Hace justo una semana que España ha asumido por quinta vez en su historia la presidencia rotatoria de la Unión Europea. La primera fue en 1989, con Felipe González, la segunda fue en 1995, de nuevo con González al frente del gobierno en su último año al frente del ejecutivo. La tercera fue con José María Aznar en 2002, mientras que la cuarta fue en 2010 con José Luis Rodríguez Zapatero. Mientras que las presidencias europeas de González y Aznar fueron bastante relevantes para España de cara al exterior, la de Zapatero brilló por su irrelevancia y pobreza. Sin embargo la presidencia europea que el pasado día 1 de julio ha comenzado Pedro Sánchez promete ser de todo menos indiferente. Ya el primer día de su presidencia la inició visitando Ucrania y al criminal Zelenski, al cual Sánchez prometió el respaldo tanto de España como de Europa cuanto tiempo sea necesario.
Como se puede ver, todo un respaldo a una guerra en la que Sánchez involucra no sólo a España sino también a la Unión Europea, poniendo a nuestro país en el ojo del huracán al apoyar una guerra en la que a nosotros nadie nos ha llamado. Pero claro, si hace veinte años la postura de Aznar de apoyar la guerra de Irak fue mal vista por todo el mundo, aquí el personal respalda el apoyo activo de nuestro país en una guerra cuyo desenlace parece no tener fin, y más tras el falso autogolpe de Estado perpetrado por Putin, en el que ha querido dejar nuevamente ante occidente su fortaleza y con ello las nulas posibilidades de que EEUU pueda sacarlo del Kremlin. Por ello más vale que Sánchez mantenga el pico cerrado y deje de meternos en problemas, ya que es mejor pasar desapercibido en estos momentos que ponerse gallito frente a Rusia. Pero claro, olvidamos que estamos hablando de Sánchez, y que para él toda oportunidad es buena para erigirse ante las cámaras como el salvador de Europa, la cual se encuentra en estos momentos en sus horas más bajas, como se puede apreciar por ejemplo en Francia, donde se está librando una guerra racial provocada por los inmigrantes que está asolando el país galo y que amenaza con extenderse no dentro de mucho tiempo por el resto de Europa.
Una Europa que parece estar calando ya a Sánchez. Buena prueba de ello es que esta misma semana, en una visita realizada por los altos cargos de la UE a Madrid para inaugurar la presidencia española, diez comisarios europeos se han ausentado a la hora de ser recibidos por Sánchez, lo cual demuestra hasta qué punto la imagen de este tipo es mal vista en el exterior. Pero eso a Sánchez le da exactamente igual, ya que tiene por delante unos meses en los que se va a poder fotografiar con mandatarios extranjeros, así como visitar buena parte del mundo en calidad de presidente rotatorio de la UE. En resumidas cuentas, aquí nuestro amigo va a estar en su salsa durante estos meses, en los cuales va a demostrar aún más si cabe su arrogancia y prepotencia. Ya dije en otras entradas y lo vuelvo a decir en esta que estoy seguro que Sánchez va a dar y mucho que hablar durante su periodo semestral como presidente europeo. Por cierto, una presidencia semestral en la que yo personalmente no encuentro sentido que siga existiendo, ya que desde la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, la presidencia de la UE corresponde al presidente del Consejo Europeo y no al presidente rotatorio, como así ocurría hasta el año 2009. Pero bueno, la burocracia en Europa no conoce límites.
En esta quinta ocasión en la que España asume la presidencia semestral de la UE se produce un hecho que nunca se ha producido ni con González, ni con Aznar ni con Zapatero. Es el hecho de que la presidencia europea coincida con unas elecciones generales, las cuales se van a celebrar dentro de dos semanas y cuya campaña electoral ha comenzado hoy mismo. Creo que no me equivoco si auguro que Sánchez acabará de una forma u otra su presidencia semestral de la UE todavía instalado en la Moncloa. ¿Por qué razón? Por la sencilla razón de que según se está vislumbrando en las encuestas, la diferencia entre el PSOE y el PP comienza a reducirse, lo cual puede dar lugar a más de una sorpresa el próximo 23 de julio y por lo tanto a que la salida de Sánchez del poder no se torne inmediata. Y es que creo que el personal se está durmiendo en los laureles y cree ya que Sánchez es un cadáver político que sólo espera ser llamado desde Bruselas o Nueva York para tener un papel relevante ya sea en la OTAN, ya sea en la UE de forma permanente, y nada más lejos de la realidad.
El propio Sánchez ya ha dejado claro que si Feijóo gana las elecciones generales, él volverá al escenario de 2015/2016 con Rajoy, es decir, al escenario del "No es no", el cual supondría la negativa absoluta por parte de Sánchez y del PSOE de llevar a cabo el traspaso de poderes con el PP y de buscar una reedición de los pactos con los independentistas, etarras y podemitas para mantenerse en la Moncloa hasta el año 2027. La cuestión está, ¿Y si los números no dan? Pues casi con toda seguridad que iremos a unas nuevas elecciones de aquí a finales de año o comienzos del próximo. Y si los números siguen sin salir y no hay mayoría ni en favor de la derecha ni de la izquierda, pues iremos a unas terceras elecciones y a las que hagan falta. El mismo Sánchez estuvo dispuesto a ello antes de que el propio PSOE se lo cargase políticamente en la famosa jornada del 1 de octubre de 2016. La diferencia de lo que está ocurriendo ahora con el escenario que se vivió en 2015/2016 radica en que por entonces era el PP quien gobernaba, siendo además el partido que ganó tanto las elecciones de 2015 como las de 2016, mientras que el PSOE de Sánchez estaba en la oposición. Ahora, si el PP gana las elecciones o consigue sumar mayoría con VOX (Opciones que cada día veo más improbables conforme están transcurriendo los acontecimientos), estaríamos en un escenario en el que el partido que todavía está en el gobierno y que, presumiblemente, ha perdido las elecciones, se niega a aceptar el resultado de las urnas y buscaría los apoyos de donde hiciesen falta para mantenerse en el poder y evitar la llegada del partido que hubiese ganado las elecciones, que en este caso sería el PP. Un escenario bastante peligroso que veremos a ver cómo acaba, ya que Sánchez llevará a cabo esta búsqueda de pactos para mantenerse en el gobierno con independencia de si gana o pierde.
Si a eso le sumamos la torpeza absoluta de la derecha a la hora de pactar los gobiernos autonómicos, como ha sido el caso de la peculiar Guardiola en Extremadura hasta hace unos días, o de López Miras en Murcia en estos momentos, tenemos ya el plato servido para que la izquierda se aproveche de la situación. Por otro lado está el hecho de que el PP se ha creído que estamos en 2011 y que Sánchez es Zapatero, y nada más lejos de la realidad. Si algo ha demostrado Sánchez es que puede resucitar cuando todo el mundo lo da por muerto políticamente hablando, y lo mismo sucede con el PSOE. De hecho tanto en 1996 como en 2011, el cambio de gobierno se produjo como consecuencia de las crisis económicas que hubo en su momento. Una situación que aunque es inminente que suceda de nuevo, todavía no ha estallado en el escenario en el que nos encontramos. Por ello creo que la situación se está volviendo cada vez más parecida no ya a 1996, sino a 1993, cuando Aznar tenía todas las posibilidades de alcanzar la Moncloa según las encuestas, y finalmente su victoria fue arrebata por Felipe González contra todo pronóstico. ¿Por qué ocurrió esto? Por la sencilla razón de que por entonces las consecuencias de la crisis económica, aun siendo ya notorias en 1993, no lo eran tan profundas como en 1996, fecha en la que sí se produjo el cambio de gobierno. Con esto quiero decir que a la izquierda en España sólo se la echa del gobierno cuando la situación económica del país es agónica, y no cuando la cuestión se basa en cuestiones políticas y/o sociales como consecuencia de leyes nefastas y antidemocráticas como la ley del Sólo Sí es Sí, la ley de Memoria Democrática, etc. Por no hablar de la alta movilización que tiene la izquierda cuando ve peligrar su permanencia en el poder. Y si a todo eso le sumamos que Sánchez habla abiertamente y con rotundidad de que van a dar la vuelta a las encuestas y que van a ganar las elecciones, además de hablar de que le van a acusar de pucherazo cuando gane (Dando ya por hecha la victoria), tenemos blanco y en botella. Por ello, más le vale a Feijóo (Al cual, lamentándolo mucho, sigo sin ver en la Moncloa), al PP e incluso a Abascal y a VOX que se anden con cuidado, ya que a Sánchez no se le derrota tan fácilmente, lo cual quiere decir que nada está ganado y que todavía hay partido por delante, quizás incluso hasta después del 23-J.
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