viernes, 16 de agosto de 2019

El procés catalán; Una farsa convertida en rebelión

 
Anoche escribí una entrada acerca de la posibilidad de que, de producirse las elecciones generales del 10-N, PP y Ciudadanos se unificasen para concurrir juntos a estos comicios bajo la marca "España Suma". Hoy ya nos hemos enterado de que Ciudadanos no está por la labor de ir junto al PP a las urnas, lo cual no deja de ser extraño, ya que como dije ayer, de la veleta oficial del Reino (Albert Rivera, para quien no lo haya pillado) no te puedes fiar. Pero no es de los veletazos de Rivera de lo que voy a hablar esta noche, sino de la crisis que lleva amenazando a España desde hace ya cerca de una década. Me estoy refiriendo por supuesto a la crisis catalana. Y ustedes se preguntarán, ¿Y esto qué coño tiene que ver con la posibilidad de que Pablo Casado y Albert Rivera formen o no gobierno juntos? Pues tiene y mucho que ver.

Cualquiera que se haya parado a pensar un poco en lo ocurrido en España desde la llegada de Pedro Sánchez y la salida de Mariano Rajoy en junio del año pasado se habrá dado cuenta en cómo el escenario catalán ha ido progresivamente bajando de humos conforme han ido pasando los meses. No hay más que ver que desde la salida del PP del gobierno de España, la escalada de tensión ha ido rebajándose por parte de los golpistas. Algo bastante curioso, ya que si volvemos la vista atrás, hace dos años se produjo en nuestra nación un golpe de estado que amenazó con llevarse por delante la unidad territorial de España por parte del entonces presidente catalán Carles Puigdemont y su séquito (Oriol Junqueras, Carme Forcadell, etc). Hoy, después de casi dos años de aquellos históricos acontecimientos, Puigdemont sigue fugado en Bélgica, mientras que Junqueras, Forcadell, Turull y demás secuaces están en prisión provisional a la espera de la inminente sentencia sobre el procés, la cual se hará pública con casi toda seguridad en el mes de septiembre. 

Pues bien, ante esta inminente sentencia se están barajando ya varios escenarios posteriores a la publicación del fallo. El primero es la posibilidad de que el gobierno de Pedro Sánchez, siguiendo su estela de traicionar a España en cuanto tiene ocasión, decida indultar a los presos golpistas para tender puentes con la generalitat catalana y de paso ir recabando apoyos ante una nueva investidura de Sánchez que podría producirse el mes que viene si el fallo es previo a la fecha límite de disolución de las cortes generales el próximo 23 de septiembre. La segunda es que el propio presidente catalán, Quim Torra, decida liberar a los presos por su cuenta, lo cual tendría que llevar emparejado la aplicación inmediata del artículo 155 por segunda vez en dos años, algo que personalmente no contemplo viniendo de Pedro Sánchez. La tercera es que los independentistas digan solamente de salir a la calle para quemar varios contenedores y romper los cristales de establecimientos públicos con el fin de hacer creer ante los suyos de que el proceso independentista sigue su curso. 

Ahora bien, ante la pregunta ¿Cuál creo yo que va a ser el escenario que va a ocurrir? Aquí es donde viene mi respuesta al porqué he enlazado al principio del artículo la posibilidad de un hipotético gobierno de PP-C's con la crisis catalana; Creo que Torra y sus secuaces no van a hacer mucho ruido tras la sentencia. Habrá alguna que otra manifestación con quema de contenedores incluido pero nada más. Ahora bien, si hay elecciones en noviembre y por H o por B el bloque de la derecha logra mayoría para formar gobierno (Contando con la posibilidad de que finalmente Rivera acceda a ir junto con Casado al 10-N), entonces sí que podemos entrar de nuevo en una escalada de tensión entre la generalitat catalana y el gobierno de España. Desde que en junio del 2018 se produjese el cambio de gobierno, la actitud de Torra y los independentistas en general ha sido la de bajar el tono y tener una relación cordial con Sánchez y la izquierda mientras aceptaban cabizbajos el autonomismo como si nada hubiese ocurrido el año anterior. Por supuesto esta rebaja de tono tiene su origen en el hecho de que Sánchez había pactado con los independentistas una serie de cuestiones a cambio de llegar al gobierno en la moción de censura. Ese mismo pacto se pudo ver en toda su plenitud cuando el 21 de diciembre, Sánchez y Torra acordaron abrir una vía de diálogo en la que se hablaba de la posibilidad de celebrar un referéndum de autodeterminación, así como de abrir un proceso constituyente en el resto de España. Por este motivo los independentistas llevan un año encantados de la vida con la presencia de Sánchez en la Moncloa (Solo hay que ver el discurso del repulsivo Gabriel Rufián en el debate de investidura suplicando a Iglesias que votase a favor de un nuevo gobierno de Sánchez), pero eso podría cambiar si las elecciones del 10-N son una realidad.

Con la hipotética llegada de Casado al gobierno, los independentistas podrían ver frustrada su oportunidad de mantener el procés con el beneplácito de un gobierno del PSOE. Frustrados por un lado, pero encantados por otro, ya que en mi opinión, los independentistas están más encantados de tener en el gobierno de España a la derecha que a la izquierda, aunque sea un gobierno cobarde de derechas como el de Mariano Rajoy. ¿Por qué digo esto? Por la sencilla razón de que a los independentistas les conviene tener a los que según ellos consideran "Fachas" en el gobierno de España. Con ellos al frente del estado y montando los golpistas por su parte otra jornada de desafío a España como la del 1 de octubre de 2017, el cuento de "Los fachas nos oprimen", "España es un país fascista" volverá a estar en boca de los golpistas día sí y día también. Y sin contar con la posibilidad más que segura de que PP, C's y VOX aprueben un nuevo 155 más duro que el que implantó Rajoy en 2017 tras la proclamación de la independencia el 27 de octubre. 

Y ahora que he hecho mención al papel jugado por el PP durante la crisis catalana en 2017, quiero hacer un análisis de lo ocurrido desde 2012 hasta el año 2018 que creo que explica todo lo ocurrido en estos turbulentos años en España. Para empezar debo decir que en mi opinión creo que el proceso independentista catalán está dividido en dos fases; La primera comprende entre el año 2012 y 2015, y la segunda desde 2016 hasta 2018. ¿Por qué lo creo así? Muy sencillo, por la razón de que durante los primeros años del procés catalán, si uno lo analiza bien, la crisis catalana tiene su origen no solo en el estatut de los cojones que Zapatero y Maragall aprobaron en 2006, sino en el hecho de que por aquel entonces era ya conocido por todos la corrupción sistemática que imperaba en Cataluña bajo el gobierno de la ya extinta Convergencia de Pujol. En 2012 ya era un hecho más que conocido la existencia del denominado 3% y todo lo que ello arrastraba en la comunidad autónoma de Cataluña. Por ello, ante los innumerables casos de corrupción que estaban saliendo, y que iban a salir (Todavía no había salido a la luz el caso Pujol y sus cuentas en paraísos fiscales), qué mejor que sacar en masa a la gente a la calle para distraerlos con el cuento creado por el entonces presidente catalán Artur Mas de "España nos roba. Independencia ya". A partir de aquí comienza el cuento creado por Mas, Pujol y Convergencia. Si había salido a la luz que ellos robaban, ¿Por qué no decir mejor a los catalanes que era España y no ellos quienes les estaban robando? Todo valía con tal de entretener al populacho. 

Algunos como yo nos preguntábamos insistentemente el porqué Rajoy y el PP no aplicaban de manera directa el 155 para frenar a Mas. Ahora con el paso del tiempo lo he entendido. Porque el proceso inicial no era más que una cortina de humo creada por Convergencia para evitar que se hablase del 3%, y en aquel entonces el PP estaba siendo acosado también por el caso Gürtel y ya en 2013 también por el caso Bárcenas, por lo que en cierta forma también le convenía que no se hablase de la corrupción y sí del procés liderado por Mas. Un procés el iniciado por Mas en 2012 que no era verdaderamente el de ir a la independencia, sino el de entretener a los catalanes mientras la corrupción sobre Convergencia iba saliendo de forma progresiva. Esto por un lado, por otro está el hecho de que el segundo objetivo final de la fase primera del procés era la de presionar al gobierno de Rajoy para que éste le otorgase a Cataluña un régimen fiscal propio. De esta forma llegamos al 2014, año en el que Mas convoca el primer referéndum de independencia de Cataluña para el 9 de noviembre de ese mismo año. Ante el recurso de Rajoy, el Tribunal Constitucional suspende el referéndum, pero Mas anuncia que éste se realizará sí o sí aunque no sea como un referéndum con todas sus letras, sino como una "Consulta popular". Efectivamente, con ese nombre Mas lleva a cabo un desafío sin precedentes contra el estado español ante la permisividad absoluta del gobierno del PP y de la oposición del PSOE que ya entonces estaba liderada por Pedro Sánchez. En aquel gravísimo momento, nadie tomó cartas en el asunto ni nadie hizo nada por detener a Mas, ¿Por qué? Ya lo he dicho antes. Todo estaba orquestado entre Convergencia, el gobierno del PP e incluso con toda probabilidad, con el consentimiento del PSOE. Por ello ante la pregunta de por qué no se actuó contra Mas la respuesta es bien sencilla: Artur Mas pertenecía, si se puede utilizar este término, a la élite política catalana, es decir, no era un independentista que estaba dispuesto a marcarse un Lluis Companys ni muchísimo menos. Era un tipejo que sabía perfectamente hasta dónde tenía que jugar y cómo funcionaban las reglas del juego. Había sido el delfín de Pujol y desde hacía cuatro años era el presidente de la generalitat catalana y desde 2003 el líder de Convergencia, por lo tanto por mucho que ladrase y amenazase en público, en la clase política se sabía de antemano que no iba a ir nunca hacia una vía unilateral aunque en público lo afirmase tan campantemente. La prueba más palpable de que junto con su ex-jefe Pujol está protegido por el sistema, es el hecho de que tras haber cometido todo un acto de rebelión contra España y haber organizado un referéndum de independencia ilegal, la única consecuencia penal que ha tenido ha sido una inhabilitación por desempeñar cargos públicos que ahora acaba, lo cual le permitirá volver a presentarse a la presidencia de la generalitat y quién sabe si a volver a desempeñar ese cargo. 

La farsa de la fase primera del proceso independentista acaba en enero de 2016, cuando tras cuatro meses desde las elecciones catalanas del 27 de septiembre de 2015, el partido de extrema izquierda de la CUP decide que debido a su implicación en los casos de corrupción de Convergencia y de Pujol, solo apoyarán como presidente a un candidato alternativo a Mas. Éste, tras intentar por todos los medios convencer a la CUP para seguir al frente del procés que él mismo había creado, arroja la toalla y designa como su sucesor en menos de 24 horas a un hasta entonces desconocido alcalde de Gerona, llamado Carles Puigdemont. Aquí es cuando comienza la segunda fase y con ello el verdadero procés. Puigdemont no es Mas ni muchísimo menos, él no pertenece a la élite de Convergencia aunque pertenezca al partido. Es un independentista convencido que sí cree en el procés pero no como un montaje para desviar la corrupción catalana, sino como un medio directo para lograr de forma unilateral la autodeterminación en Cataluña. A partir de enero de 2016 se produce la segunda y decisiva fase del procés, que aquí sí se tiene como objetivo dos cuestiones; por un lado la independencia catalana y la ruptura de la unidad territorial en España, y por otro la caída del gobierno del PP en pos de la llegada al ejecutivo de Podemos, o en su defecto, del PSOE de Pedro Sánchez de la mano de Podemos. Lo que viene después todos lo sabemos. En mi opinión creo que la actitud de Rajoy de permisividad absoluta era debido a que creía que la segunda fase era parte del guión previsto y que Puigdemont no iba a ir en realidad hacia la vía unilateral. De esta forma se entiende el porqué el gobierno del PP no pensó bajo ningún concepto el aplicar el artículo 155 de la constitución hasta el momento en el que Puigdemont coloca las urnas el 1 de octubre, el caos se apodera de Cataluña, el rey sale en televisión y el presidente catalán proclama por primera vez la independencia el 10 de octubre. Es ahí cuando Rajoy, forzado por las circunstancias se da cuenta de que esto ya no es un farol y que los golpistas van a por todas. De esta forma, el gobierno del PP aprueba la aplicación del artículo 155, el cual es aprobado en el senado el 27 de octubre de 2017, el mismo día que se produce la segunda y definitiva declaración de independencia. 

Y es aquí cuando llegamos al año 2018. Tras el golpe de estado de octubre, los principales líderes independentistas están o bien en la cárcel o bien fugados. Es entonces cuando tras el fracaso de los golpistas, éstos deciden ir a por el segundo objetivo: El gobierno del PP. Ya incluso antes de los sucesos de octubre de 2017 y tras la vuelta de Sánchez al liderazgo del PSOE, los independentistas de ERC le piden a Sánchez que presente una moción de censura para echar a Rajoy. Si éste la presentaba, ellos la apoyarían sin duda alguna. Es decir, mientras que por un lado los golpistas ultimaban los detalles para dar el golpe definitivo en octubre, a su vez rogaban al líder del principal partido de la oposición del país del que querían independizarse que diese el paso para echar a un Rajoy cada vez más cercado por la corrupción del PP. Los independentistas sabían desde siempre que Sánchez apoyaba el reconocimiento de Cataluña como nación (De hecho hay vídeos en Internet donde el propio Pedro Sánchez habla en entrevistas del pleno derecho de Cataluña a ser reconocida como nación, ya que él la considera como tal) y que con él en el gobierno sería más posible llegar a un acuerdo con el estado para llevar a cabo la autodeterminación catalana (De hecho es a lo que venimos asistiendo desde su llegada al gobierno). El momento decisivo se produce finalmente en mayo de 2018, cuando el PP recibe como un jarro de agua fría la sentencia de la Gürtel, la cual condena al partido y pone en duda la credibilidad del propio Rajoy. Es ahí donde tanto los independentistas como los socialistas ven la oportunidad de oro para echar al PP de la Moncloa, presentando éstos últimos la moción de censura. De nada importaba para los independentistas que el PSOE hubiese apoyado aunque fuese a regañadientes al gobierno de Rajoy y la aprobación del artículo 155. Para ellos, Sánchez y los socialistas siempre serían más partidarios de llegar a un acuerdo con ellos que los del PP, los cuales habían metido a sus principales dirigentes en la cárcel tras el golpe de estado de octubre. Era el momento propicio para devolvérsela a los populares y para alcanzar uno de los objetivos que los independentistas se habían marcado con la llegada de Puigdemont y la puesta en marcha de la segunda fase del proces: Acabar con el gobierno del PP. Finalmente el 1 de junio se vota la moción de censura, la cual sale adelante con los votos de socialistas, podemitas (Los cuales fueron decisivos en sus contactos con los independentistas del PdCAT y con los nacionalistas del PNV para que votasen a favor de Sánchez), independentistas catalanes, nacionalistas vascos y proetarras. Finalmente el 2 de junio, el día que se ponía fin a la aplicación del artículo 155 en Cataluña, Sánchez toma posesión del cargo, acabando con ello la presidencia de Rajoy. 

Con este análisis creo que he dejado clara mi teoría de que existen dos fases dentro del procés catalán. La primera, la orquestada de forma falsa por Mas para tapar la corrupción en su partido, y la segunda la auténtica, que tiene como objetivo poner fin a la unidad territorial de España y sacar del gobierno a los populares de Rajoy. Los independentistas no consiguieron finalmente su objetivo de independizarse de España, pero sí de acabar con un gobierno del PP consumido por la corrupción y de aupar al poder a un gobierno del PSOE más partidario de entablar negociaciones con los partidos independentistas y terroristas que con los partidos constitucionalistas. A partir del 2 de junio, día en el que se pone fin a la aplicación del artículo 155 y a la presidencia de Rajoy con la toma de posesión de Pedro Sánchez ese mismo día, los independentistas, desde hacía varios días con el nuevo presidente catalán, Quim Torra a la cabeza, rebajan de forma progresiva el tono y comienzan una relación de armonía con el nuevo gobierno del PSOE. Una relación que se ve truncada tras la negativa por parte de los independentistas de apoyar los presupuestos generales del estado de Sánchez en febrero de 2019, lo cual provoca el adelanto de las elecciones generales el 28 de abril. Esta relación se puede ir directamente al traste si finalmente el PP lograse formar gobierno con C's con el apoyo de VOX. De esta forma, los independentistas verían frustrado su sueño de lograr la desestructuración de España con la colaboración de un PSOE siempre dispuesto a traicionar y a destruir nuestro país, pero conseguirían recuperar el eslogan de "Los fachas vuelven a gobernar España", con lo que el victimismo y la propaganda independentista contra España volvería a ser la protagonista en el escenario internacional. Por no hablar de la vía unilateral, la cual estoy convencido que los independentistas volverán a poner en marcha tras un año en suspensión en cuanto la derecha vuelva a gobernar. ¿Qué pasará a partir de ahora?, ¿Seguirá gobernando la izquierda con el apoyo de los independentistas? o ¿Gobernará la derecha para aplicar de una vez la ley y el orden en Cataluña? En unos meses sabremos como acabará este capítulo de una novela que después de siete años sigue poniendo en jaque a nuestra nación y que amenaza con continuar varios años más mientras sigue sin vislumbrarse en el horizonte su desenlace. 

jueves, 15 de agosto de 2019

¿Hacia un gobierno de Casado?

Hace unas tres semanas que se produjo la investidura fallida del actual presidente del gobierno en funciones Pedro Sánchez, y tras su celebración escribí una entrada en la que afirmé que creo que el desenlace de todo esto tendría como resultado un pacto a última hora entre el PSOE y Podemos, ya que pensaba que unas nuevas elecciones el 10 de noviembre podrían perjudicar a los socialistas y en cambio beneficiarían al Partido Popular de Pablo Casado. Pues bien, creo personalmente que el final va a ser el mismo que dije en su momento: un pacto entre socialistas y podemitas que supondrían la redición del Frente Popular de 1936. Pero he aquí que empiezo seriamente a no descartar nada según los acontecimientos que estoy viendo en los últimos días.

Me explico; Hoy hemos visto cómo Alemania se ha situado de nuevo al borde de la recesión, mientras en Europa y en el mundo se acrecientan los rumores de una nueva crisis económica inminente. Por supuesto, España no está exenta de esta nueva crisis que se nos viene encima, lo cual es motivo para que los españoles nos vayamos mentalizando en lo que nos espera y en apretarnos aun más si cabe el cinturón después de una década en la que todavía no hemos salido de la crisis económica anterior que tan duramente hemos pagado la sociedad española. A todo esto se añade una noticia política publicada hoy y que no ha tenido mucha relevancia pero que a mí me ha sorprendido bastante: El hecho de que el PP haya registrado una marca electoral con el nombre de "España Suma". Dicha marca tendría como objetivo por parte de los populares el hecho de acudir a futuras convocatorias electorales de la mano de Ciudadanos, tanto a nivel regional como a nivel nacional. Ojo, porque aquí puede estar la clave de todo. Estamos hablando ni más ni menos que de la posibilidad de una fusión temporal entre el segundo y el tercer partido con mayor representación parlamentaria. ¿Qué quiere esto decir? Pues que las elecciones del 10-N son una realidad, y que Casado y Rivera van a ir juntos a esos posibles comicios que se celebrarán dentro de tres meses. ¿Y qué consecuencias podría tener dicha fusión? Pues la consecuencia de que con el voto agrupado de los partidos situados en el bloque de la derecha (Aunque por mi parte ya he dicho por activa y por pasiva que no considero a Ciudadanos un partido de derechas), ésta podría obtener un resultado muchísimo más beneficioso que el obtenido en las elecciones del 28 de abril, donde la suma de escaños de PP, C's y VOX no llega ni a los 150 diputados. Con un escenario en el cual la derecha iría unida a las elecciones, las posibilidades de, quizás no ganar, pero sí gobernar, se acrecientan.

Personalmente creo que esta decisión es buena en parte para el PP, ya que creo que han aprendido la lección del 28 de abril y han llegado a la conclusión de que la única forma de echar a Sánchez de la Moncloa es a través de la unificación del voto de la derecha, lo cual personalmente creo que es muy bueno para España. Pero a su vez creo que tiene sus inconvenientes. El primero, el hecho de que si se hace pública esta marca, gran parte de los votantes progres de C's dejarán de votarlos para decantarse por el PSOE, lo cual sería lo comido por lo servido para Ciudadanos, es decir, ganar votantes por la derecha pero perderlos por la izquierda, y eso en un partido tan poco fiable como es Ciudadanos no me termina de convencer a la hora de que decidan apostar por esta vía. La segunda, por el hecho de que si Casado lograse (Que no lo creo) un resultado suficientemente estable como para poder formar gobierno, lo haría en coalición con Rivera. Y con esto vuelvo a lo que acabo de decir ahora mismo; Albert Rivera tiene la misma fiabilidad que Pedro Sánchez, es decir, ninguna. ¿De verdad piensa Casado formar el que podría ser el primer gobierno de coalición en España con el veleta oficial del Reino? Mucho se lo tiene que pensar Casado en ese aspecto.

Y ahora voy hacia el que todavía es presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez. ¿Qué papel juega Sánchez en todo esto? Del actual jefe del gobierno podemos decir que es un falso, un traidor a España, un sinvergüenza, una mala persona, un miserable, y no digo más porque se me van las teclas solas a la hora de definir a este ser impresentable. Pero de lo que no hay duda es que Sánchez no tiene ni un pelo de tonto. ¿Por qué iba a aceptar sin más la idea de unas elecciones generales en las que posiblemente y a la vista de la noticia que acabo de comentar la derecha española podría ir unida a estos comicios y ganar en escaños? Recordemos que Pedro Sánchez ha removido cielo y tierra para llegar a la Moncloa. ¿Por qué aceptar ahora unas nuevas elecciones en la que es posible que pierda el poder y no alcanzar ahora un acuerdo con los podemitas para mantener el gobierno? Pues creo que por la razón que he dado al principio de esta entrada: La crisis económica que se avecina.

El PSOE ya se comió hace once años la mayor crisis económica producida a nivel mundial desde la Gran Depresión. Una crisis económica que gestionó de forma pésima el miserable de José Luis Rodríguez Zapatero. Las consecuencias de la gestión de este impresentable tanto para España como para el PSOE las sabemos de sobra. Una España en quiebra, en la que en 2012 el gobierno de Mariano Rajoy tuvo que pedir el rescate del sistema financiero de nuestro país. A su vez, un PSOE hundido electoralmente y que amenazaba con llevarse al partido de Pablo Iglesias a la extinción... desgraciadamente dicha extinción no se produjo finalmente. Pues bien, no hay que ser muy listo para percatarse de que ante la llegada inminente de una nueva crisis económica, el PSOE no quiera comerse de nuevo el marrón de estar en el gobierno cuando nuestra nación entre de nuevo en recesión dentro de nada, de hecho es incluso posible de que España entre en recesión antes de las elecciones de noviembre, osease, todavía con el PSOE en el gobierno. Los datos del paro del mes de julio no han sido nada buenos, y todo hace pensar que una vez acabe el verano, el desempleo comenzará a subir de forma imparable. En resumen, un escenario bastante oscuro el que se acerca, aun más si cabe, sobre España.

Ante este panorama, es bastante probable de que Sánchez haya decidido tirar por la calle de en medio, es decir, ir de nuevo a unas elecciones generales que permita a la derecha volver al gobierno y que sea el PP junto con C's y VOX (Que serán los que apoyen dicho gobierno) los que se abracen con la nueva crisis económica, la cual será la que a permitirá dentro de unos años que el PSOE vuelva al gobierno cuando pase la tempestad. Hay que añadir que ante este escenario cabe preguntase, ¿Entonces, para qué coño el PSOE ha buscado incesantemente volver al gobierno?, ¿Para estar un año, o como mucho dos? Nada más lejos de la realidad. Si finalmente esto es lo que el PSOE tiene pensado hacer, la idea de su regreso al gobierno hace un año no fue por otro motivo que el de aprovecharse de la mini-época de bonanza (Si es que se puede utilizar este término) de estos tres o cuatro años para llevar a cabo una dislocada política de gasto público, lo cual se traduciría en una nueva vuelta de los votantes desencantados con el PSOE en esta década. Además de ello, con ello buscaban recuperar su estatus de partido de gobierno y atrincherar hasta eliminar definitivamente a Pablo Iglesias y compañía. Ahora, con el PSOE en 123 diputados, digamos que los sociatas han recuperado parte de su apoyo perdido en estos años de oposición, con lo que ahora toca de nuevo pasar a retaguardia y esperar a que una vez pasada la tempestad que está por venir, volver al gobierno. Una estrategia que de ser cierta sería una estrategia redonda para los sociatas, ya que si el PSOE lograse mantenerse en el gobierno y se comiese la crisis económica, el hundimiento del PSOE en favor de Podemos estaría servido.

Y ahora la cuestión es; ¿Qué pasa con Pedro Sánchez? Creo sinceramente que de ocurrir lo que estoy comentando, Sánchez estaría encantado de dejar la política nacional a cambio de un cargo internacional. Hay que tener en cuenta que Sánchez ya ha conseguido lo que él ansiaba; ser presidente del gobierno. Es verdad que de ser así no estaría en el poder el tiempo que él buscaba, que no era otro que el de permanecer hasta 2030 como mínimo, pero a cambio obtendrá aquello que siempre estuvo buscando desde que accediese a la secretaría general del PSOE en 2014; ser ex-presidente del gobierno, así como el estatus y la remuneración económica que ello conlleva, algo que en realidad nunca estuvo para él, ya que Sánchez nunca debió ser presidente del gobierno. La Moncloa no estaba para él. De hecho en 2016 se demostró, cuando Iglesias frustró su primer intento de llegar a la jefatura del gobierno, pero la corrupción del PP, el escenario posterior al golpe de estado en Cataluña en 2018 y la moción de censura hizo el resto para llevarlo, esta vez sí al ejecutivo. De confirmarse esta especulación, ya que en realidad todo esto no es más que pura especulación personal, Sánchez se irá por un lado frustrado por no haber tenido una presidencia más extensa, pero a su vez encantado consigo mismo por haber conseguido aquello por lo que él llevó a España a una crisis política en 2016 y que una vez obtenido puso a la nación española bajo la soga de sus verdugos a cambio de mantener sí o sí: El poder.

Ahora vuelvo a donde empecé, es decir al bloque de la derecha, en concreto al PP. De confirmarse esto, el PP podría alcanzar, siempre y cuando los resultados electorales lo permitan (Que eso es un punto esencial y al que en realidad no he hecho mención en toda la entrada) el gobierno de España. En lo que a mí respecta, si hace un año afirmé que era necesaria y urgente la salida de Rajoy del gobierno, ahora digo que es necesaria y urgente la salida del que sin duda ha sido el peor presidente del gobierno que España ha padecido en el último siglo, Pedro Sánchez. Personalmente apoyo activamente un gobierno alternativo al de Sánchez (Excepto uno encabezado por Iglesias, por supuesto), pero también añado que tengo mis reticencias a la hora de apoyar cualquier gobierno. Me explico; Hace un año que el PP dejó el gobierno, pero la cuestión de la corrupción todavía sigue muy presente a pesar de la llegada de aire fresco con la llegada de Casado y compañía, y esto es algo que los medios progres van a tener en cuenta a la hora de echar mierda sobre los populares continuamente. Y es que ya sabemos que la corrupción en la izquierda se olvida, pero la de la derecha es permanente aunque ya se hayan derivado responsabilidades políticas, por lo que de nuevo tendríamos casi con toda seguridad a los medios hablando de forma incesante sobre la corrupción del PP en plena tormenta de crisis económica y de nuevos recortes del gasto público que habrá de realizar, lo cual no sé si será el mejor escenario para España.

Otro escenario que me chirría bastante es el hecho de que por tercera vez en la historia de España, el PP tendría que hacer frente frente a una nueva crisis económica, lo cual me parece una tomadura de pelo para los populares, aunque no sería descartable que dicha vuelta al gobierno estuviese pactada incluso con los propios socialistas para fortalecer una vez más el bipartidismo en España. Personalmente creo que sería un fallo garrafal de Casado si aceptase formar gobierno en estas circunstancias. Una nueva crisis económica capitaneada por el PP sería sin lugar a dudas no solo la desaparición definitiva del PP en el escenario político, sino la desaparición completa de la derecha española. ¿O acaso alguien se cree que la derecha aguantaría una nueva crisis tras haber hecho Rajoy una pésima gestión de esta última? Hay que recordar que la no-gestión de Rajoy provocó que el PP perdiese en 2015 más de sesenta diputados. ¿Cuántos perdería en unas futuras elecciones si Casado puede formar gobierno en noviembre y lidera la crisis económica? El PP se hundiría sí o sí, pero C's, si llegase a formar parte de ese gobierno de coalición, tampoco se quedaría atrás y también perderían un apoyo bastante considerable. E incluso VOX me atrevería a decir que perdería en este escenario al apoyar aunque fuese desde fuera este hipotético gobierno. En resumen, un escenario nada bueno para el bloque de la derecha y un escenario muy beneficioso para la izquierda a largo plazo. Lo único que no me atrevo a aventurar es el papel que jugaría Podemos ante la nueva crisis que se avecina y ante este hipotético escenario, aunque creo que podrían salir bien parados y sacarle tajada al asunto como ya hicieron durante la presidencia de Rajoy.

Yo personalmente apostaría por un gobierno de VOX, pero como es lógico, una cosa son los deseos de uno y otra la realidad. De modo que ante la falta de alternativa apoyaría ese supuesto gobierno de Casado siempre y cuando los números den, ya que es posible que la participación de la izquierda vuelva a ser alta en noviembre y Sánchez sume una mayoría relativa pero suficiente que le permita gobernar con los apoyos puntuales de Podemos y/o Ciudadanos. De momento vamos a ver cómo evolucionan los acontecimientos. Yo insisto en que el desenlace de todo esto se producirá el 23 de septiembre con un gobierno del PSOE con el apoyo de Podemos, aunque éstos no lleguen a formar parte del ejecutivo. Aun así habrá que estar alerta de lo que ocurre en este mes y de cómo acabará todo esto, ya que por lo que se ve, nada está escrito... ¿O quizás sí?.