lunes, 9 de octubre de 2017

Una semana para la Historia

El pasado domingo se produjo lo que todos sabemos ya en Cataluña, y esta semana han ocurrido cosas bastante singulares tanto allí como en el resto de España. Mi idea principal era la de no escribir sobre este asunto hasta que la Generalitat llevase a cabo la DUI (Declaración Unilateral de Independencia). Como sé de antemano que esa DUI no se va a producir porque Puigdemont y el PDeCAT se han acojonado vivos tras las masivas fugas de empresas en estos días, creo que ya ha llegado el momento de hablar sobre lo ocurrido en esta semana. Una semana en la que hemos pasado de un conflicto político a un conflicto social nunca visto en España desde la Guerra Civil, y todo gracias a la sedición de unos y a la traición de otros. Es por ello por lo que ésta que hemos terminado ha sido una semana crucial en nuestro país, la cual en su día se estudiará y mucho en la Historia.

Lo ocurrido el pasado domingo fue ni más ni menos que un golpe de estado y una rebelión abierta contra el estado español. Por mucho que el desgobierno de España anunciase una y otra vez que el referéndum del 1-O no se iba a producir, al final se produjo. Por supuesto no de la forma en la que se celebra un referéndum con todas las de la ley, pero sí hubo referéndum aunque ésta fuese una pantomima. Puigdemont, Junqueras, Forcadell y compañía llegaron hasta el final. Muchos colegios electorales se abrieron tras la toma de éstos por parte de los padres de los alumnos dos días antes, otros no llegaron a abrir, y otros abrieron pero cerraron al poco tiempo. Los Mossos llegaron hasta el final y Trapero y los altos mandos de la policía catalana se rebelaron contra el Estado al no impedir la celebración del referéndum y hacer la "Vista gorda" ante los sucesos que se estaban produciendo. Tras ver la Policía Nacional y la Guardia Civil destinada en Barcelona que los Mossos los habían traicionado, se produjo la intervención por parte de éstos para garantizar la ley y el orden en el territorio catalán. Los resultados ya han salido más incesantemente esta semana; disturbios entre la Policía y los independentistas y algún que otro herido. ¿El desenlace de todo esto? La retirada de las fuerzas y cuerpos de seguridad y la victoria moral del independentismo catalán, que pudieron realizar sin problema alguno su referéndum pudiendo votar en cualquier centro en un surrealista sufragio universal. Por supuesto el resultado de ese referéndum fue, como era de prever, un sí como una catedral. Pero ahora no quiero hacer un resumen de lo ocurrido estos días, quiero hacer un análisis de los sucesos históricos que hemos observado atónitos los españoles desde el pasado domingo. 

Lo ocurrido desde el pasado domingo hasta hoy (Lunes, 9 de octubre), supone una derrota sin paliativos hacia el estado español, su sistema, sus leyes e instituciones. ¿En qué país de Europa se ha visto a un gobierno hacer una abdicación de sus funciones y permitir que una pandilla de radicales se salgan con la suya a la hora de encabezar un golpe de estado?. Cuando Mariano Rajoy salió por televisión y anunció con tic nervioso en el ojo izquierdo incluido, que "El Estado de Derecho ha triunfado", lo primero que me salió del alma decir fue ""Qué hijo de puta". Escuchar esas declaraciones después de que los independentistas triunfasen en su golpe de estado fue lo más bochornoso, indignante, deplorable y vergonzoso que he podido escuchar por televisión desde hace mucho tiempo. Cualquier persona honrada hubiese salido la noche del domingo y hubiese presentado su dimisión irrevocable ante la gravedad de la situación. Aquí por el contrario asistimos a una rueda de prensa impresentable donde el presidente del desgobierno de España afirmaba con todos sus cojones que "Él y su gobierno habían cumplido su función en este asunto". Hay que ser muy miserable para decir semejante barbaridad. Si de mí dependiese, la moción de censura para echar de la Moncloa a este peligroso sujeto estaría presentada desde la misma mañana del 2 de octubre. Aún así lo peor de todo no es esto (Que ya es bastante grave) sino la posibilidad de que con su traición, su inacción y su silencio, Rajoy salga fortalecido contra todo pronóstico y acabe ganando unas nuevas elecciones por mayoría absoluta ante un escenario de unidad nacional como el que estamos viviendo.

Lo ocurrido los días posteriores no se quedan atrás. Los acosos sufridos por la Policía y la Guardia Civil por parte de los independentistas así como la expulsión de policías y guardias civiles de los hoteles y de los pueblos catalanes debido a la "Tensión que éstos estaban generando con su presencia", es algo que produce vergüenza, estupor y repugnancia a la vez. La actitud del gobierno de no actuar en favor de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado debería de ser considerado como un delito de alta traición y motivo más que suficiente para abrir un proceso judicial contra todo el gobierno. Tanto los cuerpos anteriormente citados como la sociedad española en su conjunto han visto cómo el estado y el gobierno en particular se ha cruzado de brazos ante la crisis más grave producida en nuestro país desde la Guerra Civil. En todo momento ha sido la sociedad española y la catalana no independentista la que ha salido a la calle a defender sus derechos y la unidad de España. Ese es quizás el único factor positivo de esta semana y con el que quiero quedarme; la unidad de los españoles ante la amenaza inminente de la ruptura territorial de su nación.

Por si fuera poco, tras los graves sucesos producidos en Barcelona y la inacción del desgobierno, aparece en escena el rey la noche del martes. Felipe VI habla entonces al país y exige al gobierno y a las instituciones que forman el estado a parar los pies a los golpistas y poner punto y final a esta locura. Una intervención y una exigencia que el gobierno se pasa por el arco del triunfo y sobre la cual hace oídos sordos. Seis días después de ese mensaje, ni Puigdemont ni ningún otro de los golpistas han sido detenidos. La aplicación del artículo 155 de la Constitución no se vislumbra por ningún lugar, y sólo la fuga masiva de empresas fuera de Cataluña están provocando que el golpe se venga abajo. En lo que respecta al mensaje del rey, personalmente tengo que añadir que aunque no soy monárquico, sí vi bien la intervención de Felipe VI en televisión. El jefe del estado español no podía seguir de perfil mientras esta situación empeoraba a medida que avanzaban las horas. Un día antes o un día después tenía que dar la cara, y así lo hizo (Qué menos para lo poco que hace y lo mucho que cobra). Eso no excusa que la monarquía en España ha tenido gran responsabilidad en lo ocurrido durante todo este tiempo con respecto a Cataluña debido a su inacción e irresponsabilidad. Por ello aunque aplaudo el discurso del rey, no dudaría en votar en favor de abolir la institución que él representa si se presentase la oportunidad (Que no se va a presentar para desgracia de todos, y menos después de esto).

En lo que respecta a Puigdemont, Junqueras, Forcadell y demás gentuza sólo diré que estos golpistas deberían de haber sido inhabilitados y detenidos hace mucho tiempo. Por el contrario ahí están, riéndose de todo un país y pidiendo "Por favor" un diálogo para llevar esto a buen puerto. ¿Qué diálogo? Aquí el único diálogo que se tendría que producir sería entre ellos dentro de prisión para matar el tiempo. Si tan decididos están en independizarse, que el próximo martes proclamen la DUI como ellos mismos establecieron en esa ley de transitoriedad que aprobaron hace un mes para vergüenza de todos los españoles y los catalanes de bien. ¿A cuento de qué viene esta bajada de pantalones después de haber dado un golpe de estado y dividido a una región y enfrentado a ésta contra el resto del país? No tiene sentido, al menos que se hayan echado atrás después de ver cómo el Sabadell, Caixabank y demás bancos y empresas han salido cagando leches de Cataluña por temor a lo que pueda pasar. Se ve que la independencia es muy deseada por ellos, a excepción de que el poderoso caballero don Dinero les de la espalda. Ahí ya entra el diálogo y las retracciones y desaparecen las banderas y las sediciones.

Por último quiero añadir que por muchas vueltas que se esté dando, la independencia no se va a producir. Los independentistas han visto que las cosas están empezando a joderse desde la fuga de empresas esta semana. Contaban con el respaldo económico de las élites catalanas y les ha salido el tiro por la culata. Puigdemont el martes no dirá nada ni proclamará la DUI aunque posteriormente la CUP convoque huelga general indefinida o provoquen algo más gordo. Puigdemont sabe que la DUI es lo que le separa de la detención y su paso por la cárcel una temporada, por eso se resistirá y no hará nada mientras solicita diálogo y acuerdo. Por mi parte tengo que añadir que si todo esto acaba en nada y Puigdemont continúa en su puesto y logra llegar a un acuerdo fiscal con el desgobierno de España, yo seré el primero que pida desde entonces la independencia catalana. Esto no se soluciona con un acuerdo ni con más dinero, sino con el cumplimiento de la ley y la detención de todos aquellos que han colaborado en este golpe contra España. En un país serio, los independentistas con Puigdemont al frente estarían ya entre rejas, el gobierno de la nación habría dimitido por alta traición y por incumplimiento de la Constitución, mientras que el rey ya iría haciendo las maletas ante semejante escenario. Por el contrario, todo sigue igual una semana después del 1-O, lo que me lleva a preguntarme como hace unos meses; ¿Estamos ante la actuación del siglo? Hay quienes dirán que semejante escenario de tal gravedad no puede ser obra de un teatro precocinado, pero si nos paramos a pensar y vemos que el desenlace de todo esto está siendo el repunte de la monarquía con Felipe VI, una posible y surrealista victoria de Rajoy que le permitiría seguir gobernando con una mayoría más amplia gracias a este conflicto social y político, y una Cataluña dentro de España a cambio de más dinero. Con estos vencedores y estos no vencidos cabe pensar; ¿Ha sido todo esto un nuevo 23-F, usando esta vez la unidad nacional como pretexto para garantizar la supervivencia del sistema político?, o lo que es lo mismo; ¿Nos la han vuelto a meter doblada? La respuesta, sólo el tiempo la dirá...

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