Nada de lo que ocurrió aquella tarde me sorprendió. Se hablaba desde
hacía tiempo de la posibilidad de que ETA anunciase su intención de dejar de
matar antes de la celebración de las elecciones generales de 2011, y yo que soy
bastante mal pensado supuse que esto ocurriría para darle un empujón al PSOE y
a su líder, Alfredo Pérez Rubalcaba, ministro del Interior y vicepresidente del
gobierno hasta pocos meses antes del comunicado.
Cuando escuché la noticia supuse que estábamos presenciando una noticia
tan histórica como falsa, puesto que aquella misma tarde salieron el entonces presidente
del gobierno saliente, José Luis Rodríguez Zapatero, el inminente vencedor de
las elecciones, Mariano Rajoy, y el candidato socialista para anunciar que
"La democracia había triunfado y el terrorismo había sido derrotado".
Nada más lejos de la realidad. ETA triunfó aquella tarde mientras la democracia
española cayó rendida ante la banda terrorista después de cuarenta años de
masacres, asesinatos, secuestros, extorsiones, etc. No, ETA no había sido
derrotada, sino todo lo contrario. Desde la llegada de Zapatero a la Moncloa en
2004 se creó y desarrolló una hoja de ruta que consistía en llevar a cabo el
fin del terrorismo etarra con unas concesiones a cambio bastante apetitosas. De
esta forma todos saldrían ganando: Desde los partidos políticos se anunciaría
una derrota sin condiciones y desde el mundo etarra y abertzale se reconocería
esa derrota para dar paso a una nueva etapa.
¿Y qué era esa nueva etapa? Lo que llevamos viendo desde 2011, e incluso
antes (Desde la primera negociación de Zapatero con ETA en 2006), la
legalización de la izquierda abertzale y los partidos proetarras, su entrada en
las instituciones y organismos tanto locales y regionales vascos, como en el
ámbito nacional, así como el acercamiento de presos y posterior salida de las cárceles
de los terroristas encarcelados. En definitiva la humillación de la España
constitucional frente al terrorismo vasco.
Una humillación que como se ha podido ver en las actas que se publicaron
hace un par de años, así como las que se publicaron hace unos días en el
periódico "El Mundo" confirman que todo el aparato del Estado estaba
detrás de esta negociación, amparándola y apoyándola. No era solo una locura
que se había desatado en el PSOE de Zapatero para poner fin al terror a cambio
de lo que exigiesen los terroristas, sino una operación respaldada también por
el PP de Rajoy para llegar al objetivo que finalmente se consiguió el 20 de
octubre de 2011 y que se corroboró el 2 de mayo de 2018 con la disolución de
ETA, poco antes de la salida del PP del gobierno.
De hecho la otra noche pude ver cómo desde TVE entrevistaban a los
ex-presidentes del gobierno, Zapatero y Rajoy, los cuales reafirmaban una y
otra vez que lo vivido el 20 de octubre de hace una década fue una derrota sin
concesiones a los terroristas. Todo lo contrario de lo que llevamos viendo
desde entonces. Desde el anuncio de ETA en octubre de 2011, al PP de Mariano
Rajoy le tocó liderar la etapa que llevase hasta la disolución de la banda
terrorista, hecho que como acabo de añadir ocurrió poco antes de la salida de
Rajoy de la Moncloa. Para conseguir este segundo objetivo, el gobierno del PP
siguió la hoja de ruta que en teoría planificó el PSOE de Zapatero y que los
populares tanto criticaron en público durante aquellos años de negociación y
bajada de pantalones de los socialistas frente a los asesinos.
Pues bien, la hoja de ruta siguió durante los siete años posteriores de
gobierno de Rajoy sin cambiar ni una sola coma. De esta forma se conseguiría
que en 2018 ETA se disolviese con el PP aún en el gobierno, mientras el
comunicado del abandono de las armas se producía poco antes de la salida del
PSOE de la Moncloa en 2011. Un triunfo sin paliativos del bipartidismo en el
que las víctimas y los verdugos acabarían situándose en la misma balanza por
mucho que se repitiese desde Madrid que solo había un bando ganador: El
constitucional. Pero eso no es lo que ha venido ocurriendo desde entonces, ya
que las víctimas del terrorismo han tenido que soportar toda clase de
humillaciones y ver cómo se situaba junto a ellos en la misma posición de
víctimas a los terroristas y a sus familiares. De hecho los homenajes a los
asesinos ha sido algo cotidiano en el País Vasco durante todos estos años, para
vergüenza de las víctimas del terrorismo y de todos los españoles, frente a la
inacción de los políticos desde Madrid. Todo ello mientras los partidos
proetarras con Bildu al frente ganaban posiciones y cargos públicos tanto en el
territorio vasco como en el resto de España.
Un escenario que se ha venido recrudeciendo desde hace tres años con la
vuelta del PSOE al gobierno de la mano de Pedro Sánchez. Un aprendiz y alumno
aventajado de Zapatero, el cual se ha convertido en el tercer y puede que
último presidente en culminar el proyecto iniciado tras los atentados del 11-M
que dieron la victoria contra todo pronóstico al entonces líder del PSOE y con
ello el inicio de la negociación con los etarras. Sánchez ha pisado el
acelerador y está dispuesto a culminar el proyecto iniciado hace casi veinte
años con el fin de mantener a salvo su puesto en la Moncloa a largo plazo. Por
ello no sorprende, o al menos a mí no, que Sánchez haya negado en público que
vaya a sacar de las cárceles a los doscientos etarras que están en prisión a
cambio de que Bildu apoye los presupuestos generales del Estado y con ello la
permanencia de Sánchez en la Moncloa.
Pero todos sabemos que Sánchez es cualquier cosa menos una persona de
palabra, lo cual refuerza la idea que desde el País Vasco le ha lanzado el
líder etarra, Arnaldo Otegi a Sánchez al advertirle que Bildu solo apoyará los
presupuestos a cambio de la salida de los terroristas de prisión. De hecho ya
hay convocada una manifestación por parte del entorno etarra para presionar al
gobierno de Sánchez y conseguir la liberación de los asesinos. Una
manifestación apoyada por el independentismo catalán, así como por Podemos y el
resto de la izquierda.
De esta forma no es de extrañar que tras hacer el paripé de cara a la galería, Sánchez acepte lo que ya tenía pactado y acuerde con Bildu la liberación de los etarras encarcelados. Si no ¿De qué otra forma se interpretaría el hecho de que Sánchez haya cedido al gobierno vasco las competencias en materia penitenciaria? Todo está hablado y escrito, como así lo están las actas que demostraron que Zapatero en primer lugar y Rajoy posteriormente traicionaron a las víctimas y a España en su conjunto con la cesión a los asesinos y criminales. Ese es el verdadero legado de lo que ocurrió el 20 de octubre de 2011. Un legado que hemos pagado caro los españoles durante esta década y que aún nos queda por seguir pagando.