martes, 4 de febrero de 2025

Las ruinas de una civilización superior


Esta entrada que estoy escribiendo tenía pensada escribirla dentro de un año, cuando se cumplirán veinticinco años de la llegada del III milenio y del siglo XXI. Pero como no me gusta ni se debe hacer predicciones sobre lo que tienes pensado hacer de aquí a X tiempo, prefiero aprovechar mi idea de escribir sobre ello ahora y no el año que viene. De hecho, ya escribí sobre este mismo tema hace unos años, pero creo que ahora es un buen momento para hablar nuevamente y con una perspectiva más profunda sobre ello. Resulta que hace unos días estuve viendo durante dos noches seguidas algunos programas de Año Nuevo que se emitían en los años 90. Programas especiales que uno vivió en plena niñez y que ahora, al verlos de nuevo a mis treinta y dos años, te das cuenta de cómo y cuánto ha cambiado el mundo en estas últimas dos décadas, concretamente desde el año 2001. 

Al ver estos programas, así como otros que también me he animado a ver en estos días sobre aquellos años, uno se da perfecta cuenta de que, como se suele decir "vivimos sobre las ruinas de una civilización superior". Cuando uno ve programas, series de televisión, películas, documentales o, entrando en el terreno personal, comienzas a recordar momentos de tu vida de aquellos años (los previos al año 2001), comprendes que, a pesar de vivir en una sociedad que distaba mucho de ser el paraiso terrenal, era una sociedad y un mundo infinitamente mejor de lo que ahora estamos padeciendo y que tuvo su origen en ese nefasto año 2001. Un 2001 en el que no solo se produjeron, como todos recordamos, la caída de las torres gemelas del World Trade Center, sino la caída de una civilización en la que, sin darnos cuenta nadie, estaba muriendo aquel mismo día para dar paso a lo que ha venido después.

Cuando uno ve programas especiales, como los que yo vi hace un par de semanas, puedes comprender el alcance de ese cambio: un ambiente familiar, conservador y acogedor donde, en este caso, se celebraba de forma sana y tradicional la llegada de un año nuevo, y donde aparecían los cantantes de aquellos años y los humoristas de aquel entonces contando sus mejores chistes. Una música de calidad la cual ha pasado a formar parte igualmente del pasado para dar paso a una nueva generación "musical", la del reggaeton, donde el arte, la poesía, el buen hacer, el romanticismo y la belleza se han perdido por completo. O el humor, donde cualquier chiste, por inofensivo que sea, es hoy perseguido y censurado en pos de "la correción política", algo que hace poco más de un cuarto de siglo era impensable. 

Pues bien, incluso factores tan básicos de nuestro día como la cultura han sido eliminados del mundo televisivo y de la sociedad actual. ¿Dónde se ven ya canciones de la calidad musical previa al año 2001? ¿Dónde se ven ya programas, documentales, películas y series de televisión de altura? ¿Dónde están los humoristas actuando mientras cuentan chistes con los que todos nos reíamos y se expresaban sin malicia alguna? ¿Dónde está ese ambiente familiar y esa sociedad tradicional que celebrábamos nuestras costumbres y vivíamos sin saberlo feliz y en libertad?

¿Dónde ha ido a parar esa sociedad que vivíamos a finales del siglo XX en el culmen de nuestra civilización? ¿Dónde se encuentra esa sociedad que vivía sin la omnipresencia de las redes sociales ni el fenómeno de los influencers? ¿Dónde han ido a parar los valores y el modo de vida de aquel entonces? ¿Dónde está la sencillez, el bienestar y el pacífico contexto social y político que relativamente tuvimos hasta el año 2000? Una sociedad donde, insisto, la felicidad no era plena, pero donde las familias podían llegar a final de mes sin grandes preocupaciones, donde alguien podía encontrar un trabajo digno y cobrar un sueldo que le permitiese salir adelante sin asfixias económicas, donde cualquiera podía comprar una vivienda y/o un coche y pagar de forma desahogada esas deudas, donde la tecnología no era la protagonista absoluta de nuestro día a día, donde la confrontación política y la polarización social eran algo inimaginable. ¿Dónde está esa sociedad?

Esa sociedad, por desgracia, murió con la llegada del siglo XXI y del III milenio. No hay duda de que el año 2001 fue el punto y aparte de una civilización que comenzó a descomponerse, como ya he dicho antes, el mismo 11 de septiembre de 2001 y cuya caída vertiginosa seguimos viviendo casi un cuarto de siglo después. La degradación, la confrontación entre la población, la perversión, la perdida de valores, de ética, de moral, así como la inversión absoluta de los valores humanos y sociales es algo que comenzamos a ver a partir de 2001 y que ha ido aumentando conforme han avanzado los años en este siglo. ¿O acaso no vemos como se ha normalizado en este cuarto de siglo que, por ejemplo, niños menores de edad puedan hormonarse y cambiarse de sexo o ser educados en valores donde se exalta la sexualización infantil y la degradación entre los más pequeños? 

¿No es visible acaso cómo la sociedad defiende la reinserción y la puesta en libertad de asesinos, violadores, criminales, etc, cuando hasta hace algo más de treinta años se defendía lo contrario? ¿No es un hecho visible que determinados colectivos asociados a la ideología woke (feminismo, LGTBI, raciales, etc), se han apoderado de la sociedad y han corrompido hasta las esencias más básicas de nuestra civilización y nuestra convivencia? ¿No es cierto tampoco cómo la pérdida de nuestra cultura, de nuestra raza y de nuestras raíces se está evaporando a marchas forzadas en pos de culturas y razas ajenas a la nuestra, hasta el punto de estar presenciando una invasión descontrolada en nuestros países?

Es obvio que antes de la llegada del año 2001 había problemas en el mundo. El siglo XX es un claro ejemplo de cómo el mundo se enfrentó en solo veinte años a dos guerras mundiales y estuvimos a punto de llegar a una guerra nuclear en octubre de 1962 (la crisis de los misiles de Cuba), vivimos una crisis económica que se llevó por delante, en todos sus términos, la vida de millones de familias en todo el mundo, vivimos una pandemia en 1918 (la famosa gripe española). 

Aquí en España llegamos a vivir una guerra civil y un escenario político y social complejo, pero siempre salimos adelante a pesar de las adversidades, tanto a nivel nacional como mundial. No, el mundo no era un camino de rosas, pero era un mundo que, a pesar de sus problemas y adversidades, era infinitamente mejor que lo que el siglo XXI y el III milenio nos han deparado. Hasta el año 2000 el mundo vivía con sus luces y sus sombras. A partir de 2001, hemos presenciado en vivo y en directo la descomposición de la civilización humana rodeada de sombras en todo momento. 

Como ya he dicho, el atentado terrorista del 11 de septiembre fue el origen de nuestros males y el inicio de nuestra decadencia, sin lugar a dudas; pero al 11-S y a la expansión del terrorismo a nivel global le siguieron un mes después la guerra de Afganistán y con ello el inicio de la guerra contra el terror, una guerra donde la seguridad y la libertad de toda la población comenzó a empeorar significativamente. Le siguieron la guerra de Irak y todo lo que socialmente desencadenó esa guerra en Occidente y, por supuesto, en Oriente. Aquí en España tuvimos nuestro punto y aparte el 11 de marzo de 2004 (los atentados de Atocha), dando comienzo al contexto político, social y cultural que llevamos padeciendo desde entonces; y en Reino Unido sufrieron esa misma desgracia solo un año después, el 7 de julio de 2005 (los atentados de Londres). 

Y en medio de los atentados terroristas y de la denominada "guerra contra el terror" llegó la crisis económica de 2008 y, con ello, el punto de inflexión que supuso el deterioro definitivo de nuestro bienestar de vida en términos económicos y laborales. Una crisis donde aun resuenan sus sucuelas, la cual supuso que nuestro nivel de vida nunca volviese a ser el mismo que vivíamos antes del estallido del Lehman Brothers en septiembre de 2008. Y por último, y como colofón a todo lo anterior, llegó el año maldito por excelencia, el cual nos hundió definitivamente a todos los niveles: el año 2020 y la pandemia del COVID. Una crisis sanitaria que nos dejó en shock psicosocial y del cual muchas personas aun no han logrado recuperarse. Cerca de dos millones de personas murieron en todo el mundo y casi quinientas mil fallecieron solamente en España. 

A todo eso hay que sumarle la presión social, informativa y las medidas de coacción que, basándose supuestamente en la seguridad sanitaria, supusieron el confinamiento domiciliario de toda la población, la acción de medidas sociales drásticas y la puesta en marcha de protocolos de seguridad como nunca antes se habían visto en el mundo. Por no hablar de la coacción sistemática y la presión psicológica a la que la población se vio envuelta para vacunarse a partir de 2021 y que, según se ha confirmado posteriormente por las autoridades sanitarias mundiales, dichas vacunas han influido en las muertes súbitas que desde entonces han venido ocurriendo, así como en el aumento de ictus y otras enfermedades graves. 

Después de eso han venido los últimos acontecimientos que todos conocemos ya: la guerra de Ucrania, la cual muchos desean que se extienda a Europa, y la guerra en Oriente Medio, y todo ello con la implantación progresiva de la ideología woke. Como se puede ver, no cabe duda alguna de que el siglo XX y el III milenio han sido los años decisivos donde se ha desencadenado el caos, el control y la censura, y se ha producido la decadencia de la civilización humana, en especial, de la occidental. Es un hecho innegable de que nada volvió a ser igual a partir de 2001 y lo es también de que estamos en un contexto mundial donde las cosas no irán sino a peor conforme los años venideros lleguen. 

Todo esto me lleva a pensar en aquellas profecías que muchos conspiranóicos y apocalípticos hacían antes de la llegada del nuevo milenio. A finales de la década de 1990 las profecías sobre el fin de los tiempos eran el pan nuestro de cada día, concretamente en el año 1999 y el paso al año 2000. Finalmente, como es obvio, nada de esto sucedió. O quizás no sucedió como todos creíamos pero realmente sí sucedió de alguna forma simbólica. Es innegable que lo ocurrido desde que comenzó este siglo hasta ahora obedece, según mi opinión, a un plan dirigido por un grupo poderoso e influyente de individuos a nivel global, cuyo objetivo era enterrar el mundo tal y como lo conocíamos hasta el año 2000 y dar luz a ese nuevo orden mundial que comenzó a surgir a partir de 2001.

Siguiendo esa teoría, es obvio que nada sucedió ni ha sucedido hasta entonces por casualidad, ya que todo estaría dirigido por individuos pertenecientes a las más altas élites políticas, financieras, culturales e incluso religiosas. Quizás, basándonos en los relatos que menciona el Apocalipsis, cuando hablamos de la llegada del Anticristo o, la liberación con respecto a éste al finalizar los mil años del reinado de Cristo en la tierra, podríamos estar haciendo referencia a una liberación simbólica, o inicio simbólico del Apocalipsis, por parte de las élites hacia una nueva forma de orden mundial, la cual nació con los atentados del 11-S y nos ha conducido hasta aquí, pasando por la crisis económica y la pandemia del COVID. 

Como persona bastante escéptica que soy actualmente (la fe le dejé atrás hace un tiempo), no hay que darle más importancia a los relatos bíblicos que los que se les da desde el punto de vista religioso y teológico, pero tampoco conviene dejarlos pasar por alto, y más cuando hablamos de un texto tan complejo y enigmático como el Apocalipsis de San Juan. Es posible que con la llegada del nuevo milenio se abriese, aunque de forma simbólica, las puertas para que el Anticristo, o el mal en este caso, se extendiese por el mundo a partir de entonces, y eso es precisamente lo que, paradójicamente, estamos viviendo desde hace ya casi un cuarto de siglo. Quizás ese fin de los tiempos anunciado por San Juan era realmente un final simbólico de nuestra civilización, el cual daría paso al escenario de degradación, decadencia, amoralidad y perversión que con la ayuda activa de las élites se ha materializado.

En definitiva, vivimos en tiempos oscuros donde, con independencia de si estoy en lo cierto o no sobre lo que acabo de comentar con respecto a la cuestión religiosa, es un hecho de que el mal predomina hoy sobre el mundo y ha penetrado hasta en las esferas básicas de nuestras vidas. Y todo indica que para quedarse. Hay quienes creen de forma ingenua, que este periodo de caos y decadencia que comenzó hace casi un cuarto de siglo, comenzará a disiparse conforme vayan pasando los años, dando paso a un regreso, aunque sea lento, de nuestro modo de vida previo al 2001. 

Yo, siguiendo en mi estela de pesimismo (o de realismo racional, mejor dicho) creo sinceramente que no será así, ya que el contexto social que vivimos está ya profundamente arraigado entre nosotros y, sobre todo, entre los más jóvenes. El mundo que dejamos atrás el 31 de diciembre de 2000 (a diferencia de lo que muchos creen, el siglo XX y el III milenio comenzaron realmente en 2001 y no en el 2000) fue un mundo del que ya solo nos quedan los recuerdos y la nostalgia. Recuerdos y nostalgias de un pasado donde, sin saberlo realmente, eramos, al menos aparentemente, más libres, más iguales, más cercanos, más armoniosos, más felices, y por ende, más humanos. El 2001 enterró todo aquello y ahora vivimos resignados, como he mencionado al principio de esta entrada, "sobre las ruinas de una civilización superior". 

domingo, 2 de febrero de 2025

Presidente per saecula saeculorum


Hace justo tres años, en febrero de 2022, escribí en este blog una entrada titulada "Tenemos Sánchez para rato". Cuando estamos en febrero de 2025, Pedro Sánchez sigue siendo presidente del gobierno, y todo hace indicar que no solo seguiremos teniendo Sánchez para rato, sino que con lo que se está viviendo en estos días podemos confirmar definitivamente que tenemos presidencia de Sánchez per saecula saeculorum (traducido del latín: por los siglos de los siglos). 

Y es que, por muy lejos de lo que algunos creían y afirmaban hace solo unos meses, alegando que el fin de la permanencia de Sánchez en el poder era cuestión de días, y que incluso éste no se tomaría las uvas este año pasado en Moncloa, la realidad es que la estancia del actual inquilino de la Moncloa sigue su curso y amenaza con perpetuarse cada vez con más rotundidad. Todo ello, a pesar de los escándalos de corrupción que siguen afectando al propio presidente, a su familia, a sus ministros, a su partido y a otros individuos con poder institucional como el actual fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, cuya dimisión aun sigue sin producirse mientras el escándalo que le afecta a él y al propio gobierno empeora por días. 

La prueba definitiva de la perpetuidad de Sánchez en el poder la hemos visto esta misma semana, donde el Congreso rechazó un decreto (el ya denominado "decreto ómnibus") en el que venía incluida toda una serie de medidas, desde la revalorización de las pensiones hasta un paquete de ayudas económicas para las víctimas de la dana de Valencia y del volcán de la Palma, ocurrido ya hace casi cuatro años, pasando por la concesión al PNV de un palacete ubicado en París, medidas de protección a los okupas, así como ayudas al transporte, etc. Pues bien, tras una serie de reuniones con Junts para lograr aprobar este decreto, los de Puigdemont se negaron a apoyarlo, provocando la caída del mismo con los votos en contra de los independentistas catalanes, el PP y VOX. De esta forma se dejaba al gobierno de Sánchez bastante tocado como consecuencia del varapalo legislativo sufrido. 

Pero he aquí que, como ocurre siempre, Pedro Sánchez consigue resucitar políticamente y salirse de nuevo con la suya. Tras asegurar que el decreto se llevaría de nuevo al Congreso y que buscaría apoyo "hasta de debajo de las piedras" para su aprobación, finalmente Junts ha dado el visto bueno y dará su sí a ese decreto tras reunirse nuevamente los de Puigdemont con los socialistas. Una aprobación que contará igualmente con el voto a favor del PP, saliendo una vez más los de Feijóo en auxilio del gobierno de Sánchez.

Aquí es donde tengo que hacer varias reflexiones al respecto. La primera de ellas es sobre el líder de Junts, Carles Puigdemont; un individuo que lleva ya nueve años protagonizando la crónica política de España y que ha quedado confirmado como uno de los políticos más sobrevalorados de la historia reciente de nuestro país. ¿Por qué digo esto? Por la sencilla razón de que se lleva hablando desde hace dos años que el ex presidente catalán es un individuo que tiene acorralado a Sánchez y que la política española practicamente la dirige él. Reconozco que hasta yo he defendido esa teoría en su momento e incluso he escrito sobre ello aquí en el blog, pero con el paso del tiempo se ha visto claramente que esa teoría es más bien a la inversa: es Sánchez quien realmente tiene acorralado a Puigdemont, o al menos lo tiene comiendo de su mano.

Y es que, a pesar de no poseer actualmente ningún cargo público, haber perdido cualquier posibilidad de volver al gobierno catalán, y seguir excluido de la amnistía por la que tanto luchó en su momento, Puigdemont continua apoyando férreamente la permanencia de Sánchez en el poder. ¿Cómo se explica esto? No lo sé. El escenario lógico que debería darse cuando un dirigente político comprueba que le han tomado el pelo por parte del gobierno que éste apoya sería que anunciase mediante rueda de prensa la retirada de su apoyo a dicho gobierno. Puigdemont no solo no le ha retirado la confianza a Pedro Sánchez sino que sale en su auxilio cuando más lo necesitaba; a pesar, como acabo de decir, de haber perdido todo cargo público en un solo año gracias a la estrategia del gobierno con respecto a Cataluña. 

Lo único que anunció hace unos días fue la suspensión de sus relaciones con el gobierno. Un anuncio que, al menos a mí, me recuerda al discurso de proclamación y posterior suspensión de la independencia catalana en octubre de 2017. Aunque en este caso, poco ha durado esa suspensión, ya que, con el apoyo al decreto ómnibus, se confirma nuevamente que vuelve la sintonía del ex presidente catalán con Pedro Sánchez, o realmente ni siquiera se perdió nunca. En definitiva, Puigdemont vuelve una vez más a tirar la piedra y a esconder la mano. Una actitud propia de los cobardes como él, la cual se repitió hace menos de un año, cuando el prófugo catalán volvió a España para dar un mitin en Barcelona y fugarse de nuevo con la colaboración del Ministerio del Interior, es decir, con la colabración del gobierno de Sánchez. 

Pero volviendo a la cuestión que nos ocupa, la gran pregunta es: ¿Por qué Puigdemont mantiene su apoyo incondicional a Sánchez? Quizás porque, a pesar de confirmarse que el gobierno de Sánchez le ha estafado de forma descomunal una y otra vez, el ex presidente catalán se siente a gusto con esa estafa y prefiere que el líder del PSOE se mantenga en la Moncloa porque eso le sigue otorgando cierto grado de protagonismo dentro de la actualidad política. Otra explicación es imposible, y más después de verse cómo Puigdemont sigue exiliado en Bélgica tras no aplicársele, al menos de momento, la denominada Ley de Amnistía que el Congreso aprobó en junio del año pasado. 

Para salvar las apariencias, Puigdemont le ha puesto como condición a Sánchez que acepte tramitar una propuesta que hace unos días registró Junts en el Congreso en la que se instaba al presidente del gobierno a someterse a una cuestión de confianza en el Parlamento. Personalmente, cuando uno lee estas cosas no hace sino descojonarse de risa. Hace ya cinco años que estudié Derecho, y personalmente creo que en lo que respecta al Derecho Constitucional y a la propia Constitución, la legislación no ha cambiado desde entonces, salvo la leve y surrealista reforma que se hizo hace un año. 

Todo aquél que como yo ha estudiado Derecho sabe que la cuestión de confianza solo la puede proponer el presidente del gobierno y no los partidos de la oposición. La oposición solo puede hacer uso del mecanismo para retirar o mantener su confianza en el gobierno a través de la moción de censura, no a través de la cuestión de confianza, la cual es prerrogativa exclusiva del jefe del gobierno. Parece que Puigdemont, aparte de ser un cobarde exiliado que defiende con uñas y dientes a quien le vacila constantemente desde la Moncloa, tampoco conoce la propia Constitución española, lo cual es aún más vergonzoso si cabe. 

Aun así, Sánchez ya ha dejado claro que aunque permitirá que el Congreso tramite la propuesta de Junts (una declaración arrogante y grave si tenemos en cuenta que el gobierno no tiene potestad constitucional para decidir qué se tramita y qué no por parte de la Mesa del Congreso, lo cual pone aun más en entredicho la ya muy cuestionada separación de poderes), no tiene previsto en absoluto someterse a esa cuestión de confianza. De esta forma se cierra el show de Puigdemont y seguimos adelante con la legislatura mientras los independentistas aplauden como focas las vaciladas del gobierno.

Pero aquí no acaba mi análisis, ya que mi segunda reflexión va dirigida hacia el supuesto líder de la oposición: Alberto Núñez Feijóo. Y digo supuesto porque es obvio que la oposición que el PP hace hacia el gobierno del PSOE es nula, inexistente y ridícula. En casi cincuenta años desde la promulgación de la Constitución, no se ha visto jamás una oposición que salga en constante auxilio del ejecutivo de turno y mantenga un silencio sepulcral ante la corrupción sistemática que vemos día sí y día también sobre el gobierno del PSOE y el entorno más cercano de Pedro Sánchez. 

Cuando uno ve este panorama se pregunta: ¿Qué busca realmente Feijóo? ¿Qué intereses mueve a este oscuro personaje? Un tipo que, como ya he dicho en otras ocasiones, se ha jactado siempre se haber sido ex votante del PSOE de Felipe González y ha antepuesto, por encima de cualquier otra cuestión, la honorabilidad y el buen nombre del socialismo español ante los casos de corrupción y las constantes e inmorales cesiones del gobierno de Sánchez a sus socios. 

¿Por qué este sujeto se mantiene al margen de la situación actual y sale en auxilio del gobierno cuando más frágil está? Desconozco el por qué, pero es un hecho que Sánchez tiene en Feijóo al más fiel aliado cuando ve peligrar su puesto o cuando los escándalos de corrupción le persiguen. Buena prueba de ello es que, después de medio año, todavía el PP no ha llamado siquiera a Sánchez a la comisión del Senado que investiga los negocios ilícitos de su mujer. 

¿Por qué? Quizás porque Feijóo teme que una oposición dura y constante contra Sánchez provoque que el gobierno saque a la luz los trapos sucios que tiene en su casa el líder del PP y sobre los cuales el PSOE ha hecho referencia en más de una ocasión. Frente a esto, el PP ha optado por ejercer una "muy leal oposición", como bien es definida ésta por parte de los británicos dentro de su sistema parlamentario. 

En lo que respecta a la aprobación por parte del PP al decreto del gobierno, hay quienes alegan que lo hacen ante el temor de que el PSOE utilice su voto negativo para asegurar posteriormente ante la sociedad que las pensiones se han revalorizado, a pesar del voto en contra de los populares. Si esa es la principal cuestión que mueve a los populares a votar a favor, ¿Por qué no explican con pelos y señales los motivos por los que votarían en contra? ¿Acaso el equipo de comunicación del PP es tan inútil que no puede siquiera explicar que votan en contra, no de la revalorización de las pensiones, sino del conjunto de todas las medidas que vienen incluidas en el decreto? 

Conviene recordar que el gobierno declinó hace unos días, y ahora también, que el decreto se fraccionase para votar cada medida de forma separada. De hacerlo de un solo golpe, medidas tan impresentables como la concesión del palacete de París al PNV o la protección a los okupas, podrían no ser aprobadas (o quizás sí), y por ello era conveniente incluirlas todas en el mismo decreto, ya que así se aseguraba su aprobación. ¿Esto que acabo de explicar no puede hacerlo de forma más extendida y detallada el propio equipo de comunicación del PP? Parece ser que no, ya que ni para dar exponer argumentos sirven estos sujetos. Una vez más, con esta nueva bajada de pantalones por parte de los populares, medidas que hasta hace tan solo unos días criticaban de forma abierta los de Génova 13, serán humillantemente aprobadas por éstos cuando el decreto pase por segunda vez por el Congreso, tragándose sus propias palabras. 

Por cierto, un decreto en el que vienen recogidas, entre otras medidas, la concesión de ayudas económicas a las víctimas del volcán de la Palma y a las víctimas de la dana de Valencia. ¿Cómo se come que casi cuatro años después del volcán, el gobierno no haya aprobado hasta ahora ni una sola ayuda hacia los cientos de familias que perdieron sus hogares en aquel entonces? ¿Cómo se explica que el ejecutivo no haya aún concedido ayudas directas a las víctimas de Valencia tres meses después de la dana que se ha llevado por delante a más de doscientas personas y ha dejado para siempre sin hogar a otros cientos más? No cabe mayor humillación ni mayor falta de respeto hacia quienes lo han perdido todo, los cuales ven cómo el gobierno y todos los partidos políticos sin excepción alguna se ríen de todos ellos y se aprovechan políticamente de las desgracias causadas.

Y ya por último, mi tercera reflexión va dirigida, como no podía ser menos, al propio Pedro Sánchez. Un tipo que continua aferrado al poder como si le fuese la vida en ello y que se siente más seguro que nunca de continuar en el cargo hasta el final de la legislatura e incluso más allá de 2027. En lo que a mí respecta, y visto el panorama actual, ya pronostico que la actual legislatura acabará en 2027. Quienes piensen que Sánchez está políticamente acabado y que la Justicia será quien acabe con su carrera política es, o bien un iluso o bien un ignorante, o bien las dos cosas.

Por mucho que avancen las investigaciones judiciales contra el propio Sánchez, su entorno más cercano y todo el aparato institucional del PSOE, solo el Congreso es quien tiene la potestad constitucional para acabar políticamente con él, y visto el panorama actual y la ferviente defensa que los socios del gobierno hacen de la continuidad de los socialistas en el poder, todo hace indicar que ese apoyo seguirá intacto hasta que concluya la legislatura. Una legislatura en la que aun no se ha aprobado ni una sola vez los Presupuestos Generales del Estado, pero aunque el país carezca de ellos de aquí a 2027, lo importante para Sánchez es que él sigue gobernando. 

Siguiendo él en la Moncloa, ¿A quién le importa los presupuestos? ¿A quién le importa que el país quede bloqueado permanentemente en términos legislativos dos años más? ¿A quién le importa que el gobierno siga sobreviviendo aunque sea a costa de ser exprimido constantemente por sus socios? Nada importa, salvo la permanencia de Sánchez en el poder, aunque el país llegue hecho un solar de aquí a 2027. Entonces el gobierno estará más que calcinado, pero gracias a la astucia y a la malicia de Sánchez, unida a la incompetencia e irresponsabilidad de la oposición, el PSOE logrará de alguna forma reeditar su pacto de gobierno y mantenerse, al menos, hasta 2031 para seguir asfixiando a la población con la ayuda de sus socios.

Y mientras esto sucede, Sánchez continúa imparable su asalto a empresas y sectores estratégicos claves. El último de ellos ha sido la propia Telefónica, donde el presidente del gobierno ha colocado al frente de la multinacional a uno de sus afines: Marc Murtra. Un asalto, el de Telefónica, que no será ni muchísimo menos el último, ya que todo hace indicar que Sánchez tomará próximamente el control de otras empresas claves para afianzar y extender su poder. 

Pero la extensión del poder de Sánchez no acaba aquí, ya que como comenté hace unas semanas, está decidido a aprobar la reforma judicial que acabaría prácticamente con las acusaciones populares, blindaría a sus familiares y conocidos en los casos de corrupción en los que ahora están imputados, limitaría drásticamente la actuación judicial, prohibiría las querellas basadas en lo que ellos denominan "recortes de prensa" y flexibilizaría las causas para las recusaciones judiciales. Como se puede ver, toda una reforma judicial hecha a la medida de Sánchez y de su familia y más digna de un país totalitario que de un país democrático. En definitiva, un ataque sin precedentes al sistema judicial.

Con este panorama ¿Alguien sigue creyendo que este peligroso sujeto tiene los días contados en el poder? ¿Todavía hay gente que fantasea con que alguien arroje a la luz todo lo que está oculto sobre él? ¿Quién se acuerda ya de Aldama, el mismo que hace solo tres meses se decía que iba a tumbar al gobierno en cuestión de días? Sus amenazas han quedado ya en meras advertencias y no ha presentado ante el juez pruebas concluyentes que corroboren la implicación de Sánchez en el denominado caso Koldo. Como dirían los gallegos "haberlas, haylas", pero nadie presenta dichas pruebas ante el juez, y mientras no haya pruebas, no hay delito que juzgar. 

Todos aquellos que vaticinaban, y siguen vaticinando, la caída inminente de Sánchez, son sujetos que realizan sus declaraciones basándose más en sus deseos personales que en la realidad actual. Por no hablar de que son los mismos que esperan a que la Justicia tumbe políticamente a Sánchez mientras los partidos que ellos, de una u otra forma apoyan, se niegan a realizar ese trabajo desde el Congreso. Pues bien, ahí tienen los resultados de esa estretegia: un Sánchez que, a pesar de la corrupción, está más fuerte que nunca y completamente decidido a continuar en el poder hasta 2031, como mínimo. El mismo poder que desea conservar de por vida por dos motivos: ambición personal y protección legal para él y los suyos a través de reformas judiciales como la que he mencionado antes. 

Con este escenario, los españoles nos vemos resignados a aceptar lo que tenemos y lo que se nos viene encima, que no es poco. En medio de este caos de decadencia nacional, Sánchez sigue más fuerte que nunca en el poder, y todo parece indicar que por muchos años más. Su predecesor en la presidencia y en la secretaría general del PSOE, Felipe González, estuvo catorce años en el poder, siendo derribado en 1996 en medio de un contexto de corrupción sin precedentes en la historia reciente de España. De esta forma, González vio frustrado su sueño de seguir en el poder hasta el año 2000 y, quién sabe, si también de prolongar su estancia en la Moncloa hasta el año 2002/2004, cuando ya habría cumplido dos décadas al frente del ejecutivo. 

Sánchez parece decidido no solo a alcanzar a Felipe González en sus catorce años de estancia en el poder, sino de superar con creces ese periodo. Cuando este sujeto desalojó a Rajoy de la Moncloa en 2018 lo hizo con el firme objetivo de mantenerse en el ejecutivo el resto de su vida, y de momento lo está consiguiendo. Felipe González no pudo resistir, aunque casi lo consigue, la sombra de la corrupción en los años 90. En 2025, cuando se cumplen treinta años de aquel escenario, Sánchez tiene ante sí un escenario fragil pero igualmente favorable del que carecía su predecesor. 

Si Sánchez es nefasto, sus socios están a la par que él, hasta el punto de mantenerlo en el poder, aunque esto suponga un bloqueo político y una sangría nacional mientras los escándalos de corrupción se suceden día tras día. Y de ese escenario tiene gran responsabilidad aquellos que en su día se presentaban como los guardianes de la lucha contra la corrupción: Podemos/Sumar, los cuales hoy en día encubren e incluso defienden la corrupción que se está destapando del gobierno socialista. Como se puede ver, la camarilla de Pablo Iglesias y Yolanda Díaz llegaron en su momento a la política para denunciar la corrupción, sí... la del PP. La del PSOE se podía pasar por alto e incluso apuntarse éstos a la misma. 

De esta forma, con una oposición inexistente, un PP que tiene como único objetivo el de proteger al PSOE y ejercer de actor pasivo ante la corrupción de Sánchez, un Puigdemont encantado de la vida con sostener al líder del PSOE a cambio de nada y unos socios restantes igualmente encantados y encubridores de la corrupción sistemática de los socialistas, uno comienza a creer seriamente que ante un panorama de esta índole, Sánchez se mantendrá, a este paso, de forma vitalicia en el gobierno. 

En el año 44 a. C, Julio César fue nombrado dictador vitalio por el Senado romano. Quizás las Cortes Generales deberían de plantearse si no sería conveniente ofrecerle la corona de laurel a nuestro César particular, la cual aceptaría sin lugar a dudas. Para un tipo como Pedro Sánchez, con su arrogancia y sus totalitarias formas de ejercer el poder, sería sin duda el título que mejor se asemejaría a su perfil. De modo que, a este paso, tenemos presidente Sánchez per saecula saeculorum.