Cualquiera que se haya parado a pensar un poco en lo ocurrido en España desde la llegada de Pedro Sánchez y la salida de Mariano Rajoy en junio del año pasado se habrá dado cuenta en cómo el escenario catalán ha ido progresivamente bajando de humos conforme han ido pasando los meses. No hay más que ver que desde la salida del PP del gobierno de España, la escalada de tensión ha ido rebajándose por parte de los golpistas. Algo bastante curioso, ya que si volvemos la vista atrás, hace dos años se produjo en nuestra nación un golpe de estado que amenazó con llevarse por delante la unidad territorial de España por parte del entonces presidente catalán Carles Puigdemont y su séquito (Oriol Junqueras, Carme Forcadell, etc). Hoy, después de casi dos años de aquellos históricos acontecimientos, Puigdemont sigue fugado en Bélgica, mientras que Junqueras, Forcadell, Turull y demás secuaces están en prisión provisional a la espera de la inminente sentencia sobre el procés, la cual se hará pública con casi toda seguridad en el mes de septiembre.
Pues bien, ante esta inminente sentencia se están barajando ya varios escenarios posteriores a la publicación del fallo. El primero es la posibilidad de que el gobierno de Pedro Sánchez, siguiendo su estela de traicionar a España en cuanto tiene ocasión, decida indultar a los presos golpistas para tender puentes con la generalitat catalana y de paso ir recabando apoyos ante una nueva investidura de Sánchez que podría producirse el mes que viene si el fallo es previo a la fecha límite de disolución de las cortes generales el próximo 23 de septiembre. La segunda es que el propio presidente catalán, Quim Torra, decida liberar a los presos por su cuenta, lo cual tendría que llevar emparejado la aplicación inmediata del artículo 155 por segunda vez en dos años, algo que personalmente no contemplo viniendo de Pedro Sánchez. La tercera es que los independentistas digan solamente de salir a la calle para quemar varios contenedores y romper los cristales de establecimientos públicos con el fin de hacer creer ante los suyos de que el proceso independentista sigue su curso.
Ahora bien, ante la pregunta ¿Cuál creo yo que va a ser el escenario que va a ocurrir? Aquí es donde viene mi respuesta al porqué he enlazado al principio del artículo la posibilidad de un hipotético gobierno de PP-C's con la crisis catalana; Creo que Torra y sus secuaces no van a hacer mucho ruido tras la sentencia. Habrá alguna que otra manifestación con quema de contenedores incluido pero nada más. Ahora bien, si hay elecciones en noviembre y por H o por B el bloque de la derecha logra mayoría para formar gobierno (Contando con la posibilidad de que finalmente Rivera acceda a ir junto con Casado al 10-N), entonces sí que podemos entrar de nuevo en una escalada de tensión entre la generalitat catalana y el gobierno de España. Desde que en junio del 2018 se produjese el cambio de gobierno, la actitud de Torra y los independentistas en general ha sido la de bajar el tono y tener una relación cordial con Sánchez y la izquierda mientras aceptaban cabizbajos el autonomismo como si nada hubiese ocurrido el año anterior. Por supuesto esta rebaja de tono tiene su origen en el hecho de que Sánchez había pactado con los independentistas una serie de cuestiones a cambio de llegar al gobierno en la moción de censura. Ese mismo pacto se pudo ver en toda su plenitud cuando el 21 de diciembre, Sánchez y Torra acordaron abrir una vía de diálogo en la que se hablaba de la posibilidad de celebrar un referéndum de autodeterminación, así como de abrir un proceso constituyente en el resto de España. Por este motivo los independentistas llevan un año encantados de la vida con la presencia de Sánchez en la Moncloa (Solo hay que ver el discurso del repulsivo Gabriel Rufián en el debate de investidura suplicando a Iglesias que votase a favor de un nuevo gobierno de Sánchez), pero eso podría cambiar si las elecciones del 10-N son una realidad.
Con la hipotética llegada de Casado al gobierno, los independentistas podrían ver frustrada su oportunidad de mantener el procés con el beneplácito de un gobierno del PSOE. Frustrados por un lado, pero encantados por otro, ya que en mi opinión, los independentistas están más encantados de tener en el gobierno de España a la derecha que a la izquierda, aunque sea un gobierno cobarde de derechas como el de Mariano Rajoy. ¿Por qué digo esto? Por la sencilla razón de que a los independentistas les conviene tener a los que según ellos consideran "Fachas" en el gobierno de España. Con ellos al frente del estado y montando los golpistas por su parte otra jornada de desafío a España como la del 1 de octubre de 2017, el cuento de "Los fachas nos oprimen", "España es un país fascista" volverá a estar en boca de los golpistas día sí y día también. Y sin contar con la posibilidad más que segura de que PP, C's y VOX aprueben un nuevo 155 más duro que el que implantó Rajoy en 2017 tras la proclamación de la independencia el 27 de octubre.
Y ahora que he hecho mención al papel jugado por el PP durante la crisis catalana en 2017, quiero hacer un análisis de lo ocurrido desde 2012 hasta el año 2018 que creo que explica todo lo ocurrido en estos turbulentos años en España. Para empezar debo decir que en mi opinión creo que el proceso independentista catalán está dividido en dos fases; La primera comprende entre el año 2012 y 2015, y la segunda desde 2016 hasta 2018. ¿Por qué lo creo así? Muy sencillo, por la razón de que durante los primeros años del procés catalán, si uno lo analiza bien, la crisis catalana tiene su origen no solo en el estatut de los cojones que Zapatero y Maragall aprobaron en 2006, sino en el hecho de que por aquel entonces era ya conocido por todos la corrupción sistemática que imperaba en Cataluña bajo el gobierno de la ya extinta Convergencia de Pujol. En 2012 ya era un hecho más que conocido la existencia del denominado 3% y todo lo que ello arrastraba en la comunidad autónoma de Cataluña. Por ello, ante los innumerables casos de corrupción que estaban saliendo, y que iban a salir (Todavía no había salido a la luz el caso Pujol y sus cuentas en paraísos fiscales), qué mejor que sacar en masa a la gente a la calle para distraerlos con el cuento creado por el entonces presidente catalán Artur Mas de "España nos roba. Independencia ya". A partir de aquí comienza el cuento creado por Mas, Pujol y Convergencia. Si había salido a la luz que ellos robaban, ¿Por qué no decir mejor a los catalanes que era España y no ellos quienes les estaban robando? Todo valía con tal de entretener al populacho.
Algunos como yo nos preguntábamos insistentemente el porqué Rajoy y el PP no aplicaban de manera directa el 155 para frenar a Mas. Ahora con el paso del tiempo lo he entendido. Porque el proceso inicial no era más que una cortina de humo creada por Convergencia para evitar que se hablase del 3%, y en aquel entonces el PP estaba siendo acosado también por el caso Gürtel y ya en 2013 también por el caso Bárcenas, por lo que en cierta forma también le convenía que no se hablase de la corrupción y sí del procés liderado por Mas. Un procés el iniciado por Mas en 2012 que no era verdaderamente el de ir a la independencia, sino el de entretener a los catalanes mientras la corrupción sobre Convergencia iba saliendo de forma progresiva. Esto por un lado, por otro está el hecho de que el segundo objetivo final de la fase primera del procés era la de presionar al gobierno de Rajoy para que éste le otorgase a Cataluña un régimen fiscal propio. De esta forma llegamos al 2014, año en el que Mas convoca el primer referéndum de independencia de Cataluña para el 9 de noviembre de ese mismo año. Ante el recurso de Rajoy, el Tribunal Constitucional suspende el referéndum, pero Mas anuncia que éste se realizará sí o sí aunque no sea como un referéndum con todas sus letras, sino como una "Consulta popular". Efectivamente, con ese nombre Mas lleva a cabo un desafío sin precedentes contra el estado español ante la permisividad absoluta del gobierno del PP y de la oposición del PSOE que ya entonces estaba liderada por Pedro Sánchez. En aquel gravísimo momento, nadie tomó cartas en el asunto ni nadie hizo nada por detener a Mas, ¿Por qué? Ya lo he dicho antes. Todo estaba orquestado entre Convergencia, el gobierno del PP e incluso con toda probabilidad, con el consentimiento del PSOE. Por ello ante la pregunta de por qué no se actuó contra Mas la respuesta es bien sencilla: Artur Mas pertenecía, si se puede utilizar este término, a la élite política catalana, es decir, no era un independentista que estaba dispuesto a marcarse un Lluis Companys ni muchísimo menos. Era un tipejo que sabía perfectamente hasta dónde tenía que jugar y cómo funcionaban las reglas del juego. Había sido el delfín de Pujol y desde hacía cuatro años era el presidente de la generalitat catalana y desde 2003 el líder de Convergencia, por lo tanto por mucho que ladrase y amenazase en público, en la clase política se sabía de antemano que no iba a ir nunca hacia una vía unilateral aunque en público lo afirmase tan campantemente. La prueba más palpable de que junto con su ex-jefe Pujol está protegido por el sistema, es el hecho de que tras haber cometido todo un acto de rebelión contra España y haber organizado un referéndum de independencia ilegal, la única consecuencia penal que ha tenido ha sido una inhabilitación por desempeñar cargos públicos que ahora acaba, lo cual le permitirá volver a presentarse a la presidencia de la generalitat y quién sabe si a volver a desempeñar ese cargo.
La farsa de la fase primera del proceso independentista acaba en enero de 2016, cuando tras cuatro meses desde las elecciones catalanas del 27 de septiembre de 2015, el partido de extrema izquierda de la CUP decide que debido a su implicación en los casos de corrupción de Convergencia y de Pujol, solo apoyarán como presidente a un candidato alternativo a Mas. Éste, tras intentar por todos los medios convencer a la CUP para seguir al frente del procés que él mismo había creado, arroja la toalla y designa como su sucesor en menos de 24 horas a un hasta entonces desconocido alcalde de Gerona, llamado Carles Puigdemont. Aquí es cuando comienza la segunda fase y con ello el verdadero procés. Puigdemont no es Mas ni muchísimo menos, él no pertenece a la élite de Convergencia aunque pertenezca al partido. Es un independentista convencido que sí cree en el procés pero no como un montaje para desviar la corrupción catalana, sino como un medio directo para lograr de forma unilateral la autodeterminación en Cataluña. A partir de enero de 2016 se produce la segunda y decisiva fase del procés, que aquí sí se tiene como objetivo dos cuestiones; por un lado la independencia catalana y la ruptura de la unidad territorial en España, y por otro la caída del gobierno del PP en pos de la llegada al ejecutivo de Podemos, o en su defecto, del PSOE de Pedro Sánchez de la mano de Podemos. Lo que viene después todos lo sabemos. En mi opinión creo que la actitud de Rajoy de permisividad absoluta era debido a que creía que la segunda fase era parte del guión previsto y que Puigdemont no iba a ir en realidad hacia la vía unilateral. De esta forma se entiende el porqué el gobierno del PP no pensó bajo ningún concepto el aplicar el artículo 155 de la constitución hasta el momento en el que Puigdemont coloca las urnas el 1 de octubre, el caos se apodera de Cataluña, el rey sale en televisión y el presidente catalán proclama por primera vez la independencia el 10 de octubre. Es ahí cuando Rajoy, forzado por las circunstancias se da cuenta de que esto ya no es un farol y que los golpistas van a por todas. De esta forma, el gobierno del PP aprueba la aplicación del artículo 155, el cual es aprobado en el senado el 27 de octubre de 2017, el mismo día que se produce la segunda y definitiva declaración de independencia.
Y es aquí cuando llegamos al año 2018. Tras el golpe de estado de octubre, los principales líderes independentistas están o bien en la cárcel o bien fugados. Es entonces cuando tras el fracaso de los golpistas, éstos deciden ir a por el segundo objetivo: El gobierno del PP. Ya incluso antes de los sucesos de octubre de 2017 y tras la vuelta de Sánchez al liderazgo del PSOE, los independentistas de ERC le piden a Sánchez que presente una moción de censura para echar a Rajoy. Si éste la presentaba, ellos la apoyarían sin duda alguna. Es decir, mientras que por un lado los golpistas ultimaban los detalles para dar el golpe definitivo en octubre, a su vez rogaban al líder del principal partido de la oposición del país del que querían independizarse que diese el paso para echar a un Rajoy cada vez más cercado por la corrupción del PP. Los independentistas sabían desde siempre que Sánchez apoyaba el reconocimiento de Cataluña como nación (De hecho hay vídeos en Internet donde el propio Pedro Sánchez habla en entrevistas del pleno derecho de Cataluña a ser reconocida como nación, ya que él la considera como tal) y que con él en el gobierno sería más posible llegar a un acuerdo con el estado para llevar a cabo la autodeterminación catalana (De hecho es a lo que venimos asistiendo desde su llegada al gobierno). El momento decisivo se produce finalmente en mayo de 2018, cuando el PP recibe como un jarro de agua fría la sentencia de la Gürtel, la cual condena al partido y pone en duda la credibilidad del propio Rajoy. Es ahí donde tanto los independentistas como los socialistas ven la oportunidad de oro para echar al PP de la Moncloa, presentando éstos últimos la moción de censura. De nada importaba para los independentistas que el PSOE hubiese apoyado aunque fuese a regañadientes al gobierno de Rajoy y la aprobación del artículo 155. Para ellos, Sánchez y los socialistas siempre serían más partidarios de llegar a un acuerdo con ellos que los del PP, los cuales habían metido a sus principales dirigentes en la cárcel tras el golpe de estado de octubre. Era el momento propicio para devolvérsela a los populares y para alcanzar uno de los objetivos que los independentistas se habían marcado con la llegada de Puigdemont y la puesta en marcha de la segunda fase del proces: Acabar con el gobierno del PP. Finalmente el 1 de junio se vota la moción de censura, la cual sale adelante con los votos de socialistas, podemitas (Los cuales fueron decisivos en sus contactos con los independentistas del PdCAT y con los nacionalistas del PNV para que votasen a favor de Sánchez), independentistas catalanes, nacionalistas vascos y proetarras. Finalmente el 2 de junio, el día que se ponía fin a la aplicación del artículo 155 en Cataluña, Sánchez toma posesión del cargo, acabando con ello la presidencia de Rajoy.
Con este análisis creo que he dejado clara mi teoría de que existen dos fases dentro del procés catalán. La primera, la orquestada de forma falsa por Mas para tapar la corrupción en su partido, y la segunda la auténtica, que tiene como objetivo poner fin a la unidad territorial de España y sacar del gobierno a los populares de Rajoy. Los independentistas no consiguieron finalmente su objetivo de independizarse de España, pero sí de acabar con un gobierno del PP consumido por la corrupción y de aupar al poder a un gobierno del PSOE más partidario de entablar negociaciones con los partidos independentistas y terroristas que con los partidos constitucionalistas. A partir del 2 de junio, día en el que se pone fin a la aplicación del artículo 155 y a la presidencia de Rajoy con la toma de posesión de Pedro Sánchez ese mismo día, los independentistas, desde hacía varios días con el nuevo presidente catalán, Quim Torra a la cabeza, rebajan de forma progresiva el tono y comienzan una relación de armonía con el nuevo gobierno del PSOE. Una relación que se ve truncada tras la negativa por parte de los independentistas de apoyar los presupuestos generales del estado de Sánchez en febrero de 2019, lo cual provoca el adelanto de las elecciones generales el 28 de abril. Esta relación se puede ir directamente al traste si finalmente el PP lograse formar gobierno con C's con el apoyo de VOX. De esta forma, los independentistas verían frustrado su sueño de lograr la desestructuración de España con la colaboración de un PSOE siempre dispuesto a traicionar y a destruir nuestro país, pero conseguirían recuperar el eslogan de "Los fachas vuelven a gobernar España", con lo que el victimismo y la propaganda independentista contra España volvería a ser la protagonista en el escenario internacional. Por no hablar de la vía unilateral, la cual estoy convencido que los independentistas volverán a poner en marcha tras un año en suspensión en cuanto la derecha vuelva a gobernar. ¿Qué pasará a partir de ahora?, ¿Seguirá gobernando la izquierda con el apoyo de los independentistas? o ¿Gobernará la derecha para aplicar de una vez la ley y el orden en Cataluña? En unos meses sabremos como acabará este capítulo de una novela que después de siete años sigue poniendo en jaque a nuestra nación y que amenaza con continuar varios años más mientras sigue sin vislumbrarse en el horizonte su desenlace.