnología no era la protagonista absoluta de nuestro día a día, donde la confrontación política y la polarización social eran algo inimaginable. ¿Dónde está esa sociedad?

Esa sociedad, por desgracia, murió con la llegada del siglo XXI y del III milenio. No hay duda de que el año 2001 fue el punto y aparte de una civilización que comenzó a descomponerse, como ya he dicho antes, el mismo 11 de septiembre de 2001 y cuya caída vertiginosa seguimos viviendo casi un cuarto de siglo después. La degradación, la confrontación entre la población, la perversión, la perdida de valores, de ética, de moral, así como la inversión absoluta de los valores humanos y sociales es algo que comenzamos a ver a partir de 2001 y que ha ido aumentando conforme han avanzado los años en este siglo. ¿O acaso no vemos como se ha normalizado en este cuarto de siglo que, por ejemplo, niños menores de edad puedan hormonarse y cambiarse de sexo o ser educados en valores donde se exalta la sexualización infantil y la degradación entre los más pequeños? 

¿No es visible acaso cómo la sociedad defiende la reinserción y la puesta en libertad de asesinos, violadores, criminales, etc, cuando hasta hace algo más de treinta años se defendía lo contrario? ¿No es un hecho visible que determinados colectivos asociados a la ideología woke (feminismo, LGTBI, raciales, etc), se han apoderado de la sociedad y han corrompido hasta las esencias más básicas de nuestra civilización y nuestra convivencia? ¿No es cierto tampoco cómo la pérdida de nuestra cultura, de nuestra raza y de nuestras raíces se está evaporando a marchas forzadas en pos de culturas y razas ajenas a la nuestra, hasta el punto de estar presenciando una invasión descontrolada en nuestros países?

Es obvio que antes de la llegada del año 2001 había problemas en el mundo. El siglo XX es un claro ejemplo de cómo el mundo se enfrentó en solo veinte años a dos guerras mundiales y estuvimos a punto de llegar a una guerra nuclear en octubre de 1962 (la crisis de los misiles de Cuba), vivimos una crisis económica que se llevó por delante, en todos sus términos, la vida de millones de familias en todo el mundo, vivimos una pandemia en 1918 (la famosa gripe española). 

Aquí en España llegamos a vivir una guerra civil y un escenario político y social complejo, pero siempre salimos adelante a pesar de las adversidades, tanto a nivel nacional como mundial. No, el mundo no era un camino de rosas, pero era un mundo que, a pesar de sus problemas y adversidades, era infinitamente mejor que lo que el siglo XXI y el III milenio nos han deparado. Hasta el año 2000 el mundo vivía con sus luces y sus sombras. A partir de 2001, hemos presenciado en vivo y en directo la descomposición de la civilización humana rodeada de sombras en todo momento. 

Como ya he dicho, el atentado terrorista del 11 de septiembre fue el origen de nuestros males y el inicio de nuestra decadencia, sin lugar a dudas; pero al 11-S y a la expansión del terrorismo a nivel global le siguieron un mes después la guerra de Afganistán y con ello el inicio de la guerra contra el terror, una guerra donde la seguridad y la libertad de toda la población comenzó a empeorar significativamente. Le siguieron la guerra de Irak y todo lo que socialmente desencadenó esa guerra en Occidente y, por supuesto, en Oriente. Aquí en España tuvimos nuestro punto y aparte el 11 de marzo de 2004 (los atentados de Atocha), dando comienzo al contexto político, social y cultural que llevamos padeciendo desde entonces; y en Reino Unido sufrieron esa misma desgracia solo un año después, el 7 de julio de 2005 (los atentados de Londres). 

Y en medio de los atentados terroristas y de la denominada "guerra contra el terror" llegó la crisis económica de 2008 y, con ello, el punto de inflexión que supuso el deterioro definitivo de nuestro bienestar de vida en términos económicos y laborales. Una crisis donde aun resuenan sus sucuelas, la cual supuso que nuestro nivel de vida nunca volviese a ser el mismo que vivíamos antes del estallido del Lehman Brothers en septiembre de 2008. Y por último, y como colofón a todo lo anterior, llegó el año maldito por excelencia, el cual nos hundió definitivamente a todos los niveles: el año 2020 y la pandemia del COVID. Una crisis sanitaria que nos dejó en shock psicosocial y del cual muchas personas aun no han logrado recuperarse. Cerca de dos millones de personas murieron en todo el mundo y casi quinientas mil fallecieron solamente en España. 

A todo eso hay que sumarle la presión social, informativa y las medidas de coacción que, basándose supuestamente en la seguridad sanitaria, supusieron el confinamiento domiciliario de toda la población, la acción de medidas sociales drásticas y la puesta en marcha de protocolos de seguridad como nunca antes se habían visto en el mundo. Por no hablar de la coacción sistemática y la presión psicológica a la que la población se vio envuelta para vacunarse a partir de 2021 y que, según se ha confirmado posteriormente por las autoridades sanitarias mundiales, dichas vacunas han influido en las muertes súbitas que desde entonces han venido ocurriendo, así como en el aumento de ictus y otras enfermedades graves. 

Después de eso han venido los últimos acontecimientos que todos conocemos ya: la guerra de Ucrania, la cual muchos desean que se extienda a Europa, y la guerra en Oriente Medio, y todo ello con la implantación progresiva de la ideología woke. Como se puede ver, no cabe duda alguna de que el siglo XX y el III milenio han sido los años decisivos donde se ha desencadenado el caos, el control y la censura, y se ha producido la decadencia de la civilización humana, en especial, de la occidental. Es un hecho innegable de que nada volvió a ser igual a partir de 2001 y lo es también de que estamos en un contexto mundial donde las cosas no irán sino a peor conforme los años venideros lleguen. 

Todo esto me lleva a pensar en aquellas profecías que muchos conspiranóicos y apocalípticos hacían antes de la llegada del nuevo milenio. A finales de la década de 1990 las profecías sobre el fin de los tiempos eran el pan nuestro de cada día, concretamente en el año 1999 y el paso al año 2000. Finalmente, como es obvio, nada de esto sucedió. O quizás no sucedió como todos creíamos pero realmente sí sucedió de alguna forma simbólica. Es innegable que lo ocurrido desde que comenzó este siglo hasta ahora obedece, según mi opinión, a un plan dirigido por un grupo poderoso e influyente de individuos a nivel global, cuyo objetivo era enterrar el mundo tal y como lo conocíamos hasta el año 2000 y dar luz a ese nuevo orden mundial que comenzó a surgir a partir de 2001.

Siguiendo esa teoría, es obvio que nada sucedió ni ha sucedido hasta entonces por casualidad, ya que todo estaría dirigido por individuos pertenecientes a las más altas élites políticas, financieras, culturales e incluso religiosas. Quizás, basándonos en los relatos que menciona el Apocalipsis, cuando hablamos de la llegada del Anticristo o, la liberación con respecto a éste al finalizar los mil años del reinado de Cristo en la tierra, podríamos estar haciendo referencia a una liberación simbólica, o inicio simbólico del Apocalipsis, por parte de las élites hacia una nueva forma de orden mundial, la cual nació con los atentados del 11-S y nos ha conducido hasta aquí, pasando por la crisis económica y la pandemia del COVID. 

Como persona bastante escéptica que soy actualmente (la fe le dejé atrás hace un tiempo), no hay que darle más importancia a los relatos bíblicos que los que se les da desde el punto de vista religioso y teológico, pero tampoco conviene dejarlos pasar por alto, y más cuando hablamos de un texto tan complejo y enigmático como el Apocalipsis de San Juan. Es posible que con la llegada del nuevo milenio se abriese, aunque de forma simbólica, las puertas para que el Anticristo, o el mal en este caso, se extendiese por el mundo a partir de entonces, y eso es precisamente lo que, paradójicamente, estamos viviendo desde hace ya casi un cuarto de siglo. Quizás ese fin de los tiempos anunciado por San Juan era realmente un final simbólico de nuestra civilización, el cual daría paso al escenario de degradación, decadencia, amoralidad y perversión que con la ayuda activa de las élites se ha materializado.

En definitiva, vivimos en tiempos oscuros donde, con independencia de si estoy en lo cierto o no sobre lo que acabo de comentar con respecto a la cuestión religiosa, es un hecho de que el mal predomina hoy sobre el mundo y ha penetrado hasta en las esferas básicas de nuestras vidas. Y todo indica que para quedarse. Hay quienes creen de forma ingenua, que este periodo de caos y decadencia que comenzó hace casi un cuarto de siglo, comenzará a disiparse conforme vayan pasando los años, dando paso a un regreso, aunque sea lento, de nuestro modo de vida previo al 2001. 

Yo, siguiendo en mi estela de pesimismo (o de realismo racional, mejor dicho) creo sinceramente que no será así, ya que el contexto social que vivimos está ya profundamente arraigado entre nosotros y, sobre todo, entre los más jóvenes. El mundo que dejamos atrás el 31 de diciembre de 2000 (a diferencia de lo que muchos creen, el siglo XX y el III milenio comenzaron realmente en 2001 y no en el 2000) fue un mundo del que ya solo nos quedan los recuerdos y la nostalgia. Recuerdos y nostalgias de un pasado donde, sin saberlo realmente, eramos, al menos aparentemente, más libres, más iguales, más cercanos, más armoniosos, más felices, y por ende, más humanos. El 2001 enterró todo aquello y ahora vivimos resignados, como he mencionado al principio de esta entrada, "sobre las ruinas de una civilización superior". 

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