jueves, 16 de septiembre de 2021

Adiós, Merkel


Con independencia de quien gane y/o forme gobierno tras las elecciones del próximo día 26, Alemania y Europa ponen fin a una era: La era de Ángela Merkel. Tras 16 años ejerciendo como jefa del gobierno alemán, la canciller pone fin a su etapa como máxima mandataria no solo en su país sino también en todo el continente europeo, la cual ha gobernado de facto la Unión Europea desde que tomase las riendas del gobierno alemán en noviembre de 2005. Se puede decir pues que la figura de Merkel no deja indiferente a nadie. Querida y odiada a partes iguales, la canciller alemana ha estado en el centro de la polémica durante los años más duros de la crisis económica, aquella en la que algunos bautizaron a la canciller como "La dama de hierro del siglo XXI".

Y es que no es para menos, ya que Merkel fue una de las principales promotoras de que los países del sur de Europa, entre ellos España, solicitase cuanto antes el rescate ante los organismos europeos. Una forma de poder capitanear desde Berlín las políticas que se ejercían desde Lisboa, Atenas, Madrid, Roma... por no hablar de los cambios de gobierno que se produjeron durante la peor parte de la crisis, en la que Merkel jugó un papel destacado al destituirse a Silvio Berlusconi como primer ministro italiano, o a Yorgos Papandreu como jefe del gobierno en Grecia. Todos ellos cesados en favor de tecnócratas como Mario Monti en Roma o Lukas Papadimos en Atenas.

Podemos decir pues que Merkel ha sido la líder de facto de Europa, no solo de Alemania. Una Europa que ha padecido los recortes económicos y sociales que desde Berlín imponía la canciller para seguir prestando dinero a los países caídos en desgracia durante la crisis. Una forma bastante peculiar de tomar la soberanía de otros países sin disparar una sola bala, ya que esa era la idea original que tuvo su predecesor, Helmut Kohl cuando decidió pasar de la Europa económica a la Europa política tras la reunificación alemana. En este sentido, Merkel ha sabido jugar muy bien sus cartas y ha conseguido desde su despacho convertirse en "Emperatriz de Europa" y regir los destinos de todos los países del continente mientras éstos padecían las consecuencias de la crisis económica. Para más remate ha nombrado antes de su despedida a su ex ministra, Ursula von der Leyen como presidenta de la Comisión Europea, una última prueba de su extenso poder dentro de la UE. 

Por mi parte puedo decir que no seré yo quien eche de menos a Merkel después de 16 largos años gobernando Alemania y Europa. Ha conseguido pasar a la historia no solo por igualar en años de gobierno a su tutor político, Helmut Kohl, sino que ha ido creando una imagen de liderazgo como pocos casos se han dado en Europa en las últimas décadas. Pero también deja un país y un continente asolados por los atentados perpetrados por el Estado Islámico y por la crisis de los refugiados que ella tanto ha apoyado y que tan caro le ha costado electoralmente a su partido. Un partido que en nada se diferencia ya del SPD (Partido Socialdemócrata de Alemania) ideológicamente hablando. Merkel ha entregado el CDU (Unión Demócrata Cristiana de Alemania) por completo a la izquierda y nada hace presagiar que su sucesor en el partido vaya a cambiar de política. Merkel deja pues una Alemania muy fuerte, sobre todo política y económicamente, pero deja a su vez una Europa más débil que nunca. Tras casi 20 años gobernando, nada hace pensar que Merkel haya mejorado los graves problemas que persiguen desde hace años a Europa. Ahora le toca dejar en manos de su sucesor una Alemania y una Europa cada vez más fragmentadas entre sí. Por todo esto y por mucho más, adiós, Merkel, no te echaremos de menos.

martes, 14 de septiembre de 2021

El síndrome de la Moncloa


Desde 1977, fecha en la que la sede de la presidencia del gobierno se trasladó desde el Paseo de la Castellana al Palacio de la Moncloa, se ha venido hablando del famoso síndrome que padecen todos los inquilinos presidenciales que pasan por allí. Desde Adolfo Suárez hasta Pedro Sánchez, pasando por Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe Gónzalez, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Todos han acabado enfermando de dicho síndrome tarde o temprano. Un sindrome que se ha caracterizado por el hecho de que el presidente en ejercicio acaba viviendo completamente solo y ajeno a lo que ocurre en la calle y se encierra en el palacio presidencial creyendo que su verdad es la única y verdadera, además de no escuchar lo que les aconseja su grupo de asesores, volviéndose un ser que se cree Dios en la tierra. 

En mayor o menor medida este síndrome les ha afectado a todos los jefes de gobierno que han habitado en la Moncloa, pero quizás sea el actual presidente del gobierno, Pedro Sánchez, el que más ha demostrado en estos tres años de gestión este síndrome a través de su constante arrogancia y narcisismo. Una arrogancia que insulta ya a cualquier ciudadano, el cual ve cómo el jefe del ejecutivo se vanagloria de sí mismo en todas las ocasiones que se le presentan. En estos días se ha demostrado dicha arrogancia y lejanía de la ciudadanía cuando en medio de la constante subida de la luz que estamos padeciendo, Sánchez solo aprovecha para sacar músculo de su gestión, echando balones fuera sobre la responsabilidad de su gobierno en dicha subida (Cosa que él le criticó en su momento a Mariano Rajoy por las mismas razones en 2015) y prometiendo falsamente que los españoles pagarán de luz a finales de este año lo mismo que en el año 2018. 

También en estos días en los que se está hablando y mucho de la renovación del Consejo General del Poder Judicial y sobre todo de una falsa agresión homófoba hacia un homosexual, el presidente del gobierno ha aprovechado para apuntarse al carro y echar la responsabilidad tanto del bloqueo para renovar el CGPJ como de la falsa agresión a los partidos políticos de la oposición. Un acto que solo puede definirse de dictatorial y fascista, ya que cuando un jefe del gobierno aprovecha una crisis política, en este caso la falta de acuerdo para renovar el CGPJ, y en especial un suceso como es una falsa agresión homófoba para cargar dicha culpa sobre los partidos políticos ajenos al suyo es señal de que esa persona o bien está bastante afectada por este síndrome monclovita, o directamente es un enfermo peligroso que carece de escrúpulos a la hora de condenar a inocentes con tal de obtener él y su partido rédito político. 

Otro caso bastante curioso es la noticia que hace unos días apuntaba el periódico ABC, el cual titulaba que según el Tribunal Constitucional, el segundo estado de alarma decretado por Pedro Sánchez era, al igual que el primero, inconstitucional. Claro, uno lee esto y piensa "A todos los presidentes se les ha subido el cargo a la cabeza y han hecho cosas reprobables", pero una cosa es eso y otra lo que este tipo ha venido ejerciendo desde que asumió la presidencia del gobierno en junio de 2018. Un presidente puede cometer errores, como sin duda los cometió Suárez, González, Aznar, Zapatero o Rajoy, pero de ahí a restringir los derechos y libertades fundamentales que la constitución española otorga a sus ciudadanos va un trecho bastante considerable. Pues bien, este tipo ni se ha inmutado a la hora de hacerse públicas estas noticias. Como si de Dios Padre se tratase, Sánchez cree estar por encima del bien y del mal, y para él que las noticias que le perjudican nada pueden afectarle, ya que al final él saldrá bien parado de todas ellas. 

Pues bien, conviene recordarle al señor presidente del gobierno que según establece el artículo 55.2 de la constitución española "La utilización injustificada o abusiva de las facultades reconocidas en dicha ley orgánica producirá responsabilidad penal, como violación de los derechos y libertades reconocidos por las leyes", de modo que más le valdría a Sánchez sentirse preocupado, ya que ha abusado del poder que le otorga la constitución y la ley orgánica 4/1981 de modo flagrante. Pero eso a Sánchez le vuelve a dar exactamente igual. Sabe que la oposición no hará nada que le lleve a sentarse ante el Tribunal Supremo y por lo tanto podrá seguir violando el ordenamiento jurídico como si de un juego de niños se tratase. 

Este es el escenario que vivimos gracias al presidente que más está sufriendo el famoso síndrome de la Moncloa. Un síndrome que mezclado con la poca o ninguna vergüenza del sujeto en cuestión nos está llevando mucho más allá del abismo y nos sitúa en una situación de verdadero peligro nacional. Si los síntomas del síndrome de la Moncloa se vislumbraban casi siempre en el segundo mandato de los presidentes, con Sánchez ese síndrome comenzó a padecerlo desde el minuto 1 que pisó la sede de la presidencia del gobierno. Por último cabe destacar que la mayoría de las veces el síndrome de la Moncloa se ha llevado por delante no solo al presidente de turno sino también al país. Con Suárez su final vino asociado con el 23-F, el de González con la corrupción generalizada, el de Aznar con Irak y el 11-M, el de Zapatero con la quiebra del país, y el de Rajoy con la fallida independencia catalana. ¿Hasta dónde nos llevará el síndrome de la Moncloa de Sánchez? Solo el tiempo lo dirá, aunque conociendo al personaje ya nos podemos ir situando en el peor de los escenarios.

sábado, 11 de septiembre de 2021

11-S: 20 años después


Hace 20 años, tal día como hoy, yo era un niño de 9 años que solo quería ver una cosa: La película "La caída del Imperio Romano" de Anthony Mann. Como por ironías de la vida, ese niño que ese día pasaba de todo quería ver sin saberlo la película que mejor reflejaba lo que estaba ocurriendo en aquella horrenda e histórica jornada: La caída del Imperio del siglo XX y XXI. Y es que en aquellos momentos todo el mundo estaba pegado a la televisión viendo cómo unos terroristas se estrellaban contra las torres del World Trade Center de Nueva York. Estados Unidos estaba siendo atacada y nadie sabía lo que estaba pasando. 

Recuerdo que ese día estaba en el ordenador de mi habitación cuando de repente mi familia avisaba de lo que estaba ocurriendo. Teníamos puesto Antena 3 y Matías Prats presentaba los informativos del mediodía. Al asomarme al salón de mi casa vi lo que es sin duda la imagen del siglo XXI: Una incesante y enorme humareda salía de uno de los dos edificios que conformaban las famosas "Torres gemelas" debido al impacto de un avión sobre ella. Mi primera impresión era que algo gordo estaba ocurriendo, pero no era consciente de la verdadera gravedad que estábamos viviendo. No terminaba de salir de mi asombro cuando de repente se vio por televisión cómo un segundo avión se estrellaba contra la segunda torre. Hasta entonces se pensaba que o bien podía ser un accidente aéreo, o bien podía ser un ataque terrorista. Cuando todos escuchamos a Matías Prats decir "La otra torre, Ricardo, la otra torre". A partir de ahí todos sabíamos que lo que estábamos presenciando en vivo y en directo era uno de los mayores ataques terroristas que ha conocido la historia de la humanidad. 

El resto del día recuerdo que lo viví con cierta indiferencia. Sabía que estaba sucediendo un acontecimiento importante, pero yo solo quería ver la gran película que en su día interpretó Alec Guinness, Christopher Plummer, Sophia Loren y Stephen Boyd. Finalmente ya bien entrada la tarde pude ver la película que narraba cómo con el reinado del emperador Cómodo y tras su muerte, el inicio del declive del Imperio Romano era ya una realidad, lo mismo que en esos instantes estaba ocurriendo en EEUU. Aún viendo la película recuerdo cómo fui a ver el momento en el que las torres gemelas se derrumbaban ante la atenta mirada de todo el mundo. Del mismo modo la sede del Pentágono también fue atacada en directo con el impacto de otro avión, y un cuarto avión se estrelló cerca de un pequeño pueblo de Pensilvania que en teoría tenía como objetivo la Casa Blanca o el Capitolio. 

Ya por la noche recuerdo estar con mi familia mientras veía los informativos, los cuales no habían cesado su emisión en directo desde el mediodía. En aquel momento todo el mundo esperaba la respuesta del entonces presidente de EEUU, George W. Bush sobre el atentado, el cual se atribuyó de forma inmediata a la organización terrorista de Al Qaeda y a su líder, Osama Bin Laden. Finalmente la cifra de fallecidos aquel día fue de cerca de 3.000 personas y más de 25.000 heridos. El peor atentado terrorista cometido en occidente hasta la fecha. 

A partir de aquella noche cambió la historia de la humanidad, y durante aquella noche y los días posteriores todo era un caos en el que nadie sabía qué iba a suceder. El reputado periodista español, Jesús Hermida, hablaba del comienzo de la Tercera Guerra Mundial, mientras que otros hablaban de la posibilidad de una guerra nuclear contra no se sabía qué objetivo, puesto que los terroristas andaban dispersos por todo el mundo, no solo en Oriente Medio. 

Es entonces cuando se comenzó a utilizar la expresión "Guerra contra el terrorismo" la cual sigue perdurando hasta nuestros días, y más en estas semanas en las que Estados Unidos ha vuelto a ser protagonista como consecuencia de su desastrosa salida de Afganistán orquestada por el presidente estadounidense Joe Biden después de 20 años en guerra en aquel país. Una guerra que comenzó justo un mes después de los atentados y que ha supuesto el mayor fracaso bélico de EEUU desde la guerra de Vietnam. 

Dicho esto cabe pensar que como ya he escrito antes y he mantenido en otras entradas, el mundo cambió a partir de aquel terrorífico día y supuso el inicio del Tercer Milenio y el siglo XXI. 20 años después el mundo es un lugar mucho más peligroso y temible que el existente hasta antes del 11-S. La guerra contra el terrorismo perdura aunque en 2011 EEUU acabase presuntamente (Y digo presuntamente porque nunca se enseñaron fotos de su cadáver) con la vida del líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden. La vuelta de los talibanes en Afganistán y la situación de peligro permanente en la que se encuentra occidente y el caos reinante que predomina en oriente hace presagiar que el Nuevo Orden Mundial que vino ese 11 de septiembre de 2001 a la tierra llegó para quedarse, lo cual me lleva a pensar que vendrán por desgracia muchos más días de terror y de peligro en este mundo que ya se nos ha ido de las manos.