Después de ochenta años del estallido de la guerra y de la proclamación de Franco, el recuerdo de dicho acontecimiento bélico sigue más presente que nunca en la memoria de los españoles de ambos bandos. Durante los casi cuarenta años que transcurren desde 1936 hasta 1975, el régimen franquista siempre fue explicito al señalar al bando nacional como el ganador de la guerra civil y su potestad clara y legítima para enterrar aquella España destruida por los "rojos, liberales, masones y comunistas" y transformarla en un país "grande y libre" que volviese a ser un ejemplo para todo el mundo recuperando la grandeza que había perdido siglos atrás. Sin dejar de ser malas aquellas intenciones, mientras el gobierno franquista emprendía aquella tarea, humillaba y vejaba a la media España que había perdido la guerra en abril de 1939. Millones de españoles sufrían durante la dictadura de Francisco Franco las consecuencias de haber participado en el bando republicano y/o de apoyarlo en su caso. Para el régimen vencedor no había más España que aquella que representaba los valores que compartían aquellos que habían derrocado a los republicanos, siendo éstos perseguidos, oprimidos, encarcelados y fusilados durante los cuarenta años de dictadura de aquél hombre que pasó a convertirse en un rey sin corona, regente de una España totalitaria la cuál dirigió como un cuartel durante sus cuatro décadas al frente del estado.
Pero por supuesto, para comprender la opresión de cuarenta años de dictadura tras una cruenta Guerra Civil que aún resuena en la mente y en los corazones de muchos, tenemos que remontarnos al 14 de abril de 1931, fecha en la que tras las elecciones municipales del 12 de abril, Alfonso XIII huye de España tras la proclamación de la II República con el único propósito de salvar su real pellejo y esperar al fracaso del nuevo sistema político para volver a ocupar el trono de España a medio plazo. La caída de la Monarquía representada por un personaje de la talla de Alfonso XIII (Al cuál considero el primer responsable de los futuros acontecimientos que se derivaron en nuestro país a lo largo del siglo XX) fue el primer paso para la instauración de un nuevo sistema, que lejos de ser un régimen democrático, acabo siendo el comienzo de un período que dejaría al descubierto el odio recíproco por parte de la derecha y la izquierda y las ansias de ambos por derrocar al adversario político y a todo aquél que defendiese las ideas que éstos representaban. Al comienzo de la II República y con la izquierda recién llegada al gobierno, había pues que ajustar cuentas pendientes con aquella parte de la sociedad que muchos consideraba culpable de los males de España hasta entonces. Buena prueba de ello fueron las sucesivas reformas que afectaban a sectores tan conservadores como el ejército o la Iglesia. También la idea de "descentralizar" el estado en favor de una nueva España más "integradora" era vista por muchos como la ruptura definitiva con esa España que mantenía inquebrantable su unidad política y territorial. Si a las reformas radicales emprendidas por parte de los sucesivos gobiernos republicanos, y la idea por parte de ciertos sectores de la izquierda de "sovietizar" España le sumamos el escepticismo y el recelo por parte de varios sectores de la derecha hacia la República, se podía deducir que el futuro de este nuevo sistema no iba a acabar con buen pie.
El año 1936 supone el culmen definitivo de la paciencia de muchos. Tras los gravísimos sucesos en octubre de 1934, donde se produce la proclamación fallida del estado catalán por parte del entonces presidente de la Generalitat, Lluís Companys, y la revolución fallida de la izquierda en Asturias para proclamar un estado socialista en España, se celebran las elecciones generales en febrero de 1936. En ellas se produce la victoria electoral por parte del Frente Nacional (Que representaba a los partidos de izquierdas, republicanos, socialistas y comunistas) frente a la CEDA de José María Gil Robles (Partido compuesto por los derechistas, conservadores, monárquicos y liberales). Con esta victoria de la izquierda se produce de manera fulminante la destitución del conservador y hasta entonces presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, por el izquierdista radical, Manuel Azaña. A partir de este momento se produce un incremento bastante elevado de la violencia política, el cuál tendrá su momento de culminación con los asesinatos del teniente y militante del PSOE, José del Castillo, por parte de un grupo de ultraderechistas, y del ex ministro de Hacienda y diputado conservador, José Calvo Sotelo, por parte de un grupo formado por guardias de asalto y militantes socialistas. Con estos dos asesinatos se activa el golpe de estado militar que el ejército ya venía preparando desde hacía meses, y que se produce finalmente el 18 de julio de 1936, el cuál fracasa, provocando de manera inmediata el estallido de la Guerra Civil en España. Una vez empezada la Guerra, las sospechosas muertes de José Sanjurjo (Que en un principio iba a encabezar el golpe), y de Emilio Mola en 1937, conducen al liderazgo de la sublevación al general que en un principio siempre se mostró desconfiado a participar en el golpe y que hasta última hora no decidió unirse a el. Ese general fue Francisco Franco Bahamonde, que por ironías del destino o por factores humanos bastantes discutibles, lo convirtieron en el cabeza del Bando Nacional durante la guerra y posteriormente en el jefe del estado español desde octubre de 1936 hasta su muerte en noviembre de 1975.
Han transcurrido ochenta años de estos sucesos, y después de tantos años hay una parte considerable de la sociedad española de ambos bandos, pero sobre todo del bando republicano, que ni ha olvidado ni perdonado lo ocurrido en nuestro país hace casi un siglo. La ley de Memoria Histórica aprobada por el gobierno de Zapatero en 2007 reabrió muchas heridas que en muchos casos aún no estaban cicatrizadas. El empeño de una parte de la izquierda española en reabrir la Guerra Civil y reescribir la historia de forma que se borre de ella cualquier relación con victoria del Bando Nacional en abril de 1939 y la posterior dictadura de Franco hace de nuestro país un lugar en el que el bando perdedor no ha asumido aún la derrota en la Guerra y por consiguiente no ha asumido la historia reciente de España. Con este panorama de reavivación del odio por parte de ambas partes y vista la situación política, territorial, social y económica actual que en muchos casos nos recuerda a lo vivido durante la II República me surge la siguiente pregunta; ¿Es posible una nueva Guerra Civil en esta España que todavía guarda rencillas de la anterior? Hay un refrán que afirma "El pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla". Hay algo peor que olvidar la historia; reescribirla, y aún no hay refrán que diga lo que le depara al pueblo que, como nosotros, está en esa situación. Sólo el tiempo tiene la respuesta y no creo que tarde mucho en decírnosla.
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