Tras cuatro días de tensión y recuentos se ha confirmado hoy lo que ya era un secreto a voces: Joe Biden, ex-vicepresidente de EEUU con Barack Obama y candidato presidencial por el Partido Demócrata es el nuevo presidente electo de Estados Unidos. Una elección, quizás la más controvertida de la historia de América, repleta de dudas y sospechas sobre la forma en la que se han organizado y celebrado estos comicios. En todo el mundo, por mucho que los medios de descomunicación intenten ocultarlo, se habla abiertamente de unas elecciones amañadas en donde el sistema ha querido echar sí o sí al todavía presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, de la Casa Blanca.
Un Donald Trump que para añadirle más tensión al escenario que se está viviendo en Norteamerica y el resto del mundo no ha reconocido los resultados electorales y está dispuesto a ir con un ejército de 8.500 abogados hasta la Corte Suprema estadounidense con el propósito de que ésta le reconozca la victoria que según él le han robado los poderes fácticos a través de las urnas. Un hecho sin precedentes en la historia de América y que podría derivar en una crisis constitucional gravísima si el próximo 20 de enero no está resuelto el problema y Biden (O Trump) no juran ante el Capitolio su cargo de presidente. Un escenario que recuerda en cierta forma a las elecciones del año 2000, cuando hace justo veinte años Bush hijo y el entonces vicepresidente Al Gore llevaron a los tribunales el recuento electoral, otorgándole los jueces la victoria a Bush. En aquél entonces la situación no fue a más ya que Al Gore acató la decisión judicial. Ahora es un enigma saber qué pasará tanto por parte de Biden como de Trump si las elecciones se judicializan.
Personalmente creo que toda esta historia está siendo completamente surrealista. Esta tarde he visto por televisión cómo los medios de descomunicación notificaban con gran alegría la confirmación de que Biden había ganado las elecciones. De hecho alguna que otra presentadora se atoraba mientras daba la noticia con una sonrisa de oreja a oreja, y otros medios empezaban a endulzar la imagen del presidente electo, lo cual corrobora la tesis de Trump de que detrás de todo este escándalo hay orquestada toda una conspiración por parte de las élites con el fin de expulsarlo del poder y colocar en la Casa Blanca a un títere capaz de ir hacia adelante para establecer definitivamente el Nuevo Orden Mundial.
Y es que éso y no otra cosa es lo que va a ocurrirle a Biden durante su presidencia. Ser el presidente títere de la élite mundial que volverá a apostar desde Washington por las políticas progresistas, globalistas, feministas, etc. Un presidente que solo lo será "De honor", ya que todo el mundo da por hecho que la nueva vicepresidenta electa, Kamala Harris, será la auténtica presidenta y la más que posible sucesora en el Despacho Oval de aquí a cuatro años, lo cual supone que Biden será presidente de un solo mandato para dar paso a su vicepresidenta en las elecciones de 2024.
Un Biden al que sinceramente no entiendo el por qué ha aceptado este año y no en 2016 concurrir a la presidencia. Es casi una tradición en EEUU que una vez que el presidente no puede optar a la reelección por segunda vez sea el vicepresidente quien asuma la tarea de erigirse como sucesor y candidato presidencial por el partido que ostenta el poder. Este caso no se produjo en 2016, ya que el establishment estaba bastante interesado en que fuese Hillary Clinton y no Biden quien liderase la etapa post-Obama. Pero para más señas fue el entonces vicepresidente el que anunció su retirada de la política y su firme intención de no competir por la presidencia estadounidense. ¿Qué ha cambiado en estos cuatro años para que Biden haya querido aceptar este reto y convertirse en el presidente con mayor edad al asumir el cargo? Toda una incógnita, aunque seguramente quienes le hayan animado a dar este salto lo hicieran dándole las garantías suficientes de que su victoria se produciría sí o sí.
En lo que respecta a Trump debo decir que es mejor tanto para él como para todos que asuma que se la han metido doblada y que ya no tiene nada más que hacer que reconocer a estas alturas la victoria, fraudulenta, sí, pero victoria de Biden y su propia derrota electoral para la reelección. Una derrota que no se producía desde hace justo 28 años. El 3 de noviembre de 1992 se produjeron las últimas elecciones en las que el entonces presidente no era reelegido. Este fue el caso de Bush padre, quien perdió la reelección contra un Bill Clinton que por aquel entonces contaba con apenas 46 años. El 3 de noviembre de 2020 se ha vuelto a producir la misma situación aunque con algunos matices: Las elecciones de 1992 no estuvieron tan en duda por parte de la población como ahora, ni la proclamación del ganador se produjo hasta cuatro días después de la celebración de los comicios. De hecho cabe añadir que los resultados completos todavía no han terminado su recuento en algunos estados, y en otros es ya un hecho que volverán a recontarlos ante las dudas de amaño en dichos territorios.
Volviendo a Trump debo decir que no creo que éste fuese tan ingenuo o tan tonto como para creerse que estas elecciones iban a ser una encerrona para él por parte del sistema mundial. Desde que juró el cargo en enero de 2017 se ha producido un ataque constante tanto a sus políticas como a su persona por parte de la élite, así como un intento desesperado en estos cuatro años por echarle de la presidencia (El último este mismo año cuando se votó un impeachment contra él que finalmente no salió adelante). Por ello Trump no puede echarse las manos a la cabeza y negarse a aceptar unos resultados que lo único que van a provocar es una desestabilización política y social en EEUU, así como un empeoramiento de su imagen en estos dos últimos meses que restan de su presidencia. Buena prueba de ello es el hecho de que varias cadenas de televisión cortasen a la misma vez su rueda de prensa desde la Casa Blanca en la que anunciaba que se había producido un amaño en las elecciones. Trump ha sido en mi opinión un presidente aceptable, pero el cual no ha demostrado su tenacidad en momentos cruciales de su presidencia, como este año al expandirse el coronavirus y no dar una imagen de fortaleza. Al igual que Obama con Instagram, Trump ha basado su presidencia a través de Twitter y ha cumplido a la perfección el refrán de "Perro ladrador, poco mordedor". Ahora pretende que los ciudadanos le ayuden económicamente a llevar el resultado electoral ante la justicia, lo cual hace aún más surrealista el escenario que estamos viviendo.
Hay que ser realistas y dar por hecho que los demócratas vuelven a la Casa Blanca en uno de los peores momentos de la historia de la humanidad. Éstos serán los encargados de llevar aún más hacia la deriva a Estados Unidos y al resto del mundo en este escenario de caos y tensión que estamos viviendo. La élite satánica y con ellos el Nuevo Orden Mundial han ganado una vez más la partida en este juego que cada vez se acerca más a su desenlace. ¿Cómo lo hará Biden y Harris en estos cuatro años? Ya sabemos por dónde irán los tiros y debo decir que no me gusta absolutamente nada lo que está por venir. Biden presidirá, si Trump no lo impide, a partir de enero la decadencia del imperio estadounidense y con él la del mundo occidental. Debido a su edad y a su más que discutida demencia senil es sabido que el "Nuevo emperador" será un títere en manos del establishment y de Harris, ejerciendo una presidencia debil y chamuscada, la cual tendrá su final en 2024, cuando Harris sea proclamada su sucesora. Pero esa ya es otra historia. La historia de un mundo que en 2024 estará aún más débil y en peligro que ahora gracias a la gestión de aquellos que a partir de enero de 2021 comenzarán a poner en marcha la fase final del Nuevo Orden Mundial.