jueves, 7 de septiembre de 2023

Veinte años de Aquí no hay quien viva


Hoy se cumplen veinte años del estreno de una de las series que han dejado una profunda huella en la televisión española y que tras dos décadas exactas sigue siendo un referente para muchos cuando hablamos de una comedia que trata cuestiones tan cotidianas como son las que se vive en una de las entidades más mayoritarias de la sociedad: las Comunidades de Propietarios. Me estoy refiriendo, por supuesto, a Aquí no hay quien viva; una serie que marcó sin lugar a dudas un antes y un después en la televisión y cuyo éxito se ha extendido a países como Portugal, Francia, Argentina, Chile, Colombia, etc. Algo que pocas, por no decir ninguna otra serie española ha podido conseguir hasta el día de hoy.

¿Quién no recuerda a personajes tan nostálgicos como Juan Cuesta (El eterno y linchado presidente de "Esta nuestra Comunidad"), Paloma, Emilio (El portero del edificio), Mariano, Andrés Guerra, Isabel "La Hierbas", Nieves "La Chunga", Belén, Alicia, Lucía "La Pija", Mauri (El sufrido vecino vigilado constantemente por el trío de "Las Supernenas"), Fernando, Vicenta, Marisa, Concha (Las componentes del mencionado trío y fundadoras de Radio Patio), Roberto, Carlos y tantos otros? Personajes todos ellos que formaban una familia en la entrañable Comunidad de Desengaño 21. Pero como en todas las familias, hay sus más y sus menos, y los vecinos de esta gran serie no eran una excepción. En ella se narraban escenarios que a todos los ciudadanos nos resultan familiares a la hora de tratar cuestiones y conflictos vecinales: presidentes que no se quieren ir nunca, vecinos cotillas que no paran de entrometerse en la vida de los demás, porteros que actúan de vigilantes del edificio, alquiladas jóvenes que son controladas y chantajeadas permanentemente por su casera, derramas imprevistas, propietarios morosos, juntas repletas de broncas, obras en el edificio, dudas sobre la honorabilidad en la gestión de la Comunidad, contratos y despedidas de administradores, peleas, agresiones, denuncias y reconciliaciones entre los vecinos, propietarios que intentan escaquearse de ser elegidos presidente... en resumen, la convivencia pura y dura de vecinos que conviven en un mismo edificio. 

Frases míticas como "Un poquito de por favor" (Emilio), "Ignorante de la vida" (Mariano), "Las caras, Juan, grábales las caras" (Paloma), "Qué mona va esta chica siempre" (Marisa refiriéndose a Lucía), "Qué follón", "Y lo digo sin acritud, pero lo digo" (Juan Cuesta), "A Marisa la dejó Manolo" (Vicenta), "Vete un poquito a la mierda" (Belén), "Vamos, no me jodas" (Roberto), "Váyase señor Cuesta, váyase", "Chorizo" (Concha) y muchas otras más forman parte del recuerdo de una serie que se estrenó hace veinte años, pero cuya esencia perdura hasta el día de hoy. Las características y la originalidad de sus personajes, unida a las situaciones que debían afrontar de forma conjunta la hacen única, irrepetible e inigualable. Cabe decir que en la época en la que se empezó a perfilar la serie el equipo habló con abogados, administradores de fincas y personal experto en Comunidades de Propietarios para asesorarse y elaborar bien los escenarios a los que se enfrentan diariamente los vecinos de un edificio. Por otro lado los propios actores contaban también al equipo los problemas que sufrían en sus respectivas Comunidades, lo cual daba ideas a éstos para diseñar los capítulos.

De esta forma salió una magnífica serie que nos dio grandes momentos y maravillosos personajes: Juan Cuesta, el presidente vitalicio de la Comunidad que, con el apoyo de su ambiciosa y controladora mujer, Paloma (La cual es quien verdaderamente toma las decisiones), sufre la constante presión de sus vecinos, los cuales no lo tragan. Sin embargo, Cuesta cree, al igual que su hermana Nieves (Que también es presidenta de su Comunidad), que su familia es "Una estirpe de gobernantes, como los Kennedy" (Ello se demuestra en las veces que Juan recupera la presidencia, a pesar de ser destituido del cargo en varias ocasiones por los vecinos); Emilio, el portero del edificio que vive junto a su gorrón padre, Mariano, en una zona que es considerada como "Un cuarto de basura", mientras trabaja sin contrato y sin que le suban el sueldo, a la vez que mantiene una relación sentimental compleja y de altibajos con una de las inquilinas de Concha, Belén; o las jubiladas Marisa, Vicenta y Concha, las cuales vigilan de forma permanente a sus vecinos a través de mirillas y ventanas, entrometiéndose en sus vidas y esparciendo rumores sobre ellos por las zonas comunes. Junto a éstos, los demás vecinos compuestos por el estafador empresario Andrés Guerra y su mujer, Isabel (Aficionada a las hierbas medicinales) Mauri y Fernando, Lucía y sus dos amores: Carlos y Roberto, o la frustrada Belén junto a su presumida compañera de piso, Alicia.

Todos ellos dieron grandes episodios a la serie, como fueron el episodio en el que los vecinos viven la jornada de Halloween con el temor infundido por la historia del antiguo portero que prendió fuego al edificio y se suicidó tras morir en el incendio una familia de vecinos; o aquel en el que tras ser premiada la Comunidad en la Lotería de Navidad, Juan Cuesta, presionado por Paloma, intenta estafar a los vecinos quedándose con el boleto en el que habían participado todos; o aquel en el que Juan Cuesta, en la oposición como consecuencia de la elección de Andrés Guerra como presidente en plena Nochevieja, insta a los vecinos a que se lean los estatutos (Los cuales fueron elaborados por Don Bartolomé Méndez Zuloaga, primer presidente de la Comunidad durante cuarenta años, así como maestro, mentor y gran referente del propio Cuesta), ocasionando un grave conflicto entre los vecinos a la hora de interpretar los artículos del mismo; o aquel en el que los vecinos contratan a un administrador (A pesar de la oposición de Juan Cuesta, que en ese momento ejerce de presidente y no quiere compartir el poder con nadie más) y descubren por confesión del propio Cuesta en un mal entendido en la primera Junta celebrada con el nuevo administrador, que ha cogido dinero de las cuentas de la Comunidad; o aquel en el que Mauri comienza unas obras en su piso a pesar de no obtener la autorización previa de la Comunidad, lo cual provoca una guerrilla vecinal que acaba con Andrés Guerra (Presidente por entonces) hospitalizado como consecuencia de un infarto y con una grieta en el edificio como consecuencia de otra obra que sin saberlo los vecinos realiza al mismo tiempo Juan Cuesta en su piso; o aquel otro en el que la decisión de Mauri de no ejercer como presidente durante el año de mandato que le corresponde ocasiona un grave problema en la Comunidad en el que Juan, Mariano y Concha intentan sacar provecho de la situación. Podría seguir hasta nombrarlos todos, ya que todos son espléndidos, pero este ejemplo resume unos cuantos de los noventa excelentes capítulos que componen esta extraordinaria serie. 

En septiembre del año 2003 yo estaba a punto de cumplir once años, y no era muy dado a seguir series de televisión. De hecho, durante la mayor parte del tiempo que Aquí no hay quien viva se emitió en Antena 3 no vi esta gran serie. Sólo en la quinta y última temporada fue cuando me empecé a enganchar a esta joya televisiva. Recuerdo capítulos como los del billete falso de 50 euros, el de Mariano entrevistando a José María en su programa de radio, el de la muerte de Paloma y/o el último episodio, el cual ponía de forma inesperada el punto y final a una serie que murió de forma precipitada pero digna después de tres años de emisión. Recuerdo que me llamó la atención la noche que se emitió el que sería el último y definitivo capítulo de esta gran serie, ya que finalizó en el momento en que comenzaba a verla. Tras esto fue cuando comencé a coleccionar DVDs de la serie que empezaron a venderse a través de los quioscos en el año 2006 (Año en el que finalizó la serie). Ahí fue cuando verdaderamente me conquistó definitivamente esta joya televisiva. Desde entonces Aquí no hay quien viva se ha convertido en una de mis series favoritas y en el espejo en el que muchos aquellos que vivimos en Comunidades de Propietarios vemos reflejados los sucesos que se desarrollan en ellas en nuestro día a día. 

Algunos se preguntan a día de hoy cómo es posible que Aquí no hay quien viva siga siendo lo que muchos denominan como una "Serie de culto". Muy sencillo, el equipo técnico (El cual estaba compuesto por José Luis Moreno en la producción y por sus sobrinos Alberto y Laura Caballero en la dirección) tenía desde el primer momento el objetivo de narrar la vida diaria de una Comunidad de Vecinos, tenía muy claro el perfil que debía tener cada personaje, los guiones eran muy buenos y las tramas eran (Y son) el fiel reflejo de un colectivo vecinal; lo cual hacía, como ya he dicho antes, que muchos telespectadores se sintieran reflejados, ya que veían en cada capítulo las vivencias de unos personajes que perfectamente se podía trasladar a los de cualquiera que la veíamos. Buena prueba de ello fueron los grandes datos de audiencia que tuvo desde el primer momento, siendo su máximo el de ocho millones en uno de los episodios de la tercera temporada. Unos datos que ninguna otra serie española ha conseguido obtener en todos estos años, a pesar del éxito de algunas; lo cual refleja la autenticidad de esta serie, que también tiene parte de su éxito después de tanto tiempo en la nostalgia que muchos sentimos cuando nos adentramos a través de ella en unos años en los que la vida era algo más sencilla y llevadera de lo que es dos décadas después.

Hay quienes desde hace años vienen comparando continuamente la calidad entre Aquí no hay quien viva y la que posteriormente sería su sucesora en Telecinco: La que se avecina. Entre los que somos ya algo más mayores y vivimos el periodo de la serie original es casi unánime la opinión de que la serie emitida por Antena 3 era y es infinitamente mejor que su sucesora; mientras que los más jóvenes son los que apuestan por la supremacía de la serie producida por Telecinco. Yo, por supuesto, me encuentro entre los primeros y destaco la clara calidad y superioridad de la primera sobre la segunda. Y que conste que yo también he visto las primeras temporadas de La que se avecina y no reniego de los buenos momentos de sus primeras temporadas, así como de algunos de sus personajes, pero quizás ese hecho hace que pueda tener más margen de comparación, y definitivamente me quedo con los entrañables vecinos de Desengaño 21. Por no hablar de que las situaciones de una serie y otra son completamente diferentes: mientras que Aquí no hay quien viva es una serie más realista, La que se avecina se caracteriza por su surrealismo y situaciones límites y absurdas, algo que hace, entre otras muchas cosas, que no consiga siquiera igualar a su gran e impecable predecesora.

Pero la protagonista hoy en esta entrada no es La que se avecina, sino Aquí no hay quien viva. Una serie que, a pesar de acabar muy pronto, tuvo la suerte de retirarse a tiempo, dejando un gran recuerdo entre sus seguidores, que consideramos que quizás de haber seguido más tiempo podría haberse visto afectada por el problema laborioso de no saber en su equipo técnico cuándo poner fin a la serie. Lógicamente todos los que somos seguidores y fans de Aquí no hay quien viva sabemos que el fin de la serie no obedeció a cuestiones de audiencia, sino a problemas internos dentro del equipo técnico; lo que provocó el fin anticipado de la serie. Pero como dice el refrán: "No hay mal que por bien no venga", y el hecho de que la misma tuviese un final digno, realista y a tiempo la hace mucho más interesante y atractiva al espectador que otras series de nuestro tiempo. 

En definitiva, con esta entrada quiero aportar mi pequeño homenaje a una gran serie, la cual va engrandeciendo su leyenda con el paso de los años y que quizás ha sido la única en saber reflejar mejor que nadie a la sociedad española a través de un formato televisivo. Y es que hay muchos Juan Cuesta por la vida que creen firmemente que son imprescindibles y que su Comunidad es su respectivo cortijo privado del cual ellos son reyes y señores feudales que poseen el derecho y la autoridad de mandar sobre sus vecinos, y cuyo único propósito es el de mantenerse al frente de su Comunidad de forma vitalicia para conservar su pequeña cuota de poder; o muchos Emilio que se sienten explotados por los vecinos a los que trabaja; o muchos Mauri, Belén y Lucía, que se sienten incomprendidos por sus vecinos y vigilados constantemente por ellos; o muchas Marisa, Vicenta y Concha, cuyo único objetivo en su día a día es el de entrometerse, cotillear, marujear y criticar a todas horas la vida de sus vecinos como consecuencia de su aburrimiento y tiempo libre; o muchos Mariano, que van de caraduras y desvergonzados por la vida; o muchos Andrés Guerra, que son profesionales en engañar y estafar continuamente a la gente, e incluso a sus propios vecinos, con el fin de sacar algún rédito a cambio. 

En resumen, hay muchos Desengaño 21 a lo largo y ancho del planeta tierra. Como ya dije en una entrada que publiqué en abril de este año sobre las Comunidades de Propietarios, éstas son comparables en cierta forma a las naciones que componen el mundo, ya que cada una de ellas tienen sus problemas internos, sus tensiones, sus divisiones, sus rencillas, sus intereses particulares, y sus conflictos por un lado y armonías por otro. Eso es algo que Aquí no hay quien viva nos demostró y reflejó a todos muy bien a lo largo de los tres breves pero grandiosos e intensos años que formó parte de nuestras vidas, aunque en realidad siempre lo seguirán formando. Por esto y por muchas cosas más, Aquí no hay quien viva ha sido, es y será por excelencia la mejor serie española que ha dado la televisión de nuestro país. Y como diría la esposa de Juan Cuesta y orgullosa primera dama de la Comunidad, Paloma Cuesta, "Y punto en boca, hombre ya". 

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