lunes, 13 de noviembre de 2023

Sánchez claudica ante Puigdemont


Hace un par de años salió a la venta un libro titulado "El proceso español", donde se narraba que con la moción de censura a Mariano Rajoy y la posterior llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa en junio de 2018 con el apoyo de los independentistas y los etarras se inició la extensión del procés catalán al resto de España, llevando al país a una situación de desestabilización que hasta ese momento existía sólo en Cataluña. Cinco años después de aquel momento se puede confirmar que lo publicado en ese libro es cierto. Lo ocurrido en estas dos semanas, pero especialmente en esta, donde Pedro Sánchez ha claudicado completamente ante Carles Puigdemont para asegurarse los siete votos que le faltan para ser reelegido presidente del gobierno, ha llevado a España a uno de sus momentos más trascendentales desde la instauración del sistema constitucional de 1978. 

El acuerdo hecho público este pasado jueves entre el PSOE y Junts confirma que Sánchez va a por todas a la hora de asegurarse su permanencia en la Moncloa hasta 2027, sin importarle lo más mínimo las graves consecuencias que, no ya para el país, que eso ya sabemos que le da igual, sino para él personalmente, le pueden acarrear en términos legales cuando comience a hacer efectivo los acuerdos alcanzados con el independentismo catalán y vasco. Unos acuerdos con Junts y ERC que van desde la aprobación de la famosa ley de amnistía (Que incluye el ya famoso término "Lawfare" o persecución judicial) hasta la celebración de un referéndum para decidir el futuro de Cataluña, pasando por la condonación de 15.000 millones de la déuda catalana y la inclusión de un mediador internacional a la hora de abordar las futuras negociaciones entre Sánchez y Puigdemont, así como la cesión de todos los impuestos a Cataluña y otras cuestiones.

Eso por un lado, por otro está el pacto al que se ha llegado con el PNV, en donde se ha acordado la reforma del Estatuto de Gernika, un referéndum para el reconocimiento del País Vasco como nación, la creación de una Seguridad Social vasca, así como tener éstos su nacionalidad propia, etc. En definitiva, una claudicación sin precedentes por parte del actual presidente en funciones hacia el independentismo catalán y vasco con el único propósito de permanecer en el poder a toda costa. Todo ello en medio de unas protestas sociales sin precedentes que desde hace poco más de una semana se llevan produciendo en la sede del PSOE por parte de la ciudadanía, la cual contempla atónita e indignada cómo Sánchez encamina al país a una grave crisis constitucional de enormes proporciones que veremos a ver cómo acaba, aunque nada indica que vaya a terminar bien.

A todo esto hay que sumarle las manifestaciones convocadas por el PP en contra de la amnistía, las cuales se han producido hoy en toda España y que algunos aseguran que han sido de las más multitudinarias que se han producido desde la instauración de la Constitución española en 1978. Por otro lado está también el intento de asesinato que el mismo jueves se produjo hacia el que fuera presidente del PP catalán, Alejo Vidal-Quadras, lo cual empeora aún más si cabe la grave situación que en estos momentos atraviesa España y que todo presagia que sólo es el inicio de lo que está por venir. Todo ello mientras se rumorea que mañana el PSOE registrará en el Congreso de los Diputados la ley de amnistía, conociéndose por fin el texto que ha redactado y acordado el gobierno con Puigdemont y ERC. Sólo entonces se sabrá hasta dónde ha capitulado Sánchez con Puigdemont y Junqueras. 

Personalmente debo decir que todo lo que está ocurriendo no es más que la confirmación, una vez más, de la ambición ilimitada de Pedro Sánchez por continuar en el poder al precio que sea. ¿Debe esto sorprender? A mí, desde luego, no. Si por algo se ha caracterizado Sánchez desde su llegada a la primera línea política hace ya casi diez años es por su absoluta falta de moralidad, escrúpulos y principios. Lo que se está viviendo en estos momentos no es más que otro capítulo de lo que Sánchez denomina "Cambios de opinión" dentro de su "Manual de supervivencia". Una supervivencia que, en mi opinión y contradiciéndome a mí mismo de lo que afirmé en julio, va a llegar a su fin más pronto que tarde. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que Sánchez ha cruzado ya todas las líneas rojas y se ha situado a sí mismo frente a la Justicia, la cual es la única institución en España que en estos momentos puede detener los planes del actual presidente del gobierno. 

Y es que Pedro Sánchez ha decidido abiertamente imitar a Puigdemont cuando éste decidió en 2017 hacer volar por los aires España al celebrar el referéndum del 1 de octubre y la posterior declaración de independencia del 27 de ese mismo mes. Sánchez, al igual que Puigdemont en 2017, se ha montado en el tren del desacato a la Constitución y ha cruzado el Rubicón cual Julio César se tratase, sabiendo ya que no tiene vuelta atrás. Lo ocurrido estos días, que insisto, es sólo el inicio de lo que está por venir, únicamente puede acabar con Sánchez destituido de su cargo y rindiendo cuentas ante el Tribunal Supremo acusado de alta traición o bien con el fin de la unidad territorial de España; no hay más. No contemplo en absoluto ni una moción de censura, que con toda seguridad sería fallida, ni una repetición electoral a estas alturas de la historia. Sánchez sabe que no puede ir de nuevo a elecciones en enero teniendo a una gran parte de la población en su contra y con las calles ardiendo figuradamente y literalmente. Su oportunidad para seguir en el poder es ahora o nunca.

Si al desacato de Sánchez le sumamos las protestas diarias en las calles y el intento de asesinato contra Vidal-Quadras tenemos como resultado una situación insólita y peligrosa que va a tener consecuencias devastadoras más pronto que tarde. El futuro de España está ahora mismo en peligro por la ambición desmedida de un tipo que personalmente creo que ni él es consciente del peligro en el que ha metido, no ya al país, sino a sí mismo al asegurar su continuidad en el gobierno a cambio de hacer volar por los aires la legalidad vigente. Ya dije en su momento que todos los presidentes del gobierno hasta la fecha se han ido de la Moncloa por "La puerta grande" y Sánchez no iba a ser menos. Ahora puedo decir que este tipo se va a ir por "La puerta suprema", superando a todos sus predecesores en el cargo. Y es que si Sánchez cree que a pesar de haber pactado con Junts, ERC, Bildu y el PNV no ya un pacto de investidura sino de legislatura va a acabar su mandato en 2027, e incluso salir reelegido para permanecer en el gobierno hasta 2031, como si aquí no hubiera pasado nada es que está más loco de lo que pensaba. 

Sánchez podrá permanecer en el gobierno hasta 2024 o, como mucho, hasta 2025. Después de ahí ya se puede ir olvidando de la Moncloa, puesto que el Poder Judicial será con toda seguridad el que lo haga caer; y si finalmente no es así, entonces es cuando debemos agarrarnos, ya que nada ni nadie detendrá a este sujeto, el cual ya ha demostrado abiertamente ser un peligro público. O Sánchez da con sus huesos en la cárcel gracias a la intervención judicial (Que ya se está movilizando) o España se va a la mierda; no hay otro escenario posible. De nada sirven las continuas súplicas de algunos paletos hacia el rey para que éste actúe como garante de la unidad de España, ni las llamadas constantes hacia el PP y VOX para que tomen medidas contra el jefe del gobierno, ni los ruegos diarios al paje de Page para que sus diputados castellanomanchegos voten en contra de la investidura de su propio jefe, ni los constantes auxilios a la Unión Europea para que intervenga. 

Ni el rey va a actuar, ya que ni lo desea ni puede hacerlo, aunque quisiera, puesto que la Constitución le incapacita para ello, ni Feijóo ni Abascal van a recurrir al artículo 102 de la misma para que el Congreso debata y apruebe la responsabilidad criminal del presidente del gobierno, ni García-Page va a jugarse su chiringuito y su futuro político para autosacrificarse por el bien de la patria, como algunos imbéciles provenientes de la derecha política y mediática le piden, creyendo éstos que el barón socialista es un "Hombre de Estado" y antagónico a Sánchez, ni la Unión Europea va a mover un dedo por nosotros. Que se olvide todo el mundo de ello. La única solución la tiene el Poder Judicial, lo cual deja patente las graves lagunas que tiene este sistema, el cual como ya he dicho en otras ocasiones es el origen de todos los males que tenemos, aunque eso ya es otro tema. 

En definitiva, España se sitúa en estos momentos más allá del abismo como consecuencia de la sed de poder de una sola persona, algo más propio de una república bananera que de un país europeo, lo cual deja que pensar sobre lo que opinarán los países de nuestro entorno en estos momentos. Supongo que el primero en haberlo pensado ya será el canciller alemán Olaf Scholz, el cual se quedó durante casi tres horas encerrado junto a Sánchez en la subdelegación del gobierno en Málaga como consecuencia de las protestas que había fuera del edificio contra el presidente del gobierno. Como ya he dicho anteriormente, esto es sólo el principio, y aunque el debate de investidura y la formación del nuevo gobierno será con toda seguridad esta semana, esto no va a suponer más que el inicio de unas concesiones extremas por parte de Sánchez hacia sus socios de forma diaria. 

Unos socios que tienen atado a Sánchez de pies y manos y saben que a la más mínima duda por parte del presidente a la hora de hacer efectivas sus concesiones, éstos lo dejarán caer a la primera de cambio, sobre todo Puigdemont, que es quien tiene la llave de la mayoría y quien desde Bruselas decide el futuro de España y del gobierno en estos momentos. Así pues, este es el grave y lamentable escenario en el que se encuentra España en estos momentos: en la de un país y un presidente del gobierno en manos de un prófugo de la Justicia, junto con terroristas y delincuentes. Esto es lo que los españoles han votado en julio (Por mucho que algunos se la den ahora de estafados) y esta es la España de 2023: la de Sánchez y Puigdemont, o lo que es lo mismo: las dos caras de la misma moneda. 

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