Desde 1977, fecha en la que la sede de la presidencia del gobierno se trasladó desde el Paseo de la Castellana al Palacio de la Moncloa, se ha venido hablando del famoso síndrome que padecen todos los inquilinos presidenciales que pasan por allí. Desde Adolfo Suárez hasta Pedro Sánchez, pasando por Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe Gónzalez, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Todos han acabado enfermando de dicho síndrome tarde o temprano. Un sindrome que se ha caracterizado por el hecho de que el presidente en ejercicio acaba viviendo completamente solo y ajeno a lo que ocurre en la calle y se encierra en el palacio presidencial creyendo que su verdad es la única y verdadera, además de no escuchar lo que les aconseja su grupo de asesores, volviéndose un ser que se cree Dios en la tierra.
En mayor o menor medida este síndrome les ha afectado a todos los jefes de gobierno que han habitado en la Moncloa, pero quizás sea el actual presidente del gobierno, Pedro Sánchez, el que más ha demostrado en estos tres años de gestión este síndrome a través de su constante arrogancia y narcisismo. Una arrogancia que insulta ya a cualquier ciudadano, el cual ve cómo el jefe del ejecutivo se vanagloria de sí mismo en todas las ocasiones que se le presentan. En estos días se ha demostrado dicha arrogancia y lejanía de la ciudadanía cuando en medio de la constante subida de la luz que estamos padeciendo, Sánchez solo aprovecha para sacar músculo de su gestión, echando balones fuera sobre la responsabilidad de su gobierno en dicha subida (Cosa que él le criticó en su momento a Mariano Rajoy por las mismas razones en 2015) y prometiendo falsamente que los españoles pagarán de luz a finales de este año lo mismo que en el año 2018.
También en estos días en los que se está hablando y mucho de la renovación del Consejo General del Poder Judicial y sobre todo de una falsa agresión homófoba hacia un homosexual, el presidente del gobierno ha aprovechado para apuntarse al carro y echar la responsabilidad tanto del bloqueo para renovar el CGPJ como de la falsa agresión a los partidos políticos de la oposición. Un acto que solo puede definirse de dictatorial y fascista, ya que cuando un jefe del gobierno aprovecha una crisis política, en este caso la falta de acuerdo para renovar el CGPJ, y en especial un suceso como es una falsa agresión homófoba para cargar dicha culpa sobre los partidos políticos ajenos al suyo es señal de que esa persona o bien está bastante afectada por este síndrome monclovita, o directamente es un enfermo peligroso que carece de escrúpulos a la hora de condenar a inocentes con tal de obtener él y su partido rédito político.
Otro caso bastante curioso es la noticia que hace unos días apuntaba el periódico ABC, el cual titulaba que según el Tribunal Constitucional, el segundo estado de alarma decretado por Pedro Sánchez era, al igual que el primero, inconstitucional. Claro, uno lee esto y piensa "A todos los presidentes se les ha subido el cargo a la cabeza y han hecho cosas reprobables", pero una cosa es eso y otra lo que este tipo ha venido ejerciendo desde que asumió la presidencia del gobierno en junio de 2018. Un presidente puede cometer errores, como sin duda los cometió Suárez, González, Aznar, Zapatero o Rajoy, pero de ahí a restringir los derechos y libertades fundamentales que la constitución española otorga a sus ciudadanos va un trecho bastante considerable. Pues bien, este tipo ni se ha inmutado a la hora de hacerse públicas estas noticias. Como si de Dios Padre se tratase, Sánchez cree estar por encima del bien y del mal, y para él que las noticias que le perjudican nada pueden afectarle, ya que al final él saldrá bien parado de todas ellas.
Pues bien, conviene recordarle al señor presidente del gobierno que según establece el artículo 55.2 de la constitución española "La utilización injustificada o abusiva de las facultades reconocidas en dicha ley orgánica producirá responsabilidad penal, como violación de los derechos y libertades reconocidos por las leyes", de modo que más le valdría a Sánchez sentirse preocupado, ya que ha abusado del poder que le otorga la constitución y la ley orgánica 4/1981 de modo flagrante. Pero eso a Sánchez le vuelve a dar exactamente igual. Sabe que la oposición no hará nada que le lleve a sentarse ante el Tribunal Supremo y por lo tanto podrá seguir violando el ordenamiento jurídico como si de un juego de niños se tratase.
Este es el escenario que vivimos gracias al presidente que más está sufriendo el famoso síndrome de la Moncloa. Un síndrome que mezclado con la poca o ninguna vergüenza del sujeto en cuestión nos está llevando mucho más allá del abismo y nos sitúa en una situación de verdadero peligro nacional. Si los síntomas del síndrome de la Moncloa se vislumbraban casi siempre en el segundo mandato de los presidentes, con Sánchez ese síndrome comenzó a padecerlo desde el minuto 1 que pisó la sede de la presidencia del gobierno. Por último cabe destacar que la mayoría de las veces el síndrome de la Moncloa se ha llevado por delante no solo al presidente de turno sino también al país. Con Suárez su final vino asociado con el 23-F, el de González con la corrupción generalizada, el de Aznar con Irak y el 11-M, el de Zapatero con la quiebra del país, y el de Rajoy con la fallida independencia catalana. ¿Hasta dónde nos llevará el síndrome de la Moncloa de Sánchez? Solo el tiempo lo dirá, aunque conociendo al personaje ya nos podemos ir situando en el peor de los escenarios.
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